Esclavas de descarte (2)

Es una continuacion directa de la primera parte por lo que es recomendable leerla para entender mas o manos como es la historia. Relato ambientado en un universo ficticio con esclavas, amos, reinos e imperios.

Esclavas de descarte 2.

Preludio.

“Son los mejores guerreros del Reino Lanier, cuando esas malditas guerreras estén frente a usted háganlas mil pedazos sin misericordia”. Jasón sabía que las palabras de aliento a sus hombres antes de emprender la batalla no eran las más cierta. Por un lado sus tropas no eran las mejores unidades del reino ya que esas habían sido prácticamente derrotadas en combates previos en los que había participado y a su mando ahora se encontraban muchos reclutas y reservistas. Además sabía que lo único más peligroso que una amazona era una guerra imperial ya que estaban mejor preparadas para el combate de formaciones y no tendrían ninguna preocupación de enfrentarlos en los llanos. Las amazonas siempre peleaban tratando de dividir al ejército y luego emboscar a los grupos por separado. Casi siempre esquivaban los combates en grandes números por lo que un ejército unido siempre tendría más posibilidades de vencerlas.

Jasón había ordenado una marcha lenta pero constante. Le preocupaba que sus observadores tan solo le hubieran podido decir donde estaban las tropas enemigas, los cobardes no se habían animado a verlos de cerca para que pudieran saber bien a quienes se enfrentarían. Debían de ser guerreras imperiales ya que se las habían divisado acercándose a sus posiciones con anterioridad. Detuvo la marcha en una llanura cercana a un bosque aunque este estaba lo bastante lejos para no presentar gran preocupación por el momento. No pasó mucho tiempo para que a lo lejos empezaran a aparecer las unidades de Imperio Saivag pero para su sorpresa indudablemente no eran guerreras sino hoplitas, soldados bien apertrechados que formaban lo mejor de la infantería pesada. Toda posibilidad de victoria se estaba esfumando ni las mejores flechas ni las mejores espadas podían traspasar sus escudos. La caballería eran inútil ante su formación de grandes picas y en el combate cuerpo a cuerpo perderían indudablemente. La única posibilidad era que la marcha los hubiera cansado lo suficiente para darles cierta ventaja.

Jasón le propuso a su lugarteniente, Tiestus del Clan de los Atridas, que estaba a cargo de la caballería que parte de ella desmontara y que los apoyaran en tierra para que luego la restante tratara de tomar los flancos cuando la batalla ya hubiera comenzado. Tiestus medito unos segundos y le dijo a Jasón que la batalla no se podía ganar que lo mejor era retirarse a lo que Jasón le respondió que si era posible si ejecutaban correctamente el plan. Entonces Tiestus sin decir ninguna palabra rápidamente se dio vuelta e instó a sus jinetes a que lo siguieran. Para sorpresa de Jasón lo estaban abandonando dejándolo con una derrota segura. La caballería dirigida por Tiestus se movió rumbo al bosque cercano pero Jasón mantuvo firmes a sus hombres esperando que su determinación hiciera que su lugarteniente volviera al campo de batalla. Si se retiraban ahora las tropas imperiales entrarían inexorablemente dentro del reino.

Por suerte y desdicha de Jasón y sus hombres una lluvia de flechas emergió del bosque y cayó sobre la caballería diezmando a muchos, entonces de entre los árboles salieron muchísimas guerreras imperiales y comenzó una cruenta batalla. La cobardía de Tiestus los había salvado ya que de haber entablado una batalla contra los hoplitas hubieran también sido atacados por las guerreras y al enfrentar al doble de fuerzas hubieran quedado aniquilados. Jasón al ver que la victoria ya no era posible ordenó una retirada total. Tiestus murió por una fecha en el primer ataque por lo que jamás puso hacerle ningún descargo hacia su actitud. Cuando se conocieron los acontecimientos de lo sucedido muchos estuvieron a favor de Jasón esgrimiendo su valor ante un enemigo superior pero otros, especialmente los que respondían al Clan de los Atridas, lo culparon de la pérdida de la caballería. Lo cierto es que Jasón nunca olvido como Tiestus lo abandono cuando la victoria era una posibilidad. Una victoria que de seguro daría algo de honor al derrotado Reino Lanier.

Parte 1.

El cuarto de la posada era bastante simple, destinado solamente para poder comer y dormir en el. El mobiliario solo consistía en una mesa en medio de la habitación con un par de sillas a su alrededor y dos camas a los costados. Las paredes estaban sin pintar y en algunos lados el revoque ya se estaba desmoronando. La única luz natural provenía de una pequeña ventana hecha enteramente de madera al lado de la puerta de entrada. Aquel cuarto era profundamente desagradable para el noble señor que estaba acostumbrado a su gran casa de reluciente granito y mármol. En cambio para las dos mujeres que negociaban con él tener un techo donde dormir era un lujo considerable.

