Esclava sexual

Encerrada todo un fin de semana en una casa con 20 chicos, a su entera disposición.

Hola a todos otra vez. Me decido a escribir nuevamente para contaros la que creo que es la experiencia sexual más fuerte que he tenido en mi vida por el momento.

Para los que todavía no me conocéis os diré que me llamo Marta, soy una chica gallega de 20 años. Soy morena, bajita y delgada, con unas buenas tetas y sobre todo con un culo impresionante. Lo que más me gusta en la vida es el sexo en grupo. Desde que lo descubrí me encanta ser follada por un buen grupo de chicos.

La historia comienza hace tres meses aproximadamente, a la vuelta de las vacaciones de Navidad. Había quedado después de clase con un compañero de la facultad llamado Pedro, con el que me llevaba bastante bien. Estábamos enrollados, y aunque no éramos novios oficialmente habíamos follado bastantes veces juntos.

No nos habíamos visto desde antes de las vacaciones, y cuando llegué junto a él empecé a contarle cómo había pasado las vacaciones y todo eso. Se notaba que no me prestaba demasiada atención; parecía como si estuviese pensando en otras cosas. Estaba sin duda nervioso y comprendí que quería decirme algo.

Le costaba un poco al principio, pero ante mi insistencia empezó a soltarse poco a poco. Empezó diciéndome:

-¿Sabes, Marta? Es que le he estado dando vueltas a una cosa y...

-A ver, hombre, no me dirás ahora que me tienes miedo. Dime lo que quieras. –respondí yo.

-Pues, verás. Los dos sabemos que eres una tía a la que le gusta bastante el sexo y que no tienes ningún prejuicio en ese aspecto. En navidades he estado hablando con unos colegas sobre hacer orgías y todas esas cosas. Ellos están deseando organizar una buena, pero ya sabes que la mayoría de las tías son bastante estrechas en este tema y les hablas de algo así y piensan que estás enfermo o que eres un pervertido. Mis amigos piensan que no hay ninguna chica que esté dispuesta a dejarse follar por 20 tíos a la vez, y yo les he jurado que conocía a una que sí lo haría.

-Y claro, ¿estabas pensando en mí, no? –le dije yo con una leve sonrisa en la boca.

-Pues sí la verdad. No te ofendas. No lo tomes como un defecto, sino como todo lo contrario. Para nosotros eso es una virtud muy grande. Yo creo que tienes una madurez muy superior a chicas mucho mayores que tú, y por eso eres tan especial. Además podrías ganarte una pasta gansa.

-¿Pasta, de qué hablas? –dije yo interesándome mucho más por el tema al hablarme de dinero.

-Mira, el plan sería el siguiente: mis padres tienen una casita en la playa que está vacía todo el año excepto en verano. La idea es ir allí mis 19 colegas, tú y yo a pasar todo el fin de semana practicando contigo sexo a tope. Ya lo hemos hablado y estamos dispuestos a darte 100 euros por barba, con lo que un fin de semana ganarías nada menos que 2000 euros: más de treinta mil pelas para ti solita.

-Venga, estarás de coña.

-Lo digo completamente en serio, Marta. Sólo falta tu consentimiento. Puedes pensarlo hasta mañana. Todo sería legal y seguro. Iríamos todos a hacernos análisis para que vieras que estamos sanos y que no hay ningún problema. Si aceptas el viernes por la tarde antes de salir para allá tendrás los resultados de todo y la pasta ingresada en tu cuenta corriente. Eso sí, tendrás que estar a nuestra entera disposición desde el viernes a las doce de la noche al domingo a la misma hora. En esas 48 horas no podrás salir de la casa ni hablar con nadie aparte de nosotros. Estarás desnuda todo el tiempo y dispuesta a hacer todo lo que te mandemos a cualquier hora. Serás nuestra esclava particular, por así decirlo. El domingo a media noche serás completamente libre. Mañana a esta misma hora me pasaré por aquí a recoger tu respuesta. Si no vienes daré por sentado que no aceptas. Hasta mañana, pues.

