Escándalo 3ra parte
Con el padre y el hijo, Ernesto terminó haciendo de espíritu santo...
No había otro remedio: debía salir del cuarto de baño para tomar mi ropa que había quedado desperdigada en la sala. Y allí debía enfrentar de una buena vez al padre de Daniel y tomar una decisión. Como dije, tuve una ráfaga de sospecha de que hubiera una combinación previa entre padre e hijo, pero suele ser más fuerte el deseo que la prudencia…
No negaré que me sentí bastante molesto porque estas situaciones no me agradan en absoluto; si entre Daniel y su padre había una especie de pacto y yo estaba en él, lo menos que podría haber hecho es decírmelo con franqueza para que pudiera, al menos, aceptarlo como una regla del juego o negarme de plano.
Pero siempre entendí que las circunstancias deben ser enfrentadas sin demora y que si es momento de pelear es ahora o nunca, así que enrollé la toalla alrededor de la cintura y salí al ruedo, seguido de Daniel vestido como llegó al mundo.
-“Buenos días, señor –dije con total control para estudiar la situación- Si me permite, voy a tomar mi ropa que ha quedado por aquí.”
-“Hola, Ernesto. Mucho gusto. El otro día no tuve la delicadeza de presentarme, de tan sorprendido que quedé. Soy Omar, pero todos mis amigos me dicen Bocha, así que te pido que también me llames así.” –dijo sonriendo y extendiendo su mano.
La pausa me dio tiempo a respirar aliviado, y de paso, observar con cierto detenimiento al padre de mi amigo, que estaba sentado en un sofá de dos cuerpos al lado de mi ropa. Según me había dicho Daniel, su padre tenía sesenta y siete años y hacía diez que era viudo, pero por cierto no los representaba. Uno a los veinte y pocos cree que las personas de más de sesenta años son un tanto decrépitas, y más cuando como él –según su hijo- padecen de problemas cardíacos, pero el hombre que tenía delante no parecía ni tan mayor ni tan enfermo. Seguramente las caminatas diarias y la dieta habían hecho una buena labor, porque aquel hombre, aunque maduro y con una calva reluciente eran un espléndido ejemplar. Estreché la mano ofrecida, cálida y fuerte, con la mejor de mis sonrisas.
-“Un gusto, don Bocha. Si me permite, voy a tomar mi ropa para que no le esté ocupando la mitad de su sillón –dije con naturalidad, pasando por delante para recogerlas.
-“No hay problema, Ernesto. Estás en tu casa, siéntete a gusto.” –respondió el veterano.
Daniel, a todo esto, en pelotas detrás de mí y a quien sólo podía ver de soslayo, intervino.
-“Viejo, ¿no me dijiste que ibas a hacer unos trámites en la cooperativa y que demorarías? ¿Qué va a pensar Ernesto de tu llegada de improviso? Además, de haber llegado diez minutos antes hubieras hecho el tal escándalo como el otro día y nos interrumpías la fiesta… -preguntó con aire de malhumor que me pareció un poco artificial.
-“Dani, ya te dije que aquello ya pasó, que ya eres un adulto y sabes lo que haces y quieres y yo no iba a hacerte problemas por usar la casa” –respondió su padre –Lo que no me parece justo es que me exilies de mi propio hogar cuando no tengo más que hacer fuera. Por otro lado, ya que te abriste conmigo en cuanto a tus actividades, lo lógico es que me presentara a pedir disculpas por mi actitud desconsiderada hacia Ernesto”.
-“No se haga problema, don Bocha –intervine- me imagino que usted se sintiera tan sorprendido como se hubieran sentido mis padres si la situación fuese en mi casa. La verdad es que no sé cómo reaccionarían. Una cosa es suponer, imaginar y sospechar, y otra bien distina es ver y comprobar…
-“¿Ves? –dijo el padre de Daniel- Ernesto sí me entiende, y me disculpa.”
-“-Seguro que sí, don Bocha. Lo entiendo y no tengo nada que disculpar. Al contrario, le agradezco que nos haya permitido usar su casa y su cama para poder estar juntos –repuse comedido.
-“Espero que mi cama no haya quedado hecha un desastre –señaló fingiendo severidad- No olviden que desgraciadamente duermo solo y las pruebas del delito ajeno podrían perturbar mi descanso.
-“Las sábanas ya están en la lavadora, pa- repuso Daniel- Puedes quedarte tranquilo que vas a descansar en ropa de cama limpita y fragante.
