Escribe en mi cuerpo, dibuja en mi piel
Una lectora empedernida. Un bibliotecario obsesionado con una mujer que no puede tener y que cree ver en una chica que entra a su biblioteca cada dos días... que pasara? se dejaran llevar por la pasión pese a no ser ella la que busca?
Vivo enamorada de los libros. Los devoro con agonía mientras me atiborro de café a todas horas. Puedo decir sin exagerar, que en esta semana he ido tres veces a por uno nuevo, terminando con ellos en menos de dos días.
Pero no sé qué me atrapa más, si el hecho de un libro nuevo que me envuelve en una nueva historia o el ver como el bibliotecario me observa detenidamente desde su mesa, levantando los ojos del ordenador para clavarlos en mí.
Se creé que no me doy cuenta, pero no puedo evitar sentirme observada y mirar por encima de los libros para percatarme de que me está dando un repaso de arriba abajo. Me estudia, día tras día, intenta leerme el pensamiento y sigue con su mirada mis pasos de las distintas estanterías hasta la mesa.
Mientras tanto, él…
Espero a que suene el atrapasueños musical que hay junto a la puerta cuando entra una nueva visita y sobretodo espero que sea ella. Es su hora. Cada dos días se pasea por la biblioteca, observando detenidamente cada estantería de géneros románticos y eróticos, se detiene, observa, lee, me mira…
Sé que sabe que la estoy mirando, y a ella parece gustarle porque no se espanta, al contrario, se pasea por delante de mí de manera suelta y se detiene en releer las portadas de varios libros. Indecisa, intrigada. Le gusta que la observe y muestre interés. Siempre se acerca a mí con una sonrisa y el libro en la mano para el alquiler, y siempre me insiste en que volverá a los dos días para entregarlo, aunque le asegure que no es necesario y que puede esperar los 15 de rigor.
Me recuerda tanto a ella, a Roxanne. Que creo que la llamaré así, aunque sepa perfectamente que no es su nombre. Pero cada vez que observo su cuerpo me parece estar viéndola a ella. Esas tetas, esa curva que dibuja su cuerpo hacia abajo. El contorno de su cuerpo que recrea a la musa perfecta.
Voy hasta el mostrador para dejar los dos libros que he cogido. Le miro a la cara sonriendo y espero a que me los pida como siempre hace para rozarle la mano y ponerle nervioso, siempre surge ese mismo efecto en él.
Se tensa, me devuelve la sonrisa y baja la vista otra vez hacia el ordenador.
Me vuelvo a casa donde abro el primer libro y me engancho en el, perdida entre sus páginas y sus letras, envuelta en su romance y su prosa erótica que eleva mi mente a pensar en situaciones que me gustaría experimentar. Otra taza de café y empiezo a sentir el exceso de éste en mis manos, que tintinean agitando levemente la taza, así que decido que mi próxima compañía para el libro será un té.
Son las 11 de la noche, sigo leyendo avanzando casi por la mitad del libro, a este paso mañana lo habré terminado como es habitual. Por suerte he cogido dos.
Cuando me voy a dormir aquella noche, al cerrar los ojos, mi cabeza empieza a recrear las escenas que he leído, sólo que intercambian la cara por el chico de la biblioteca. Esos ojos oscuros se clavaron en mi pensamiento, la barba perfectamente arreglada con maestría llamó mi atención, igual es porque tengo pogonofilia y lo primero que miro de un tío es su barba.
Me acurruqué, me abracé a la almohada y dejé mi cabeza ir al sueño. Pero como cada noche me acercaba a él, a su mesa, le enseñaba los libros, hablábamos de ello y me explicaba alguna tontería de algún autor desconocido o que yo fingía no conocer. Me rozaba con su mano cogiendo el libro de la mía para dejarlo sobre la mesa y agarrarme la cintura, subirme la falda y agarrar mi culo apretándolo contra él.
Sentí como su miembro se endurecía por debajo de sus pantalones, cómo su respiración se agitaba cuando se posaron sus labios en mi cuello, y como una de sus manos viajó hasta la parte delantera de mis bragas y acarició por encima de la tela marcando mi rajita en ellas.
Pasó sus dedos clavándolos en mí, trazando círculos con ellos mientras mordía mis labios y me lamía el cuello.
