Escort especializado

Relato número 20 de mi próximo libro, de título: “Relatos calientes para dormir mejor”, una obra con la única finalidad de entretener. Al ser un compendio de relatos de todo tipo de historias, hoy toca conocer a un escort muy particular...

Lamentablemente, siempre pasa lo mismo, quien tiene dinero puede permitirse algunas prestaciones de servicios que, quienes no lo tenemos, jamás podremos permitirnos.

No debemos ser negativos. El estado del bienestar en España, es una verdad a medias, pero en todo caso, lo que debemos de hacer todos es cuidarnos mucho, cada día más. Tener hábitos saludables, en especial, nutrirnos lo más eficientemente posible, nos ayudará a no caer en enfermedades, como la obesidad.

Antes de entrar en materia, y relatarles esta experiencia tan especial, que hace unas semanas acabo de experimentar, les ruego a todos que cuiden, especialmente, de la prevención de la obesidad infantil de sus hijos o nietos en su caso.

Sin más dilación, les cuento todo lo que llevaba en mi mente y que deseaba compartir con todos ustedes.

Me llamo Lucía,  soy fisioterapeuta, además de terapeuta ocupacional en una residencia privada de ancianos, que también admite a discapacitados de todo tipo, eso sí, que se pueden permitir pagar esos precios astronómicos para la mayoría de los mortales.

Hago casi de todo por ayudar a mis encantadores mayores en su segunda juventud, como me gusta decirles, mis “jóvenes” grandes personas.

Son como niños, además de encantadores, la gran mayoría de ellos.

Tengo cuarenta y ocho primaveras, y me encanta mi profesión.

Tengo la misma edad que José Miguel, o eso ponía en su anuncio.

Luego descubriría que tenía algunos más, aunque se conservaba impecablemente, gracias a que se cuidaba muchísimo, no por su trabajo, sino por él mismo. Comía muy sano, no fumaba, no bebía y practicaba mucho sexo, especialmente solidario, o casi. Eso según él, era una de las claves de la longevidad.

Decía que quería llegar a los cien.

Pero no me adelantaré.

El anuncio decía, textualmente así:

“SÚPER ESPECIALIZADO EN DISCAPACIDADES. Servicio en todo el país. Especializado en mujeres con alguna discapacidad física o sensorial que les impida conseguir satisfacerse plenamente por sí mismas, o que crean sentirse rechazadas por su situación. Todo tipo de servicios. Discapacidades de todo tipo. Sobrepeso, obesidad o morbidez. Situaciones temporales de invalidez. Masajista diplomado. Información preliminar por correo electrónico. Precio mínimo: 250€. Sin prisas. Mucha empatía. Educado, con saber estar. Conversador. Buenísimas manos y muy cuidado, con 48 años de edad y 10 años de experiencia. José Miguel. Contactar, primera y exclusivamente, por correo electrónico”.

El anuncio llegó a mi conocimiento por una casualidad, y al menos, al día de ayer, aún estaba publicado en Madrid, en la página de pasión.com.

Tenía muy buenas manos y muchas más cosas, ya puedo confesarles eso momentánea y anticipadamente.

Les hablaré ahora de Anabel.

Anabel, es una persona excepcional.

Cuando Anabel me autorizó a escribir a José Miguel, estaba curiosa por un lado, además de excitada por el otro, incluso yo les confesaría que, extremadamente, deseosa de conocerle a cualquier nivel, seguramente, por la falta de sexo crónico de calidad, desde hacía más de cinco años.

Anabel, es una íntima amiga de mi edad, de nuestra edad, con la que tengo absoluta confianza. Éramos, y seguimos siendo, confidentes. Nos conocemos desde la más tierna infancia. Lo sabemos todo, la una de la otra.

Nos enamoramos casi al mismo tiempo en el instituto, de dos compañeros de estudios.

Perdimos nuestra virginidad, prácticamente el mismo año.

A ambas, el amor nos traicionó a los treinta y muchos. Los hombres son así, inevitablemente, casi todos.

Ninguna tuvimos hijos, pero nos tenemos la una a la otra.

Estoy muy preocupada por ella.

Mi refugio fue mi trabajo.

