Esclava Blanca en Africa (11)
Pasados unos minutos los hombres fueron retirándose y tan solo quedaron el capataz y algunos de ellos. Mi amo ya hacia tiempo que había abandonado el lugar.
Esclava Blanca en África XI
Pura sangre
Pasados unos minutos los hombres fueron retirándose y tan solo quedaron el capataz y algunos de ellos. Mi amo ya hacia tiempo que había abandonado el lugar.
El capataz volvió junto a mí sonriendo y con su temido látigo en la mano, me miro y me dio algunos puntapiés haciéndome rodar por el suelo mientras reía.
"Lastima zorra que tengamos que devolverte mañana sana y salva, aunque sin duda bien marcada, a tu verdadero amo que te trajo aquí, pues si el se decide a aceptar mi oferta por ti, sabrás lo que es ser torturada y maltratada hasta el limite de tu aguante físico y psíquico" y me volvió a empujar con el pie.
En mi mente aquellas palabras sonaron aterradoras "¿Hans había recibido una oferta de compra por mi?, aquello empezaba a ser peligroso y el terror se apodero de mi." No podía articular palabra y mi miedo sin duda se notaba y alimentaba al capataz.
"Pero mientras se decide, seguiremos jugando contigo zorra", dijo mientras me cogía del pelo y me levantaba en vilo algunos palmos sobre el suelo.
Me dolía la cabeza y aquel tirón de pelos me puso un dolor aún mayor, casi arrastrando me llevo hacia la zona dónde habían estado bebiendo y comiendo, algunos hombres disfrutaban de las dos esclavas que totalmente desnudas y con grilletes en muñecas y tobillos complacían a los hombres mamando sus pollas o dejándose azotar.
El capataz las llamo y ellas acudieron rápidamente, les dio entonces un látigo a cada una y les ordeno azotarme, tras atarme previamente boca abajo sobre una de las mesas donde estaba comiendo.
Las chicas dudaron, pero sendos latigazos del capataz sobre su espalda las decidieron a obedecer. Al principio sus golpes eran más suaves, pero el capataz las amenazaba con torturas horribles lo que les hizo ir subiendo el ritmo, mi espalda era ya puro dolor y empezaba a ser insensible ya a tanto castigo.
Pero el capataz sin duda estaba disfrutando con mi dolor. En un momento determinado tomo una copa de vino de la mesa y la vertió sobre mi espalda haciéndome gritar de dolor por el efecto del alcohol sobre mis heridas. Rió a carcajadas y les dijo a las chicas que lo dejaran.
Pero mi sometimiento no había terminado. El mismo después de pedir a una de las esclavas que le colocara un preservativo, me abrió de piernas así boca abajo, y tras arrancar de un tirón la cola de caballo de mi ano, me endoso su polla sin miramientos hasta el final, empujando sin compasión mientras tiraba del collar hacia atrás cabalgándome como a una yegua.
Mientras azotaba mis nalgas con sus manos primero y luego con una fusta, animaba a los otros hombres a irse preparando para poseerme a su antojo.
Se corrió salvajemente en mi culo, dándome unos empellones y fustazos ya sin ningún miramiento, mientras yo gemía de dolor, placer, angustia, excitación era un autentico revoltijo de sentimientos y sensaciones encontradas.
Cuando acabó y tras darme un nuevo fustazo esta vez entre las piernas que me hizo gritar de dolor, grito algo a los hombres y varios de ellos salieron del corral para volver con una especie de cucaña de madera.
Uno de ellos le tendió unas correas de cuero. Se acerco a mi y cogiéndome del pelo me arrastro unos metros por el suelo hasta la cucaña, me hizo levantar y tras darme varios puntapiés en el culo y los muslos me hizo tender sobre la cucaña, me ató con las correas de cuero los tobillos y muñecas a los palos de forma que quedando en posición de cuatro patas, mi culo y mi sexo quedaban accesibles desde detrás de mi cuerpo, con lo cual entre mis gemidos oí que la fiesta pensaba continuar.
Varios hombres, no se cuantos, me follaron durante largo rato, después me dirían que casi dos horas. Mi culo y mi coño doloridos e insensible ya no recibían más que dolor, el placer hacia mucho que ya no lo sentía, y cuando trataba de dejarme desfallecer, una bofetada, un chorro de agua fría o un latigazo en mi ya escarnecida espalda me recordaban que me había convertido en una esclava sexual, en un instrumento de placer para aquel grupo de negros excitados por violar a una mujer blanca sin ningún escrúpulo.
Cuando se saciaron de sexo, los hombres siguieron bebiendo y riendo y las dos esclavas vinieron hasta mi, me desataron de la cucaña me lavaron de arriba abajo, después me dieron unos ungüentos en el culo y el coño, que me produjeron un gran alivio, pues como puede ver, al menos mi coño era del tamaño de una berenjena, rojizo e inflamado, e imaginaba por la sensación que mi culo estaba igual, pues además debido a la enorme dilatación del mismo, sentía como una constante necesidad de defecar.
Me llevaron a otra choza donde una vez me dieron algo de comer, unas verduras, arroz, fruta y unas jaras de su cerveza, me dejaron descansar sobre un catre de pajas, esta vez sin ningún tipo de ataduras ¿si trataba de escapar donde iba a ir?.
