ESCUELA DE DISCIPLINA Capitulo 5

La disciplina impera en la residencia Tyler, donde las faltas o los errores tienen sus consecuencias, incluso para la Sra. Freyre no resulta un obstaculo su autoridad, si comete un error tiene que afrontar la penitencia. RELATO DE SPANKING DISCIPLINA REAL

ESCUELA DE DISCIPLINA Capitulo 5

La Sra. Freyre al acercarse a la joven doncella, la veía como su cuerpo se estremecía del dolor en el trasero, como los muslos temblequeaban como si estuviera helada de frio, cuando en realidad era el temor al haber sido castigada, el escuchar los pasos de alguien tras de ella, la hacía estremecerse de nuevo pensando que aún no había acabado su castigo, mientras débilmente lloraba del dolor, había llorado y gritado tanto que ni fuerzas tenia para llorar. La Sra. Freyre colocada tras la muchacha se inclinó procediendo a subirle las bragas, ya que se le habían bajado hasta sus tobillos… se las fue subiendo lentamente y con delicadeza sobre todo al pasar las bragas por las inflamadas nalgas de la doncella Sarah Pittsburg de treinta años, al igual que al colocarla el Sr. Johnson sobre la silla de montar, tuvo que sujetarla por la cintura y auparla ligeramente para poder bajarla sin lastimarla depositándola de pie una vez, que sus pies tocaron suelo. La joven se le abrazó a ella llorando, quedando abrazadas por unos segundos, luego pasándole el brazo por su espalda, así como sujetándola al rodearla con su brazo derecho, pasándole la mano bajo su axila la ayudaba a caminar un poco más erguida. Mientras la doncella Sarah se llevó sus manos posándolas sobre su trasero, frotándoselo aprovechando para tratar de mitigar el dolor, moviendo sus manos arriba y abajo por el dolor, así como el intenso ardor que emanaba de su trasero sintiéndolo en las yemas de sus dedos como en la palma de sus manos.

El corto trayecto hasta la cocina se le hizo eterno a la muchacha, se sentía así misma avergonzada por su torpeza, pero más vergüenza le causaba el que todos se hubieran enterado que no solía utilizar ropa interior, siendo observada por Sir John o el propio mayordomo que caminaban tras ella, estaba tan avergonzada que no se atrevía a levantar su mirada, como había podido cometer ese error tan absurdo, aun no se lo podía explicar, acabando por ganarse en su primer día semejante castigo. Teniendo que pasar por la vergüenza que la castigaran, no era una situación que fuera nueva para ella, ni tampoco su primer castigo, ya había recibido otras veces en las cuadras por el firme brazo del mayordomo, castigándola con la hebilla del cinturón, algo que siempre era sumamente doloroso. Pero era la primera vez que había sido castigada ante otras personas, y eso si la hacía estar avergonzada de haber sido castigada ante ellas, y que le bajasen sus bragas para castigarla, pues el mayordomo nunca solía hacerlo, pues según él, nada la iban a proteger del castigo dado su confianza en la firmeza de su hebilla de PVC del cinturón, el cual se sentía muy orgulloso del manejo de su cinturón, así como su efectividad al aplicar disciplina al ser muy temido por el servicio. Lo que la avergonzaba terriblemente era el haber sido castigada, ante el nuevo señor de la residencia en su primer día, pues tanto el mayordomo o la misma Sra. Freyre la habían castigado en varias ocasiones. Pero el tener en su mente como se había expuesto en el despacho ante la mirada del Sr. John, y que este la regañara por no llevar bragas, y enviándola al mayordomo para que se encargase de ella, como si fuera una muchacha de dieciocho años, a su edad… a sus treinta años.

Al entrar de nuevo en la cocina con su mirada baja, pues no se atrevía a mirar a sus compañeras de la vergüenza, aunque ninguna de ellas se atrevió a levantar sus cabezas de sus tareas que estaban realizando. La Sra. Freyre se llevó hacia las escaleras del servicio a la joven, llevándola al piso de arriba a las habitaciones del ala Nordeste donde estaban ubicadas las habitaciones del servicio. Sus habitaciones daban a la parte trasera de la residencia, entrando en una habitación con varias camas, esa habitación la acababan de adecentar esa misma mañana, en la cual pernoctarían en ella todas las chicas del servicio, las diez chicas entre doncellas y sirvientas. Los chicos dormían en la planta superior, para mantenerlos separados de las muchachas. Sentándose en una de las camas, coloco a la joven doncella sobre sus rodillas, levantándole la falda para posteriormente bajarle sus bragas blancas de algodón. Extrayendo una pomada de su bolsillo, le puso crema en las doloridas nalgas, así como esparcirla con su mano, sintiendo como la muchacha gemía de dolor al pasarle la mano. Al acabar con sus cuidados, le subió de nuevo las bragas ajustándoselas a su cintura, así como arreglarle las perneras de las braguitas que quedaran bien tensas, por el elástico de las perneras que para la muchacha era muy molesto sentir esa presión, pero desde luego no protestaría de ello. Poniéndola de pie a su costado derecho la regaño…

(Sra. Freyre) -. Desvergonzada!!! Debería volver a colocarte sobre mis rodillas y darte una buena azotaina en el culo!!! Sinvergüenza!!! Que sea la última vez que Sir. John me vuelve a llamar la atención por tu culpa. Me dan ganas de sacarme la zapatilla y rompértela en el culo, hacía años que nadie se atrevía a hacerme quedar tan mal ante el Señor de la casa, por no haberte revisado el uniforme, nunca me han llamado la atención en esta casa! Y más te vale que no vuelva a suceder, porque entonces no te vas a librar de recibir una buena tunda. Ahora vete a tu trabajo!

Sarah resignada acepto la regañina sollozando de nuevo avergonzada, y claramente aún muy sensible por el castigo recibido, y el regaño la hizo llorar por vergüenza al hacerla sentirse como una chiquilla, pues para ella como para cualquiera de las muchachas del servicio, la Sra. Freyre era como una madre para ellas, ya que habían pasado más tiempo viviendo en la residencia, que en sus propios hogares siendo cuidadas por ella, aunque solía ser estricta con ellas, siempre las mimaba teniendo atenciones con las muchachas, que estas solían agradecerle que las consintiera con su afecto y cariño, siendo como su segunda madre para muchas de ellas, pero la Sra. Freyre tampoco las evitaba un castigo si se lo merecían, siendo muy estricta con todas ellas. Sarah al ser enviada a continuar su trabajo, se giró sobre sus pies, para marcharse sintiendo una fuerte palmada en su trasero, que al tenerlo muy dolorido su respuesta fue girar la cabeza con una mirada de desprecio hacia quien le acababa de dar la palmada en el culo. Cuando se quiso dar cuenta de su error, ya era tarde para ella…

(Sra. Freyre) -. Se puede saber a qué viene esa mirada jovencita? Te voy a enseñar a tenerme más respeto, desvergonzada!!! A mí se me respeta, y esas miradas conmigo no te sirven!!! Pero tú te lo has buscado, ahora vas a ver!!!

El Ama de Llaves no se podía considerar una mujer sosegada o tranquila, perdía la paciencia con suma facilidad, un gesto o una mirada fuera de lugar a su juicio, podía significar recibir una severa azotaina. Las doncellas bien lo sabían que era fácil ser castigadas, las más nuevas en la casa habían escuchado a sus madres contarles como era esa mujer, que por las buenas era maravillosa, pero por las malas era mejor no ser la causante de su enojo. Sarah ya llevaba varios años trabajando en la casa, pues empezó a trabajar en ella apenas cumplió los dieciocho años, siendo ya cerca de nueve años que trabajaba en aquella casa. Hubo un tiempo que cansada de ser castigada a la más mínima falta, se marchó a trabajar a otra residencia, pero aquella experiencia no le resulto nada gratificante, pues acabo siendo mucho peor, recibiendo castigos más severos, arrepentida quiso volver a la casa, pero tuvo que esperar casi dos años que hubiera una baja en la casa para volver.

Sarah se arrepintió de haberla mirado de aquella manera despectiva, aunque cuando se quiso dar cuenta de su error, ya se encontraba boca abajo sobre las rodillas de la Sra. Freyre con la falda levantada, sintiendo como sus manos hurgaban en la cinturilla elástica de sus bragas, así como el roce de las mismas bajando por sus muslos, dejándola con el violáceo trasero expuesto al castigo. Al estar echada boca abajo sobre las piernas, y su cabeza colgaba de las piernas, podía ver aterrada por debajo como la Sra. Freyre iniciaba su particular movimiento con su pie derecho, con el cual dando un golpecito en el suelo, su zapatilla quedaba libre de su pie, y como desplazando hacia adelante, la zapatilla quedaba en el suelo agachándose a recogerla por el talón. En ese instante Sarah dejo de observar, pues ya la zapatilla caía implacable sobre su trasero inflamado y dolorido, rompiendo a llorar más por el miedo, que el dolor que sentía ya en esos momentos, pues conocía bien a la Sra. Freyre y cuando ella castigaba con su zapatilla, no iban a resultar unos simples azotes, si no, una autentica azotaina siendo muy dolorosa. Tal como se temía la joven durante varios minutos estuvo sobre las rodillas, recibiendo una severa azotaina con la zapatilla, sin poder hacer nada por evitar aquel fuego tan intenso en su culo, pues rebelarse o escaparse no sería algo bien interpretado, acabando siendo una castigo mucho más severo, por lo que bien sabia la joven, que era mucho mejor dejarse castigar que el rebelarse.