Y al acabar de decir esto, se levantó y me dejó a mí allí sentada con una cara de alucinada que debía ser un poema.

Estuve todo el día dándole vueltas al asunto y por la noche no pude pegar ojo pensando en ello. Cuarenta y ocho horas encerrada en una casa con veinte tíos dispuestos a hacer conmigo todo tipo de guarradas y sin poder comunicarme con nadie. Estaba claro que era muy arriesgado. Si me cansaba antes de acabarse el tiempo seguro que no me dejarían ir. Pero por otro lado eran 2000 euros: eso es mucha pasta.

Al otro día fui para la cafetería de la facultad a la hora indicada. Pedro estaba sentado en la misma mesa que el día anterior y al verme entrar se le pusieron los ojos como platos.

Sin ni siquiera saludarlo, me senté a su lado y con un gesto serio le dije simplemente:

-Acepto.

Aunque intentaba disimularlo, se le notaba que le había dado una alegría de las grandes. Me dijo que el viernes por la mañana tendría el dinero ingresado en la cuenta que le di y que pasaría ese mismo día a las once de la noche a recogerme en el coche a la puerta de la facultad y que en ese momento me traería los análisis de sangre de todos los compañeros que participarían en la orgía.

Luego nos despedimos y nos fuimos cada uno para su casa. Era lunes y toda la semana estuve muy nerviosa pensando en el lío en el que me había metido. Pero en ningún momento se me pasó por la cabeza volverme atrás, y es que 2000 euros no eran moco de pavo.

Por fin llegó el viernes. Por la mañana fui a clase como todos los días, y al salir pasé por el banco para comprobar los movimientos de mi cuenta corriente. Todo correcto. Había un ingreso de 2000 euros de ese mismo día. Ya no había marcha atrás.

A la hora de comer le dije a mi madre que iría a pasar el fin de semana a la casa de una amiga de Lugo, compañera mía de la facultad. No me puso ningún reparo. La verdad que para esas cosas mi madre era muy confiada. No se podría nunca imaginar la barbaridad que iba a hacer su hijita.

A las diez y media salí de casa con un bolso de viaje con alguna ropa y enseres personales. Cuando llegué a la puerta de la facultad ya Pedro estaba esperándome con su coche. Me subí en él y se puso en camino hacia la playa. Apenas habló en todo el camino. Tan sólo me enseñó los análisis que se habían hecho, y los ojeé por encima para comprobar que, como me suponía, estaba todo en orden.

Sobre las doce menos cuarto llegamos a la casa. La verdad es que estaba cerca de la playa, pero totalmente solitaria en medio de un monte cercano. La vivienda más cercana a ella estaba a más de dos kilómetros de distancia, por lo que por mucho que a mí se me ocurriese gritar era imposible que me oyese nadie. Además, al estar en enero, no había nadie absolutamente que se acercase por allí.

El resto de los chicos ya estaban allí desde la tarde, según me dijo Pedro. Al entrar estaban todos en el salón bebiendo cervezas y mirando una peli porno.

-Ey, tíos, os presento a la gran Marta. La más puta entre las putas.

Todos los chicos empezaron a mirarme de arriba abajo de una manera muy obscena y diciéndome todo tipo de barbaridades, tales como: "ey, puta, te vamos a reventar. Vamos a follarte hasta que sangres. Vas a tragar más leche que una ordeñadora..."

Eran ya casi las doce y Pedro tomó la palabra:

-Venga, no perdamos más el tiempo, todos en pelotas enseguida.

Un gran barullo inundó el salón cuando los chicos empezaron a quitarse la ropa.

En un instante un gran bosque de pollas se abrió ante mis ojos. Algunas estaban todavía flácidas, otras pocas morcillonas y la mayoría ya totalmente tiesas como palos.

