Esclavizado por mi novia y su madre 1

Ambas están en la cocina platican y ríen muy animadamente, llevan ya casi dos horas en la pequeña mesa del desayunador y se comportan como si yo no estuviera en calzoncillos a escasos metros de ellas, a veces puedo escuchar de lo que hablan pero no puedo formarme una idea concreta del tema, solo palabras al aire, pero yo sé que de un momento a otro este castigo se va a terminar y mis tares domesticas van a comenzar

Estoy hincado en un rincón de la sala de la casa de mi suegra, en calzoncillos y viendo hacia la pared, se preguntaran que hago en esas condiciones en una casa ajena, pues la historia no es muy larga, pero después se las contare, primero quiero presentarles a mi suegra.

Cristina, ella es una mujer de 45 años, bastante atractiva, suele vestir siempre con faldas por lo regular muy cortas y zapatos de tacón, piernas largas y caderas refinadas y poseedora de una gran cabellera larga, su carácter es del tipo dominante y cuando está enojada… huyyyy… Olvídense y en ese momento yo era una persona que la había hecho enojar.

Mi novia Pamela, ella es muy parecida a su madre, cabello largo y saco las piernas de su madre, largas y bien torneadas, suele llevar el cabello igual de largo que Cristina, todo un monumento.

Ambas están en la cocina platican y ríen muy animadamente, llevan ya casi dos horas en la pequeña mesa del desayunador y se comportan como si yo no estuviera en calzoncillos a escasos metros de ellas, a veces puedo escuchar de lo que hablan pero no puedo formarme una idea concreta del tema, solo palabras al aire, pero yo sé que de un momento a otro este castigo se va a terminar y mis tares domesticas van a comenzar, ya que en punto de las 10 am, los días sábados mi suegra y mi esposa acaban de almorzar y ya faltan solo cinco minutos.

—Ernesto! Ven a levantar los platos de la cocina —escucho gritar a Cristina.

Rápidamente me levanto y me dirijo hacia la entrada de la cocina, y antes de entrar puedo ver a mi esposa y a Cristina, paradas a un lado de la puerta, y como Cristina me ha prohibido levantar la mirada, intento pasar en medio de ellas con la cabeza baja, pero Cristina con un grito me detiene, La piel se me enchino al escuchar su voz tan cerca de mi oído, y me pare en seco, sabía que no iba a ser nada bueno lo que me tendría que decir.

Se paró detrás de mí y después de guardar silencio por unos segundos, dijo:

—No voy a dejar que mi yerno se pasee semidesnudo por la casa. Verdad Pamela??

Pamela, quien ya estaba bien aleccionada por Cristina, solo respondió con un:

—Claro que no…

—Ernesto, traje algo para ti, está en una bolsa negra en mi recamara, ve por él.

Di media vuelta y con la mirada baja comencé a cruzar la sala en dirección a la recamara pero de nuevo la voz de Cristina me detuvo.

—Ernesto!!!

Me pare en seco y solo atine a decir:

—Dígame Cristina...?

—Recuerda no estar de chismoso hurgando mis cosas que por eso estas así… jajajajaja.

Ambas comenzaron a reír y continué hacia el cuarto, no podía creer que mi novia Pamela le haya seguido el juego a su madre, en parte la entendía y la disculpaba, lo que me vieron hacer ameritaba otra cosa, así que lo único que podía hacer, era soportar.

Llegue hasta la cama y vi. La bolsa de Cristina y a un lado la bolsa con ropa, era una bolsa grande y para serles sincero no me atreví a abrirla, estaba algo espantado, así que la tome y rápidamente di media vuelta, y volví a la cocina, y me pare de nuevo en la entrada y con la mirada baja le di la bolsa a Cristina. Cristina tomo la bolsa y me ordeno que me fuera a lavar los platos, yo aun con la mirada baja entre a la cocina y lo comencé a hacer, y ellas se fueron a la sala a ver la ropita que me había comprado Cristina. Una vez más estaba como al principio, en una posición muy incómoda y no sabía de qué estaban hablando, de nuevo todo eran risas y murmullos, y a pesar de que no eran mucho los trastes que lavar, trate de hacer la labor lo más lenta posible, la verdad no quería salir a enfrentar a ninguna de las dos, pero de nuevo Cristina se encargó de ponerme en ridículo.

—Ernesto ven acá…!!!

Salí de la cocina y me pare frente a las dos con la cabeza baja, mi vergüenza era tanta que no podía mirarlas a la cara, así que solo me limite a escuchar a Cristina, que me comenzó a decir:

—Te decía Ernesto, que no vamos a dejar qué te pasees desnudo por la casa. Así que ayer pase a comprarte algo de ropita.

Y diciéndome esto se paró frente a mí y Pamela se paró atrás mío.

—Bajate los calzones Ernesto…!!! Necesito que te midas tu nueva ropa…

—Pero Cristina… —exclame bastante nervioso.

—Que pasa Ernesto!!! Cuando te descubrimos tenías los calzones hasta las rodillas y ahora no te los quieres bajar… jajá… por favor…!!!

—No Cristina por favor… no me hagas esto…!!!!

