Esclavos del Futuro I

En un futuro ficticio donde los hombres han sido esclavizados por las mujeres se desarrolla una peculiar historia entre un esclavo semental y una prestigiosa Científica.

Capítulo Primero.

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Después de dormir placenteramente 10 horas Daniel despierta en su dormitorio y tarda un poco en distinguir que solo está su cama individual con sábanas blancas, una puerta hacia en baño y una cajonera de madera color blanco. Las paredes de la habitación y el techo son blancos y la iluminación es uniforme. Él abre los ojos y solo puede escuchar en su mente: Toma una ducha rápido. Lo hace, despreocupado, por inercia, con gusto.

Después de lavar su cuerpo meticulosamente vió su pene aún con el chorro de agua templada cubriendo su cuerpo. Esta exitado, duro como una roca y elevado. Daniel era un chico en sus 20 de piel blanca, cabello rubio y ojos de color; era delgado, de cuerpo atlético y con el porcentaje de grasa corporal al mínimo, dejando lucir un abdomen lleno de músculos marcados, pectorales fuertes, piernas y brazos musculosos pero guardando las proporciones esbeltas de su anatomía. Su rostro era bello, varonil pero de razgos delicados y sin bello facial alguno más allá de cejas y pestañas. Era un Adonis en toda su expresión, y su pene acompañaba muy bien la belleza de su cuerpo: rosado, largo y grueso, acompañado de un escroto de color rosado también, sin bello púbico y pareciera que los músculos de su abdomen era solo el inicio del camino que nos guiaba a sus monumentales genitales.

Viendo su erección matutina el joven sintió la sensación natural de acariciarse, masturbarse y mitigar la dureza de su pene para alcanzar la gloria de la eyaculación; sin embargo, la voz en su cabeza apareció de nuevo: Vístete y asume tu posición, vístete y asume tu posición. Como si de un interruptor se tratase, el chico automáticamente se secó el cuerpo con una toalla blanca con una D bordada en color dorado en una esquina, aplicó loción humectante de manera sutil por su bello cuerpo y salió del baño completamente blanco hacia la cajonera de su habitación. Solo dos cajones: en el primero había un tanga de color blanco y de un material parecido al algodón, se la puso sin pensar, de manera automática; en el cajón inferior había lo único que rompía con la constante del color blanco en la pequeña habitación: un collar de piel de color negro con 4 argollas metalicas. Daniel se colocó el collar en el cuello. El extraño accesorio era elástico, sin hebilla ni orificios, una sola pieza que ajustaba de manera perfecta para no moverse pero sin afectarle la respiración ni causarle incomodidades, parecía estar diseñado perfectamente para la anatomía del joven muchacho.

Al parecer Daniel estaba listo: con un collar en el cuello y un tanga ajustado que cubría apenas su pene duro y sus bolas sin bello, además al ser diminuta la prenda se perdía entre sus perfectas nalgas separándolas perfectamente. Sin perder tiempo el chico se arrodilló justo a un metro de la única puerta, además de la del baño, que tenía aquella habitación blanca; colocó sus manos tras de la espalda y bajó la mirada al piso, donde se podía distinguir una linea de color dorado muy sutil marcando la distancia entre la puerta y el arrodillado Daniel.

Esperó cerca de 30 minutos inmóvil totalmente, apenas se notaba su respiración en su abdomen y su espalda. Justo al cumplirse la media hora se abrió la puerta corrediza electrónica de manera automática y entraron dos mujeres vestidas como enfermeras.

  • Hola Dany! Bonito día!
  • Buen día Señorita Camila. (Saludó sin levantar la mirada)
  • Querido, ya te hemos dicho que no te arrodilles tan pronto para que no te canses.
  • Perdóneme Señorita, es que me gusta estar listo temprano.
  • Eres un buen chico! (Se agachó a su nivel y le acarició el cabello rubio) Verdad que es un buen chico Mel?
  • Si, es muy obediente. (La enfermera que estaba parada en la entrada respondió de manera condescendiente)

La enfermera Camila colocó una correa metálica a una de las argollas del collar negro de Daniel y acomodó el cabello que ella misma despeinó con su caricia.

