Escalando con Dani II

Segunda parte del relato... que pasará después del primer encuentro

Han pasado un par de semanas desde que Dani y yo pasamos aquellos extraños días en la montaña. La verdad es que no hubo nada extraño, más que dos colegas compartiendo unos días libres en la sierra, haciendo lo que más les gusta hacer escalar… pero la última noche… nunca podré olvidar la última noche… ¡Deje que Dani me follara! No sé si fue el saber que estábamos los dos solos, todo lo que estábamos compartiendo o el vinillo que nos tomamos en la cena, pero nunca pensé que yo iba a hacer algo así… y menos aún que lo iba a disfrutar tanto.

He intentado no darle muchas vueltas, lo pasado, pasado está, y la verdad es que a la mañana siguiente ninguno de los dos dijo nada. No quiero hacer de esto un mundo, he intentado olvidarlo, pero cada noche me despierto cachondo perdido, repitiendo una y otra vez aquel momento. No hemos hablado desde entonces, no he vuelto a ir al roco, me he puesto mil escusas baratas, sobre todo el trabajo, que la verdad es que me está jodiendo la baja de Raquel, estoy echando más horas que un tonto. Pero hoy libro, así que vamos a ver si le damos unos pegues a la roca que al final voy a perder la forma.

-          ¿Qué pasa Lucas? –Me saluda Toni al entrar-

-          Nada aquí a ver si entreno un poco.

-          ¿Qué ya no te vemos el pelo?

-          El curro, que me tienen explotado.

-          Y que con el buen tiempo uno prefiere la  roca. –Le habrá dicho Dani algo, mierda, que situación-.

-          Si tío. –Opto por dar una respuesta corta, no vaya a ser que la lie-.

-          Ya me dijo Dani que eres un máquina en la sierra, que has progresado mucho. –Mierda han estado hablando de mí. ¿Le  habrá contado algo más?

-          Bueno tío, voy a ponerme los gatos. –Seguro que me estoy poniendo rojo, voy para dentro que al final se va a dar cuenta-.

-          Hasta luego tío.

Me pongo los gatos y estiro un poco. Voy hasta el fondo del roco y no puedo evitar una punzada de desilusión cuando veo que Dani no está dentro. No sé qué esperaba, ¿qué me estuviera esperando?, ¿qué se tirara a mis brazos? ¡Deja ya de hacerte pajas mentales! Lo que pasó, pasó. Me hecho bien de magnesio en las manos para no resbalarme al coger las presas y empiezo a trepar. Estoy como un toro pese a los días sin hacer nada. Necesito desfogar toda esta energía que llevo dentro. La gente se arremolina cerca para verme subir, yo estoy a lo mío. No puedo pensar, solo concentrarme en agarrar la siguiente presa.

Me falla una mano y caigo sobre las colchonetas, en el suelo entre las piernas de los que me están mirando veo sus muslos,  son inconfundibles, incluso en reposo marcan cada uno de sus músculos. Me levanto y le observo, ajeno a la gente que me rodea. Está en la entrada, ya con los gatos puestos, charlando con gente que conozco de vista. Su mano se apoya en una presa parece que en cualquier momento va a subir.

-          Lucas, ¿estás bien? – Me pregunta Juan, que está junto a mí, y al que no había reconocido hasta el momento-.

-          Si, si. –Consigo balbucear mientras inconscientemente me llevo la mano a  los dedos que me he raspado en la caída-.

No quiero seguir hablando. No puedo, su imagen ha roto todos los esquemas que me había creado para no bloquearme en esta situación, ¡mierda! Parezco un adolescente. Disimulo y vuelvo a encaramarme a la pared. Pero ya no estoy concentrado, así que me caigo constantemente. Decido salir a tomar el fresco un rato. Al pasar por la entrada saludo a los chicos que están animando a Dani, está totalmente colgado del techo. En horizontal, todos sus músculos se marcar. Nuestras miradas se cruzan y me sonríe. Yo le devuelvo la sonrisa y sigo caminando. No me paro, porque no sé qué decirle. ¡Qué sonrisa! Sus dientes son perfectos. Y sus ojos, ¡qué ojos! Verdes, pero de un verde intenso, definido, ¡perfecto! No como los míos, marrones, de lo más normal.

