Esclava Blanca en Africa (4)

Una vez el coche se puso en marcha, note que alguien me levantaba la falda, me deje hacer, no podía hacer otra cosa. Me quitaron el cinturón de castidad y alguien me limpio con agua y jabón y me perfumo. Luego me tumbaron sobre el asiento. Me quede dormida.

ESCLAVA BLANCA EN ÁFRICA IV

En el mercado de esclavos.

Una vez el coche se puso en marcha, note que alguien me levantaba la falda, me deje hacer, no podía hacer otra cosa. Me quitaron el cinturón de castidad y alguien me limpio con agua y jabón y me perfumo. Luego me tumbaron sobre el asiento. Me quede dormida.

Una mujer me despertó "desde este momento tu nombre aquí será "AN" me ayudo a incorporarme "sígueme". Bajamos del coche y entramos en una casa. Allí me quitaron la venda y me desataron las manos. "¿Querrás ducharte?" me dijo la mujer, negra, bien parecida de unos treinta años, me llamo la atención sus grandes pechos aunque levantados y proporcionados, bien vestida aunque al estilo africano, con una túnica de colores. Le dije que sí y me llevo a un cuarto de baño en condiciones, con una ducha, lavabo, la civilización después de lo que había pasado. Me dejo sola.

Me metí bajo la ducha, primero fría para reaccionar y luego templada hasta alcanzar una temperatura ideal, y me deje llevar por el relax.

Después de la ducha, la mujer me llevo a una pequeña habitación sin ventanas donde había una especie de camastro, pero con sabanas limpias y parecía confortable, donde me tumbe y me quede dormida.

Me desperté sobresaltada, no se cuanto había dormido, pero a mi alrededor, varios hombres armados con palos me observaban. Al verme despierta dos se abalanzaron sobre mí y con rapidez me ataron las manos a la espalda y me colocaron una capucha tras ponerme cinta aislante en la boca. Me levantaron de la cama y en volandas me sacaron de la habitación. Bajamos por unas escaleras hasta un coche en marcha.

En el coche me dieron a beber un líquido y en unos segundos estaba otra vez dormida.

Me desperté abofeteada, seguía sin poder ver nada por la capucha y etnia la boca seca y tapada con una cinta. Me despeje y note un tremendo dolor de cabeza, oía ruido a mi alrededor como de estar en una gran sala o algo así. Oía a un hombre que gritaba como en una feria hablando en un lenguaje extraño y la gente gritaba. Me pusieron de pie y me quitaron la capucha. Estaba en un estrado de madera en medio de una especie de nave industrial pequeña, mire a mi alrededor, varios hombres y mujeres negros amordazados y atados de pies y manos estaban junto a mi, entonces me di cuenta d que estaba en un mercado de esclavos. Al igual que los otros, yo estaba completamente desnuda, y sin duda mi blanca piel llamaba la atención, sobre todo por algunas marcas aún visibles de la sesión de latigazos sufrida.

Los presentes eran todos negros, solo yo era de raza blanca.

Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz mejor vi a Hans en un extremo de la sala grabando con una cámara de video, sonreía. Junto a el mis dos supuestos guardaespaldas.

El hombre que voceaba se acercó a mi me agarro por el pelo y me hizo adelantarme al resto. Los presentes gritaban, sin duda me iban a vender.

Mientras hablaba a los presentes el hombre sopeso mis tetas, me abrió la boca como a un caballo, me palmeo las nalgas y la parte interior de los muslos y me hizo ponerme sobre una pierna guardando el equilibrio. Acerco su mano a mi entrepierna y acaricio primero mi peludo coño, luego tiro sin miramientos de mi vello púbico ante las risas de los presentes. Seguía hablando y como subastándome, de pronto un hombre mayor en un extremo de la sala levanto la mano. El hombre que hablaba paro y el público quedo en silencio. El hombre hizo un gesto a otro junto a él y este se acercó hasta el estrado, le dio un fajo de billetes al que gritaba y este me coloco un collar con una correa que entrego al otro hombre. Este tiro de la correa y me obligo a bajar del estrado y entre los gritos de los presentes me saco fuera del recinto.