  • Estas listo Dany?
  • Si Señorita, cuando usted guste.
  • Camila apresúrate que la Doctora nos espera. (Malhumorada)
  • Tranquila Mel! Relájate ya!

Cual mascota saliendo a pasear, Daniel comenzó a caminar en cuatro patas ante el pequeño jalón que le dió la enfermera a su cadena, manteniéndose a un metro detras de las mujeres que caminaban hombro a hombro por un pasillo totalmente blanco, parecido a un hospital o laboratorio. Había muchas ventanas y puertas cerradas a lo largo de dicho pasillo, doblaron una esquina hacia la izquierda. Daniel se mantuvo mirando al piso y en 4 todo el trayecto.

  • No sé por qué fraternalizas con el esclavo Camila, te traerá problemas con el consejo.
  • Tranquila Mel, no pasa nada, el chico es inocente y lo sabes.
  • Lo sé! Pero no deja de ser macho. Además eso de estarlo vigilando cuando duerme o cuando se baña no esta bien.
  • Lo siento pero me gusta verlo, me exita ese cuerpo perfecto. Además la Dra. me ordenó vigilarlo y monitorear sus erecciones y eso hago jajaja
  • Tu encantada, verdad?? Me da asco ese pene! Viene exitado ahora mismo. Es un animal caliente solamente.
  • Tu porque eres lesbiana Mel, pero para mí que soy heterosexual me exita mucho el pene.
  • Pero por qué???, es asqueroso!!!
  • Recuerda que alguna vez los homosexuales fueron minoría y fueron discriminados! Ahora son mayoria y los hetero somos muy pocos... Me vas a discriminar a mi?? (La ve a los ojos tiernamente y le manda un besito cariñoso)
  • Tu sabes que nunca lo haría, eres mi mejor amiga y te adoro... Solo es que no comprendo.
  • Bueno, basta que ya llegamos.

Apresuraron el paso haciendo que Daniel gateara con gracia y velocidad y entraron a lo que parecía ser una sala mucho más grande que las demás. En el interior habían 4 o 5 enfermeras vestidas de blanco, con tapa bocas, cofias en el cabello, trajes de manga larga, guantes de látex y lentes de protección en los ojos. Todas tenían pantalón blanco ajustado, zapatos ortopédicos blancos enfundados en bolsas de plástico. Había una especie de cápsula aislada y sellada por puertas herméticas donde Camila y Mel no iban a entrar, solo Daniel después de que le quitaran el tanga, el collar y la cadera. Una voz femenina por un intercomunicador le dió las gracias y se retiraron. Después de que se retiraran de la sala, la puerta hermenéutica se abrió y Daniel recibió la instrucción de entrar. De nuevo otra mini sala previa al área aislada donde el joven se vió envuelto en gases desinfectantes para luego pasar por una tercera puerta y poder gatear hasta una mesa metálica en el centro del espacioso quirófano, o cuando menos eso parecía. El chico se paró y se sentó en la mesa sin que ni una de las enfermeras dejara de hacer sus labores.

  • Hola esclavo #23, cómo estás hoy?
  • Buen día Dra. Imelda, estoy bien, gracias.
  • Volviste a tener una erección al despertar verdad?
  • Si Señora (Daniel bajó la mirada apenado)
  • Ok, y durante la noche tu pene escupió líquido seminal un par de veces también (leía un reporte completo en una tablet)
  • Eso no lo sé Señora.
  • Tranquilo que nosotros te monitoreamos cada segundo. Veo que aún estas erecto.

La doctora Imelda tomó el pene de Daniel con su mano enfundada en un guante de látex y lo estrujó causándole molestias al chico pero sin siquiera prestar atención.

