Escapé con mi hermano
Ni mis padres ni los prejuicios de la sociedad pudieron acabar con lo que sentíamos el uno por el otro.
Ha pasado casi un año desde que mis padres nos sorprendieron a mí y a mi hermano Alex besándonos en el sofá de casa, creo que no me equivoco si digo que ha sido el peor año de mi vida. Destrozados por lo que vieron, y tratando de que el escándalo no saliese de las cuatro paredes de nuestra casa, enviaron a mi hermano a un internado a 300 kilómetros de nuestra casa y prohibieron cualquier tipo de contacto entre nosotros. A mí me mandaron a un colegio religioso donde la férrea disciplina de las monjas no logró acabar con mi mayor deseo: volver a ver a mi hermano, volver a abrazarle, volver a estar a su lado. En el fondo, ¿de qué podían quejarse mis padres? Desde siempre habían antepuesto sus compromisos sociales, el trabajo y el mantenimiento de su posición en la llamada "alta sociedad" a cuidar y preocuparse por sus hijos. Nuestra infancia transcurrió en nuestro lujoso chalet, criados entre canguros y profesores particulares, mientras que mis padres apenas se dejaban ver entre viaje y viaje. Ya a principios de la adolescencia, decidieron que podríamos valernos por nosotros mismos y mi hermano se convirtió en mi protector, aquella persona que siempre estaba atenta a lo que yo hacía y me ayudaba en todo. Recuerdo la última vez que nos vimos perfectamente. Mis padres habían pasado casi un mes en casa (algo raro en ellos), pero con la llegada del verano habían decidido estar un mes en la playa invitados por un importante empresario. Según mi madre, de ese viaje podrían obtenerse grandes beneficios para el patrimonio de la familia. Igual era porque estaba pasando por una mala racha o porque tarde o temprano tenía que suceder, pero exploté y les eché en cara tantos años de abandono y que nunca se habían preocupado por nosotros. La bronca duró horas pero no hizo que mis padres desistieran de ir al viaje. Sólo mi hermano, como siempre, me consoló. Lloré en su hombro durante mucho tiempo, mientras mis padres sacaban las maletas de casa y partían al aeropuerto. Fue casi sin pensarlo que puse mi cara llorosa enfrente de la de mi hermano y le besé. Para mi sorpresa él correspondió. Casi sin darnos cuenta estuvimos varios minutos besándonos con ardor y ternura, mezclando nuestras lenguas, yo nunca había besado a un chico aunque algún pretendiente había tenido, inconscientemente siempre me había reservado para mi hermano, y él había hecho lo mismo. Nos tumbamos en el sofá sin dejar de acariciar y besarnos, nuestra respiración estaba agitada, creo que los dos llevábamos mucho tiempo esperando ese momento. Sentía sus manos deslizarse por debajo de mi camiseta, desabrochando mi sujetador, mi corazón acelerado... El grito de mi madre fue desgarrador, la cara de mi padre con la puerta todavía abierta y las llaves de la casa en la mano, de total incredulidad. Se les habían olvidado los billetes del avión y habían tenido que volver a casa. Cancelaron las vacaciones, me encerraron en mi habitación mientras mi padre hacía unas llamadas, dos horas después escuché como el coche se iba, mi madre abrió la puerta de mi habitación y me dio una gran bofetada. No se volvió a hablar más del tema. Sólo me dijeron que mi hermano estaba en un internado al norte de España y que por supuesto teníamos prohibido contactar entre nosotros. Revisaban las facturas de mi móvil para saber si había intentado hablar con él. Me llevaron a un psicólogo. Me metieron en un colegio de monjas para intentar "corregirme". Pasaron seis meses en los que no tuve noticias de mi hermano, seis meses infernales en los que solo quería dejar de vivir. Un día, mientras volvía del colegio, una chica me abordó en la calle. Me dijo que era la novia de un chico del internado de mi hermano ¡tenía una