Pasaron algunas horas en las que conseguí dormir un poco y las jóvenes vinieron para volverme a lavar, asearme y darme un rato de placer. Mi coño ya había casi vuelto a su estado normal, y mi culo estaba mucho más relajado, ellas jugaron mientras me aseaban con todo mi cuerpo e incluso me brindaron varios morreos a los que respondí encantada, después de tantas horas de sexo violento, un rato de sexo tierno me reconfortaba.
Cuando acabaron de disfrutar, y yo también, me vistieron con una especie de bikini de rafia o algo así con mucho colorido, muy ajustado y que resaltaba aún más mis pechos, y abajo sólo un taparrabos también de ese tejido, pero con el culo al aire, unas sandalias y un collar de abalorios completaban mi vestimenta.
Me hicieron gestos de que esperara y salieron.
Al rato entró el ayudante de mi amo y me hizo gestos de que le siguiera.
Subimos a un Jeep, por primera vez iba sin ataduras, ni cadenas, ni grilletes y me sentía diferente, tal vez también el repaso que me habían dado las chicas, me había reconfortado.
Vi por primera vez, estaba ya atardeciendo, la población a medias entre lo tribal y la civilización, y llegamos en las afueras a una especie de pequeño complejo turístico, con un gran hotel, algunas salas de juego, etc.
Paramos frente a un local donde se anunciaban espectáculos de sexo y bebidas. El hombre me ayudo a bajar del coche, ante la mirada atenta de algunos transeúntes, casi todos hombres, y entramos en el local.
Me sorprendió ver tras la barra a una mujer blanca, que me saludo en inglés y me dio la bienvenida. "Espero que disfrutes tu estancia aquí y que lo pases bien" me dijo cortes.
El hombre me llevo hacia una sala donde otras chicas vestidas de forma similar a como yo iba, tomaban copas o bailaban al ritmo de la música, una mezcla de africana y regaae.
Me hizo gestos de que me sentara en una banqueta junto a la barra y me pidió una bebida, que al probarla comprobé que llevaba gran cantidad de alcohol.
Antes de irse por fin me hablo: "Bueno, esta noche conocerás el estilo de clubs de sexo de aquí. Los hombres que se te acerquen y te den esta especie de amuleto" y me enseño una especie de plumas " deberás acompañarlos a aquella zona y hacer sexo con ellos. Ellos ya habrán pagado por ti y no podrás negarte a ninguno, sea como sea, pero no temas, esta todo controlado. Ese dinero es para tu nuevo amo. Dentro de unas horas vendremos a buscarte, y no hables con nadie del local mas que con tus clientes." Y salió.
El primer cliente que tuve era un hombre bien vestido de mediana edad, que se acercó a mí con cierta timidez, me dio el amuleto y un hombre que no había visto que controlaba a las chicas en la sala me indico hacia unas escaleras al fondo del salón.
Nos dirigimos allí y tras bajar a una especie de sótano, aunque bien acondicionado con una especie de celdas o jaulas entramos en una cuyo número me había dado el vigilante.
Había una tenue luz, un camastro, un lavabo, un par de sillas y poco más. El hombre m hizo un gesto de que me desnudara del todo y luego me tendió un preservativo y me hizo gestos de que se lo pusiera con la boca. Se desnudo y me mostró una polla a medio crecer, me acerque de rodillas y empecé a chuparle, para de inmediato ponerle el preservativo con la boca, cuando se lo hube colocado y ajustado el me cogió pro los hombros me hizo levantar y tras llevarme al camastro me hizo tumbar boca arriba, se inclino sobre mi y con tranquilidad me fue metiendo su polla en mi coño, depuse empezó a moverse con lentitud pero con seguridad mientras me miraba con cara de lujuria, fue subiendo el ritmo y yo notaba aquella polla cada vez más dura, como un auténtico palo, aumento su ritmo frenético mientras decía palabras en un lenguaje desconocido y yo veía su excitación, el polvo fue largísimo pero sin cambiar de postura ni pedirme nada más hasta que se corrió, entonces se retiró sin mirarme, se quito el preservativo que tiro a un cubo cercano, se vistió y sin decir nada salio del cuarto.
Yo me quede muy mal, había sido algo mecánico y eche de menos, alguna caricia o lo que es peor, alguna bofetada, insulto o golpe.
Me lavé en el lavabo, me vestí y volví al salón.
No habían pasado ni cinco minutos, cuando vi venir hacia mí un tipo enorme. No se sabia si joven o mayor, pero bien proporcionado, fuerte, con una camiseta de colores y unos vaqueros. Me miro de arriba abajo, me hizo levantar de la banqueta y tras hacerme dar un par de vueltas, me largo un azote en el culo, mientras me daba el amuleto.
Ya sabía el camino, pero esta vez el vigilante me dio otro número de habitación. Estaba al final del pasillo, la puerta parecía algo más gruesa, y tras franquearla entendí la razón.
Era una especie de celda con un camastro semiinclinado, unos postes, algunos utensilios de tortura, una cruz de madera medio un brinco el corazón y me sorprendió mi excitación. Las paredes estaban acolchadas.
Vi entonces que el hombre sacaba una llave del vaquero y cerraba la puerta. Un escalofrío me recorrió la espalda mezcla de temor y excitación.
Se desnudó mientras yo permanecía en medio de la estancia, decía cosas en su idioma que no entendía, pero veía en sus ojos, deseo, malicia incluso crueldad. En otro momento me hubiera asustado, en este caso, mi excitación era enorme deseando que empezara la fiesta cuanto antes. Volvería a ser seguro esclava y no sabia cual sería la exigencia de aquel amo que había pagado por mí.
(Historia real adaptada, novelada y narrada por Alcior©)
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