Esclavas blancas de Madame Cong: II. El Sujetador

Un misterioso cadaver, un sujetador con códigos secretos camuflados en su interior y los negocios de Madame Cong por medio. ¿Podrá la agente especial del F.B.I., Rachel Cummings, salir indemne de este entramado?

Este relato es una recopilación en español de varios relatos escritos por Jackpot y aparecidos en la página BDSM Library, y que tienen en común la presencia, en mayor o menor medida, de Madame Cong, uno de los personajes secundarios aparecidos en “La Doctora en la Jaula”, también del mismo autor. Cada uno de los relatos puede leerse por separado.

No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran.

II. El sujetador

  • Rachel, tenemos razones para creer que este sujetador especial contiene en su diseño códigos ocultos. Además, creemos que puede haber varios modelos de esta cosa circulando por ahí. – dijo el hombre pasándose la mano por su poblada barbilla.

  • El informe dice que Lisa Reynolds trabajó como stripper para una tal Madame Cong. ¿Su cuerpo fue recuperado sin el sujetador? – dije volviendo la vista otra vez hacia el informe.

  • Así es. No había nada que cubriese sus pechos y no había señales visibles de daños en su cuerpo. Sin embargo, sí que encontramos algunos pinchazos de aguja en sus pezones.

  • Podría se cocainómana. – dije.

  • Eso pensamos y le hicimos un examen toxicológico. Estaba limpia. Aun así, esas marcas quizás tengan algo que ver con el caso del sujetador.

  • Entonces, ¿cuál fue la causa de la muerte? – pregunté ajustándome la chaqueta de mi traje ejecutivo.

  • Bueno, técnicamente no lo sabemos. Sin embargo sí sabemos que no tenía su cerebro.

  • ¿Cómo? ¿Alguien le quitó el cerebro?

  • No exactamente. No había marcas de ello en su cuerpo. Simplemente lo descubrimos al hacer la autopsia.

Miré a Henry-. Nuestros ojos se encontraron de repente para reflexionar ante una situación que parecía desesperada. Estábamos confundidos. Muy, muy confundidos.

  • Pero seguramente debe haber alguna huella, alguna evidencia. Si no se usó ningún instrumento, ¿pudo hacerse con cirugía láser? – sugerí.

  • Bueno, no habían rastros de ello. Hemos tratado también de descubrir si existe alguna droga o producto químico que permita hacer eso o algo parecido, pero seguimos con las manos vacías. – Henry cogió un paquete de cigarrillos de un cajón de su escritorio.

  • No irás a encender eso conmigo aquí, ¿verdad? – dije echándole en cara su falta.

  • ¿Y si abro la ventana, así…? – yo lo interrumpí.

  • ¡De ninguna manera! Sabes que odio el humo. Si lo enciendes me marcho. – rápidamente guardó el paquete de cigarrillos.

  • ¡Vale, vale!, continuemos.

  • Bueno, esto parece más bien un caso de la CIA – dije.

  • Pensamos en enviar a un agente de la CIA, pero Madame Cong está tan interesada en descubrir lo que está pasando como nosotros, así que no es necesario enviar a un agente encubierto para este caso. Madame Cong está dispuesta a colaborar contigo en esto. Posee un establecimiento de lujo en San Francisco. Allí te pondrás en contacto con ella y obtendrás toda la información que necesites sobre el caso.

Dicho esto, Henry me entregó una carpeta con los billetes de avión.

  • Te das cuenta de que esta mujer dirige una red de prostitución, ¿verdad? – dije con aire autosuficiente. Odiaba todo lo relacionado con la trata sexual de mujeres y ya había pensado en buscar alguna manera de trincar a esa mujer.

  • Rachel, querida, ¿acaso crees que somos estúpidos? ¡Claro que somos conscientes de ello! Hemos estado buscando la manera de echarle el guante desde hace mucho tiempo, pero parece que tiene muy buenos contactos en las altas esferas. No es fácil acusarla. – dijo cruzando las piernas.

  • Deja el asunto en mis manos, yo…

  • ¡No! – dijo Henry con firmeza. – Harás solo lo que te he dicho y te limitarás a obtener la información que ella te de. Tiene muchos contactos y pistas que podrán ayudarte en este caso. Lo que tenemos entre manos es un asunto mayor que el de Madame Cong, y vamos a necesitar su ayuda en esto. ¿Está claro? – dijo mirándome fijamente a los ojos.

  • Sí, señor, pero creo todavía que el caso puede resolverse también con su detención.

  • Deja eso para otro momento, agente Cummings. Tu vuelo sale en unas pocas horas, así que será mejor que te marches ya.

  • Sí, señor. – cogí la carpeta con el informe clasificado y los billetes de avión y salí de la oficina.


El viaje en avión fue muy bien. Ya había estado antes en San Francisco. Su particular belleza no me abrumaba, pero he de decir que adoraba esa ciudad. Me registré en un hotel y decidí descansar un par de horas para aliviar el jet-lag del viaje. Había llegado temprano a la ciudad y hasta, al menos, pasadas tres horas, no comenzaría la vida nocturna de la ciudad.

Un par de horas después, desperté d e la siesta ansiosa por comenzar mis pesquisas. Tenía la dirección del establecimiento, por llamarlo así, de Madame Cong. En él había más suciedad que en una alcantarilla. Se encontraba en san Mateo. Tenía ganas de empezar a presionarla sobre sus turbios negocios, así que me metí en mi coche de alquiler y me puse en marcha. Tomé mucho cuidado en vestirme extremadamente formal para asegurar mi posición, a fin de cuentas, no estaba trabajando encubierta.

Poco después llegué a la dirección. Parecía más una mansión que un club de alterne. Me di cuenta de que aquí había más en juego de lo que aparecía a simple vista, pero tenía que concentrarme en mi misión: la búsqueda de ese sujetador y de cualquier cosa conectada con él. Una voz me sacó de mis pensamientos.

  • Contraseña. – dijo en tono aburrido. Me habían dado la contraseña pero yo esperaba no tener que utilizarla ya que era estúpida.

  • Mire, Madame Cong me está esperando. Soy Rachel Cummings. – dije en voz alta desde el asiento de mi coche al interfono.

  • Contraseña. – repitió de nuevo la aburrida voz masculina.

  • Mira, amigo. Soy agente del FBI. ¡Si no abres inmediatamente esa puerta, este sitio va a convertirse en un hervidero de policías! – dije muy segura de haber conseguido mi propósito.

  • Sin la contraseña no entra nadie. – dijo rotundamente. Me enfadé porque había descubierto mi farol. Sabía que no me quedaba más remedio que decir esa estúpida contraseña.

  • Espera un segundo, ¿vale? ¿Quieres que te diga la contraseña? – dije sintiéndome una imbécil.

  • Contraseña. – repitió.

  • Um… Y… Y… Yo soy una pequeña stripper caliente. – no me podía creer que realmente hubiese dicho eso.

  • Adelante. – y la puerta se abrió. Conduje mi coche por el camino de acceso hasta que encontré a un hombre. Le di mis llaves y se llevó el coche para aparcarlo. Posteriormente me acompañaron al interior de la mansión. El lugar era realmente elegante. Me di cuenta de que, me llevaban de la mano como si fuese una niña, así que me detuve. Quería ver más de lo que había allí. Viendo la mansión, a Madame Cong le debía ir muy bien. Por fin me llevaron hasta su oficina y cerraron la puerta tras de mí.

  • Ah, tú debes ser Rachel. Es un placer conocerte al fin. Siéntate, por favor. – dijo estrechándome la mano y haciendo un extraño movimiento con su dedo índice, acarició con él la palma de mi mano antes de soltarme. Poseía unos ojos de un color verde intenso que parecían penetrar a través de mí. Estaba vestida con un exótico traje negro. La falda era estrecha, modelando exquisitamente sus redondas formas. Para ser oriental, parecía muy alta, aunque luego me di cuenta de que se lo debía a sus tacones. Su blusa era tan ajustada que casi parecía un corsé. Me costaba apartar la mirada de ella.