La Doctora Imelda era una mujer de 48 años de edad, con un cuerpo robusto tirando a gorda pero con cintura y abdomen planos, grandes tetas y caderas prominentes. Sus piernas eran gruesas pero torneadas y sus nalgas eran grandes, paradas y firmes. Su cabello negro y con un lacio perfecto enmarcaba un rostro de piel morena clara digno de una modelo. Aunque con sobrepeso la Dra. era hermosa y con un cuerpo exitante e imponente. A diferencia de las enfermeras ella no tenía tantos accesorios de seguridad: solo su cabello largo estaba recogido por una cofia, fuera de eso estaba vestida normal con una blusa blanca de botones fajada en una falda tubular negra que le llegaba a las rodillas dejando ver sus prominentes curvas, su culo grande y perfecto y sus piernas. Sobre todo eso se postraba una bata médica blanca y calzaba unas zapatillas negras de tacón alto que la hacía lucir perfecta, alta, poderosa y muy elegante. Después de palpar la erección del chico y desechar el guante de látex anotó algunas cosas en su tableta electrónica y se la dió a una de las enfermeras.

  • Ok esclavo 23, vamos a comenzar. Asume tu posición.
  • Si Señora.
  • Enfermera por favor deme el mando.
  • Si Dra. A la orden.

La enfermera le pasó rápidamente una especie de control remoto con muchos botones y la doctora les ordenó retirarse. De inmediato todas salieron por la puerta por donde llegó la Dra. Estando solos en la habitación Daniel estaba en 4 patas sobre la mesa y la bella doctora oprimió un par de botones del mando, se abrió una compuerta del techo y bajaron varios tentáculos robóticos sujetando al hombre joven de las rodillas, la cintura, pies, cuello, manos y codos elevándolo unos centímetros en el aire en la misma posición de cuatro puntos en la que estaba sobre la mesa. La Dra. activó unas llantas que tenía la mesa metalica y la quitó del camino dejando al chico suspendido a la altura de la cabeza de la doctora Imelda. De nuevo presionó otro botón y otro tentáculo bajó con una especie de pene de plástico en la punta y se detuvo a centímetros del ano de Daniel, la doctora con un par de guantes de latex nuevos en sus manos colocó un lubricante en el dildo así como en el ano rosado del esclavo 23. Al estar listo la misma doctora tomó el tentáculo y clavó aquella verga sintética en el culo del hombre rubio y tras otro comando de botones comenzó a vibrar el juguete sexual y a efectuar un mete-saca muy sutil haciendo gemir a Dany.

Al tirar el pequeño sobrecito de lubricante a la basura Imelda sonríe al ver a Daniel suspendido en el aire con su cuerpo desnudo y perfecto siendo sodomizado por esos brazos mecánicos de alta tecnología. Imelda estiró su mano hacia el cuello del chico y lo bajó, ajustando la altura de su cuerpo para que estuvieran frente a frente, el chico totalmente inmóvil por los hilos metalicos que lo mantenían en posición de perrito y le follaban el culo, mientras la doctora sonreía y lo miraba a los ojos mientra ponía sus manos en la cintura.

  • Te gusta verdad Daniel?? (Por primera vez no se refirió a él como Esclavo)
  • Si Señora, me encanta (con la voz entrecortada por el placer de la estimulación anal)
  • Me parece bien, sabes lo que debes hacer verdad?
  • Si Señora (respondió gimiendo mientras estaba suspendido del techo cual títere sostenido por los hijos movidos por el titiritero)
  • Estas cerca?
  • Si... Si Señora Imelda... Ya casi...

Imelda tomó el control y aceleró la vibración y la velocidad del mete-saca mientras tomaba de otra mesa un recipiente de cristal y de forma tubular con una tapa de plástico suave y negro. Cual bomba de vacío la colocó en la verga del esclavo y la sostuvo hasta que el chico gritó "me vengo" y su pene comenzaba a dar espasmos dentro del recipiente. Los chorros de semen comenzaron a acumularse dentro del recipiente, hasta la ultima gota. La Dra. retiró el recipiente del pene de Daniel y lo colocó en una caja sellada al alto vacío y climatizada donde lo dejó y la cerró de nuevo. Tomó el mando y bajó las revoluciones y la velocidad del dildo pero no lo sacó del ano.