Caribdis. – Lo que pide no va a ser nada fácil. Tiestes. – Entonces me dice que no pueden hacerlo. Caribdis. – Claro que no, solo que le va a costar mucho más. Serán unas mil monedas de oro del Imperio Saivag. Tiestes. – ¿Por qué no pueden ser monedas de este reino? Caribdis. – Porque las de este reino no son tan puras y brillantes como las del Imperio Saivag. Tiestes. – Esta bien. Mañana por la noche se las traeré. Caribdis. – Lo estaremos esperando. Mientras tanto estaremos preparándolo todo.

Tiestes abandonó la habitación casi con el deseo de deshacer el trato que había formulado ya que cualquier error podría traerle muchísimos problemas.

Caribdis. – Con lo que recibiremos de este trabajo obtendremos suficiente para tomarnos un buen retiro. Escila. – Espero que vuelva. Se nota que aparte de cobarde es un maldito traidor. Caribdis. – Si no vuelve le quitaremos el dinero a la fuerza. No vamos a irnos con las manos vacías. Escila. – Ese tal Jasón por lo que he oído es un guerrero bastante bueno y no sale mucho de sus tierras. Caribdis. – No te preocupes ese idiota dijo que siempre va sin guardia por lo que cuando se celebre la próxima reunión del consejo de la ciudad lo atacaremos. Es una pena que en este asqueroso reino no se pueda conseguir pólvora. Con ella podríamos volarlo en mil pedazos sin problemas. Escila. – Le pondré el veneno a las armas para que con una sola estocada este listo el trabajo. Caribdis. – Se me ocurre una idea estupenda. Una vez que nos deshagamos de Jasón iremos por Tiestes y le sacaremos todo lo que podamos. Escila. – Si que eres despiadada. Caribdis. – Sí, pero solo con los demás querida hermana.

Caribdis se acercó a su hermana menor y tomándole las mejillas le dio un fuerte beso en la boca. Escila que desde que habían llegado a la ciudad esperaba con ansias poder intimar con ella, se separó y se colocó a cuatro patas sobre una de las camas del cuarto. Caribdis salía bien que su hermana disfrutaba de sobremanera de su entrada trasera, casi despreciando el placer que podía darle el ser penetrada por su sexo por lo que fue hasta donde se encontraba, le levantó la túnica y separándole las nalgas le introdujo la lengua en el esfínter. Su saliva se escurría desde su boca hacia todo la entrepierna de su hermana, que no paraba de gemir ante el lengüeteo al que era sometida, logrando por último caer sobre la rustica cama.

Caribdis. – Este agujero tuyo hermana se dilata con facilidad voy a traer un juguetito para que te sientas mejor. Escila. – Trae el que me gusta. Caribdis. – Por supuesto.

Caribdis entonces fue hasta uno de los bolsos que habían traído y estragó la punta de un colmillo de elefante perfectamente pulido para permitir a las personas penetrarse sin dificultad por sus orificios. Volvió al lado de su hermana, chupó el colmillo con gran esmero y lo apuntó al ano. Poco a poco, en medio de fuertes gemidos y de suplicas para que lo introdujera más rápido, fue desapareciendo con lentitud dentro del culo de Escila hasta que solo quedó en el exterior lo suficiente para apenas poder maniobrarlo.

Escila. – ¿Qué pasa que ya no empujas más? Caribdis. – Ya sabes. El colmillo se acabo. Ya no te lo puedo meter más. Escila. – Todavía debe quedar algo fuera. Seguí empujando. Quiero que se me cierre el culo con el marfil dentro. Caribdis. – No digas estupideces. Uno de estos días esta porquería te va a perforar los intestinos y se te va a salir toda la sangre por detrás. Escila. – No me importa quiero estar rellena por completo. Caribdis. – Con que quieres algo más grande, no. Escila. – Si.

La Caribdis con un rápido movimiento sacó el colmillo de dentro del culo de su hermana y pudo ver como el ano había quedado con una dilatación sorprendente. No se espero un segundo y poniendo su mano en forma de cuña empezó a sodomizarla con sus falanges. Escila al sentir que su hermana mayor le estaba insertando su extremidad por detrás volvió a clamar por una más fuerte penetración. Luego de varios minutos empujando Caribdis tenía perfectamente dominada a Escila por el intestino y para divertirse la bajó de la cama para conducirla a cuatro patas a través de la habitación aunque  de cierto modo la diversión se volvía una forma de mantener a su hermana menor bajo su control.

Caribdis. – Ya te has divertido lo suficiente hermana ahora me toca recibir algo a mí, además no quiero que termines rengueando.

Caribdis tomó a su hermana por la cadera y lentamente fue sacándole el brazo del culo. Al quedar ambas liberadas ella se sentó sobre una de las sillas y separando su vestimenta le indicó que viniera a tocarle la raja. Escila al ver el gesto se arrastró hasta donde estaba su hermana mayor y empezó a meterle la lengua en donde le había indicado. Las manos de Caribdis recorrían fuertemente sus propios pechos y de vez en cuando se introducía algunos dedos por la boca como si fueran la verga de algún hombre. Definitivamente le era mucho más fácil correrse y al poco tiempo tuvo un intenso orgasmo. Empujó a su hermana con una de sus piernas e instintivamente Escila se recostó sobre el frió suelo del lugar mientras su hermana la contemplaba ya pensando en las muchas tareas que tendrían que hacer.

