Esclavas de descarte

Relato ambientado en un universo ficticio con esclavas, amos, reinos e imperio.

Esclavas de descarte.

Parte 1.

Ganímedes. – ¿Hermano por qué tenemos que ir a ese horrible lugar? Jasón. – Haber si te entra en la cabeza de una buena vez. Hay tres tipos de mercados de esclavos. Los que venden jovencitas y jovencitos para ser usados como esclavos sexuales. Los que venden comunes para hacer todo tipo de tareas. Y por último el de los descartados. Ganímedes. – ¿De qué nos va a servir un esclavo anciano o que le falte una mano? Jasón. – Cuando vas a entender que la basura de un hombre puede llevar a ser el tesoro de otro. Además desde que el Imperio Saivag abolió la esclavitud los esclavos no paran de tratar de escaparse a la menor oportunidad por lo que nunca esta de más frecuentar esos lugares. Ganímedes. – Como odio al Imperio Saivag. Jasón. – No gastes tu energía en política. El mercader Radamantis me mando decir que esta vez podría encontrar algo útil. Ganímedes. – Ese alcahuete tampoco me cae bien. Jasón. – Hagamos esto. Toma estas monedas de cobre y vete al mercado de especias a comprar algo que te guste. Ganímedes. – Gracias hermano.

Jasón le ordenó al cochero que parara y Ganímedes se bajó con prisa. Jasón, mientras su hermano se alejaba de él, lo miraba con resignación ya que sabía que lo más seguro era que se fuera a un prostíbulo a ser jodido por algún macho de gran miembro. El viaje hasta la zona más mediocre de la ciudad no tardo mucho y al llegar al mercado Jasón se bajó velozmente para terminar su estancia allí lo más rápido posible. Ni fue necesario decirle al cochero que estuviera atento a los transeúntes ya que era algo preestablecido apenas se entraba en esos lugares.

El mercado no era como los de primera clase en el centro de la ciudad, ni siquiera era un edificio sino más bien un establo o presidio. Tenía forme de “C”, con dos habitaciones de negocios en el frente, a los costados celdas en donde se guardaban a los esclavos y por detrás alguna sala que servía para todos los usos que se necesitaran. Jasón golpeo el portón principal y al poco tiempo se abrió de la mano del mercader Radamantis que lo había visto llegar desde su ventana. Era un hombre bajo, de edad avanzada, con larga barba, modales toscos y mente algo retorcida.

Radamantis. – Lord Jasón es todo un honor ya haya aceptado mi invitación. Jasón. – Vamos al grano Radamantis. Que tienes para mostrarme. Y recuerda que aunque sea mil veces más rico que los infelices que vienen a comprar aquí no quiere decir que vaya a pagar mil veces más. Radamantis. – Mi Lord no se preocupe. He conseguido una buena tanda de esclavos. Jasón. – Nada de hombres solo quiero mujeres. Y que no sean viejas ni mucho menos que se vean enfermas. Radamantis. – Mi Lord como usted desee.

La verdad era que Jasón solo había ido para cambiar un poco su rutina diaria y no esperaba encontrar nada que le sirviera. Radamantis lo condujo hasta el centro del polvoriento mercado y después fue a indicarles a los paupérrimos guardias que trajeran a las mujeres. Una vez que estuvieron puestas en fila delante de él se acerco a ellas para examinarlas de cerca. Las escuálidas, feas y marcadas de sobre manera que eran compradas por burdeles de mala muerte y depravados fueron las primeras en ser rechazadas. Se concentro en las chiquillas y en dos mujeres. Una embarazada a la cual le faltaba casi todo el brazo derecho y una mujer que no parecía tener ningún trauma. Jasón tenía buena vista y podía percibir que debajo de la mugre y la flaqueza había cierta belleza en ellas.

