Escuderos de Dyonisus.

Al final de la batalla, Tristán y Onyx deben complacer a su señor, el enorme Bartheon. No es tarea fácil aplacar el ardor de semejante bestia.

Soy un escudero, un escudero de elite del sagrado orden de Dyonisus. Los escuderos hemos sido formados desde niños para luchar junto a nuestros Señores en la guerra y aportarles consuelo y recompensa después de la batalla. Para tal cometido nos seleccionan a los más hermosos y resistentes en nuestra tierra de origen, la soleada Asirya.

Es importante que nuestras facciones sean delicadas y femeninas, pero nuestros esbeltos cuerpos sean atléticos y preparados el combate. Servimos a los Señores del Acero, una organización de nobles caballeros del norte, corpulentos y poderosos, cuyas habilidades para distribuir la muerte y la destrucción son legendarias en todo el mundo conocido. Educados para la guerra ansían la batalla por encima de todo y su constitución salvaje y ardiente necesita ser aplacada tras el fragor del enfrentamiento, y allí es donde los escuderos intervenimos.

Hoy es un día más en la agotadora guerra del Cónclave, que lleva ya tres meses desgarrando las humedas selvas del oeste. Nos hemos atrincherado en un antiguo templo y detenemos una oleada tras otra de los salvajes Kal'Ahdir, una cultura local de sangrientos guerreros cuyo líder ha desafiado las fuerzas del Gorbernador Legítimo, quien ha contratado a los Señores del Acero para destruir sus tropas insurrectas. Rugiendo, mi señor Bartheon hunde su hacha en el cráneo del guerrero aúllante que acaba de saltar desde las ramas de los arboles que nos rodean. Otro guerrero aprovecha su guerdia descubierta para arremeter pero lo tengo cubierto y un disparo certero lo deja inerte a media embestida.

"Buen tiro, Tristán" gruñe Bartheon apartando con una sacudida el pelo de su rostro cubierto de sudor y sangre. Retrocede un par de metros y permaneces en guardia rodeado de cadáveres emplumados peinando la linde de la espesura con mirada alerta. Alrededor suenan gritos pero ya más ocasionales. Parece que los Kal'Ahdir se replegan. En cuclias sobre un saliente del muro del templo recargo mi Aegyr, especie de arma de fuego de un disparo que junto a las dagas curvas son el equipo de los escuderos. La armadura ligera de cuero se me pega a la piel por el calor y una vez más agradezco su ligereza y aperturas. Abajo mi señor respira ruidosamente bajo su pesada armadura de placas, con la que lleva seis horas combatiendo sin descanso. Una lúgubre nota de trompa a lo lejos confirma la retirada provisional de nuestros enemigos.

Me apresuro a bajar de mi puesto en busca del odre de agua y se lo acerco a mi Señor que, se sienta pesadamente sobre una roca. Lo coge y lo estruja bebiendo ávidamente el chorro, con agua escurriéndose por su barba y las placas enrojecidas de su armadura. Me arrodillo a sus pies, expectante, sintiendo como mi sangre empieza a bombear más rápido y mi miembro empieza a crecer dolorosamente restringido por las anillas de la base.

-Abre la boca- ordena, y me escupe un chorro de agua calida mezclada con su saliva que trago agradecido, A continuación procedo a soltar las correas del faldón de acero de la armadura, y lo dejo a un lado descubriendo su majestuosa polla a medio empalmar, cuya simple vista consigue accelerarme el pulso. Cogiéndola con una mano la levanto lamiendo el sudor de sus cojones. Me encanta el sabor agrio y salado del sudor de mi señor, y exhalo un gemido ahogado cuando me coge la cabeza restregándome la cara contra su entrepierna.

-Abre la boca- vuelve a repetirme, y esta vez embute su colosal miembro hasta mi garganta. Lo aguanto allí sintiendo como va creciendo y asfixiandome hasta que empiezo a ver negro. La saca mientras boqueo recuperando la respiración, los ojos llorosos, densos hilos de saliva conectando aún su polla a mis labios.