“-No seas así, hijo –contestó el padre- Era una broma para distendernos. ¡Parecería que no me conocieras! –y dirigiéndose a mí: “¿Tomas un café, Ernesto?
“- Claro que sí, no me vendría nada mal –contesté abotonándome la camisa- con mucho gusto.
Don Bocha se dirigió a la cocina mientras Daniel recogía su short para ponérselo mientras se excusaba en voz baja:
“- Te juro que no tenía idea que regresara antes de lo previsto, Ernesto. Pero mi viejo es así, imprevisible a veces… Sospecho que después de haber conversado el otro día muy a calzón quitado tuvo curiosidad por conocerte, y espero que no te sientas disgustado”.
“- Para nada, me parece un buen tipo el veterano –le tranquilicé- Ya ves, hasta me convidó a tomar un café y todo.
“- El viejo es una caja de sorpresas, por lo que veo. Te agradezco que lo entiendas – me dijo dándome un largo beso.
Desde la cocina apareció don Bocha trayendo una bandeja con tres pocillos humeantes y el perfume del café inundó la reducida salita, disfrazando con su aroma el del jabón de ducha y el de cigarrillos mal apagados del cenicero sobre la mesa redonda.
“-Con toda confianza, Ernesto. Estás en tu casa, siéntate- dijo el padre de Daniel, alcanzándome una tacita y el azucarero de metal – Hijo, tú te sirves la tuya, ¿sí?
Me senté a la mesa frente a él, al lado de Daniel, para poder observar mejor a aquel hombre que se comportaba con tanta amabilidad para conmigo. Tenía la misma amplia sonrisa de mi amante y una voz muy similar, profunda y rica de matices. Me sorprendí pensando cómo sería desnudo, si su hijo habría heredado de él su dotadura, la disposición del vello, la alterna delicadeza con la firmeza al hacer el amor… y constaté de pronto que mi polla estaba preguntándose lo mismo al comenzar una nueva erección controlada a medias por el slip.
Don Bocha me miraba a los ojos, francamente, me contaba de su anterior trabajo del que estaba jubilado, de los proyectos de mudarse con su hijo a una cooperativa de vivienda, en fin, y yo le oía desde lejos, como en sueños, ensimismado en mis pensamientos lúbricos que lo tenían como protagonista. Pensé que como no existen las casualidades, la vida, el destino o lo que sea me estaban regalando la oportunidad de tener una experiencia enriquecedora si verdaderamente ese hombre lo que deseaba era compartirme con su hijo…
La idea era perturbadora en demasía porque nunca me había yo atrevido a tener relaciones compartidas con más de una persona al mismo tiempo, y sin embargo en ese momento deseaba que don Bocha o Daniel tuvieran la iniciativa de hacerme una proposición al respecto.
Me imaginé en la cama con Daniel a un lado y su padre al otro, qué haría cada uno y sobre todo qué haría yo para contentarles uno a uno o a los dos.
“- Entonces me dije: Bocha, no puedes ser tan obtuso de no tratar de comprender que siempre hay una primera vez para todo – escuché como desde la boca de un túnel.
“-Perdón, creo que me distraje – respondí demasiado rápidamente para mi gusto- no le escuché bien, don Bocha”.
“-Te decía que después del otro día me quedé pensando en lo solo que estoy y en cómo uno puede ir ampliando la mente con el decurso de los tiempos, Ernesto – dijo depositando el pocillo sobre el minúsculo platillo- y qué bueno sería que me enseñaran a disfrutar de placeres que yo nunca he experimentado”.
“-Viejo, me parece que te está atacando el Alzheimer –espetó Daniel- ¿Estás insinuando que te gustaría hacer un trío conmigo y con Ernesto?”
“- Yo estoy pidiéndoselo a Ernesto, no a ti –dijo el hombre decidido- El problema tuyo no es conmigo sino con él.
No daba crédito a mis oídos: el padre y el hijo disputaban mis favores conmigo delante y en una ronda de café. Me sentí un tanto divertido entre mi amante celoso y su padre pedigüeño, y sumamente excitado.
“-Dani, creo que debemos escuchar lo que tu padre propone. Para aceptar o denegar siempre queda tiempo –le dije en tono conciliador pero esperando que don Bocha no se echase para atrás.
“-Pero vida, lo que nosotros estamos formando es una pareja de dos, ¿o no? ¿Me equivoco? –parecía realmente molesto y sorprendido, por lo que me hice cargo de haber pensado mal.
