Esclava sexual (2)
Ella tenía que aprender que era una puta. Que siempre dejaba con las ganas a todos sarandeando sus tetas y su culo. La domestiqué y la hice mi esclava.
Esclava sexual II
La observé mientras dormía. Habían pasado algunas horas desde que me había adueñado de su vida. Era rubia, linda cara, nariz pequeña, ojos azules, expresión seductora. Tenía unas tetas enormes, un culo durito y estaba en buen estado físico. Me aseguré de que estuviese bien atada y comencé acariciarle los pechos. Las manos apenas me alcanzaban, era muy sabrosa la yegua.
Abrió los ojos sobresaltada, sorprendida de verme allí, como si yo fuera su pesadilla hecha realidad. Todavía estaba muy rebelde, a esta puerca le faltaba educación.
Le expliqué que ella era mía, que si no obedecía tendría nuevos escarmientos, nuevos aprendizajes cada vez más duros.
Ella comenzó a gritar, pidiendo auxilio. Me reí burlándome de ella, nadie la escucharía, me había asegurado previo a traerla de que los ruidos que hiciéramos no se escuchasen desde fuera de la casa. Pero ella no lo sabía, así que la dejé gritar.
Pasé suavemente mi lengua por su cara, sentía como ella le repugnaba sentir mi saliva, mi aliento, lo que me daba más ganas de lamerla. Seguí con mi boca por su ojos, por su nariz, sus orejas. Lamí su tetas, las aprisioné bien hasta que largó un grito de dolor. Le succioné los jugos de su vagina, era un perfume, suave y embriagante. Tenía la verga al máximo, quería penetrarla. La masturbé suavemente con dos dedos, que se los saqué bien húmedos y se los llevé a la boca. Ella opuso resistencia, no quería abrir la boca. Le pasé los dedos por la nariz para que oliese su feminidad. Le volví a ordenar que abriese la boca y no quiso. Le pequé una bofeta y comenzó a llorar pero sin ceder. La golpee fuerte en el estómago para que quedase sin aire. Cuando abrió la boca le agarré un diente con la pinza y le amenacé de que sí volvía resistirse le arrancaría un diente. Con la pinza le pellizqué fuerte la piel del brazo hasta que le sangró.
Le comencé a penetrar su vagina, pude ver algo de sumisión en su rostro, mis movimientos era lentos. Estaba bien estrecha esa concha, bien mojada. Le abrí la boca, ya no opuso resistencia, le salibé dentro y mientras le bombeaba fuerte en la vagina ella se secó. Me ardía un poco a mí, pero me excitaba saber que a ella le dolía más, comenzó a quejarse y le dije "así me gusta puta gritá". Después de meterle y sacarle el pene un buen rato se volvió a exitar, sabía que era puta la zorra, lloraba me odiaba y se exitaba. Le pedí que me escupiera, lo hizo gustosa, lamí su saliva y me corrí en ella. La desaté la tomé fuerte del pelo y le ordené me limpiase el pene con la boca y le mostré la pinza por si tenía pensado usar sus dientes.
Que bien me la chupó. Pasó la lengua por mi glande, paseó con ella por todo el tronco hasta llegar a los testículos que se los metió en la boca la más que pudo. Luego siguió lamiendo hasta morderme suavemente las nalgas, yo estaba con ganas de acabar de nuevo. Pasó la lengua por mi culo y se metió hasta lamerme el ano. Nunca me lo habían hecho y no pensé que me gustaría. Fue fabuloso sentír su lengüita pasar por mi trasero. Siguió succionando mi pija con sus labios, se la metía hasta la garganta. Hasta que me corrí en su cara y en su boca. Se tragó toda la leche. La llevé al baño, le terminé de sacar los restos de semen de su cara y su boca lamiéndola y besándola. Le metí la lengua en la boca hasta el fondo y la ensalivé bien a ella. Sentí la repulsión que ella contenía y su odio. Se estaba aguantado insultarme y yo quería llegar al máximo de la perversión que ella no aceptase. Le dije que abriera la boca y cerrase los ojos. Puse mi pene sobre su boca y la oriné. Le dieron arcadas, se incorporó y comenzó a pergarme. La golpee, la tomé del cuello la puse contra la pared le doblé un brazo hasta que le doliera y le mordí fuerte una oreja hasta que lloró.
Dominarla así, con dolor me exitó, yo deseaba eso, sobrepasar sus límites, hacerle lo que mas odie ella. Quería impornerle mi deseo, me gustaba sentir que ella no valía. La penetré por el culo pero sin correrme, porque tenía preparada una sorpresa para ella. Nos aseamos juntos y luego desnudos fuimos a la cocina a merendar. Tenía café caliente, tostadas, dulce para untar y masitas.
Al ver el desayuno le cambió la cara, hacía más de doce horas que ella no probaba bocado. Se sentó y cuando se disponía a comenzar le dije que se detuviese, que el desayuno se lo tenía que ganar. Se le escapó una lágrima, yo no la dejaría en paz, esa puta no lo merecía. Hasta ahora siempre les había agasajado a mis hembras de turno, las había tenido que enamorar y conformar, ahora era mi tiempo. Le dije que estaba pagando por ser tan yegua, tan puta. Que estaba pagando no haberme hecho una buena mamada cuando éramos amigos. Que se merecía el castigo por todos los conocidos con los que había hablado yo y ella los había mandado a pasear sin satisfacerlos, sin entregar el culo como es debido para una buena dama.
Así que le tomé del pelo y le acerqué u boca a mi polla que estaba bien caliente. Me la chupó un buen rato. Deslicé mi mano hasta su culo y metí un dedo en su ano mientras ella seguía chupando. Cuando estaba por terminar le dije que me correría sobre su desayuno y me reí. Ella dudó un momento así la tomé del pelo y la salivé en la cara. De inmediato y por miedo al castigo siguió chupando hasta que le avisé que me corría. Mi semen caía sobre sus tostadas, sus masitas y su café caliente. Que placer enorme.
Luego me senté al otro lado de la mesa, me serví mi desayuno y me quedé observando como ella desayunaba mi semen.
Terminamos de desayunar le pedí que se parara y que se acercara. Le comencé a acariciar las tetas y me dijo que se había quedado con hambre. Saqué fresas de la heladera. Me metí una en la boca y la ensalivé bien luego se la dí para que la comiese. Después le ordené que las corte en rodajas, las ponga en una vasija y le agregué azucar. Antes de darle de comer le introduje la lengua en su boca, como me gustaba, ella no quería pero lo hacía, no le gustaba pero se mojaba. Le pedí que me diera saliva mucha de su saliva. Después le acaricié la concha, le apreté y chupé bien los pezones y le di pija mientras manoseaba bien su culo. Mis manos estaban en la zanja de su culo, sintiendo su calor, mientras mi pija le daba placer. Seguía humeda la puta. Le escupí la cara y más se mojó. Le dije que era una tremenda ramera. Le metí dos dedos en la vagina y se los llevé a su boca mientras seguía bombeándole la vagina. Cuando sintió el sabor se corrió la perra. La di vuelta la tomé por la cintura le penetré el culo. Ella lloraba y me decía que le dolía. Le dije que me detendría y me pidió que no me detuviese, que ella aceptaba que había sido tremendamente zorra años anteriores y que se merecía ese trato por haber dejado con las ganas a tantos. Le dije que esa era la pura verdad, que yo la haría pagar. Le acabé en el culo. Esperé a que le chorrease el semen que salía medio oscuro de su ano abierto lo junté con una cuchara y se lo puse en su vasija de fresas con crema. Sonrió la bien puta y sin quejarse se lo comió todo contenta.