Esclavas Crucificadas (4)
Beatriz e Irene conocen por fin a los sádicos amigos de Miguel.
Capítulo Cuarto. Los amigos de Miguel.
El timbrazo del teléfono sobresaltó a los amantes, pero Miguel no lo dudó un instante y se incorporó para descolgarlo sacando la polla violentamente de la boca de Irene. ¿Sí?, preguntó Miguel. Ah hola, eres tú. Sí, te estaba esperando. Miguel miró entonces a Beatriz e Irene que le miraban sin saber qué hacer, y les hizo una seña para que siguieran con la mamada. Ellas se acercaron sin dudarlo y poniéndose otra vez de rodillas le obedecieron. Pues nada estoy aquí con mis dos perritas que en este momento me están comiendo la polla. Las muchachas levantaron los ojos sin dejar de chupar al darse cuenta de que estaba hablando de ellas con el desconocido. Sí, dos. Una amiga suya que se llama Beatriz se nos ha unido a la fiesta. Miguel se rió. No sé, no sabría decirlo, las dos están muy buenas, la nueva tiene las tetas un poco más grandes, te gustará.
Sí, voy a empezar con ellas aquí mismo dentro de diez minutos. No, no seas tan bestia. Por ahora sólo el látigo y la picana, ya habrá tiempo para eso. Sí, ya sé que no es lo habitual, pero quiero azotarlas aquí, en la piscina de mi casa, al aire libre. No sé, me da morbo hacerlo. Beatriz e Irene no podían evitar estar cada vez más húmedas sólo de oír hablar de su tormento con tanta frialdad.
Si llegáis antes de diez minutos podréis participar en el castigo. Sí, por supuesto, las esclavas están aquí para eso, podéis hacerles lo que queráis. La chupan muy bien, os gustará. ¿Qué?, no, creo que no, aún tienen el culo entero, pero no voy a dejar que las encules todavía cabrón. Mañana les darán por el culo por primera vez en su vida, pero yo seré el encargado de sodomizarlas por primera vez. Y diciendo esto Miguel miró de reojo a sus dos cerdas notando perfectamente el efecto de sus palabras sobre ellas que, al oír eso estaban ruborizadas y avergonzadas. Hasta ahora entonces, aunque creo que ya me habré corrido para cuando vengáis. Estas guarras succionan como un jodido aspirador. Miguel colgó y les dijo. Dentro de diez minutos vendrán mis amigos a buscaros. Son los tres tíos más sádicos que conozco y hace mucho que no tienen en su poder tías tan guapas como vosotras . Estoy deseando ver cómo os dan caña, ¿no es excitante?.
Beatriz levantó entonces la mirada y cometió un error. Por favor, no me entregues a ellos, mi amo, castígame tú por favor. Miguel la miró sonriendo. Ya veo que tienes demasiada osadía para ser una esclava. Muy bien, por hablar sin permiso te aplicaré la picana en el coño. Beatriz frunció el ceño. No, por favor, no lo haré más, no me toques ahí con eso. Miguel miró hacia otro lado. No aprendes ¿verdad?. Pues ahora le castigaré en el coño también a Irene así aprenderás. ¿Qué se dice Irene?. Gracias amo, contestó Irene mirando de reojo a Beatriz, ya sabes que puedes hacerme lo que quieras.