Los gatos me están matando, me pongo las deportivas y salgo a la calle, fuera están los de siempre con unas latas de cerveza en la mano. Los saludo y me voy al chino de la esquina a pillarme una también.  Nos echamos unas risas mientras nos pasamos un porrito de uno a otro. Sale Dani riéndose con Juan. ¿Estarán hablando de mí? ¡Ya empiezo con la paranoilla de la marihuana! Si es que no se para que fumo con lo mal que me sienta.

Se unen al grupo, proponen salir la semana que viene tres días a una nueva zona que han descubierto esta temporada. Está un poco lejos pero merece la pena. Todos se muestran entusiasmados pero como es entre semana al final el único que se apunta soy yo. Tendré que pedir un día libre, pero con lo que he currado no me lo pueden negar.

Me despido, que mañana tengo que madrugar y al final entre los porros y las latas, que han caído una detrás de otra voy contentillo para casa. ¡No me lo puedo creer! De nuevo en la naturaleza con Dani. No te hagas pajas mentales que no vamos solos, que esta vez se apunta Juan, vamos que es él quien lo organiza, que está de vacaciones, y somos los únicos pirgaos que no libramos los findes, así que con quién iba a ir. No creo que pase nada yendo los tres. Al menos espero poder hablar con él y aclarar un poco las cosas. El hacer como que no ha pasado nada no va conmigo, hay que apechugar con lo que cada uno hace.

¡Por fin! Ha llegado el día. Lucas, tranquilízate que pareces una quinceañera. Prepara las cosas y que no se te olvide nada. Vamos en la furgo de Dani, primero recogerá a Juan y luego pasarán a por mí. Estoy sentado en el sofá fumándome un cigarro, acabo de apagar uno, pero estoy de los nervios. ¡Relájate! Suena el móvil, ya están abajo. Cojo las cosas y hago un último repaso mental para que no se me olvide nada. En el último momento voy a la despensa y cojo una botella de vino…

-          ¿Qué pasa tío? – Me tiende la mano a modo de saludo al entrar en la furgoneta-.

-          Hasta los cojones del curro. –Se la estrecho, su mano es áspera, al igual que la mía, la aprieta con fuerza, y creo que tardamos más de lo normal en soltarnos-.

Saludo a Juan con la cabeza, está hablando por teléfono, y por la cara que tiene parece algo serio. Nos quedamos en silencio hasta que cuelga.

-          Tíos, lo siento, pero no puedo ir.

-          ¿Y eso?

-          Mi madre, que me acaba de llamar que está mi abuela en el hospital. Es muy mayor y está malita. No me quedaría tranquilo estando en el monte sin cobertura.

-          No pasa nada tío. Otra vez será. –Me apresuro a decir mientras golpeo suavemente su hombro-.

-          ¿Te acerco a algún sitio? –Dice Dani-

-          ¿Si no te importa llevarme al hospital?

-          Claro, tío.

Dejamos a Juan en la puerta del hospital, pobre, va con la mochila a cuestas. El crash pad nos lo llevamos, ya se lo devolveremos a la vuelta.  Se le ve muy preocupado. Yo me bajo y me siento de copiloto. No tiene ningún sentido que me quede en la parte de atrás.

-          ¿Vamos? –Dice Dani mientras me da una palmada en la rodilla y deja su mano apoyada unos segundos.

-          Claro. –Balbuceo concentrado en la sensación de su áspera piel en mi pierna-.

-          Pobre Juan, con las ganas que tenía de llevarnos a ese nuevo rinconcito que ha encontrado por internet.

El viaje transcurre en silencio, como siempre, escuchando la música, pero esta vez ninguno de los dos canturrea, se nota la tensión. Yo no sé qué pensar. Le miro de vez en cuando de reojo. Más de una vez intento decir algo. Pero no me salen las palabras. Su perfil me tiene embobado, tiene el pelo un poco largo, despeinado, y una nariz pequeña, respingona, que suaviza sus rasgos, no le pega mucho, le hace una cara graciosa, de buena persona. También tiene un poco de barba, de varios días, pero poco poblada. Yo no llevo barba y el pelo lo tengo cortito, es mucho más comodo.