Inconscientemente metí mi mano en mis bragas y acaricié con un dedo mi apretada entrada, sintiendo lo mojada que empezaba a estar. Subí por mi coño y con mis dedos empecé acariciarme despacio mientras con la otra mano me sobaba mis tetas y pellizcaba mis pezones.
Metí dos dedos en mí mientras con los ojos cerrados y cayendo en mi sueño me empezaba a masturbar sin darme cuenta. Tocándome cada vez con más ganas, comenzando un proceso de mete saca y caricias que cada vez me acercaba más al orgasmo. Me mordía el labio, ahogando mis quejidos mientras me revolvía en mi almohada y en las sábanas con mis movimientos desesperados por alcanzar el clímax del placer con mis dedos.
Y poco a poco llegué, sintiendo como me acercaba al precipicio y me corrí, dejándome caer cuando en mis profundos sueños él, que me tenía de rodillas sobre la cama y apoyada en la pared, me la metía desde atrás.
Me desperté con la mano en las bragas y la respiración acelerada, los pezones duros y las sábanas por los muslos resbalando por la cama.
Ese día continué con mi libro, terminándolo por la tarde y aparcándolo hasta el día siguiente, donde en lugar de empezar el segundo, decidí volver a ir y recoger otro. Y sobretodo verle a él.
Cuando entre nuevamente seguimos el proceso de siempre. Me miraba, me observaba, jugábamos al despiste entre libros y autores, nos perdíamos en el juego del romance mientras yo escogía sin percatarme varios libros que ni conocía. Él seguía mirando al ordenador, acariciando su barba y de vez en cuando alzaba la vista para observarme y sonreír. Sonreír cuando nuestras miradas se cruzaban.
Me excitaba. Recordaba perfectamente cómo me había follado en sueños y la idea de recrearlo tras estas estanterías me llamaba mucho la atención. Carraspeé.
Fui hasta la mesa donde él estaba y le pedí un libro que no estaba en la biblioteca.
- Rellena este papel, iré a buscarlo al archivo.
Después de rellenar una hoja con mis datos personales y del libro, se lo entregué, me sonrió y se fue con el papel en la mano hasta una puerta cerca al mostrador.
Se metió en un pasillo en el qué, curiosa, le seguí.
Entró por una de las puertas y me colé, sabiendo que no debía hacer esas cosas sin permiso de los trabajadores.
Mientras tanto, él…
Sé perfectamente que ha venido por jugar conmigo. Tiene otro libro que se llevó ayer, no era necesario venir con este otro. Sabe que no tiene prisa en el margen de 15 días de entrega.
He visto su cara, me he percatado del gesto de sus muslos cuando le he rozado la mano al entregarme el papel, los ha apretado, y eso sólo quiere decir una cosa. Lo estoy haciendo bien.
Su aroma me llega desde el minuto uno que entra por la puerta, ese olor a frambuesa que me perturba desde lejos y que se crece cuando llega hasta a mí.
¿Sabes lo tentador que es tener todos sus putos datos y no poderlos usar para mi beneficio? Al igual que con Roxanne me vuelve loco imaginarla desnuda tras estas cuatro paredes, cabalgando sobre mí, viendo esas grandes tetazas botar tan cerca de mi boca, rozando mi cara tan cerca para comerme una y luego otra, mientras agarro su culo para mantenerme dentro de ella mientras la empalo conmigo.
Dios, me estoy poniendo malo imaginando como me la follo.
Siento como mi polla se retuerce juguetona bajo mis pantalones y amenaza con endurecerse.
Sé que me está siguiendo, y la excitación en mí aumenta. Escucho levemente sus pisadas acercándose hasta aquí. Frena cuando entro y se queda quieta observando a través de la puerta entre abierta. ¿Qué esperas encontrar, Roxanne?.
A través de la puerta entre abierta lo veo escabullirse por las estanterías, buscando el libro que le he pedido. Abro un poco la puerta intentando y esperando no hacer ruido. Es una habitación con la poca luz que entra por las grandes ventanas que veo que dan a un patio, hay muchísimos libros amontonados en estanterías entre estrechos pasillos y hay algunas ventanas que dan a otras salas donde veo algunas personas sentadas en mesas leyendo.
Entro despacio, observando con fascinación toda la habitación. Como en la Bella y la Bestia adoro estar rodeada de historias y perderme entre miles de libros esperando ser leídos. Tanto es así que me pierdo entre mis pensamientos y emociones y camino por el pasillo que sigue a la puerta llevando mi mano por los tomos raídos y llenos de polvo, pasando los dedos mientras siseo el nombre de mis autores muertos favoritos.
