Esclavo de la Carne (05)

Juan Carlos crece y se hace todo un hombre, libre para continuar viviendo su vida a su manera. Ahora, conoce a Rafael.

Esclavo de la Carne 05

Mi vida continuó con su rumbo, a los 17 años estaba confundido respecto a mi sexualidad, siempre me consideré gay, pero desde aquella vez con doña Berenice, ya no sabía si prefería una hermosa y dura verga o una tierna, cálida y húmeda vagina. Por otro lado, ese mismo año Francisco, el Piojo, se fue de su casa. se largó con un noviecito que tenía, un hijo de puta que solo lo usaba, o más bien, la usaba, pues ahora nuestro amigo ya prácticamente había abandonado su identidad masculina por la de Diana.

David y yo nos sentíamos culpables, nuestro amigo se había ido y nosotros no hicimos nada por detenerlo. Es cierto, aquella era muy su vida y por más que le dijimos, el nunca nos escuchó. Pero igual seguíamos sintiendo que pudimos haber hecho más.

Ni hablar de continuar con mi relación con su madre, doña Berenice se sintió morir cuando su amado hijito abandonó el seno familiar. Se culpaba por ello.

Así pasó ese año, luego vino el siguiente, y con el, mi graduación del colegio. Ese fue un acontecimiento familiar de dimensiones épicas. Yo, el consentido de mi papá, el segundo hombre de la casa, se estaba graduando, por fin me estaba haciendo hombre. Aunque en el fondo, al igual que David, tenía un sabor agridulce en la boca, pues ese año también se hubiese graduado el Piojo.

También ese mismo año, terminé mi relación con Luis. Su esposa comenzó a sospechar que el tenía una aventura, claro, no con un hombre, pero ya sospechaba algo. Sin embargo, cierto día fue atropellada en el anillo periférico, yendo a parar al hospital de gravedad. Por un milagro se salvó, pero quedó con muy mala salud, Luis comprendió que si algún día ella se llegase a dar cuenta, se moriría. Por mutuo acuerdo, decidimos ponerle fin a lo nuestro.

Así, por primera vez en mi vida me encontraba solo, es decir, sin pareja, y decidí gozar de mi vida de soltero. Ingresé a la universidad y conseguí un empleo como agente de ventas de una empresa de pinturas. A veces me tocaba irme por varios días de viaje, por lo que pude conocer muchos lugares de mi país y hacer muchas amistades. Con varios y varias de ellas legué a tener algo.

Por ejemplo, ya saben sobre algunos de mis amigos rancheros, si es que leyeron la anterior serie de mi hermana titulada "Fin es Comenzar otra Vez". Allí conocieron a Rafael, un hermosos ejemplar de lo que el oriente de mi país puede ofrecer. Alto y fuerte, de tez tostada por el sol, ojos almendrados, peludo como un oso, cara amable y mirada aniñada, todo un adonis en estado salvaje.

Me atrajo de inmediato desde la primera vez que lo vi, aunque realmente no era 100% de mi tipo, pues prefiero a los hombres con apariencia limpia y sofisticada (como un ejecutivo o un profesional) a los machotes salvajes, duros y bruscos. Pero bueno, tampoco me iba a quejar, y menos luego de la suerte que tuve, pues, ¡oh, suertudo de mi!, era el hijo del dueño de una gran ferretería en Zacapa, a la que yo le vendía producto. Forzosamente tenía que verlo cuando fuera a venderle.

Terminamos en la cama cierto día, de agosto, en el que, luego de cerrar una venta con su padre, me invitó a tomarnos unas cervezas. Yo no estaba seguro que a el le gustaran los hombres, así que decidí irme con tiento, los orientales son algo machistas y tienen fama de violentos.

Pero bueno, eso no pasó con Rafa. El era un hombre muy amable y agradable. Estábamos platicando y tomando cerveza, no nos decíamos nada ni nos lanzábamos indirectas, solo nos veíamos directamente a los ojos, suficiente para comprender las intenciones de los 2: comernos mutuamente. Armándome de valor, le lancé un mensaje más que claro: "Rafael, vos me calentás, quiero coger contigo".

