Escribir

¿Qué pasa por la mente de Kain mientras escribe?

Escribir

Lo intento. Vive Dios que lo intento. Llega una idea, la agarro y comienzo a plasmarla con más o menos acierto sobre el procesador de textos. La idea es magnífica. Algo cargado de sentimientos,  de mensaje y de calidez humana. Una idea imperfecta que espera ser pulida lentamente, despacio, palabra a palabra, intentando transmitir los sentimientos más embriagadores y sublimes que mi pobre intelecto pueda crear. Lo intento. Vive Dios que lo intento.

Y reconozco que alguna vez he estado a punto de lograrlo, pero al poco rato de estar cincelando la historia con suaves toques aquí y allá, con cuidado y mimo, procurando mantener un sentido y una sensibilidad a lo largo de todo el texto, algo comienza a molestarme. Es como un roce. Un picor. Un escozor. Una presión con indicios de dolor.

Es mi jodida polla que se ha endurecido dentro de la bragueta y está rozando y golpeando la mesa del ordenador por debajo.

Lo intento. Intento mantener a mi rabo quieto y relajado dentro de los pantalones mientras escribo, pero es una batalla perdida. EL puñetero me absorbe poco a poco la atención, me chupa la sangre de mi cerebro para engrosar su carne, alimentando mi libido y mermando mi foco de atención. Lenta pero inexorablemente  mi polla comienza a tomar el control de mis pensamientos y lo que presumía ser un maravilloso templo lleno de sensualidad etérea, comienza a transformarse en un burdel barato lleno de vicio, sexo sucio y bajas pasiones.

¿Cómo evitarlo? No lo sé. Es imposible… ¡Soy un hombre, maldita sea! ¿¡Cómo demonios voy a dominar mi instinto sexual con la cabeza llena de tetas, culos, coños y pollas!? ¿Cómo frenar el ardor de mi entrepierna si es mi propia cabeza la que se retroalimenta con imágenes de carne temblorosa, piel húmeda, caricias y labios enrojecidos?

Soy un hombre, maldición. Los ojos se me van detrás de cualquier escote que vea por la calle. Me giro cuando pasa una hembra embutida en ceñidos pantalones para ver como le tiemblan los glúteos al caminar. Me quedo embobado delante de la TV viendo cómo se espatarran por el suelo las chicas de gimnasia rítmica y me masturbo con sólo imaginar qué aspecto tendría la hija de mi vecino sin ropa.

Mierda ¿cómo no voy a empalmarme mientras escribo sobre pajas, mamadas, eyaculaciones y sodomizaciones?

Imposible.

Y así me va, escribiendo a retazos, machacándome el rabo como un mono cada vez que tengo que repasar uno o dos párrafos… y si el texto va “con dedicatoria”, o sea, pensado para ser leído por alguien en concreto, la cosa empeora exponencialmente.

¿Cómo resistirse a las sensaciones que sabes le vas a crear a esa persona cuando lea tus palabras? Uno se empeña en hacer un texto sensible y maduro, cargado de selecto erotismo y poco a poco empiezas a pensar en qué hará ELLA cuando lo esté leyendo y ¡ZAS! La polla reacciona, la sangre abandona el cerebro y los dedos tropiezan cada vez más. Las palabras dulces, inteligentes y sensuales van dando paso poco a poco al lenguaje sucio, chabacano, pornográfico… y terriblemente efectivo.

Pues sí. Me masturbo mientras escribo relatos. ¿Pasa algo?

© 2011 Kain Orange

http://erosexmachinae.blogspot.com/2011/09/escribir.html