Por esta razón, por estar tan metida en mis pensamientos no me percaté de que se acercó a mí y se puso a mi lado hasta que noté como el olor de su perfume me envolvía los sentidos. Saliendo de mi letargo cuando sentí su mano sobre la mía, que estaba sobre un libro de Bárbara Wood.
¿Qué haces aquí? – cogió el libro para leer la portada. – No puede entrar los lectores.
Lo siento, yo… - Intenté salir del apuro. – Me encantan los sitios llenos de libros viejos.
Aquí no sólo hay libros viejos, sino también los que llevan tiempo que nadie se lleva y que se tienen que reemplazar por otros en las estanterías. Cómo este – Y me enseñó el que yo había tocado.
<Bárbara Wood es una gran escritora de novela romántica e histórica, ¿Sabías que su primera novela ella misma la catalogó de terrible? Tenía sólo 16 años y abarcó 300 páginas.
Lo sé, su libro que es mi favorito es La estrella de Babilonia, pasé mi adolescencia leyéndolo una y otra vez.
El romance con el arqueólogo…
Fue precioso.
Y me miró, sonrió, me tendió el libro y rozamos nuestras manos cuando tendí la mía para recogerlo. Una descarga eléctrica me recorrió desde la mano hasta mi pecho, se instaló en la parte interna de mis muslos y jugueteó con mi mente durante unos segundos imaginando como su boca se apoderaba de la mía.
Pero no fue una imaginación que estuviera a escasos centímetros de mí, oliendo su colonia, sintiendo su respiración en mi boca, y notando como mi cuerpo despertaba los impulsos de lanzarme y besarle.
Pero se me adelantó. Puso sus labios en los míos con elevado cuidado, casi pidiendo permiso para seguir y me lancé a por él, besándole con ganas, despacio, sintiendo como su lengua se envolvía con la mía y nuestros labios se rozaban. Soltó los libros en la estantería de cualquier manera y agarró mi cintura, pegando mi espalda al mueble viejo de madera que tenía tras de mí.
Apretó su cuerpo contra el mío y metí mis manos en la cintura de su pantalón agarrando el cinturón para pegarlo, más aún, a mi cuerpo.
Se separó unos milímetros, susurrando en mi boca “Nos pueden ver desde el otro lado” y le respondí “Que nos vean, vivamos la historia que no debería ser contada”. Le morbo del momento por la probabilidad de que nos vieran y de que era algo que no debíamos hacer ahí nos elevó la excitación varios escalones más, llegando a notar como su polla empezaba apretarme en la parte baja del vientre.
Me cogió de la mano y me llevó hasta uno de los pasillos donde no tenía ventana directa, pero que si alguien se fijaba más de la cuenta igualmente nos verían. Me puse delante de la mesa, me sentó y abrió mis piernas colocándose en medio de ellas. Agradecí enormemente haberme puesto aquella falda ese día.
Su mano en mi mandíbula seguía el contorno de mi cara hasta mi nuca, apartando con el pulgar mi pelo de la cara para exponer mi cuello a él.
Le cedí el espacio delicado de mi piel más vulnerable a la excitación y me besó, haciendo que cerrase los ojos y gimiera despacito. “Shh… o nos oirán” Pero aquello era lo que menos me importaba y lo que más me ponía del momento. Lo prohibido, o indebido, la posibilidad de que nos pillasen en una situación comprometida.
El hormigueo que había tras mis bragas hacía palpitar mi coño de pura lujuria. Le deseaba, quería sentirle dentro de mí y que me follara como en mis sueños.
Llevó su mano al interior de mis muslos y ascendió por el hasta llegar a mi sexo, acariciando con el pulgar presionando la tela contra mi carne. Cogí su mano y la metí dentro de mis bragas guiándole en el movimiento para tocarme con sus dedos.
“Lee mis gestos, mis impulsos y escribe la historia en mi cuerpo”. Estaba muy mojada y sentía cómo sus dedos resbalaban. Se puso de rodillas y apartó la tela a un lado, acercó su boca y me dio un lametón que me estremeció. Respiré agitadamente mientras veía mi pecho subir y bajar.
