Escrito olvidado

Él se deja un escrito olvidado en una mesa. Ella lo leerá y... ¿que sorpresa encontrará?

Escrito olvidado

Lo llevo viendo cada día desde hace meses. Siempre viene solo, se sienta en la misma mesa y se pone a escribir antes y después de comer. De vez en cuando lo pillo mirándome. Me pone nerviosa, no sé porqué pero no puedo sacarme de encima la sensación que está escribiendo sobre mí.

Y llegó el día: se fue, como siempre a la misma hora, pero olvidándose un papel sobre la mesa. Nada más salir él del restaurante me levanto y recojo el papel. Espero que nadie se haya dado cuenta. Vuelvo a mi sitio y empiezo a leer:

-La llevo viendo cada día desde hace meses. A veces viene sola, otras con compañeras del trabajo. Parece simpática, jovial, desenfadada… Me encanta cuando lleva tanga. Lo noto perfectamente: cómo se mueven sus carnes, como se transparente esa fina tela… Pero no puedo sacarme de la cabeza ese día que vino sin bragas. Llevaba una falda negra con medias grises, pero desde mi sitio podía ver esa pequeña y arreglada sombra aplastada contra la tela. Lo que más me atormenta es adivinar por qué ha venido sin bragas, dudo mucho que se las haya olvidado: -se habrá manchado en el baño?, ¿vendrá de follarse a algún tío con suerte y se las ha dejado como recuerdo? Y la que más miedo me da responder: ¿Habrá venido sin ellas por mí?

¿Será posible?. ¿De qué va esta cerdada?. Menudo enfermo… pero lo que no puedo sacarme de la cabeza es: ¿esa soy yo?. Me jugaría un brazo a que sí, pero yo nunca he venido sin bragas… Siento una gran inquietud en mi interior, pero no puedo evitar seguir leyendo:

Menudo manjar se me ofrece. Estaría loco si no desease zambullirme entre esas piernas. Si no estuviéramos aquí las separaría lentamente, tan lentamente como me fuera posible. Disfrutaría aun más si ella opusiera cierta resistencia. No mucho, la justa para darle interés.

No puedo creerme lo que estoy leyendo… ni que mi corazón se esté acelerando.

La miraría a los ojos desde ahí abajo. En su cara encontraría culpabilidad, miedo al desconocido que está entre sus piernas pero también complicidad, deseo, ardor.

Sacaría mi navaja suiza

¿Navaja suiza? ¿Quién lleva una navaja suiza encima? Y ahora, ¿qué? es un asesino en serie, seguro.

Sacaría mi navaja suiza y su expresión denotaría también miedo, pavor. Su pecho se aceleraría pero su lengua lamiendo su labio inferior no engaña: lo está deseando.

Separaría las medias de su coño con dos dedos y rasgaría, con mucho cuidado. Un corte preciso, rápido. Ella jadearía y sus medias se rasgarían en un hueco vertical, suficiente para mostrar lo más precioso del universo: un fondo rosado con trazos negros define la entrada al paraíso. Un aroma embriagador que colma todos mis sentidos.

Tengo que dejar de leer. ¿Cómo puede gustarles tanto ese olor?. Yo odio cuando mis dedos huelen a .. eso. Soy incapaz de olerme un dedo y en cambio él, o los hombres en general, pierden el culo por ese olor asqueroso

Es imposible esforzarse. He caído en un encantamiento irresistible y mi boca se dirige al fin para la que ha sido creada. La abro, saco la lengua… fuego en su extremo, ácido sobre ella. Un ácido que se va extendiendo pero diluyéndose al mismo tiempo que se abre a mi paso. Presiono y vuelvo al exterior siguiendo el camino ascendente que me marca su raja. Está húmeda. Mis labios besan los suyos: saben a gloria. Vuelvo a abrirla con la punta de mi lengua. Ya no sabe tan fuerte y el negro ha dejado paso a un rosa intenso lleno de pliegues y recovecos húmedos que voy secando uno a uno. Ella se estremece cuando llevo mi lengua hasta el fondo y mi nariz roza su clítoris. Sus jadeos suben de volumen cuando mi lengua substituye a mi nariz, mucho más hábil y flexible. No paro de sorber, aspirar, lamer… siento mi cara cubierta de ella.

Creo que, muy a mi pesar, tendré que ir ahora mismo a casa a cambiarme las bragas

Es un manjar infinito que rezuma sobre mi cara. Mis morros resbalan sobre sus entrañas y sus manos aprietan mi cabeza hacia dentro rogando más y más. Sus caderas se balancean y ella mira al techo buscando ayuda celestial para correrse ya.

Las medias han ido cediendo mostrando por completo su hueco mágico. Mágico como ninguna otra cosa en el mundo: convierte lo negro en rosa, lo seco en mojado, lo blando en una barra de hierro, a un simple hombre en un animal incontrolable

Mi polla palpita pidiendo paso pero tendrá que esperar, quiero que se corra con mi cara entre sus piernas, sentir sus temblores, sus jadeos mientras se derrite sobre mi lengua. Me encanta el ruido que hacen todos sus pliegues empapados. Adoro que apriete sus muslos contra mis mejillas asegurándose que no me moveré de ahí. Pero, ¿cómo voy a irme?, ahora que estoy en la puertas del cielo, ahora que tengo su alma en mi boca. Acelero el ritmo, saco su clítoris con mis labios y vuelvo a guardarlo con mi lengua. Se acerca el final, lo noto

Y eso es todo. Golpeo la mesa. La gente me mira.

Pero, ¿cómo ha podido dejarme así, a medias? Ahora que tengo mojadas hasta la uñas. Creo que no podré levantarme. Estoy pegada a la silla con mi propio pegamento.

Al día siguiente, a la hora de siempre, en la mesa de siempre. Saca un boli, papel. Empieza a escribir.

Me mira.

Se le cae el boli. Su boca se abre tanto como sus ojos. La piel de su cara se enrojece.

Quizás la causa sea mi falda negra.

Quizás esas medias grises.

Quizás esas bragas que no llevo.

No puede ser eso. No

Separo mis piernas.

Dejo la navaja suiza sobre la mesa.

Ahora sí. Ahora ya puede ser eso.