Escuela de obediencia 3

Siguen las aventuras de Madeleine y su tutor.

Mi tutor me miró, esperando a que me acostumbrara al grosor del dildo y asintió cuando yo le asentí.

—Muy bien, levántate entonces. Vas a mamar ahora. – Él se acomodó sobre la silla de su escritorio, la cual había movido un poco más allá del escritorio y me miró, esperando.

Nunca había tenido nada metido en mi culo, pero debía aceptar que esto se sentía realmente bien. El morbo me tenía vuelta loca y solo quería seguir disfrutando de lo que me iba a hacer este hombre, incluso aunque no sabía lo que eso decía de mí.

—Te gusta eso metido en tu culo. – Me encogí de hombros, sin estar segura aún. – No te preocupes, conocerás más cosas, estamos recién empezando.

Mi tutor se acomodó en la silla y me hizo un gesto.

—Ábreme el pantalón. No llevo ropa interior, así que verás mi pene inmediatamente.

Le hice caso y me puse de rodillas entre sus piernas abiertas. Bajé el cierre de su pantalón color caqui y su pene saltó a la vista. Era un pene gordo y largo, lleno de venas, con el glande más oscuro, pero se veía tan jugoso y grande como un melocotón.

Era impresionante y supe, sin que nadie me lo dijera, que ese pene me iba a partir en dos.

—Tómalo con una mano y acarícialo con suavidad. Aprieta solo un poco al principio.

Hice lo que me dijo y comencé a subir y bajar con mi mano a lo largo de su pene. Mis dedos no alcanzaban a rodearlo por completo de tan grueso que era. La punta estaba húmeda con el líquido pre seminal.

—Lámelo. Cómete todo el glande, Madeleine. Prueba a qué sabe mi polla.

Lo miré y, sin siquiera advertirlo, estaba relamiéndome los labios, deseosa de comerme su polla, deseosa de probar por primera vez un pene. Deseosa de tener un pene así de grande para mí por primera vez.

—Come.

Repitió. Una orden.

Me incliné hacia su pene y lo metí en mi boca, moviendo mi lengua de un lado a otro por la punta de aquel miembro tan jugoso y duro. Duro como roca, pero suave como la seda.

—Así mismo, lame como si fuera un dulce, una paleta de helado.

Mi tutor tomó mi cabeza entre sus manos y él comenzó a moverme a su gusto, movimientos suaves y pausados para que poco a poco fuera metiendo más de su carne en mi interior.

—Lo estás haciendo muy bien, sigue así.

Seguí chupando y tragando la saliva que se iba juntando en mi boca, la cual estaba mezclada con los líquidos que salían de su pene. Era un poco salado, pero olía a limpio y no tenía ningún vello en su área púbica.

Incluso podía ver sus testículos desde donde estaba hincada frente a él, dos testículos gordos, tan grandes como dos mandarinas maduras. Sabía que después tendría que comérmelas también.

—Más profundo, Madeleine.

Relajé mi garganta y acepté que él metiera más de su largo pene en mi interior, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas y mi cuerpo rogaba por tener arcadas al verse invadido por semejante falo.

—Aguanta y succiona.

Seguí sus órdenes mientras seguía mamando, aceptando que él metía poco a poco más de su miembro en mi boca, sintiendo cómo mi cuerpo se tensaba al darme cuenta de lo excitada que me encontraba por lo morboso de esa situación.

Nunca me habían atraído los hombres mayores, y ahora me encontraba con un hombre que casi me triplicaba la edad.

—Me voy a correr en tu boca y quiero que tragues todo. Como caiga una gota al piso, te castigaré. ¿Queda claro? – Asentí con la cabeza.

Él comenzó un mete y saca no tan profundo ahora, pero sí iba más rápido, sus gemidos ahogados y roncos me tenían con la excitación al límite, con deseos de tocarme a mí misma, pero con el miedo de ser castigada si lo hacía por no haber recibido su permiso.

—Traga ahora. – Él dijo unos segundos antes de correrse en mi boca. Chorros de semen caliente salieron disparados al fondo de mi garganta.