El refugio de Anabel, fue la nevera.

Sí, amigos lectores, Anabel pasó en apenas un año, desde que fue abandonada por su ex, de unos 75 kilos a los 150 kilos actuales.

El sexo se nos terminó de manera inesperada a ambas, casi al mismo tiempo, y llevamos años sin disfrutar de él, aunque en diferente proporción.

Anabel, lleva años sin sentir un orgasmo real, y en mi caso, he tenido varios en la soledad de mi habitación, gracias a esos adorables juguetes, que algunas guardamos en ese primer cajón de la mesita de noche.

A ambas nos encantaba que nos practicasen sexo oral, y nuestros ex, no tenían nada de esa predilección, muy al contrario, eran ambos, simplemente, unos trozos de carne con ojos.

Orgasmos en soledad, gracias a la mente o a los juguetitos, no son suficientes para satisfacer el órgano sexual por excelencia, nuestro cerebro.

Peor lo llevaba Anabel, que no alcanzaba ni tan siquiera a poder tocarse, dadas sus enormes proporciones de volumen.

Si hubiésemos sido bisexuales o lesbianas, podríamos haberlo resuelto en nuestra intimidad, pero lamentablemente, éramos absolutamente heterosexuales, sin ganas de fantasear con otra cosa.

Solo de pensar en ello, aquello nos repugnaba, poniendo cara de asco. Nos reíamos cuando lo hablábamos.

Por cierto, no he de olvidar decirles que vivíamos juntas.

Ambas necesitábamos con urgencia un hombre que nos practicase sexo oral de calidad, y muy pronto lo íbamos a conseguir.

Les cuento...

Anabel, había perdido hasta el deseo, y solo su mente inconsciente, le recordaba en sueños sus necesidades.

Un día me lo confesó.

-           Luci, querría encontrar a alguien que pudiera comerme el coño, aunque solo sea una vez en mi vida, antes de morir... ¿Cómo hacerlo? ¿Me ayudarías?

-           ¿Qué dices? ¿Morirte? Eres aún muy joven, solo tienes que cambiar tus hábitos.

Me lo decía con tristeza, y ambas nos abrazamos llorando.

En realidad, la vida de Anabel, corría peligro inminente. Su negativa a cambiar de hábitos, le imposibilitaba hacerse una intervención quirúrgica de reducción de estómago, como paso previo a la resolución de su grave problema de peso y de salud.

Sabíamos que era difícil encontrar a alguien, especialmente para Anabel, dada su morbidez. Su situación empeoraba día a día.

Les hablaré de aquel día...

Era lunes. En el descanso del café, algunas compañeras cuchicheaban y se partían de risa. Las recién separadas siempre están buscando sexo como lobas. Mayoritariamente, necesitan sexo para paliar sus pasadas sequías. Una de ellas, buscaba contactos en una página y dio con el anuncio.

Se rieron, y lo comentaron…

Alguien dijo:

-           Un masajista para las gordas, con final feliz...

Las que me conocen, se cortaron algo, al saber la situación de Anabel.

Sentí curiosidad. Me lo enseñaron. Me quedé con la copla y cuando estaba a solas lo busqué para leerlo con todo lujo de detalles.

Parecía redactado, exclusiva y únicamente, para Anabel.

Ese fue el principio de nuestra historia. Una historia que nos uniría a los tres, durante mucho tiempo.

Excitadísima, en principio por ella, para intentar resolver su problema, aquella noche se lo comenté inmediatamente al llegar a casa. Le hablé del anuncio. Lo busqué nuevamente en Internet, en la página donde está publicado, y se lo mostré a Anabel.

Sus ojos brillaron.

Aquella misma noche, escribimos por correo electrónico a José Miguel, pues no ponía teléfono de contacto, como han podido ustedes comprobar cuando les reseñé el anuncio.

Me acuerdo que era, el pasado cinco de octubre.

La respuesta no se hizo esperar. En unos minutos, nos estaba facilitando su número de teléfono para contactar. Permítanme no poner su número, por razones obvias de protección de datos de carácter personal, aunque seguro que pueden contactar con él si lo desean. Se lo recomiendo.

