Escuela de perras (2)

Segunda parte de esta historia quizas poco original en su planteamiento, pero con la esperanza de darle un nuevo giro de tuerca excitante y morboso. O al menos hacerles pasar unos placenteros minutos de relax.

Fe de erratas: En el ultimo párrafo del capitulo anterior, donde puse veintena, quise decir en realidad treintena. Un lapsus del subconsciente, supongo.

Nota del autor

Nerea quedó apenas vestida por una diminuta combinación de bragas y sostén que a duras penas tapaban sus colmados senos, con la mirada baja incapaz de sostener la voraz miraba de aquellos cinco pares de ojos.

-Quítatelo todo – exigí en el mismo tono de voz quedo, paradójicamente no exento de tajante autoridad.

Titubeante aun, la mujer obedeció, y en pocos instantes quedó ante nuestra presencia en traje de Eva, completamente desnuda y descalza, dejando apreciar un apetecible coño bien cuidado, enmarcado en un bien recortado mechón de vello púbico, rubio, al igual que su larga y frondosa melena.

Sin embargo, no desaproveché la oportunidad de empezar a humillarla, así que comenté con tono cruel y despectivo.

-Ya veo que estas hecha una verdadera cerda, con todos esos matojos tapándote el coño.

-Las perras como tu tienen que tener siempre el chumino bien depilado para ofrecer todo el placer a su dueño. Mañana mismo mandaré traer a una esteticien para que te deje en las mínimas condiciones aceptables para tu nuevo aspecto.

-Además, debes saber que tu único deber y obligación es obedecer incondicionalmente a cualquier orden o indicación que se te diga, por muy desagradable o abyecta que te parezca. Tu marido, además, nos ha dado carta blanca absoluta, eso quiere decir que se te aplicará el tratamiento completo, el mas duro y severo.

-Pero no te alarmes, no me inclino por la violencia o el sadismo gratuitos, pórtate bien y serás tratada debidamente. ¿entiendes, perra?, si es así, da un corto ladrido, porque desde ahora y hasta nueva orden tienes terminantemente prohibido pronunciar palabra alguna. Si quieres llamar nuestra atención deberá ser por medio de gestos o ladridos.

-Olvídate por el momento de tu nombre, aquí te llamaras "perra" y por el atenderás.

-En cuanto a tu uniforme, ya lo llevas puesto. Siempre iras desnuda, aparte de ciertos adornos que te iremos añadiendo poco a poco.

-Ah, lo olvidaba, aquí las perras como tu se desplazan y viven a cuatro patas. Así que ¿a que esperas para adoptar la posición de tu nuevo rango?

Nerea apenas dudo esta vez para postrarse primero de rodillas para muy brevemente después adelantar y posar sus manos en el frío suelo, adoptando así la típica postura canina.

-Acércate – ordené una vez mas, y cuando se acercó lentamente adonde yo estaba cómodamente sentado, moviendo sinuosamente su trasero de potranca, le acaricié sus cabellos con cierta dulzura mientras le decía cariñosamente:

-Bien hecho, buena perra. Sigue así y todo ira como la seda.

Uno de mis socios aprovechó para ceñirle a su delicado y blanco cuello un collar de perro, de piel de becerro, y enganchar de éste una corta correa de metal.

Y asiendo ésta por el extremo dio un suave tirón indicándole así a nuestra primera pupila que se moviese hacia un incierto destino.

Siempre a cuatro patas fue guiada hacia sus pequeños aposentos privados.

Según nuestro incipiente manual de conducta, habíamos acordado que el primer día de estancia, la sumisa debía permanecer a solas encadenada en su celda, en ayunas, para que reflexionase y asimilase su nueva situación en la vida. Y así lo hicimos.

Le colocamos unas esposas metálicas en sus muñecas inmovilizando sus manos por detrás de la espalda, enganchamos la correa de su collar a una argolla situada en la pared, y la dejamos en semi oscuridad y en silencio por el resto de la jornada. Y cada cual de nosotros partió de la casa hacia sus compromisos cotidianos.

Tan solo uno de nosotros quedó de guardia en previsión de posibles situaciones de emergencia.

Al día siguiente, a las siete en punto, uno de mis asociados, despertó a Nerea y la puso al corriente de sus obligaciones cotidianas.

Por el momento y debido a la falta de personal y de nuevas inquilinas, ella debería hacerse cargo de todo el trabajo de la casa, que incluía lavar y fregar el piso, cocinar, servirnos, y en definitiva mantener la casa como los chorros de oro.

Naturalmente, para cocinar y servir la mesa, y ciertas tareas de limpieza no tenía mas remedio que ponerse en pié, pero el resto del día debería ponerse a cuatro patas como yo le había ordenado en su recibimiento.

La jornada matutina transcurrió sin mas novedad.

Era gratificante ver a Nerea, magníficamente deseable, en toda su desnudez, deambulando por la casa con sus útiles de limpieza. Limpia que te limpia de aquí para allá, sudorosa, despeinada, y jadeando por el esfuerzo, dejando apreciar los lamparones y manchas de polvo adheridas a su cuerpo a causa del sudor, que sin embargo no hacían sino acrecentar su belleza natural, paradójicamente.

Por ser nuestra primera comida inaugural, estábamos los cinco componentes del club sentados placidamente a la mesa mientras Nerea iba desfilando con una regular cadencia trayendo y retirando manjares y platos vacíos.

Yo me sentía henchido de satisfacción, pues nuestra primera alumna parecía haber asimilado por el momento sus obligaciones y lo que se esperaba de ella, y estaba cumpliendo a la perfección con sus tareas.