Jasón. – Me voy a llevar las cuatro chiquillas, tardaran en crecer pero cuando sean mayores servirán para muchas tareas. Radamantis. – Mi Lord gracias por llevárselas. Cuesta mucho mantenerlas y apenas sirven para trabajar aquí. Jasón. – No me molestes con tus pormenores. Que hay de la embarazada, le cortaron el brazo antes o después de preñarla. Radamantis. – Mi Lord trabaja en un molino y una prensa le aplasto el brazo por lo que tuvieron que cortárselo para que no muriera de gangrena. Me la vendieron barata. Es difícil que alguien la compre con un solo brazo. Con respecto al embarazo ya estaba con la panza hinchada cuando me la mostraron. Jasón. – Que hay de ésta que no parece tener nada malo en su cuerpo. Me extraña que éste aquí. Radamantis. – Mi Lord, es muy observador. Sucede que no oye nada, apenas emite sonidos y debe ser tonta por que no hace nada bien. No obstante un prostíbulo decente la querría tener sin ningún problema. Jasón. – En eso tienes razón mercader. Te daré treinta monedas de oro reales por las cuatro chiquillas y estas dos mujeres. Radamantis. – Mi Lord. Es muy generoso. Quiero mostrarle algo que de seguro lo fascinará aún más. Esta en uno de los cuartos de atrás. Jasón. – Está bien pero que mientras tanto hagan entrar a mi carruaje y coloquen a estas esclavas en la celda de atrás. También que les den de comer. Radamantis. – Mi Lord. Como usted mande.

El mercader habló con uno de sus guardias y después instó con gestos a que Jasón lo siguiera, lo cual hizo con algo de curiosidad y precaución. El mercader entró a uno de los cuartos posteriores del lugar y al ingresar Jasón vio a una mujer suspendida del techo con los pies atados a unas argollas que salían del suelo. Estaba de espaldas y con varios moretones alrededor del cuerpo. Aunque apenas se podía verla bien ya que la luz era muy tenue en la habitación.

Jasón. – Me traes solo para ver como castigas a una esclava. Radamantis. – No es cualquier esclava. Mire bien su cuerpo, que alto y escultural es. Jasón. – Bueno, se ve que ha sido entrenado bastante. Radamantis. – Mi Lord es una amazona que me han traído de los límites del reino. Jasón. – Estás bromeando. Radamantis. – Mi Lord. Claro que no. Fue capturada en una escaramuza que hubo pero por desgracia tiene algunas cicatrices. Jasón. – ¿Qué clase de cicatrices? Radamantis. – Mi Lord rodéela y lo verá por usted mismo.

Jasón al rodear a la amazona pudo observar que su gran belleza era terriblemente aplacada por una enorme cicatriz que iba desde su frente derecha hasta casi su labio derecho. Dejándole la ceja y los parpados partidos pero por sobre todo con la cuenca ocular de ese mismo lado vacía. Para que no hablara o gritara le habían puesto una mordaza de madera en la boca. En sus ojos se notaba una rabia que la consumía por dentro al no poder defenderse de sus captores.

Jasón. – Que desgracia tiene el rostro desfigurado por completo. Debieron darle un sablazo en la cara. Ni un ojo de vidrio o parche le pusieron. Radamantis. – Mi Lord he tratado de domarla pero no he podido hacer mucho. La he alimentado con migajas y se ha vuelto más débil pero aun así apenas esta libre usa sus pocas fuerzas para atacar. Apenas llego uno de mis guardias trato de usar su boca y con un mordisco le arrancó parte de la verga. El desgraciado murió de dolor y desangrado. Jasón. – Las amazonas son así. Son guerreras entrenadas. Nunca se dan por vencidas. La única forma que obedezcan a un hombre es venciéndolas en combate singular. Radamantis. – Mi Lord desea llevársela. Jasón. – Es una decisión difícil. Lo más seguro es que cause más problemas que satisfacciones. Aún así me la voy a llevar. He estado buscando algo diferente desde hace un tiempo. Te daré quince monedas de oro reales por ella. Radamantis. – Mi Lord muchísimas gracias. Jasón. – Pensándolo mejor.

Jasón hizo unos movimientos con la mano enfrente del mercader y entre sus dedos apareció una piedra preciosa.

Jasón. – Radamantis te daré este rubí por todas. Radamantis. – Mi Lord su gracia sea bendecida por los dioses. Jasón. – Desátala, colócale grilles en los pies y un cepo en el cuello y manos para que no se pueda escapar.

Jasón después de comprar a la amazona se dirigió a su carruaje para contemplar sus recientes adquisiciones; las cuales estaban comiendo con las manos de unos cuencos dentro de la jaula trasera. Radamantis no obstante tomó a los guardias y las llevo con él para arreglar a la amazona para el viaje.