Rafa abrió los ojos como canicas y se puso algo rojo, claro, no tanto como yo estaba. Pero recuperando el control, me respondió volteando a ver su carro, una camioneta Blazer, algo vieja, pintada de rojo. Yo comprendí de inmediato.

Pagamos las bebidas y salimos, no sé quién de los 2 estaba más nervioso. Entramos a su carro y comenzó a manejar, me preguntó que si no me molestaba que me llevara a su finca, que allí íbamos a estar mas a gusto y sin el peligro de ser vistos. Le dije que no importaba.

Su carro era grande y amplio, no tenía asientos en la parte de atrás, por lo que lo podríamos usar para coger con toda comodidad. Y mientras tanto, entrábamos a un camino de tierra, y luego a otro, hasta que llegamos a un pequeño bosque en donde metió su vehículo. El corazón me latía a mil, la diversión estaba a punto de empezar.

En cuanto paramos, Rafael empezó a desnudarse con impaciencia. Yo hice lo mismo y ambos quedamos los dos en pelotas. Debo agregar que desnudo era un espectáculo aun más impresionante, aunque no era totalmente a mi gusto como ya dije, su gruesa pelambrera no me hacía sentir nada extraordinario, la verdad. Pero el, con el cuerpo impresionante que tenía y ese rostro bello, no me daba razones para quejarme… y menos cuando vi esa vergota deliciosa (22 cm). De me lancé sobre ella.

Arrodillándome en medio de sus piernas abiertas (sentado en la parte trasera de su carro), le chupaba el banano con todo el arte que, durante años fui acumulando. A cada nuevo lengüetazo, aquel enorme falo iba engordando un poco más cada vez.

¡Qué verga más rica! – le decía a cada chupetón.

Rico estás vos mano. – me respondía - ¡Qué culo!, ¡me encanta ese culito moreno y durito!

Se la mamé por un buen rato, unos 15 minutos, llevándolo al borde del orgasmo y luego deteniéndome, quería volverlo loco. Entonces me detuvo y me dijo que ya no aguantaba.

¡Te quiero coger ya!

Dale pues mi vida, cogeme con ganas

Sacó un condón de una maletita que traía y se puso un condón que de allí sacó. Mientras, yo lo esperaba colocado en cuatro patas, con mi trasero apuntándole a el y separándome las nalgas con una mano, mi ano parecía suplicarle que se lo cogiera.

Se aproximó manipulando su grueso pene y lo puso justo sobre mi hoyito, restregó el glande varias veces sobre este mientras me agarraba y apretaba las nalgas, que definitivamente le gustaban.

Te voy a hacer mi puta… vas a ver como te voy a dar

¡Pero dale ya! – le exigí, pues ya quería que me la metiera y, la verdad, no me gusta que me hablen así, supongo que es otra de las razones por las que los machos no me atraen mucho.

Llenó de vaselina mi ano, metiéndome varios dedos dentro de el. ¡Qué rico!, esa sensación de tener un par de dedos grasosos hurgándome adentro me enloquece, sentir como me abren… ¡puta madre!

Por fin reemplazó sus dedos con su falo, dejándome ir hasta el fondo, penetrándome a un ritmo constante, sin correr pero sin detenerse. Y yo sentía una deliciosa sensación de cosquilleo que nacía en mi vientre y se esparcía por todo mi cuerpo. ¡Qué sensación! Con las mujeres lo importante es el grosor del miembro, pues un miembro gordo garantiza un vigoroso frote por todo su canal vaginal que, eventualmente, las enloquecerá. No digo que el largo sea irrelevante, porque no lo es, pero para un hombre, un pene que logre masajearle la próstata es el ganador definitivamente.

Rafa inició una cogida increíble, acelerando sus metidas a ratos, enlentenciéndolas otros, me estaba enloqueciendo. Su mete y saca estaba haciéndome gemir de placer. Pensé en masturbarme, pero prefería llegar al clímax solo con ese dulce tratamiento anal.

