Escenas de mi loca vida 2.
¿Quién dijo que sexo y humor es una mala combinación? la muestra de que sí se puede tener ambas cosas! Os mando esta escena de la novela: (que no se te olvide: el sexo alivia la tensión, el amor la aumenta) la única de la novela que publico aquí. Que la disfruteis y espero noticias!!!
-Ven. -Tiro de su mano para que se levante de la cama y me acompañe al baño-.
Le suelto y abro el grifo del agua caliente de la glamurosa ducha de suelo de piedra que ocupa una gran superficie de la habitación.
-¿Vamos a ducharnos juntos?
Le miro. Su rostro me confunde. ¿A qué viene esa pregunta?
-Por supuesto que sí.
-Pero... ¿no quieres tu memento de intimidad?
Me giro con la confusión dibujada en mi rostro. No entiendo muy bien donde pretende llegar con todo esto.
-Mira James, -Me alzo para encararle, pongo las manos sobre mi desnuda cintura a modo de jarra- si no te apetece ducharte conmigo no te excuses en mí. Dime directamente que no quieres, no pasa nada.
Su mandíbula se descuelga, camina hacia a mí y cuando me tiene justo enfrente abarca mi barbilla con su mano.
-¡Pues claro que quiero! ¿cómo no voy a querer?
Su respuesta me tranquiliza, aunque solo un poco. Se acerca para besarme en los labios, le correspondo con un beso rápido mientras le acompaño hasta la ducha. En silencio nos metemos bajo el incesante chorro de agua tibia y alzamos el rostro, dejando que las gotas resbalen por él hasta cubrir la totalidad de nuestros cuerpos.
James coge una esponja natural que descansa sobre una repisa de cristal, le pone unas gotas de gel aframbuesado que yo he traído específicamente desde Barcelona.
-Voy a lavarte, date la vuelta.
Sonrío con picardía y cierro los ojos obedeciendo a su deseo.
La esponja se desliza suavemente por mis hombros, la espuma blanca los cubre como un manto y ese olor embriagador... pone en jaque a todos mis sentidos.
Decidido, desciende hasta mis pechos, los embadurna con delicadeza, tan suavemente que sus movimientos me producen un inconmensurable placer. Mis pechos se yerguen en respuesta, se ponen tersos y excitados mientras los acaricia con esa devoción. Se acerca lo suficiente como para sentir su cuerpo bloqueando mi espalda, el calor que me produce se expande, concentrándose en zonas inimaginables de mi anatomía. Su cercanía me permite relajarme llevando mi cabeza hacia atrás, recostándola sobre su duro pecho mientras él me abraza. Sus manos descienden ahora por mi estómago dejando un espumoso rastro de jabón, como reacción a su última maniobra, mi cuerpo se estremece prediciendo cuál será su siguiente movimiento. No me decepciona, la esponja se detiene justo en mi monte de Venus. Lo enjabona suavemente y cuando considera que ya es suficiente, cambia la esponja de mano para introducir uno de sus dedos en mi interior. Gimo, James se acerca a mi cuello sin dejar de masajearme y lo besa. Estoy a punto de deshacerme en sus brazos otra vez, sabe exactamente dónde tocar para desestabilizar todo mi mundo.
Me muerde el lóbulo de la oreja, sin querer, emito un bajo grito de placer. Vuelvo a tener ganas de él, realmente soy insaciable.
Su dedo se introduce aún más hondo en mi interior al tiempo que su palma me presiona el clítoris, moviéndola suavemente mientras su respiración se acelera.
-No te haces una idea de lo tremenda que estás... me vuelves loco.
Su contundencia me hace retorcerme sobre su mano que me alza levemente. Gimo, disfruto, deseo... impulsada por las mágicas sensaciones que me hace sentir, me muevo lentamente para ver esos expresivos ojos azules. Su erección ha vuelto a resurgir de la nada con todo su esplendor. Sonrío. Me doy la vuelta con sensualidad y se la cojo con cuidado. La muevo primero despacio de arriba abajo, sus ojos se cierran. Es increíble como el deseo por lo prohibido se desata continuamente, me basta ser consciente de que no puede penetrarme para que mi cuerpo lo desee todavía más.
Mi mano enjabonada se aprieta fuerte sobre su duro miembro, mientras lo muevo cada vez más deprisa. Terriblemente excitado por mi dedicación, gruñe, abre sus ojos dilatados y una de sus manos agarra fuerte mi nalga, la acaricia hasta llegar al agujero de mi vagina e introducir nuevamente un dedo en mí.
Nuestros movimientos se acompasan. Nuestras bocas se enredan mientras nos damos placer mutuamente. En esos momentos ambos pensamos que es el otro quien nos posee, que no son nuestras manos, sino nuestros ávidos cuerpos los que nos dan ese placer.