Debo añadir que todo el tiempo durante el que sirvió la comida, nosotros continuamos con nuestras conversaciones haciendo caso omiso de su presencia, tal y como si no existiera, lo que imagino la desconcertaría mas y la humillaría mucho mas cruelmente que si la sobáramos o acariciáramos al pasar entre nosotros, o hiciéramos comentarios soeces sobre su cuerpo, que imagino que era la conducta que esperaba de nosotros.

Ya a media tarde, mientras me relajaba en la biblioteca del salón, llegó la visita anunciada, la esteticien que debía embellecer y adecuar el cuerpo de la perra a nuestras necesidades, gustos y apetitos.

Por supuesto Nerea lo desconocía, pero no era una mera esteticien la que habíamos contratado.

Trabajaba en un gabinete de S/M y además de las labores propias de su profesión, era una experta tatuadota y entendida en piercings.

Tuve una corta entrevista con ella y la instruí sobre el tratamiento a aplicar sobre la perra.

Y una vez nos pusimos de acuerdo di un corto y penetrante silbido, igual que si llamara a un perro de caza, y de inmediato Nerea apareció por el salón a cuatro patas, gateando, con el extremo suelto de su correa saltando libre por el suelo.

Erica, así se hacia llamar la esteticien, demostró que era veterana y experta en estas situaciones, pues sin decir palabra, se agachó ligeramente lo justo para asir el extremo de la correa libre y de un suave tirón hizo saber a Nerea que debía seguirla sin rechistar. Y ambas salieron de la habitación rumbo al cuarto de baño principal.

No fue hasta varias horas después, a punto de anochecer cuando de igual manera que se marcharon volvieron a aparecer en el salón, Erica tirando de una Nerea cariacontecida y renqueante, en su lento desplazarse a cuatro patas, donde ya estábamos todos de nuevo reunidos y expectantes para ver la nueva imagen de nuestra pupila.

Llamo nuestra atención el rostro lloroso con los ojos tremendamente hinchados, seguramente la pobre perrita había estado llorando durante la mayoría del proceso de "embellecimiento", ya fuera a causa del dolor o por la extrema humillación a que estaba siendo sometida.

Comprobé con satisfacción como las frondosas e indómitas melenas rubias de la adultera, habían dejado paso a una cortita y coqueta melenita rubricada con un gracioso flequillo, que recordaba a las vampiresas del celuloide de los años 20, en la época del cine mudo, genero al que yo era muy aficionado, pero no había sido esa mi única motivación para tal cambio de look.

Las largas melenas se enredarían constantemente requiriendo numerosos cuidados, mientras que su nuevo peinado apenas se podría peinar en unos segundos y solamente con las manos, dejando el resto del tiempo a la esclava para ocuparse de sus numerosas obligaciones, ya que a medida que avanzara el tratamiento irían incrementándose.

Aparte de eso, y de las cejas, exquisitamente depiladas y delineadas, Nerea ya no mostraba un solo pelo en todo su cuerpo, y por la rojez que cubría la casi totalidad de su desnudo cuerpo de perra, Erica había usado el método mas cruel y doloroso, la cera ardiente, y sin duda habría disfrutado aplicándoselo, si hacía caso de los informes que previamente había estudiado sobre ella.

Completaban su nuevo aspecto unos discretos piercings en cada pezón, en forma de anilla, de oro, a petición de su marido. Y otro rematando la faena colocado justamente en medio de su botoncito del placer, su preciado clítoris.

Aparte de ello, Erica le había tatuado sobre la nalga izquierda, su nombre " Perra Nerea" y justo debajo, "Propiedad de H." y en la otra nalga el anagrama de nuestra recién creada institución y el numero uno, lo que le daba así un aspecto total de perra emputecida y sumisa.

Lo que Nerea no sabía era que aquellos tatuajes eran de carácter temporal y desaparecerían en pocos meses, de ahí quizás su desaliento al verse reducida en tan solo dos días, de mujer libre, independiente y solvente, al miserable pedazo de carne sin voluntad al que se veía ahora reducida.

Ahora entenderán fácilmente los lectores/as que se hayan aventurado has aquí, el porque del paso lento y renqueante de la pobre perra, sin duda los dolores eran bastante insoportables, sobre todo el proveniente del clítoris ya que a cada nuevo paso, sin duda le rozaba y tiraba como un doloroso recordatorio de su condición.

Me compadecí hasta cierto punto de ella.

Como creo que ya he citado anteriormente, no me considero ningún sádico descerebrado y no tenía intención de romperla de forma gratuita.

Así que esa noche la releve de sus tareas domesticas y demás deberes y la envié a su celda, donde aparte de ponerle el desinfectante adecuado a sus heriditas (léase pezones y clítoris), con el inevitable y adicional dolor, necesario y curativo, añadí un tazón de gachas calientes y otro de agua fresca y clara, que naturalmente y una vez esposada a su espalda como la otra noche, no tendría mas remedio que comer a lo perro si deseaba reponer fuerzas, como imagino que así seria, pues no había probado bocado aun en todo el día.

Agradeceré cualquier tipo de comentarios o sugerencias constructivas, tanto si les ha gustado o no este desarrollo del relato. Especialmente por parte del elenco femenino a quienes me gustaría enfocar y dedicar esta historia.

Sean del tipo o naturaleza que sean, y prometo contestar todos y cada uno de los correos recibidos, siempre que estén redactados con la mínima corrección y cortesía.