Cada vez Rafa me la metía más rápido y duro. Sujetándome con fuerza de la verga con la mano derecha, con la izquierda me abrazaba por el pecho, apretándome el pezón derecho, jaloneándolo y pellizcándolo un poco. Me dejaba caer encima todo su peso sin dejar de masturbarme. Por mi parte trataba de sostenerlo con los brazos, lo cual no era muy fácil pues Rafael era un tipo bastante más alto y corpulento que yo. Y mientras, mi verga estaba que explotaba.

¡¡¡YA CASI, YA CASI!!!

¡Dale Juanca, dale!… ¡¡ORGASMEATE CEROTE!!… ¡¡¡YO TAMBIÉN YA VOY!!!

¡¡¡YA!!! ¡¡¡YA!!!… ¡¡¡¡AAAGGGGHHHHHHH!!!! ¡¡¡¡QUERIIICOOOOOOOOO!!!!

¡¡¡¡OOOOOOOGGGGGGHHHH!!!!… ¡¡¡¡AAHH!!!! ¡¡¡¡AAHH!!!! ¡¡¡¡AAHH!!!!

Rafael me la metió hasta el fondo empujando con fuerza, agarrándome de las caderas y gimiendo como loco, mientras yo derramaba mi semen sobre la alfombra roja de su camioneta. Los 2 bufando como toros embravecidos, ¡qué rico!, aquello se terminó cuando, abatido por el placer, el poder de mi orgasmo y su peso, me derrumbé sin fuerzas, con el aun sobre mi cuerpo.

Jadeando y sudando, sentía la cálida respiración de mi amante sobre mi cuello, perfumada por un suave olor a cardamomo, producto que el cultiva en su finca y que le encanta masticar. La verdad me gustó su aliento, desde ese día me hice aficionado al té de cardamomo.

El rodó a mi lado y me abrazó, poniéndose a acariciarme la espalda, eso me gustó mucho. Pasaba sus gruesas manotas, algo calludas, por todo lo largo de mi grupa, acariciándome las nalgas sin pellizcarlas ni apretarlas, solo sintiendo su tersura. Como dije, esas caricias me gustaron mucho, mucho. Tal vez por eso no me es demasiado fácil hallar amantes que me satisfagan plenamente, pues la mayoría son hombres toscos y burdos… machos, y como ya he dicho antes, estos no me atraen mucho pues casi siempre se preocupan solo de su placer… y muy rudamente, por cierto.

Luego de descansar un rato e intercambiar palabras en un diálogo bastante amistoso, nos volvimos a trenzar en besos y abrazos. Mi semen estaba embadurnado en mi vientre, pues caí sobre el, y Rafael me puso a lamerlo, aquello me calentó mucho inmediatamente. Fue bajando con las lamidas poco a poco hasta llegar a mi verga ya parada, metiéndosela a la boca. Rafael era un buen mamón, aunque a veces chupaba con mucha fuerza. Acariciaba mi glande con la lengua mientras succionaba y me acariciaba los huevos con las yemas de los dedos.

Entonces fue que recordé una cosa que aprendí cuando apenas tenía 14 años, entre más macho sea un hombre homosexual, más goza con que se la metan por el culo. Parece una paradoja, pero es cierto, casi todos los hombres que gritaban a los 4 vientos lo machotes y rudos que eran, gemían como verdaderas putas cuando alguno de mis amigos se los cogían por el culo. Yo nunca lo había probado, pero no perdía nada con intentarlo, con Rafa lo peor que me podía pasar era que me dijera que no. En todo caso, otra cogida no le caía mal a mi culito.

Mientras el me la chupaba, yo me fui recostando de costado a su lado y con mi cara hacia sus genitales. Pronto estábamos haciendo un delicioso 69, parecía una reñida competencia entre 2 profesionales que se batían fieramente por ver quién era un mejor mamavergas. Pero cada vez, despacio, me iba haciendo un poco más hacia delante, de manera de acercarme a su ano y que el hiciera lo mismo. Rafael cooperó conmigo y pronto yo hundía mi lengua entre los suaves pliegues de ese su órgano, mientras el hacía otro tanto con el mío.