De espaldas a la única ventana lejana desde la que nos podían ver, sólo se me veía a mí, sentada, de espaldas, moviendo mi cabeza y mi cuerpo en una respiración más que furiosa.
Agarré su cabeza, tiré de su pelo para obligarle a mirarme y le dije tan bajo como pude “Si sigues ahí abajo voy a correrme en tu boca”, pero su gesto fue volver a mi coño, meter dos dedos dentro de mí y cuando entraba y salía cada vez más rápido me lamía el clítoris, chupando, acogiéndolo en sus labios y volviéndome loca.
Me tapé la boca con mi mano mientras me mordía intentando evitar que el gemido se oyera por toda la habitación cuando llegué al orgasmo y me corrí en su cara. Subió con su lengua por mi cuerpo abriendo poco a poco mi camisa, dejando mi sujetador a la vista. Mordió por encima de la tela donde estaban mis pezones y los endureció, haciendo que se notasen visiblemente. Pasó la yema de su dedo y llegó hasta el pliegue para tirar de él y sacar mis tetas del sujetador.
Acercó su cara y pasó su boca por ellos, primero por uno, agarrando el pezón con su boca, lamiendo, y rozando con los dientes. Luego por la otra mientras los sujetaba firmemente con sus manos. “Roxanne…” me pareció escuchar. Ese no era mi nombre, pero ahora no me importaba, sólo quería follar con él.
Llevé las manos a su paquete y acaricié por encima del pantalón elevando su erección. Desabroché el pantalón y la saqué, subiendo y bajando por ella con mi mano mientras le pegaba más a mí.
Me levante, le agarré de los hombros y le indiqué que se agachara. Se tumbó en el suelo al lado de la mesa y me puse sobre el a horcajadas.
Restregué mi coño por su polla con fricción de abajo arriba mientras me apoyaba en su pecho con mis manos y le miraba a los ojos pasándome la lengua por los labios. Miró hacía abajo para ver el espectáculo del baile que estaba ejerciendo sobre él. Su polla empezaba a brilla con los fluidos míos y de él. Seguí el movimiento, masturbándome con su polla dura hasta que sentí como me tensaba, aceleraba el ritmo, me apretaba más aún y me dejaba ir, corriéndome sobre él.
Respiré agitada en su boca, aprovechando que me había inclinado para coger su polla y metérmela lentamente mientras le miraba y observaba en su cara el morbo y la excitación de ver como se perdía en mi cuerpo. Subía y bajaba, metiendo mis dedos en su boca para que chupara mientras me lo follaba. Agachando un poco mi pecho para acercar y rozar su boca con mis tetas, sacando él la lengua para pillar mis pezones entre el bamboleo.
Apretaba mi culo subiendo la falda hasta mi cintura y notando como mis bragas me rozaban en la ingle por no haberlas quitado.
Seguí moviéndome, hasta que un ruido nos delató, el chirrido de la madera que crujía bajo las pisadas de alguien y decidí no parar, sino moverme, muy, muy despacio mientras nuestros cuerpos se tensaban, ponía una de sus manos en mi boca y la otra en mi cuello y yo clavaba mis uñas en su pecho. Y subí, y bajé, y me lo follé lentamente mientras podíamos ser vistos en cualquier momento por alguien en total intimidad.
Salí de él, volví a rozarla por mi coño y volví a meterla, pero sólo la punta para follármelo así. Él observaba, con la boca abierta y la respiración agitada, pendiente de callarme mientras yo me empalaba sobre él. Y continué, follándome la punta de su polla y sin previo aviso me dejé caer, metiéndola hasta el fondo y sentí su cuerpo revolverse ante la embestida.
Seguí, moviéndome despacio, como si hiciera una danza celestial con mi cintura en círculos, sacándola entera para volver a bajar sobre él y cuando ya no pude más me corrí, aguantando la respiración en el último momento friccionándome contra él y clavando las uñas en su pecho mientras le mordía la mano.
Me costaba respirar, por su mordaza y por la agitación del orgasmo, pero continué, moviéndome hasta ver cómo le llegaba su turno y su cara cambió, a un estado de excitación letal, como si fuera un puto yonki colocado. Me levantó, llevó su mano a su polla y continuando el movimiento de abajo arriba se corrió sobre mi coño empapando hasta mis bragas.
Respirando ambos con dificultad y con el corazón a punto de salir del pecho nos quedamos mirándonos esperando que los pasos que habían entrado volvieran a salir.