Escándalo 5ta parte
Las visitas al campo suelen ser muy saludables, sobre todo cuando el anfitrión tiene muy buena disposición...
La noche se había tragado los últimos rayos solares cuando traspusimos la puerta trasera de la casa, que accedía a ella por la cocina. No hacía nada de frío, pero nuestro anfitrión había encendido un fuego en el hogar donde sobre una parrilla de hierro se doraban chorizos caseros, pimientos rellenos de queso y cebolla y una espléndida pierna de cordero adobada que daba al ambiente un aroma apetitoso y particular.
Descubrí que tenía mucha hambre y algo de cansancio, porque el agua del arroyo es más pesada que la del mar y yo no tenía costumbre de tomar baños de agua dulce.
Ni bien nos vio entrar, don Carlos nos recomendó una bandeja que se encontraba en el centro de la mesa, repleta de quesos, aceitunas y tostaditas para “ir picando” y con amabilidad nos preguntó qué aperitivo tomaríamos y cómo nos había tratado “el pago”.
Daniel salió de inmediato hacia el baño para llevar la toalla y la ropa húmeda y quedé solo con ambos señores eligiendo de entre las varias botellas de una mesita auxiliar qué tomar, hasta que me decidí por un Campari.
“- Entonces, ¿qué te ha parecido el paisaje, Ernesto? – preguntó don Bocha – Lástima que salieron tan tarde y casi no pudieron aprovechar el sol…
“- No crea, don Bocha – respondí- el tiempo dio perfectamente para conocer una parte del monte criollo y darnos un chapuzón en el arroyo. Creo que mañana su hijo va a mostrarme un lugar más arriba donde hay una cascadita.
“- Ah, sí –intervino el tío Carlos- es un lugar fabuloso, te va a gustar. Cuando Danielito era adolescente se pasaba allí, como un lagarto sobre las piedras tomando sol. Mi finada esposa también tenía ese salto como uno de los refugios preferidos dentro del predio cuando quería leer tranquila o tomar sol y pensar.
“- Cierto –consintió don Bocha- tanto mi hermana como Dani se perdían las horas en ese sitio.
Daniel regresó del baño con su pantalón de fútbol negro, de corte antiguo y que pareciera para un hombre más grande que él. No pude reprimir una sonrisa, porque cuando se lo conocí vi que por la bocamanga de las piernas era posible introducirle las dos manos y masturbarlo sin que se lo sacase, con total comodidad.
“- ¿Qué están tomando? –preguntó.
“- Carlitos y yo, whisky – don Bocha señaló su vaso- Ernesto bitter. ¿Qué vas a tomar tú?
“- ¿Hay cerveza fría? Estoy con antojito – dijo revisando la heladera que abrió como Perico por su casa.
“- ¡Ah, cómo me olvidé de traer cerveza, Danielito! – se disculpó el tío – Hace tanto que no vienes por aquí que olvidé que te gusta tomar cerveza. Mañana le pedimos al peón que vaya hasta el pueblo y traiga unas botellas para ti.
“- No tiene caso, padrino – respondió Dani – probablemente nos demos una vuelta por allá con Ernesto si nos prestas el coche, y la compramos. “Te acompaño con el bitter”, dijo refiriéndose a mí.
Comimos copiosamente entre charla va y charla viene, escuchamos anécdotas familiares, y Daniel y yo nos despedimos para ir a dormir pues la idea era salir temprano.
“- Che, ¿ya se van? – preguntó don Bocha – Yo le doy una mano a Carlitos con los platos y me les uno en un rato.
“- Descansen, muchachos – dijo don Carlos – Y tú también, Bocha. Son cuatro platos locos y yo estoy más que acostumbrado, la señora que viene a limpiar mañana se hará cargo de esto. Vayan, yo les sigo.
Pero don Bocha se quedó un rato más, haciendo compañía al cuñado, de modo que nos retiramos despidiéndonos del anfitrión para cepillarnos los dientes y ubicarnos en nuestra habitación.
Cuando estuvimos allí, le pregunté a Dani cómo íbamos a dormir. El dormitorio tenía una cama matrimonial y una de plaza y media.