Era de día, hacia calor y parecía ser más del mediodía, el hombre me llevo a tirones hasta una camioneta desvencijada obligándome a subir a la caja trasera. Me ato las muñecas y los tobillos a unas argollas y se volvió al recinto dejándome allí al sol.

Poco después Hans apareció con su cámara grabando, pero haciendo como que no me conocía, no contestaba a mis llamadas y después de grabarme en aquella situación volvió al recinto. La camioneta se fue llenando con otros esclavos que aquel hombre había comprado, 4 hombres, tres de ellos muy jóvenes y dos muchachas de menos de 20 años. Todos fueron atados igual que yo y al cabo de unos minutos el hombre volvió y tras inspeccionarnos, subió a la cabina y arranco.

Se introdujo por una zona de selva hasta llegar a una especie de claro, donde había una avioneta. Teníamos que agarrarnos fuerte para no caer por los baches del terreno, así que casi instintivamente decidimos tumbarnos unos sobre otros, sentí su piel áspera pero caliente y ellos me miraban con cara de compasión, pero me reconfortaba sentir sus cuerpos junto al mío.

La camioneta se detuvo junto a la avioneta, nos desato pero manteniendo nuestras manos amarradas a la espalda y con unos grilletes que nos unían entre nosotros por los tobillos. Nos hizo bajar de la camioneta y subir a la avioneta, en una especie de bodega, sucia y con cajas obligándonos a sentarnos en el suelo sobre unas mantas raídas y todos juntos, como en una especie de fardo humano, nos rodeo con unas cuerdas y cadenas por la cintura. Me fije entonces en mis compañeros de cautiverio. Las chicas tenían la piel bastante cuidada y parecían limpias, me fije en su sexo muy depilado y comparé con el mío bastante peludo, lamentaba no habérmelo depilado, pero Hans me dijo que no lo hiciera, sin duda buscaba contrastes de mi cuerpo con los nativos, las chicas tenían buenos pechos muy proporcionados a su edad y eran de estatura media.

Los hombre, mas jóvenes, debían pasar los 20 años, fuertes para su edad, latos de piel muy negra también y con un buen pene a pesar de estar en reposo. Me miraban con compasión. El cuarto hombre de unos treinta año, parecía mas curtido, buenos músculos y también bien dotado, pero mantenía los ojos cerrados. Nos echaron una manta por encima y cerraron la bodega.

En unos minutos el traqueteo de la avioneta nos indicó que rodábamos hacia el despegue.

No se el tiempo que estuvimos en el aire, pero una de las chicas, la que iba atada a mi, se mareo y vomito sobre la manta y sobre ella misma y los hombres parecían inquietos. Yo estaba como aturdida pensando en como acabaría todo y que al menos ver a Hans me había tranquilizado un poco.

La avioneta se detuvo y se abrió el portón de la bodega, el hombre tiro de uno de los negros y nos hizo levantar a todos, yo estaba atada entre uno de los hombres jóvenes que no había parado de mirar mi peludo sexo durante el vuelo y la chica que había vomitado.

Bajamos en fila india del avión y nos alienaron sobre el suelo de la pista. Estaba atardeciendo y estábamos en un paraje agreste sin una sola casa alrededor. Un Jeep esperaba un poco más allá pero nada más. El hombre a nuestro cargo se despidió del piloto que me miro con lujuria y el comento algo en africano. El hombre se rió a carcajadas y me miro. Me ruboricé y baje la vista. Al pasar junto a mí el capataz me dio dos palmadas en el culo con bastante fuerza que me hicieron estremecer.