Parte 2.

Jasón desde su cama miraba con asombró y curiosidad como Temis le explicaba su situación.

Jasón. – O sea que Yocasta de los Atridas te convirtió en su alcahueta personal. Temis. – Si mi amo y señor. Me dijo que solo tenía que oír, nunca decir nada y actuar como tonta. De lo contrario me mandaría a matar. Jasón. – Si que estaba loca aunque al fin y al cabo es una familia de mal nacidos. Temis. – Mi amo cuando murió…. Jasón. – ¿Murió o la mataron? Temis. – Mi amo. No lo sé pero cuando ya no estuvo me vendieron ya que no querían tener una esclava sorda entre ellos. Pensé en decirles la verdad pero creía que me matarían. Jasón. – Hiciste bien, lo más seguro es que te hubieran torturado para saber que habías logrado oír. Temis. – Mi gran señor le serviré eternamente en cuerpo y alma si hace solo una cosa por mí. Jasón. – ¿Qué es lo que quieres esclava? Temis. – Mi amo en la casa de los Atridas se encuentran mis hijas. Son fuertes y hermosas. Por favor podría amo comprarlas para que las tuviera a mi lado una vez más. Jasón. – ¿Cuantos años tienen? Temis. – Mi amo tienen las dos siete años. Se llaman Clímene y Eteria. Son gemelas y cuando crezcan serán estupendas esclavas a su servicio. Créame. Jasón. – Iría a comprarlas si no fuera porque mientras estuviste en el mercado de Radamantis me batí a duelo con uno de los hijos de Yocasta y le corte la mano por lo que mi familia no es bienvenida en su casa por ahora. Temis. – Mi amo. ¿No podría mandar a alguien más a comprarlas? Jasón. – Supongo que si podría…. Está bien esclava voy a hacerlo pero espero que te comportes de ahora en más con una total sumisión. Temis. – Mi amo. Haré lo que me manda sin dudar. Jasón. – Voy a probarte entonces. Ponte en el suelo y quiero ver que te metes mi pie dentro de tu sexo. Hazlo rápido. No quiero ver que te lo introduzcas despacio ni que dejes de presionar. Temis. – Si mi amo.

Jasón se levantó de la cama y llevó uno de sus pies hacia adelante. Temis inmediatamente se tiró al suelo y se abrió de piernas. Arrastró su cuerpo lo más cerca que pudo de su amo y tomó la extremidad con sus manos. Amaba a sus hijas con todo su corazón y como lo había dicho no dudo en seguir las órdenes. Con una mano se abrió los labios vaginales y con la otra comenzó a meterse el pie dentro de ella. La rápida penetración le provocaba un gran dolor pero aún así siguió empujando dentro hasta que no le cabía más.

Jasón. – Veo que parir dos hijas te ha dado flexibilidad. Temis. – Mi amo ya me han hecho penetraciones profundas. Perdóneme por tener mis agujeros tan grandes para usted. Jasón. – Tal vez no debí convertirte en la puta de los guardias. ¿Te han dado por todos lados no? Temis. – Si mi amo. Han incluso usado todos mis orificios al mismo. Jasón. – ¿Incluso la vagina? ¿Se han corrido dentro de ella? Temis. – Si mi amo. Jasón. – Esos idiotas. Ya les había dicho que no quiero esclavas preñadas sin autorización. Voy a tener que reprenderlos. Esta noche no ha sido como había planeado. Pensaba correrme dentro de los culos de las tres pero solo tú has logrado probar mi semen. ¿Cuál es tu verdadero nombre Temis? Temis. – Mi amo. Mi nombre verdadero es Cariclo. Jasón. – No me agrada, seguiré llamándote Temis. Temis. – Mi amo. Como lo desee. Jasón. – Ahora acompáñame, vamos a darle un poco de acción a esta noche para que no quede en la nada.

Jasón abrió uno de los armarios de su habitación, se vistió con ropas más ceñidas y sacó unos objetos envueltos en piel de cabra los cuales dio a Temis. Al salir de la casa tomó uno de los faroles frontales y se dirigieron a las celdas de castigo. Uno de los guardias al verlos caminar tan de noche se dirigió a ellos para preguntarles si sucedía algo malo. Jasón lo echo rápidamente diciendo que las esclavas con que había estado le habían dicho que derramaban su semen dentro de ellas por lo que no las usarían a ninguna por un mes y si quedaba alguna preñada tendrían que pagar una fuerte multa. Lo mismo hizo con el guardia de las celdas apenas llegaron a la pequeña prisión. Le ordenó a Temis darle lo que le había hecho cargar desde su habitación y esperar afuera hasta que él saliera.

Parte 3.