La oficina estaba llena de raros objetos y de arte erótico. La silla en la yo estaba sentada tenía gigantescos penes como brazos. El tacto era frío y metálico. Sobre la cabeza de Madame colgaba una pintura sorprendentemente lasciva. Representaba a una mujer bailando ante otra mientras un hombre portaba una especie de arnés que lo mantenía pegado al trasero de la bailarina. La imagen estaba saturada de tonos rojos y verdes, y daba la impresión de que los colores goteaban hacia abajo, como si se estuviesen derritiendo. El cuadro me sobresaltó un poco. La mujer que observaba a la bailarina tenía los dedos de una mano bajo su falda, aparentemente masturbándose ante la que bailaba mientras que con la otra mano parecía darle algo que semejaba dinero. Sin duda la pintura resultaba extrañamente erótica. Traté de imaginar que se sentiría bailando así en un escenario, pero negando con mi cabeza, logré sacar la idea de mi mente.

  • Fascinante pintura, ¿no crees, señorita Cummings? – me preguntó mientras me clavaba la mirada. Sentía como si sus ojos pudiesen atravesarme.

  • Ehhhh… sí. – dije algo distraída.

  • Bueno, imagino que deseas ir directamente al grano.

  • Mira Lili, lo sé todo acerca de ti y de los negocios que manejas aquí. De hecho se que tienes establecimientos como estos repartidos por todo el mundo y que nadie ha podido echarte el guante… aun. – dije sintiéndome arrogante y confiada.

  • Francamente, srta. Cummings, voy a decirte algo. ¡En mi establecimiento te dirigirás a mí como Madame Cong o toda conversación conmigo habrá acabado! – dijo levantando la voz con tono duro y autoritario.

  • Váyase al infierno si cree…

  • Puedes apostar tu culo a que lo harás o no obtendrás ningún tipo de información de mí. ¿Está claro?

Enseguida me di cuenta de que si quería esclarecer el caso, tenía que capitular un poco.

  • ¿Y bien? – preguntó.

  • Um… de acuerdo.

  • ¿De acuerdo qué?

  • Ah, quiero decir, de acuerdo, Madame. – dije en voz baja.

  • Eso está mejor. Recuerda Rachel que has sido tú la que has venido a mí en busca de ayuda. Si lo deseo, puedo hacer ahora mismo una llamada a alguien de la CIA de un departamento similar al tuyo del FBI. Estoy segura de que se sorprendería agradablemente de lo mal que te has desenvuelto con la investigación. Ya sabes cuan competitivos son la CIA y el FBI. Estoy segura de que te relegarían a poco más que trabajo de oficina. ¿Quieres que realice esa llamada? – dijo sonriéndome y descolgando el teléfono. Yo no quería que todo se fuera al garete. Tenía que suavizarla un poco.

  • Ummm, no, por favor. Lo siento mucho, Madame. He actuado con descortesía, por favor, perdóneme. – la vergüenza tiñó mi cara de un rojo intenso. Esa perra me había hecho quedar como una idiota y me estaba hirviendo la sangre. Por su expresión facial me di cuenta de que estaba disfrutando de cada momento. Me estaba retorciendo en mi silla y ella lo sabía.

  • Vale, pero no dejes que eso vuelva a suceder, Rachel – dijo colgando el teléfono. Mansamente me dejé caer sobre la silla aliviada. Supongo que, en ese momento, perdí un poco la compostura.

  • ¡Siéntate derecha, jovencita! – me ordenó. Su voz me trajo de vuelta a la realidad y me senté con la espalda recta. Habían pasado solo unos minutos y ya me sentía como una niña pequeña en su presencia. Era una sensación extraña.

  • Vas a sufrir problemas de cuello y espalda si no te sientas correctamente.

  • Madame Cong, vayamos al grano, por favor. – dije recobrando la compostura. – Se que tiene muchas conexiones y necesito información sobre… - ella me cortó bruscamente.

  • Hazme el favor de ponerte en pie para mí.

  • ¿Cómo?

  • Lo que has oído. ¡Levántate! – ahora su tono era exigente.

  • Pero… ¿por qué? No entiend…

  • Solo hazlo. Ponte en pie para mí. – y obedecí. - Ahora mantén los brazos a los costados.

Y, despacio, también lo hice. Estaba confusa.

  • No estás mal, eres muy bonita. ¿Sabes, Srta. Cummings, que eres una mujer muy atractiva? ¿Por qué te vistes de esa manera tan formal? – me preguntó.

  • Madame, no creo que eso sea asunto suyo…

  • Gírate para que te vea.

  • ¿Qué? No voy…

  • Gírate y deja que te eche un buen vistazo. – dijo en voz baja y, por alguna razón, me giré lentamente para ella. No sabía porqué estaba cumpliendo las órdenes de esa mujer con tanta facilidad. Supuse que era porque quería que este caso se resolviese sin más problemas, especialmente tras su amenaza.

  • Sí, tienes un cuerpo muy bonito. ¿Alguna vez has practicado baile, querida? – me enfadé y me volví a sentar otra vez.

  • ¡No soy una de sus putas mujerzuelas a las que puede ordenar lo que quiera! – contesté indignada.

  • ¿En serio? Quiero demostrarte algo ahora. – dijo sonriendo con una mal disimulada expresión perversa.

  • ¿Qué se propone? – pregunté.

  • Quiero demostrarte que cualquier mujer, en cualquier momento, puede convertirse en una mujerzuela, en una puta, como has dicho. – dijo mirándome directamente a los ojos. Daba la impresión de que estaba escudriñando el fondo de mi alma. Abrió el cajón de su escritorio.

  • ¿Es esto lo que buscabas? Es un sujetador, tal vez el sujetador que andas buscando. – me puse en pie.

  • ¡Usted ha estado ocultando pruebas del caso mientras nosotros estábamos buscándolo!

  • Siéntate, por favor. – dijo y volví a sentarme.

  • Míralo bien, Srta. Cummings – lo sostuvo frente a mis ojos, estirado para que lo pudiese ver bien.

El sujetador parecía hecho de un brillante látex de color negro. Era de una talla grande, una copa D, por lo menos. Miré las dos copas y quedé un poco hipnotizada por el brillo que desprendían sus puntas. Estaba fascinada con él, aunque, de alguna forma, me resultaba espeluznante.

  • Vamos, tócalo. Sabes que deseas sentir su tacto. – dijo Madame.

Extendí mi mano para tocarlo con mis dedos. Poseía un tacto suave. Su textura era increíble. Lo más curioso era que en un momento parecía látex y al siguiente cuero. Cambiaba de textura o, al menos, lo parecía. Otro cambio y ahora parecía seda. Asustada, retiré los dedos. Juraría, también, que el sujetador parecía cambiar de color, ¿pero cómo era posible? Debía estar poniéndome demasiado nerviosa, pues percibía que algún sonido agudo provenía de la prenda. O al menos eso era lo que yo pensaba en esos momentos. Algo parecía estar parpadeando intermitentemente en mi cabeza. Algún tipo de palabras… casi podía oírlas… venían del sujetador.

  • Acaríciame… acaríciame… acaríciame…

Las palabras se repetían una y otra vez. Y a estas, le siguieron otras.

  • Tócame… tócame… tócame… acaríciame… acaríciame… acaríciame… tócame… tócame… acaríciame… acaríciame… acaríciame… - no podía soportarlo más. Las palabras no se detenían. Me vi obligada a tocarlo de nuevo, a sentir su tacto con mis dedos, pasar mi mano alrededor de las copas.

En un momento dado, me di cuenta de que también acariciaba los dedos y manos de Madame. Ella me miró y sonrió, lo que provocó que yo me asustase un poco. A continuación Madame dejo el sujetador sobre la mesa y mis ojos fueron tras él. Mi mirada parecía estar clavada a esa prenda.

  • Acércate, Rachel.

Me sobresalté y sacudí mi cabeza de un lado a otro. Su voz pareció romper el trance en el que estaba inmersa.

  • ¿Cómo, Madame?

  • Acércate, aun tengo algo que demostrarte.

  • ¿El qué? – pregunté.

  • Que te puedes convertir en una puta para mí, al igual que el resto de mis otras chicas.

No podía creer lo que me estaba diciendo. Me sonrojé  de vergüenza y enfado a partes iguales.

  • ¡¿Cómo se atreve a decirme eso?! – pregunté fuera de mí.

  • Ven aquí y te lo demostraré. – dijo sin inmutarse.