  • Buen esclavo! Lo hiciste bien. Continuamos?
  • Gracias Señora (sin aliento por haber eyaculado solo con estimulación a su próstata) Usted tiene el control, yo trataré de complacerla Dra.
  • Muy bien! Así debe ser esclavo. Recuerda que eres de nuestra propiedad, solo un esclavo que sirve para una sola cosas, entendido?
  • Si Señora (comenzaba a gemir debido al taladro de goma que entraba y salía de su ano)
  • Veo que te gusta estar así esclavo, tu pene ya esta poniendose duro y acabas de eyacular!
  • Puedo confesarle algo Dra.? Solo si usted lo permite.
  • Claro, dime (Imelda se acercó a Daniel y colocó su oreja a la boca del esclavo para evitar todas las cámaras que vigilaban la sala)
  • Es usted Señora, usted me exita mucho y no dejo de soñar con usted. (Susurró)
  • Bien esclavo (ahora ella acercó su boca a la oreja del chico colgado del techo) Pronto serás todo mio Daniel, muy pronto...

La doctora regresó a la mesa y aceleró la estimulación en la próstata de Daniel hasta que tuvo una erección completa de nuevo, haciéndolo eyacular en un nuevo recipiente cilíndrico. Repitieron el proceso 3 veces más consecutivamente y el tentáculo mecánico en el ano de Daniel nunca se detuvo, solo era lubricado periodicamente y subía y bajaba la velocidad.

Tras recolectar 5 recipientes con semen de Daniel fue liberado y entregado a Camila y Melisa quienes le colocaron el collar, la cadena y el tanga para llevarlo a su dormitorio a descansar. Luego de 1 hora lo llevaron a un comedor muy grande donde comió solo. Su dieta era rica en proteina animal, verduras, vegetales, leguminosas y fruta de postre. Después de comer fue llevado de nuevo en 4 patas y encadenado como perro a su habitación. Cuando estaban por retirarse las enfermeras Daniel pidió permiso de hablar.

  • Disculpe Señorita Camila, me da permiso de decir algo?
  • Claro Dany, dime.
  • Podría ponerme un poco de crema en el ano? La sesión de hoy fue intensa. La Dra. Imelda me dijo que le comentara a ustedes cualquier molestia física.
  • Claro Esclavo #23, yo te pondré crema (respondió Mel algo molesta)
  • Gracias Señorita Melisa.
  • Ponte en 4 sobre la cama por favor esclavo.

La enfermera lesbiana se colocó guantes de latex y sacó un tubo de crema de una de las bolsas de su uniforme, tomó las nalgas de Daniel con una mano para separarlas y con la otra untó una porción generosa del medicamento en el ano irritado del chico y terminó metiendo un poco su dedo medio en el orificio rectal para asegurarse de que toda el área estuviera cubierta.

  • Tienes la verga dura esclavo, veo que te gusta esto (dijo Mel sin poder evitar sonreir)
  • Gracias Señorita Melisa, el alivio es inmediato. (Un poco apenado)

Las mujeres se retiraron dejando descansar a Daniel porque tenía programada una sesión de entrenamiento en el gimnasio como todas las tardes.

  • Eres mala conmigo Mel! Por qué no me dejaste a mi ponerle cremita a mi Dany hermoso?
  • Porque te estas enamorando de él y eso no te traerá nada bueno! Te pueden correr de aquí tonta!
  • Yo no estoy enamorada de él! Solo me exita su cuerpo perfecto (sonreía ilucionada)
  • Crees que no te escucho cuando te masturbas en casa y dices su nombre???
  • Me espías mientras me masturbo Mel??? Jajajaja te exitas verdad?
  • El punto es que no es bueno que tengas sentimientos por un esclavo!
  • Si te exito! Jajajaja admítelo me amas (dijo en tono burlón apoyado en sus años de amistad)
  • Cállate! Eres una idiota! Jajajaja

En otro edificio del complejo de laboratorios la Dra. Imelda caminaba apresurada hacia una sala de juntas con su tablet y algunos documentos. Ya no vestía su bata blanca ni la fina red en su cabello lacio, estaba arreglada para presentar su informe al consejo. La esperaban y lo sabía, sabía perfectamente que monitoreaban de cerca su trabajo en el impecable laboratorio.

