Esclavo de la Carne II, Bernardo 01

Bernardo era la padre de uno de mis alumnos más conflictivos, un hombre muy amable y bueno, pero víctima de una represión terrible, que yo me encargaré de romper.

Esclavo de la Carne II

Bernardo 01

Mi trabajo como maestro me ha llevado a tener las mejores experiencia de mi vida, es una labor que no solo me llena y satisface, sino que me ha ayudado a alcanzar mi realización personal. Claro, cuando me decidí por esta noble carrera no pensaba en hacerme rico ni nada por el estilo, ya que esa no es la realidad de la docencia, sencillamente era puro amor al arte, como dirían algunos amigos míos. Me volví maestro por vocación, y por ninguna otra razón.

¡Pero qué maleducado soy! Perdónenme por no presentarme antes, mi nombre es Juan Carlos Ovalle, soy guatemalteco y un hombre maduro ya, veterano de cientos de batallas con la vida.

Quiero en este momento aclararles un punto: siempre he sido de la opinión de observar seriamente la ética en el trabajo y en la vida… una opinión que, casi siempre, ha ido riñendo con la realidad de mi vida. ¿Por qué les digo esto? Pues porque soy bisexual, sexualmente muy activo, y el título de este relato es "Esclavo de la Carne" .

Les juro que siempre he tratado de separar mi vida sexual de mi vida profesional, pero de verdad no puedo, de verdad soy un esclavo de la carne. Si no es una cosa, es otra, pero siempre termino cayendo de nuevo.

Por ejemplo, era mi tercer año como profesor de matemáticas con muchachos de 1ro y 2do básico, o sea entre 13 y 15 años. Había tenido problemas con una clase especialmente conflictiva. Eran haraganes, desvergonzados, beligerantes y, en una palabra, una mierda de alumnos. Ya le habían faltado al respeto a varias maestras y a mi me querían hacer la vida imposible. Como no dejaban el desorden en mis clases, opté por dar por punto visto un tema importante. Luego fracasaron estrepitosamente en los exámenes y ahora los padres venían conmigo a preguntar que "¿Por qué trato mal a sus nenes preciosos?".

Je, je, los padres de familia, en la mayoría de los casos, no pueden ni imaginarse que sus hijitos queridos puedan llegar a convertirse en verdaderos monstruos. Por eso, cuando la dirección y otros catedráticos les mostramos la larga lista de sus fechorías, no daban crédito. Los más sensatos, dejaron de pelear, los menos siguieron oponiéndose a los castigos.

Pero había un caballero en particular que me llamó mucho la atención, no por lo guapo que era, sino por otras razones. Era el padre de uno de los muchachos más conflictivos del grado, que seguramente se iría expulsado del colegio a final del año por sus malas notas, si no lo echaba la dirección antes por su terrible conducta. Tenía una mirada triste, melancólica, a medida que escuchaba las quejas que tenían los maestros de su hijo y de sus amigos. Pensé que esa mirada solo acentuaba más el color celeste de sus ojos, tan fríos y sombríos.

Al finalizar la reunión, el mismo buscó a todos los profesores para pedir disculpas por su hijo y ver de qué manera lo podían ayudar. Él estaba muy preocupado que pudieran expulsar a su vástago, no quería ese final para el.

Su nombre era Bernardo Alonzo, tenía 40 años y me dejó impresionado cuando platicamos. Era alto, como de 1.80, de piel blanca, ojos celestes, nariz pronunciada pero fina, boca pequeña, guapísimo en una sola palabra. Tenía cabello castaño claro que empezaba a mostrar algunas canas, estaba vestido totalmente de saco azul y corbata celeste, sobre una camisa de algodón blanco, muy elegante el señor. Era justo mi tipo, me gustan los hombres limpios y aseados, muy ducados y que huelen a lociones caras.

Bernardo no quería que su hijo se fuese expulsado, pues la institución era una de las mejores de Guatemala y el sabía que si lo echaban, el muchacho se pondría peor y temía por su futuro. Le ofrecí mi ayuda y buscamos la manera de corregir al muchacho.

Por tal razón comenzamos a mantener una comunicación cada vez más estrecha. Les juro que yo solo quería ayudarlo con su hijo, nada más. Aunque en el fondo no me molestaba para nada la idea de que algo más pasara.