-          ¡Mierda! No tengo ni puta idea de donde estamos. –Dice al pararse en una cuneta-

-          Espera que miro en el móvil a ver si con el google maps nos encontramos.

-          A ver si hay cobertura, porque estamos en el culo del mundo.

-          Mira aquí estamos, ¿cómo dices que se llama el pueblo de donde sale el desvió?

-          Espera, que miro el wathsapp que no me acuerdo. –Saca el teléfono y me enseña una conversación con Juan-.

-          Estamos a unos diez kilómetros, ¡ya estamos cerca!

-          A ver, pero nos hemos pasado, voy a intentar dar la vuelta.

Es de noche, aunque se nota que los días son más largos estamos solo en mayo y pronto se mete el sol. Más aquí con los picos tan altos que nos rodean. Cuando entramos en el camino de tierra que llega hasta la zona de escalada vemos como en el horizonte se dibujan sus siluetas. Para el motor. Estamos en una zona arbolada, no se ve más allá. Al bajar se escucha un rio.

-          ¡Ya estamos aquí! – Grita mientras baja de la furgo y da unos saltitos para estirar las piernas.

-          ¡Qué ganas tenía! –Digo con demasiado entusiasmo- ¡Aire puro! - Me apresuro a decir para no dar a entender… ¿qué? Pero si no se ni lo que quiero—

Cenamos a la luz del camping gas, esta vez hemos venido más preparados, como la zona de escalada tiene fácil acceso hemos traído de todo. Saco la botella de vino y al cogerla, Dani me sonríe. Espero que este recordando la última vez, nuestros dedos se roza, y noto como un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Comemos con hambre, el viaje ha sido más largo de lo esperado, y más los últimos kilómetros que andábamos perdidos. Recogemos y vamos a la furgoneta, sacamos el material y lo dejamos en los asientos. Dormiremos en la parte de atrás. El  suelo está cubierto por aislantes mullidos,  de esos de hacer Pilates ¡Qué cabrón! A cuantas tías se habrá trajinado aquí ¿o serán tíos? Me pongo nervios, no quiero ni pensarlo.

Voy a echar un meo antes de dormir. Cuando vuelvo está tumbado, en camiseta y gayumbos, ha dejado el saco abierto. Extiendo el mío y me quito los pantalones. Nos quedamos los dos mirando al techo con la luz apagada. El reflejo de la luna entra a través de los cristales. No me puedo dormir, el sonido del agua se escucha cerca, y suenan animales a lo lejos. Esta situación es muy rara… Me muevo a ver si encuentro postura. Mi pierna roza la suya. La dejo ahí, no sé qué espero que pase, pero pasa… siento su mano en rodilla. Sube por mi muslo acariciándolo, mi polla pega un respingo, ese leve contacto me ha puesto a mil. Se me escapa un jadeo. -¡ahh!-  No puedo evitarlo.

Su mano avanza hasta llegar a mis calzoncillos, me acaricia la polla por encima de la tela. Estoy inmóvil, de nuevo paralizado, pero esta vez no puedo echarle la culpa al saco. Soy libre de moverme y no lo hago. Siento como expulso las primeras gotas que mojan la tela. Sigue subiendo, acaricia mi abdomen,  recorre con un dedo las formas que hacen mis músculos.  Juega con los pelillos de mi pecho y al pasar por el cuello me recorre un escalofrío. Está más cerca de mí. Noto su cálido aliento, huele a tabaco y vino, pero no me desagrada. Sus labios se acercan y se encuentran con los míos. Comienza a besarme, torpemente le respondo. ¡Me está besando! ¡Me está besando un hombre! ¡Me está besando Dani! Su lengua penetra en mi boca. Siento como explora, la mía contraataca y las dos se enzarzan, primero tímidamente y luego con fuerza. Su barba me roza la piel de la cara, es una sensación extraña, pero agradable. Se mueve, está sobre mí, coge mis manos y las pone por encima de mi cabeza, siento como su polla crece contra mi cadera. Se restriega con mi cuerpo.