Jasón. – Tú la preñada. ¿Cómo te llamas? – Mi amo, me llamo Febe. Jasón. – Muy bien. Febe dentro de poco vendrá una nueva esclava bastante rebelde a hacerles compañía. Si trata de escapar o hacer algo raro deberás avisarnos a los gritos. ¿Entiendes? Febe. – Mi amo, entiendo a la perfección. Jasón. – Mas vale por que sino tendré que castigarte. ¿No querrás ser castigada por lo que haga otra esclava? Febe. – Mi amo. Claro que no. Hago lo que me ordenan siempre. Jasón. – Eso me gusta. Has lo que te ordeno y te prometo que cuando lleguemos a mi estancia te alimentare bien para que tu hijo nazca fuerte. Febe. – Mi amo. Gracias por su benevolencia. Le prometo no defraudarlo. Jasón. – ¿Cómo se llama la esclava que no oye Febe? Febe. – Mi amo, no tiene nombre la esclava.

Al poco tiempo salieron los guardias junto con el mercader arrastrando a la amazona de una cadena que el cepo que le habían colocado traía enfrente. El artilugio consistía en una pieza de madera dividida en dos. Por un lado tenía una bisagra para permitir la apertura y por el otro el candado de cierre. La cabeza y las manos iban dentro de dos hoyos que apretaban con fuerza el cuello y las muñecas. Ya cerca de la jaula los guardias corrieron hacia ella para tomarla. Entre pataleos y gritos ahogados por la mordaza la tiraron dentro de la celda como pudieron. La jaula la taparon con una lona y se fueron del lugar con un escueto gesto hacia los que estaban allí. En el viaje de regreso levantaron a Ganímedes que se dirigía por el camino principal hacia la hacienda.

Cuando llegaron a la estancia Jasón ordenó a sus guardias llevar a la amazona a una de las celdas en donde se colocaban a los esclavos desobedientes. Mientras se producía el traslado de la aguerrida mujer se acerco a ellos Filomela, la cual era la jefa de las esclavas nombrada por Jasón pero que a su vez también era una esclava de él.

Jasón. – Filomena baja a las esclavas que he comprado. Filomena. – Si mi señor. Ganímedes. – No puedo creer que hayas comprado una esclava sin un brazo y preñada. Jasón. – Filomena quiero que les corten el pelo a todas, que las bañen y alimenten bien. La que parece estar bien no oye nada. De ahora en más nos referiremos a ella como Temis. Y como siempre has que las tatúen con el sello familiar detrás del hombro izquierdo.

A las cuatro chiquillas se las puso a hacer quehaceres en la cocina junto con las criadas. A Febe se le colocó un horcate y empezó a tirar de una carretilla en los huertos. Para que Temis hiciera algo bien tenía que hacer las mismas tareas todos lo días por lo que se la preparó al igual que a Febe y se la ató a la carretilla que tiraba ésta. Por las noches además pasó a ser una de las que satisfacían los deseos carnales de los guardias. En cuanto a la amazona se le quitaron todos los artilugios que había traído puestos del mercado de esclavos y se la colocó en una celda de mayor tamaño mandada a preparada especialmente por Jasón uniendo varias simples. También se trajo a un medico de la ciudad que le cosió los parpados y le colocó un ojo de vidrio.

Parte 2.

Jasón. – ¿Cómo se encuentras las esclavas que traje hace una semana? Filomena. – Mi señor se encuentran en perfectas condiciones. Si me permite decirlo las chiquillas cuando crezcan creo que podrán ser vendidas como esclavas sexuales. Jasón. – Es verdad pero no son de tan buena calidad como para obtener algo sustancial. Ganaré muchísimo más con lo que da la hacienda. Filomena. – Mi señor pero hay una que después de sacarle toda la mugre se ve prometedora. Jasón. – ¿A Febe cuánto le falta para que tenga al crío? Filomena. – Mi señor dentro de un mes puede ser que tenga a su hijo. Jasón. – ¿Qué tal se comportan en el trabajo? Filomena. – Mi señor las dos trabajan duro y no se han quejan aún, han resultado estupendas esclavas. Jasón. – Has que dejen de trabajar y mándalas a descansar. Quiero que por la noche me las traigas adornadas para que las use. ¿Cómo se encuentra la amazona? Filomena. – Mi señor como ordenó estamos alimentando bien a la amazona. No para de ejercitarse dentro de su celda, ni habla con nadie. Creo que los guardias le han empezado a tener pavor. Jasón. – Eso me agrada. Ahora ve a hacer lo que te dije Filomena. Además quiero que esperes con la chiquilla que promete en la entrada de la casa. Mientras tanto voy a ir a ver como se encuentra la amazona. Filomena. – Mi señor tenga cuidado. No se acerque a la celda que esta suelta esa fiera.