Después de unos mensajes a través de WhatsApp, estábamos hablando por teléfono, y con el altavoz, incluso Anabel pudo oír su increíble tono de voz masculina, que nos parecía a ambas agradable, morbosa y excitante.

Le hablé del problema de Anabel, y empáticamente comprensivo, se ofreció de inmediato a prestarnos sus servicios, bueno, a Anabel.

Nos pareció desde el primer segundo, un hombre serio, profesional además de educado, cortés y correcto. Enseguida desechamos el anuncio como de un estafador.

Hablamos de los detalles del servicio, del precio, y del momento temporal para poder realizarlo. Yo descansaba el jueves todo el día.

A José Miguel, le pareció bien. Su agenda, aunque bastante ocupada,  era bastante flexible, según nos decía, pues la gran mayoría de sus clientes eran fijos.

Había que transferirle la mitad de los honorarios, a una cuenta que nos facilitó por correo electrónico. Nos pareció una persona de fiar, y todo quedó cerrado y acordado.

Quedamos en confirmar el día anterior, el miércoles, los clásicos datos de ubicación y dirección postal, para que pudiera llegar a casa.

Habíamos quedado en cuatrocientos euros por pasar toda la tarde con Anabel, cuatro horas completas para ella, practicándole masajes sensitivos, y especialmente sexo oral. No era excesivamente caro, aunque tampoco barato.

Sin duda, José Miguel, realmente, se merece hasta el último euro de lo que gana de esa manera profesional, tan especial y solidaria. Su servicio es absolutamente recomendable.

Puedo ahora decirles, después de la experiencia vivida, que es absolutamente recomendable.

Estábamos excitadísimas, yo también, incluso mucho más de lo que me imaginaba a priori. Quería conocer a aquel hombre con aquellas manos y aquellas habilidades. Llegué a mojar mis bragas aquella noche mientras me lo imaginaba. Obviamente, también tuve que utilizar a mi amiguito, el consolador negro, el más grande.

El miércoles por la noche, José Miguel, nos confirmó su visita para las cuatro de la tarde del día siguiente jueves. Incluso nos confirmó su salida unas dos horas antes. Él estimaba que tardaba ese periodo de tiempo en llegar desde su ciudad a la nuestra.

Aquel jueves, pasaba tan lentamente, que parecía insufrible. No tuvimos otra cosa en la cabeza.

Al fin, se aproximaba la hora. Cinco minutos antes de la hora acordada, nos mandaba un mensaje por WhatsApp, diciendo que estaba aparcando. El interfono sonaba.

Abrí la puerta del edificio. Por la cámara del portero automático, me pareció una persona alta y ciertamente, atractiva.

Mi corazón palpitaba.

Anabel, nerviosa. Llevaba toda la mañana con miedo escénico. La había tranquilizado, e incluso le tuve que hacer una infusión relajante doble.

-           Anabel, (le decía), es un profesional y habrá estado con docenas de mujeres, con casos iguales o incluso peores al tuyo. Tranquila. Relájate y disfruta.

Cuando el ascensor paró, abrí la puerta del apartamento.

-           Con permiso...

-           Adelante, José Miguel.

Era un hombre bastante alto, agradable a la vista, y con ropa deportiva. Vaqueros, camisa roja, jersey marrón y una cazadora tipo plumas. Venía con una mochila, en donde supuse que llevaría sus utensilios para los masajes.

Lo llevé a la habitación de Anabel.

Los presenté.

-           Encantado, Anabel.

Anabel, no articulaba palabra. Se había quedado bloqueada. Yo también estaba algo confusa. No sabía qué hacer.

Asertivamente, José Miguel, se puso manos a la obra. Retiró la sábana que cubría el cuerpo desnudo de Anabel. Sacó de su mochila, algunos recipientes, frascos y envases.

Yo cortada, le pregunté:

-           ¿Puedo quedarme a mirar?

Creía que me mandaría fuera de la habitación. No habíamos hablado de ese pequeño detalle.

-           Por supuesto.

Respiré profundamente, mi corazón parecía estallar.