  • No, no voy a acercarme a usted. Esta pantomima ha ido demasiado lejos.

  • ¿Tienes miedo? – preguntó con una sonrisa.

  • ¿De qué? ¿De usted? ¡Nunca! – contesté airada.

  • Entonces acércate y deja que te lo demuestre, a no ser que estés demasiado asustada.

  • Muy bien. – Acepté el desafió. Caminé alrededor de su mesa y me coloqué frente a ella.

  • ¿Y ahora qué? – pregunté arrogante.

  • Súbete la falda.

De nuevo volvió a sorprenderme.

  • ¿Qué? Jamás. ¿Quién coño se cree que es? Yo no soy una de sus vulgares rameras…

  • Mira, solo quiero demostrarte que cualquier mujer puede convertirse en una puta. ¿Acaso no estás preparada para el desafío? – esa mujer me estaba provocando más y más.

  • Pero yo no puedo…

  • Claro que puedes, ¿o acaso tienes miedo de que yo vea como te humedeces? – dijo bajando la mirada hacia mi larga falda.

Yo estaba muy enojada, roja de rabia y de vergüenza al mismo tiempo. La cabrona estaba intentando demostrar que podía excitarme.

  • Rachel, si realmente no eres una guarra, ¿por qué no me demuestras que me equivoco? Súbete lentamente la falda. – dijo mirándome ahora a los ojos. Me estaba poniendo nerviosa. Quería demostrarle que se equivocaba, pero de alguna forma, me estaba excitando y mi sexo se estaba humedeciendo. Traté de apartar la vista de ella.

  • Haz lo que te digo, súbete la falda y déjame ver tus braguitas. Apuesto lo que sea a que ya están mojadas, ¿verdad?

  • Pero Madame, no, yo no… yo no puedo…

  • ¡Pues demuéstramelo! – exigió.

Lentamente deslicé la falda por sobre mis muslos hasta que ella pudo ver todo lo que había bajo mi cintura. Acarició mis medias y echó un buen vistazo a mis bragas blancas. Sobre ellas había una visible mancha de humedad. Delicadamente deslizó mis bragas hacia abajo y empecé a temblar. Esta me perra me estaba poniendo caliente.

  • Te estoy viendo el coño… ¡Y dices que no eres una puta! Mira lo mojado que está ahí abajo, Srta. Cummings.

Enfadada y frustrada, miré hacia abajo. Ella estaba en lo cierto. Estaba muy mojada y ver sus ojos clavados en mi coño me hizo humedecer aun más. “¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me había excitado tanto el sujetador? Y, sobre todo, ¿por qué me estaba exhibiendo ante una vil mujer a la que odiaba?”. Las preguntas se arremolinaban dando vueltas y vueltas en mi cabeza.

  • ¿Has jugado alguna vez al juego del dedo, señorita Cummings?

  • Juego del dedo, ummm… no, creo que no… Madame, yo…

  • Entonces vamos a jugar. Voy a colocar mi dedo justo por encima de tu clítoris y voy a mantenerlo en esa posición. El reto es evitar que te enciendas. ¿Lo entiendes?

  • Um… no… ah… sí…, quiero decir no, no haga eso… - pero mientras yo decía eso ella colocó su dedo sobre mi clítoris y comenzó a ejercer presión sobre él. No podía creerme lo que estaba pasando. La presión era insoportable. Me retorcía en su dedo procurando no perder el control, pero ella lo seguía manteniendo allí.

A pesar de mis esfuerzos, no pude mantener el control mucho tiempo más. Me encontré de repente tratando de conseguir deslizar el dedo en mi hendidura, pero Madame no lo consentía. Estaba tan caliente que no podía dejar de intentarlo. Me sentí realmente avergonzada. Allí estaba yo, haciendo las repugnantes cosas que siempre había aborrecido. “¿Cómo había caído bajo su control?”

Algo sobre el sujetador resonaba en mi mente. Miré hacia él y las palabras volvieron a resonar en mi cabeza.

  • Acaríciame… acaríciame… acaríciame…

  • Contéstame, srta. Cummings, ¿quieres mi dulce dedo en tu coñito? – me preguntó.

  • N… no… no… - dije tratando de ser fuerte.

  • Suplícamelo Rachel. ¡Suplícame que te joda con mi dedo! – me ordenó.

  • No, por favor, yo…

  • ¿Quieres que te folle? Fíjate, ahora eres la ramera que decías no ser. Suplícame. Suplícame que meta mi dedo en tu húmedo agujero. ¡Suplícame! – dijo implacable.

Yo no pude contenerme más. Hacerlo me costaba mucho. Hubiese querido demostrarle que se equivocaba, pero era imposible. Pero aquí estaba, jadeando y con mis partes íntimas expuestas. Definitivamente me dejé llevar.

  • Por favor…

  • Por favor ¿qué?

-P… por favor, Madame… Por favor, fólleme con su dedo, por favor, Madame, por favor… - comencé a suplicar como una perra en celo.

  • Buena chica. – dijo mientras empujaba su dedo en mi vagina.

  • Así, puta. Cabálgalo, cabalga mi dedo arriba y abajo. ¡Sabes lo que quiero, puta! Demuéstrame que puedes ser tan puta como mis otras chicas y córrete para mí. ¡Vamos, córrete en mis dedos! – dijo mientras introducía más dedos en mi coño y con la otra mano seguía jugando con mi clítoris. Allí estaba yo, una agente del FBI, frente a una mujer a la que odiaba y dejándola jugar con mi sexo. Me estaba comportando para ella como una de sus putas. Y con este pensamiento me corrí en el más increíble orgasmo que jamás había tenido. Me corría y me corría mientras ella metía sus dedos por todas partes.

  • ¡Qué perrita más buena! ¡Qué putita más buena! Ahora arrodíllate y chupa el pegajoso jugo que impregna mis dedos.

Quería resistirme, pero no dejaba de oír algo en mi mente. Algo que, de nuevo, parecía provenir del sujetador.

  • Las esclavas se arrodillan… las esclavas se arrodillan… las esclavas se arrodillan… - se repetían las palabras una y otra vez.

Me arrodillé y me llevé los dedos de Madame a la boca para lamer todo el flujo que los cubría. Los lamía, los chupaba mientras imágenes de penes acudían a mi mente. Estaba fuera de control.

Una vez que Madame se convenció de que sus dedos estaban limpios, tomó el sujetador de su escritorio, me lo puso y lo aseguró. Era demasiado grande para mí pues yo solo llevo una 36C. Sentí unos desagradables pinchazos sobre mis pezones.

  • ¡Owwwwe! – grité.

  • Tan solo relájate, mi nueva puta. Deja que la droga te relaje y entre en tu mente. Vas a conseguir unos senos grandes y turgentes para mí. – dijo mientras frotaba mis pechos.

Podía sentir como un fluido desconocido entraba en el interior de mis senos. Mi pecho se estaba calentando y mi cabeza cada vez estaba más relajada y aturdida. El tamaño de mis tetas aumentó hasta llenar el sujetador. Lentamente, a través de la prenda, Madame acariciaba mis pezones.

  • Bueno, Srta. Cummings, parece que he ganado la apuesta.

Torpemente la miré.

  • ¿Pero… cómo…?

  • La verdad es que fue bastante sencillo. Como puedes ver este es un sujetador especial. Antes de que llegases me tomé la libertad de inyectarte una droga. El hombre al que le distes las llaves del coche aprovechó la ocasión para hacerte un ligero pinchazo en el dedo al tiempo que las tomaba.

  • Así que fue eso… las drogas… las alucinaciones… - comencé a decir tratando de entender la situación.

  • ¡Por supuesto! Pero eso sólo es la punta del iceberg. El pinchazo inicial solo ha permitido que veas y sientas las cosas un poco diferentes, pero los sonidos, las palabras que oías, eran reales.

  • ¿Qué quiere decir? ¿Cómo?

  • Bueno, este sujetador ha sido diseñado para que emita mensajes subliminales. El pitido en alta frecuencia que también has oído contiene mensajes de voz que actúan directamente sobre tu cerebro. Cuando lo puse frente a tu cara, estaba manipulando los controles en el cierre que activan la emisión y frecuencia de los mensajes de voz.

  • Entonces, ¿por qué no los escucho ahora?