-No aguanto más... -Susurro y él me mira enloquecido. Me agarra con la mano que le queda libre, apretándome más fuertemente contra él para jadear junto a mi oreja:
-Yo tampoco.
Entre gritos desesperados nos movemos. Sus manos aceleran el ritmo en mi interior, yo simplemente le imito, entones, la presión de su duro y semicurvado pene se clava en mi barriga y percibo la calidez de su fluido que resbala por mi pierna hasta perderse entre los chorros de agua.
Ambos hemos llegado a la vez. Ha sido increíble nuestra compenetración sin estar dentro el uno del otro. Nos retiramos un poco, el agua vuelve a deslizarse por nuestros cuerpos, relajándonos después de este nuevo esfuerzo.
-¿Ves por qué no puedo ducharme contigo? si por mí fuera no me despegaría de ti ni por un segundo.
Sostengo su rostro entre mis manos, le miro, es tan guapo que me derrito. Inmensamente feliz le beso, le beso con una pasión desmedida, agradecida, contenta... Me corresponde complacido. A estas alturas ya me ha quedado claro que si de algo este hombre no va a cansarse es de mis besos. Al parecer han dejado huella en él, desde el primer momento en que, por una astuta maniobra del destino, le besé, no se lo ha podido quitar de la cabeza. Palabras textuales.
Volvemos a separarnos. Esta vez procuramos contenernos, al menos para poder acabar de ducharnos.
Nos envolvemos en unas gruesas y suaves toallas blancas de hotel. Estoy a punto de regresar a la habitación cuando él me lo impide.
-No pensarás ir a la cama con el pelo mojado, ¿no?
Me encojo de hombros.
-¿Qué pasa?
Su rostro serio me escruta atónito.
-Pues que puedes enfermar. Eso pasa.
Rebusca entre los cajones del baño hasta encontrar mi secador. Pongo los ojos en blanco y se lo arrebato de las manos.
-Está bien pesaaaaado, ahora me lo seco.
Me mira. Me arranca el secador de las manos y lo enchufa.
-Siéntate en la pica. Voy a secártelo yo.
-¿Pero qué dices?
-Lo que oyes. Haz lo que te pido.
-Oye guapo, te advierto que con ese tonito no vas a conseguir nada de mí. Además, ahora mismo no soy tu secretaria. -Le recuerdo-.
Su carcajada me deja sin palabras, sin más argumentos que ofrecerle.
-Bueno, a estas alturas ya ha quedado claro que no solo eres mi secretaria.
Frunzo el ceño porque no entiendo exactamente qué pretende decir con eso. Pero él parece no captarlo. Me coge de la cintura, me alza sin esfuerzo y me sienta sobre el mármol.
Como una niña pequeña empiezo a rechistar, pero él me silencia encendiendo el secador a la máxima potencia. Entonces el ruido envolvente de la máquina bloquea todos los demás sonidos. Lo mueve muy despacio por la longitud de mi melena, de vez en cuando le miro, retándole, pero él se limita a sonreír y no le da la menor importancia a mis reacciones.
Le dejo salirse con la suya, no es que haya podido conmigo, que no se equivoque, es solo que me gusta ese calorcillo que me da el secador en el cuero cabelludo y como sus largos dedos me masajean dulcemente.
Continúa así un buen rato, hasta que lo deja a su gusto. Solo entonces, lo desenchufa y me hace un gesto con la mano para que camine delante de él.
-Ahora ya puedes ir a la cama.
Me miro fugazmente en el espejo. Parezco una leona, pero si a él no le importa, a mí tampoco.
Me meto en la cama revuelta y observo como él se pone los calzoncillos delante de mí. Como se atreva a irse a su habitación se la corto.
Coge sus vaqueros del suelo y mis peores sospechas se confirman. Las mejillas me arden y la rabia me sacude desde adentro hacia afuera.
-¿Te vas?
Sus ojos se encuentran con los míos. Se sorprende al ver que mi expresión ha cambiado y no se esconde ni un ápice de humor en mi rostro.
-Sí... -Contesta dudoso-
-¿Por qué?
Y más le vale escoger cuidadosamente los motivos, porque como diga algo como: “aquí ya he acabado”, no solo se la corto, además lo mato.
-¿Quieres más sexo?
Uy. Ya está. La ha cagado. Ese comentario es igual o peor que el que yo había imaginado. Estoy literalmente ardiendo en este momento y no precisamente por la excitación.
-Antes de irte no te olvides dejar 500 euros en la mesita. -Le reto con la mirada. Mi comentario le deja contrariado-.
-No te entiendo Anna, ¿es sarcasmo?