Lentamente me fui posicionando encima de el, hasta que quedé prácticamente sentado sobre su cara y el con las caderas en alto y el cuerpo arqueado para dejarme chuparle hasta el alma. Un 69 anal, fuerte, profundo, apasionado, podía ver como el se iba excitando un poco más cada vez.

Al cabo de unos 10 minutos me bajé de el, pero no lo dejé cambiar de posición. Me puse frente a el y lo tomé de las piernas, separándoselas más. Sus piernas quedaron abiertas y en alto, así, volví al sexo oral. Le lamí desde las puntiagudas tetillas que coronaban aquel pecho abultado, ancho y peludo, hasta bajar a su ombligo, con el que jugaba con la lengua. Bajaba a su pubis y lamía la cabeza de su verga, ensalivándola para luego ponerme a frotarla mientras le lamía el ano de nuevo.

Lograba meterme en la boca la mitad de aquel hermoso tronco de carne dura. Le lamía los huevotes bajando hasta su culito, hurgándolo con la lengua y metiéndole los dedos. Lo desesperaba trabajándole su agujerito, lengüeteandolo, alternando con uno y dos dedos, estimulándole la próstata, Rafael gemía y suspiraba, lo tenía volando alto en el cielo.

¡¡¿Me vas a coger o no cerote?!! – me dijo sacándome un poco de concentración - ¡¡Ya no aguanto desgraciado!! – terminó diciéndome para mi enorme placer de ver a un semental como ese rendido y a mis pies.

Eso me encanta, dejar a los sementales y garañones, pletóricos de testosteronas y vigor animal, arrodillados y rendidos a mis pies, como sumisos perritos que me suplican por más placer.

Como rayo me enfundé un condón, luego me puse sus piernas sobre los hombros y, arrodillado, le abrí las nalgas y le metí mi arma. Rafael se sorprendió que no necesitara vaselina para facilitar la penetración, pero así de bueno había sido mi trabajo.

El enorme y bello macho pujaba roncamente mientras mi talega se abría paso entre su caliente, tierna y apretada carne, se notaba que no acostumbraba a alojar objetos allí dentro como yo.

¡¡Si!! ¡¡Si!! ¡¡Si!!… ¡¡Toda, la quiero sentir toda!! ¡¡Partime en dos!! ¡¡Dame duro amor, dame duro!!

Disfrutaba enormemente de oírlo gemir así, ya les dije por qué. Lo sodomicé por un buen rato, cambiando varias veces de velocidad y fuerza, alargando el encuentro lo más que podía. El, completamente rendido, se masturbaba con fuerza hasta terminar sobre su pecho y vientre, tuvo 2 orgasmos.

Pero como tampoco soy superman, yo también alcancé un delicioso clímax, doblemente delicioso por la gran carga psicológica de victoria que sentía.

¡¡¡VOY A ACABAR!!! – le anuncié - ¡¡¡VOY A ACABAR!!!

¡Esperate! – me dijo, sacando mi pene de su interior y girándose ágilmente, tan rápido que llegó antes de empezar yo a lanzar los chorros de mi semen.

¡¡¡¡AAAAAAAAAUUUUUUUUUGGGGHHHHHH!!!! – grité cuando el primer chorro de semen salió de mi pene y se estrelló contra su boca abierta, ávida de más esperma.

Lancé otras 3 fuertes descargas que igualmente se fueron por su garganta, me sorprendí mucho de ver como disfrutaba de tomar mi semen, ni siquiera me di cuenta de cuando me sacó el condón.

Así terminó aquella increíble cogida, luego de eso Rafa se volvió mi amante más o menos permanente, incluso con el paso de los años. Pero eso se los cuento luego, mientras, escríbanme al correo electrónico de mi hermana, la Garganta de Cuero, gracias.

Continuará

Garganta de Cuero.