¡No me lo puedo creer!  No hemos hablado nada, me hubiera gustado aclarar las cosas, pero mi anatomía responde ante cada uno de sus roces. Ahora besa mi cuello, lo lame y llega hasta mi oreja.

-          Te he echado de menos. -Me dice en un susurro y yo me derrito-

-          ¡Ahh! –Jadeo, es lo único que puedo decir-.

Sigue bajando, ahora está en mi pecho,  mis manos están atrapadas por el fuerte agarre de una de las suyas sobre mi cabeza, no puedo moverme, ¡No quiero moverme! Con su lengua lame uno de mis pezones y sus dientes lo muerden suavemente, con la mano libre pellizca el otro ¡Qué sensación! Un impulso eléctrico que sale directamente desde ese punto, recorre mi cuerpo hasta llegar a la polla que ahora llora un liquidillo visco empapando mis gayumbos. Su lengua sigue el camino hasta mi ombligo. Sigue bajando, me besa recorriendo la goma de los calzoncillos, la punta de mi polla se escapa por arriba, la tela no puede contener mi erección, ¡creo que voy a correrme! Pasa su lengua por la zona que se escapa y yo grito -¡ahh!- Suelta mis manos y tira de los gayumbos, muevo mis piernas para sacármelos por los pies. Coge una de ellas y me besa la cara interior del muslo. Despacio, recorriendo cada centímetro de piel, es desesperante. Mi polla grita por atención, ¡voy a explotar! Y prácticamente ni la ha rozado. Entierra su cabeza entre mis piernas, aspira el olor, es una cerdada… pero ¡me pone a mil! Restriega su cara por mi polla y mis huevos, lame, huele, chupa cada parte. Sus manos están en mis caderas y yo bajo una de las mías. La pongo sobre su cabeza, sin apretar, no quiero obligarle a nada, pero vamos, él solito lo está haciendo todo. Se mueve y la devuelve a su sitio. Es raro, pero no me importa. Estoy disfrutando y encima no quiere que haga nada.

Lame uno de mis huevos, se lo mete en la boca, ¡es increíble! Ahora recorre toda la longitud de mi polla con su lengua y se la mete entera, de una vez  -¡ahhrggg!-  No es que tenga un pollón, pero no estoy mal dotado, es bastante ancha y por lo menos de diecisiete centímetros, aunque estoy tan cachondo que creo que ha crecido. Me come la polla como nadie lo ha hecho antes, alguna tía lo ha intentado pero se veía que no disfrutaba. Por el contrario él se está luciendo, se ve que le gusta.

Suelta mi polla, y yo protesto un poco, -¡ummm!- pero vuelve a lamerme los  huevos, baja, masajea con su lengua el espacio que los separan de mi culo, me besa y llega hasta el agujero. Un escalofrió me recorre mientras recuerdo el dolor de la última vez, ¡la primera vez! Pero estoy demasiado cachondo para detener esto. Sus labios humedecen toda la zona. Tengo las piernas dobladas y el agarra mis caderas fuertemente asiéndome para que no me mueva. Aun así, mi pelvis se balancea de arriba abajo siguiendo  su movimiento. Suelta el agarre de una de sus manos y con ella acaricia mi polla, -¡Nooo!- Logro decir, como la toque voy a correrme, sigue bajando y se une a su boca.  Comienzo a notar presión y uno de sus dedos se introduce en mí.

Esta vez no me duele, es una sensación extraña pero no de dolor. Entra y sale muy despacio y cuando llega al final hace círculos, ¡es increíble! Ahora mete otro dedo y repite la operación. No me lo puedo creer, mi cuerpo le acepta como si ese fuera su lugar. Introduce un tercer dedo y noto como mi piel se estira, ahora si siento una pequeña punzada de dolor, pero va desapareciendo cuando comienza a mover los tres dentro de mí. Los saca, me siento vacío, se incorpora y se quita los calzoncillos.