Miguel miró severamente a Beatriz y le dijo. Y ahora quiero que me metas la lengua por el culo mientras Irene me come la polla. Beatriz se sorprendió de la orden. Nunca le había chupado el agujero del culo a un tío, pero no quería seguir desafiando a Miguel, por eso aceptó, se desplazó de rodillas y enterró su cara entre los glúteos de Miguel buscando con su lengua el conducto negro y apretado de éste. Miguel era un tío muy aseado así que ella tuvo suerte. Beatriz encontró la aureola de su ano se lo empezó a chupar con ganas, de manera que Miguel se sostenía a duras penas sobre sus piernas ante el tratamiento especial que le estaban dando las dos esclavas. Beatriz consiguió poco a poco relajarle el culo y poniendo su lengua dura le fue sodomizando con ella. Eso estaba provocando que su verga estuviera dura como una piedra. Irene seguía chupándole el miembro prolongando el placer de Miguel hasta lo indecible, contenta de no tener que compartir ese pedazo de carne dura y palpitante con su amiga y satisfecha por oír los gemidos de placer de su amo y señor. Así estuvo aún un buen rato pero al notar las primeras gotas saladas de semen se sacó el pene de la boca y dijo. ¿Quieres correrte ya mi señor?. Él afirmó con la cabeza. No dejes caer ni una pero tampoco te lo tragues dijo él entrecortadamente. Irene asintió, cerró los ojos, se la metió en la boca otra vez y con un escalofrío terminó la felación con un masaje intenso y vigoroso de sus labios. Con un terrible gemido de placer, Miguel se corrió con sacudidas intensas y prolongadas, de tal manera que, si la joven no hubiera mantenido la polla en el interior de su boca el esperma hubiera salido disparado muy lejos. Irene gimió con los ojos cerrados acumulando en su boca la cálida y pastosa leche de Miguel. Este gritó de placer y estuvo a punto de perder el equilibrio pues las piernas le temblaban mientras eyaculaba sobre la joven. Por fin recuperó el dominio sobre sí mismo, y, acariciando el rostro de Irene manchado de esperma le dijo. Muy bien, cariño, eres una buena esclava ahora quiero que compartas mi leche con tu amiga. Ante la orden las dos se miraron pero comprendieron al momento. Beatriz estaba anonadada del tipo de guarradas que le estaba exigiendo Miguel. Seguramente estaba intentando humillarla pero ni siquiera se le pasó por la cabeza negarse pues ya sabía lo que eso significaba. De este modo, la joven se acercó a Irene cerró los ojos y abrió mucho la boca para que ella pudiera depositarle dentro el preciado líquido. Efectivamente la baba y semen mezclados fueron deslizándose de la una a la otra, y Beatriz puso un gesto de asco al recibir el líquido aún caliente. Sin embargo su rostro se fue dulcificando cuando su compañera le empezó a besar y chupar la lengua con sus labios. es evidente que las dos estaban supercalientes y muertas de deseo.
Seréis estúpidas, dijo Miguel, al ver el semen derramarse por el torso y los pechos de Beatriz, y cogiendo a Irene del pelo le dijo. Límpiale las tetas inmediatamente. Sí amo, dijo ella, y de mil amores se puso a lamerle el blanco semen que se deslizaba por los pechos de Beatriz. Al notar cómo se los chupaban ésta cerró los ojos y gimió e inmediatamente volvió a buscar la polla de Miguel lamiéndosela con avidez.
Repentinamente alguien aplaudió. Bravo, dijo alguien. Los tres se vieron arrebatados de su éxtasis y miraron hacia la puerta. Se trataba de los colegas de Miguel que venían a buscar a las esclavas. Estos tenían las llaves de la casa y habían entrado sin llamar encontrando una escena muy excitante. Dos jóvenes preciosas que no debían tener más de dieciocho años le lamían la polla y el culo a Miguel con verdaderas ganas, disfrutando como perras casi tanto como él. Estaban desnudas y esposadas como corresponde a dos esclavas y eran preciosas, jóvenes y con unos cuerpos perfectos. Joder Miguel, dijo uno de ellos. Son dos zorras de primera. ¿Cómo te lo montas?. Miguel sonrió al recién llegado y se encaminó hacia él, sacando su polla de la boca de Beatriz. Me alegro de verte cabrón, tienes que probar a la morena, es puro fuego. Por supuesto que la probaré, dijo mirándola lascivamente, tengo las pelotas llenas de leche y nada como una esclava para que me succione el rabo.
Beatriz miró al recién llegado con los ojos muy abiertos. No era como Miguel, guapo y atractivo, sino feo y con una pinta muy poco recomendable, no esperaba tener que hacerle una mamada a un desconocido tan pronto, pero eso fue exactamente lo que ocurrió, pues Ferrando, que así se llamaba el individuo pronto les dio la primera orden. Arriba cerdas, saludad a vuestro amo como os han enseñado. Las dos muchachas se apresuraron a levantarse. Lo hicieron a duras penas por estar esposadas y eso impacientó a Ferrando, que agarró a Irene por el pelo obligándola a incorporarse. Vamos guarra, arriba. Irene gimió de dolor, pero obedeció. En un momento las dos jóvenes se encontraban de pie, delante de los cuatro hombres, rojas como un tomate. Mantenían la mirada baja y los pies juntos, mientras sus nuevos amos examinaban sus cuerpos. Mira Ferrando, os voy a presentar. La esclava morena se llama Beatriz y la rubia Irene. Las chicas ni siquiera levantaron la vista. Este es Ferrando, una gran especialista en la Edad Media y en las torturas de la Inquisición, dijo Miguel guiñándole el ojo, y los hombres se rieron a carcajadas. Las jóvenes miraron de reojo a Ferrando respirando agitadamente. Sí, ya tendremos oportunidad de conocernos más a fondo, preciosas. Este otro de aquí es Lucio, pero le llamamos el electricista, porque le gustan los juguetes eléctricos. Estás de suerte Lucio, pues estas dos van a probar la picana eléctrica ahora mismo. ¿De veras?, dijo Lucio muy excitado. Sí, pero ten en cuenta que va a ser su primera vez, así que ponla al mínimo, no quiero que pierdan el conocimiento demasiado pronto. Beatriz miraba la picana y los cables eléctricos de reojo. Cada vez estaba más nerviosa y excitada. Nadie había presentado al cuarto hombre, que permanecía apartado de las chicas, era un tío muy raro y con muy mala pinta, además parecía más interesado en los instrumentos de tortura de la mesa que en ellas. Cogía los látigos, uno tras otro, y los sopesaba, estirándolos y comprobando la aspereza del cuero. También inspeccionó las pinzas dentadas e hizo un gesto de disgusto cuando se cerró una de ellas accidentalmente en el dedo.