  • Los escucharás, está programado para emitirlos a intervalos de tiempo.

  • ¡Voy a quitármelo! – dije confiada.

  • De acuerdo, inténtalo.

  • ¡Owwwwe! – Grité mientras trataba de quitarme el sujetador después de haber soltado el cierre. Las agujas me mataban. Si al menos lograse sacarlas, pero el dolor era tan grande que desistí de mi intento y me detuve. Sentí de nuevo las agujas clavarse en mis pezones.

  • Si hubieses conseguido quitártelo, el dolor hubiese sido indescriptible. Como puedes ver no son las agujas lo que produce el dolor, es la retirada de ellas de tu mente lo que lo produce. Las agujas actúan como sensores integrados a tus ondas cerebrales. Cuando penetraron en ti te inyectaron una poderosa droga diseñada por mis químicos. Este fármaco ayuda a controlar tu mente, aunque puede también provocarte alucinaciones. Voy a controlar tus pensamientos. Las agujas actúan como antenas que me ayudarán a estimular tu mente. Necesitarás de la aplicación de más dosis de la droga, que te administraré de forma periódica. Para eso está diseñado el sujetador. Si pasado el tiempo no has alcanzado unos niveles mínimos de la droga, ésta puede matarte. Ah, por cierto, también he liberado algo más en tu cabeza, algo con lo que puedo licuar tu cerebro si es mi deseo.

  • Estoy escuchando de nuevo el sonido agudo – dije asustada.

  • La programación subliminal está empezando de nuevo. Luego oirás las voces otra vez. – dijo sonriendo.

  • ¿Pero como? Si lo he desabrochado.

  • La activación inicial esta diseñada solo para mi uso. Una vez puesto, a través de las agujas, se introduce un chip microscópico que actúa como un transmisor preprogramado. Penetra a través de las arterias y luego se une a la corteza cerebral. Es un chip especial diseñado y programado para unirse a un área concreta del córtex. Las agujas actúan como un imán para el chip, lo que provoca que al intentar quitártelas sufras un dolor inmenso. Por supuesto que se puede anular, pero sólo si yo lo desconecto. Vas a convertirte en una puta y en una stripper para mí, Srta. Cummings, y por supuesto vas a entretener a muchos hombres. – dijo mirándome con una cara siniestra.

  • Sí, Rachel, ya se en qué estás pensando. ¿Por qué el tono y la frecuencia del sujetador no tienen efecto en mí? Pues porque estoy entrenada para resistirlo y, lo más importante, no estaba bajo los efectos de la droga como lo estabas tú. ¿Recuerdas el pinchazo? La colocación manual del sujetador ahora es redundante, pues el chip ya está en tu interior. Dicho sea de paso, los sonidos del sujetador sólo afectan al oído femenino, creo que debes considerarte afortunada de estar ahora en mi establo. – dijo sonriendo. - ¡Sólo piensa en todas las mujeres a las que soy capaz de controlar! ¡Todas mis esclavas, cada una de ellas! – exclamó exultante.

  • Pero oí al sujetador decir “las esclavas se arrodillan” mientras estaba sobre su escritorio.

  • No, no es así, era el efecto del pinchazo inicial de droga trabajando en tu mente. Has oído lo que deseabas escuchar porque en el fondo de tu subconsciente realmente deseas ser una esclava. Eso es bueno. Creo que lo voy a añadir a la programación de tu chip. – volvió a sonreír.

  • No… no… esto no puede estar pasándome… ¿Y si un hombre quiere ver mis tetas? ¿Cómo podrá hacerlo si no puedo quitarme esto?

  • Acaríciame… acaríciame… acaríciame… - de nuevo empezaba a oír las palabras provenientes del sujetador.

  • Una vez que el tratamiento haya hecho efecto y tu forma de pensar sea reprogramada, te quitaré el sujetador. Para entonces tu mente habrá sido modificada para que satisfagas todos mis gustos y caprichos. Claro que necesitarás un impulso adicional. A fin de cuentas es una droga y ahora eres adicta. – dijo Madame.

  • Tócame… tócame… tócame… - seguía escuchando las palabras que se repetían una y otra vez. Empecé a jugar con mis pechos.

  • Eso es puta, tócate los pezones para mí. – ordenó Madame.

  • Ahora vas a salir de aquí. Volverás mañana por la noche vestida de forma más apropiada para tu nueva línea de trabajo. Te vestirás como la puta guarra que decías que nunca podrías ser. ¡Ahora vete! – dijo Madame con una siniestra sonrisa mientras me veía abandonar su despacho.

  • Soy una puta… soy una puta… soy una puta… - nuevas palabras parecían entrar en mi mente. Como pude me recompuse la ropa y salí de la oficina. Las piernas me temblaban y apenas me sujetaban. Trataba desesperadamente de encontrar una forma de salir de esta situación, pero entonces acudían las palabras a mis oídos. A veces me parecía que las oía como si fuese yo quien las estuviese diciendo. Estaba siendo condicionada. Tenía que resistir.

Conduje mi coche, apenas capaz de mantener el límite de velocidad. Madame estaba en lo cierto. Habían más frases, más mensajes de voz, y seguían acudiendo y acudiendo a mi cabeza.

  • Soy una pequeña stripper caliente… soy una pequeña stripper caliente… soy una pequeña stripper caliente… adoro desnudarme para hombres y mujeres por igual… soy una pequeña stripper caliente… soy una pequeña stripper caliente… adoro desnudarme para hombres y mujeres por igual… yo amo desnudarme para hombres y mujeres… - se repetía en mi mente una y otra vez. Luego se detuvo un momento. Estaba enloqueciendo y comencé a preguntarme en alta voz:

  • Tal vez Madame tenga razón. Tal vez tan solo quiero ser una puta, una stripper y bailar ante un desagradable público. ¿Por qué no puedo seguir pensando en mi misión? ¿Por qué me parece que ya no me importa? Solo quiero bailar y acariciar mis pechos… ¿Pero que estoy diciendo? ¡¿Qué me está pasando?! No puedo seguir pensando en esa barbaridad. ¡Oh, Dios! ¡De nuevo puedo sentir ese líquido caliente entrando en mis pechos! Al menos ahora no oigo las voces. Tal vez debería buscar a algún profesional médico que me ayude a solucionar esto. ¡Mierda!, si estuviese en la Costa Este sabría a quien acudir, pero aquí… Tendré que ponerme en contacto con la Agencia para que me ayude… no puedo aguantar mucho más… ¡Dios, quiero masturbarme! ¡Tengo que hacerlo! ¡Tengo que aparcar el coche y hacerlo ya mismo!

Aparqué el vehículo en una zona apartada y empecé a jugar con mi sexo. Traté de imaginar que los dedos de Madame estaban allí mientras yo jugaba con él… y ella lo acariciaba… y frotaba mi clítoris arriba y abajo. Trataba de obtener un orgasmo tras otro. No podía pensar en otra cosa que no fuese masturbarme.

Mis manos pasaron a acariciar el sujetador. Me encantaba su tacto y el calor que proporcionaba a mis pezones y a mis, ahora, enormes tetas. Endurecí los pezones tanto como pude, sintiendo como las agujas temblaban en su interior. Me sentía como si de repente me hubiese convertido en una ninfómana. ¡Dios, como deseaba tener allí de nuevo los dedos de Madame! Era como si Madame estuviese ahora muy dentro de mi mente.

Me estuve masturbando más de una hora hasta que finalmente me detuve y decidí continuar. Conduje cada vez más y más rápido con la esperanza de volver cuanto antes al hotel. Quería… necesitaba informar de todo lo que me había sucedido. Me detuve en la parte delantera del hotel, junto a la recepción y subí inmediatamente a mi habitación. Entonces, otra vez, las voces comenzaron a sonar. Me estaba volviendo loca… tenía que informar… tenía que volver… pero mi mente quedó atrapada en las voces.

  • Me encantan las pollas… me encantan las pollas… me encantan las pollas… yo lamo coños… yo lamo coños… yo lamo coños… me encantan las pollas… me encantan las pollas… me encantan las pollas… yo lamo coños… yo lamo coños… yo lamo coños… me encantan las pollas… me encantan las pollas… me encantan las pollas… yo lamo coños… yo lamo coños… yo lamo coños… - Incluso comencé a balbucear las palabras que oía. Algo ardía en el interior de mi mente. Cada vez los mensajes duraban más y más tiempo y, ahora me daba cuenta, las voces eran femeninas. Sonaban como la voz de Madame. Creo que era su voz.

