Esclava doméstica

El placer de ser convertido en una sirvienta siempre "vestida" de uniforme para placer de mi Señora.

MI SEÑORA LUCIA

Mi Señora Lucía, entró en casa como siempre, displicente, sin mirarme siquiera. Su voz sonó autoritaria únicamente para posar su bolso en mis manos y ordenarme que lo guardara.

Después de hacer lo que me ordenó me situé frente a ella para permitir que me inspeccionara. Ella, sentada en el sofá, me miró de arriba abajo con satisfacción. Desde hace ya tiempo, siempre debo esperarla en casa con mi traje de sirvienta puesto, un uniforme negro, corto que lleva debajo unas vaporosas enaguas y encima un delantal blanco. Sujetador, medias bragas, delantal, peluca y cofia conforman el resto de mi atuendo para dejar de ser Javier y convertirme en Mikaela, la criada, esclava doméstica de mi Señora.

  • ¿Has hecho todas las faenas de la casa? – me preguntó autoritaria.

Sí, mi Señora.

Ahora lo miraré yo... y prepárate como no esté todo bien.

Sí, mi Señora.

Por ejemplo esta mesa. ¿No me dirás que la has limpiado, verdad? Está sucísima. ¡¡¡Eres una guarra, un maricón de mierda que no vale ni como criada...!!!

Una impresionante bofetada, que me volteó la cara, siguió a la bronca de mi Señora. A continuación se levantó, se sentó en una silla y cogiéndome del brazo, me hizo poner boca abajo sobre sus rodillas; me levantó la falda y las enaguas y comenzó a azotarme el culo con la palma de su mano. Hasta diez nalgadas me dio mientras yo gemía de dolor..

Al acabar, aún jadeante, volvió a ordenarme permanecer de pie frente a ella.

Mira Mikaela, estoy harta de tus ineptitudes y voy a recordarte, espero que por última vez, cuáles son tus obligaciones en esta casa y hacia mí. ¿Entendido?.

Sí, mi Señora.

Quiero que siempre que te dirijas a mí o me contestes a algo que yo te pregunte lo hagas acompañada de una reverencia. Si tienes las manos libres te agarraras los costados de la falda para hacerla; si tienes las manos ocupadas con una bandeja o algo, te limitarás a flexionar las rodillas. ¡Que no se te olvide o te rompo la cara!.

Tragué saliva asustado por la amenaza de mi Señora que continuó:

Eres simplemente mi sirvienta, así que harás todas las cosas que hacen las sirvientas. Es decir, barrer, fregar, lavar, cocinar, etc. Y espero de tí que lo hagas bien porque si no lo harás como antiguamente, de rodillas en el suelo o con la lengua... Y ahora quítate de mi vista, vete a la cocina y friega los cacharros que seguro que aún no lo has hecho.

Así lo hice, tras dedicar a mi Señora una reverencia, pero apenas si llevaba 5 minutos en la cocina cuando oí su voz que me llamaba nuevamente.

Acudí rápidamente y haciendo una reverencia dije:

¿Qué desea la Señora?

Mikaela, he invitado a tomar café a una amiga mia que vendrá en media hora más o menos, así que ve preparando café y espero que no me dejes mal. Yo la he hablado de tí y está deseando conocerte, así que aunque tiene muy poco tiempo, vendrá con nosotras un ratito.

Sí, mi Señora.

Mi respuesta pareció más segura de lo que realmente era. Un hormigueo me recorrió el estómago. Nuestro particular juego de ama y esclava sirvienta siempre había sido una cosa entre los dos, un rol en la intimidad, pero decidí no enfadar más a mi Señora mostrándole mis temores.

El tiempo que pasó a continuación yo no sé realmente lo que hice. Sé que preparé café y todo eso, pero mi cabeza era un torbellino de verguenza y deseo. Mi permanente erección cuando estoy vestida de Mikaela delante de mi Señora aumentó aún más ante la perspectiva de la exhibición que de mí iba a hacer mi ama.

A la hora convenida mi Señora me dijo:

Mikaela, mi amiga Lola acaba de ponerme un mensaje en el movil diciéndome que acaba de bajarse del taxi.

No había acabado de hablar cuando sonó el timbre de la puerta. Fui a abrir y ante mí apareció una mujer que me preguntó:

¿Está la Señora en casa?

Sí –le contesté balbuceando- pase por favor.

Lola era una mujer muy gorda y bastante mayor. Tendría unos 60 años y llevaba un vestido estampado en tonos oscuros.

Bueno Lola –dijo mi ama- me alegro de que hayas podido venir. Mikaela prepara el café.

Sí mi Señora

Me fui a la cocina y preparé el café mientras mi Señora y su amiga charlaban en el salón..

Cuando acabé salí con la bandeja y la puse delante de ellas haciendo mi obligada reverencia. Lola comentó:

Veo que tienes muy bien educada a tu criada.

No te creas –contestó mi Señora- Es bastante estúpida y comete muchos fallos en su trabajo.

Bueno Lucía. Tampoco puedes pedir mucho más. En el fondo sólo es un hombre... maricón y sumiso... pero con una polla debajo de esas enaguas. Sólo es cuestión de paciencia: ¿que friega mal?... pues a fregar otra vez; ¿que limpia mal?... pues a limpiar otra vez...

Sí, supongo que tienes razón.

Yo escuchaba la conversación que estaba teniendo las dos Señoras en mi presencia muerto de humillacion y verguenza, con las manos a la espalda y la cabeza gacha.

En ese momento, Lola preguntó: ¿Y sirve para algo más?

Como respuesta, mi Señora me dijo:

Mikaela arrodillate y mete la cara debajo de la falda de la señora Lola.

Obedecí de inmediato. Metí la cabeza entre los gruesos muslos de Lola y chupé, chupé y chupé, mientras ellas seguían hablando.