Escenas de un Cornudo 03
Hemos venido de nuevo al centro de inseminación, es la cuarta vez que lo hacemos por que las anteriores no han dado resultado y mi mujer está empeñada en que tengamos un hijo, nada más entrar a la consulta se ha desnudado y ha puesto sus pies sobre los estribos dejando su sexo totalmente expuesto
Hoy hemos venido de nuevo al centro de inseminación, es la cuarta vez que lo hacemos por que las anteriores no han dado resultado y mi mujer está empeñada en que tengamos un hijo.
Al igual que ha hecho en las anteriores visitas, nada más entrar a la consulta se ha desnudado, pero se ha dejado las medias y los zapatos de tacón, se ha sentado en la silla ginecológica, ha puesto sus pies sobre los estribos y al hacerlo ha dejado su sexo totalmente expuesto.
Yo me he sentado en la silla que hay junto a sus pies sin decir nada, esperando que empezase la inseminación y con la esperanza de que no tengamos que volver.
Se abre la puerta y aparece un hombre negro con una bata blanca, nunca he estado demasiado conforme con la decisión de mi mujer de venir aquí, pero al verle me quedo sorprendido y deseando que no sea él el doctor encargado de la inseminación.
Saluda se presenta y confirma mis temores al explicarnos que él es quien se encarga de las pacientes que no logran quedarse preñadas en las tres primeras inseminaciones. Si no fuese suficiente con que sea negro, además usa el verbo "preñar" de manera humillante y siento que al hacerlo equipara a mi mujer con un animal, hago ademán de levantarme para protestar y solicitar que venga nuestro doctor anterior, pero antes de que puede decir nada mi mujer me manda callar y comienza a hablar con el doctor.
Mientras hablan el doctor se acerca a nosotros y se sitúa frente a mi ordenándome que le chupe la poya, pero a diferencia de como ha sucedido en las tres primeras visitas, él empieza a masturbar a mi mujer. Al parecer considera que si mi mujer no ha sido preñada todavía ha sido por su baja excitación sexual y no ser inseminada durante un orgasmo.
Mi mujer no tarda en dar muestras de su excitación y yo puedo ver, sin dejar de mamarle la poya al doctor, como este tiene introducidos cuatro dedos de su mano en el coño de mi mujer al tiempo que usa su pulgar para excitarla el clítoris.
Los gemidos de placer que salen de la boca de mi mujer pasan a ser jadeos que evidencian la cercanía de su orgasmo y al momento se convierten en gritos cuando se corre como pocas veces lo ha hecho, por mi parte hago ademán de dar por terminada la mamada al doctor para que este penetre a mi mujer inseminándola con su corrida, pero él me coge la cabeza y me obliga a seguir mamándole la poya.
Al menos estamos así unos diez minutos más, él sujeta mi cabeza impidiéndome sacarme su poya de la boca y realmente siento que en vez de mamársela yo es él quien está follando mi boca, mi mujer se ha corrido al menos seis veces más con la masturbación del doctor y de repente, sin previo aviso, el doctor saca su poya de mi boca y la introduce en el coño de mi mujer bombeándole frenéticamente.
Mi mujer, al ser penetrada por el doctor tiene un nuevo orgasmo aún más intenso que antes y en pocos minutos su coño queda inundado con el semen del doctor. Yo me acerco y tal como tengo ordenado de antemano, recojo con mi boca todo el semen que rebosa del coño de mi mujer, pero sin poder lamérselo para evitar que mi saliva pueda contaminar la corrida.
Mientras lo hago observo como mi mujer le está limpiando la poya al doctor con su boca mientras le agradece sus atenciones y se disculpa por las molestias causadas al no haberse quedado preñada anteriormente.
Una vez que su poya está lo suficientemente limpia, el doctor se va sin decir nada, yo sigo recogiendo el semen que rebosa del coño de mi mujer, la corrida del doctor ha sido realmente copiosa, aunque dudo si prefiero que mi mujer por fin se quede embarazada y no volver por aquí o que no lo esté, lo cual implicaría una nueva visita, otro mes pajeándome y soltar otros quinientos euros, pero con suerte el próximo doctor volvería a ser blanco, así podré seguir ocultando que me he convertido en un cornudo.