Esclava de dos adolescentes y algunos más...

Dos huéspedes adolescentes, me preparan una fiesta. En este primer relato la fiesta es de a tres, en los próximos se suman alunos más...

Me llamo Mónica y vivo en un pueblo del interior de Argentina, junto a mi esposo Jorge, ambos de 35 años, mi hijo Cristian de 18 y mi hija Melania de 25.

Durante cinco día se desarrolló un campeonato de basket en el que participaron chicos de entre 21 y 24 años del interior de la provincia.

En mi casa se hospedaron dos chicos, Gonzalo y Juan, ambos de 18 años.

Desde el primer momento nos parecieron excelentes chicos y muy respetuosos, pero con el pasar de las horas, todo cambió. Por respeto a mis hijos y mi esposo, me trasformé en un aparato sexual. Hoy después de un año de aquella experiencia, lo cuento por obligación de estos adolescentes.

Trataré de no aburrirlos y contarles lo que sucedió durante su estadía y algo más. Lo haré en dos o tres relatos.

Todo comenzó al segundo día. Por la mañana tuve que buscar unas cosas en su habitación, reparando en su edad, no pensé que era normal ingresar. Uno de ellos estaba boca arriba. No pude dejar de reparar en el bulto que se escondía debajo de su calzoncillo. De todas maneras no pasó mas que esto.

Por la noche, luego de finalizar el partido que jugaron nuestros huéspedes, nos pidieron retirarse hacia nuestra casa, ya que al día siguiente tenían que practicar. Como todavía faltaba jugar el equipo local, mi esposo me pidió si podía acompañarnos. Misa hijos también preferían ver el partido, así que no me quedó otra que hacerlo.

Al llegar a casa, ambos me pidieron permiso para usar el yacuzzi para relajarse, obviamente que asistí. Pregunté si sabían utilizarlo y me respondieron que si.

Al rato de haber ingresado al baño, me llamaron para que le explicara algo sobre el funcionamiento. Pedí permiso y entré. Mi sorpresa fue verlos parados totalmente desnudos. No supe que hacer ya que veía sus caras inocentes, pero entre sus piernas tenían dos miembros que no reflejaban su edad.

Para no alarmar, tomé coraje y pasé hasta el yacuzzi. Una vez que le dí las indicaciones, al querer retirarme, me aferraron fuertemente uno de cada brazo y me pusieron de espalda a la pared. Quise zafar y pedir explicaciones, pero la respuesta que obtuve, fueron una mano sobre mis tetas y otra sobre mi concha. Además me preguntaron como iba a explicar que me había metido al baño con ellos totalmente en bolas y que pensara como se iban a reir los compañeros de sus hijos.

Mientras tanto las manos ya estaban debajo de mi remera y de mi pantalón de gimnasia y acariciaban mis pechos, que son bastante grande y mi concha. Pronto me tranquilicé y de mi indignación, pasé a un estado de gozo. Las caricias parecían de un adulto, sabían jugar con mis pezones y con mi clítoris. Al rato ya habían dejado libre mis manos, para pasar a desnudarme y chuparme todas mis partes íntimas. Sus lenguas y labios saboreaban mis tetas y mi concha y sus dedos se metían en los dos aujeros, mientras me recordaban que desde el primer momento se dieron cuenta de que era una putita hermosa y Juan me contaba que había visto como a la mañana había reparado en el bulto de Gonzalo. Sabían que no les quedaba mucho tiempo. Me acostaron sobre el mármol del yacuzzi y ambos se colocaron a mi lado, me ordenaron que me masturbara en su presencia y mientras me decían que era una puta y que durante esos días iba a tener que hacer todo lo que ordenaran, se turnaron para meterme sus pijas en mi boca. Ambas eran de un buen tamaño, las sentía más grande y gruesa que la de mi marido. Mientras continuaba pajeando, comencé a chupar y lamer sus miembros y sus bolas.

Tuve un hermoso orgasmo, luego del cual me pusieron en cuatro patas y con la excusa de que no tenían preservativos, me prepararon el culo, me lo chuparon y luego con un aceite de baño comenzaron a lubricarlo. Parecían adultos. Por suerte el orificio trasero selo presto bastante seguido a mi marido, por lo cual no me costó tanto albergar esas vergas. Lo que si me costó un poco es aguantar el constante martilleo al que me sometieron. En eso si se parecían a adolescentes, porque tenían las pijas duras y el ritmo era intenso. Ante algunas quejas mías, solo se oía una orden de silencio. Mientras uno me la daba por el culo y me acariciaba la concha, el otro me cogía por la boca y me manoseaba las tetas.

Estuvinos así durante diez minutos, ninguno de los dos llegó. A diferencia mia que lo hice varias veces.

Antes de retirarme, me dejaron en claro que iba a ser su esclava y que para el día siguiente, fuera pensando en depilarme la concha y que el desayuno querían que se lo llevara con una hora de anticipación y vestida de mucama con la mejor ropa interior. Ya no podía echarme atrás. Estaba en el juego. Continuará.

Mónica

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