Jasón salió de la casa y se dirigió a una pequeña construcción que albergaba las celdas de castigo. La amazona se encontraba en el catre en ese momento y al verlo ni se inmuto aunque en sus ojos se notaba un odio emanando hacia él.

Jasón. – Me han dicho que no hablas. Es algo lógico la mayoría de los de aquí no tiene nada interesante que decir. Te ves mucho más fuerte. Yo peleé en la guerra entre el reino de las amazonas y el nuestro hace años. Amazona. – ¿Eso es verdad? Jasón. – O si. Como nobles fuimos llamados a cumplir nuestro deber ante el rey. Amazona. – Son unos cobardes nos atacaron junto con otros dos reinos para quitarnos nuestras tierras y nuestra libertad. Jasón. – Las guerras no son precisamente justas. ¿Y cómo te llamas? Amazona. – Soy Electra. ¿Y tú? Jasón. – Jasón. ¿Electra cómo es estar a las órdenes del Imperio Saivag? Dicen que la reina Hipólita trato de suicidarse después de aceptar los términos del emperador. Electra. – La reina no hizo nada de eso. Aceptamos el destino que nos ha tocado con valor. Jasón. – Yo también. Las metrallas y los mosqueteros imperiales diezmaron a todo el batallón en el que estábamos en minutos. Mi padre murió al lado mío perforado por sus cuentas de metal. Electra. – Supongo que todos salimos perdiendo. Jasón. – Te equivocas ustedes solo se tuvieron que subordinar al emperador para conservar su reino intacto. En cambio nosotros perdimos muchísimos guerreros y tuvimos que pagarle a los de Saivag por la guerra. Electra. – Yo era joven y estuve en la retaguardia. Cuando pensé que iba a ser mi turno de pelear vinieron los refuerzos imperiales y barrieron con todos los que se les oponían. Fue extraño ver que en sus filas también había guerreras. Jasón. – Al emperador le encanta usar mujeres entre sus fuerzas. Electra. – Pero ya esta bien de recuerdos. Jamás seré tu esclava por lo que es mejor que me mates ahora mismo. Jasón. – ¿Sabes usar las varas dobles? Electra. – Si. ¿Por? Jasón. – Pelearemos sobre una tabla suspendida mañana al alba. Si yo caigo obtendrás tu libertad de forma inmediata pero si eres la que cae tendrás que servirme hasta que yo lo decida. Electra. – ¿Un desafío? Jasón. – ¿Aceptas? Electra. – ¿Tengo tu palabra? Jasón. – Lo juro por la memoria de mi padre. Electra. – Estaré esperando.

Electra no confiaba en Jasón pero no tenía otra opción dada la posición que se encontraba. Él salió del lugar y se fue hacia la hacienda. En la puerta principal estaba esperando Filomena con una de las chiquillas que habían sido compradas. Él la miró de arriba a abajo y se dio cuenta que ella tenía razón al decir que cuando creciera iba a ser muy bella.

Jasón. – Como dijiste Filomena dentro de unos años va ser muy deseable. Filomena. – Mi señor podría dedicarse a la cría de esclavas. Comprando unos jóvenes atractivos ni las esclavas ni yo tendríamos problemas en ser preñadas por ellos. Jasón. – Estas pensando demasiado esclava. Filomena. – Mi señor no era mi intención ofenderlo. Permítame lamerle los pies. Jasón. – No es suficiente. Ve con el capataz de los esclavos y dile que te sodomice enfrente de todos. Y no te olvides de chuparle la verga después de que te la saque. Filomena. – Mi señor iré de inmediato. Jasón. – ¿Ya pusiste a descansar a Febe y a Temis? Filomena. – Si mi señor. Jasón. – Déjame a la chiquilla y veté.

Filomena se fue rápidamente y angustiada ya que al ser tratada como una esclava común las demás podrían empezar a dejar de respetarla como venían haciendo.

Jasón. – ¿Tienes nombre esclavilla? Rea. – Rea. Jasón. – Rea tienes que decir “mi amo” siempre que te dirijas a mí o tendré que castigarte. Rea. – ¿Qué es dirijas? Jasón. – Olvídalo.

Jasón llevó a Rea a la cocina para que siguiera haciendo quehaceres y comió algo allí. Mientras iba a su biblioteca tomó a una de las esclavas de limpia que estaba en uno de los pasillos y le ordenó que trajera a un esclavo llamado Tiresias. Luego de un tiempo los dos se aparecieron en el recinto y se pusieron de rodillas ante su señor.