Tragué todo como si estuviera tan sedienta después de un paseo por el desierto. Bebí cada gota de semen que él me dio de beber y tragué todo sin siquiera parpadear, simplemente tragando, sintiendo el sabor salado, pero delicioso.

—Eso es. Sí, Madeleine. Eso ha estado perfecto.

Mi tutor me felicitó y acarició mi mejilla, sonriendo de oreja a oreja. Sonreí también, contenta por lo que acababa de suceder. Sin embargo, aunque él había llegado al orgasmo, yo no lo había hecho y él me miró de arriba abajo, sabiendo que yo no había tenido un orgasmo.

—Tendrás tu recompensa, Madeleine. No obstante, quiero que vayas a tu habitación, te des un baño, almuerces y esperes por mí en tu habitación. ¿Está eso claro?

—Sí, señor.

—Muy bien. Vístete, solo la blusa y la falda. No volverás a usar ropa interior. – Asentí con la cabeza mientras comenzaba a vestirme. – La falda debe ir en tu cintura. Quiero ver tu culo y vagina cada vez que te inclines o te sientes, así que no quiero que la lleves más bajo que eso. Si quieres la falda en tus caderas, pedirás a la secretaria del director que te corten las faldas. ¿Queda claro?

—Sí, señor.

Me vestí como él me dijo y esperé. Él se levantó de la silla, se acomodó su pene y testículos y se abrochó el pantalón.

—Bien, apóyate de nuevo en el escritorio para sacarte el dildo.

Me apoyé y él me subió la falda para que mi culo quedara totalmente al descubierto. Separé mis nalgas cuando me lo dijo y él tiró levemente del dildo anal, sacando un gemido desde lo profundo de mi garganta.

—Te gusta esto. Eso es maravilloso, porque así lograrás disfrutarlo muchísimo más.

Él tiró del dildo hasta sacarlo por completo, logrando que sintiera unas horribles ganas de ir al baño.

Me volteé y enderecé cuando mi tutor dijo que estaba listo.

—Te enseñaré métodos para que tus intestinos estén siempre limpios, la primera vez lo haremos juntos, pero luego aprenderás a hacerlo por ti misma o lo que se me ocurra en el momento. Ya veremos.

Fui a mi habitación a hacer lo que me dijo cuando me despachó.

Tras haber terminado de darme una ducha y haber comido, me senté en la cama a esperar a que mi tutor llegara, tal y como él me había dicho. No esperé demasiado, o al menos así se sintió mientras miraba por la ventana hacia el hermoso espacio que me rodeaba. La naturaleza, los altos árboles que tapaban la vista de los curiosos, el impactante espacio que les pertenecía para mantener esta escuela en secreto.

Logré ver a un par de chicas caminar por el espacio alrededor de la piscina, las vi hablar y reír y quise ser parte de eso, incluso aunque sería extraño. Sería extraño saber que ellas estaban pasando por lo mismo que yo y que tenían mucha más experiencia en esto que yo.

La puerta de mi habitación se abrió y enseguida desvió mi atención desde el exterior. Era mi tutor.

Se veía igual que hacía un rato, solo que ahora se veía más relajado, una sonrisa divertida en sus labios.

—¿Has hecho ya lo que te dije?

—Sí, señor.

—Bien. Toma esto y póntelo. Justo frente a mí, señorita. – Él me tendió un bikini. O algo que intentaba ser un bikini la verdad.

Me desnudé rápidamente frente a su mirada penetrante y me puse primero la braga. O el intento de braga, porque solo consistía en un triángulo pequeño que tapaba mi pubis, un hilo que se me metía en el culo y la parte que debía tapar mis labios mayores se había perdido en la fábrica, porque era un espacio vacío. Tenía sentido para usar si él quería tener un acceso libre y rápido a mi vagina. El sostén eran dos pequeños triángulos que solo cubrían mis pezones. Era un minibikini de color rojo que iba genial con mi color de piel.

—¿Te gusta? – Él quiso saber cuando terminé de acomodarme el sostén. Asentí con la cabeza, insegura de si me gustaba que todo mi cuerpo estaba a la vista. – Bien, vamos entonces.

No nos encontramos con nadie de camino hacia… donde sea que íbamos. Porque era claro de que no íbamos a la piscina que podía ver desde mi habitación.