“-Es así, Dani. Pero se trata de tu padre, no de un extraño. Del hombre que te dio vida y de quien quiere comprender un mundo nuevo- filosofé
con aire muy serio para dar a entender que la idea a mí no me disgustaba.
“-¿Ves, hijo? Ernesto me comprende y se da cuenta de que tu viejo padre quiere ser tu mejor amigo. Tu socio, compinche, colega o lo que quieras. Y no se ha molestado como tú, so egoísta.
“-Yo no entro – dijo el terco de Daniel –Hay cosas que no comparto, ni con mi viejo. Ahora tú, si quieres, es tu problema. Yo salgo.”
“-Razona, por favor –concilié – Lo nuestro, ¿te hace bien? ¿Te hace feliz? Entonces, ¿por qué no compartir con quien más te ama en esta vida? Si es bueno para ti y para mí, ¿por qué no habría de ser bueno para él que está tan solo?
“- Que se busque una compañía. ¿Por qué tiene que ser mi pareja? –repuso enfurruñado.
“-Porque a mi edad el tiempo no corre, hijo. Vuela –dijo don Bocha con seriedad.
“-Hagamos una experiencia, Dani- propuse- Si te sientes demasiado incómodo, si te desagrada, si te avergüenza la presencia de tu padre no se repite más y listo. Pero no te niegues a priori. Yo nunca lo hice de atres, pero no veo en este momento por qué negarle a tu padre un deseo que puede cambiar su vida. Y quién sabe, la relación entre ustedes. Porque la mía contigo no ha de cambiar.
“-Seguramente –aceptó don Bocha- Escucha a Ernesto, hijo. No me apartes de tu vida, déjame ver al menos. Si tú no quieres me voy del dormitorio sin problema, pero no me niegues esta oportunidad.
El tono de veterano era casi suplicante, lo que consiguió la atención de Daniel.
“-Sólo ver, entonces. Y si no te gusta lo que ves te vas. O si a mí me pone mal te retiras –concedió a regañadientes.
“-¿Te das cuenta que ahora eres un ser razonable? – dije estampándole un beso- Seguramente don Bocha tiene mucho para enseñarnos.
“-No creas, Ernesto- dijo el aludido- Pero estoy abierto a experimentar, y si en algún momento soy un incordio, me lo dicen y fuera.
Se levantó rodeando la mesa y me dio un beso corto y tímido, un pico apenas mientras recogía las tacitas en la bandeja para devolverlas a la cocina.
“-Si me lo permitís voy a darme una ducha rápida –añadió mientras se desplazaba – Dani, tú ve poniendo sábanas en la cama. Ernesto, ¿le ayudas o me acompañas? Confieso que desde que era un muchacho que no tomo un baño con otros varones fuera del club, ¡hace ya tantos años!
“- Con gusto, don Bocha. Así vamos conociéndonos – dije muy contento por la invitación- Dani, nos esperas, ¿verdad? Así te vas tranquilizando un poco y ordenas tus ideas. Confío en que las ensucies un poquito para dar un show a tu papá…
Con cara de malhumor, Daniel fue al dormitorio para poner en orden la cama y tenderse en ella a esperarnos. Yo fui al cuarto de baño a llenar la tina con agua tibia para que cuando don Bocha llegase pudiera tomar el baño más delicioso y prometedor de su vida. Para hacerlo más placentero, eché una generosa dosis de champú que produjo una suave y emoliente espuma.
Don Bocha entró decidido, aunque con aire de no saber qué hacer, de modo que tomando la iniciativa, le ofrecí:
“-Deje todo en mis manos, don Bocha. Quiero tratarlo como usted se lo merece, como a un rey…” Y sin decir más comencé a despojarlo de su camisa que estaba algo transpirada, seguramente por el nerviosismo del momento, le desprendí el pantalón que deslizó por sus velludas piernas sin demora, y cuando lo hubo retirado le bajé el calzoncillo para poder admirar de una buena vez su dotación –que para nada era despreciable, aunque tal vez un poco menor a la de su hijo- que empuñé con fruición percibiendo con agrado que respondía a mi estímulo despertando de su letargo… Era una espléndida pieza de carne encapuchada, rodeada de un vello moreno entrecano suave y fino, con dos preciosos huevos colgando desparejamente, repletos y pesados sobre mi mano. Dio un suspiro largo y agradecido mientras con mi lengua los cataba para conocer su perfume y sabor. Su verga empezó a dar señales de sentirse celosa de mis atenciones pegando un respingo, por lo que la descapullé para poder lamerla con ternura antes de introducirla en mi boca donde comenzó a crecer, seguramente amparada en la humedad de mi saliva. Grata fue mi sorpresa cuando llenó el espacio endureciéndose y mostrándome que los ojos son engañosos: aquella polla era tan espléndida como la de su hijo, a la que únicamente faltaba largo pero sobraba grosor. Me ubiqué de manera tal que pudiera ponerla en mi boca con toda comodidad y constaté que si bien su anchura era tremenda, su cabeza no tocaba mi campanilla, por lo que no iba a provocarme arcadas.