Me mira y yo siento un poco de vergüenza. El verde de sus ojos brilla con la luz de la luna.  Es la primera vez que nos miramos fijamente desde que hemos empezado, se acerca a mí me besa, de nuevo siento el roce de su barba. Se tumba sobre mí y sigue sujetando mis manos por encima de mi cabeza, fuertemente y con la otra mano levanta una de mis piernas quedando entre las dos. Nuestras pollas están juntas y aprieta sus caderas contra las mías.

-          ¿Estás preparado? –Me dice mirándome a los ojos-.

-          Siii… -Digo malamente, porque no sé si lo estoy, pero de lo que estoy seguro es de que le quiero dentro de mí-.

-          Siento si te hice daño la otra vez, no sé qué me paso… el vino… yo que sé.

-          ¡Ahhh! –Atino a decir, porque todo me cerebro está concentrado en el movimiento de su cadera.

-          Esta vez, voy a ir despacio y vas a disfrutar desde el principio.

Me ha gustado que se disculpara, pero la verdad yo tengo parte de culpa, porque en ningún momento me quejé. Dejo de pensar, se ha incorporado y con la poca luz que entra por el cristal puedo ver su polla. ¡Es enorme! No me extraña que la otra vez sintiera que me partía por la mitad. No sé lo que medirá, pero seguro que más de veinte centímetros y es muy ancha. Sin soltarme las manos, coloca mis pies sobre sus hombros y se ayuda con la mano libre para posicionar la punta de su polla en mi entrada. Noto la presión, introduce su capullo y noto una ráfaga de dolor, que se refleja en mi cara. Me acaricia y me besa y yo me relajo. La presión continua, suavemente va entrando. De vez en cuando se detiene y me besa de nuevo. Hasta que noto como sus huevos chocan contra mi culo. ¡Es increíble! Cómo puede haber entrado todo eso dentro de mí. Espera unos segundos y comienza a moverse, primero despacio, pero va incrementado el ritmo. Su polla parece crecer dentro de mí. Yo me muerdo el labio para soportar el dolor que estoy sintiendo. No es tanto como la primera vez, pero aun así, sigo notando que me voy a partir en dos. No puedo moverme aunque quisiera sus fuertes brazos sujetan mis manos y su cuerpo apresa el mío. Le siento muy dentro, mucho más que la otra vez, pero de nuevo comienza a estimular algo dentro, muy dentro. Noto como esta zona está conectada directamente con mi polla, que estaba un poco pachucha debido al dolor, pega un respingo quedando atrapada entre nuestros cuerpos.  Se roza con mi abdomen y el suyo. Esto me pone a mil.

Sus embestidas cada vez son más fuertes y más profundas, noto su aliento junto a mi oído, su respiración está muy alterada, creo que se va a correr de un momento a otro. Pero para, ¿qué pasa?, ¿no le gusta? Me agarra por los hombros y nos gira. Ahora estoy sobre él. Me incorporo. Todavía tengo su polla dentro de mí. Me recoloco para que no se salga. Agarra fuertemente mis caderas y me dice.

-          Quiero que me cabalgues. – Lo dice muy serio, autoritario-.

-          Siii. –No sé qué decir, me impacta su tono, pero a la vez me pone muy cachondo.

-          Muévete. –Le obedezco, y comienzo a balancear mis caderas-.

Me coge de los glúteos y marca el ritmo, estaré yo encima pero sigue siendo él quien dirige. Estoy disfrutando tanto que me da igual. Nunca pensé que algo así sucedería. Cada vez vamos más rápido, y aunque el marca el tiempo yo controlo la profundidad de la penetración. Esto hace que me sienta más cómodo y el placer sea mucho más intenso. Sus dedos se tensan y me clava las uñas en la piel, levanta sus caderas y noto como mi interior se inunda, uno, dos, tres trallazos golpean fuertemente mi intestino.  ¡Increibleeee! Me dejo llevar y mientras me pajea yo también me corro sobre él. Toda mi leche cae en su pecho y en su cara. Me derrumbo.  Me abraza y me besa. Salé de mí yo protesto. Me siento vacío.

Estoy junto a él, entre sus brazos, nos arropa a ambos con uno de los sacos. Y siento como el sueño puede conmigo…