“- No te hagas drama, neno – me dijo- ya que vinimos antes nos apoderamos de la grande, así que la menor queda para el viejo. Claro que si no te molesta dormir conmigo, que tengo el sueño agitado…
“- Si no me pateas dormido no me importa – repuse- Pero tu padre ¿querrá dormir en la otra?
“- Seguro – contestó Dani – y si no, la cama es grande como para los tres un poco apretaditos. Después de todo…
La idea no me disgustó, de modo que si don Bocha quería sumarse, mientras yo quedase en el medio no habría ningún problema.
“- ¿No quedará mal que duerma en pelotas? – pregunté en voz baja aunque la puerta de la habitación era bastante espesa y estaba cerrada.
“- No jodas, bebé – contestó – Si yo también voy a dormir sin ropa… Es más cómodo, por si nos despertamos de madrugada con ganitas.
“- Pero vamos a cubrirnos con una sábana, al menos –propuse- porque sólo de pensarlo ya se me está haciendo agua la boca.
Nos acostamos muy juntos, dejando un espacio razonable por si nuestro compañero de cuarto se decidía a ocuparlo. En ese caso, yo quedaría entre él y su hijo, que era lo que deseaba.
Unos minutos más tarde, don Bocha entró sin hacer mucho barullo, vestido con unos boxers celestes que le marcaban el bulto de su dote espléndidamente. Yo estaba tendido de bruces, mientras Dani me acariciaba la espalda con su mano derecha mientras hacía lo propio con su polla durísima sobre mi pierna izquierda.
“- No les importa si ocupo este lugar que quedó vacío, ¿verdad? – dijo el veterano viciosillo con la voz tan similar a la de su hijo-
“- Faltaba más. Le estábamos cuidando su sitio, por si no quería ocupar la cama chica – dije riendo – Claro que no debemos olvidar de desarreglarla por si don Carlos aparece mañana por acá.
“- No creo – señaló don Bocha – Carlitos madruga bastante y sale de recorrida al campo antes de desayunar, y ya lo encontraremos en la cocina. Así que por acá no vendrá.
Mientras su padre y yo conversábamos acerca de las costumbres del dueño de casa mirándonos frente a frente –yo por educación me coloqué de costado hacia él, dando la espalda a Dani, percibí entre mis piernas su verga ubicada muy ufana, incrustada sin hacer movimiento alguno pero transmitiéndome un calorcillo la mar de agradable. Suspiré de gusto, con las manos de mi amante rodeándome y masajeando mis tetillas con delicada premura. Me estaba excitando mucho, y sólo bastaba que yo hiciese un pequeño movimiento para desalojarla lo suficiente como para apoyar su glande en mi ojete de modo que sin demora pudiera penetrarme. Tomé una de las manos de don Bocha y la acerqué a mi pija, que asió con gusto. Pero para estar más cómodo, se levantó con rapidez para despojarse el calzoncillo antes de volver a la cama, ubicarse frente a mí cara a cara y retomar su masaje. Mientras él hacía esto, aproveché para empinar la cola un poco y facilitar la entrada en ella de la tranca de Daniel, que estaba muy húmeda de líquido preseminal y se deslizó culo adentro arrancándome apenas un ligero respingo. Don Bocha se tiró hacia los pies de la cama, engullendo si chota sin dilación mientras ofrecía la suya a mi boca que no se hizo rogar. Se la mordisqueé un tantito, para conseguir que la presión le inundara de sangre su tronco y se endureciera un poco más.
Estábamos en un delicioso juego: Dani dentro de mí, bombeándome lentamente, y su padre y yo en un sesenta y nueve sumamente apetitoso.
Claro que sólo era un preámbulo, porque cuando don Bocha tomó cuenta de que ya su saliva me había lubricado bastante, se enderezó en la cama y ofreciéndome la espalda facilitó mi entrada en su culo goloso, que sin decir pío se tragó mi nabo hasta el fondo comenzando a moverse casi al mismo ritmo de su hijo y convirtiéndome en el jamón de un sensual sándwich.