“- Ah, qué rico… - manifestó con una voz semejante a la de Daniel- Te quiero agradecer tu generosidad, y te prometo que vamos a pasar muy bien.
Educadamente –ay de mí, sacándola de mi boca para responder, pues se me educó para no hablar con la boca llena- le respondí:
“- Tengo la certeza, don Bocha. Y soy yo el agradecido. Espero que pase bien y que Daniel no se incomode por esta experiencia para que podamos estrechar los lazos de familia. Pero entre a la tina, que voy a ayudarle a bañarse.”
Entró en el agua tibia y perfumada, y con toda solicitud mojé una esponja que pasé por su espalda, admirando una vez más su cuerpo bien conservado. Con cuidado infinito, para que no tuviese aprehensión, le enjaboné la cola, pasando un dedo por el ojete y recibiendo un suspiro aprobatorio. Continué por delante, poniendo espuma por los cojones a los que sobé a gusto y lavando cuidadosamente su verga ahora elevada a su máxima expresión. La suave espuma sobre el glande totalmente descubierto y lustroso retiró una gotita cristalina que coronaba su meato causándome un tanto de pesar por haberla desperdiciado, pero ya habría más seguramente. Don Bocha se asemejaba en todo a su hijo, tanto en su complexión como en su vellosidad y su respuesta al estímulo. Quizá fuese cierto que carecía de experiencia, pero estaba demostrando que en esto de la sensualidad todo es cuestión de ocasión y de estimulación.
Le ayudé a secarse con cuidado. Bueno, como a un padre aunque no fuese el mío, y me maravillé que conservara la erección sin atenuar un ápice durante el sabroso baño que le prodigué. Aclaro que no fui a más porque esperaba que en la cama pudiera demostrar toda su valía como macho. No era cosa que delante de su hijo el pobre hombre pasara vergüenza quedándose a mitad de camino. Ahora que yo había entrado en confianza y él me había mostrado su interés de manera patente, consideraba que era justo brindarle la oportunidad del mejor desempeño posible para que pudiese disfrutar tanto como nosotros lo hacíamos con Daniel.
“-¿Te quedaste dormido, Dani? –pregunté cuando entramos al dormitorio viendo a mi amante tirado en la cama con los ojos cerrados y el short negro puesto.
“-No. Sólo estaba pensando –contestó sin abrir los ojos.
“-Ya te dije que si vas a sentirte incómodo yo me retiro –dijo su padre, cuya erección no había cedido nada- así que ustedes deciden.
“- Tranquilo, don Bocha- tercié- Vamos a pasar muy bien los tres, ya va a ver.
Y diciendo esto, deslicé hacia los pies el short de Daniel para retirarlo sin que abriese los ojos.
“-Creo que este pichón no quiere levantar vuelo… -señalé riendo mientras me ponía en la boca la pija de Dani, que contrariamente a su costumbre no reaccionaba ante la humedad de mi lengua y permanecía fláccida rodeada de mi saliva.
“- Dale tiempo –dijo don Bocha – Hay que acostumbrarse a cada nueva situación.”
Y mientra decía esto, con suavidad pero con firmeza me retiró la cabeza de la entrepierna de su hijo y me sustituyó… Se introdujo la verga de Daniel en la boca, trabajándola con cuidadosa maestría mientras así la mía, que ya empinada, no se hacía de rogar.
Tal vez con los ojos aún cerrados mi amante tuvo conciencia de haberse producido un cambio, pues con un susurro apenas audible dijo refiriéndose a mí “Bésame, nene. Bésame, por favor.”
Le besé, con esa ansia que Daniel ha despertado siempre en mí, mientras su padre continuaba masajeando con su boca la herramienta de Daniel, que continuaba a media asta.
“-¡Papá! – gritó apartándose de mi boca con los ojos desorbitados - ¿Qué estás haciendo?
