Esclavo de la Carne II, Bernardo 03
Ahora le toca a Bernardo sentir lo que es tener una buena verga adentro por primera vez.
Esclavo de la Carne II
Bernardo 03
Luego que mi amigo Bernardo hiciera su entrada triunfal al mundo del placer homosexual cogiéndome el culo a base de bien, tomó aviada y no se detuvo más. Conmigo experimentó de todo, yo fungía como su maestro y el demostró que era un alumno muy aventajado.
Por supuesto que no se tiró a lo loco y con los ojos cerrados, no, Bernardo, un hombre tan serio y formal, no se podía meter a nada sin antes planificar las cosas bien, así era el. Debo decir que, lejos de resultarme aburrida su forma de ser, me parecía muy adecuada. Ser tan cuidadoso nos daba la oportunidades de gozar de oportunidades muy discretas en donde podíamos hacer lo que quisiéramos son temor a que la doble vida de mi amigo fuera descubierta.
En una de esas oportunidades fue que Bernardo perdió su virginidad anal, les voy a contar
Para podernos encontrar comenzamos a frecuentar un motel muy bueno y discreto en las afueras de la capital. No nos podíamos ver muy seguido para no despertar sospechas, obvio, pero si lográbamos hacerlo regularmente. Un día de esos estábamos retozando desnudos en la cama. Nos acariciábamos cada poro de nuestros cuerpos y nos besábamos cada pedacito de piel. Desde hacía algún tiempo sentía deseos de quitarle la virginidad anal, pero no quise insistirle mucho para no asustarlo, preferí esperar a que todo se diera con el tiempo. Y mi espera dio sus frutos.
Esa tarde aproveché para tocarle el ano, no era la primera vez que lo hacía, pero si la primera que trataría de llegar más lejos con él. Como siempre, su reacción fue positiva, siempre luego de un breve respingo y de una oposición de él, que era más parte de los últimos resquicios de resistencia que aun tenía de su conservadora educación.
Bernardo, luego de la impresión inicial, cerró los ojos y se dedicó a sentir mis dedos hurgando sobre su cerradito y apretado anillo anal.
Recostate aquí papito le dije, cuando estoy con un hombre me pongo muy meloso y dejame hacerte a mi
¿Qué cosa?
Tu confiá en mi dejame
Me coloqué en un delicioso 69 encima de el, cada uno mamando con fruición la verga de otro. Yo sentía cosquillas cuando su bigote y barba rozaban mi glande, el lo hacía a propósito, solo para calentarme más. Pero yo, poco a poco, iba llegando con la lengua más adentro, más abajo, hasta que logré rozar su ano con la punta de mi húmedo apéndice bucal. El pegó un fuerte suspiro, pero reaccionó bien y cooperó, dejándome trabajarlo como yo mejor sabía.
Pronto yo hundía mi lengua entre los suaves pliegues de su, hasta ese momento, inexplorado culo, mientras el respiraba con más celeridad cada vez, más profundamente. Me complacía ver como él se iba excitando un poco más cada vez, lo estaba dejando a punto de caramelo.
Me bajé de encima de él y me puse de frente, en medio de sus piernas, parado en el suelo. Lo tomé de las rodillas y se las separé en el aire, colocándolas sobre mis hombros. Así volví al sexo oral, le lamí desde las puntiagudas tetillas que coronaban aquel pecho ancho, musculoso y peludo, hasta bajar a su ombligo, en donde me entretuve breves momentos. Bajé luego a su pubis, desde donde me dirigí hasta lamer la cabeza de su verga, ensalivándola para luego meterme en la mitad de aquel hermoso tronco de carne dura.
Le lamí los huevos, de donde fui bajando hasta llegar a su culito, hurgándolo con la lengua y metiéndole los dedos. Lo desesperaba trabajándole su agujerito, lengüeteandolo, alternando con uno y dos dedos, estimulándole la próstata, Bernardo gemía y suspiraba, lo tenía volando alto en el cielo.
¡¡Juanca, Juanca!! ¡¡¿Qué me querés hacer?!! ¡¡¡AAAAHHH!!!
Tu tranquilo lo vas a gozar te lo prometo, confiá en mi
Dale haceme lo que querrás soy tuyo ¡Victoria!
Me encanta cuando un hombre tan masculino y viril, un auténtico garañón, pletóricos de testosteronas y vigor, quedan arrodillados y rendidos a mis pies, como sumisos perritos que me suplican por más placer, concretamente que les rompa en culo.
Sin perder el tiempo me enfundé un condón, me incorporé con sus piernas sobre los hombros y coloqué mi arma en posición. Bernardo cerró los ojos y respiró profundo, se relajó, yo inicié el lento proceso que me llevaría a estar dentro de él.
Poco a poco fue empujando, despacio me fui abriendo paso entre su caliente, tierna y apretada carne, que (a diferencia de mi) nunca había alojado ningún objeto adentro. Yo veía al enorme y bello macho gesticular y lo oía pujar roncamente mientras le metía mi talega.
¡¡¡AAAAAGGGHHHHH!!! ¡¡¡AAAAHHHHH!!! ¡¡¡OOOOOUUUHHHHMMMM!!! gemía roncamente Bernardo.
¡¡SIIIII!! ¡Si, lo estás gozando! pero vos decime si te duele
¡¡NO, NO DALE, MÁS, ME GUSTA, ME GUSSSTAAAAAAHHHH!!
Disfrutaba enormemente oírlo gemir así, ya les dije por qué. Logré penetrarlo hasta el fondo y que me quedé quieto por un rato, quería darle tiempo a que se acostumbrara. Entonces, comencé a sodomizarlo, con suaves embestidas y alargando el encuentro lo más que podía. Él, completamente rendido, se dejaba hacer mansamente mientras se masturbaba con fuerza hasta terminar sobre su pecho y vientre abundantemente.
¡¡¡¡¡AAAAAAAOOOOOOOOGGGGGGHHHHHH!!!!! rugió cuando de su poderoso miembro comenzaron a salir largos y abundantes chorros de semen que lo manchó todo.
Me lo cogí como por 15 minutos, cambamos de pose varias veces y él no dejó de pedirme más. Y cuando lo tenía en 4 patas en el suelo, alcancé mi delicioso clímax, que derramé entre gritos sobre la peluda y rbusta grupa de mi macho.
¡¡¡VOY A ACABAR BERNARDO!!! ¡¡¡VOY A ACABAR!!!
¡¡¡ÉCHAMELO TODO ENCIMA JUANCA!!!
¡¡¡AAAAAAAAAUUUUUUUUUGGGGHHHHHH!!!! grité cuando el primer chorro de semen salió de mi pene y se estrelló contra su ancha espalda.
Así fue que terminó aquella increíble cogida en que mi amigo Bernardo me entregó su virginidad anal. Luego de eso nuestra relación continuó, pero nunca pasó a nada formal, en parte porque el no podía dejar por un lado su familia, lo que quería decir que jamás podría salir a la luz que condición de gay; en parte también por la vida tan liberal y disipada (tengo que admitirlo) que yo llevaba, nunca he podido tener un solo amante, siempre tengo varios.
Así pues, Bernardo y yo continuamos viéndonos por muchos tiempo, siempre furtivamente, pero satisfaciéndonos como solo nosotros sabíamos.
Pero esas son otras historias, muchas gracias por su atención.
Fin.
Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.
Juan Carlos.
(Garganta de Cuero).