  • Necesito a madame… necesito a Madame… necesito a Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… quiero bailar y desnudarme para Madame… necesito a Madame… necesito a Madame… necesito a Madame…

Encendí la radio y me puse a bailar. Balanceaba mis caderas atrás y adelante como si estuviese en el escenario y Madame me estuviese observando. Sentí que deseaba ser una puta. Tenía que bailar para ella, deseaba bailar para ella. No podía dejar de contonear mi cuerpo mientras acariciaba mi pecho. Trataba de sacarlo todo lo posible a pesar de la restricción del sujetador. ¡El sujetador! ¡Ese condenado sujetador! Esta cosa lo empezó todo, tomando el control de mi mente y obligándome a hacer estas repugnantes cosas. ¿Y ahora un chip? ¡Estaba pervirtiendo mi mente y yo… yo, simplemente no podía parar!

Alcancé otro orgasmo. Me sentía casi al borde del desmayo. Agradecida de que las voces se hubiesen detenido, me desplomé agotada sobre la cama. Con lágrimas en los ojos, me dejé dormir.


Tras unas horas de sueño, las voces comenzaron de nuevo.

  • Soy una stripper… soy una stripper… soy una stripper… tengo que vestir como una zorra… tengo que vestir como una puta… tengo que vestir como una puta… soy una stripper… soy una stripper… soy una stripper… tengo que vestir como una zorra… tengo que vestir como una puta… tengo que vestir como una puta… soy una stripper… soy una stripper… soy una stripper… tengo que vestir como una zorra… tengo que vestir como una puta… tengo que vestir como una puta… soy una stripper… soy una stripper… soy una stripper… tengo que vestir como una zorra… tengo que vestir como una puta… tengo que vestir como una puta… debo vestir como una puta.

  • Soy una puta de Madame Cong… soy una puta de Madame Cong… soy una puta de Madame Cong… debo obedecer a madame… debo obedecer a Madame… debo obedecer a Madame… soy una puta de Madame Cong… soy una puta de Madame Cong… soy una puta de Madame Cong… debo obedecer a madame… debo obedecer a Madame… debo obedecer a Madame… soy una puta de Madame Cong… soy una puta de Madame Cong… soy una puta de Madame Cong… debo obedecer a madame… debo obedecer a Madame… debo obedecer a Madame…

  • Trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat ( Jodidas Perras en Celo, pero con la traducción pierde sentido el juego de siglas. Lo siento )… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo para una rama especial del FBI… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat… trabajo en el FBIH: Fucking Bitches In Heat…

Me desperté apenas había amanecido. Me encontraba muy confundida, tratando de recordar lo sucedido. Había pasado una noche plagada de pesadillas, extraños y espeluznantes sueños que contenían muchas y repugnantes palabras. Recordaba imágenes de verme bailando delante de mucha gente.

  • Eso es. – Me dije – Soy una stripper, eso es lo que soy. Trabajo para una rama especial del FBI, el FBIH. Eso es lo que hago. Ahora me acuerdo. Estoy trabajando en un caso junto a Madame Cong… pero, ¿en qué caso? No logro acordarme, pero se que bailo para ella. ¡Dios mío! ¡Tengo que informar a Madame esta noche y no tengo nada que ponerme! Soy una stripper y tengo que ponerme sexy para ella.

Cuando llegué a la tienda no estaba segura de que elegir. ¡Todo era tan sexy y caliente! Me probé todos los conjuntos que pude, pues no estaba segura de cual me pondría para ir a ver a Madame. Finalmente me decidí por una ajustada falda corto de color rojo y un diminuto y sexy top de látex negro que se ajustaba bien por encima del sujetador. Parecía que llevase dos sujetadores ahora, pensé. El top dejaba al aire mi ombligo. Elegí también un tanga de encaje rojo y negro. Mi vestuario se remataba con unas medias, liguero y unos zapatos de tacón alto. En el vestuario, no podía evitar jugar con mi cuerpo al ver mi nuevo aspecto. Finalmente recogí todas mis cosas y pagué la cuenta.

De nuevo me dirigí al hotel. Subí a mi habitación y, por alguna razón, empecé a oír voces dentro de mi mente. Eran extrañas, como si yo fuese una puta a la que ordenasen  hacer cosas con mi cuerpo. “¿Qué me está pasando?” – me pregunté. Algo muy caliente me quemaba dentro de mi pecho. Me acosté en la cama.

“¡Oh, Dios! ¡Esto no me puede estar pasando!” – pensé. – “Tengo que informar de esto a Madame. Soy una bailarina de striptease, pero ¿por qué me siento tan mal, tan sucia? Me gusta ser una stripper, es mi profesión. Estoy trabajando de incógnito para Madame. Tengo que controlarme, tengo que tomar el control…” de repente me sentí muy, muy adormilada y apoyé mi cabeza sobre la almohada.

Desperté muchas horas después y, sobresaltada, miré el reloj. Se me hacía tarde. Tenía que informar a Madame Cong. Me arreglé lo mejor que pude y me apresuré a salir del hotel. Cuando llegué a la mansión inmediatamente me llevaron a su oficina.

  • ¡Madame Cong, Madame Cong, por favor, ayúdeme! ¡He estado escuchando esas voces! – dije histérica.

  • Vamos, relájate Rachel, relájate. ¿Las estás escuchando ahora? – me preguntó con tono tranquilizador.

  • Ummm… no, no, parece que han parado.

  • Por supuesto que lo han hecho. – dijo con aire de suficiencia.

  • Madame, sé que soy una stripper y que estoy trabajando de incógnito para usted, pero ¿por qué me siento culpable por ello?

  • Culpable… ¿pero por qué, querida? ¿Por qué te sientes culpable?

  • No lo sé. Quiero decir que se que estoy trabajando para una rama especial del FBI…

  • Sí, el FBIH, Fucking Bitches In Heat. – Dijo sonriendo. Yo me solté también una risita.

  • ¿Pero por qué iba a crear el FBI un departamento con un nombre tan estúpido como ese? – pregunté.

  • Bueno, querida, es simple. Eres una puta (BITCH) y una stripper. Un departamento muy apropiado para ti. – dijo mortalmente seria.

  • Umm… sí, pero yo… algo no está bien aquí… no me siento cómoda…

  • Es obvio que aun no estás suficientemente condicionada. Aun intentas rebelarte.

  • ¿Qué? ¿De qué está hablando? – me senté en la silla sintiéndome terriblemente confundida.

  • Realmente no recuerdas nada, ¿verdad?

  • ¿Recordar qué?

  • Bueno, no has estado expuesta a la droga y a la programación el tiempo suficiente. Mis niñas, por lo general, requieren más tiempo para responder al condicionamiento.

  • Condicionamiento… ¡Por favor, Madame! ¿Qué está pasando aquí? – exigí una respuesta.

  • Quítate el sujetador.

  • ¿Cómo?

  • Ya me has oído.

  • ¿Pero por qué?

  • Sólo hazlo.

Me desprendí del top y llevé las manos a mi espalda para soltar los cierres del sujetador. Me lo quité y se lo entregué.

  • Bien, ya no vas a necesitarlo más. Mira, no te ha dolido nada.

  • ¿Dolerme? ¿Y por qué habría de dolerme? – cada vez me encontraba más confundida.

  • Mira tus tetas. – dijo y yo bajé la vista hacia ellas.

  • ¿Ves las marcas de agujas en los pezones?

  • Sí.

  • Se te ha inyectado una droga para ayudarme a controlarte, pero ahora tienes un chip implantado en tu corteza cerebral que va a realizar ese trabajo por mí. No te preocupes. Recuperarás la memoria. Durante un tiempo no necesitarás la droga y el chip está apagado.

  • ¡Maldita perra bastarda! ¿Qué me has estado haciendo? – instintivamente me abalancé sobre ella tratando de encajarle un puñetazo en la mandíbula. Sorprendentemente bloqueó mi ataque y lanzó un rodillazo en mi cintura que me hizo retroceder. En ese instante ella tocó el anillo que llevaba puesto.