Entró a la sala y en la gran mesa redonda habian 6 mujeres de diferentes edades platicando y analizando papeles, laptops y smartphones, al entrar la doctora todas la saludaron aliviadas y esperaron a que se instalara en su lugar. Fue entonces cuando una gran pantalla al fondo de la habitación se encendió y las luces se apagaron automáticamente. Imelda manipuló su tablet y en el centro de la mesa se proyectó un holograma del cuerpo de Daniel, en un recuadro estaban los testículos y el pene y en otro el de su cerebro y las conexiones neuronales del sujeto, así como algunos datos. En la pantalla gigante entró a cuadro una mujer robusta de unos 60 años de edad.

  • Bien Imelda, dame buenas noticias.
  • Buenas tardes a todas, buenas tardes Señora Presidenta. Los datos que hemos monitoreado del esclavo #23 son positivos.
  • Por lo menos algo bueno en este día de mierda! Dime más del animal ése. (La presidenta se relajó e hizo reir a todas con su último comentario, excepto a Imelda)
  • El esclavo #23, también conocido como Daniel muestra un conteo muy elevado de espermas sanos Señora. Su salud es impecable y las proyecciones nos indican que nos puede dar hasta 40 años de vida fértil.
  • Qué me dice de las erecciones descontroladas que tiene el esclavo? Se supone que el chip que usted misma diseñó podía controlar esos impulsos, no es cierto?
  • En efecto, el chip funciona de manera correcta, usted misma lo puede comprobar con sus 3 esclavos machos Señora, y todas aquí pueden dar testimonio que sus esclavos barones son dóciles, obedientes y su excitación es controlada a placer con sus mandos. (Todas en la sala sonreían y aprobaban las palabras de Imelda)
  • Exacto, ése es mi punto Imelda, si todo funciona con el resto de los asquerosos hombres, por qué tu esclavo semental tiene erecciones sin ser ordenadas por ti? Qué tiene éste... (La presidenta hizo una pausa para leer sus documentos)... Esclavo #23 que el chip de control masculino (CCM) no funcional al 100% en él??
  • Sí... Verá Presidenta (de manera nerviosa busca en su tablet sus apuntes) hay secciones del cerebro que aun no dominamos y el manipularlas es peligroso. Con el esclavo #23 estamos explorando nuevos impulsos electromagnéticos y una nueva versión del chip para corregir esos eventos inesperados.
  • Entiendo, de todas maneras lo quiero controlado. Me acaban de dar informes mis colegas de África y Asia que los esclavos con semen útil acaban de quedarse estériles. Es indispensable mantener a nuestro esclavo bien controlado, sano y produciendo. Quiero llegar a la causa de que éste animalito #23 se exite sin nuestro consentimiento, tal vez pueda hacer más cosas libremente y aún no lo sabemos.
  • Estamos trabajando en eso Señora Presidenta. Mientras tanto nuestro esclavo sigue produciendo semen saludable.
  • Ok Dra. Téngame informada de todo. Secretaria de Fuerzas Armadas, es necesario que intensifiquen la cacería de esclavos rebeldes, necesitamos a más sementales para domar, con 1 solo esclavo no es suficiente.
  • Señora Presidenta, estamos modificando nuestras rutas de cacería para atrapar más especímenes con las características que la Secretaria de Ciencias nos ha dado pero han sido escasos los hombres que hemos atrapado.

La Dra. Imelda se sentó y tomó un respiro en su lugar al terminar su participación. Estaba nerviosa, pensativa y no escuchó nada del resto de la reunión con su Líder y Jefa. Sus planes con el joven Daniel estaban desmoronándose y debía ser precavida porque un acto de traición era castigado duramente. Al terminar la reunión con el grupo de Liderezas se tomó unos minutos para platicar con varias de ellas de manera informal pero sentía la necesidad de ir a su oficina y tomar un trago para disipar los nervios que siempre aparecían al hablar con la Lider de todo el continente.