Llegamos hasta detrás del edificio J, el cual era el más alejado de todo el campus. Detrás había una especie de quincho con tumbonas para tomar sol y, entremedio de unos árboles que aportaban sombra, había un jacuzzi burbujeante.

Mi tutor iba vestido exactamente como lo había visto por la mañana, así que no sabía qué sucedería aquí realmente.

—Me dijiste que no eras virgen, ¿cierto?

—Sí, señor.

—¿El pene que te desvirgó era tan grande como el mío? – Quiso saber mientras sacaba unas toallas de un pequeño baúl de mimbre junto a una de las tumbonas.

—No, señor. El suyo es muchísimo más grande.

—Entonces tendré que lubricarte bien.

No dije nada. Sabía lo que me tocaba ahora. Él me iba a follar como si no hubiera un mañana.

—Túmbate allí. – Él me hizo un gesto con su mano. – Y separa las piernas, porque voy a comerte bien antes de follarte, Madeleine.

Hice lo que me dijo. Me acomodé en la tumbona y abrí las piernas, esperando que mi tutor terminara de hacer lo que estaba haciendo. Él acomodó un par de toallas alrededor del jacuzzi, el cual estaba a nivel del suelo y los bordes eran de mármol, así que estaba poniendo un espacio cómodo para mí.

Pareciera que él iba a chuparme en la tumbona y terminaría follándome dentro del jacuzzi.

—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? – Él asintió, acercándose a mí a medida que se iba quitando la ropa. – ¿Por qué no puedo comunicarme con ninguna de las otras chicas o eso?

—Porque estás en primera fase. Una vez que te acostumbres a follar conmigo por todos lados en el campus, vamos a mezclarnos con el resto. Ahora mismo no hemos visto a nadie en el campus porque hay un evento en que los profesores y el director hacen intercambios. Uno de ellos elegirá al azar una chica para follar y quien quiera puede unirse. Un evento de lo más placentero. Después podrás unirte a las orgías que se organizan, no te preocupes.

—¿Cualquier folla con cualquiera?

—Exacto. A veces viene gente de afuera. Solo hombres, por supuesto. No podemos forzar a las chicas heterosexuales a acostarse con mujeres si no es algo que les agrade. Y los hombres solo pueden ser mayor a cuarenta años, son más experimentados, lo cual beneficia a nuestras chicas.

—Eso suena bien.

Él dejó su ropa en la tumbona de al lado y se puso de rodillas entre mis piernas abiertas, su pene estaba medio erecto aún, pero seguía viéndose grande.

—Abre bien las piernas.

Así hice. Mi tutor se acomodó y levantó mi culo con sus manos para que mi vagina quedara a la altura de su boca y pudiera lamerme.

La primera caricia de su lengua me hizo soltar un suspiro ahogado, la segunda se sintió cálida y, cuando en la tercera lamida metió su lengua entre mis labios, supe que este hombre me iba a convertir totalmente en su perra.

Él lamió como si se tratara de una paleta de helado, su lengua adentrándose en mi vagina y luego lamiendo mi clítoris, succionándolo y jugando con él. Sus dedos estaban firmemente arraigados a mis nalgas para evitar que me moviera debido a sus caricias, así que solo estaba allí, gimiendo en voz alta mientras él me lamía de arriba abajo, comiéndome como si no hubiera un mañana.

—Eso es. Sigue así. – Dijo cuando se alejó un poco para respirar. – Quiero que te corras así, solo con mi lengua.

Él siguió. Metía y sacaba su lengua del interior de mi vagina, para luego lamer y succionar mi clítoris. No fue hasta cuando me dejó nuevamente sobre la tumbona y metió un dedo en mi interior, que grité y me corrí.

—Sí, así, Madeleine. Que delicia.

Él se inclinó sobre mí para beber de lo que estaba siendo ofrecido entre mis piernas. Mientras mi cuerpo convulsionaba debido a los espasmos que me causaba el orgasmo. Mi cuerpo arqueado sentía el calor que me proporcionaba aquel orgasmo, orgasmo que no había tenido en meses.

—Ven conmigo.

