Escuela de obediencia
Madeleine Brown se ve obligada a asistir a una escuela en donde es internada para solucionar sus problemas de conducta, lo que no esperaba era encontrar una escuela de sexo.
Capítulo 1
Mi madre no hizo más que dejarme en la puerta de aquella escuela, sin mirarme, sin dirigirme ninguna palabra. Era mi castigo por haber logrado ser expulsada de mi última escuela. No había vuelta atrás, había dicho ella antes de salir de casa.
Me dijo que solo tomara una maleta con las cosas importantes como para sobrevivir en el internado por un tiempo. Mi padre, quien vivía del otro lado del país, había estado de acuerdo con ella. Al fin y al cabo, había sido la misma escuela donde ella había pasado dos años completos antes de conocer a mi padre.
—Mamá… No tienes que hacer esto. – Ella solo sacudió la cabeza y me hizo un gesto con la mano. Era hora de irme.
Con la maleta justo a mi lado, vi como el automóvil de mi madre se perdía en la lejanía de la carretera. Era una escuela muy privada, con tantos árboles alrededor que apenas sí podías ver la entrada desde la carretera.
Se veían varios edificios de dos y tres pisos, como si fuera una pequeña universidad privada, la verdad era que se veía muy bonito, clásico.
La puerta de la casa principal se abrió y me volteé justo a tiempo para ver a un hombre alto, de aproximadamente 60 años, sin ningún pelo en su cabeza y perfectamente elegante con un traje. Él me hizo un gesto con la cabeza y me sonrió amablemente.
—Bienvenida, Madeleine.
Su voz profunda me asustó un poco, pero él estaba sonriendo con amabilidad, incluso se acercó para tomar mi maleta y me hizo una seña para que lo siguiera al interior.
Era una casa simple, como si fuese donde el director tenía su oficina y sucedían cosas importantes. Solo había una mujer allí sentada frente a un escritorio, quien me sonrió amablemente cuando me vio y se levantó rápidamente para meterse a la puerta que había justo detrás de su escritorio.
—¿Qué tal estuvo tu viaje? – Preguntó el hombre, guiándome a su oficina, supuse.
—Bien, confuso.
—¿Y eso?
—Sigo sin entender por qué mi madre me trajo aquí, si soy honesta.
—No te preocupes. Ahora te explicaré todo.
Él apuntó a la silla frente al escritorio de su oficina y tomé asiento. Mi maleta fue dejada junto a la puerta y luego él se sentó frente a mí.
—Bien. Primero que nada, bienvenida una vez más, espero que realmente aprecies el esfuerzo de tu madre por traerte aquí para corregir aquella actitud tuya que pareció molestarla tanto como para traerte aquí para pensar en lo que hiciste. No somos una correccional, pero sí aprenderás a respetar y saber cuál es tu lugar. ¿Bien?
—Está bien.
—En segundo lugar, pasarás una etapa de prueba aquí. Esa prueba dura como mínimo dos meses. Si logras adaptarte, inmediatamente pasarás a la siguiente etapa y será un año completo. Hoy es diez de agosto. Tu madre vendrá por ti el diez de agosto del próximo año. Eso no significa que no puedas comunicarte con ella; sin embargo, tu teléfono móvil será confiscado por temas de privacidad.
Abrí la boca, incrédula. No podía creer realmente lo que este hombre estaba diciéndome. ¿Un año? ¿Un año completo sin mi móvil?
—No me mal entiendas. Tu teléfono será devuelto una vez que veamos que se puede confiar en ti. Todo depende de ti una vez que seas despachada a tu habitación. Habitación que, por supuesto, no compartirás con nadie. Esta es una escuela de chicas, y hay alrededor de sesenta. Otras nueve chicas llegaron entre ayer y hoy, así que llegas justo a tiempo para integrarte.
—Eso suena bastante bien, la verdad. – El hombre asintió con una sonrisa, complacido.
—Eso es solo el principio. A medida que vayan sucediendo las cosas, te iremos contando más. Por cierto, soy el director de esta escuela. Puedes llamarme señor Anderson.
Después de esa breve conversación, fui despachada a mi habitación.
La secretaria me ayudó a llegar al edificio donde estaba mi lugar para dormir, el cual estaba en un primer piso con vista directa a la piscina que ahora se encontraba totalmente desprovista de vida.
El lugar era enorme. A lo lejos se podían ver los caballos para practicar equitación, incluso algunas camas elásticas donde podríamos practicar piruetas o solo saltar para pasar el rato.
Mi habitación era algo simple, una cama bastante cómoda, un closet, un escritorio con una silla, un sofá para dos personas y una televisión con conexión a internet.
No alcancé a estar ni diez minutos en solitario, observando por la ventana, cuando la puerta se abrió y el director entró, haciéndome una seña con su mano para que lo siguiera.
—Ahora seguiremos con las instrucciones. Ahora iremos a hacer un pequeño chequeo médico, te tomarán una muestra de sangre para asegurarnos que todo está bien y el médico te revisará. ¿Está eso bien?
—Sí, supongo.
Lo seguí en silencio hasta otro edificio, el cual estaba justo por detrás de la casa principal. Había un letrero que decía enfermería y entramos en silencio. Un doctor de quizás cuarenta años estaba sentado frente a un escritorio, anotando en unos papeles que tenía frente a él.
—Una chica nueva, bienvenida.
—Gracias.
—Bien. Siguiente explicación, señorita Brown. El doctor se encargará de tomar el examen de sangre, así como de instalarle un dispositivo anticonceptivo DIU, puesto que es el más seguro. No podemos arriesgarnos a que usted, por alguna razón, quede embarazada.
No entendí cómo podría ser eso posible aquí, si solo éramos chicas y no teníamos visitas, pero no dije nada. Solo asentí, temiendo que llamaran a mi madre para decirle que no estaba comportándome como debía.
—Luego de eso, llegará la muchacha que te ayudará con la depilación. Tú puedes escoger cada cuanto tiempo te vas a depilar, pero es un requisito. No hay opción, ¿de acuerdo?
Cada vez encontraba esto más extraño, pero asentí de todos modos.
—No tengo que agregar que si te niegas a algo que estas dos personas te digan… no será bueno para ti. Viniste aquí por disciplina, recuerda eso.
Asentí en silencio y el director se fue de allí.
Tal como dijo, el doctor tomó muestras de sangre y, para mi total vergüenza, tuve que desnudarme de cintura para abajo, abrirme de piernas frente a él y esperar a que me metiera el dispositivo en lo más profundo de la vagina.
—Estás bien, al principio sentirás un poco de molestia, pero se irá con las horas. No te preocupes.
No me quedó más que estar de acuerdo con él, bajarme de la camilla y vestirme nuevamente. Pasé a la otra sala donde me esperaba una mujer entrada en edad, su cabello gris y su rostro lleno de arrugas me hizo dudar.
—Bienvenida. Por favor, desnúdate completamente y túmbate en la camilla.
Esas fueron las palabras que me atormentarían por un par de semanas. La mujer simplemente depiló cada vello de mi cuerpo. Axilas, piernas, muslos, pubis y, lo más vergonzoso, el culo. Cuando terminó, solo quería ser hundida en agua tibia y aliviar el dolor punzante que sentía por todo mi cuerpo.
—No ha sido tan terrible, ¿verdad?
No le dije nada, solo le mostré una sonrisa adolorida y ella me dio permiso para retirarme a mi habitación.
Continuará...