carta suya de Alex! Me dijo que mis padres habían dado órdenes para que revisaran su correspondencia, que solo podríamos ponernos en contacto a través de su amigo y su novia, él le entregaría sus cartas a su amigo y su novia me las haría llegar a mí. Fue el mejor día de mi vida, en la carta ponía que esos meses alejado de mi solo habían reforzado sus sentimientos, que se moría de ganas de verme, de abrazarme, de besarme. Llegué a casa, escondí la carta y me puse a redactar la respuesta, me pasé toda la noche escribiéndola, más de cinco folios en los que el decía que estaba enamorada de él, que no veía el momento para reencontrarnos. Al día siguiente quedé con la chica que hacía de mensajera para que hiciese llegar la carta a su novio y por tanto a mi hermano. Desde ese día intercambiamos cartas todas las semanas. Poco a poco nos dimos cuenta de que si queríamos vivir juntos teníamos que huir a algún lugar donde no nos conociera nadie, lejos de nuestros padres. Trazamos un plan: él saldría en verano del internado para las vacaciones, ese sería el momento adecuado para fugarnos. Por mi parte me inventaría que me iba de vacaciones con alguna amiga para reunirme con él. En esa época ya habríamos cumplido los 18 años y seríamos mayores de edad. Mi actitud ante mis padres cambió durante ese período de espera, pasé a ser la hija perfecta, obedecía, sacaba buenas notas y por supuesto ni preguntaba por mi hermano. Por eso cuando les pregunté si podía irme dos semanas de vacaciones con una amiga del colegio me dijeron que sí sin sospechar nada. Y por fin llegó el día. Hacía un calor terrible, yo llevaba mi maleta, mi madre se ofreció a llevarme al aeropuerto pero me inventé que iba a ir con la madre de mi amiga. Una punzada de angustia me sobrevino cuando salí de casa y me di cuenta que probablemente no volvería a ver a mis padres nunca más. Llegué a la estación de autobuses, estaba rodeada de gente que pasaba de un lado a otro, yo que había crecido siempre en un entorno ultra protegido por mis padres estaba realmente asustada, tenía miedo de que mis padres se hubieran dado cuenta de todo, de que mi hermano se hubiera echado atrás.
Estaba sumida en mis pensamientos cuando noté una mano en mi hombro.
-Julia ¿eres tú? ¡Cuánto has cambiado, ya ni te conocía!
Me di la vuelta y vi la cara de uno de los millonarios amigos de mi padre, estuve a punto de morirme del susto.
-Lo siento, creo que se ha equivocado
-Qué va, soy Jesús, el compañero de trabajo de tu padre. No te acuerdas con seis años pasamos las vacaciones juntos en mi casa de la Costa del Sol
-Le repito que no se quien es
Agarré la maleta y anduve en dirección al baño de mujeres, a través de un espejo observé la cara de sorpresa del amigo de mi padre. Esperé 10 minutos a que se fuera y fui hacia la dársena de la que salía mi autobús.
Cuando subí, me pareció que el conductor me miraba extrañado por ver a una chica tan joven viajando sola, o igual eran paranoias mías, no lo sé.
El viaje se me hizo eterno, cuando estaba a punto de llegar mi móvil empezó a sonar, vi que era mi madre, seguramente llamaba para saber como había llegado el avión. O igual se había enterado de todo. Decidí no contestar y lo apagué.
Me bajé del autobús en una parada en medio de ninguna parte, habíamos quedado en un motel en la intersección de varias carreteras. Miré el reloj, eran las 5 de la tarde, habíamos quedado en media hora
Me senté en las escaleras que daban acceso al motel, viendo el tráfico pasar. 10 minutos antes de lo previsto un autobús dejó a un pasajero en la parada que quedaba al otro lado de la autopista. Al principio no pude distinguir a la persona que cruzaba la carretera por el paso elevado pero conforme se acercaba salí de dudas: era mi hermano. En este año su cuerpo se había hecho más esbelto y fuerte y había adelgazado.