Me dijo cuando mi cuerpo dejó de temblar. Me tendió la mano e hizo que me pusiera justo frente al jacuzzi. Desató el nudo del sostén del bikini y lo dejó caer en una de las tumbonas. No hizo amago de quitarme la braga, así que me quedé así, en silencio.

—Métete al agua.

Metí uno de mis pies en el agua, mis pezones duros debido a la suave brisa que corría en esos momentos. En cuanto me hundí hasta la cintura en el agua, me volteé para mirar a mi tutor. Su pene estaba duro y húmedo en la punta, totalmente erecto, listo para la acción.

El agua estaba deliciosa, no estaba caliente como para estar hirviendo, pero sí caliente como para disfrutar de ella sin pasar calor.

Se metió en el agua conmigo y me tomó por la cintura, acercando mi cuerpo al suyo. Su pene quedó apoyado en mi estómago y él gruñó.

Acercó su rostro al mío y sonrió antes de inclinarse y besarme, su lengua yendo directo a mis labios para obligarme a separarlos y devolverle el beso con lengua que él estaba exigiéndome. No era brusco para besar, sino que era lento y pausado, húmedo y erótico. Gemí en su boca y llevé mi mano hasta su erección. Él gimió y movió sus caderas, aparentemente disfrutando de la caricia.

Mi tutor alejó su rostro del mío y me miró sonriente.

—Dime qué prefieres. ¿Prefieres que te folle recostada en el borde del jacuzzi o prefieres sentarte en mis piernas y que te lo hunda hasta el fondo?

—La segunda opción. – Respiré con dificultad, sintiendo calor por todo mi cuerpo.

Él me tomó por la cintura y me sentó sobre su regazo, su pene quedando apoyado en mis labios mayores separados al tener una pierna a cada lado de su cuerpo. Ahora entendía por qué quería que usara ese bikini con el centro abierto, era para poder simular que llevaba ropa cuando en realidad él podía tener acceso a mí en el momento en que quisiera.

Mi tutor me tomó por las nalgas y las apretó, sacando un gemido ahogado desde el fondo de mi garganta. Se removió contra mí, la fricción de su pene causando estragos en mi libido. Me acarició el culo mientras me movía sobre su pene duro como una roca, sus labios besando mi cuello mientras yo me afirmaba de sus hombros.

—Quiero que me digas todo lo que sientes mientras te penetro, ¿está claro? Quiero saberlo todo.

—Sí, señor.

Él me levantó lo suficiente como para que su glande quedara en la entrada de mi vagina y me sobresalté cuando sentí lo grande que era. Apenas deslizó su glande en mi interior y yo gemí como si la vida se me fuese en ello.

—Oh, sí. Es tan grande, señor. – Comencé diciendo, su pene abriéndose paso en mi interior. Comenzaba a dolerme un poco mientras iba penetrándome, estaba demasiado apretada para un pene tan grande como el de él y podía sentir un poco de incomodidad mientras me movía contra él en pequeños vaivenes.

—¿Más? – Preguntó moviendo mi cuerpo con sus manos en mis caderas, controlando cuánto entraba de su pene en mí.

—Sí. Quiero más. – Él continuó. Alzó sus caderas con movimientos circulares y fue hundiéndose más en mi interior, abriéndome como a una vaina de vainilla. Gemí y cerré los ojos, su pene estaba casi a la mitad y aún había más por meter en mi interior. – Más. Esto se siente tan caliente, sí.

Mi tutor retrocedió lo suficiente como para que solo su glande quedara en mi interior y luego, con salvajismo y fuerza, alzó sus caderas mientras tiraba de mí contra su cuerpo. Grité cuando sentí toda la longitud de su pene en mi interior, rompiéndome en dos, abriéndome como nunca nadie lo había hecho.

—Duele. – Logré decir a través de mis dientes apretados. Mi tutor asintió con la cabeza y acarició mi espalda.

—Lo sé. Quédate quieta y acostúmbrate a mí. – Hice lo que me dijo. No me moví, esperando a que mis paredes interiores se acostumbraran al enorme falo que tenía mi tutor entre sus piernas. – Comenzaré a moverme de a poco, dime si es más doloroso o placentero para ti, Madeleine.