Dentro del lugar encendió las lámparas que había y se malhumoró al ver que las maderas que habían usado eran más delgadas que lo que esperaba posibilitando que se rompieran con su peso. Aún así siguió con lo planeado. Fue a despertar a Electra pero no fue necesario ya que al entrar ella ya se había puesto en alerta.

Jasón. – Electra estoy demasiado impaciente como para esperar hasta mañana. Debemos tener nuestro duelo ahora. ¿Qué dices? Electra. – Muy bien. Yo tampoco podía dormir ante nuestra situación.

Jasón liberó a Electra y luego de desenredar las varas dobles de la piel de cabras le dio un par a ella. Ambos se subieron a las maderas a las que Jasón notaba demasiado frágiles por lo que decidió que no sería prudente hacer movimientos bruscos sobre ellas.

Jasón. – Para estar iguales voy cubrir uno de mis ojos. Electra. – Estás desperdiciando todas tus ventajas. Jasón. – Sino no sería justo.

Jasón rompió parte de su ropa y se vendó alrededor de la cabeza tapándose el mismo ojo que Electra. Levantó las varas en señal de estar listo y ella se lanzó sobre el él sin piedad. Ella usaba las armas como si fueran espadas pero él las mantenía a la inversa para defenderse mejor de su agresora. Cuando estuvo lo suficientemente cerca él le lanzó una patada al estomago que al impacta hizo que ella se cayera de espalda sobre las tablas. Por suerte se logró asir con uno de sus brazos a la madera o de lo contrario habría sido su final. Volvió a reincorporarse y después de dar un giro le lanzó una patada a Jasón. La cual él detuvo con sus varas haciendo que ella quedara adolorida de una de sus piernas. En ese momento se dio cuenta que Electra tenía mucha fuerza pero su técnica no estaba perfeccionada. Decidido a terminar el desafió cambió las varas de posición y al ser atacado nuevamente se agachó para esquivar los golpes y al mismo tiempo golpear a Electra en su pierna sana. Al verla tambaleante tomó rápidamente su cuello con las varas y la arrojó al suelo sin que ella pudiera hacer algo para evítalo.

Electra. – No puede ser. He perdido. Jasón. – Te faltó algo de técnica nada más. Electra. – Ahora que será de mí. He perdido mi honor. Jasón. – De ahora en más vivirás la vida de una amazona vencida por un hombre. Deberás hacerlo que te ordene. A menos que quieras romper tu juramento. Electra. – No, eso jamás. De ahora en más te serviré y llevaré el estigma de las derrotadas para que todas las demás amazonas vean el destino que se les depara a las que no se esfuerzan todos los días de su vida.

Jasón que hasta entonces permanecía sobre las tablas bajó y se puso a la par de Electra.

Jasón. – No obstante no tienes que preocuparte Electra no te trataré como una esclava. No te lo mereces. Estás para cosas más importantes. Ahora permanece aquí que voy a traerte un pequeño regalo.

Jasón salió de la pequeña prisión y trajo a Temis que miró extrañada la disposición del lugar y a la amazona que se encontraba libre.

Jasón. – Electra esta es Temis. No le gusta hablar mucho. Te hará compañía esta noche, puedes usarla a gusto pero la dejes marcada. Temis. – Amo no me deje con la amazona. Jasón. – No te asustes Temis. Electra va a ser buena contigo. Además recuerda que me debes obediencia absoluta. Temis. – Si, amo como usted mande. Jasón. – Ahora métanse en la celda no quiero que los guardias las encuentren libres.

Las dos mujeres obedecieron y Jasón las encerró. Luego tomó las varas y se fue del lugar bastante satisfecho por lo sucedido. Electra había escuchado lo que le habían pedido pero había sido abusada constantemente por tanto tiempo que no resistió el impulso y se abalanzó sin piedad sobre Temis para saciar sus instintos. Las amazonas no solo despreciaban a los hombres sino también a las mujeres que vivían con ellos. Además tenían esclavos y esclavas que eran tratados como animales. Ellas eran un resabio de épocas pasadas que no durarían mucho tiempo más en el nuevo mundo que se gestaba con rapidez.

La ropa de Temis quedo destrozada en unos instantes y solo parte de ella la terminó envolviendo por la cintura. Electra la tumbo en el mismo suelo de la celda y rápidamente le absorbió una de los pezones con su boca mientras con sus dedos la penetraba de una sola envestida. Al sentir Temis como los dientes de la amazona se clavaban en sus senos comenzó a gritar por lo que Electra le dio unas fuertes cachetadas en la cara.

Electra. – Desde que te vi por primera vez supe que eras una esclava malagradecida. Te voy a sacar la lengua si no dejas de gritar. Temis. – El amo Jasón dijo que no debías lastimarme. Electra. – No, dijo que no te dejara marcada que es muy diferente.

Electra tomó con una de sus manos el cuello de Temis y con la otra, luego de ponerla en forma de tenaza, comenzó a apretar el sexo de la esclava por dentro y por fuera luego de penetrarla sin miramientos con sus cuatro dedos más extensos. Al verse sometida de esa manera, como en su estadía en la casa de los Atridas, Temis comprendió que no tenía sentido resistirse y solo relajó su cuerpo para poder sobrellevar la situación lo mejor posible.