Los movimientos comenzaron a hacerse más rápidos. Daniel me mordía la nuca con suavidad, pero yo ya conocía esa costumbre que anunciaba su inminente venida. Los movimientos de cadera de don Bocha se aceleraron, haciendo que a duras penas pudiera contener mi eyaculación. Así, para retardar un poco y distraer mi atención, le propiné con mi mano una buena paja que en dos o tres sacudidas la dejó toda melada con su copiosa emisión. Los bufidos de Dani me anunciaron que ya estaba a punto, por lo que redoblé mis movimientos hacia atrás y hacia delante, causando que mi culo se inundase de leche caliente del hijo mientras el del padre recibía la mía con quedos aulliditos de placer. Continuamos así, enlazados, hasta que la naturaleza hizo lo suyo encogiendo nuestras armas que se salieron de sus respectivas vainas con un débil ruido de “¡plop!” comenzando a manar el viscoso licor formando sendos charquitos sobre la sábana. Decidimos ir de a uno al baño a higienizarnos, por si acaso. El primero fue don Bocha, que anunció que tomaría un baño de bidet frío para calmar el ardor que sentía dada la falta de costumbre.
Cuando regresó, fue el turno de Daniel. Don Bocha me manifestó que había pasado muy bien conmigo, y me pidió que lo tratase en forma menos protocolar, de tú. “Después de todo – dijo – me parece absurdo que dos personas que cogen juntas se traten de usted”.
Asentí, por supuesto. “¿Y puedo llamarte papi, al menos en la intimidad?” – pregunté adivinando la respuesta.
“- Por supuesto, nene. Ahora formas parte de mi familia, y por ser la pareja de mi hijo eres… no sé si nuero o yerno, pero sin duda como un hijo. Y también mi macho, porque Daniel no se opone”.
Sonreí con gratitud al nuevo papito que llegaba a mi vida, el que ya y en tan escasas oportunidades me había demostrado su afecto de manera fehaciente. Le abracé con cariño, que también él retribuyó.
Estuvimos un rato conversando de cosas de aquí y de allá, y nos acercamos a la ventana a ver la luna que plateaba el campo con su luz fantasmal. Pasó una mano por mi hombro, y no resistió la tentación de acariciarlo mientras con la mano libre me daba pellizquitos suaves en las tetillas.
Era un momento muy agradable, y tanto que mi verga comenzaba a dar señales de estar repuesta para seguir jugando, cosa que me avergonzaba un poco porque aún no me había lavado y el aire se sentía pesado y oloroso a sexo… Ahí caí en la cuenta que Daniel estaba demorando mucho en el baño. ¿Se habría sentido mal, o habría tenido algún inconveniente? Decidí esperar unos minutos y en todo caso ir por él para saber qué estaba ocurriendo.
Aquella tardanza no me caía nada bien, teniendo en cuenta lo que conocía del padrino de la propia boca de Daniel.
En dos zancadas llegué a la puerta del dormitorio para salir en su busca cuando ésta se abrió, dando paso a Daniel y a don Carlos, lo que dejó a Bocha muy acongojado pues ahora se develaría su secreto; pero su cuñado no pareció sorprenderse al verlo desnudo frente a la ventana, con sus velludos cojones colgando descaradamente…
“- Me sentía con acidez y fui al baño a tomar un medicamento cuando Danielito fue a ducharse, y nos entretuvimos conversando. Como se me fue el sueño y me dijo que estaban charlando, me vine para aquí con él. No les molesta, ¿no?
Era lógico que nadie manifestara rechazo a la idea de tener en el dormitorio la presencia del dueño de casa. Ni siquiera Bocha, que disimuladamente se puso el boxer mientras explicaba que se estaba cambiando para acostarse, pero que en realidad no tenía mucho sueño. ¡También él estaba desvelado!
Daniel me guiñó un ojo y se encogió de hombros, como diciendo “¿qué podía hacer?”
Para cortar el clima me puse a arreglar la cama, que por cierto había quedado revuelta, y a ocultar las manchas húmedas con la sábana superior.
Ahora bien, Bocha había explicado su desnudez con la excusa de estar cambiándose. Pero yo, ¿qué excusa podía dar? También estaba en cueros, y lo peor de todo con un olor a semen que ni yo mismo podía dejar de percibir.