Escarnio
Una joven esposa decide vengarse de las vejaciones de su marido montándoselo con sus amigos en su presencia. Sin embargo las cosas no salen como ella esperaba.
A pesar de nuestra juventud, llevábamos ya varios años casados. Mi marido se había convertido en un pervertido. En más de una ocasión lo había enganchado navegando por páginas porno y no sentía ninguna vergüenza. Se justificaba diciendo que yo no satisfacía todas sus fantasías.
En una de esas ocasiones le propuse un pacto, yo me comprometía a satisfacer una fantasía suya si él se comprometía a satisfacer una mía. Él se apresuró a aceptar.
El viernes siguiente apareció con un disfraz de colegiala que me obligó a ponerme. También me obligó a hacerme unas coletas. Representamos los papeles de alumna inocente y profesor pervertido. Me castigó y me azotó en las nalgas para finalmente agarrarme la cabeza y, violentamente, inclinarme sobre la mesa, bajarme las braguitas y obligarme a ponerme con el culo en pompa.
Nunca, hasta ese momento había imaginado que mi marido me iba a dar por el culo. Cuando sentí la punta de su polla embocar mi culito virgen me estremecí, un sudor frío recorrió mi espalda, sabía que aquello iba a ser doloroso, muy doloroso. Le supliqué que no lo hiciera, pero no me hizo caso.
Fue empujando poco a poco, pero con decisión. No puedo decir que me tratara con delicadeza, mis gritos no parecían importarle, al contrario, creo que cuanto más sufría yo, más disfrutaba él. Sentí mi esfínter dilatarse mientras su polla avanzaba hacia lo más profundo de mi culo. En ese momento comencé a sentir una sensación de placer que se mezclaba con el inmenso dolor que me producía la invasión de su polla en mi culo.
No tardó en comenzar a moverse y progresivamente fue incrementando el ritmo y la violencia de sus embestidas. Las lágrimas se me saltaron y los gritos se mezclaron con el llanto. Cuanto más lloraba, más violentos eran sus movimientos. Y empezó a insultarme, de puta, zorra y guarra no me bajó.
Finalmente se corrió. Sentí su cálido semen derramarse en mi interior. Me sacó la polla, se subió los pantalones, fue a la nevera por una cerveza y se sentó a ver el fútbol mientras yo me quedé en el suelo gimoteando y con el culo muy dolorido. Aquella indiferencia me dolió mucho más.
Pero la venganza es un plato que se sirve frío, o eso pensaba yo. Sabiendo que mi César me debía mi parte del trato ideé un plan.
Cada jueves mi marido y sus compañeros de trabajo organizaban una partida de mus. Cada semana en casa de uno de ellos. Aguardé con impaciencia que volviera a tocar en mi casa. Preparé algo para picar y unas cervezas, lo que extrañó bastante a mi marido, quien sabía que yo detestaba aquellas partidas. Sin embargo, no sospechó la que se le venía encima.
Me maquillé y me arreglé. Recibí a sus compañeros con la mejor de mis sonrisas y el mejor de mis escotes. Jugaba con ventaja, sabía que llamaba la atención de los hombres, es lo que tiene tener una cara bonita y un cuerpo de escándalo. De hecho no eran pocas las veces que las miradas de los babosos de los compañeros de César me habían incomodado. Esta vez iba a ser distinto.
Mi marido empezaba a mosquearse ante tanto coqueteo y, en una de esas, cuando me dirigía a la cocina para sacarles algo para picar, me acompañó y una vez dentro comenzó a reprenderme. Puse un dedo en sus labios indicándole que se callara y cuando se calmó, con una sonrisa indecente le recordé lo que me debía y le dije que había llegado el momento de cobrármelo.
Le expliqué en qué consistía mi fantasía. A medida que le iba explicando su expresión iba reflejando su cabreo interior, pero quizás porque un trato es trato o porque se sentía culpable tras haberme empalado de manera tan brutal, el caso es que no se atrevió a protestar ni una sola de mis indicaciones.
Volvió al salón y preguntó a sus amigotes si podía ofrecerles algo más, algo para picar, algo de beber, "os puedo ofrecer a la zorrita de mi mujer si queréis". Podría haber disimulado un poco más su irritación en el tono de su voz, pero la inclusión de la palabra zorrita me puso, si cabe, aún más cachonda.
El silencio se apoderó del salón, Toni, Marcos y Pepe no se podían creer lo que acababan de oír, se miraban entre ellos sin reaccionar. Entonces salí de detrás de la puerta con una magnífica sonrisa.
¡Vamos, chicos! No seáis tímidos Seguro que os apetece más que esa aburrida partida de cartas.
Se miraron de nuevo, intentaron aguantar la risa, pero finalmente no pudieron más y explotaron en una sonora carcajada.
Pepe me miró y luego miró a César. Se moría de ganas, pero no acababa de atreverse. Me acerqué a él y me senté sobre la mesa justo delante de donde él estaba sentado. Le agarré la muñeca y me llevé sus dedos a la boca, se los chupé. Después acompañé su mano hacia una de mis tetas y me puse a jadear mientras él me sobaba. Se levantó y me bajó los tirantes de la camiseta y tirando de ella hacia abajo dejó mis pechos al descubierto. Lamió mis pezones antes de envolverlos con sus labios y chupármelos.
En otras circunstancias, Pepe sería el típico gordo, asqueroso y baboso que me daría grima, pero debo reconocer que en ese contexto me ponía.
