Esclavo voluntario de mi empleada.

Relato inspirado en: "De sirvienta a esclavo de su mejor amiga" de la Autora Jaqueline, que recomiendo leer, y a cuyos pies me entrego.

Preámbulo

Corría el año 2030. Tras una década convulsa de delitos, desorden y caos en la sociedad, la mayoría de los estados habían endurecido significativamente sus respectivos códigos penales.

De esta manera los delitos de lesa humanidad eran condenados con la esclavitud del reo para pagar su deuda con la sociedad. Estos eran los “esclavos estatales”, propiedad del estado, el tiempo que durase la condena (a menudo para siempre), y que normalmente se encargaban del trabajo más pesado, como asfaltar carreteras, limpieza de cloacas etc.

También existían otro tipo de esclavos, los “esclavos personales”. A esta situación se accedía por “apremio individual”; es decir por deudas, y mucha gente se ofrecía como esclavos de “gente adinerada o famosa”, y también para obtener favores. En todos los casos, los “esclavos personales” se entregaban de forma voluntaria por el tiempo que durase el contrato, la deuda, o a perpetuidad en ocasiones.

Los esclavos no tenían la consideración de ciudadanos, y carecían de derechos fundamentales: votar, acceder a locales públicos etc. Tampoco tenían derecho tener bienes materiales, todas sus posesiones pasaban a ser propiedad de su Amo/Ama. El propio esclavo era considerado un bien inmueble. A cambio el Amo/Ama debía procurar el sustento del esclavo, y no está bien visto que de mal trato al esclavo o deteriore.

Normalmente un “esclavo personal” no era habitual entre las clases medias, y solía ser más habitual entre las clases sociales más adineradas. El trato en ocasiones resultaba ser muy humillante. Todos los esclavos debían llevar un collar de acero inoxidable que los identificaba como tales, y un chip en el cuello que los identificaba como mascotas de sus respectivos dueños.

Cómo empecé a disfrutar de la sumisión.

Mi situación personal era un poco extraña. Era soltero, sin hijos, dueño de una gran corporación que había heredado de mi familia. No tenía cargas de ningún tipo y poseía una gran fortuna. Era el presidente de la compañía, pero contaba con un director ejecutivo, por lo que mi papel era representativo y firmar los documentos. Era el único accionista de este gran holding.

Poseía una gran mansión, y el mejor despacho en la última planta del rascacielos de la empresa.

No obstante me encontraba deprimido, me veía como prescindible, y como mi vida sin sentido. En ese momento conocí a Grisel. Estaba entrevistando a candidatas para el puesto de secretaria que se había quedado vacante tras la jubilación de la secretaria de mi padre.

Grisel no reunía las caracteristicas de titulación que normalmente exigimos para el puesto, pero me gusto porque la ví muy emprendedora y decidida. Además me dijo que estaba pasando apuros económicos y que le vendrá fenomenalmente el puesto.

Era un poco más joven que yo y muy elegantemente vestida, y se le notaba una mujer con clase y con bastante carácter a pesar de su situación, por lo que al final el puesto fue suyo.

Tras unos meses de un respeto estricto por ambas partes, y ella tratándome de usted y todo eso, relajamos las formas. Al final acabamos siendo amigos, y compartimos mucho rato de charlas, porque realmente no teníamos mucho trabajo.

Ella me preguntó el motivo por el que me veía siempre triste y le contesté que no encontraba mucho propósito en mi existencia. Ella me contó que era madre soltera y que muchas veces se tenía que desdoblar para llegar a todas sus obligaciones. También que tenía una hipoteca muy grande y difícilmente llegaba a fin de mes por lo que yo debía dar suerte de lo que tengo y no sentirme desdichado.

Nuestra amistad llegó a ser tan fuerte, que ciertamente me hice dependiente de Grisel. Dejamos de ser jefe-empleada, y muchas veces yo hacía sus tareas, o me encargaba algún recado. Su personalidad dominante me gustó y creía que había encontrado el sentido de mi vida.

Una mañana nada más llegar al trabajo la llame a mi despacho para soltarle la “bomba”. Ella estaba nerviosa y asustada, porque pensaba que la iba a despedir. Entonces comencé a hablar:

Grisel me han encantado estos 3 meses de estar contigo, y creo que al fin tengo un propósito en la vida. Me has iluminado el camino y ya se lo que me gustaría hacer de ahora en adelante. Al mismo tiempo quiero que tu vida sea plena y sin tantas preocupaciones.

¿Y cómo lo haremos?.

Veras… lo he estado pensando y creo que me encantaria ser tu “esclavo personal”, público y legal.