Cuando se desnudó, y vi aquel cuerpo de hombre maduro y en forma, no pude dejar de excitarme, sin remedio notaba mis bragas húmedas. Se quedó simplemente con un bóxer negro deportivísimo de marca, que le venía como un guante.

Me hubiese gustado merendármelo allí mismo.

Sus diestras manos, empezaron a dar un masaje corporal a Anabel, que parecía mucho más que de un profesional.

Su polla se puso dura. Era irremediable ver cómo aquel paquete había crecido dentro del bóxer negro.

Anabel, cerraba sus ojos a petición de José Miguel, para que disfrutase más. Su voz armoniosa y varonil la hacía relajarse, y le aconsejaba imaginarse que estaba tumbada en la arena de una playa afrodisiaca del Caribe, con un sol cálido, una arena dorada y una brisa marina refrescante, que le acariciaba todo su cuerpo.

Los pezones de Anabel se endurecieron.

José Miguel, seguía con el masaje. Los minutos pasaban, y Anabel parecía disfrutar, por las facciones de su cara.

Anabel, abrió los ojos.

José Miguel, le preguntó:

-           ¿Quieres que me termine de desnudar, quieres tocarme la polla?

-           Si quieres mamarla, puedes hacerlo.

Anabel asintió.

No era muy mamona, pero no le desagradaba, según recuerdo de nuestras conversaciones de sexo con nuestros ex.

Con naturalidad, José Miguel, se quitó el bóxer y arrimó su enorme polla a la boca de Anabel, que lamió con deseo.

Jamás había visto un aparato sexual tan grande, con un glande enorme y brillante. El cuerpo de su grueso pene, permitía perfectamente ver a simple vista, las dos o tres venas que lo recorrían por todo su tronco.

El ruido armonioso de la boca de Anabel, con aquel chup, chup, al comerle su preciosa polla, se apreciaba claramente, en el silencio de aquella habitación.

Por mi parte, sentía mis bragas chorreando y solo deseaba tocarme, bueno, deseaba exactamente, estar en el lugar de Anabel.

Notaba, además de la humedad en mi hambrienta vagina, un ligero hormigueo que me traía por la calle de la amargura.

Los minutos se sucedían.

José Miguel, cambiaba de postura, ayudaba a Anabel a ponerse en posición más cómoda. Quería besarla, si ella quería, y además, empezarle a devorar su sexo.

Anabel, solo asentía.

Aquel maravilloso hombre, besaba tierna y apasionadamente, a Anabel. Mi coño estaba en éxtasis. Apretaba mis muslos para instintivamente, sentir presión en mi desbocado sexo.

Soy fácil de orgasmos. A veces me han salido en momentos puntuales de forma esporádica.

No dejaba de admirar las habilidades de aquel masajista increíble en todos los aspectos.

Sabía lo que hacía. Me pidió almohadas y cojines. Entre los dos, los colocamos adecuadamente, en la espalda y piernas de Anabel, suficientes para que su sexo pudiera aparecer ante aquella boca, que se prestaba de inmediato a lamer aquella cueva ya brillante, y obviamente, súper excitada de mi amiga.

Su olor al acercarme a él, era embriagador.

Al levantarme, noté una pequeña brisa íntima que aligeraba el tremendo calor de mi sexo. Gemí internamente, y deseaba a aquel hombre de cualquier manera.

Como saben, quienes conocen a personas con ese volumen, el sexo está bastante escondido.

Aquel eficiente masajista se posicionó adecuada y meticulosamente, mientras que con una de sus manos, apartaba el bajo vientre de Anabel. Aquel sexo húmedo y deseoso, aparecía frente a su boca, y empezaba a ser lamido despacio, por aquel extraordinario servidor oral.

Solo dijo:

-           Relájate, Anabel, cierra los ojos y disfruta.

-           Solo quiero preguntarte, si eres uniorgásmica o multiorgásmica. (Preguntaba nuestro invitado).

Puede tener varios, le dije adelantándome incluso a la respuesta de Anabel, que estaba como en trance.

Jamás he visto sacar un orgasmo más rápido. En segundos, Anabel, gritaba de placer.