Minutos después sus compañeras vieron como entraba Sarah entraba a la cocina llorando, frotándose el culo con ambas manos vigorosamente por encima de su falda azul marino de doncella, ante su sorpresa al verla llorar mucho más que cuando había acompañado a la Sra. Freyre desapareciendo por la escalera de servicio. Aunque su sorpresa quedo desvelada al ver a la Sra. Freyre que aparecía tras de Sarah por el umbral de la puerta, llevando en su mano derecha su maquiavélica zapatilla, todas averiguaron no siendo necesarias las palabras, que su compañera Sarah acababa de recibir de nuevo una azotaina. Hasta la hora de la comida no hubo ningún problema en la cocina, como tampoco las doncellas se mostraron holgazanas en sus labores, teniendo las dependencias principales de la residencia en perfecto estado de revista, la cual realizo el mayordomo en compañía de la Sra. Freyre quedando satisfechos del trabajo realizado.

La mañana transcurría con relativa calma en las oficinas junto al rio Támesis, Penélope Riggs supervisaba documentos aportados por el Sr. Harrison hacia unos minutos, estuvieron hablando por espacio de unas dos horas, durante las cuales Penélope tuvo que levantarse de su sillón tras su mesa, varias veces disimulando que leía de pie, aunque en realidad era que no soportaba estar sentada tanto tiempo, no únicamente por tener su trasero muy dolorido, pues mientras permanecía sentada su trasero se le adormecía, aunque le dolía lo podía soportar bien el dolor, ya que como buena spankee le encantaba sentir su trasero en ese estado. El problema era otro que la hacía estar o sentirse muy indispuesta, pues el fondillo de sus braguitas las notaba sumamente mojadas, en cualquier instante podía aquella humedad mojar su falda, esa era la verdadera preocupación que más la apuraba, pues no deseaba que el Sr. Harrison pudiera ver en el trasero de su falda con una mancha de su humedad. Pero el estar mucho tiempo de pie tampoco era aconsejable dado el estado de sus braguitas, pues podía sentir como unas gotas descendían entre sus muslos, por lo que se veía forzada a caminar frotándose los muslos, tratando de secar aquella humedad, con lo que en su rostro se la veía lo contrariada que se encontraba, con sus mejillas claramente acaloradas. Respirando tranquila cuando por fin el Sr. Harrison abandono su despacho. Entrando su secretaria al verle abandonar el despacho sumamente preocupada, al serle comunicado por el propio Sr. Harrison que la Srta. Riggs la esperaba. Momento que Penélope aprovecho para levantarse la falda y poder así bajarse las bragas quitándoselas, poniéndolas sobre un radiador de la calefacción para secar la humedad, y sacando de su bolso un paquete de clínex extrajo varios pañuelos de papel, y con ellos se los paso por su entrepierna para secarse.

(Srta. Frentón) -. Cochina!!! Podías esperar a estar sola para hacer eso… Y si llega a entrar otra persona?

(Srta. Riggs) -. A este despacho no entra nadie sin avisar primero, y al Sr. Harrison le he dicho si podía decirte que entraras. No te imaginas lo mal que lo he pasado con ese pesado del Sr. Harrison mientras ha estado, tenía las bragas tan mojadas que me bajaba entre las piernas, en cualquier momento se podía dar cuenta… Y a ti? Que te sucede para estar tan seria? Vaya cara! Estas blanca como la nieve como si hubieras visto un fantasma…

(Srta. Frentón) -. Como quieres que esté! Si esta tarde debo acompañarte e ir a la casa del Sr. Tyler…

(Srta. Riggs) -. Chica! No es para tanto! Llevas meses deseando que alguien te dé una buena azotaina, incluso un día saliste conmigo para llegar tarde a casa, y que mi padrastro tuviera que venir a castigarme por habernos sobrepasado con el vigilante, al pobre hombre le pusimos en un compromiso, y como esperábamos que sucediera, llamo a mi padrastro y vino a los pocos minutos, tú te libraste por estar en el baño duchándote, y él no sabía que tu estuvieras en casa, yo no tuve tiempo de decirle que había sido culpa tuya, porque nada más traspasar la puerta ya se había quitado el cinturón antes de entrar. Nada más entrar me coloco semi inclinada sobre su cuerpo empezando a sacudirme con el cinturón, no le fue necesario bajarme las bragas, porque la falda me la había quitado momentos antes, para ducharme cuando salieras tu del baño, cuando saliste él ya se había ido y yo estaba echada en el sofá boca abajo llorando… Ósea que con el tiempo que llevas esperando a que te calienten el culo, y ahora que lo van hacer, vaya cara que llevas! Deberías estar alegre por ello, por fin te van a zurrar.

(Srta. Frentón) -. L a cara es la que tienes tú guapa!!! Por pedirme que haga de conejillo de indias! Claro que tenía ganas y aún tengo ganas! Pero no de esta forma. Con tu padrastro cuando me daba una azotaina dolía mucho, pero el hombre cuando lloraba me dejaba marchar. En cambio Sir John no es igual y lo sabes bien, lo poco que me has hablado de él, es que es muy estricto tomándose la disciplina muy en serio, y aunque estés llorando te sigue castigando aunque llores… hasta que el castigo es el adecuado según su criterio! Así no me apetece nada el ser castigada! Me siento de una forma extraña, ser castigada por un motivo el cual no he provocado! Siempre he pensado en ser castigada por haber hecho algo malo o haber cometido un error yo misma. Como Sir John me interrogue cuando me castigue esta tarde, no creo que sea capaz de mentirle… vera en mi rostro que miento, sabes que se me nota mucho cuando lo hago. No tendré valor para hacerlo… Y cuando se entere de la verdad, no quiero ni pensarlo…

(Srta. Riggs) -. Te estas echando atrás? Quieres dejarlo? No me quieres ayudar!!!

(Srta. Frentón) -. Esta mañana cuando te he visto el culo morado, se me han mojado las braguitas solo con verte! Pero en cambio ahora, te veo y las tengo secas, no siento deseo de ser castigada, ni siquiera el verte así desnuda me excita, solo siento un peso enorme y estoy terriblemente angustiada por tener que ir a su casa, sin merecérmelo…

Jenny al entrar no había cerrado la puerta quedando esta entornada, ninguna de ellas había visto como la secretaria del Sr. Harrison las observaba por el resquicio de la puerta, aunque desde su posición poco pudo escuchar, pero si vio a Penélope con la falda levantada mostrando su sexo sin vello impúdicamente, en presencia de Jenny Frentón. La secretaria no quiso ser descubierta, dirigiéndose hacia su mesa turbada por lo que había observado. Pues al girarse Penélope Riggs había quedado su trasero a su mirada, habiéndole visto como llevaba el culo de morado. Al retirarse precipitadamente se golpeó contra la esquina de la mesa de Jenny, cayendo unos papeles al suelo los cuales se apresuró a recoger, pero al ir a depositarlos sobre la mesa, la puerta del despacho se abrió inesperadamente. Por lo que antes de ser vista por Jenny, se fue precipitadamente hacia su mesa, dándose de bruces con el Sr. Harrison que iba en dirección contraria. Los papeles se le volvieron a caer de nuevo, prestándose ayudarla su jefe. Al hacerlo vio que eran los documentos que esperaba les fuera entregados por Penélope Riggs. En una rápida ojeada vio que estaban incompletos, pero con ellos en su poder podía dar la orden al banco, aunque fuera con retraso se podrían comenzar las obras de reforma esa misma tarde. Rápidamente se dirigió a su despacho en compañía de su secretaria, por requerimiento de su jefe. La joven iba muy nerviosa, pues no sabía que deseaba su jefe. Solamente había observado tener interés especial por aquellos papeles, pero no sabía que había en ellos o de que se podía tratar.

En el interior del despacho el Sr. Harrison interrogo a su secretaria, como habían ido a su poder aquellos documentos. La muchacha viéndose acorralada le conto todo lo que había visto, y como había tropezado con la mesa de Jenny Frentón, así el que se cayeran al suelo los documentos, sin omitir detalle alguno incluso del trasero de Penélope.

