Esclava en una urna - Introducción
Jorge y su zorra Carla, reciben por fin el paquete que llevaban tiempo esperando.
Tras casi dos años de búsqueda, por fin habían encontrado lo que buscaban. Habían recorrido foros, chats, incluso en lo más profundo de la web, donde habían tenido que rechazar ofrecimientos de dudoso contenido ético y legal.
Pero ahí estaba. Se la habían traído como habían pedido: desnuda, en una urna de cristal, donde viviría a partir de ahora.
Jorge la miraba, con deseo. De cuerpo atlético y buena polla, disfrutaba cómo su mujer Carla se la chupaba, también desnuda y con los ojos vendados. A pesar de que la nueva esclava era un regalo para ella, no iba a dejar que su la viera antes que él. El escalafón tenía un nuevo miembro, pero la jerarquía había de ser respetada. Aunque le había prometido que podría hacer con la nueva lo que quisiera, ella seguía siendo su perrita. Cuando le llenó la boca de leche, y después de dejar que se la dejara bien limpia, como corresponde, le quitó la venda.
- "Ábrelo, es tu regalo."
Carla se levantó de un salto. Por fin podría disfrutarla. Se acercó a la urna y se paró, disfrutando de la vista. Una preciosa jovencita de 19 años les miraba con temor. Abrió la urna:
- "Sal, puta."
La agarró del pelo y la levantó hasta ponerla de pie. La esclava apenas gimió. Ambos la miraron, despacio. Medía algo más de 1,60. Guapa, delgada, tetas pequeñas, pero bien colocadas y culo respingón. Y lo mejor, era pelirroja, como Carla deseaba. Tenía una preciosa mata de pelo en el pubis, que certificaba que no la habían teñido.
Carla le miró, pidiendo permiso. Él asintió:
- "Aunque la usaré cuando quiera, es tu perra. Dale sus órdenes y explícale cómo va a ser su vida."
Jorge se alejó y se sentó cómodamente en el sillón que había en la estancia. Carla se acercó aún más a la esclava, que no se había atrevido a levantar la mirada del suelo.
"Desde ahora no tienes nombre. Nos dirigiremos a ti como "perra". Vivirás en esta habitación, y dormirás en la urna. La comida te la serviremos en esos cuencos del suelo, donde comerás sin usar las manos. Estarás siempre desnuda en casa y perfectamente depilada. Obedecerás todas nuestras órdenes sin dudar un segundo, y satisfarás todos nuestros deseos. Mientras no estemos en casa limpiarás y cocinarás. Cuando lleguemos a casa nos esperarás en el pasillo de rodillas con las manos detrás de la cabeza y las piernas abiertas. Será tu postura de espera. Te vamos a follar de todas las maneras que se te ocurran, te vamos a castigar cuando algo no nos guste, o simplemente por placer. Te dirigirás a mí como Señora, y a él como Amo. ¿Entendido perra?."
"Sí, Señora." - Dijo la perra.
Carla se quedó mirándola. Le agarró un pezón y se lo retorció con fuerza. Mientras la perra gritaba le dijo:
- "Veo que no has escuchado. ¿Cuál es tu postura delante nuestro?"
- "De rodillas, Señoraaaaaahhh"
La perra se arrodilló y colocó las manos detrás de la cabeza, con cara de dolor. Jorge se levantó y le dijo a Carla:
- "Prepara la perra, zorra. Ya sabes cómo me gusta. Quiero desvirgarla antes de cenar."
Carla le dijo "Ven". La agarró del pelo y la llevó a una cama a otra habitación. Le ató las manos. Le dobló las rodillas, y le abrió las piernas, y también las sujetó con cuerdas.
- "Te voy a depilar puta. Pero para que sepas lo que te espera si no obedeces, voy a empezar con estos alicates que ves."
Jorge oyó los gritos de su nueva perra desde el salón. Eso hizo que de nuevo su polla se comenzara a endurecer. Sabía que la zorra estaría disfrutando del dolor de la joven. Su mujer, morena y de curvas redondas, llevaba tiempo deseando tener una esclava. Aunque le gustaba ser suya, quería poder desahogarse cuando él no estaba en casa.
Mientras terminaba su copa, notó como los gritos cesaban. Oyó que encendían la ducha y les dejó el tiempo suficiente, mientras se ponía otra copa. Las esperó sentado en el sofá, disfrutando del momento. Aparecieron las dos, deslumbrantes por la puerta. La zorra, altiva, con un tanga transparente y liguero negro a juego. La perra desnuda, a cuatro patas, con la cabeza baja pero mirando alrededor, intentando ver todo lo que la rodeaba.
Jorge se levantó, despacio. Las rodeó, admirándolas. Por detrás, el culito de la perra se veía redondo, apetecible. Indudablemente virgen. Se veía el trabajo de depilación que le había hecho Carla. Estaba deseando follársela. Pero antes, tenía algo importante que hacer. Por mucho que tuviera una nueva perra a la que domar, la zorra se había presentado de pie sin permiso. Debía ser castigada. Agarró a la zorra de los pezones y la arrastró hasta una pared, donde la esposó a dos argollas, que la hacían permanecer con los brazos en alto y ligeramente abiertos.
Comenzó entonces a azotarla en el culo con una pala de cuero, deprisa, sin pausa, hasta que su culo adquirió un bonito color rojo. Carla no entendía lo que pasaba, pero sabía que no debía hablar, o sería peor. Cuando la hubo azotado lo suficiente la soltó y le dio la vuelta. La volvió a atar, pero esta vez ella veía la sala. Se acercó, le acarició los pechos y el culo enrojecido. Ella se sobresaltó por el contacto con su culo, pero el dolor fue sustituido por placer cuando él le metió dos dedos en su coño sin previo aviso.