Mi corazón se disparó y corrí a su encuentro, nos abrazamos durante mucho tiempo, diciéndonos al oído lo mucho que nos habíamos echado de menos, Alex me tomó de la barbilla y me besó en la boca, estuvimos así bastante tiempo, ahora no había nadie para censurar lo que sentíamos el uno por el otro.
Pedimos la llave en recepción y subimos a la habitación. Enseguida planeamos nuestros siguientes pasos. Estábamos seguros que si nos quedábamos en España nuestros padres nos acabarían encontrado, por lo que habíamos decidido salir del país. Aquella misma noche salía un autobús desde una ciudad cercana hasta la frontera.
-Venga, ahora dúchate que se nos hace tarde- dijo mi hermano
Le di un beso y me metí en la ducha. Mientras el agua caía por mi cuerpo me volvió a entrar una sensación de angustia por lo que íbamos a hacer, ¿acabaría todo bien? Salí del baño envuelta en la toalla, Alex apreció mi cara de preocupación.
-Tranquila, yo también tengo dudas, pero ya verás como todo saldrá bien-me besó y nos acariciamos, un halo de excitación cubrió nuestros cuerpos...nos miramos fijamente a los ojos, quizás esa noche n o la fuéramos a pasar en un autobús, quizás después de tanto tiempo sin vernos deseábamos hacer otra cosa, los dos lo deseábamos.
Mi hermano fue a ducharse, en cuanto oí el agua correr me quité la ropa y cubrí mi cuerpo desnudo con las sábanas de la cama. Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante lo que estábamos a punto de hacer, se que al leerlo en un relato suena muy bien, pero, ¿hay algo pero visto en la sociedad que el incesto? De hecho es el mayor tabú que existe. Sin embargo, ¿cómo se le podían poner impedimentos a lo que sentía por mi hermano?
Escuché como dejaba de caer agua en el baño, mi hermano salió con una toalla enrollada por la cintura. Al llegar a la altura de la cama se la quitó, yo giré a cabeza instintivamente, ruborizada al ver su cuerpo desnudo. Inmediatamente se metió en la cama.
Se supone que teníamos que huir esta misma noche, pero los planes habían cambiado...
Sentir su piel tocar la mía hizo que mi pelo se erizase. Yo seguía mirando al techo, rígida, sin moverme.
-¿No estás segura de lo que vamos a hacer?
-Es algo tan fuerte
-¿Pero tu quieres no? Por eso hemos decidido huir juntos
-Sí, claro, sólo que no se si estoy preparada
Sentí los labios de mi hermano por mi cuello.
-Déjate llevar
Sus dedos acariciaron mi cuerpo desnudo y tembloroso, su boca empezó a besar mis labios, en ese momento decidí dejarlo todo y abandonarme, abrí mi boca y su lengua penetró en ella, se colocó encima de mí, pude notar algo largo y rígido que hacía presión contra mi tripa mientras nos besábamos, bajé mis manos hasta tocarlo, estaba muy duro y caliente, saber que dentro de poco iba a tenerlo dentro de mí provocó que mi chochito virgen se mojara y los flujos comenzaran a brotar, de hecho al principio me asusté un poco pues pensé que me estaba orinando de la cantidad que salía.
Mi hermano dejó de besarme y fue besándome y lamiéndome hasta que llegó a mis tetas, otro cambio que había experimentado mi cuerpo y que me sorprendió fue la erección de mis pezones, estaba tan excitada que apuntaban al techo, mi hermano no dudó en besuquearlos y darles pequeños mordiscos, provocándome los primeros gemidos de placer, nunca pensé que se pudiera sentir tan bien que te comieran los pezones. Casi involuntariamente pasó la mano derecha por mi cueva.
-Estás muy húmeda Julia, no pensé que pudierais mojaros tanto
Para él también era su primera vez, y estaba tan sorprendido como yo por los cambios que estaban experimentando nuestros cuerpos.
-Un amigo del internado me ha dicho que os encanta que os metan la lengua por aquí y jueguen con vuestro clítoris.