Tiresias. – ¿Amo Jasón qué desea de este humilde esclavo que ya lleva años a su servicio? Jasón. – ¿Todavía se te para el miembro Tiresias, te sale semen? Tiresias. – Si mi amo. Jasón. – Quiero que se la metas a Augusta por la concha y no pares hasta que vea escurrírsele tu semen.

Augusta se quedó anonadada por las indicaciones que había recibido ya que rara vez pedía Jasón que los esclavos hicieran esas cosas. Tiresias había sido comprado por la madre de él hace mucho años en un mercado de esclavos sexuales para satisfacerse por lo que la edad había mermado mucho de sus encantos pero sabía que había sido considerado de primera calidad en su juventud. En cuanto a Augusta ella había sido esclava toda su vida en la hacienda y dado que gozaba de una bella por sobre la normal era usada por Jasón regularmente.

Tiresias como pudo se desvistió sin levantarse, se puso por detrás de Augusta, le levantó el vestido y le sacó la tela enrollada en su entrepierna que hacia de única protección. Se masturbó un rato y cuando tomó fuerza su verga se la metió por la vagina de un solo golpe. Jasón al verlos empalmados les indicó que podían gozar con lo que les había ordenado hacer. Tiresias estuvo penetrando a la esclava por un buen rato y como le habían ordenado solo se limitaba a agarrarla por las caderas y acércala a él. Antes que Augusta pudiera alcanzar un orgasmo Tiresias ya se había descargado dentro de ella para luego detener su penetración por lo que quedo insatisfecha.

Tiresias. – Amo como puede ver ya me he corrido dentro de Augusta. Jasón. – Bien hecho Tiresias. Ya puedes marcharte. En cuanto a ti Augusta quédate en esa posición. Augusta. – Si mi amo.

Tiresias se fue de la biblioteca y Jasón se quedo contabilizando sus ganancias. Al poco tiempo Ganímedes entró y se quedó mirando por un tiempo a la esclava que permanecía a cuatro patas sobre el suelo y con su cola desnuda.

Jasón. – ¿Qué deseas hermano? ¿Quieres darle por detrás a Augusta? Ganímedes. – Por ahora no. Quería pedirte permiso para poder armar una fiesta el próximo día festivo. Jasón. – Puedes hacerlo sin problemas. Quiero que vayas a hablar con el capataz Polifemo y dile que en las celdas ponga tres caballetes separados por cinco metros y unidos por tablas. Ganímedes. – ¿Y eso para qué? Jasón. – Mañana te contaré. También encuentra a Filomena y dile que ella también se prepare que quiero usarla esta noche junto con las esclavas que he seleccionado. Ganímedes. – ¿Vas a tener una orgía? Jasón. – Algo por el estilo. Ganímedes. – ¿Quiero usar en la fiesta a varios esclavos y si es necesario contratar a algunas personas externa? Jasón. – No te basta con los esclavos que tenemos. Mira a Augusta esta en perfecto estado y cualquiera pagaría por sus servicios. Ganímedes. – Por favor hermano. Jasón. – Está bien pero ahora vete a hacer lo que te dije.

Ganímedes se fue de inmediato de la biblioteca. A diferencia de su hermano a Jasón no le atraía el rubro masculino por lo que cuando compraba a un esclavo miraba más la musculatura que el tamaño del miembro y si el asunto era comprar una nueva esclava se fijaba de sobremanera en su femineidad.

Augusta. – Mi amo desea que le chupe la verga. Jasón. – Por ahora no. Si te molesta estar de rodillas puedes tirarte de espalda o mejor vuelve a tus tareas.

Augusta recogió sus cosas y se fue de la biblioteca. Jasón se quedó mirando papeles hasta la hora de cenar en la cual Filomena junto con otras esclavas sirvieron un pequeño banquete para los dos hermanos. Después de comer y charlar un poco ambos se retiraron a sus dormitorios. Filomena les ordenó a las esclavas que limpiaran todo y ella se fue a buscar a las que debían pasar la noche con su señor.

Jasón se encontraba sobre su cama cuando llamaron a la puerta, se levantó, quitó el cerrojo y las tres esclavas entraron a su habitación después de pedir autorización. Todas estaban vestidas con túnicas blancas de gran escote y que apenas cubrían la entrepierna. Habían sido limpiadas y perfumadas para la ocasión. Febe destacaba por que llevaba unas vendas en el brazo derecho que le cubrían las cicatrices de la amputación y por que su vientre levantaba la túnica más que a las otras dos dejando su sexo expuesto.