Él se movió con ligereza, su pene entrando y saliendo apenas de mi interior, solo unos centímetros, pero eran los suficientes como para que mi cuerpo se estremeciera y comenzara a jadear por aire.

—Duele aún, pero me gusta. – Dije y él asintió. Su boca descendió hasta uno de mis senos y antes de meterse mi pezón en la boca me dijo:

—Amo que tengas unas tetas tan grandes, son como dos melones jugosos solo para mí. Y vaya que les sacaré provecho.

Y entonces se comió mi pezón. Succionó y lamió como si de una paleta de helado se tratara, mientras que, por otro lado, movía sus caderas para que su pene entrara y saliera. Subió el ritmo de sus embestidas y yo solo podía gemir mientras me abrazaba a su cuello, su boca ahora me besaba el hombro y sus manos afirmaban mi culo. Uno de sus dedos jugueteando con mi ano inexperto.

—¿Quieres más rápido? – Preguntó.

—Sí, señor.

Él me tomó por las caderas y me volteó, mi espalda quedando apoyada en su pecho. Él levantó mis piernas con sus manos, separándolas lo máximo posible y comenzó a moverse más rápido.

Temí que alguien pasara por delante de nosotros y pudiera ver cómo era follada por este hombre que me triplicaba la edad, que vieran cómo este hombre me tenía abierta de piernas en el agua mientras su pene entraba y salía de mi vagina, que vieran lo mucho que estaba disfrutando de que este total extraño me estuviera follando brutalmente a la vista de cualquier curioso.

Su pene entraba más profundo en esta posición y él simplemente le dio rienda suelta a su libido, a sus ganas de follarse a la adolescente que tenía entre sus brazos. Mi tutor llevó su mano hasta el nudo de nervios que tenía entre mis piernas, lo acarició con sus dedos y luego lo apretó ligeramente, todo mientras me penetraba con fuerza.

Grité cuando un tirón de electricidad recorrió mi cuerpo y él rugió conmigo.

—Córrete, córrete conmigo en tu interior.

Lo hice. Grité mientras mi cuerpo temblaba debido al brutal orgasmo que este hombre me había dado, grité mientras él seguía bombeando en mi interior y, tras unos segundos, sentí cómo se tensaba y se corría en mi interior. Líquido caliente y espeso salió de mi interior cuando él sacó su largo falo.

Él no me dejó cerrar las piernas, me las mantuvo abiertas mientras veía cómo un hombre se paraba por delante de nosotros. El director. Vergüenza me recorrió y traté de esconderme, pero mi tutor tenía mucha más fuerza y evitó que me moviera de mi lugar.

—Bien hecho, señorita Brown. Me alegro de que esté disfrutando tanto de su estadía con nosotros. – Él sonrió mientras miraba entre mi entrepierna chorreando semen y mi rostro rojo por la vergüenza.

El director Anderson no dijo nada más y se dio la vuelta para irse en la dirección por la cual había venido. Mi tutor dejó que cerrara mis piernas y me tomó por la cintura.

—Así es cómo será, Madeleine. – Él me dijo cuando nuestras miradas se encontraron.

—¿Él mirará siempre que tengamos sexo? – Mi tutor soltó una risa.

—No, pero mirará de vez en cuando.

—Está bien. – Me encogí de hombros. No tenía mucha opción, después de todo. Mi tutor se levantó del jacuzzi y me hizo una seña hacia las toallas.

—Quiero que se asees al llegar a tu habitación. Te dejé un par de libros allí, tienes que hacer las tareas indicadas e iré a verte por la noche. Te dejé una nota con lo que quiero de ti cuando vaya, ¿de acuerdo?

—Sí, señor.

—Ahora ve. Descansa hasta que nos veamos, porque puedes apostar a que mañana no podrás caminar normalmente luego de haber terminado contigo.

Asentí con la cabeza y me retiré envuelta en una toalla blanca, esperando ansiosa a que llegara la noche.

*

Recibí algunos comentarios y quiero dar gracias a quienes dejaron mensajes tan bonitos, lo aprecio mucho. Trataré de ir mejorando poco a poco, no soy una escritora profesional, así que muchísimas gracias por el feedback.