Por más que le suplique a Cristina, no me hizo caso, al contrario con cada palabra que decía ella fruncía más su entrecejo, en verdad se veía molesta, y yo solo atinaba a rogarle que no lo hiciera, mientras volteaba a ver a Pamela, tratando de decirle con la mirada que hiciera algo, pero ella solo permanecía quieta y no dejaba de mirarme, con un gesto de molestia y durante algunos minutos, Cristina me estuvo gritando que le hiciera cazo y yo intentaba apoyarme en Pamela, pero ella permanecía quieta y sin decir palabra, no cabía duda estaba sometido por mi suegra y mi esposa, y no me quedo de otra más que hacer caso a Cristina y lleve ambas manos a mi ropa interior y comencé a bajarla lentamente, mientras lo hacía pude sentir como la sangre se agolpaba en mi rostro, me moría de la vergüenza, mi estómago se revolvía y mis piernas comenzaron a temblar, hasta que me quite por completo los calzones y me quede un poco encorvado tratando de proteger mi desnudez.

—Ya Cristina ahora que…???

Cristina se me quedo viendo y guardo silencio unos segundos, después volteo a ver a Pamela y ambas soltaron una sonora carcajada.

—Ya ves hija. Que te dije…!!! Solo hacía falta meterle un poco de presión… jaja… ahora ya podemos hacer con él lo que nos plazca…

Habían estado jugando conmigo, Cristina me había humillado y mi esposa lo había consentido, y si, tenía razón estaba completamente sometido.

—Bueno Pamela, pues ahora vamos a ponerle su nueva ropita.

—Sabes que pienso que sería mejor —respondió Pamela— que el mismo se la ponga.

Cristina se le quedo viendo a la vez que en su rostro se dibujaba una sonrisa maliciosa.

—Claro!! Como no se me había ocurrido, después de todo lo que vimos que hacía, debe de tener algo de experiencia, no.

Jajajaja… ambas soltaron a reír. Pamela se acercó a mi lado y se disponía a tomarme del brazo cuando fue interrumpida por Cristina, quien le dijo:

—No Pamela, de hoy en adelante cuando quieras llevar a algún lado a tu esposo, lo vas a tomar de la oreja o de la patilla, no merece que lo agarres de algún otra forma.

Pamela se me quedo viendo y solo dijo:

—Me parece excelente —para después sujetarme de la patilla y llevarme hasta la recamara de Cristina dejándome parado frente a un gran espejo, dio media vuelta y se volvió a salir.

Se me hizo extraño que Cristina no entrara al cuarto, pero la verdad no tenía muchas ganas de voltear a buscarlas, pero podía escuchar como Cristina se susurraba algo con Pamela y a los pocos minutos ambas entraron a la recamara riéndose, y se pararon detrás de mí.

—Qué te parece la idea, Pamela…???

—Genial… Jajajajaja… no se me había ocurrido, se va a ver estupendo, eres tremenda mama.

—Claro hija ya verás cómo nos vamos a divertir, bueno pues trae lo necesario mientras yo lo llevo al baño.

En cuanto salió Pamela del cuarto, Cristina, me tomo por una oreja y me llevo hasta el baño, en donde tenía una pequeña banca de madera, me ordeno acostarme boca abajo y poner las manos atrás, rápidamente la obedecí y me acomode como ella me ordeno, no podía ver muy bien lo que hacía, el baño era algo grande y Cristina se movía de un lado a otro, solo escuchaba que llenaba unas bandejas con agua caliente y habría algunos anaqueles, hasta que de pronto el ruido se detuvo, sus taconeo ceso, parecía como si me hubiera quedado solo en el cuarto de baño, decidí esperar algunos segundos y nada, así que trague un poco de saliva y comencé a mover mi cabeza lentamente, estaba a punto de girarla por completo cuando una fuerte nalgada me hizo detenerme… seguido de las risas de ambas.

—Ya lo ves Pamela, poco a poco lo vamos a ir dominando por completo...

Una vez más las dos habían estado jugando conmigo, se habían escondido para ver lo que hacía, y yo caí en su trampa.

—Que bárbaras… vamos a comenzar con su tratamiento —exclamo Cristina.

—Tratamiento…???

—Pero, Cristina…!!! Pamela… que quieren decir con tratamiento —exclamé.

—Tranquilo Ernesto, poco a poco te darás cuenta —dijo Pamela

—No Pamela explícame por favor…

En lugar de recibir respuesta, recibí un fuerte pellizco en mis glúteos por parte de Cristina, mientras me decía:

—Guarda silencio Ernesto… o te va peor!!!

De nuevo no me quedo de otra que volver a la posición inicial, solo escuchaba como las dos llenaban algunas bandejas de plástico y las acomodaban en un pequeña mesa, después, Pamela me dijo que separa un poco la banca de la pared, y que me volviera acostar, rápido le obedecí y ambas sacaron unos bancos y cada una se sentó a un lado mío. Mientras pasaba todo esto, solo escuchaba a Cristina decir que iba a quedar muy bien y que tal vez me iba a rozar un poco, pero que las dos se iban a divertir mucho, yo no sabía que esperar si un golpe un pellizco a algo más raro, pero pronto me di cuenta, cuando Pamela sujeto una de mis pantorrillas y Cristina, comenzó a pasarme una esponja con jabón.

Me iban a depilar!!!

Continuará...