Esclavizada y humillada por mis deudas (1)

El tipo a quien no puedo devolverle su dinero me hace su puta y comienza mi humillación.

Hola, mi nombre es Florencia y contaré la historia de cómo me convirtieron en una putita esclava y sumisa. Antes que nada debo decir que mido 1,72 m., soy morocha, me considero una chica bastante linda y tengo un culo siempre admirado y elogiado por los hombres. De todas formas, mi fuerte son los pechos: grandes y redondeados, de pezones grandes y rosados.

En mis 28 años nunca había estado en una verdadera situación de sumisión hasta hace unos cuatro meses. Todo comenzó cuando tuve que pedir una fuerte suma de dinero prestada para cubrir deudas de juego y, además, reponer el dinero que faltaba de casa.

Era casada, mi esposo me dejó cuando al final todo esto que voy a narrar se descubrió. Tengo un hijo de tres años que se ha ido a vivir con el padre. Debo decir que mi ex marido es una buena persona de 34 años, a quien sigo amando con todo mi corazón y al que nunca hubiera engañado de no ser por los malditos juegos de azar.

Hace un par de años que comencé a jugar, y de ahí en adelanto lo he perdido casi todo, incluyendo a mi familia. En el momento de pedir aquel dinero a un prestamista no podía pensar que todo terminaría así. Para resumir, lo cierto es que el monto era muy grande, pertenecía a los ahorros que teníamos con mi marido y no llegué nunca a devolverlo. Había firmado un pagaré por el cual aquel prestamista podría incluso hasta rematar mi casa. Insisto, era mucho dinero para una familia de clase media como nosotros. Me aterraba pensar que mi esposo descubriera lo que había hecho por el juego.

Cuando llegó el día del vencimiento del pagaré me reuní con el usurero en un bar de la ciudad y le supliqué que extendiera el plazo de pago, a lo que él se negó rotundamente. Después de hablar largo rato y rogar aún más, este nefasto personaje me hizo la proposición que ya imaginarán: convertirme en su puta-esclava por un determinado período. Lo cierto es que primero me rehusé, lo insulté, etc, etc. Me dijo que me atuviera, entonces, a las consecuencias. Al día siguiente, desesperada, lo llamé y le dije que accedería a su propuesta. Quedamos para juntarnos en un bar al día siguiente.

Sin demasiado preámbulos el tipo me dijo que me perdonaría la deuda si me convertía en su puta por los siguientes treinta días. Extendió su mano hacia mí y me entrego un papel. Ricardo, así se llamaba el prestamista, ya se había tomado la molestia de redactar el reglamento qué como su puta debería cumplir a rajatabla. De lo contrario ejecutaría mis deudas. El escrito era inflexible y ahora yo me convertía en su propiedad y él podría hacer conmigo lo que se le antojara.

Sin perder el tiempo, me ordenó que fuera al baño del bar y me quitara la ropa interior. Obedecí. Cuando regresé noté que todos lo hombres del lugar me miraban casi con alevosía. No era para menos: tenía puesto un vestido que, ya sin ropa interior, dejaba ver por un generoso escote el bamboleo de mis enormes tetas al caminar. Me sentía avergonzada, humillada. Pero lo peor estaba por venir.

Me llevó a su casa. A esa hora mi marido estaba trabajando, así que no tuve miedo de despertar sospechas. A mi hijo lo había dejado con mi suegra.

Ricardo me tomó de los pelos fuertemente y me dijo:

Ahora, puta de mierda, sos mi esclava. No valés nada. Soy tu amo. OK?

Sí, amo-.Contesté, sumisa.

Arrodillate y limpia mis zapatos con la lengua, cerda.

Obedecí. Estar allí, arrodillada y con la lengua sucia de la mugre de sus zapatos me hizo sentir terriblemente abyecta, pero también, debo reconocerlo, algo excitada.

Luego, Ricardo se sentó en un sillón y se puso a mirar televisión.

-Ahora, putita, desnudate y mamame la verga hasta que te llene toda la boca de semen. Ni se te ocurra largar una gota. Te tragas todo.

Comencé a chuparla. Estaba sucia, transpirada y olorosa. Tuve que aguantar y mamar lo mejor que sabía. Le pasé la lengua por toda la cabeza de la pija y finalmente me la metí toda en la boca para masturbarlo con ella. Al cabo de unos minutos acabó abundantemente en mi boca. Yo trataba de que no se me escapara ni una gota, pero no pude lograrlo, algunos restos de semen se deslizaron por mis labios y cayeron en mis tetas. Tragué el resto, que era muchísimo. Sin embargo, Ricardo me tomó de los cabellos y, después de escupirme en la cara, me gritó:

Puerca de mierda, te ordené que tragarás todo.