-No. Son 500 euros. -Vuelvo a repetir segura-.
Sus ojos me estudian detenidamente. Ya puedes hacerlo maldito cabrón, eso de hacerme el amor e irte no me convierte más que en una puta, así que si eso es lo que quieres de mí, al menos, pienso salirte cara.
-Anna...
-¿Sí, James?
-¿Te ocurre algo? ¿He hecho algo que...?
-No. Tú no has hecho nada de nada. -Le corto enfadada-.
Su boca se abre como para rebatir algo, pero no lo hace. En su lugar levanta las palmas de las manos a modo de rendición. Se enfunda rápidamente una de ellas en el pantalón y saca la cartera de su bolsillo trasero. ¿Qué coño va a hacer? le miro asustada, no será capaz...
¡Y ya ves si lo es! el muy estúpido saca un billete de 500 euros de su cartera. Yo no sé si se trata de una broma. Tiene que serlo, no es posible que vaya a pagarme enserio y mucho menos que no entienda el motivo de mi enfado. Pero eso parece, porque sin mirarme a la cara deposita el dinero que le he pedido en la mesita y se va.
¡¡¡SE VA!!!
Mi respiración sale acelerada de mis fosas nasales, parezco un búfalo a punto de envestir. Estoy cabreada, confundida, me siento humillada, utilizada y por encima de todo le odio. ¡Uffffff! no es poco todo lo que me inspira ahora mismo...
Pienso en irme de allí sin dar explicaciones, coger un vuelo directo a Barcelona, necesito a mis amigos cerca, pero es tan tarde... ¡son las cuatro de la madrugada! Respiro: una, dos, tres veces... cierro los ojos y sigo respirando pausadamente, pero esto no se queda así, ¡vamos, hasta ahí podíamos llegar! ¡Por muy jefe mío que sea no ha nacido hombre que se atreva a tratarme así!
Cojo mi cartera, la abro y meto el billete dentro. Estoy desnuda, vuelvo a recoger la toalla que se ha caído al suelo para ponérmela de mala gana, no doy importancia a mi pelo de animal electrocutado. Estoy tan sumamente enfadada que todos esos detalles, ahora mismo, me importan un bledo.
Salgo de mi habitación hecha una furia y corro por el pasillo. Entro en el ascensor, bajo hasta la primera planta. En cuanto se abren las puertas algunos trabajadores del hotel se me quedan mirando, no es para menos...
Corro hacia el bar, pero antes de llegar, una voz a mi espalda me interrumpe.
-Perdone señorita, ¿puedo ayudarla?
Miro a ese hombre joven, vestido con un impecable traje granate, Su rostro es comedido y prudente, posiblemente cree que me ha pasado algún percance.
-En realidad sí puede ayudarme.
-Usted dirá señorita.
-Necesito un preservativo. -Le suelto sin tapujos. Mi ira es la que me envalentona. El hombre tose para enmascarar una carcajada. No me importa. Yo también me reiría si estuviese en su situación-.
-Dígame su habitación y enseguida se lo subo.
-Gracias. Estoy en la 202.
-De acuerdo. Por cierto, en otra ocasión no dude en llamar a recepción. Le facilitaremos cuanto necesite.
-Claro...
Ahora me entra la vergüenza, soy tan impulsiva que no había contemplado esa factible posibilidad. En fin... ya tienen una anécdota para reírse con sus compañeros durante semanas.
Regreso a mi habitación, camino frenética en todas direcciones. Espero y espero hasta que llaman a la puerta.
-Aquí tiene señorita, lo que me ha pedido.
Me entrega dos sobres unidos por el centro. Los cojo.
-¿Cuánto es?
-Nada. Buenas noches.
Me despido y cierro la puerta. Espero a que se haya marchado y entonces vuelvo a abrirla. Con la cartera en la mano, llamo insistentemente a la puerta de la habitación de James hasta que abre.
-¡Anna! -Parece sorprendido- ¿Ocurre algo?
Entro como un huracán furioso en su habitación, su rostro se desencaja. Sin más me abalanzo sobre él, le salto encima como un babuino en celo y empiezo a besarle insistentemente. Al principio se resiste, me rechaza, pero mi insistencia y perseverancia le puede.
Regreso al suelo, mi toalla se resbala hasta caer. Me agarro a la goma de sus pantalones de pijama y los bajo enérgicamente.
-¿Qué haces? -Intenta alejarse, pero vuelvo a retenerle.-
En cuanto le tengo desnudo le empujo violentamente sobre la cama. Me mira extrañado pero no hace nada por intentar defenderse de mi ataque, prácticamente ni reacciona.