Luego Pedro me dijo que yo también debía desnudarme de todo. Sólo dejó que me quedase con unas zapatillas que llevaba en el bolso que había traído. El también se desnudó y con toda la ropa que nos habíamos quitado hizo un montón y la metío en un pequeño trastero que había en la cocina, junto con todas las cosas que había traído yo, cerrándolo con llave.

-Hasta el domingo por la noche no te hace falta nada –dijo Pedro-, en la cocina hay suficiente comida para todos, pero sólo podrás comer cuando te dejemos. También podrás ducharte alguna vez, pero cuando nosotros queramos. No necesitas nada más. Las puertas de salida están cerradas y el teléfono desconectado. No es que no me fíe de ti, pero comprende que podrías tener tentaciones de largarte, y nosotros no hemos pagado 100 euros para nada. Recuerda que a partir de ahora no tienes libertad hasta el domingo a las doce de la noche, somos tus dueños. Espero que disfrutes como nosotros pensamos hacerlo. Que empiece la fiesta.

Nada más acabar su discursito, todos los tíos se abalanzaron sobre mí como fieras. A pesar de que tenían 48 largas horas por delante parecía que no querían perder ni un segundo de disfrute.

Allí me encontraba yo, totalmente desnuda ante veinte machos en celo, encerrada en una casa durante dos días e incomunicada con el mundo exterior.

En aquel amplio salón empezaron los magreos. La casa no era muy grande, excepto la sala en que estábamos. Aparte de ésta, había un pequeño pasillo a la entrada, la cocina, el cuarto de baño y tres habitaciones. Lo primero que pensé era cómo íbamos a dormir allí 21 personas, aunque me di cuenta enseguida que los chicos no pensaban en dormir precisamente.

El principio fue bastante caótico. Todos querían tocarme y besarme, pero obviamente eran demasiados. Estaban muy excitados, porque probablemente llevaban mucho tiempo esperando que llegase aquel instante. Los más afortunados lograban tocarme las tetas y el coño o lamerme alguna parte de mi cuerpo, mientras los demás trataban de llegar hasta mí a base de codazos y empujones.

Visto el descontrol que había, Pedro decidió poner orden en el gallinero y cogió una libreta y un bolígrafo y empezó a escribir números. Hizo un trocito de papel con cada número y los puso boca abajo encima de la mesa, invitando a los chicos a que cogiesen su "rifa". El número uno fue un tal Luis, un tío alto y guapo, con una polla bastante decente. El trato era que me disfrutasen por orden de numeración. A quién le tocase el turno podía hacer lo que quisiese conmigo hasta correrse, mientras los demás debían esperar. Aunque hubo alguna protesta (sobre todo de los chicos con los números más altos), al final Pedro supo imponer su autoridad.

El tal Luis no se andaba con remilgos. Me hizo ponerme de espaldas a él y doblar el cuerpo, apoyándolo sobre la mesa del salón (era una mesa alta y grande, que tan sólo tenía un centro de flores artificiales en el medio) y de un solo golpe me enchufó la polla hasta el fondo de mi coño. La embestida fue brutal y mi cuerpo se estremeció por el dolor, pues todavía no estaba nada lubricada. Pero el muy animal no tuvo compasión, y sus envites fueron cada vez más fuertes. Mi chochito se fue poco a poco habituando a la follada y la verdad es que al cabo de un rato estaba disfrutando como una cerda. El chaval me follaba con una violencia terrible, con lo que no tardó mucho en correrse, inundando mi almejita con unos tremendos chorreones de leche.

Al acabar la faena, me incorporé y me di la vuelta, intentando relajarme un rato, pero enseguida se acercó un chico pequeño y moreno totalmente empalmado agitando un papel en la mano con el número 2. También estaba excitadísimo y me agarró del pelo y me puso de rodillas, diciendo:

-Cómeme la polla, pedazo de guarra.

Y acto seguido me metió el cipote hasta el fondo de la garganta. La verdad es que más que haciéndole yo una mamada , lo que estaba es él follándome la boca, pues tenía mi pelo agarrado con sus dos manos y me movía la cabeza adelante y atrás para que su polla entrase y saliese de mi boca. No pasaran ni dos minutos cuando sacó el nabo y agarrándolo con fuerza con su mano derecha, lo empezó a menear delante de mi cara, que recibió sin remedio sus terribles descargas, que me dejaron las mejillas y la comisura de los labios empapados.

