Esclavo por contrato

Un chico pierde una apuesta con su prima y tiene que obedecerla todo el día. Sin embargo ella le traiciona y él estará obligado a ser un esclavo toda la vida y poco a poco la lista de féminas a las que debe obedecer irá aumentando.

Un día como cualquier otro sentí la mayor humillación de mi vida, y nunca esperé verme en esa situación.

Bueno, me presento, me llamo Andrés y tengo 20 años. Mis hermanas son Sara de 18 años, y Alba de 14.mi padre vive en el extranjero y vivimos con mi madre, se llama Raquel y tiene 51 años. Lo cierto es que me llevo bien con Alba, pero a menudo discuto con Sara. Son bastante feministas, hasta mi madre insinuaba que podría ayudarlas de vez en cuando, pero Alba era la más diplomática de las tres. Así que en esos tiempos cuando tenía ocasión prefería ir a ver a mi prima Irene. Tiene 16 años, siempre ha sido muy lista y graciosa, además físicamente también era muy atractiva, mide 1,78 y suele llevar zapatos de tacón, por lo cual aparenta fácilmente 10 cm más alta que yo, y me siento bastante retraído frente a ella, porque sólo mido 1,75.

Pero bueno, un viernes al salir de clase fui directo a su casa, solíamos jugar al ajedrez y ese día no iba a ser una excepción, sacó el tablero.

-      El perdedor será esclavo por contrato del otro- Dijo sonriendo.

-      ¿Ah sí, desde cuando has pensado en subir las apuestas?

-      Hace tiempo, Andrés.

Para mi desgracia, Irene me ganó, me acercó el contrato.

Espera aquí, te llamaré dentro de un rato.

Permanecí en el salón unos 10 minutos, entonces me llamó y me pidió que fuera a su cuarto.

En la cama tenía un pantalón negro, muy ajustado y sólo cubría los muslos. También tenía unas medias color púrpura y una blusa de gasa del mismo color, de calzado había sacado unos zapatos de charol color negro, quería que me vistiera de mujer. Yo estaba desconcertado, nunca le había visto con esa ropa, y ahora pretendía que me la pusiera yo. Tardé un poco en reaccionar así que...

-        A ver, has perdido la apuesta, has firmado un contrato para comprometerte a ser mi esclavo y quiero que te pongas ésto- dijo con una sonrisa maliciosa -A partir de ahora me perteneces, ¿Lo entiendes?

-        Está bien- respondí ruborizado. En cierto modo pensaba que tenía razón, pero me sentía un poco molesto por el modo que me habló.

-        Cuando te hayas cambiado quiero que vayas al salón.

Cuando llegué vi que había preparado una cámara de vídeo, empezó a maquillarme.

-        Quiero que desfiles como una modelo, con gestos muy afeminados. -dijo casi riéndose.

Los pantalones me apretaban bastante en la zona genital. No podía evitar tocarme de vez en cuando.

-        ¡He, no te toques en pleno desfile, que causa muy mal efecto!

Luego me entregó parte de su ropa interior para hacerme mas fotos y vídeos. Luego me hizo ponerme de nuevo la ropa con la que había desfilado. A partir de ese momento estaba condenado.

-        ¿Qué vas a hacer? -pregunté intrigado.

-        Muy pronto lo sabrás- respondió mientras salía del salón- Por cierto, pasarás el fin de semana aquí. No te preocupes por tu familia, están avisadas.

Unos minutos después volvió.

-        Acabo de pasar las fotos al ordenador, si haces lo que te diga mantendré el secreto. ¿Ves esto? -preguntó enseñándome una memoria flas, mientras la guardaba en una caja fuerte- Si le haces algo a mi móvil o al ordenador, aún tengo datos aquí. Ahora ponte de rodillas.

Increíble, ella pretendía que fuera su esclavo todo el fin de semana. Parecía totalmente satisfecha de tener el control sobre mí.

-        Nene, ¿Aún no has aprendido las normas? Cada vez que te de una orden responderás “sí, mi Princesa”. Por cierto, a partir de ahora me hablarás de usted. ¿Té há quedado claro?

-        Sí, mi Princesa- Respondí molesto.

Mientras paseaba por el salón, sonaban los tacones de sus zapatos y su falda larga producía ondulaciones, ella me recordaba algunas normas del contrato. Irene estaba imponente. Caminando con tanta sutileza, y obligándome a permanecer de rodillas.