Electra. – No puedo golpearte ni tampoco ver como te retuerces de dolor. Eres una esclava completamente estúpida. Temis. – Hazme lo que quieras amazona.

Electra levantó a Temis por los cabellos y luego de sentarse en su camastro comenzó a restregarse el rostro de la esclava por su sexo.

Electra. – Empieza a chupar esclava asquerosa.

Parte 3.1.

A la mañana siguiente Jasón se levantó con muy buen ánimo y luego de vestirse se encaminó al comedor para poder desayunar pero apenas salió de su dormitorio Filomena lo estaba esperando.

Jasón. – ¿Qué pasa Filomena? Filomena. – Mi señor deseo informarle que el parto de Febe salió a la perfección y dio a luz a una beba. Jasón. – Déjala tres días con esa cría y que después se ponga a tirar de la carretilla otra vez. Filomena. – Mi señor por si le interesa la beba resultó ser negra. Jasón. – ¿Donde se habrá conseguido Febe una verga negra que la penetrase?

Parte 4.

A muchos les pareció extraño que la amazona que había traído Jasón pudiera circular por la haciendo sin problemas. En especial a los guardias que la miraban con temor, desprecio y sobre todo desconfianza. No obstante las órdenes eran bien exactas y Electra había pasado de ser una esclava a una integrante normal del sequito de Jasón por lo que solo unos pocos podían darle órdenes a ella. Un cambio muy importante se dio luego de una breve conversación entre los nuevos amantes y Electra empezó a usar una mascara de acero en la parte del rostro en la cual tenía la cicatriz de combate. Como su ojo izquierdo había desaparecido la mascara no tenia ninguna abertura pero si un relieve que asemeja a un ojo real. A muchos su nuevo aspecto los asustaba y no se atrevían a cruzarse en su camino. Eso era algo que a ella le agradaba.

Ganímedes. – ¿Hermano estas seguro de lo que estas haciendo? No confió en la amazona. Jasón. – No te preocupes ahora esta bajo mis órdenes. Ganímedes. – Siempre has sabido hacer lo mejor para todos pero esta decisión tuya no la comparto para nada. Jasón. – Entonces mi decisión de que Electra de a luz a mi primogénito no te va a caer muy bien. Ganímedes. – Por los dioses claro que si ya era hora que la familia se agrandara. Te felicito. Pienso lo que te diría mamá. Jasón. – Seguramente sus gritos se hubiera escuchado hasta el otro lado del mundo. Tú todavía puedes contraer matrimonio con alguna de las nobles de la ciudad. Ganímedes. – Después de que nazca tu hijo yo me busco una esposa. Jasón. – De acuerdo. Te tomo la palabra. Ahora quiero que busques a Electra y dile que venga aquí. Ganímedes. – Iré lo más pronto posible. Nunca es mal momento para que le metas tu semen. Jasón. – No la quiero para eso ahora.

Antes que Ganímedes pudiera levantarse se oyó tocar en la puerta del estudio y Jasón ordenó que quien estuviese pasase. Filomena entonces entró a la habitación y anunció que el mercader de esclavos Radamantis se había presentado en la hacienda para hablar con él. Jasón entonces le ordenó que lo hiciera pasar y Filomena se marchó a cumplir lo dicho.

Ganímedes. – Que demonios hace ese idiota aquí. Jasón. – Yo lo llamé. Quiero que haga algo por mí. Ganímedes. – Seguro que estas bien hermano. Jasón. – Más tarde te explico todo. Ahora quiero que vayas con Electra y has que no venga a la casa. No quiero que se cruce con el tipo que la manoseó. Luego hablaré con ella. Ganímedes. – Voy de inmediato.

No paso mucho tiempo entre que Ganímedes se fue del estudio y Radamantis acompañado de Filomena entró en el lugar. Al contrario de lo habitual se veía más presentable ya que de seguro se había tomado tiempo para arreglarse para asistir a la cita con Jasón.

Radamantis. – Lord Jasón es todo un honor que me haya pedido venir a su casa. Jasón. – Filomena va a traer algo de vino. Filomena. – Si mi amo.

Rápidamente la esclava se marchó y dejó a los dos hombres solos.