Con un poco de torpeza puso su cara frente a mi coño, yo llevé mis manos en los pezones para seguir poniéndome a cien.
-Podría estar oliendo esto toda mi vida
A continuación noté algo húmedo y viscoso que lamía mi vagina. No hay palabras para describir lo que sentí esos minutos en los que sentía su lengua en mi interior, jugando con mi clítoris y bebiendo mis flujos. Noté como mi cuerpo se iba calentando y empezaba a temblar, algo se aproximaba notar el dedo índice de mi hermano pajeándome fue la gota que colmó el vaso y me corrí deliciosamente entre gritos, soltando una cantidad absurda de flujo que mi hermano lamió y tragó.
Mientras me recuperaba de mi orgasmo noté a mi hermano que se ponía encima de mí y apoyaba los codos en el colchón de la cama.
-¿Estás lista Julia?
-Sí, por favor, no sabes el tiempo que llevaba deseando esto, pero por favor ten cuidado
Cariñosamente mi hermano me dio un beso en la boca mientras notaba su pene haciendo presión en la entrada de mi vagina.
Sólo hizo falta que metiera la punta para que un dolor increíble me hiciera gritar.
-Perdona, perdona, iré más despacio.
Sacó su polla y un poco nervioso volvió a la carga, otra vez más el dolor era muy agudo, sabía que la primera vez suele doler mucho pero me sentía literalmente partida por la mitad. Además no quería poner nervioso a mi hermano, para él también era su primera vez.
-Julia, se que esto duele, pero solo la primera vez, intentaré hacerlo con cuidado
Yo asentí mientras intentaba contener las lágrimas, nunca pensé que fuera a doler tanto.
Puse mis manos en su espalda para facilitarlo todo, me penetraba muy lentamente, cada centímetro que metía me desgarraba más y más por dentro, estaba llorando de dolor hasta que noté que había atravesado mi himen por completo. Finalmente introdujo su polla hasta la base dentro de mí, me notaba completamente llena por dentro, la sensación de dolor había disminuido mucho, ahora me encontraba muy a gusto, mientras las estrechas paredes de mi coñito se adaptaban al rabo de mi hermano.
Alex permaneció varios segundos en mi interior hasta que empezó a moverse más rápidamente, esto me provocó una nueva punzada de dolor, pero no me atrevía a decírselo, además notaba que el placer que sentía ganaba fuerza poco a poco. Le agarré del culo para que la penetración fuera más profunda, yo estaba tan caliente que en cada penetración se oía el chapoteo de mi inundado coñito sobre el que chocaban sus testículos. Estuvimos unos quince minutos follando duramente y sin parar.
A todo esto seguíamos besándonos y acariciándonos, ¡habíamos esperado tanto tiempo para esto! Yo notaba como un calor crecía dentro de mi pecho, a cada penetración notaba como algo se estaba gestando dentro de mí hasta que noté como mi cuerpo vibraba como si me hubiera electrocutado, no pude evitar dar un grito cuando tuve un gran orgasmo en los brazos de mi propio hermano, me sentía arder por dentro, el placer era inimaginable y me dejó agotada.
Mi hermano, al ver que ya me había corrido, no pudo aguantar más.
-Julia, creo que estoy a punto
-Hazlo dentro de mí, por favor-balbuceé recuperándome de mi propia corrida
Le abracé la espalda y puse mis piernas alrededor de su culo, quería notar su leche muy dentro de mí, no quería dejar escapar nada.
-Voy...
Clavó su miembro en lo más profundo de mi coñito y descargó una cantidad increíble de semen en mi interior, noté hasta cinco chorros llenándome por completo, lo que me produjo un nuevo orgasmo al sentirme llena por mi propio hermano.
Permanecidos abrazados, acariciándonos y diciéndonos palabras de amor mientras Alex permanecía con su polla dentro de mí, evitando que su semen saliera de mi cueva.