Conociéndonos cada vez mejor, terminamos por compartir algo más que una simple relación entre maestro y padre de familia, nos hicimos amigos. Compartíamos nuestras vidas y comenzamos a mostrarnos tal y como éramos. Por ello, y por mi intuición, y algunos rasgos de su forma de ser, comencé a pensar que era gay, pero no le decía nada, no fuera que me equivocase.

A tanto llegó nuestra confianza, que más o menos a finales de ese año escolar, le confesé que era bisexual. Mi amigo se quedó en silencio, pensativo, no estaba acostumbrado a relacionarse con personas de mi orientación sexual, pero no me dijo nada, era muy respetuoso.

Más o menos un mes después, en enero del año siguiente, me invitó a ir a su casa en el puerto, antes que un nuevo año comenzara. Solo fuimos los 2, ni su mujer ni sus hijos lo quisieron acompañar. Había ese día una fiesta en la urbanización donde tenía su casa, y lo convencí de ir. Sacamos a una muchachas a bailar y la pasamos muy bien, pero nos excedimos un poco en las cervezas, ninguno de los 2 acostumbra tomar y nos pegó. No estábamos borrachos, pero si muy alegres y desinhibios. Lo cual ayudó a lo que pasó a continuación

Regresamos y nos sentamos en la sala de su casa, una habitación grande, amplia, llena de lujos. Ahí, felices de la vida y como a la 1 de la mañana, comenzamos a hablar de un montón de cosas, hasta que su semblante se puso serio, triste, le pregunté que qué tenía y me respondió.

Mi esposa me engaña desde hace años Juan Carlos. – me dijo, dejándome mudo, no sabía qué decirle para hacerlo sentir mejor – Ayer encontré cartas de amor de un tipo para ella

Lo siento mucho Bernardo

No lo sintás por mi relación, sino por mi vida, por ser tan idiota… ¡por haber perdido tantos y tantos años! – mi amigo estaba a punto de romper en llanto – Cuando leí esas cartas sentí que toda mi vida nunca tuvo sentido y que era un desperdicio.

No es cierto vos, no es así

A vces así parece

¿Y qué hiciste?

Nada… no vale la pena, pues luego me di cuenta que me dolió por mi, como ya te dije, pero poco me importó lo que ella estuviera haciendo. Realmente me dolió darme cuenta que jamás la llegué a amar en verdad, ella no me dejó. – qué duro darse cuenta de ello, a los 27 años que tenía ni me imaginaba lo que se sentiría aquello.

Bernardo cambió de tema, me dijo que ya era suficiente de sufrir por una mujer que no valía la pena y que no me invitó para ponerme triste por su vida. Seguimos platicando amenamente de cualquier cosa, hasta que tocamos el tema del sexo. El, bromeando, me insinuó si no me habían gustado algunos de los hombres presentes en la fiesta.

¡Claro que si, esos turistas gringos estaba bien buenos!

¡Ja, ja, ja!

Me los quisiera comer

¡O que te coman, je, je, je!

¡Si, mejor eso, ja, ja, ja!

¿Y cuál te gustó más? El más alto, ¿verdad?

¡Ja, si era el que mejor estaba! ¡Solo mirale los brazos! ¿Cómo supiste que el altote fue el que más me gustó? ¿Cómo que ya conocés mis gustos, no? – le pregunté en tono jocoso, pero el hizo silencio y se puso serio.

No fue por eso… es que es el que más me gustó a mi.

Me quedé pasmado, acaso mi amigo estaba aceptándome que también le gustaban los hombres? El también se quedó en silencio, su rostro tomó un tono sombrío, una mezcla entre tristeza e ira.

Durante muchos años lo oculté, toda mi vida traté en engañarme, y cuando finalmente acepté mi verdad, ya no había marcha atrás, ya estaba casado y con hijos. Por ello me dolió más la traición de mi esposa Juanca, por ella negué todo lo que sentía, lo que quería y deseaba. Por ella m negué a mi mismo

Bueno… me siento halagado que me lo hallas confesado a mi

Si, creo que solo tu me podría comprender, solo tu… nunca pensé poder decírselo a alguien, ahora me siento desahogado, tranquilo, como con un peso menos sobre mis hombros.

Si, te entiendo, poder sacarnos algo como esto de adentro es un enorme alivio.