En su despacho Penélope seguía hablando con Jenny, las dos se estaban diciendo las verdades de cada una, discutiendo acaloradamente entre ellas dos, pues Penélope no sabía cómo podía salir airosa del embrollo que se había metido, porque ahora su alma gemela Jenny, se había arrepentido de prestarle su ayuda. Pero ninguna de ellas veía la forma de salir bien paradas, pues estaban metidas en un buen lio.

(Srta. Riggs) -. Pues tú me dirás como lo arreglamos ahora? Has mirado bien que en tu mesa no están? Cuando he entrado esta mañana los tenías encima de tu mesa, no pueden haberse esfumado solos… Pues ahora si estamos en un buen lio…

(Srta. Frentón) -. Ya te lo he dicho… He registrado todos los cajones dos veces, así como los archivadores de encima de mi mesa, no están ahí…

(Srta. Riggs) -. Pues ahora ya no podemos cambiar los planes, vendrás conmigo y se lo confesare a Sir John. Nos castigara a las dos por engañarle… Y el motivo simplemente te abre ayudado a ganarte la zurra, así no te sentirás que no la has cometido tú. .- En ese instante sonó el teléfono de su mesa. -. Sr. Harrison que desea…? Ahora viene usted? Bien Sr. Harrison aquí le espero, iba a salir a comer, pero ya que usted dice que es urgente le espero que venga. Hasta ahora! Jenny!! Rápido sal, viene el Sr. Harrison ahora mismo, dice que tiene algo que decirme urgente… Mis bragas donde están…?

Deprisa y corriendo, Penélope se puso sus bragas, haciendo todo tipo de guiños de dolor en su rostro al subírselas precipitadamente al pasárselas por sus nalgas y así cubrir su trasero, se arregló la falda alisándola con sus manos, y colocándose junto a su mesa espero a que el Sr. Harrison llamara a su puerta. Momentos después entraba por la puerta, Jenny no tuvo tiempo de salir del despacho, encontrándose a las dos muchachas en el interior.

(Sr. Harrison) -. Penélope sabes!! Hemos tenido mucha suerte al parecer la Srta. Frentón no destruyo tu informe en la destructora de documentos. Mi secretaria que es tan torpe como la propia Jenny, ha chocado contra su mesa tirando al suelo los documentos, y mira por donde tu informe estaba entre los papeles. Están incompletos pero ha bastado para poder hacer un cálculo aproximado de los costes, y el banco ya ha efectuado el pago correspondiente a la empresa que realizara las reformas. Tienes dos días para completarlo correctamente, y poder hacer el cálculo exacto de los costes. Aunque al Sr. Tyler le ha desconcertado saber que han aparecido esos informes, y que estos que supuestamente deberían de estar terminados, estén incompletos no le ha gustado el saberlo, ya me ha comunicado que será mejor busques una buena excusa que darle… Ah! Una cosa más. Srta. Frentón, el Sr. Tyler le espera igualmente esta tarde en su casa, deberá responder como es eso de que unos documentos, hayan aparecido sobre la mesa que usted, había revisado bien diciendo haber comprobado a fondo. Pues esas fueron sus palabras, que la había registrado a fondo sin encontrar nada… Le ha desconcertado saber que estaban a la vista sobre su mesa, donde mi secretaria torpemente los ha tirado al suelo, al asustarse al ver que usted abandonaba el despacho, debería asegurarse cuando entra al despacho, a cerrar bien la puerta, para que no hayan miradas indiscretas por entre el resquicio de la misma, viéndola a usted desnuda teniendo el culo colorado como un tomate…Srta. Riggs. Al parecer su padrastro la sigue corrigiendo como corresponde… sabía que aun la disciplinaba cuando era necesario, pero no lo podía asegurar… aunque parece que los rumores eran ciertos… Peter Lawton siempre me ha parecido un hombre cabal y muy correcto, está muy bien discipline a su hijastra, aunque no le gustara saber, que su hijastra se queda desnuda en la oficina, quitándose las bragas… Entiendo que llevando el culo así de inflamado, debe molestarle mucho el llevar las bragas puestas… Mis hijas suelen hacer lo mismo cuando las castigo, y el sorprenderlas les vale una buena azotaina extra!!! Imagino que su padrastro cuando se entere se ocupara de usted, me encantaría poder ver cómo le da esa azotaina… Bueno, mi secretaria le traerá su informe, una vez haya realizado copias, ella también las acompañara esta tarde, me hubiera encantado poder encargarme de corregir a mi secretaria, pero Sir John desea hacerlo él, en persona… Pues a pesar de ser mi secretaria, su sueldo lo paga él. Y desea tener información de cómo se ha topado con ese informe fantasma, que no estaba disponible y ahora sí que lo está! Aunque encuentra extraño que este incompleto.

Al quedarse de nuevo las chicas a solas, se miraban la una a la otra, no se podría precisar cuál de las dos tenía más miedo dibujado en su rostro. Su mentira había quedado al descubierto, y si no lo había sido, lo iba a ser nada más Sir John, les preguntara porque y como había podido suceder, puesto que ninguna de ellas dos sería capaz de mentir dos veces, y menos tras lo sucedido esa mañana hacia tan solo unos minutos. Las dos estaban sumamente preocupadas, Jenny ya no debía preocuparse por ser castigada sin motivo aparente, pues ahora si había un motivo y bastante serio pues había mentido a su jefe Sir John, algo que por sí solo ya era algo muy serio por sí mismo. Penélope que pretendía librarse de un castigo, ahora estaba metida en serios problemas, no encontrando una excusa plausible que poder argumentar, y mucho más difícil que fuera creíble.

(Srta. Frentón) -. Que vamos hacer?

(Srta. Riggs) -. Ahora recurres a mí? Tu no sé qué harás. Pero más te vale que vayas buscando una buena excusa, para explicar porque le has mentido esta mañana. Yo no tengo ni idea que voy hacer, no tengo excusa posible para darle. Y aunque la tuviera de poco o nada me serviría. Ojala hubieras destruido el informe de verdad! Ahora yo no estaría en serios problemas!

(Srta. Frentón) -. Claro! Que podría esperar de ti! Mientras yo hacía de conejilla de indias, para salvar tu culo!!! Y a mí me habrían dado una azotaina por tu culpa, verdad? Y ahora me dejas colgada y que me las arregle yo sola!!! Me alegro que nos hayan descubierto, así te darán tu merecido! Ya no confiare más en ti! Me ha costado ver tu verdadera mascara, pero al final la he visto! Solo te preocupas de ti misma y de nadie que no seas tú, solo las utilizas para tus deseos!!! Ósea que mientras yo iba a ser castigada por tu culpa, éramos cómplices… y buenas amigas… ahora rehúsas el ayudarme porque te han descubierto en tu propia mentira. Si yo estoy en problemas es por haberte hecho caso a ti!!! Como siempre me has vuelto a meter en problemas, no sé cómo puedo ser tu mejor amiga, siempre acabo pagando yo por tu culpa.

(Srta. Riggs) -. Vamos a comer? Más nos vale que comamos pronto! A la tarde nos espera un viaje de una hora y media en hora punta, hasta la residencia de Sir John. Además ya has oído al Sr. Harrison. También va a castigar a Carolina Harker, esa chivata no se va a librar, al menos no seremos las únicas!!! Y puedes prepararte… en esa casa lo peor no es el castigo que vamos a recibir, es el vivir en ella, el verdadero problema.

(Srta. Frentón) -. No comprendo cómo puedes pensar en comer? La casa? Seguro que exageras como siempre!

Srta. Riggs) -. Esta mañana me han dado una azotaina sin ningún motivo aparente!

(Srta. Frentón) -. No me lo creo! Sir John tiene fama de ser severo, pero justo!

(Srta. Riggs) -. Bueno… Ayer mientras castigaba a la cocinera, Amelia y yo fuimos sorprendidas teniendo las bragas mojadas y con las manos en el interior, y esa falta para la Sra. Freyre es muy grave, por ese motivo nos ha castigado a las dos. Antes de acostarnos nos volvió a zurrar, no era necesario hacerlo esta mañana también, ya estábamos muy doloridas…

(Srta. Frentón) -. Ya no recuerdas la zurra que nos dio tu padrastro siendo adolescentes, por hacer eso mismo! Aun me duele el culo de aquel día al recordarlo! Antes de acostarnos no dio otra azotaina, y por la mañana también nos calentó el culo, al igual que esa misma noche nos volvió a castigar por el mismo motivo… y el día siguiente también. No veo que diferencia hay… Ósea que esta noche volverás a recibir y de nuevo mañana…

(Srta. Riggs) -. Siempre tienes que ver el lado negativo de las cosas, verdad? No cambiaras nunca!!! Odio que seas tan pesimista…

(Srta. Frentón) -. Soy realista!!! Sobre todo cuando es mi culo el que está en juego… Vamos…a comer…no me apetece nada, pero habrá que comer algo. Por lo menos han cambiado las cosas, el castigo que voy a recibir por tu culpa, si me lo tengo merecido por haberte hecho caso…

En la residencia Tyler permanecían sentados a la mesa para comer, hallándose sentados la Sra. Freyre, el Sr. Lexington y Sir John. Los únicos que estaban en la residencia a esas horas. Las doncellas aguardaban de pie junto a los carros de cocina, esperando la orden de servir la comida, pero Sir John no las autorizaba. Había cuatro doncellas de pie a la espera, el único contraste en el salón eran que tres de ellas, aprovechaban cuando creían que nadie las veía para sobarse el trasero con disimulo claramente eran Megan, Patty y Sarah, la otra doncella a su lado sonreía al verlas cubriéndose la boca para que no la vieran.