Jasón. – ¿Temis sabe porqué la he convocado? – Dijo dirigiéndose a las otras dos esclavas . Filomena. – Mi señor no lo sé. Febe. – Mi amo, todos piensan que Temis es idiota pero a base de prueba y error a aprendido muchas cosas. De seguro sabe porque estamos ante usted y por lo que le he oído a los guardias se desenvuelve bien en la cama. Jasón. – Eso es muy bueno pero por las dudas no usaré su boca por ahora. Desvístanme.

Jasón levantó los brazos y las dos esclavas que sabían lo que había ordenado se dedicaron a sacarle la toga y a bajarle la trusa. Cuando la tarea estuvo cumplida el se sentó sobre su cama y les indicó que lamieran su pene. Filomena y Febe se acercaron a él y comenzaron a pasar sus lenguas sobre su verga. Temis al ver lo que hacían las demás también trato de participar pero Jasón al verla venir le agarró del brazo y la colocó al lado suyo. Metió su mano por el costado de su túnica y comenzó a masajearle uno de sus pechos.

Jasón. – ¿Filomena cómo te trató el capataz? Filomena. – Mi señor me la metió de un solo golpe por detrás ya que no quería descuidar su trabajo. Jasón. – ¿Y te dolió? Filomena. – Mi señor mi agujero ha sido bien entrenado y no me molesta ser penetrada de forma abrupta. Jasón. – ¿Te limpiaste la boca antes de venir conmigo? Filomena. – Mi señor por supuesto, también limpie la boca y los culos de ellas. Jasón. – Ya tengo la verga bien parada. Filomena toma a Temis. Quiero verlas chupándose sus almejas mutuamente. Filomena. – Si mi señor.

Filomena tomó las manos de Temis y la jaló hacia ella. La recostó en el suelo y puso su concha enfrente de su cara. Al introducir la lengua dentro de su vagina, la sorda esclava comprendió lo que tenía que hacer y empezó a lamer con ahínco la cuevita que tenía enfrente.

Jasón. – Febe al parecer tenías razón y Temis sabe como comportarse. Deja de lamer y daté la vuelta que quiero usarte por detrás. Vamos a ver si Filomena hizo un buen trabajo y se me sale la verga limpia de tu culo. Febe. – Si mi amo.

Febe se paró, se abrió con la única mano que tenía un cachete de la cola y se inclinó ligeramente sobre las piernas de Jasón para que pudiera penetrarla cuando quisiera. Al ver su ofrecimiento él no dudo un segundo y tomándola de la cintura le introdujo el pene dentro del recto. Al sentir el esfínter dilatarse con facilitad comenzó a embestir con fuerza. Estuvo así un tiempo hasta que decidió cambiar de posición e hizo a Febe apoyar las manos sobre la cama mientras le bombeaba dentro del culo que había quedado en pompa sobre las piernas completamente elongadas. Jasón la penetró con profundidad y le mantuvo la verga dentro de los intestinos. Estiró sus manos hasta los senos de la esclava, se los oprimió con fuerza en varias oportunidades y en otras le estiró los pezones hacia lados opuestos junto con los pechos. En el suelo Filomena gemía con fuerza antes los orgasmos que tenía y Temis solo lograba exhalar con fuerza.

Jasón. – Me alegra mucho esclavas que hayan resultado más benéficas de lo que parecían al principio. Febe. – Mi amo, el vientre me grita. Jasón. – Al parecer has enloquecido del placer esclava.

Febe tembló con fuerza y de su vagina comenzó a fluir mucho líquido. Jasón se extraño ya que no era como se corrían habitualmente las mujeres.

Filomena. – Mi señor Jasón. Al parecer Febe va a tener su hijo ahora. Jasón. – Que inoportuna eres Febe. Febe. – Mi amo, lo siento mucho. Jasón. – No importa. No estoy para perder mucho tiempo esta noche. Mañana será un gran día seguramente. Filomena lleva a Febe con la partera y no me molestes con lo que le pasé.

Jasón le sacó la verga a Febe, Filomena se paró y se la llevó fuera de la habitación. Como aún no se había corrido vio que Temis seguía en el suelo sin comprender que pasaba. La colocó sobre la cama, él se apoyo sobre el respaldo con las piernas abiertas y utilizó la cabeza de la esclava a gusto hasta descargarle su semen dentro de la garganta.

Jasón. – Ojala pudieras comprender lo que pasa a tu alrededor Temis. Temis. – Mi amo Jasón comprendo todo.

Continuara...