Radamantis. – ¿Las esclavas que le vendí le han servido bien? Jasón. – Por supuesto son bastante buenas. Radamantis. – Me alegra mucho oír eso. Jasón. – Dime Radamantis de todos los nobles de los alrededores cuantos hacen verdaderos negocios contigo. Radamantis. – La verdad es que entre los verdaderos nobles solo con usted Lord Jasón he hecho buenos negocios. Jasón. – La gran mayoría están metidos en sus propios asuntos y ni les preocupa lo que pasa realmente en la ciudad o en el reino. Radamantis. – Eso es cierto. Jasón. – Radamantis quiero que hagas algo por mí. Radamantis. – Será un placer ayudarlo en lo que me pida. Jasón. – Quiero que vayas a la casa de los Atridas y que compres a dos niñas gemelas que se llaman Clímene y Eteria. Radamantis. – Señor Jasón supongo que no voy a poder presentarme como su intermediario. Jasón. – Por supuesto que no. Inventa cualquier excusa pero quiero que me traigas a las niñas. Si lo haces bien no solo te recompensare con una buena suma sino que también te tendré en cuenta para un negocio que estoy intentando armar. Y claro, te daré lo que hayas pagado por las niñas. Radamantis. – Lord Jasón entonces me parece que iré de inmediato. Jasón. – Eso es lo que quiero, no pierdas un instante pero cuando vengas quédate esperando en la entrada de la estancia.

Mientras los dos hombres se tomaban la mano en señal de haber llegado a un buen acuerdo Filomena tocaba de nuevo la puerta y pedía permiso para poder entrar con el vino solicitado.

Jasón. – Antes de irte Radamantis tómate un vaso de vino. Radamantis. – Como mande Lord Jasón.

El día transcurrió sin ninguna novedad para Jasón por lo que se pudo dedicarse de lleno a recorrer la hacienda y ver con tranquilidad como marchaba todo. Cuando ya el sol estaba bajando uno de los guardias se acercó a él y le informó que Radamantis había vuelto. Como se había acordado previamente el mercader se había quedado en la entrada de los terrenos. Cuando vio que Jasón se acercaba bajo de la carreta y de la parte trasera hizo descender a dos niñas casi idénticas.

Jasón. – ¿Estas son Clímene y Eteria? Radamantis. – Si Lord Jasón. Jasón. – Aquí tienes 25 monedas de oro reales por tus servicios Radamantis. Radamantis. – Si generosidad es siempre inmensa Señor. Jasón. – Quiero que vengas dentro de tres días Radamantis para hablar de lo que te he comentado. Radamantis. – Volveré sin demoras.

Los dos hombres se despidieron y Jasón personalmente llevó a las niñas a la casa. En su trayecto se cruzó con Augusta y le ordenó que trajera a Temis a su estudio. Al informar Jasón a las niñas que él era su nuevo amo ellas rápidamente se tiraron al suelo con los brazos extendidos en señal de obediencia.

Jasón. – Se nota que las han entrenado bien serán más útiles de lo que esperaba.

No paso mucho tiempo hasta que la puerta sonó y Jasón la abrió personalmente para encontrar como esperaba a Augusta con Temis detrás de ella. A uno de las esclavas le ordenó que siguiera con sus tareas normales y a la madre de las niñas la hizo pasar a la habitación. Apenas Temis entró reconoció a sus hijas pero antes de que recordara que era una esclava logró dar algunos pasos hacia ellas. Por su parte las niñas no sabían quien había entrado ya que mantenían sus cabezas inmóviles y a gachas. Jasón estaba esperando con gran interés ver como se comportarían y al ver que Temis se mantenía estática esperando alguna orden le dijo que podía abrazar a sus hijas. Ante esa posibilidad la feliz madre se abalanzó sobre sus hijas y las tomó fuertemente entre sus brazos. Las niñas no sabían como reaccionar al ver a su madre enfrente de ellas pero al sentir como las abrazaba respondieron de la misma manera. La reconciliación que aparte de varios abrazos y incluyó algunos besos concluyó con Temis yendo a besar los pies de Jasón.

Jasón. – Detente Temis. No quiero tener saliva en mis pies.

Parte 5.

Jasón con gran satisfacción extrajo su verga del culo Febe. Anteriormente el parto lo había interrumpido y esperaba poder completar la sodomización de su esclava desde hacía un par de días. En el centro del dormitorio Electra parada y abierta de piernas sentía como las lenguas de Augusta y Temis recorrían sus agujeros posteriores. Las dos esclavas estaban de rodillas en el suelo, una por delatante y la otra por detrás de su nueva ama, con sus cabezas metidas entre las piernas de ésta y chupando sin parar su vulva y ano.

Jasón. – Electra ya tengo suficiente. ¿Quieres quedarte con ellas un rato más? Electra. – No, que vuelvan a sus tareas. Jasón. – Entonces Febe, Augusta, Temis ya pueden marcharse. Electra. – ¿Quieres que me quede contigo Jasón? Jasón. – Voy a ir a los baños. ¿Quieres venir? Tengo que ir a una reunión del consejo de la ciudad dentro de unas horas. Electra. – Mejor acompañaré a las esclavas. No sea que por los orgasmos que han tenido su productividad baje. Jasón. – Electra eres muy estricta. Estas esclavas son de las mejores que tiene la hacienda. Electra. – Estas que están enteras puede ser. – Dijo mientras agarraba con fuerza los pelos de las dos esclavas que tenía a sus pies . – Pero la sin brazo solo sabe amantar y tirar de una carretilla. Jasón. – Como te acabo de decir Electra eres muy estricta además a Febe le faltará un brazo pero todo lo otro lo tiene bien puesto. Ahora váyanse todas.