(Sir John) -. Sr. Lexington su hija piensa bajar para acompañarnos en la comida? En esta casa hay horarios, no podemos estar todos esperando que se digne a presentarse.

(Sra. Freyre) -. Quieres que suba a buscarla? John.

(Sr. Lexington) -. En su despacho Sir John, se lo comentaba a usted, mi hija no es nada puntual por el poco tiempo que hace de que he vuelto a vivir con mi esposa, siempre con su carácter rebelde e irascible, hace lo que le viene en gana!

(Sir John) -. Rose Mery! Puede autorizar que nos sirvan la comida, ya solucionaremos ese asunto más tarde… Sr. Lexington si su hija no desea acompañarnos, ya es mayor para tomar sus propias decisiones.

Sally Lexington permanecía en la habitación que la habían llevado aquella mañana, después de ser castigada severamente en el despacho. Hacia varios minutos que había dejado de llorar, aunque ni ella misma sabia cuanto tiempo llevaba en la cama echada boca abajo, pues tenía el trasero muy dolorido por la azotaina que había recibido, agotada de llorar como de forcejear mientras era castigada, se había quedado dormida. Se acariciaba el trasero por encima de las bragas, apoyando las palmas de sus manos sobre él, pasándose las manos sobre la fina prenda con mucha suavidad. La habían despertado unas voces pero no había escuchado bien lo que le decían, solo entendió, sin llegar a saber el que. Algo relacionado con la comida, pero sin llegar a entender bien lo que le decían. Mirando el reloj que había sobre la mesita de noche, vio que eran pasadas las catorce horas, cayendo en la cuenta que la estarían esperando para comer y que debía ser ello lo que le comunicaran al despertarla.

Solo pensar en bajar tarde la hacía estremecerse de terror, siendo conocedora de los estrictos que son los ingleses en cuestión de horarios, temblaba de temor el bajar tarde a comer. En casa de sus abuelos en donde había vivido desde que tenía noción del tiempo, nunca la habían puesto la mano encima, ni para un cachete en el culo por mal que se portara, todo lo contrario que su madre que a la mas mínima la colocaba sobre sus rodillas, por suerte para ella siempre estaban cerca sus abuelos que lo impedían. Aunque no se libraba de estar castigada en su habitación y quedarse sin comer si bajaba tarde. Pero siempre la abuela le subía algo a escondidas del abuelo, él era más estricto aunque nunca la había castigado con castigo físico. Su primera azotaina la había recibido esa misma mañana, y no tenía ninguna intención de ser castigada de nuevo. Desde que fallecieron sus abuelos su comportamiento cambio radicalmente, siendo verdaderamente incontrolable, desde niña su temperamento había sido siempre despectivo con las personas, pero al faltar sus abuelos aún se volvió mucho peor, quizás no aceptase su pérdida de la forma brusca e inesperada de su muerte. Durante las primeras semanas su madre la consintió quizás demasiado, y cuando trato de buscar una solución ya era tarde, pues Sally era ingobernable incluso para su madre. La cual opto por ser severa con ella más de lo acostumbrado, incluso llegando a castigarla dándole alguna azotaina en el trasero, a pesar de ser ya una mujer.

Pero su madre había sido siempre una mujer débil, aunque tenía fuerte carácter no tenía fuerza para doblegarla, aunque la castigaba a menudo últimamente, para Sally solo eran caricias aunque le bajara las bragas. Al volver su padre a casa de los abuelos, a Sally no le hizo ninguna gracia que lo hiciera, para ella era un invasor que venía a aprovecharse del dinero de los abuelos. Lo cual hacia que fuera siempre muy borde con él, aunque temía que él al ser su padre y aun estar casado con su madre la castigara. Pues conocía por sus amigas que estudiaban en el colegio donde daba clases él, cuando ella era una niña de trece años. Ellas le contaban lo severo que era en clase, y que a sus amigas las había castigado en varias ocasiones, dándoles verdaderas y dolorosas azotainas a la más mínima falta, no es necesario decir las zurras que les daba si suspendían asignaturas o no presentaban los trabajos a tiempo, así como los deberes sin hacer.

Pero su padre después de tantos años desaparecido, solo trataba de acercarse a ella con la clara intención de recuperar a su hija de nuevo, aunque de él no tenía ningún recuerdo, lo que la hacía a ella portarse con él aún peor, aunque lo insultara o tratara de echarlo de la casa de sus abuelos, él no mostraba con ella ningún intento por doblegarla a la fuerza, aunque muchas veces se había ganado con creces la azotaina que su madre le daba, por hablarle de aquella manera sin respeto alguno a su padre. En esas ocasiones él las dejaba a solas, para no ver el castigo de la hija. Lo que para Sally lo contemplaba como una clara cobardía, algo que la hacía sentirse más molesta con él, ya que la madre la castigaba por culpa de él. Quizás ella con aquel comportamiento era justamente lo que buscaba, que su padre acabase comportándose como un padre castigándola, como si deseara que esa barrera que existía entre ellos, fuera él quien la echara abajo destruyéndola.

Pues algo que le daba a Sally más coraje era ir por la calle de paseo con su madre y con él, parándose todas sus amigas hablar con él, las mismas que le contaban las severas azotainas que les había dado de niñas en el colegio su padre, y en cambio ahora ya siendo mujeres se paraban a saludarle con aprecio, saludándose afectuosamente dándole alguna incluso besos en las mejillas, así como que conversaran tan animadamente con él, mientras ella se alejaba unos metros para no ver aquellas escenas de afecto, un afecto que ella de niña hubiera dado lo que fuera por tener a su padre a su lado y criarse con él. En esos recuerdos estaba cuando pensó en lo sucedido esa mañana, cuando después del terrible castigo que había recibido, se abrazó a su padre y este la consoló mimándola dándole besos en el cuello, a pesar del dolor en el culo, nunca se había sentido tan protegida como en esos momentos.

Pero mirando de nuevo el reloj, el miedo se apodero de ella por lo que podría sucederle si bajaba tarde a comer. Sus pensamientos quedaron velados por su temor, pues tenía muy claro que no estaba en casa de los abuelos, y que en esa residencia la disciplina estaba por encima de todo, por lo que su madre le había referido sobre ella. Al tratar de levantarse bruscamente de la cama, sintió como unas terribles punzadas se concentraban en su trasero, teniendo que rectificar su intento de sentarse en la mullida cama, y manteniéndose de rodillas sobre la cama a gatas, se movió lateralmente hacia el borde, bajando primero una pierna y luego la otra tras apoyar sus pies en el suelo, al ponerse en pie, las terribles punzadas volvieron a su dolorido trasero, teniendo que llevarse las manos al culo para sobárselo sobre sus bragas, pues la falda aun la mantenía recogida por detrás en la pretina de su falda, la cual soltó suavemente para cubrir sus bragas, aunque su corta falda no las cubría dejando claramente entrever el fondillo de sus bragas en su trasero. En ese momento se fijó que sobre la cama al otro extremo de ella, había una falda tableada azul marino, blusa blanca, unas bragas con dibujos súper horteras, calcetines blancos, así como al bordear la cama para dirigirse hacia la puerta, ver unos zapatos al pie. Estaba claro que se lo habían dejado para que se cambiara de ropa, pero pensó que si se cambiaba se le haría demasiado tarde para bajar a comer. Saliendo de la habitación caminando a pasos cortos, pues cada intento de dar un paso más largo, las terribles punzadas en el trasero volvían de nuevo, para bajar las escaleras le resulto verdaderamente difícil bajar cada escalón, teniéndolo que hacer de uno en uno y aun así fue muy doloroso para ella hasta llegar abajo al rellano.