Entretanto, Ferrando ya había empezado a sobar a Beatriz y ésta aunque a disgusto se dejó hacer. ¡Qué piel tan suave tienes princesa! le dijo abrazándola y estrujándole. Las manos de Ferrando se deslizaron por los pechos de la muchacha y fueron bajando por sus costados, volvieron a subir y Ferrando fue acariciando su espalda hasta llegar al trasero firme y redondo de la muchacha. Mientras tanto con la otra le pellizcaba el pezón derecho haciendo que éste se erizara. Beatriz no se resistía lo más mínimo pero apartaba el rostro asqueada de que los tocamientos de ese tío le estuvieran excitando. Por su parte, Lucio toqueteaba a Irene que aún tenía la barbilla y los pechos manchados del semen de Miguel. ¿Cuántos años tienes cariño?. ¿Dieciocho? le dijo retorciendo y pellizcando repetidamente los pezones, diecinueve señor. Ya tan mayorcita y todavía no sabes limpiarte la boca, le decía Lucio mientras le sobaba el culo.
Las dos muchachas se entregaron sin reserva a los recién llegados y permitieron que las sobaran y magrearan sin ningún recato. Finalmente, Ferrando atrajo el cuerpo de la bella Beatriz hacia sí estrechándolo con fuerza y la besó en los labios. Beatriz respondió al beso haciendo ascos. ¿Es que no te gusto, esclava? Ella intentó entonces disimular y le besó de forma apasionada. Eso está mejor. Fue entonces cuando Ferrando le dijo. Mira hacia abajo preciosa, tengo una cosa para que te la metas en la boca y juegues con ella. Beatriz miró hacia abajo y vio la enorme polla de Ferrando. Dios, se dijo para sí, apartando la cara asqueada. Era una enorme verga gruesa y llena de venas, y en cuanto Ferrando se la sacó del pantalón, un asqueroso olor revenido ascendió hasta la nariz de la chica. Era superior a lo que ella podía soportar. Beatriz dijo que no, mirando anhelante a Miguel. Huele mal ¿verdad?, contestó Ferrando obligándola a volver a mirarla. Tengo como principio no lavarme nunca la polla, a mí siempre me la limpian las esclavas con la lengua, así que arrodíllate y chupa con ganas. Y diciendo esto le cogió del pelo y le obligó a arrodillarse. Beatriz no tuvo más remedio que obedecer, pero en cuanto tuvo el rabo de Ferrando delante de su cara apartó ésta totalmente asqueada. No por favor, me da asco, no me obligues a chuparla Miguel.
Ferrando ni siquiera se inmutó. ¿Qué castigo tenías previsto para esta esclava, Miguel?, dijo Ferrando. Diez latigazos y jugar un poco con la picana en sus pechos, axilas y coño. Muy bien, pero es muy desobediente así que yo le aplicaré el castigo. Recibirás veinte latigazos y yo mismo te aplicaré la picana, puerca. Y ahora métetela en la boca, le ordenó muy enfadado cogiéndola del pelo y acercando su nariz al pene. Beatriz se quedó un rato con los ojos cerrados y aunque le repugnaba ese olor se aventuró a lamer la punta del pene. En cuanto el sabor acre y salado invadió su lengua, cerró otra vez la boca y dominó una náusea. No puedo, no puedo. Entonces Miguel se acercó con una fusta y muy enfadado ordenó. Chúpala, chúpala o te arrepentirás. Beatriz le miraba con los ojos llorosos. Por favor, no, esto no. Entonces Miguel le dio un fustazo en las nalgas y la chica gritó de dolor y de rabia. No, no, por favor. Pero Miguel fue inmisericorde y le volvió a dar otro fustazo. Beatriz volvió a gritar y las lágrimas asomaron por sus ojos. Vamos, esclava, cómete la polla o será peor. Dos líneas rojas recorrían el trasero de Beatriz, y a ésta no le quedó otro remedio que empezar a mamar la polla maloliente de Ferrando, si quería evitar otro doloroso fustazo. De este modo, la muchacha se metió la enorme polla de éste en la boca.