  • Número 112, código seis – gritó al anillo. De repente sentí un dolor insoportable recorrer todo mi cuerpo, tan fuerte que me hizo caer de rodillas. Grité horrorizada.

  • ¡¡¡Owwwwwwwwe!!! ¡Ohhhhhhhhh!!!

Madame, de nuevo, se dirigió al anillo.

  • Número 112, código siete. – el dolor cesó de inmediato.

  • Por… por favor… no más dolor… - le supliqué.

  • De acuerdo, pero para ello sólo tienes que empezar a obedecerme. Rachel Cummings, realmente no eres una stripper. Trabajas para el FBI, tratando de esclarecer por qué un sujetador parece haber matado a una chica llamada Lysa Reynolds. Como puedes suponer, la maté usando un chip igual al que he utilizado contigo. El sujetador es, simplemente, un método para inocular el chip en su cerebro y, ahora también, en el tuyo. A partir de ahora trabajarás para mí. Te desnudarás, follarás, engañarás y harás cualquier otra cosa que yo desee que hagas. Ahora me perteneces y hoy aprenderás tu primera lección. Te llevarán a una de mis habitaciones “especiales” y allí te marcarás un baile muy erótico para mí. A través de los altavoces te iré indicando lo que tienes que hacer.

  • Eventualmente también te prostituirás para mí – continuó diciéndome – pero después de que algunas sutiles intervenciones de cirugía plástica te vuelvan irreconocible. ¿Recuerdas el chip de control? Si lo prefieres puedes seguir escuchando las voces que te obligarán a obedecerme y convertirte en una completa zombi sexual sin mente, sólo una puta sin ni siquiera una mente. ¿Qué opción prefieres? ¿Obedecer por propia voluntad o convertirte en una puta-zombi?

Me puse en pie, sintiéndome completamente derrotada. Si trataba de informar de esto a alguien o trataba de escapar, me mataría a través del chip. Si desobedecía, habría dolor sin fin para mí. No tuve otra opción.

  • Por favor, Madame, por favor… no me convierta en una zombi, por favor… - supliqué.

  • Muy bien, has elegido ser una de mis putas y strippers. Tu nueva vida comienza ahora, perra. – dijo antes de apretar un botón del intercomunicador de su escritorio.

  • Jonathan, súbela a la habitación. En breve estaré preparada para ella.

Me llevaron a una habitación muy oscura.

  • Bueno, bueno… ¿te acuerdas de cuando te tuve que convencer para que me dieses la contraseña, princesa? – dijo Jonathan con una sonrisa astuta.

  • ¿Quién iba a pensar que en realidad ibas a ser una pequeña stripper caliente? Ahora vas a deleitarnos con un buen baile y una sonrisa para tu público. – dijo soltando una carcajada.

Me empujaron hacia fuera, hacia un pequeño escenario. De pronto, las luces se encendieron. Pensé en tratar de escapar, pero sabía que la idea era inútil. Madame podía controlarme a su antojo a través del chip y entonces pensé: “¿y si ella decide activar de nuevo los mensajes, esos horribles mensajes?” Podrían fácilmente destruir mi mente, así que decidí que tenía que acatar sus deseos. Lo más extraño de todo era que me estaba excitando. Sí, por alguna razón, esta situación me excitaba. ¡Dios mío! ¿En que me había convertido?

Enseguida, extrañas luces de discoteca empezaron a parpadear y girar por todo el lugar. Un cristal gigante se iluminó delante de mí y pude ver al menos diez personas detrás de él.

  • Ahora, mi pequeña stripper caliente… – era la voz de Madame Cong – quiero que nos des un buen espectáculo y te muevas con la música. ¡Muévete, perra!

No podía hacer otra cosa. Sabía que solo me quedaba obedecer. Estaba a punto de hacer todas aquellas repugnantes cosas que antes siempre había aborrecido. Estaba a punto de contonear mi cuerpo para ella y todas las personas que me observaban. Me di cuenta de que podía ver a Madame en el techo. De alguna manera su imagen se proyectaba allí. La miré y la vi hablar a través del micrófono. Ella me miraba con la intensidad habitual en ella.

  • ¡No me mires a mí, puta! ¡Mira hacia tu público! Han pagado una buena suma de dinero para ver bailar y acariciarse a una stripper. Estoy segura de que no nos defraudarás si sabes lo que te conviene. – dijo con voz intensa.

Sabía muy bien lo que era capaz de hacer, así que me puse a bailar. Bailaba por mi vida. Pasé mis manos por sobre todo mi cuerpo, como si estuviese jugando con él. Acaricié mis pechos y luego bajé hacia mi culo y mis muslos.

  • Eso es, muévete al ritmo de esta encantadora música, mi nueva putita. Eres una pequeña stripper caliente. Te encanta mostrar tu cuerpo como a una puta barata… Juega con tus tetas y muéstralas para mí. ¿Estás haciendo un buen número para nosotros, puta? Tienes que ganarte el sustento en mi cuadra, querida. Ahora me perteneces, así que baila, baila querida. Enséñales lo que una hermosa puta puede hacer cuando juega consigo misma… Lleva las manos hacia tu coño y pasa los dedos por él…  Eso es, puta, así… haz un buen trabajo y es posible que no tengas que follar con tantos desconocidos como había previsto… Aunque, por otra parte, de todas formas creo que lo harás, putita. ¡Hazlo bien, puta! ¡Eres una perra, una puta, una guarra! ¡Vas a bailar y a joder para y con quien yo decida y lo harás con una sonrisa en la cara!

Su voz se mantenía alta. No podía controlarme, estaba empezando a excitarme. Comencé a follarme de verdad con mis dedos, deseando que fueran los de Madame los que invadiesen mi estrecha cavidad. Me había convertido en lo que tanto había odiado, en una prostituta. En una puta de Madame Cong.

  • Eso es, puta. Muy bien. Ahora quiero que lentamente te quites la ropa, y quiero que lo hagas de una forma sexy, putita. Así, así… te estás exhibiendo para mí, eres mi nuevo juguetito sexual.

  • Dame un buen espectáculo. Déjate llevar por la música, deja que te deje alcanzar tu destino como stripper y, eventualmente, como puta para mí. Muéstraselos, cielo, muéstrales tu precioso tesoro. ¡Enséñales todo lo que puedes ofrecerles, puta! Ahora colócate frente al cristal. Frótate, folla contra el vidrio… imagina que te lo estás montando con uno de los clientes para mí. Tienes que hacer un buen trabajo para que esté contento.

Me dirigí directamente al cristal y me puse a hacer como si follase ante uno de los desconocidos que se hallaban de pié tras él. Este se bajó la cremallera y sacó su miembro.

  • ¡Así, puta, mira esa enorme y jugosa polla! – las palabras de Madame estaban logrando hipnotizarme.

  • Observa como se acaricia, que larga y dura está. Se le pone así porque te está mirando, Rachel. Está viendo como te conviertes a ti misma en una puta. No puedes dejar de moverte para él aunque lo quisieras, ¿verdad querida?

Madame tenía, como siempre, razón. Yo no podía parar. Estaba totalmente fuera de control. Su voz, que tantas veces había escuchado durante la programación, estaba produciendo el efecto esperado en mí. Ahora, solo con escuchar su voz ya me humedecía. Me sucedía como a los perros de Paulov y ella era ahora mi Ama. Estaba siendo cuidadosamente entrenada para ser la puta guarra que siempre había odiado.

Seguí bailando, seguí moviéndome contra el cristal, frotándome para ella y para el público de detrás de él. Un grupo de hombres comenzó a sacarse sus pollas. Al menos seis de ellos se acercaron al cristal y comenzaron a masturbarse mientras yo realizaba mi sexy danza para ellos, la danza que Madame Cong había conseguido que realizara. ¡Dios, como odiaba hacer eso!, pero no podía resistirme a sus órdenes. Estaba logrando que hiciera todo esto sin usar el chip, pero ¿y si decidía encenderlo otra vez? ¡Seguro que perdería mi mente!