¡¡ Está loco !! Eso no es un capricho, es una cosa muy seria. Usted ha sido siempre un ricachón consentido y no está acostumbrado a obedecer, y yo tengo muy mal carácter te iba a resultar muy muy duro.

Piénsalo Grisel. Yo sería tu bien inmueble , y toda mi fortuna, mi mansión y esta compañía pasaría a ser de tu propiedad. Sin preocupaciones financieras. Yo te serviría domésticamente y te ayudaría con el cuidado de tus hijos.

No me chantajees con eso, sabes que estoy económicamente muy necesitada, pero no me parece ético… no me quiero aprovechar de ti de esa forma.

Está bien te dejo el fin de semana para pensarlo. El lúnes tú decides: si no quieres te ascenderé de cargo para que ganes lo suficiente para poder salir adelante de tus deudas, pero te cambiaré de departamento y no nos veremos más. Si decides que sea tu esclavo, llamaré al notario y a los abogados para que lo hagan efectivo..

Y así quedamos.

Pasé todo el fin de semana muy nervioso. Había echado un órdago, y no sabía si perdería a Grisel para siempre.

El lunes llegué muy temprano y estuve esperando a que Grisel llegase. Ella marcó mi teléfono…. me dio una taquicardia cuando lo oí sonar.

Descolgó muy muy seria y me dijo: llama a los abogados y al notario y que preparen los contratos.

Sellé mi destino

Nos reunimos en mi despacho junto con los dos abogados de la empresa y el notario. Grisel iba elegantemente vestida con un traje de chaqueta y unos zapatos de salón negros, más guapa de costumbre y como la presidenta de la empresa que iba a ser en unos minutos.

Los abogados estupefactos empezaron a leer el acta:

Es deseo expreso de D. Jorge XXXX , voluntariamente y en perfecto uso de sus facultades mentales, entregarse como “esclavo personal” a Doña Grisel XXXX. Por lo tanto, a la firma de este documento ante notario, el esclavo Jorge perderá su condición de ciudadano, y pasará a ser posesión como bien inmueble de doña Grisel.

Todas las posesiones del esclavo Jorge pasarán a manos de su Ama Doña Grisel, incluyendo esta empresa de la cual pasará a ser la accionista única y presidenta.

La duración del contrato se estipula a perpetuidad. Sin derecho de reventa en los primeros 10 años. La sumisión deberá ser absoluta según recoge la ley.

A continuación habló el notario: Quiero que entiendan que esto que van a hacer es perpetuo e irreversible. Abriendo un estuche mostró un collar: Este es el collar de sumisión, en él está registrado virtualmente el contrato como esclavo de doña Grisel. Lo deberás llevar siempre. Si te lo quitas por duración más de 15 minutos o te separas de él a más de 100 metros, se activará la localización GPs y serás arrestado y castigado. Una vez cerrado automáticamente se introducirá un chip de mascota en tu cuello con los datos de tu señora. Ese chip quedará emparejado con el móvil del Ama, que podrá controlar donde estés, pulsaciones, estado de ánimo etc. También liberará de forma sostenida y controlable mediante el móvil un medicamento que actuará en tu cerebro en las áreas que regulan la sumisión y obediencia…. te convertirás en un esclavo sin voluntad ninguna.

Habló Grisel: Señor notario es Jorge quien me ha insistido y rogado para que así sea. Y para dar fe de ello mi primera orden es que te desnudes delante de estos señores y firmes el contrato de rodillas.

Con gran vergüenza frente a mis empleados me quede desnudo completamente y arrodillado. Grisel muy segura de si estampó una bella firma en el documento y puso el mismo en el suelo para que lo firmase yo. Yo lo firme de rodillas. Después firmaron los abogados en calidad de testigos y el abogado guardó el documento para presentarlo en el registro de esclavos.

Grisel cogió el collar y yo sumisamente le ofrecí mi cuello. Antes de cerrarlo me dijo: por la estima que te tengo te doy la última oportunidad de renunciar y de romper los contratos. Te aviso que como Ama nuestra relación cambiara y seré dura e inflexible ¿estas completamente seguro?.

REspondí: Es lo mas seguro que he hecho en mi vida.

Grisel activó el cierre, y una aguja penetró mi cuello e insertó el microchip. Ya de forma irreversible era el esclavo de Grisel. Ella acercó el teléfono y quedó emparejado con el microchip. En el apartado del medicamento de liberación sostenida introdujo … Alta.

¡¡ tu lo has querido esclavo, bienvenido a tu nueva vida!! y yo besé esos preciosos zapatos de salón.

(Continuará).