Cuando la sacó un poco de su esperma se desbordó sobre las sábanas, levanté la cabeza pero mi hermano no me dejó mirar, se veía que estaba un poco preocupado, seguramente había sangrado mucho. Quitó las sábanas y nos tumbamos directamente sobre el colchón.
Me hizo levantar el culo y puso un cojín debajo, para que no saliera más lefa de mi agotada vagina, al recostarme pude sentir bastante dolor en mi coño, pero los dos increíbles orgasmos que había conseguido compensaron todo.
Estuvimos abrazados un buen rato, besándonos, diciéndonos palabras cariñosas al oído y disfrutando de nuestra libertad, en las cuatro paredes de esa habitación no estaban ni mis padres, ni los prejuicios de la sociedad, sólo nosotros dos, casi un año después de que nos separaran.
Entonces me di cuenta de que todavía no había visto el pene de mi hermano, aquello que me había hecho correrme dos veces, me recosté y ante la sorpresa de Alex lo agarré, estaba flácido pero me pareció grande, claro que era el primero que veía y no podía comparar, me asombraron las venas que lo surcaban, lo observaba como un niño con un juguete nuevo. Me di cuenta de que el tocarlo y sobarlo había hecho que cobrara vida, estaba empezando a crecer rápidamente, yo lo miraba extasiada, casi dobló su longitud, instintivamente empecé a bajar y subir el capullo, pensando que así se hacían las pajas.
Mi hermano, sorprendido por mi iniciativa, empezó a respirar con dificultad, mientras su pene volvía a llegar a su máximo tamaño. Mi coñito empezó a mojarse de nuevo por la excitación, quería volver a follarme a mi hermano, devolver el placer que me había dado, ya no había impedimentos para que nos amásemos. Agarré su polla por la base y empecé a lamer la punta, me gustaba el sabor salado de su rabo, todavía tenía algunos restos de semen que lamí y tragué. Con la mano izquierda acariciaba sus testículos que tanta leche me habían proporcionado.
Mi primera mamada me salió bastante bien, aunque le mordí un par de veces logré volver loca a mi hermano con mi boca, de tal forma que a los pocos minutos dio muestras de estar a punto de correrse.
-Estoy a punto hermanita, ¿te lo vas a tragar todo?
Asentí en la cabeza mientras me preparaba para la eyaculación de Alex, sin previo aviso cerró los ojos y procedió a descargar lo que quedaba de leche en sus testículos en mi boca, sus chorros golpeaban en mi garganta mientras yo trataba de engullirlo todo, aunque tuve que tragar bastante la cantidad de leche vertida fue tan grande que me vi obligada a escupir un poco. Me encantó su sabor y lo espeso que era. Mi hermano me miraba alucinado mientras sacaba su polla, todavía palpitante, de mi inundada boca, seguramente nunca había pensado que su virginal hermana hiciera algo así.
La mamada que le hice dio lugar a un intenso frenesí sexual que se desarrolló durante toda la noche y el día siguiente. Follábamos, descansábamos y volvíamos a follar, sin hacer pausas para nada más. Probamos nuevas posturas, lo hicimos a cuatro patas, yo encima de él, de pie, la última vez lo hicimos en la ducha, con mi espalda apoyada en la pared y mis piernas enlazadas en su cintura. Tal delirio era lo normal después de tantos meses deseándonos.
La mañana siguiente nos despertamos con nuestros cuerpos desnudos entrelazados, apenas habíamos dormido un par de horas, hicimos las maletas y cogimos un autobús que nos sacó de España, dejándolo todo atrás.
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Ha pasado un año desde ese día. Ahora vivimos en un país del norte de Europa, en una tranquila casa en el campo. Este año no ha sido un camino de rosas, hemos tenido que empezar de cero y adaptarnos a otro lugar y a otra sociedad, pero vivimos felices y tranquilos. Alex trabaja en un restaurante mientras yo estudio, hace un rato acabo de acostar a mi hijo, a nuestro hijo, aquel al que concebimos ese caluroso día de verano hace un año y que crece fuerte y sano.