Cuando todas las mujeres muy elegantes y con varias asistentes se retiraron, Imelda casi corrió a su oficina para poder relajarse. Al entrar a una lujosa recepción en el mismo edificio se encontró con su recepcionista a quien saludó, le indicó que no estaba para nadie y que suspendiera un par de reuniones que tenía programadas para ésa tarde; pasó las puertas y literalmente corrió entre instrumentos de laboratorio, pantallas con información, máquinas robóticas que analizaban muestras de sangre, fluidos y semen; había libros por todos lados, hojas con anotaciones, proyecciones de ecuaciones matemáticas y demás información. La Dra. dejó atrás su laboratorio privado, entró por una puerta antigua de madera cerrándola por dentro, una puerta que no combinaba con las instalaciones de alta tecnología. Imelda entró a su despacho privado, lejos de todo, sin cámaras de seguridad ni puertas corredizas de vidrio; estaba sola, en privado y libre de relajarse. Se quitó las zapatillas, abrió un poco el zipper de su falda ajustada y se desfajó la camisa; liberó su cabello y sacudió la cabeza mientras caminaba hacia su asiento ejecutivo detrás de un bello escritorio de madera. Se dejó caer en la cómoda silla y se quitó el sostén liberando sus hermosas y grandes tetas lo que le provocó el suspiro de alivio que tanto necesitaba. Se reclinó y cerró los ojos suspirando.

  • Perro! Un whisky!

  • Como ordene mi Diosa. (Un hombre desnudo salió casi de inmediato de una habitación que estaba a las espaldas de la Doctora)

  • Ya sabes cómo le gusta a mamy.
  • Si mi Diosa.

El hombre afroamericano de cuerpo escultural y una verga enorme colgando entre sus piernas se dirigió a un minibar que estaba al costado izquierdo del escritorio central, sirvió un Whisky en las rocas y colocó el vaso de vidrio frente a su Ama con su respectivo posavaso para no dañar el escritorio. Al cumplir la orden el esclavo se arrodilló a la derecha de la Dra. y colocó sus manos tras la espalda.

  • Gracias perro (le dió un sorbo a la costosa bebida) me relaja tu presencia... Dime, por qué no todos los hombres pueden ser tan sumisos como tú perro?
  • No lo sé Diosa.
  • Claro que no lo sabes, era una pregunta retórica (le hablaba a su esclavo sin verlo, solo acariciando su cabeza sin cabello) eres solo un hombre domesticado. Recuérdame el día que te entregaste perro.
  • Con gusto Diosa, cuando la cacería alcanzó al grupo rebelde al que pertenecía decidí entregarme como esclavo para no seguir huyendo más y pasar hambre.
  • Y te pusieron mi chip en el cuello?
  • Si Diosa, me pusieron el chip y tomaron una prueba de sangre, orina y semen.
  • Y qué pasó después?
  • Me informaron que estaba sano pero que era estéril como la mayoría de los hombres. Me depilaron por completo y extirparon los testículos.
  • Y dime, sentiste algo con el chip? Qué cambió en ti?
  • No sentí nada Diosa, solo desperté y me dijeron que debía obedecer en todo y lo hice, nada fuera de lo común.
  • Es tan divertido hablar con un esclavo... Quisiera poder hablar con un hombre sin chip mi perrito.

La Dra. recuperó la postura y bebió el resto de la bebida de un solo trago y sacó su smartphone, abrió una app y seleccionó un perfil: "CCM perro" y tras presionar la pantalla prestó atención a su esclavo. El chico sin moverse comenzó a tener una erección en cuestión de segundos. El pene flácido que colgaba ahora parecía un tubo de acero levantandose hasta tocar su abdomen. Un par de clics más en la pantalla del dispositivo y el pene volvió a colgar totalmente suave y sin fuerza. Repitió ése pequeño juego un par de veces más y midió el ritmo cardíaco del esclavo poniendo dos dedos en su cuello, era normal. Lo dejó con el pene duro.