José Miguel, seguía y seguía, con tacto, con cambios de ritmo. Besaba aquel coño, lo lamía, mordisqueaba sus labios internos. Daba unas lentas lamidas por aquel sexo, incluso bajaba a su perineo y volvía a subir hasta su pubis, que besaba y mordisqueaba sensualmente.

Anabel, no dejaba de disfrutar. Al cabo de una hora de practicarle sexo oral, se había corrido varias veces, y pedía que la dejase descansar un rato para reponerse. Alternaba masajes, con besos, con caricias. Volvía a besar su boca húmeda. Retomó su comida de sexo con absoluta dedicación, y aparentemente, con mucho placer, según podía apreciar en la cara de mi amiga.

Yo allí, cansada de estar de pie, me había sentado hacía un rato. Al cruzar mis piernas había tenido, inevitablemente, un orgasmo y mi aliento se resintió, pues no pude dejar de expresar un gemido corto. Aquella joya de hombre volvió su cara y me sonrió de forma natural. Yo, por el contrario, me enrojecí. Segundos después, volvía a correrme al comprimir nuevamente mis muslos, cerrar mis ojos e imaginar aquella suntuosa boca en mí.

Apenas habían pasado dos horas y media, y Anabel, se daba por satisfecha. Todos los posibles orgasmos que se albergaban en el interior de Anabel, habían salido de sobra. Se empezaba a resentir. Educada e inevitablemente, pedía a su masajista  que la dejase definitivamente. Ya tenía suficiente por hoy.

José Miguel, dijo:

-           Aún queda tiempo.

Me salió de dentro, sin reflexionar.

-           ¿Me lo puedes dedicar a mí?

Aquel segundo que tardó en contestarme, me pareció una eternidad, pero al final contestó:

-           ¡Claro!

Me quedé bloqueada, y en shock, cuando me miró con esos ojos de lujuria educada.

Anabel, acudió en mi rescate. (Se lo agradeceré el resto de mi vida).

-           Meteros en tu habitación, Luci.

Me cogió delicadamente la mano y nos dirigimos a mi habitación. Iba como una auténtica autómata.

Amigos. ¿Qué decir?

He de contarles todo con detalle en otro relato. Solo adelantarles que todos los meses, José Miguel, nos visita, y nos dedica toda una tarde a las dos. Eso sí, por separado… Como clientas fijas, nos hace incluso un precio especial.

Creo, que yo, soy algo más que una clienta... Creo, que él siente también algo muy especial por mí. Ya me ha hablado de su esposa Verónica, de su afición a los tríos e intercambios con otras parejas.

Mucho me temo, que mi iniciación liberal ha comenzado...

Jamás había conocido a alguien, que me hiciese una comidita de  coño tan espectacular, como él me la hace. Mis orgasmos con él, son de doce, en una escala de cero a diez.

Aquella primera vez, dejé de contarlos, pues me parecieron infinitos.

Quizás esté obsesionada de alguna manera con él, pues no dejo de pensar, casi cada minuto en él, siempre pensando en él. Pensando y pensando en él, y en todas sus increíbles habilidades, especialmente de su lengua húmeda, caliente y lujuriosa, en mi aguado sexo. Ahora mismo, al recordarlo mi coño, literalmente se me encharca.

Incluso tengo soberbios orgasmos soñando con él.

Ya les contaré...

FIN.

Espero que lo hayan disfrutado.

Escríbanme. Contestaré a todos los que deseen contarme cualquier cosa, a través de mi correo electrónico. Me encanta compartir de todo, con todo tipo de personas, incluso detalles sobre vida en general, gustos y aficiones, sin que sea que ser necesariamente sobre sexo.

Les cuento que uno de mis próximos proyectos, hay varios más,  sin más pretensiones que el de hacer disfrutar a los lectores, es un libro que tengo en marcha de título provisional: “Historias reales de cornudos complacientes”. Quiero contarles diez historias reales noveladas con escenas de sexo morboso. Llevo actualmente redactadas en borrador,  ocho historias y aún puedo integrar dos historias más si alguno de ustedes, quiere que su experiencia como cornudo o cornuda quedé para la posteridad..., cambiando obviamente nombres y ciudades.

Hasta muy pronto.

PEPOTECR.