Al llegar a la puerta del salón podía escuchar, que hablaban refiriéndose hacia las doncellas, las voces autorizaban a servir el café. En un primer momento pensó en retroceder y volver a su habitación, pero quizás eso podría empeorar más las cosas, así que armándose de valor decidió entrar al salón, viendo enseguida la mesa con los tres comensales y una silla que quedaba libre, la cual debía de ser la reservada para ella. En el primer momento al tener a Sir John frente a ella, pensó en disculparse por bajar tarde alegando que se había quedado traspuesta dormida en la cama. Pero al ver a su padre sentado a la mesa, su semblante dulce con el que había entrado, cambio de forma radical, pasando a ser agrio y sin decir nada ni saludar, fue hacia la silla libre tomando asiento y aunque vio las estrellas al apoyar su trasero en el asiento de la silla, se mordió los labios con rabia quedando sentada esperando ser servida por las doncellas.

(Sir John) -. Buenas tardes Srta. Lexington! Le agradecemos que desee hacernos compañía, aunque se ha decidido hacerlo algo tarde no le parece? Pero parece ser que no le han enseñado a usted Srta. Lexington buenos modales! Usted Sr. Lexington no tiene nada que decirle a su hija? El bajar tarde a comer es una grave falta de respeto hacia todos nosotros, pero es mucho más grave el hacerlo sin mediar palabra alguna, sentándose en la mesa, como si no hubiera nadie más en la mesa, eso es completamente ofensivo e incomprensible!!!

(Sr. Lexington) -. Ya le hablado de cómo es ella esta mañana, su comportamiento es intolerable, pero que puedo hacer yo? La han criado desde niña sus abuelos, consintiéndole todo lo que hacía, así como todos sus caprichos. Ahora resulta complicado el hacerla cambiar de manera radical, con el tiempo seguro que se dará por si misma cuenta, que no está nada bien lo que hace o cómo se comporta.

(Sra. Freyre) -. Sr. Lexington!!! Escucharle hablar, así como su forma de actuar me deja completamente indignada! Ninguna de las chicas que están bajo mi cargo del servicio, se atrevería hacer lo que ha hecho su hija, y mucho menos no disculparse por bajar tarde, ya no hablemos en el caso que se comportaran, de esta forma tan despechada sentándose a la mesa, sin ni siquiera saludar a los presentes, es completamente imperdonable tal forma de comportarse sin la más mínima educación, mereciéndose una buena azotaina ahora mismo!!! Sir John! Si no toma usted medidas disciplinarias con la chica! Me encargare yo misma de hacerlo!!! En los años que llevo en esta casa, jamás había visto tal tropelía siendo una invitada a la casa!!!

(Sir John) -. Sr. Lexington!!! Lo que acaba de referir Rose Mery tiene toda la razón. Si fuera una chica cualquiera de la casa, ya la tendría sobre mis rodillas lamentando su comportamiento, recibiendo una buena azotaina en el culo!!! En su situación no hablemos en el caso que fuera mi hija, pues ya tendría las bragas bajadas a las rodillas, poniéndole el culo como un tomate maduro, y ardiéndole el culo, como un volcán en erupción!! Lamentándolo mucho o toma usted medidas ahora mismo con su hija! O me veré obligado lamentándolo mucho el tener que prescindir de sus servicios desde este mismo instante, como profesor de “La escuela de Disciplina”… y encargarme yo de su hija…

Sally al escucharles hablar tan malhumorados, sobre todo a la Sra. Freyre, así como al mismo Sir John, mantenía su cabeza baja con la mirada fija en la mesa, sin atreverse a mirar a ninguno de los que escuchaba hablar, estaba claramente arrepentida, de cómo se había comportado de esa forma con respecto a ellos. Pues claramente su despecho era hacia la presencia de su padre, a pesar de la severa azotaina que le había dado Sir John esa mañana, no sentía resentimiento hacia él, además sabía que había sido muy grosera y muy provocativa con su atuendo, si acudes a la residencia de la nobleza inglesa hay que ir bien arreglada, y no como ella se había vestido ese día, más bien sentía temor con solo estar cerca de él. Con sus manos bajo la mesa, trataba introduciendo sus manos bajo su corta falda, sobarse el culo posando sus manos en sus muslos, pues tenía muy claro que iba a ocurrir en breve, estaba segura que en unos momentos alguien le iba a dar una azotaina en su dolorido trasero. Ignoraba si sería la Sra. Freyre o el propio Sir John quien se ocupara de ella, no pudiendo evitar que sus lágrimas brotaran de sus pupilas descendiendo lentamente por sus mejillas. Pero ante las últimas palabras que había escuchado, sabía que había puesto en muy mala posición a su padre. Su cuerpo se estremeció al escuchar como una silla era arrastrada en el suelo, sin atreverse a levantar la mirada, dedujo que alguien había retirado su silla para levantarse de la mesa, escuchando poco después unos pasos acercándose a ella.

Para segundos después notar como la silla que ella ocupaba, era desplazada hacia atrás cargando con ella sentada en la silla. Sally sentía su cuerpo temblar como gelatina del miedo que sentía en esos momentos, así como una angustia enorme en su estómago, además de un nudo en la garganta que le hacía respirar con cierta dificultad. Se sintió como unos brazos fuertes la obligaban a levantarse de su silla, siendo zarandeada obligándola a desplazarse a su izquierda, al hacerlo dedujo que no era la Sra. Freyre pues está, seguía sentada a su izquierda mirándola con el rostro claramente de indignación. En ese momento vio las piernas de alguien a su derecha y como tomaba asiento en su silla, siendo de nuevo zarandeada obligándola a colocarse a la derecha él. Al hacerlo pudo ver que Sir John permanecía sentado en su lugar, al estar colocada a la derecha de quien la había zarandeado, aunque continuaba con la mirada baja, podía ver el rostro de su padre indignado.

En las semanas que llevaba viviendo con su madre, nunca le había visto con aquella mirada en sus ojos. Claramente pudo ver que el hombre que hacia tan solo unas semanas que lo conocía, estaba claramente avergonzado de su comportamiento, sintiéndose por extraño que le pareciera a Sally, estaba por primera vez avergonzada ante su padre por cómo se había comportado. Mirándola a ella a los ojos, estos parecían que de un momento a otro iban a fulminarla con rayos y relámpagos, sintiendo por primera vez el contacto de las manos de su padre en sus muslos, y como sus manos subían por ellos, así como pasar bajo su corta falda, hasta alcanzar la cinturilla elástica de sus braguitas, al tiempo que las notaba cómo se las bajaba hasta los tobillos poniéndose roja de la vergüenza, en otras circunstancias hubiera tratado de impedir que se las bajara, pero cuando quiso reaccionar ya sentía la presión de su estómago apoyarse sobre las piernas de su padre, la había colocado boca abajo sobre ellas, notando como su trasero dolorido sentía la brisa fresca, al serle levantada su escasa falda descubriendo su desnudo trasero.

Reaccionando al fin, trato de levantarse del regazo de su padre. Dándose cuenta de la fuerza que este tenía en sus brazos, pues apenas pudo moverse unos centímetros al mantenerla bien sujeta con un solo brazo, mientras su mano derecha la tenía posada sobre su dolorido trasero.

(Sr. Lexington) -. Pequeña yo no deseaba que esto sucediera de este modo! Pero tú misma te lo has buscado y ganado a pulso! No me has dejado otra alternativa, castigándote no iba a ganarme tu afecto, por eso no lo hacía, no porque no te lo merecieras… Pero me has colocado en una situación muy complicada, después de este momento me vas a odiar mucho más de lo que ya me odiabas! Pero no me has dejado alternativa, ya que has puesto mi trabajo en riesgo por consentirte demasiado, pero desde hoy esto se ha terminado, a partir de hoy no voy a dudar en castigarte cada vez que te lo merezcas!!!

En ese instante sintió por primera vez la mano de su padre en su trasero, notando lo pesada y fuerte que era está. Al tener su trasero dolorido pues aunque no se lo había mirado en un espejo, no sabiendo como lo tenía o de qué color debía de estar. Pero su padre sí que lo podía ver como lo tenía de amoratado, pues la severa azotaina de la mañana con el cepillo, había dejado su huella claramente teniendo ambas nalgas completamente violáceas, estando claramente más oscuras en el centro de ellas. Por ello aunque no empleaba toda su fuerza al darle la azotaina, los azotes eran al mismo ritmo e intensidad, no tardando la muchacha en ponerse a llorar del dolor en el culo. Sus piernas se agitaban en el aire, abriéndolas o cerrándolas al sentir la presión de sus propias braguitas en sus tobillos, al estirar su elasticidad llegando a su límite trabando así sus piernas, por lo que al no poder abrirlas más, las cerraba para de nuevo abrirlas, todo ello al ritmo de los azotes que caían implacables sobre su trasero, hasta que sus bragas salieron despedidas en el aire, posándose en el suelo a escasos metros. Su padre esperaba que de un momento a otro, iba a comenzar a rogar que parase de castigarla, pues sus redondas nalgas ya se estaban poniendo muy coloradas, con el contraste de fondo violáceo que ya tenía en ellas. Pero estaba claramente equivocado, pues aun llorando hasta desgañitarse y aullando a cada azote que recibía de dolor, no daba su brazo a torcer aguantando por su arrogancia la azotaina. No dejándole más remedio que aumentar la intensidad de los azotes, así como el ritmo más rápido, con el resultado que en apenas seis minutos ya estaba pidiendo que parase. Pero en ese momento, aumento aún más la intensidad de los azotes, siendo estos mucho más fuertes haciéndola retorcerse sobre sus piernas, así como mucho más rápidos, incluso dándole azotes en la base del trasero sobre el inicio de sus muslos, lo cual la hizo retorcer sus caderas así como agitarse a cada azote que recibía, cuando estimo su padre que era suficiente, al fin se detuvo quedando desmadejada sobre sus rodillas llorando, había sido una severa azotaina teniendo en cuenta como tenía el trasero, pero se lo había buscado ella misma en opinión de su padre, los presentes al castigo la Sra. Freyre como Sir John asentían con la cabeza aprobando la severidad proporcionada, con la grave o graves faltas cometidas por la joven Sally Lexington, la muchacha debía conocer bien el precio que tenía hacer enfurecer a su padre, desde ahora seguro que se lo pensaría mucho mejor antes de hacer alguna trastada de las suyas, como el osar a comportarse de forma arrogante con desprecio hacia su padre.