Toco su pene mientras me encuentro con su boca. Me corresponde aunque algo más prudente que yo. Poco a poco percibo como su miembro va creciendo en mi mano, se expande mientras yo continúo con el esmerado masaje. En cuanto lo tengo a punto, desciendo los besos por su mandíbula, su cuello hasta alcanzar el lóbulo de la oreja y morderlo, tal vez con demasiada fuerza. Grita pero no se mueve.
Sus manos me acarician la espalda siguiendo la curva de mi columna, entonces me retiro. Cojo el paquetito plateado, lo abro con los dientes frente a su mirada desconcertada y se lo enfundo con maestría.
No espero más, por extraño que parezca he vuelto a excitarme, entonces me pongo a horcajadas sobre él y con cuidado, lo introduzco lentamente dentro de mí. Jadeo mientras desciendo sintiendo como su dilatado miembro se desliza suavemente por las paredes de mi estrecha vagina, adaptándose a la perfección a mí, encaja tan bien que me da miedo. ¡Vaya mierda, incluso en eso también tiene que ser perfecto! pero no me permito pensar más en ello, solo quiero disfrutar de él. ¡Me lo merezco por lo que he tenido que aguantar!
Me muevo despacio. Él se arquea hundiéndose más en mí y yo chillo cuando llega más profundamente de lo que había imaginado. Sus manos me retienen las caderas apretándome. ¡Madre mía como me gusta sentirle!
-¡Joder Anna! me ciñes de una manera que me vuelves loco...
Sus palabras despiertan aún más mis ganas de poseerle. Asciendo un poco y vuelvo a caer entorno a él más bruscamente, los gemidos que escapan de su garganta me animan a seguir con ese movimiento fuerte y posesivo, clavándome a él varias veces, disfrutando al máximo de su perfecto cuerpo.
La sensación me atrapa, me contraigo y él nota esa leve presión en su pene. Gruñe en respuesta. Una, dos, tres, diez... fuertes sacudidas más hasta que los dos liberamos un orgasmo devastador, explotando en mil pedazos.
Quiero continuar sintiéndole en mi interior un rato más, incluso después de haber culminado, estoy muy a gusto, pero mis ganas de devolvérsela pueden más.
Me levanto rápidamente, enrosco la toalla en mi cuerpo y cojo la cartera que he dejado en el suelo. Saco el billete de 500 euros, se lo dejo en la mesita y como recochineo adicional, abro el apartado de las monedas y añado un mísero euro a esa cantidad.
-¿Qué estás haciendo Anna?
-Pagar tus honorarios. -Espeto aún dolida por el recuerdo- Te lo has ganado.
Con la cabeza alta me encamino hacia la puerta.
-¡Espera un momento!
Le ignoro, estoy a punto de salir cuando él corre y se apresura a cerrar la puerta que he conseguido entreabrir.
-No lo entiendo, así que más vale que me lo expliques. ¿Qué quieres?
-¿Tan idiota eres que tienes que preguntarlo?
-Pues sí. -Admite sin dudarlo- Lo soy. No entiendo a qué ha venido todo esto.
Bufo frustrada.
-¿Te parece bonito hacerme el amor y luego marcharte como si no fuera más que una puta?
Sus cejas se arquean, parece encajar mis palabras y el alivio invade su rostro justo en ese momento.
-¿Por eso has venido aquí y has hecho lo que has hecho? ¿Para hacerme sentir tal y como tú te has sentido antes?
-Bueno... -vacilo- En realidad solo quería venir a cortártela, pero luego he pensado que sería un gran desperdicio hacer eso. Así que he optado por vengarme.
Tuerce el gesto, escondiendo de mí una sonrisa que lucha por salir a toda costa.
-¿Y ahora te sientes satisfecha? ¿Ya has culminado tu venganza?
-En realidad no. Esto ha sido solo el principio.
Hago ademán de marcharme pero su mano vuelve a sujetarme desviándome de mi objetivo.
-Y dime, ¿toda esta locura tuya se debe únicamente a que no me he quedado a dormir contigo?
-Eso sumado a que has dejado un billete de 500 euros sobre mi mesita. Sin duda tu frialdad inglesa dice mucho de ti...
-¿Y por qué no me lo dijiste?
-¿Y por qué no te diste cuenta?
-Pero... -gira su rostro contrariado- Me pediste dinero. -Confirma y yo pongo los ojos en blanco-.
-Desde luego, además de frío e insensible no eres capaz de captar las indirectas. ¡Menuda joya hicieron contigo en Oxford!
Sonríe.
-No estudié en Oxford.
-Eso es lo de menos ahora.
Suspira, relaja la presión de su mano en mi brazo y añade:...
...
Continua en la novela ;) pero esta es una de las partes que más me gustan, por eso he querido compartirla aquí! gracias lectores!