Los otros también fueron pasando por taquilla, hasta llegar al número veinte. Algunos se conformaron con que se la mamase y luego correrse en mi boca, aunque la mayoría quiso catar mi entrepierna, que después de ser follada por casi todos ya empezaba a estar dolorida, ¡y la fiesta no había hecho más que empezar!

Al acabar esta primera ronda eran las dos menos cuarto. De la hora sólo podíamos enterarnos a través de un reloj de pared que había en el salón. Yo ya había tragado bastante semen y tenía la cara empapada y el coño dolorido.

Los chicos, después de haber descargado a gusto sobre mí ya se habían tranquilizado más y se acomodaban en los sillones viendo la tele, fumando y bebiendo. Sin embargo, los primeros en follarme ya me estaban mirando con interés otra vez, pues ya había pasado bastante tiempo desde que se corrieran. Aproveché que no tenía a ninguno encima para ir al baño a lavarme un poco. Cerré la puerta, pero en ninguna estancia de la casa había llave para impedir que entrasen desde fuera, con lo cual, y en el momento en que me lavaba la cara, dos tíos entraron el cuarto de baño. Uno era Luis, el que había sido el primero en follarme, y el otro era un chico también bastante guapo llamado Paco, que había sido el quinto o sexto, según recuerdo.

Cerraron la puerta tras de sí y se pusieron cada uno a un lado mío, pasando sus manos por mis nalgas. Yo hice como si no me enterase de nada y seguí de espaldas, ligeramente inclinada hacia delante , intentando sacar el semen que se me había metido en un ojo. Los toqueteos empezaron a ser cada vez más descarados y con el rabillo del ojo pude ver como Paco tenía la polla tiesa como una estaca. Los dos chavales empezaron a sobarme la rajita , que ante los continuos toqueteos no tardó en humedecerse. Los dedos comenzaron a meterse como flechas en mi coñito y mi calentura llegó a límites casi insoportables. No aguanté más y dije desesperada:

-Folladme de una vez, hijos de puta.

Dicho y hecho. Al oír mis palabras, Paco agarró su polla con una mano y con la otra separó mis nalgas, empezando a meter la puntita de su capullo con cuidado, para acto seguido bombear con más fuerza, hasta que el mete-saca se hizo continuo.

Mientras tanto Luis no perdía el tiempo y me morreaba como un poseso, mientras sus manos estrujaban mis tetas como si quisiera exprimirlas.

Al cabo de un rato fue Luis el que cogió el relevo de su compañero en mi coño, ocupándose Paco de chuparme los pezones. Los dos chicos se turnaban perfectamente para follarme desde atrás y yo lo estaba disfrutando con ganas. Cada uno no pasaba más de un minuto dentro de mí, y enseguida su compinche tomaba el relevo, con lo que mi coño no estaba desocupado ni un solo instante. Mis gemidos iniciales de placer pronto se convirtieron en auténticos gritos, lo que atrajo la atención de otros dos chicos, que entraron en el baño con la intención de sumarse a la fiesta.

-Esperad ahí –protestó Paco cuando vio que se disponían a entrar-, primero vamos a acabar nosotros con ella y luego os la pasamos.

Hablaban de mí como si fuese mercancía , un simple objeto de placer para ellos, pero eso no me molestaba, sino que aún me excitaba más.

Al ver que los dos chicos se ponían impacientes, Paco y Luis aumentaron el ritmo de sus envites. El primero en correrse fue Paco, lo hizo dentro de mi coño, que a aquellas alturas ya estaba bien llenito de leche. Menos mal que estaba tomando la pastilla anticonceptiva, si no seguro que de alguno me hubiese quedado embarazada. Luis, por su parte, se empeñó en correse en mi boca, y tuve que volver a tragar una buena ración de lefa. Los dos chicos quedaron exhaustos, uno sentado en el borde del baño y el otro en la taza del water.