Lo intenté-. Alcancé a balbucear, asustada.

Y encima tenés el descaro de contestarme, hija de puta.

Ahí mismo, me pegó una dura bofetada. Acto seguido, me tomo de los brazos y me llevó a otra sala. Allí tomó un par de esposas, me las colocó mientras yo lloraba, y me ató a un caño que atravesaba la habitación a una altura de casi dos metros.

Allí estaba yo, sujetada a ese caño, totalmente indefensa, con lo brazos bien por encima de mi cabeza, con mis enorme pechos expuestos y con las piernas extremadamente abiertas, ya que él así me lo había ordenado. Pensaba en mi marido, en mi hijo, y continuaba llorando.

Vi como se dirigía a un mueble y tomaba un latigo. Me horroricé. El salvaje comenzó a azotarme con tanta violencia que yo no podría soportar demasiado tiempo. Empecé a gritar terriblemente a cada golpe. Mis tetas se sacudían al ritmo de los azotes.

Esto te pasa y te pasará cada vez que no me obedezcas al pie de la letra, puta.

Cuando al fin terminó de azotarme, después de unos 25 latigazos, tomó una cámara y me tomó varias fotos.

-Ahora no sólo debes obedecerme por el dinero, perra, también porque de lo contrario estas lindas fotos de una puta azotada llegarán a tu maridito.

Cuando me sacó las esposas me tiró en la cama boca arriba y me ordenó que abriera las piernas. Así lo hice. El, mientras me manoseaba las tetas y me apretaba los pezones, me dijo:

Hoy, por ser el primer día, iba a cogerte sólo por tu conchita. Pero veo que está demasiado peluda, y yo solo me las cojo bien depiladitas. Para mañana te quiero con la conchita bien afeitada, como una bebita. Ahora ponete en cuatro, que te voy a destrozar el culo, no me queda otra alternativa.

Me puse en cuatro patas al tiempo que le dije:

Por favor, lubríqueme antes amo. Nunca me han cogido por el culo. Ni siquiera mi marido.

Callate, puerca, si no querés más latigazos. Te voy a coger ese orto virgen sin una gota de lubricación.

No puedo describir el dolor que ese hombre me hizo sentir. De solo recordarlo casi me pongo a llorar. Me penetró salvajemente, con un sadismo que yo antes nunca había visto en persona alguna. Mi culo se rompió en una de sus embestidas llenas de bronca.

-Te desgarré el culo, hija de puta, mirá como sangra. Te lo reventé-. Gritaba mientras me seguí bombeando.

Yo no podía soportar el dolor y recuerdo que estuve al borde del desmayo. Esa pija enorme me estaba taladrando el culo y sentía que me partía al medio. Lo tenía literalmente roto, desgarrado, y sangraba como una perra.

  • Voy a acabarte en el orto lleno de sangre, perra asquerosa.- Me gritaba.

Al instante, inundó mi culo de semen. Yo no podía parar de sufrir. Era demasiado dolor y se me caían las lágrimas. El tipo seguía acabando y me girtaba:

Era hora que conocieras la verga de un verdadero macho, perra.

Sí, amo.

Decí que te cojo mejor que tu marido y que por fin has descubierto una buena verga, no como la de tu marido.

Sí, amo. Su verga es mejor que la de mi esposo. Por fin me como la pija de un macho de verdad.

Decir esto me hacía sentir una basura. Amaba a mi esposo. Sin embargo, mientras lo decía, tuve un terrible orgasmo sin siquiera tocarme la concha. Ricardo lo advirtió y se rió socarronamente.

Al terminar, hizo que le limpiara su verga con mi boca. Tuve que tragarme los restos de su leche y dejar impecable esa pija sucia y llena de sangre de mi culo desgarrado. Luego me dijo:

-Ya es tarde, te vas a ir así, caminando con el culo chorreando leche a tu casa. Mañana venís con esa concha de puta bien rasurada. Ah, me olvidaba. ¿Te cuidás para no quedar embarazada?

No, señor, ahora no estoy tomando las pastillas. ¿Podría cogerme con preservativo?

Se ve que no aprendés, puta de mierda, mañana te voy a dar veinte azotes por pedir estupideces. Ya te va a entrar en la cabeza que acá se hace lo que yo quiero. Y por cierto, te voy a llenar la concha de semen durante un mes, así que andá pensando el nombre del hijo que te voy a hacer. Y mañana quiero que vengas sin ropa interior, como siempre a partir de ahora, vamos a salir a pasear un ratito.

Me fui a mi casa sucia y pensando en el calvario que iba a tener que sorportar.

Continuará.