Si… si… – y luego de otra pausa, como para tomar valor, me dijo – cómo es tener relaciones con un hombre?

Pues… pues… no sabría como decirte. Es… distinto, con una mujer generalmente uno tiene el control, las cosas son más suaves… no sé, no sabría como decirte

Me gustaría mucho probar… – ¡¿qué?!, ¿acaso mi amigo se me estaba insinuando?

¿Cómo?

Si… me gustaría mucho probar, desde siempre he tenido curiosidad. – me dijo rojo como un tomate.

Nos quedamos en silencio unos minutos, yo aun muy sorprendido y el a la expectativa, esperando a ver mi reacción. Al principio no sabía ni qué hacer, pero al darme cuenta que él no despegaba sus hermosos ojos celestes de los míos, supe cuál debía ser mi próximo movimiento.

Me levanté y me senté a su lado, el estaba en un amplio sofá, por lo que quedé justo a su lado. Comencé despacio a acariciarle una pierna, mientras hacíamos como que seguíamos platicando.

Y decime, ¿qué cosas exactamente te dan más curiosidad de hacerlo con un hombre?

Pues… no sabría decirte… quisiera probarlo todo

Se veía tenso, muy nervioso, varias veces se le rompió la voz y hasta lo vi como temblando. En cierto momento pensé que se echaría para atrás, así que decidí no perder más tiempo. De un rápido movimiento le bajé las bermudas hasta medio muslo (solo llevábamos eso y simples playeras)dejando afuera, y bien parado, un largo y grueso pene enrojecido, venoso, circuncidado.

No le di tiempo ni de sorprenderse, me lo metí rápidamente a la boca dispuesto a poner toda la habilidad adquirida a través de los años en el sensible arte de mamar vergas. Comencé con el glande, redondo y ancho, lamiéndolo y succionándolo suave y lentamente, pero sin detenerme, mientras masajeaba vigorosamente el resto del falo.

Bernardo tenía los ojos en blanco, respiraba agitadamente y se agarraba con fuerza al asiento, hasta me dio la impresión de que jamás en su vida le habían dado una mamada. Noté como su respiración se iba acelerando cada vez más, como su pecho se hinchaba e inflaba cada vez más, así como su pene dentro sobre mi lengua. sabía que estaba a punto de alcanza al clímax, por lo que me empeñé en mamar con más ímpetu, buscando beberme ese anhelado líquido del que soy tan aficionado.

¡Juanca, Juanca! ¡¡¡VOY A TERMINAR, VOY A TERMINAAAAARRRGGGHHHH!!! – Bernardo estalló en un mar de semen que rebalsó mi boca, en medio de gritos y estertores de placer - ¡¡¡¡AAAAAGGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOOHHHHH!!!!

La descarga fue tanta que no me cupo en la boca, ni tiempo de tragármelo todo me dio, por lo que una tercera parte se me salió por la comisuras de mis labios, escurriendo por mi barbilla y cayendo hacia mi cuello.

Me levante un poco y me vi en un espejo que Bernardo tenía en la sala, me encanta ver como me dejan los machos con los que cojo, me hace sentir sucio y excitado. Y verme la boca y barbilla todas chorreadas de semen no fue la excepción.

Volví a su lado y me senté junto a el, mi amigo se veía perturbado, estaba sudoroso y muy nervioso. Me volví a llevar a la boca su hermoso pene mientras me masturbaba el mío, quería volverlo a poner duro para sentir su rigor dentro de mi. Poco a poco logré ponerlo medio duro. Detuve mi felación, seguí relamiéndome la boca y los labios y, sin dejar de verlo a los ojos, le pregunté:

¿Te gustó?

Mucho… – me dijo casi sin voz.

Podemos seguir si querés

¿Y qué más vamos a hacer?

Lo que tú querrás… hoy soy tu puta, solo tuya

Lo tomé de una mano y lo puse de pié, le terminé de quitar las bermudas y le saque la playera, dejándolo totalmente desnudo con ese cuerpo de hombre maduro que se cuida que el tiene, velludo y bien formado. Lo tomé de a mano y lo guié hasta la habitación, dispuesto a darle la noche más intensa de su vida.

Continuará

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.

Juan Carlos.

(Garganta de Cuero).