Electra se puso su túnica y se llevó a las esclavas del dormitorio. Jasón por su parte se puso su toga y fue hasta los baños de la hacienda. En donde una gran pileta de agua tibia lo estaba esperando. Cuando llegó su hermano Ganímedes estaba apoyado sobre un costado y con el agua hasta los hombros. Por lo que lograba ver alguien sumergido le estaba haciendo una felación.

Jasón. – ¿Cómo estas hermano? Ganímedes. – Bien. ¿Te sumerges un rato y vamos a la ciudad? Jasón. – Eso iba a hacer precisamente.

De repente de dentro del agua emergió una chica y empezó a respirar con fuerza.

Ganímedes. – Ya te cansaste Selene. Selene. – No podía respirar más. Jasón. – ¿Ganímedes que les estas haciendo a Selene? Selene. – No me esta obligando a nada primo. – Dijo después de voltearse y ver a Jasón a un lado de la piscina . Ganímedes. – No te preocupes hermano solo estamos jugando un poco. Selene. – Si primo. Estoy practicando para no decepcionar al marido que me consigas. Selene era la hija del tío de Jasón y de Ganímedes pero no había nacido de su tía sino de una esclava sexual que Jasón había recomendado comprar cuando era mucho más joven. Al nacer ella, su padre en lugar de dejarla como una sirvienta o esclava la había elevado al rango de heredera y después de la gran peste que había asolado al reino se había ido a vivir a la casa de sus primos. Como había nacido de una esclava sexual de gran belleza Selene además de sus dotes familiares gozaba de esa singular característica por lo que era cuidada de sobre manera para así poder unirla en buen término con algún noble importante.

Jasón. – ¿Selene espero que aún conserves tu virginidad? Selene. – Todavía esta intacta aunque mi boca y culo han probado bastantes vergas. Jasón. – Mientras tu sexo este intacto no me preocupa lo que hagas con tus otros agujeros.

Jasón se quitó la toga y al sumergirse en la piscina notó que la temperatura no era la ideal.

Jasón. – El agua esta un poco fría. Ganímedes abre la canilla de agua caliente. Ganímedes. – No sirve. Jasón. – ¿Cómo que no sirve? Ganímedes. – Por la mañana descubrieron que la tubería estaba rota. Tiene un agujero. Jasón. – ¿Y el agua caliente de donde vino? Ganímedes. – Hilda y Xica están trayendo baldes de agua caliente de la cocina desde que se dieron cuenta que no salía el agua con la suficiente presión. Jasón. – Maldita sea, voy a tener que mandar a hacer una nueva tubería apenas lleguemos a la ciudad. Ganímedes. – No te preocupes tanto hermano. Selene. – Jasón, Ganímedes tiene razón estoy seguro que no tardarán mucho en hacerte la nueva tubería. Jasón. – Eso ya lo sé. Solo que no me gusta para nada tener el baño inutilizado.

Solo los nobles y ricos podían costear los gastos para poder construir en sus casas baños particulares y de entre ellos solo los más acaudalados lograban incorporar tuberías de agua en sus hogares. Por supuesto que un baño con una pileta llena de agua caliente era un lujo que solo los más ricos de todos podían darse y daba un estatus muy elevado por lo que siempre debía estar funcionando cuando fuese necesario.

Al poco tiempo llegaron Hilda y Xica trayendo cada una dos grandes baldes de agua caliente en sus manos que volcaron en el interior de la piscina. Jasón para encargarse del baño tan especial que poseía su familia había designado a sus dos sirvientas de más valor. Como no era adepto a comprar esclavas sexuales busco algo diferente para la tarea además que las de ese tipo no eran las mejores para hacer trabajos exigentes.

Hilda era una de las mujeres más altas con las que se había encontrado Jasón por lo que al verla en venta la compró de forma inmediata en la subasta que se hacía por ella. Su cabello era rubio y se lo dejaba hasta los hombros. La piel era sumamente blanca y tenía dos grandes ojos azules. El cuerpo era bien proporcionado pero mucho más grande que el común de las mujeres. Le llevaba una cabeza a Jasón y gozaba gracias a su contextura de una fuerza prominente. Él la había tratado de embarazarla al poco tiempo que había llegado a la hacienda pero no logró tener ningún hijo con los hombres con los que se acostaba. Aun así era muy apreciada por Jasón ya que siempre se mostraba obediente a cualquier orden que se le impartiese. Al toparse Electra con ella, la amazona había pensando que había logrado encontrar alguien con quien enfrentarse pero rápidamente descubrió que Hilda era en el fondo solo otra esclava más.

Xica aunque era tratada como una esclava más, técnicamente no lo era ya que había sido comprada en el rol de protegida por parte de Jasón al dueño de un circo que pasaba por la ciudad. Ella pertenecía al raro grupo de mujeres negras traídas de las tierras del oeste. Su piel color canela era lo que la hacía tan valiosa. Desde niña había sido entrenada para ser acróbata y malabarista por lo que al ser llevaba a la hacienda de Jasón su vida cambio drásticamente. Tenía una estatura normal y su cuerpo era bastante delgado aunque sus pechos no seguía esa característica por lo que a cada paso que daba se bamboleaban de un lado al otro invitando a tomarlos con fuerza. Sus cabellos eran bastante rebeldes por lo que siempre llevaba sus negros mechones formándole una gran melena en la cabeza.