Sally continuaba llorando echada sobre las rodillas de su padre, la cual al quedar sus manos libres se las llevó a su trasero cubriéndose con sus manos, tanto por el dolor en su trasero como para evitar que le diera su padre más azotes en el inflamado trasero. Ella hubiera deseado quedarse echada sobre sus rodillas por más tiempo, pero su padre el Sr. Lexington asiéndola por las caderas la izo colocándola en pie en el suelo separando sus rodillas, poniéndola entre ellas, abrazándola con sus fuertes brazos esperando que la muchacha rechazara su abrazo, pero le sorprendió por la forma que se le abrazo a su cuello, hundiendo su cabeza en lágrimas sobre su pecho, su padre confundido en un primer instante la rodeo con sus brazos a su espalda acariciándole suavemente consolándola, luego paso sus manos descendiéndolas suavemente hasta su trasero acariciándoselo dulcemente, sintiendo en sus manos el intenso ardor que sus nalgas ardientes emanaban.

El Sr. Lexington de buena gana hubiera deseado seguir abrazando a su hija, ese día había sido muy especial para él como padre, pues su hija se le había abrazado a él con cariño en dos ocasiones ese día, algo que no había logrado en varias semanas que llevaba viviendo con su madre. Pero eso no podía ser, su hija se había comportado de una forma irrealista para una muchacha de su edad, teniendo en cuenta que se encontraba en una casa ajena, con lo que se esperaba mucho más de ella, pues con sus veinticinco años ya no era ninguna niña para ese comportamiento. Separándola de él, la agarro de la mano izquierda y bruscamente la condujo a la pared de enfrente, justo donde las doncellas no habían perdido detalle alguno de la azotaina que le acababan de dar a la muchacha, colocándola entre las doncellas la hizo ponerse cara a la pared con sus manos sobre la cabeza, con el trasero completamente de un color colorado intenso brillante, teniendo un tono claramente escarlata. Al volver sobre sus pasos hacia su lugar en la mesa…

(Sir John) -. Bien, Sr. Lexington! Pero en lo sucesivo espero no tener que volver a llamarle la atención, ese comportamiento pasivo no es el que espero en los profesores de mi escuela. Puedo entender que usted deseara acercarse más a su hija, ya que han estado separados muchos años! Pero un profesor con sus referencias como un buen experto en disciplina, no es aceptable ese comportamiento pasivo, aunque sea su hija la culpable. Lo cual resulta algo inaceptable que una muchacha tenga este comportamiento, y usted no haya tomado las medidas disciplinarias que exigían las circunstancias. En su casa usted es libre de actuar como considere necesario, pero está usted en mi residencia y este tipo de conducta es totalmente intolerable, espero por el bien de su reputación como profesor, que este hecho de hoy no vuelva a suceder, pues no aceptare ninguna situación similar. Si hubiera otro hecho parecido considérese despedido. Más tarde hablare con la Sra. Davies para tomar medidas al respecto, soy bastante claro?

(Sra. Freyre) -. John! Si no te importa me gustaría encargarme yo en persona, ya que estoy indignada por la forma de actuar…

(Sir John) -. Ahora no es el momento de conversar sobre este tema, luego lo hablaremos en mi despacho con más calma. Y la chica ya ha recibido bastante, no creo que usted se vuelva a encargar de ella.

Sally rompió de nuevo a llorar con más intensidad, al escuchar que la Sra. Freyre deseaba encargarse de ella personalmente. Pero Sir John había hecho el comentario solamente para hacerla callar, y que la Sra. Freyre no hablara con más precisión de encargarse del Sr. Lexington ella misma, en vez de hacerlo la Sra. Davies. Pues era un tema que no debía hablarlo en presencia de su hija, y de esa forma clara para la Sra. Freyre fue llamada al orden por Sir John que la miro con cara de pocos amigos. Algo que dejo a la Sra. Freyre muy incomodada, pues el llamarle al orden a ella hacía años que no le sucedía, no teniendo muy buenos recuerdos de la ultima vez.

(Sir John) -. Sr. Lexington haga el favor de llevarse a su hija a su habitación, y encárguese de que se adecente con el vestuario de esta residencia, en una hora le espero en mi despacho para hablar de su hija y el comportamiento que espero de ella… .-

El mismo Sir John se levantó de la silla aunque primero agachándose a recoger las bragas de Sally, que al salir despedidas durante la azotaina habían ido a parar a sus pies, no sin aprovechar para revisar el fondillo de la prenda, para ver como la joven las había mojado, llevándose una clara sorpresa al hallarlas mojadas como esperaba encontrarlas, pero su sorpresa fue que no estuvieran mojadas de las huellas que esperaba hallar, si no, por alguna fuga de orina que había tenido la muchacha posiblemente por el temor al castigo. -. Tenga usted las bragas de su hija, y asegúrese de llevarla al servicio antes, no vaya a mojar de nuevo sus bragas de orina.

Sally desde el lugar que se hallaba castigada de cara a la pared como si fuera una niña, era algo que la avergonzaba en sí misma, a sus veinticinco años castigada de esa forma y lo peor de todo ante las doncellas, a las cuales las podía ver de reojo que estaban a escasos metros de ella, así como poderlas ver como se lanzaban sonrisas las unas con las otras, mirándola a ella. Solo le faltaba para su mayor vergüenza el escuchar a Sir John, sobre el estado que se encontraban sus braguitas mojadas de orina, algo que ella sabía que era cierto, pues al obligarla a levantarse de la silla, temblando su cuerpo como gelatina del miedo que sentía ante lo que iba a suceder, no había podido evitar que unas gotas se le escaparan. En ese instante sintió que la agarraban de la mano izquierda que mantenía sobre su cabeza, tirando de ella hacia la salida del salón, al andar al costado derecho de su padre pudo ver, que en su mano izquierda llevaba las bragas de ella, cruzándose ante él, trato de recuperar sus bragas algo que su padre no le consintió, y que además soltándole la mano de la que la llevaba cogida, la mano derecha de él, le asesto varios azotes en el culo ante la vista de las doncellas que sonreían al verla como se los daban, haciéndola saltar hacia adelante del dolor en el culo, llevándose ambas manos a él aprovechando para sobárselo con fuerza subiendo y bajando sus manos sobre sus nalgas doloridas sobándose con fricción.

La volvió a sujetar de su mano izquierda y tirando de ella la llevo hacia las escaleras haciéndole subirlas a buen ritmo, algo que hacía que la joven hiciera todo tipo de guiños y muecas de dolor en su congestionado rostro, a cada escalón que subía de las escaleras hasta llegar al piso de arriba. Nada más entrar a la habitación, su padre se encargó de desnudarla dejándola como vino al mundo, para luego vestirla con la ropa que había sobre la cama, poniéndole en primer lugar aquellas horribles bragas que ella había visto antes de bajar al salón. Unas bragas blancas de algodón enormes a su parecer, con unos dibujos de ramilletes de flores azules, sintiendo como las bragas se las subía su padre hasta ajustárselas bajo el ombligo, sintiendo las molestias del elástico como le presionaban y apretaban el culo con lo dolorido que lo tenía. Luego le coloco la blusa blanca abrochándole los botones uno a uno, para acabar poniéndole la falda tableada azul marino que le cubría escasamente sus braguitas, haciéndola sentar sobre la cama sin miramiento alguno, ella aulló de dolor al sentir su trasero sobre la cama, viendo como su padre le ponía los calcetines subiéndoselos hasta debajo de las rodillas, luego los zapatos negros sin tacón, haciéndola levantar de la cama llevándola hacia uno de los rincones donde había un escritorio, en donde él se puso a escribir en una libreta de tamaño grande de tipo A-3 una frase. “No debo ser maleducada en casa ajena y ser educada con los anfitriones”…

(Sr. Lexington) -. Ya puedes sentarte y ponerte a copiar esa frase quinientas veces, cuando acabes te pondrás en ese rincón de rodillas cara a la pared, apresúrate que yo voy a estar vigilándote como las haces!!! Se ha acabado contigo mi paciencia, ahora vas a saber quién es tu padre!!!