“-Ya lo ves –repuso don Bocha- Estoy agasajando a mi bebé para que no pase pena delante de su amante…
Desde mi perspectiva tengo duda si la situación fuese cómica o trágica, pero que resultaba sumamente excitante era un hecho: el anciano mamando a su vástago delante de mí que era quien se suponía que iba a hacerlo, mi amante que no conseguía una erección y su padre y yo que estábamos erectos a más no poder…
Así que tomé la iniciativa. Puse mi cola sobre el rostro de Daniel sabiendo perfectamente cuánto gozaba humectándome el culo mientras yo se la chupaba, e indiqué con un gesto a don Bocha que se ubicase a un lado, para que alternativamente pudiera yo pasar de la verga de su hijo a la suya y mamarlos a un tiempo, cosa que hizo pues lo entendió a las mil maravillas.
Mientras la lengua de Daniel hurgaba con desespero mi ojete, yo me daba una buena dosis de pija, porque la de Dani ya estaba empinándose y la de su padre lista y húmeda a centímetros de mi rostro esperando el turno de mi boca hambrienta.
La lengua de Dani jugaba malabares entre mis nalgas, con sus manos separándome las cachas para facilitar el trabajo. La verga de don Bocha se refregaba contra la de su hijo y mi boca ávida iba de una a otra alternadamente produciendo espasmos de placer en padre e hijo.
“- Ah, mi culito –decía entre dientes mi amante- ¡mi lindo y caliente ojetito tragón! ¡Qué mamada, papá!
“-Si lo sabré, hijo –repuso don Bocha sintiéndose aludido, quizá ignorando que su hijo solía decirme “papá” y “papi” en sus momentos más tórridos- también yo la estoy probando en este instante…
Seguramente el veterano estaba más caliente de lo que yo suponía, porque haciéndome una seña me instó a dejar mi posición para sustituirme de inmediato, colocando el culo en la boca de su hijo y tomando en su boca la verga que un servidor había hecho renacer, gloriosamente dura y voraz. Para no quedar fuera, tomé el lugar de don Bocha para que él también probara mi chota, dejándola a disposición a escasos centímetros de su cara. Con temor de que la vergüenza impidiera la familiaridad, mis manos, que quedaban libres y desocupadas, ayudaban a abrir las nalgas del buen progenitor para que pudiera entregar al hijo las delicias de su ojete.
Estuvimos así un buen tiempo, ganando tanta confianza los tres que casi no me sorprendí cuando don Bocha se fue incorporando de a poco para terminar sentándose encima del pollón de su hijo, tomándolo con decisión para pasarlo rápidamente sobre su fundillo y meterlo de una hasta devorarlo con avidez y totalidad. Armándome de valor, me puse delante suyo de espaldas y acercando su tranca a mi culito me lo introduje hasta la mitad –no sin algo de molestia, porque como antes dije, era un tanto más gruesa que la de Dani- y en un empellón de éste follando a su padre se me fue toda adentro causándome un doloroso éxtasis. Tal era la escena de caliente algarabía que apenas rozó mi fondo me corrí copiosamente sin siquiera tocarme.
Mientras tanto, don Bocha cabalgaba a su hijo furiosamente y sin pausa, al punto que ni bien yo me había corrido hube de sentir los trallazos de esperma que escanciaba en mi recto el buen progenitor de mi amante, que con el rugido quedo que yo conocía tan bien, anunciaba:
“-¡Ah, por Dios! Me voy, me voy…
Y su padre, enardecido todavía en su cabalgadura conmigo ensartado en su vergota replicaba:
“-Pues vente, hijo… dame toda la leche que estoy gozando como nunca…
Una vez que Daniel hubo acabado, fuimos desentrelazándonos lentamente para poder tomarnos un respiro, aprovechando para prodigarnos caricias y lamer nuestras pollas que necesitaban un poco de reposo después de tanto esfuerzo. Dani tuvo la delicadeza de limpiar con su boca la pija de su padre y luego la mía, una forma de decir “lo siento por haber sido tan egoísta antes” con la afectuosa actitud. Yo les besé a ambos, emocionado y agradecido por la experiencia, y con muchas ganas de repetirla. Ahora que había sucedido y había probado la destreza de ambos, padre e hijo, tenía el antojo de clavar al anciano para agradecerle su amistosa colaboración, y por qué no a mi amante, por aquello que “donde las dan, las toman.”
Si no os aburrís de mis crónicas seguramente os narre en una próxima entrega los encuentros que continuamos manteniendo en el departamentito de don Omar, que para los amigos es simplemente el “Bocha”.