Pero estaba visto que a mí no me era posible descansar, pues los otros dos entraron y me llevaron en brazos al salón. Algunos chicos dormían recostados en los tres sofás que había en la sala y otros se habían retirado a las habitaciones, pero los que seguían despiertos sin duda que estaban bien despiertos.

Al verme llegar un grupo de ellos se acercaron y el chico que me sostenía me dejó en el suelo. Enseguida me vi rodeada por unos siete u ocho tíos.

El que me había traído en brazos le dijo al resto:

-Eh, tranquilos que ahora me toca a mí. Voy a darle por culo.

Su frase hizo estremecerme. Habían pasado unas tres horas desde el comienzo de la orgía, pero a nadie se le había ocurrido aún esa idea. A mí me excitaba, pues me encanta el sexo anal, pero también sentía miedo, pues si a todos les daba por hacer lo mismo podían llegar a destrozarme.

El chaval me puso a cuatro patas sobre el suelo. Se metió el dedo índice en la boca y lo empezó a meter lentamente en mi culito. Cuando lo tuvo todo dentro, lo sacó y lo volvió a introducir , pero esta vez junto con el corazón. Con los dos dedos metidos ya notaba como mi agujerito se iba dilatando. Los otros siete chicos que contemplaban la escena no se perdían detalle, esperando a que les llegase su turno para disfrutar.

El otro cabrón seguía metiendo sus dedos y ya tenía todos dentro, menos el pulgar.

Al ver que la dilatación ya era importante se decidió a probar con su polla, jaleado además por los otros chavales, que le decían que me follase de una vez, que estaba deseando que me partiesen el culo, que era una puta de mierda, y otras lindezas.

Después del trabajito que me había hecho en el culo, no tuvo demasiadas dificultades para introducirme toda su polla. Sus manazas apretaban con fuerza mi cintura, mientras su cipote golpeaba brutalmente mis intestinos, haciéndome sentir una cascada de sensaciones que me tenían en éxtasis. Al cabo de un rato el chaval empezó a aullar como un lobo y , agarrándome aún con más fuerza la cintura, hasta el punto de hacerme verdadero daño, descargó dentro de mí unos buenos chorros de lefa. Cuando se levantó con su polla aún pringosa, los otros le aplaudieron, como si acabasen de asistir a un gran espectáculo. Todos estaban completamente empalmados y no tardaron ni diez segundos en volver a llenarme el culo con carne de polla. Obviamente la idea de su amigo había sido bien acogida por todos y uno tras otro fueron castigando mi ano con sus cipotes, llevándome a un estado de éxtasis difícil de describir.

No tardó en correrse la voz por toda la casa de lo que estaba pasando y a la sodomización se unieron bastante más chicos de los ocho que había en un principio.

Mi pequeño culito estuvo recibieno vergas durante más de dos horas. Los tíos no se cansaban e incluso los que ya se habían corrido volvían a metérmela con más ganas. Les dio una auténtica obsesión por encularme y mis intestinos se fueron llenando de leche hasta un punto tal que ya no daban más de sí, y la lefa me salía por el agujerito resbalando por mis piernas y cayendo en el suelo. Menos mal que no había alfombras en la casa. Pedro las había retirado previendo lo que iba a pasar. A las cinco de la madrugada los chicos se tranquilizaron definitivamente y se empezaron a acomodar en cualquier sitio para intentar dormir algo.

Yo me quedé tirada en el suelo, con una sensación de tener el culo lleno de algodón , o algo así. Las enculadas habían sido terribles y estaba agotada y con un sueño tremendo. Pedro se acercó a mí y me llevó en brazos a su habitación. En el suelo había tres tíos acostados y en la cama dos. Como pudo me hizo un sitio en la cama y él se fue para el salón, quedando yo tumbada allí intentando descansar antes de que los machos se empezaran a despertar.

Continuará......