Mientras el Sr. Lexington se ocupaba de su hija, abajo en el salón las doncellas habían acabado de retirar todo de la mesa, y ya se habían retirado todas ellas quedando a solas Sir John con la Sra. Freyre.

(Sir John) -. Rose Mery! Vayamos a mi despacho debemos hablar…

(Sra. Freyre) -. John… Sir John…

(Sir John) -. En mi despacho… .-

Poniéndose el dedo índice de su mano derecha sobre sus labios la hizo callar. -. Ahora hablaremos con calma, no se preocupe…

La Sra. Freyre caminando con paso firme como era habitual en ella, siguió detrás de Sir John atravesando el vestíbulo para poco después entrar al despacho, en cierta manera iba algo intrigada, pues no desconocía que se había excedido en su confianza, pero para ella no resultaba nada del otro mundo, pues no era la primera vez que contradijera a John. Ya que ella después de él, era la máxima autoridad en la residencia, al igual que lo fuera en otros tiempos cuando Vivian los padres de John. Una vez dentro del despacho Sir John fue hacia su mesa tomando asiento, mientras la Sra. Freyre hacía lo propio en el sofá.

(Sir John) -. Rose Mery! Me cuesta trabajo creer que lo que ha sucedido hace unos momentos, hayas podido cometer semejante error al hablar como lo has hecho, de encargarte tú misma del Sr. Lexington estando su hija castigada en el salón. En todos los años que nos conocemos es la primera vez que te he visto, que no hayas sido comedida con tus palabras. La muchacha cuando has mencionado el ocuparte tú, es más que posible que haya entendido que te ibas a ocupar de ella, por ello ha roto a llorar desconsolada de nuevo, pero cabe la posibilidad que haya captado tus palabras, y que te estabas refiriendo a ocuparte de su padre, por haberle tenido que poner contra las cuerdas, para que se haya ocupado de su hija, procediendo a castigarla como merecía su falta tanto de decoro como de educación.

(Sra. Freyre) -. Las circunstancias hablaban por sí mismas, porque iba a ocuparse la Sra. Davies de él, cuando la máxima autoridad de la casa estaba presente en el salón, es lógico que sea yo quien me ocupe de él.

(Sir John) -. Mira Rose Mery… Que como mi Ama de Llaves te tenga informada de ciertas cosas, ellas quedan entre nosotros, como coincidencias que nos decimos dada la confianza que nos tenemos. Pero eso no quiere decir que puedas o seas la persona más adecuada, para desvelar ante las personas implicadas como el propio Sr. Lexington. Que para mí, como responsable de la residencia conozca las intimidades de ciertas personas, si hago alguna coincidencia hablando contigo, es porque tengo la certeza que sabrás estar en tu lugar. Pero me acabas de demostrar que eso no es así, y que debo ser más cauto cuando hable contigo. Al igual que lo que pueda suceder en este despacho, estaba convencido que eras mi confidente, pudiendo tener conversaciones, así como permitirte estar presente al aplicar disciplina, con la certeza de que tus labios estarán sellados, a menos que yo te comunique lo contrario. Has cometido la torpeza de hablar de ocuparte tú del Sr. Lexington, lo cual equivale a que su secreto mejor guardado y que solamente se suponía que yo conocía, tú le has desvelado que lo conoces, con lo cual me has dejado en muy mal lugar. Es de suponer que si exijo ciertas explicaciones a quienes contrato a mi servicio, es porque tienen la certeza que de estas cuatro paredes lo que me comenten no van a salir, por lo cual no me dejas otra alternativa que ocuparme de ti inmediatamente. Así que levántate, quítate la falda y vamos hacia la silla que bien conoces.

Rose Mery al escuchar las últimas palabras se había quedado helada. En primer lugar porque desde que era más joven teniendo unos treinta años, era la última vez que había sido castigada que ella pudiera recordar, recibiendo un castigo con la vara por el abuelo de John, cuando este contaba la edad de diez años por haber cometido una falta muy similar, por hablar cuando debería de haber estado callada. Desde entonces no había vuelto hablar si no se le preguntaba… Además después de escuchar a John, se había dado cuenta que había hablado de mas, pues tal y como había comentado John, en ningún momento él le había concedido autoridad alguna sobre ninguno de los profesores, ni siquiera con la joven profesora Sally Lexington. Por lo cual, decidió no contradecir a John por tomar la decisión de castigarla, así que procedió a desabrochar el corchete doble que llevaba en el lateral izquierdo de su falda, así como bajarse la cremallera dejando caer su falda de tubo ajustada que llevaba puesta. Recogerla antes de que callera al suelo, doblándola para colocarla sobre el sofá, quedándose de cintura para abajo solamente en bragas blancas de encaje de talle alto, pues no solía utilizar medias a no ser que fuera a salir de la residencia. Al andar hacia la silla, pudo ver a John que ya la aguardaba junto a la silla con una vara en la mano, escuchando el silbido en el aire al agitarla con fuerza varias veces, viendo cómo se doblaba al agitarla volviendo a quedar rígida y recta al detenerla golpeando sobre su mano izquierda, manteniéndola entre las dos manos, mirando hacia la Sra. Freyre arqueándola doblándola ante de ella formando un arco circular, para dejarla enderezar de nuevo sobre sus manos, haciéndola estremecer hasta el último de los huesos de su cuerpo, haciéndola temblar como si fuera una niña cuando sabe que la van a dar una buena azotaina.

(Sir John) -. Bien haga el favor de inclinarse sobre el asiento de la silla, apoyando los codos de forma que cada mano rodeen el antebrazo, mano izquierda sobre brazo derecho, mano izquierda sobre brazo derecho, manteniendo las piernas estiradas formando un ángulo de setenta y cinco grados, en cuanto adopte la posición le bajare las bragas.

Sir John espero a que estuviera en la posición indicada, acercándose a ella hasta quedar a breves centímetros de ella, colocando la vara bajo su brazo izquierdo, con ambas manos busco bajo la blusa la cinturilla de las bragas y seguidamente se las bajo lentamente hasta las rodillas, le levanto el faldón de su blusa que le cubría parte del trasero, doblándola sobre su espalda dejando al descubierto parte de ella. Cogiendo la vara con la mano derecha se colocó a la derecha de Rose Mery, extendiendo su brazo derecho midió las distancias posando la vara en el centro del trasero, hasta que el extremo de la vara quedaba en el lugar idóneo con la medida idónea de distancia. Echando el brazo hacia atrás dio el primer azote haciendo resonar su sonido en las paredes del despacho, haciendo que las nalgas se blandieran al morder la piel la vara, pero eso fue en el primer azote en el robusto trasero, pues los siguientes azotes eran tan seguidos que solo se escuchaba el sonido de la vara una y otra vez, los aullidos de dolor no se hicieron de rogar, pues como experto spanker Sir John pretendía que la mujer no pudiera coger aire, para poder soportar el castigo sin alterarse, pretendía todo lo contrario que diera claras muestras del castigo, siendo los azotes de la vara tan seguidos, que Rose Mery no tenía tiempo para recuperar el resuello, a los veinticinco azotes ya estaba llorando, aunque si le costaba el mantener la posición, con lo que se movía arqueando sus caderas, pero aun así la vara continuaba en su frenético ritmo acertando cada vez en el trasero, recibiendo un total de cincuenta buenos azotes de la vara, la cual dejo el trasero marcado con líneas que del rojo, pasaron al tono violáceo verdoso por los verdugones que se le formaron, una vez que la vara la azotaba encima de azotes anteriores, por lo que al caer la vara sobre el mismo lugar formaba un fino verdugón, que al dar por acabado el castigo ya no eran finos, si no gruesos verdugones que indicaban claramente la severidad del castigo. Podía haberla castigado pausando cada azote dando tiempo a recuperarse de uno a otro azote, pero entonces Rose Mery habría aguantado el castigo perfectamente sin lanzar aullido alguno, o protesta al recibir los azotes, pero Sir John no deseaba mantener en alto su orgullo, deseaba castigarla de forma que sintiera el castigo profundamente, con lo cual el castigo rompiera su alta estima u orgullo, haciéndola llorar como es de esperar en cualquier castigo, pues de ello se trata al fin y al cabo, que la persona castigada lamente claramente su error, no había duda alguna que Sir John había logrado su objetivo. Una vez finalizado el castigoRose Mery lloraba a mares desconsolada, así como al reincorporarse se sobaba el trasero notando en las yemas de sus dedos las profundas marcas causadas por la vara, sin preocuparse de tener las bragas bajadas a sus tobillos, el dolor en el trasero le impedía pensar en la vergüenza de su desnudez, no recordaba que la vara pudiera doler tanto, la última vez que le castigo el abuelo de John con la vara, no recordaba haber llorado tanto como en esos momentos se encontraba, teniendo en cuenta que ya hacía varios minutos que la había castigado Sir John.