Después se coloco ante la fila y empezó a hablar en africano, los demás le entendían pero no decían nada, yo no entendía nada pero estaba asustada, fue parándose ante cada uno de nosotros y entonces vi que llevaba un látigo en la mano y con el mango levantaba la barbilla de alguno de los otros o se lo pasaba a las chicas por entre las piernas o los pechos, paso a mi lado sonriendo y también me metió el mango por entre las piernas pero con mas dedicación que a las otras y me manoseo personalmente las tetas, diciendo "good, good", luego paso por detrás inspeccionado sin duda nuestros culos y espalda, volvió a darme dos duras palmadas y noté que pasaba su mano por mi espalda "strong" dijo como sorprendido, se retiro unos pasos hacia atrás y el látigo restallo en el aire una vez, la segunda vez tras el ruido note una laceración en mi espalda, el hombre rió al verme encogerme y dijo algo en africano que no entendí pero los otros esclavos creo que habían entendido pues la fila empezó a moverse, yo iba la última.

El hombre de treinta y tantos iba al frente de la línea, el capataz golpeo con el látigo el suelo, el hombre empezó a caminar un poco mas rápido hacia el Jeep. El capataz subió al coche y arrancó mientras el hombre que encabezaba la fila se situaba tras el coche y empezaba a andar.

Estábamos descalzos, yo notaba las hierbas y las tierras bajo mis doloridos pies… ¡iríamos andando detrás del coche hasta donde fuera!. Me armé de paciencia.

Caminamos durante más de media hora, calcule yo, por un sendero de tierra y piedras tras el coche a un buen paso. Mis compañeros de cautiverio parecían caminar sin dificultad pero yo ya tenia heridas en los pies, aunque trate de no rendirme.

Nos detuvimos ante una especie de choza de cañas con tejado de brezo o algo así. El capataz nos desato los grilletes de los tobillos y nos fue haciendo entrar en la casa.

Cunado me toco a mi, entre y vi una serie de vigas de madera alrededor de la misma, en ellas había algunos hombres y mujeres atados a las mismas por la cintura y con los brazos extendidos hacia arriba y los tobillos con grilletes a los lados de las vigas. En las paredes lucían antorchas que iluminaban fantasmagóricamente el lugar.

El capataz de hizo un gesto para que fuera hacia una de las vigas. Me desato las manos pero volvió a unirlas con una soga que lanzo por encima de una viga transversal, empezó a tirar hasta que mis brazos estuvieron bien estirados hacia arriba. Fijo entonces la cuerda tras mi cabeza y me obligo a pegar mi espalda a la viga. Me ato por la cintura con una cinta de cuero a la viga y luego con unos grilletes mis tobillos a la misma.

Así fue haciendo con los que llegaban en el nuevo grupo, aunque había ya allí otros hombres y mujeres, todos negros, atados en la misma posición.

Cuando hubo atado a todos los nuevos, se acerco al centro de la choza donde había una especie de tubo grueso. Dio a un interruptor y el tubo empezó a girar mostrando unos tubos mas pequeños horizontales, de los que empezó a salir un chorro de agua que con gran fuerza nos enchufaba a todos los que estábamos allí atados.

El primer chorro de agua me hizo estremecer, estaba fría, pero después de recibir varios de ellos mi cuerpo se templo.

Al mismo tiempo el capataz con una manguera con agua a presión se detenía en cada uno en determinadas partes de su cuerpo en busca de una limpieza a fondo. Cuando me tocó el turno se aplico sobre todo en mis pechos, provocándome un gran dolor en los pezones cuando los enchufaba el agua y después en mi sexo, donde se mezclaba una sensación d dolor por el impacto del agua y de placer cuando enchufaba a mi clítoris.

Pasados unos minutos, el hombre detuvo la maquina de riego y se retiro sin más, apagando las antorchas y dejándonos me penumbra. Los demás esclavos empezaron a hablar y gemir en voz baja entre ellos, pero en un idioma que yo no conocía, trate de saber si alguien hablaba al menos ingles, pero nadie contesto a mis palabras.

Llevaba ya 48 horas de aventura, estaba cansada, dolorida, asustada, nerviosa

Quedaban 4 días antes de volver a la civilización… o al menos eso pensaba yo.

(Historia real narrada por Alcior©)

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