  • Bien, mi pequeña detective barata de mierda, quiero que mantengas tu vista clavada en esas preciosas pollas, esas hermosas y maravillosas pollas. Las deseas porque eres una puta guarra y te encantan las pollas, te gustan de todos los tipos, de diferentes formas y tamaños. Siempre tienes tiempo para ellas. Ellas son tu mundo. Te encanta chupar pollas. Te encanta sentir su dureza. Cada vez que ves una hermosa y erecta polla, la putita que eres anhela chuparla. Quieres tomarla en tu boca y exprimirla. Ahora, Rachel, quiero que te fijes en esos círculos que hay cerca de la parte inferior del cristal. Puedes ver que hay diez. Diez pequeños círculos para una niña traviesa como tú. En unos minutos se abrirán y de ellos saldrán diez gigantescas pollas que están esperando tu boca. Tomarás cada una de ella en tus manos y te las llevarás a la boca. Las vas a lamer, a chupar hasta que se corran en tu boca, y te tragarás la leche de todas ellas. Eres una puta, Rachel, y las putas chupan pollas. Eres una puta, y como tal te mostrarás ante tu público. Eres una esclava, y las esclavas hacen lo que se les antoje a sus Amos. Ahora me perteneces, soy tu dueña y tu mi esclava. ¡Ahora ponte a trabajar para mí, guarra puta!

Mis ojos estaban vidriosos. Solo podía oír las palabras de Madame grabándose a fuego en mi mente. En la vida había estado tan caliente como ahora. Quería hacer lo que me ordenaba. Era una puta, una perra, una guarra y deseaba complacerla. Las pollas ya estaban en posición de firmes para mí. Tenía que ejecutar un buen trabajo y conseguir que se vinieran en mi boca. Uno por uno, los círculos se  abrieron ante mí y cada hombre colocó su miembro a través de la abertura. Me relamí los labios con deseo. Los quería en mi boca. Los necesitaba en mi boca. Sin embargo, en algún recóndito lugar de mi mente, sabía que aquello estaba mal. Aunque odiaba esta situación, estaba muy mojada. No pude resistirme. No pude resistirme a las pollas y no pude resistirme a la voz.

  • Eso es. Ahora arrodíllate y sirve a los caballeros como te he indicado. ¡Vamos, perra!

Me acerqué a la primera polla y la tomé entre mis manos. Al tacto, parecía aun mayor. Acerqué mi boca a ella y comencé a chupar. Me sentí sucia. “¿Cómo es posible que esté haciendo esto?” – Pensé – “¿Por qué no puedo resistirme a ella? ¿Qué hay equivocado en mí?”. Mi mente seguía y seguía enredada en estos pensamientos mientras automáticamente yo seguía acariciando y chupando aquel miembro, sintiendo su calor en mi boca. Sabía que no pasaría mucho tiempo en disparar su carga sobre mi cara.

  • ¡En tu jodida boca, no en tu cara! ¡Y asegúrate de tragar todo para mí! – me ordenó Madame.

Por fin el hombre se corrió en mi boca y obedecí a Madame. Estaba tragando semen, ¡semen de un desconocido! Sentí como el pegajoso fluido bajaba por mi garganta. Como una aspiradora me dediqué a chupar la polla con el fin de no dejar ni una gota.

  • Chupa como una buena puta. Ahora, Rachel, a por la siguiente. ¡No olvides que ahora eres una puta mamona! – la voz de Madame resonó de nuevo en la habitación.

Continué aplicándome a la tarea, pasando de una polla a otra. Algunas eran más flácidas que las otras, todas parecían inclinarse en sus propias direcciones. Era como ver una gran variedad de rosados plátanos. Acaricié y chupé a cada una de ellas hasta que se corrieron en mi boca. Estaba ávida de ellas y no me cansaba de hacerlo. Finalmente, tras lo que parecieron horas, acabé con la última.

  • ¡Cómo una verdadera guarra! ¿Qué tal un aplauso para mi nueva puta? – pidió Madame a todos los espectadores y todos comenzaron a aplaudir. Había muchas mujeres entre ellos que también me miraban. Me sentí avergonzada, pero sabía que nada hubiese podido parar los múltiples orgasmos que, entre mis muslos, había producido la actuación.

  • Has hecho una excelente primera vez, puta, de lo contrario te hubiese hecho hacer fila tras fila de esas pollas que adoras. – Madame podía ser muy cruel.

  • Este es el final del show de hoy, damas y caballeros. Ahora sean buenos y vuelvan pronto. – dijo Madame al público para después dirigirse a mí. – Quédate ahí, perra, ahora vengo a por ti.

No sabía que planeaba Madame, pero sabía que tenía que esperarla. Creo que en ese momento hubiese hecho cualquier cosa por poder seguir oyendo su voz.

  • Hola, Rachel. Has hecho un buen trabajo para mí esta noche. ¡Y pensar que creías que jamás podrías llegar a ser una puta! Cada uno de esos hombres ha pagado 250 dólares por correrse en tu boca. Míralo, te dije que cualquier mujer podía transformarse en una puta para mí. – me dijo sonriéndome como el gato que se comió el canario.

  • Ahora, Terry y Liz van a ayudarme a continuar con tu transformación. Terry, la dosis.

La muchacha clavó una jeringa tan fuerte en mi brazo derecho que me produjo una mueca de dolor.

  • Es solo un refuerzo de la droga que te estamos inyectando, puta. Recuerda que a partir de ahora debes conseguir las dosis, pues ahora eres una adicta. Liz, cógele el pelo y átaselo a las cadenas. – dijo Madame comenzando a descender desde el techo.

  • Ahora ponle los guantes y sujétaselos a los costados. – dijo Madame señalando a la otra chica.

  • Estás a punto de ser embutida en un traje de goma, querida. Lo llenaremos de agua y quedarás flotando en su interior. Asegúrate de conectar correctamente los tubos, Terry… Mira, Rachel. Voy a llenar el traje con agua y vas a estar indefensa, colgando del techo por el pelo.

De pronto me vi envuelta en el traje de goma. Parecía muy apretado, impidiéndome cualquier movimiento. Ante mi difícil situación, Terry esbozó una sonrisa. Parecía como si la chica estuviese disfrutando de cada momento de mi suplicio. A continuación, conectaron los tubos a diferentes partes del traje. Me estaba dejando llevar por el pánico.

  • No te preocupes, puta. En unos instantes estarás tan relajada que no te preocupará nada que no sean los sonidos y órdenes de mi voz. Vas a pasar colgada ahí toda la noche, flotando en este capullo. Inicialmente va a ser llenado con agua, pero a medida que avance la noche, lentamente, el agua poco a poco será sustituida por semen. ¡Imagínate lo blanca que estarás cuando salgas de ese capullo como una mujer nueva! Aprenderás a amar el olor del semen y la sensación de tenerlo sobre tu cuerpo. Este condicionamiento se grabará en tu mente, pero, antes, mis chicas van a pasar un buen rato contigo.

Con horror vi como el traje comenzaba a engrosarse alrededor de mi cuerpo. Podía sentir el agua manar y llenarlo todo a mí alrededor. Bajé la vista hacia él. Por un segundo parecía que estuviese en cinta de lo gorda y distendida que se me veía. Una de las chicas bajó las cadenas mientras otra se apoderó de mis piernas, que estaban flotando en el interior del traje. Sujetaron mis piernas a las cadenas también de forma que ahora, colgada del pelo y las piernas, parecía un columpio. Y como tal me empujó tras acabar la operación. Ahora me encontraba en una posición cercana al suelo. Enseguida me di cuenta de que estaba en la posición perfecta para lamer el coño de la mujer que tenía frente a mí. Esta separó las piernas ofreciéndome una vista panorámica de debajo de su falda. No llevaba bragas.

  • Ahora perra, vas a lamerle el coño a Terry hasta que se corra, ¡y será mejor que hagas un buen trabajo! Estás aquí para complacerme, y si te digo que te comas un coño lo harás con alegría. ¿Has entendido, guarra? – dijo Madame tirando de mi pelo.

  • S… sí Madame… - Estaba perdida. Madame era ahora mi mente. Estaba flotando en el agua, a punto de desmayarme. Saque mi lengua y comencé mi tarea.

  • Volveré cuando halla acabado esto, Terry – dijo Madame.

  • Sí, Madame. – contestó esta.

  • Ahora hazme un buen trabajo en el coño. ¡Sujétala bien, Liz! – gritó Terry.

  • Slurppppp… ummmmm… emmmm… slithhhhh… - comencé a lamer el sexo de la joven.