Sir John desde el sillón de su mesa del despacho, observaba como su Ama de Llaves aún estaba de espaldas a él, mostrándole su castigado trasero con líneas claramente que destacaban en su trasero, ya que no había quedado ni tan solo un milímetro sin su correspondiente marca, así como el continuar llorando sin molestarse por subirse las bragas, le indicaba que había sido muy efectivo su correctivo. En esos instantes llamaban a la puerta del despacho, dando autorización para entrar al despacho pues mirando su reloj, debía de ser el Sr. Lexington el que obedeciendo sus instrucciones llamaba a su puerta. Pero al no entrar, se levantó el mismo caminando a buen paso a abrir la puerta.

(Sir John) -. Haga el favor de entrar Sr. Frank, ya le había autorizado su entrada, es que no me ha escuchado?

(Sr. Lexington) -. Sí que le había escuchado Sir John! Pero he escuchado que mantenía una conversación con otra persona, y esperaba que saliera ella para entrar, no desearía ser un entrometido en temas de otras personas, pues sabía que estaba usted reunido con la Sra. Freyre.

(Sir John) -. Ojala! Otras damas de esta casa supieran como usted cuando deben hablar o presentarse… No se encontraría ahora en ese lamentable estado mostrando sus vergüenzas! Sra. Freyre no le parece que ya ha mostrado bastante su desnudez? Haga el favor de subirse sus bragas y ponerse la falda!!! Que por cierto a partir de hoy tiene prohibido utilizar ese tipo de falda, usara faldas tableadas por encima de la rodilla, no le voy hacer llevar a su edad las faldas cortas de las muchachas, pero todo ello dependerá de su conducta.

(Sr. Lexington) -. Si usted me lo permite me gustaría hacer un comentario sobre el trasero de la… ejem… señora…

(Sir John) -. Por esta ocasión tiene usted esa autorización para hacerlo, ya que ha sido castigada por salva guardar su buen nombre Sr. Lexington.

(Sr. Lexington) -. Solamente pretendía puntualizar que nunca había sido testigo de ver personalmente, el trasero de una mujer tan perfectamente azotado con la vara, es toda una delicia observar esas marcas tan perfectas. Dice usted que ha sido por salva guardar mi buen nombre?

(Sir John) -. Si! Mientras estábamos en el salón agradecidos, por la perfecta muestra de cómo se debe aplicar correctamente disciplina a su hija, minutos después yo le comunicaba que usted luego tendrá una visita de la Sra. Davies. La Sra. Freyre aquí presente aun con las bragas bajadas!!! Ha cometido el desliz de decir que ella se ocuparía de usted, en vez de la Sra. Davies. No solamente ha contradicho mis instrucciones, también ha cometido el desliz de desvelar cierta información que solamente debería de conocer yo, dado que ella como mi mano derecha en la casa, yo le había dado ciertas libertades de conocer ciertos rasgos de su intimidad, Sr. Lexington. Pero en ninguna circunstancia le había dado mi autorización para emplear esa información, algo que no volverá a suceder, pues ha dejado de ser la persona de mi confianza que era. Esta señora me ha criado cuando era un niño, buenas azotainas me había llevado sobre sus rodillas de niño. Por ello al llegar a esta residencia de mis padres, el verla que aún se encargaba de la casa, me dio la confianza para depositar en ella confidencias que solo debería de saber yo. Pero los años me han hecho ser un hombre justo, pero sobre todo estricto en cuestión de disciplina, por ello el que usted no atendiera a su hija me ha molestado, y por ello, ahora que estamos a solas pudiendo hablar con libertad, la Sra. Davies le ajustara las cuentas debidamente, por tener que llamarle la atención, de cómo debe usted disciplinar a su hija, lo cual lamento que haya podido mal interpretar que luego sería usted sometido a disciplina, no es correcto hablar con esas libertades estando presente la muchacha.

(Sr. Lexington) -. No debe usted preocuparse por mi hija, es tan inocente que no ha captado nada, como usted mismo ha podido comprobar al mirar el fondillo de sus braguitas, no las tenía mojadas, yo también se las he mirado al bajárselas, por lo cual no tiene el sentido de una spankee, la cual si habría captado las palabras de la Sra. Freyre. Y por mi…secreto no se debe porque preocupar por ello, entiendo perfectamente que debe usted tener alguien de su confianza, y si no hubiera usted tomado medidas disciplinarias, desde luego le habría puesto sobre la mesa mi dimisión. Pero por lo que he podido ver, el castigo que ha recibido la Sra. Freyre es justo. Por otro lado usted me ha concedido una segunda oportunidad de continuar como profesor de la “Escuela de Disciplina”, después de haberme negado a disciplinar a mi hija, cuando no debería de haber sido necesario esa llamada de atención, habiendo actuado tal y como era menester por las circunstancias, y no debía de haber esperado esa llamada de atención a mi persona, pues lo lógico hubiera sido actuar en ese preciso instante como correspondía el haber actuado. Por lo tanto y viendo el trasero de la Sra. Freyre que ha recibido un más que justo correctivo, no veo porque no debo dar una segunda oportunidad, al igual que se me ha brindado a mí mismo.

La Sra. Freyre se mantenía de espaldas hacia los caballeros mostrando su trasero, a pesar de haber recibido la orden de subirse las bragas, así como cubrirse las vergüenzas con su falda. Pero ella misma se sentía tan avergonzada, que le era imposible el agacharse a recoger sus bragas depositadas en sus tobillos, las cuales se le habían bajado durante el castigo de las rodillas a los tobillos. El agacharse dado que estaba de espaldas a los hombres, ella sabía perfectamente que al agacharse su sexo quedaría bien expuesto y visible, con lo cual podrían verla a ella su intimidad más íntima, la cual mantenía sus sexo completamente mojado, y habrían podido ver sus fluidos como descendían por sus muslos, ello era el motivo que no hubiera obedecido, aunque era lo que más deseaba en esos momentos, cubrir su desnudez. Pero ella lo que no se esperaba era ser tratada como a una muchacha rebelde, aunque realmente su comportamiento apuntaba todo lo contrario, que se declaraba claramente en rebeldía hacia su superior y señor de la residencia.

Sir John viéndola a la Sra. Freyre que se rebelaba contra sus instrucciones, aun sabiendo como buen experto cual debía de ser el motivo, pues era obvio que ella estuviera completamente mojada por sus fluidos. Sin dudarlo un instante, Sir John fue hacia ella, la cual al permanecer de espaldas no le pudo ver venir, hasta que sintió como desde atrás de ella la agarraba del lóbulo de la oreja, haciéndola y obligándola a andar hacia a delante hacia la silla, viendo como Sir John tomaba asiento en ella, al mismo tiempo que la colocaba sobre sus rodillas boca abajo, comenzando a darle una azotaina con su mano derecha. Le daba unos azotes tan fuertes como su brazo le permitía dárselos, no resultando para nada una azotaina corta, pues durante varios minutos le estuvo dando una larga y muy severa azotaina en el culo desnudo, teniéndolo tan dolorido como lo tenía por la zurra recibida con la vara, lloraba como una damisela, viendo el Sr. Lexington que se le había acercado a escasos unos metros para no perderse detalle alguno, viendo como las lágrimas de la Sra. Freyre descendían por sus mejillas con un tono colorado, tanto por la vergüenza, como por la azotaina lo severa que estaba resultando serlo. Cuando Sir John dio por terminada la azotaina, el mismo teniéndola sobre sus rodillas le subió las bragas, luego la hizo ponerse en pie, acabando de ajustarle las bragas a su cintura, siendo él, quien se encaminara al sofá a recoger su falda, así como ponérsela el mismo con gestos bruscos. Así como al acabar le asesto una buena palmada en su trasero indicándole el camino hacia la salida del despacho.

La Sra. Freyre salió del despacho llorando, sobándose el trasero con las dos manos que lo sentía como le abrasaba a través de la falda, por llevarlo tan caliente como lo llevaba, cerrando la puerta al salir… avergonzada que alguna doncella la pudiera ver salir del despacho llorando, sobándose con fuerza el trasero por el dolor que sentía en él, todo esto a sus sesenta años de edad, solo pensarlo ya se avergonzaba ella sola….

(Continuará…)