Jasón. – Hilda, Xica dejen eso, quítense la ropa y métanse en el agua.

Hilda y Xica al oír la orden de Jasón no dudaron un instante y se desvistieron en frente de los presentes para luego meterse cada una al lado de su señor.

Jasón. – Xica mi hermano necesita algo de atención ve a mamarle la verga por debajo del agua. Xica. – Como ordene mi amo. Ganímedes. – Eso no será necesario ya he tenido suficiente del baño por hoy. Voy a ir a mi habitación. Hermano te voy a estar esperando para poder ir a la ciudad. Jasón. – Como gustes.

Ganímedes salió de la piscina, secó su cuerpo con una toalla, luego se puso su toga y se fue del lugar.

Jasón. – Chicas creo que asustaron a mi hermano. No obstante. ¿Selene quieres tomar el lugar de Ganímedes? Selene. – No estaría mal. Xica ven a chuparme la rajita. Xica. – Si ama.

Xica se aproximó a su ama y se sumergió en el agua caliente. Selene a los pocos segundos dio un pequeño suspiro como señal de que la sirvienta estaba haciendo una buena tarea sobre su sexo.

Hilda. – ¿Amo puedo servirle en algo? Jasón. – Claro Hilda, cuéntame como te ha tratado Electra me han dicho que tienen encuentros con bastante frecuencia.

Hilda se preocupó un instante sobre lo que debería decirle a Jasón pero al final decidió contarle exactamente como le estaba yendo en su relación con Electra.

Hilda. – Amo, la ama Electra no pierde oportunidad para tocarme. Siempre que me llama a sus aposentos me aprieta el cuerpo con fuerzas y me agarra con brusquedad. A veces me da cachetadas, me tira del cabello e introduce sus dedos en mis agujeros con fuerza. Jasón. – Se nota que le has causado una buena impresión. Pero no te preocupes más le voy a decir que te trate mejor. No vaya a ser que ye haga algún daño. Hilda. – Amo, muchas gracias. Penétreme. Permítame darle placer. Jasón. – Ya tuve bastante sexo por la mañana. Ve a ayudar a Xica y hazlo como se debe. Hilda. – Si amo.

Hilda se deslizó hasta donde estaba Selene, que había seguido con atención la pequeña conversación, y agarrando a Xica, que aún permanecía debajo del agua, la sacó a la superficie. Ante la mirada de la sirvienta que no comprendía bien lo que pasaba se sentó junto a ellas sobre el borde de la piscina y sin pedirle permiso a Selene la agarró y puso de espaldas sobre sus piernas.

Hilda. – Xica síguele chupando la raja a nuestra ama mientras yo le acaricio el cuerpo.

Selene se dejó llevar por las dos mujeres y mientras Hilda le besaba el cuello y le masajeaba con suavidad los pechos Xica le separó las piernas y volvió a hundir su cabeza en su sexo. Jasón mientras tanto contemplaba desde el otro lado de la piscina como su joven prima gemía de placer y a los pocos minutos su corrida se deslizaba desde el rostro de Xica hasta el agua.

Jasón. – Creo que ya ha sido suficiente relax por el momento para mí. Selene. – ¿Ya te vas primo? Jasón. – Si quiero llegar temprano a la reunión del concejo. Hilda Xica pueden quedarse un tiempo más pero después vuelvan a sus trabajos. Hilda. – ¿Amo quiero que lo sequemos? Jasón. – No quédense en el agua y tratan bien a Selene. Hilda, Xica. – Si, amo.

Jasón salió de la piscina, se puso una bata y se secó el cabello con una de las toallas del lugar. En el borde de la piscina Hilda se encontraba besando Selene y se veía como Xica le estaba introduciendo un dedo en la raja a la esclava y otro en el ano de su ama. Jasón contempló unos instantes el espectáculo y emprendió el regreso a su dormitorio. En el trayecto se cruzó con Filomena y le encargó llamar a su hermano Ganímedes. Él se preparó para la reunión del consejo de la ciudad con sus mejores vestimentas y varios adornos de importancia.

En frente de la entrada principal de la casa mayor el cochero ya estaba preparado para llegar a Jasón y a Ganímedes apenas estuvieran listos. No tuvo que esperar mucho ya que ambos hermanos atravesaron la puerta al poco tiempo mientras hablaban sobre los temas de la reunión. Se subieron y el viaje se mantuvo con normalidad hasta que llegaron al camino real en donde Jasón notó que el carruaje hizo unos movimientos bruscos. Casi de inmediato una de las ventanas se rompió y una fecha quedo atorada en uno de los marcos del lado opuesto del coche.

Continuara...