- "Estás mojada, zorra. Te encanta que te azote." - Dijo Jorge.
- "Sí, amo. Me gusta que me castigue y que se ocupe de mí." - Contestó gimiendo.
- "Te he castigado porque no has entrado en el salón a cuatro patas, como debes. La perra irá siempre por detrás de ti, pero tú sigues siendo mi zorra, y como tal debes comportarte."
- "Sí, amo. Lo siento, amo."
- "Y en cuanto a ti, perra..." - Jorge se acercó a la joven - "Supongo que la zorra ya te ha contado lo que hay. Levántate.".
Jorge la contempló. Estaba aún más deliciosa que cuando la vio en la urna. Culo redondo, precioso coño depilado. Vio las rojeces donde Carla había arrancado los pelos con los alicates. El pelo rojo le caía por una cara algo alargada, inocente y temblorosa. Le apretó las tetas con fuerza, hasta que la hizo gemir. Los pezones rosados ya estaban duros.
- "Mira, zorra. No sé que le has hecho a tu nueva perrita, pero ya tiene los pezones como piedras." - Le metió los dedos en el coño - "Está tan mojada como tú".
Se acercó a la zorra y le metió los dedos en la boca.
- "¿Qué tal sabe tu nueva perrita?".
- "Muy bien amo, está muy rica.".
- "Ahora me la voy a follar, le voy a abrir todos sus agujeros. Y después le enseñarás como se come mi polla."
- "Espero que la disfrute, amo." - susurró Carla, excitada.
Jorge se acercó a la joven, le acarició los brazos y la besó, hundiendo la lengua en su boca. Después la agarró de la mano, la llevó delante de Carla e hizo que se arrodillara.
- "Chúpamela, perra. Y tú, zorra, mira bien cómo lo hace. Si la próxima vez que me la chupe hace algo mal te haré responsable por no enseñarle como es debido."
La perrita comenzó a lamer la polla de Jorge, mojándola bien como le habían enseñado, y acariciando los huevos despacio. Se acercó poco a poco a la punta, metiéndosela en la boca y moviendo la lengua alrededor. Le miraba fijamente a la cara, y Jorge le agarró la cabeza y la fue empujando poco a poco hasta que toda su polla entró en la boca de la joven. La sujetó así, para saber cuánto aguantaba. Se sorprendió viendo que ella, a pesar de tener dificultades para respirar, aguantaba con la polla en la boca. Estaba bien entrenada, la verdad. Comenzó entonces a follarle la boca duramente. De vez en cuando miraba a la zorra, que se estaba excitando viendo el espectáculo. Cuando se corrió, sacó la polla y le roció la cara con su semen, y la volvió a meter para que la limpiara, mientras le goteaban las mejillas. Cerró los ojos y disfrutó de la suave lengua de la nueva perra.
Cuando hubo terminado, la cogió del pelo y la arrastró hasta la zorra, que seguía atada, excitada y mirando. Le metió dos dedos en el coño para comprobar que estaba tan mojada como parecía. Ella suspiró mientras él giraba los dedos en su coño y se los daba a chupar a la perra, para que le limpiara.
- "Cómele el coño a la zorra, y más te vale hacerlo bien".
Sin dudar un momento se lanzó a comer el coño de Carla, que atada no podía sino dejarse hacer. A la vista de sus gemidos, la lengua que recorría su coño de arriba abajo sabía lo que hacía. Se retorcía intentando frotarse contra la cara de la perra, mientras esta seguía aplicada, mordisqueando los labios y el clítoris que tenía delante. Cuando vio que estaba a punto de correrse, le dio una patada a la perra en el costado, tirándola al suelo. Carla se quedó sorprendida, ansiando su orgasmo. Gimió de verse privada del placer que tenía.
- "Estabas a puntito de correrte, ¿eh zorra?" - ella asintió - "Pues no tenias permiso, no lo habías pedido.".
Casi tenia ganas de llorar, la conocía bien y había esperado hasta el último momento posible antes de privarle de la gran comida de coño que le estaban haciendo.
Él cogió a la perra, la apoyó contra el sofá, asegurándose de que Carla viera todo. Se acercó a ella, y le frotó la polla por el coño, mojándolo bien.
- "Voy a estrenar el culito de nuestra nueva perrita, y tu lo vas a lubricar."
Carla gimió notando la polla rozando su coño, sabiendo que no la iba a usar. Vio cómo colocaba a su perra contra el sofá, la agarró de las caderas, y tras escupirle en el culo, lo penetró violentamente, haciendo gritar a la perra. Se revolvió en el sofá, pero Jorge la calmó de un buen azote en el culo. Comenzó a follarle el culo, sin prisa, oyendo como los gritos se transformaban en gemidos, y los gemidos en jadeos. La perra se corrió, sin permiso, justo antes de que Jorge le llenara el culo con una buena corrida.
Jorge se enfadó, no se lo esperaba, parecía bien entrenada, y se había corrido mientras le follaba el culo. Sonrió maliciosamente, y se acercó a la zorra.
- "Vas a tener una sorpresa." - esperó a que ella sonriera, esperanzada - "Has de elegir entre castigar a la perra, o correrte."
Se separó despacio de ella, viendo su cara de sorpresa y frustración, y aguardando su respuesta...