Pepe volvió a sentarse a la vez que Toni me agarraba las tetas desde atrás, sujetaba mis turgentes pezones con sus dedos y jugueteaba con ellos. Pepe metió sus manos bajo mi faldita tejana, agarró mis braguitas y me las bajó. Yo elevé las piernas para facilitarle el trabajo y, al tiempo que me las quitaba, Toni, sujetándome de las tetas, me tiró hacia atrás y quedé estirada sobre la mesa. Posé mis piernas sobre los hombros de Pepe mientras él se acercaba a mi coñito, me dio un beso y separó mis labios vaginales con sus dedos antes de empezar a lamerme. Cerré los ojos sintiendo como su lengua me daba placer.
Momentos más tarde noté algo que rozaba mis labios, abrí los ojos para descubrir que era Toni tratando de meterme la polla en la boca. Lo cierto es que no me convencía la idea de chuparles la polla a ninguno de los tres, y menos a pelo, así que cerré con fuerza los labios y aparté la cara.
Chúpamela, puta. Susurró mientras insistía en acercarme la polla a la boca restregándomela por toda la cara.
Como veía que trataba de evitarlo, finalmente me agarró del pelo y, aprovechando que la cabeza me caía por el borde de la mesa, tiró con fuerza hacia abajo, forzándome a inclinar la cabeza y a abrir la boca. No me dio tiempo ni a gritar, en cuanto abrí la boca ya tenía su polla dentro, bien adentro. Embistió con fuerza metiéndomela hasta la garganta.
Mientras tanto, Pepe había dejado de comerme el coñito y empezaba a follarme. Como estaba tan húmeda, apenas le costó metérmela. Comenzó a moverse. Sus embestidas forzaban todavía más la polla de Toni en mi garganta. Se inclinó sobre mí, me besó el cuello y, poco a poco, lamiéndome, fue bajando hasta llegar mis tetas, mordisqueó uno de mis pezones y se puso a chuparlo.
Marcos se situó junto a Toni, se sacó la polla (¡menuda polla!) y empezó a tocarse para calentar motores.
Escuché a César animarles y jalearles. Como pude le busqué con la mirada y, finalmente, pude ver que lo estaba grabando todo. Mi fantasía se había vuelto en mi contra. No solo me disgustaba el giro que había tomado el tema. Pretendía humillarle yo a él y, en lugar de eso, me estaba humillando él a mí.
Pepe se corrió. Sentí los espasmos de su polla dentro de mí y la calidez de su semen inundar todo mi coñito. Extasiado y exhausto dejó de moverse, se quedó dentro y dejó reposar su enorme, fofo y sudoroso cuerpo sobre mí. Así se quedó un rato.
No tardó mucho más Toni en correrse.
Trágatelo todo, putita. Me ordenó mientras empujaba más aún su polla en mi garganta.
Yo traté de evitarlo, pero tenía su polla tan adentro y estando boca arriba, me atraganté y no pude evitar tragarme buena parte de su espeso y pegajoso semen. Como pude eché el resto por la comisura de mis labios y cayó resbalando por mis mejillas.
Después de la tormenta llegó la calma. Pero esta vez sería la calma que precede a una nueva tormenta, porque cuando pensaba que todo iba a acabar ahí le llegó el turno a Marcos, de quien me había olvidado por completo.
Me han contado que hace poco disfrutaste mucho cuando te dieron por el culo. Dijo con una sonrisa macabra mirando a César.
Las carcajadas tronaron en el salón. El muy cabrón no había tenido bastante y después de sodomizarme fue a contárselo a sus amigotes.
Marcos pidió a Pepe y Toni que me colocaran boca abajo en la mesa y que me sujetaran con fuerza. Entre sollozos y gimoteos le supliqué que no lo hiciera, le ofrecí lo que quisiera a cambio, pero fue en vano. Se chupó el dedo gordo lo situó en el ojete y presionando me lo introdujo. Le costó un poco, porque yo estaba muy tensa. Durante un buen rato estuvo moviéndolo en círculos, preparándose el hueco. Yo todavía estaba resentida de la vez anterior y su dedo en mi culo me parecía una sierra.
Cuando pensó que ya tenía suficiente encaró su polla en mi culo. Cuando la noté me vino súbitamente la imagen a la cabeza, recordé que era enorme. Empecé a sudar y a temblar y a chillar como un cerdo en la matanza. De un golpe seco y violento me la metió hasta el fondo. El dolor fue desgarrador, absolutamente devastador. Pensé que me moría allí mismo, pero para mi desgracia no fue así. Comenzó a moverse, embistiendo como un animal. La sacaba casi por completo para volver a embestir con todas sus fuerzas, como si de un martillo piló se tratara. Sentía su polla abrirse paso hasta muy adentro.
Grité, lloré, supliqué, recé para que aquello se acabara, pero Marcos seguía a su ritmo, sin inmutarse. Hasta que por fin, ¡por fin!, se corrió. Fue relajando sus movimientos.
Cuando me la sacó caí al suelo y me desmayé. Cuando desperté me dolía todo, seguía tirada en el suelo mientras ellos se divertían mirando el vídeo en la tele.
Me fui a la ducha y después me encerré en la habitación. Podía oír cómo se jactaban de lo sucedido. Fue insoportable.
Peor fue cuando unas semanas más tarde descubrí que ese vídeo estaba circulando por internet y que, además, estaba teniendo bastante éxito.