  • ¡Así! ¡Hazlo bien perra… cómemelo… cómemelo bien! Quiero correrme… quiero correrme sobre tu cara bonita – decía mientras sus jugos resbalaban por mi cara.

Seguí lamiendo y lamiendo. Después de haber mamado tantas pollas antes, me sentía bien lamiendo el coño de una mujer. Mi mente se estaba volviendo irracional. “¿Cómo es que estoy comiéndome un coño? ¿Acaso ahora también me he vuelto lesbiana?” Pensamientos como éstos salían a borbotones de mi mente, pero lo peor de todo es que mientras lamía el coño de la muchacha, fantaseaba con que era el de Madame Cong. “¡Dios mío!, ¿Qué me ha hecho?” – pensé.

Después de, por lo menos, media hora, Terry  comenzó a correrse sobre mi cara.

  • Ahhhhhhh… aaaaaaaaahhhh… sííííí… ¡Oh, sí! ¡Chúpalo bien! ¿Te ha gustado chupar y comer todos mis flujos?

  • ¡Contesta, perra! ¿Crees que ha sido divertido estar sosteniendo tu lamentable cuerpo por más de media hora? – gritó Liz mientras tiraba de mi pelo.

  • Cálmate, Liz. – dijo Terry.

  • Claro, tú te has quedado a gusto después de la comida de coño que te ha dado, ¿pero que he ganado yo? Sólo que me duelan los brazos de sostener a esta perra todo el rato.

  • P… por favor… no m… no más. - Supliqué.

  • Ya me he corrido. Llama a Madame para que vuelva. – ordenó Terry.

Transcurridos unos minutos, Madame volvió a la habitación.

  • Bueno, bueno, mi pequeña puta. ¿Te has divertido comiéndole el coño a una mujer? Apuesto que deseabas que fuera el mío, ¿a que sí, mi putita?

  • S… sííí… sí, Madame – contesté sin pensar. Era verdad, deseaba pasar mi vida lamiendo su coño.

  • Sí, estaba segura de ello, perra. – tomo con su mano mi mentón mientras me miraba directamente a los ojos. – Ahora, Terry, enderézala y ponla colgada en posición.

  • Sí, Madame.

  • Es hora de continuar con tu programación, puta. Pasarás toda la noche colgando. Verás que pasado un tiempo ni siquiera sentirás tu propio cuerpo. En poco tiempo el agua irá siendo sustituida por el esperma que llenará el capullo. De nuevo el chip comenzará a enviarte mensajes. Pronto no oirás más que mi dulce voz a la que amarás y adorarás.

  • ¡No, por favor, Madame! ¡Los mensajes de nuevo no! ¡No podré resistirlo! ¡No, por favor…!

  • Liz, la mordaza. No quiero que mi mascota haga ruidos esta noche. – se acercó a mi y me colocó una mordaza de bola que ató con una correa tras mi cabeza.

  • Noooo… mmmmmmppphhhh… mphhhhhhh… - traté de hablar.

  • Buenas noches, mi nueva putita. – dijo Madame.

Me quedé sola en la habitación y las luces se apagaron. Todo quedó muy oscuro. No podía sentir ninguna parte de mi cuerpo salvo, quizás, los brazos que estaban atados a mi cuerpo. Mientras los minutos avanzaban incluso esa sensación comenzó a desvanecerse. Entonces, de nuevo comenzaron las voces.

  • Soy una pequeña stripper caliente… soy una putita caliente… trabajo para Madame Cong… soy una pequeña stripper caliente… soy una putita caliente… trabajo para Madame Cong… soy una pequeña stripper caliente… soy una putita caliente… trabajo para Madame Cong…

  • Madame Cong es mi mundo ahora… me encanta el olor del semen… adoro el sabor del semen… Madame Cong es mi mundo ahora… me encanta el olor del semen… adoro el sabor del semen…  Madame Cong es mi mundo ahora… me encanta el olor del semen… adoro el sabor del semen…

  • Las putas chupan pollas y comen coños, y yo soy una puta… Rachel es una puta… Rachel es una puta… Las putas chupan pollas y comen coños, y yo soy una puta… Rachel es una puta… Rachel es una puta… Las putas chupan pollas y comen coños, y yo soy una puta… Rachel es una puta… Rachel es una puta…

  • Mi vida entera está dedicada a Madame Cong… Madame Cong es mi mundo… mi mundo es ser una puta a su servicio… mi vida entera está dedicada a Madame Cong… Madame Cong es mi mundo… mi mundo es ser una puta a su servicio… mi vida entera está dedicada a Madame Cong… Madame Cong es mi mundo… mi mundo es ser una puta a su servicio…

  • Soy una puta guarra… soy una puta que necesita jugosas pollas y coños… soy una puta guarra… soy una puta que necesita jugosas pollas y coños… soy una puta guarra… soy una puta que necesita jugosas pollas y coños… soy una puta guarra… soy una puta que necesita jugosas pollas y coños…

  • Soy la señorita Cummings y me encanta el semen (Cum, en el original, haciendo un juego de palabras con el apellido)… ábreme bien y mira mi interior… soy la puta de tus sueños… soy la señorita Cummings y me encanta el semen… ábreme bien y mira mi interior… soy la puta de tus sueños… soy la señorita Cummings y me encanta el semen… ábreme bien y mira mi interior… soy la puta de tus sueños…

Las voces seguían, seguían y seguían. Mientras las oía, no tarde en visualizar todas esas imágenes en mi cabeza. No podía evadirme de las voces. Tras un rato, confusa, me quedé dormida.


Sentí unas manos sobre mí y la mordaza salió de mi boca. De repente sonó como una explosión. El capullo de goma se abrió y yo caí sobre el suelo. Podía oler todo el blanco semen que recubría mi cuerpo. Por alguna extraña razón me encantaba el olor que desprendía. Instintivamente tomé un poco con los dedos para probarlo.

  • Eso es, mi nueva mariposita. Veo que te encanta el semen. – era Madame Cong. - Sí, mi mascota. Ya estás lista para volar en tu nuevo mundo.

  • Terry, llévala a la casa de Los Ángeles y asegúrate de que es correctamente embalada y empaquetada para su envío a Tailandia. ¡La quiero allí en una semana!

  • Sí, Madame.

  • Eres mi nuevo pequeño trofeo, puta, y una vez en Tailandia te haré unos retoques. Te haré cirugía plástica en la cara y te haré unas tetas más grandes. Creo que también habrá que retocarte las caderas y el culo. Vas a convertirte en la prostituta perfecta para mí. – dijo Madame abofeteándome cariñosamente la cara para después marcharse de la habitación.


Una semana más tarde.

El hombre me empujó hacia el escenario.

  • Vamos, señorita, gana dinerito para Madame. Vamos perrita, y no te olvides de tu colita “especial”. ¡Haz un buen dinero para Madame Cong! – dijo riéndose.

Me encontré en el escenario con la cara de un hombre unida a mi trasero. Era difícil caminar con ese tipo pegado a mi trasero, pero lo hice lo mejor que pude. La multitud me vitoreaba. Me sentí más humillada de lo que jamás me había sentido. Pero yo era una puta, y esa era ahora mi vida.

  • Menea bien la colita, señorita, ¿vale? – gritaba el hombre tras el escenario.

Empecé a moverme y eso le agradó a él y al público. Me di cuenta de que una mujer, sentada en primera fila, me observaba fijamente. Iba bien vestida y llevaba una especie de sujetador en la mano que apuntaba hacia mí.

“¡Dios mío, es Madame Cong!” – pensé.  Tenía ese loco sujetador en la mano. Ese desagradable, bruto, feo, dulce, maravilloso y brillante sujetador que desencadenó este infierno. Se puso de pie, frente al escenario, e hizo un gesto para que me acercase. Bailé para ella muy sexy, moviendo el trasero para el hombre que estaba pegado a mi. Lentamente, saco de su bolso un billete de cien dólares y lo colocó entre mis tetas. De repente me di cuenta que me había convertido en la pintura, la horrible pintura que había visto en el despacho de Madame cuando la conocí. Todo estalló como un flash gigantesco. Madame Cong me había convertido en la protagonista del cuadro. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos pero las limpié. Ahora era una puta. Sí, me había transformado en una prostituta.