-        Cuando quiera golpearte no opondrás resistencia, a partir de ahora eres mío, y haré contigo lo que me plazca.

-        Sí, mi Princesa.

-        Mientras estés en mi casa vestirás con la ropa que yo te asigne.

-        Sí, mi Princesa.

-        Cada vez que duermas aquí te levantarás a las 8:00 de la mañana, y llevarás el desayuno a mi habitación, que tú me prepararás con muchos detalles y servirás con todo el cariño del mundo.

-        Sí, mi Princesa.

-        Mientras tome alguna comida, permanecerás delante de mí, firme y en pie, para proporcionarme cualquier servicio.

-        Sí, mi Princesa.

-        Mientras no tengas ninguna obligación pendiente o estemos de paseo tendrás la actitud de un perro faldero.

-        Sí, mi Princesa.

-        Al final de cada jornada, me darás las gracias, por acogerte en mi casa- Dijo con una pequeña caricia en la cara.

-        Sí, mi Princesa.

Me recordó todas las normas que mostraba al contrato, y finalmente...

-        Ahora quiero que cocines algo para 3 personas, me da igual lo que hagas, sorpréndeme.

-        Sí, mi Princesa- Empecé a estar desconcertado.

-        Siempre nos hemos llevado bien, y nunca pensé que fuera capaz de humillarme de este modo, pero ahora creo que pretende exhibirme a su antojo.

-        Helena, mientras hagas lo que te diga no lo sabrá nadie más-  Aseguró con voz suave y agradable, mientras me daba un beso en la cara -Por cierto, ahora quiero que te pronuncies en femenino.

-        Estaba intimidado, además ahora pretendía que me llamara Helena.

Alrededor de las 10:00 había preparado la cena. Irene entró en la cocina, y me ordenó que fuera a la entrada.

-        Mis invitadas no tardarán en llegar, quiero que las recibas con el mismo respeto que me muestres a mí.

-        Que te quede claro, no tienes derechos, no tienes bienes materiales ni económicos y haré contigo lo que me plazca. A partir de ahora me perteneces.

-        Sí, mi Princesa- Respondí mientras me levantaba, para dirigirme a la entrada, siguiendo a mi prima, pues me había dicho que debía seguirla como un perro faldero.

-        Una vez allí, mientras me acariciaba la cara...

-        ¿Tienes miedo? - Preguntó nuevamente con irónica ternura.

-        Estoy molesto, pretende exhibirme delante de sus amigas.

-        Vamos, Helena, sólo lo he hecho para subir la emoción- Respondió sonriendo.

-        Sonó al telefonillo. Ella contestó sin permitir que pudiera ver la pantalla, y se fue al salón. Al momento llamaron a la puerta, abrí y cuando entraron las dos invitadas me quedé de piedra.

-        Esto tiene que ser una broma- Dije atónito.

-        ¿Una broma? Estoy segura de que tu Ama no querrá bromear contigo- Respondió la primera invitada, mientras me besaba en la cara y me entregaba su bolso y su abrigo. La que le acompañaba hizo lo mismo.

No podía creerlo, eran mis dos hermanas, de hecho, la que me habló era Sara, y ahora tenía que ser su esclavo.

-        Por cierto, Irene me ha pasado las fotos y vídeos de tu desfile. Nos hemos reído mucho. ¿Sabes?

-        Las dos se dirigieron al salón y yo fui detrás de ellas.

-        ¿No tienes que mantener la cabeza por debajo de la nuestra? -Preguntó Alba, mirándome con desprecio- ¿entonces por qué no te agachas?

-        Sí, Señorita, lo siento mucho- Asentí avergonzado. Hasta Alba se aprovechaba de mi situación.

Cuando los 4 estábamos en el salón...

-        Ven- dijo Sara sentándose -en el sofá- Túmbate con la cabeza sobre mis piernas.

Yo desconfiaba completamente, pero no tuve elección.

Vertió un líquido sobre mis ojos, me escocían mucho, también veía borroso. Intenté frotarme.

-        Helena, no hagas eso, se pasará en un omento- Advirtió Sara, acariciándome en la cara con una sonrisa.

-        No te preocupes, Helena, dentro de unos minutos dejará de escocerte- dijo levantándose del sofá.

-        Se sentaron alrededor de la mesa, mientras yo las acomodaba. A continuación, empecé a serviles la cena. Ellas me hacían fotos y vídeos, eran tres y no una.

Irene sacó el ordenador, pasó las nuevas fotos y vídeos.