-Onyx!- llama Bartheon, y mi amigo escudero acude presuroso. Su cara se turba con evidente placer cuando me ve chupando con esmero la polla de mi Señor y se humedece los labios con la lengua.

-No te quedes embobado y quítame la armadura-gruñe Bartheon. Onyx pasa por mi lado pellizcándome la nalga y procede a despojar a mi señor del resto de su pesada armadura mientras sigo chupándosela. Pronto, completamente desnudo se pone en pie y Onyx se arrodilla a mi lado, boca abierta lengua fuera, dejando que mi señor nos la meta hasta la garganta a su antojo. Luego manda a Onyx tumbarse de espaldas y a mi ponerme a cuatro patas sobre él con el culo en pompa. Empiezo a besar con ardor su rostro angelical, enardecido por el olor al miembro de mi Señor en su boca, mientras el se estira y arquea la espalda como un felino. Sonrie con perverso deleite cuando grito de dolor al sentir mi señor clavarme su monstruosa polla hasta el fondo sin aviso. Los brazos no me sostienen y caigo sobre el cuerpo de Onyx, que me muerde los labios y el cuello. Mis gemidos de dolor van tornándose de placer mientras el dolor remite y tan sólo me abandono a la increíble sensación de esa taladradora de carne llegándome al estómago. Onyx, al que le complace verme sufrir, me pellizca los pezones hasta hacerme gritar. Vuelve a sonreírme con descaro, pero Bartheon, que se ha percatado, procede a clavarsela a él. Noto como su cuerpo se convulsiona debajo de mi intentando zafarse mientras grita de dolor, y se le saltan las lágrimas por el desgarro. lo mantengo firmemente sujeto y procedo a asfixiarle con las manos alrededor del cuello, disfrutando de su joven rostro rojo y retorcido por el dolor, escupiéndole en la boca, los ojos y la nariz. La excitación me hace correrme, esparciendo mi leche por todo su estómago. Bartheon, furioso, me agarra de las caderas y me lanza al suelo donde me quedo tumbado jadeando, con el culo abierto y la polla goteando semen como otro cadáver es este campo de batalla. Recupero la respiración y observo como Bartheon se folla salvajemente a Onyx, que gime entre sollozos. Mi miembro vuelve a ponerse firme por la imagen y me aproximo a gatas.

Bartheon suelta un gruñido de bestia salvaje y se sacude embistiendo una vez más a Onyx antes de dejarse caer de espaldas, con el miembro pegajoso de esperma y fluidos anales. Onyx sigue gimiendo debilmente mientras el semen va saliendo por su culo. Yo procedo a limpiar la polla de mi Señor introduciendomela entera en la boca, y pronto noto su mano obligándome a permanecer allí. Su miembro mondtruoso vuelve a hincharse y me folla la boca con furia dándome pequeños respiros para respirar y soltar chorros de saliva. Evidentemente Onyx aprovecha la situación para cobrarse venganza estirandome los huevos sin piedad con una mano mientras me mete el puño por el culo con el otro brazo hasta el codo. Incapaz de protestar con la enorme polla en la garganta solo puedo aguantar la tortura pasivamente. Todo mi cuerpo tiembla, el dolor se confunde con placer y una vez más mi miembro explota esparciendo semen por la tierra. Medio inconsciente siento como un espeso chorro caliente y viscoso inunda mi garganta y sale hasta por mi nariz. Satisfecho, Bartheon suspira y me aparta. Me quedo tumbado de espaldas ahogandome en esperma y Onyx, completamente erecto, me abre las piernas, me alza la cadera y se folla mi culo llamándome perra y otros cariñosos apelativos. Trato de zafarme, pero Bartheon, divertido por el espectáculo me lo impide clavándome las rodillas en los hombros, y besa a Onyx mientras su miembro medio flácido gotea sobre mi. Onyx me llena el culo de leche y se tumba a mi lado burlándose de mi rostro descompuesto y lleno de fluidos. Bartheon, riendo alegremente y ya tranquilo se levanta a por su ropa, y yo me reconcilio a besos con Onyx, ajeno aún al hecho de que en apenas unas horas seríamos prisioneros de guerra de los Kal'AhdiR.

Continuará.