  • Tu eres débil, de cerebro totalmente en blanco y entregado al poder de ése pequeño chip que yo cree. Por qué Daniel es diferente a ti perro? Qué tiene que no puedo controlarlo totalmente? Por qué me vuelve loca ese hermoso chico?
  • No lo sé mi Diosa.
  • Claro perrito, no lo sabes. Eres solo un esclavo sometido (abrió un cajón del escritorio y sacó una fusta negra) ahora divierteme, quiero que rompas tu recor y te dejo lamer mi concha.
  • Será un placer Diosa (su rostro se iluminó)

Imelda dió un azote al gran pene erecto de su perro y lo hizo contar: "uno" y así continuó sin piedad golpeando bastante fuerte el miembro. Cuando había azotado más de 20 veces al esclavo hizo una pausa, acariciando el escroto que parecía normal gracias a la protesis de silicona que ella le mandó colocar.

  • Que buen esclavo eres perro, me relaja azotarte.
  • Mi propósito es hacerla feliz mi Diosa (dijo con la voz entrecortada debido al dolor en su verga)
  • Gracias perrito, en verdad.
  • No tiene que agradecer nada Diosa, para mi usted lo es todo.

Al descansar y sentirse satisfecha con las palabras de aquel hombre dominado, sometido y programado para no tener ninguna emoción solo adoración por ella, continuó azotandole el miembro. El esclavo se doblaba un poco de dolor en cada azote y la científica reía y disfrutaba las reacciones de su sirviente. Cuarenta y siete fue el último conteo.

  • Piedad Diosa, no puedo más.
  • Ok perro! Rompiste tu propio record! Felicidades. Tu premio te espera.
  • Gracias por su generosidad Diosa, es un honor para mi.

El hombre de piel negra y de unos 30 y tantos años se abalanzó sobre la entrepierna de la mujer que se subió la falda dejando ver que no llevaba ropa interior. Abrió las piernas y dejó que su hombre-perro lamiera y chupara su vagina rosada y mojada hasta hacerla gemir sin parar. Se contrajo apretando con sus muslos la cabeza del esclavo hasta correrse y llenarlo de sus jugos. Al disfrutar su orgasmo la Dra. se relajó y aflojó su cuerpo en el asiento, dejando que su esclavo personal limpiara su vagina e ingle totalmente con su lengua.

  • Detente perro, masturbate para mi.
  • Si Diosa, gracias.

El esclavo tomó su pene controlado por la aplicación móvil de la Doctora y lo estimuló desesperado aprovechando la generosidad de su dueña debido a que raras veces los esclavos eran premiados con orgasmos que no eran de manera anal. Rápidamente llegó al climax ante los ojos de Imelda. Su pene de movía de arriba hacia abajo contrayéndose durante el orgasmo pero sin eyacular nada debido a que había sido castrado como todos los hombres en cautiverio a los que se les demostraba infertilidad. Con los ojos en blanco en medio orgasmo recibió un fuerte azote con el pene por parte de su dueña causándole dolor y placer a la vez. Al terminar, Imelda terminó con la erección mediante el chip instalado en el cuello de su esclavo y se arregló de nuevo, no sin antes tomar otro trago con whisky y servirle agua a su esclavo en un plato metálico para perros, él agradeció y bebió en el suelo sin usar las manos.

  • Seguiré trabajando en el laboratorio principal perro, tu puedes descansar, te bañas y cenas. Para dormir te pondrás el plug anal, entendido? Yo me iré a casa directamente.
  • Si mi Diosa, gracias por premiarme con su presencia.
  • Esta bien, te portaste bien hoy y me ayudaste a relajarme.

La bella y voluptuosa doctora se retiró de su oficina y al pasar por su laboratorio privado buscó en las pantallas la localización de Daniel. Él estaba en el gimnasio ejercitándose asistido por una entrenadora especializada y la enfermera Camila. Dió un vistazo a la cámara de seguridad del gym y al ver al esclavo levantar las pesas en la banca plana suspiró ante los pectorales inflamados, el abdomen que se apretaba y el bulto entre sus piernas cubierto esta vez por un pequeño short de spandex blanco especial para entrenar. Se dirigió con ellas arreglando su cabello y acomodando su camisa.

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Fin del primer capítulo.