-        Helena, dime el nombre y contraseña de tu cuenta de todas las redes sociales.

-        Bueno, este juego está yendo muy lejos. ¿no? -dije indignado.

No entendía nada, siempre nos llevábamos bien.

-        ¡Oye! No lo has entendido, ¿verdad? A partir de ahora nos perteneces- Recordó imperativa.

Yo acepté sin dudarlo. Entró en mi cuenta y bloqueó a casi todos mis contactos, y cambió la contraseña. Ahora lo entiendo tenía la sensación de que no tendría contemplaciones conmigo. Parecía decidida a acabar con mi vida social, y de algún modo me dejé engañar.

-        Alba me dijo que le diera el móvil para hacer lo mismo.

-        Desfila un poco, para que nos riamos- ordenó Sara -Que quiero ver en persona como lo haces.

Yo estaba totalmente humillado, intimidado y ultrajado. Ya no tenía voluntad propia, no tenía ganas ni de plantearme desobedecer.

-        ¡Oye, ponle más sentimiento, que pareces un zombi!

-        Sí, Señorita.

-        No estés tan triste, Helena, –Dijo Sara sonriendo- seguro que a partir de ahora nos vamos a llevar muy bien.

Cuando terminaron de cenar tiraron lo que sobró al suelo y me ordenaron que me comiera las sobras a bocados, me habían prohibido expresamente que usara las manos.

Sara se acercó y me pisoteó la cabeza.

-        Date prisa, se supone que eres un perro, no una tortuga.

-        Finalmente me ordenaron que les hiciera la manicura y un masaje. En todo el momento me estaban haciendo fotos, me estaban grabando. De este modo cada vez tenían más pruebas para chantajearme.

Alba me devolvió el móvil diciendo que además de bloquear y eliminar a casi todos mis contactos les había ofendido y/o insultado a algunos.

-        Así que no esperes tener muchos amigos a partir de ahora- Añadió -Así tendrás más tiempo para nosotras.

-        Sí Señorita- dije totalmente desalentado.

-        No estés triste, lo hago porque te quiero, te quiero tanto que quiero pasar todo el tiempo posible contigo.

-        Yo también quiero pasar más tiempo con ustedes, Señorita, estoy encantada de estar a sus pues.

-        Ponte de rodillas- Me ordenó Irene, paseando nuevamente.

-        ¿Por qué me hacen esto?

-        Nena, no tienes derecho a hablar ni preguntar si no te lo ordenamos expresamente, así que escucha. Vas a sentir el miedo, vas a saber mejor que nadie que es el miedo, porque le vas a abrir tu corazón, vas a dejar que entre en tu interior, para que recorra tu cuerpo. Y no sólo el miedo, también sumisión, la gratitud a nosotras, especialmente a tu querida hermana Sara, quiero lo mejor para vosotras, espero que entiendas que ella será más feliz si tú le echas una mano, ¿te ha quedado claro, sumisa? - Preguntó con un tono despectivo, y llena de soberbia.

-        Sí, mi Princesa- Yo estaba cerca de tener un shook.

Finalmente se puso delante de mi, y mientras me abrazaba teniéndome de rodillas, dijo suavizando el tono de su voz.

-        Anímate, piensa en lo feliz que vamos a ser, cuanto nos vamos a divertir y en los momentos que vamos a pasar juntas.

-        Sí, mi Princesa- dije nuevamente, abrazando sus piernas, mientras intentaba fingir una pizca de felicidad, satisfacción, entusiasmo o lo que fuera. Pero no me quedaban fuerzas para seguirles el juego.

En el último momento, la textura de su falda, el calor de sus piernas y sus brazos, y la suavidad de su voz eran confortables, tiernas, cálidas. Pero sólo de pensar en lo que me estaba diciendo, me sentía profundamente abatido. Tenían control absoluto sobre mí.

-        Ve al baño, mírate al espejo, anda.

Hice lo que había dicho, no podía creer lo que veía, de algún modo tenía los ojos... la esclerótica tenía un tono de rosa claro, y el iris un rosa más intenso. ¿cómo es posible? Entonces recordé el líquido que Sara echó en mis ojos.

Pasaron varias horas riéndose a mi costa, hasta que se hizo tarde y decidimos volver a mi casa. Irene me dejó claro que debía obedecerlas a mis dos hermana en todo, tuve que aceptar la realidad y acatar todas sus órdenes.

-        Y esto sólo era el principio.