La pobre Beatriz con lágrimas en los ojos, experimentó varias arcadas cuando el enorme cipote de Ferrando le llenó la boca y estuvo a punto de vomitar, pero por fin comenzó a controlarse y a chuparle la polla al recién llegado con un indescriptible gesto de asco. Ferrando, por su parte, comenzó a bramar de gusto. Chupa, chupa fuerte, puta asquerosa, qué gusto me das. Beatriz quería sacarse el miembro y escupir, pero Ferrando no le dejaba, pues mantenía la cara de la joven pegada a sus pelotas. Ese cerdo estaba abusando de ella de una manera salvaje y cruel, y a pesar de ello, a Beatriz le empezó a gustar ser tratada de esa manera. De este modo, la joven empezó a encontrar gusto en lo que hacía, y su rostro fue cambiando desde el gesto crispado del principio a una mueca de lascivia y abandono al placer. Ni que decir tiene que Irene se encargó de la polla de Lucio. En este caso la muchacha tuvo suerte, pues el electricista no era tan guarro, y su polla estaba relaivamente limpia. Déjame la rubita para mí, dijo Lucio mientras Miguel le alargaba una cerveza, Irene miró a su verdugo pero no dejó de chupar. La nueva felación no duró mucho, los hombres bebían cerveza y conversaban y reían mientras ellas seguían dándoles placer chupando y mamando.
Mientras tanto, Miguel empezó a prepararlo todo colgando unas cadenas de una barra horizontal que había junto a la piscina. En unos instantes los hombres empezaron a correrse, y las dos amigas abrieron ansiosamente sus bocas para recibir y tragar todo el esperma caliente que les caía a borbotones. Cuando terminó de gemir y correrse sobre la boca de su puta, Ferrando bramó de gusto y de rabia y obligó a levantarse a Beatriz estirando brutalmente del pelo de la patilla. La cogió y la besó manchándose de su propio semen de los labios de ella, hecho esto, la acercó a Irene y obligó a las dos muchachas a frotar sus cuerpos entre sí. Venga, limpiaros el esperma una a la otra con la lengua. Las dos jóvenes tenían su pecho y su cara completamente mojados y comenzaron a lamerse y besarse entre sí, completamente transidas de lujuria. Los hombres rieron burlándose de la escena, y al final Ferrando las separó brutalmente y le dio una bofetada a Beatriz. Lo que me imaginaba, sois un par de putas que merecen ser castigadas. Beatriz se quejó al ser maltratada de esa manera. Muy bien, preciosa, y ahora vamos a empezar a jugar contigo, quiero oírte gritar. Ven Miguel, vamos a preparar a las esclavas. Miguel y Ferrando cogieron así a Beatriz y brutalmente la condujeron hasta el poste horizontal donde la iban a atar. Beatriz no podía dejar de pensar en su terrible sueño mientras Miguel le soltaba las esposas sólo para volver a cruzarlas por delante y atarlas a una cadena que colgaba. La joven no se resistía ni lo más mínimo, había descubierto que le gustaba estar a completa merced de esos pervertidos.
Sonriendo y sudando por el esfuerzo, Ferrando comenzó a tirar de las cadenas y Beatriz se vio obligada a ir subiendo sus brazos lentamente, primero con los codos a la altura de su cara y después con los brazos muy estirados hacia arriba, casi pegados a la cabeza. Por último, Miguel ayudó a Ferrando a tirar de la cadena. Con ello obligaron a la joven a estirar sus brazos al límite y a ponerse de puntillas. Beatriz gimió de dolor y placer cuando estiraron al límite su joven cuerpo desnudo. En pocos segundos trajeron a Irene para colgarla igual que Beatriz. Así lo hicieron a sólo medio metro de su compañera de manera que las dos quedaron frente a frente. En cuanto los hombres las dejaron un segundo, las dos empezaron a besarse apasionadamente. Era el beso de despedida antes de que empezara el tormento.