Esas tímidas niñas II

Las noches pueden ser mucho más largas de lo que uno esperaba y esas níñitas no son tan tímidas.

Cuando me dijo “Y tú estarás loco por mí dentro de poco” me asusté. Temí que fuera una trampa o un juego para ponerme en jaque, con el riesgo de cargarme mi matrímonio de más de 20 años. Miré alrededor e incluso me asomé a la puerta de la cocina para ver si había alguien en la escalera. No, no había nadie ni se oía ningún sonido. Podría haber huído escalera arriba, pero el cerebro había dejado, hacía un rato, de manejar la situación y eran los instintos reptilianos que, si bien fluyen del cerebro, no lo hacen de su parte “más racional” los que controlaban.

Volví sobre mis pasos hasta el centro de la cocina, donde la “niñita” estaba apoyada de espaldas a la encimera, echando adelante su pubis, dejando claro que no había braguitas bajo esos escuetos shorts. Era rubia natural, quedaba claro porque la tela era muy fina y, a pesar de ser holgada, al echar el pubis hacia adelante, de forma provocadora, se pegaba y marcaba perfectamente la forma de su rajita y se veía que los pelos de su pubis no eran morenos. Supongo que al irme a ojear tras la puerta, ella se había metido el calzón en la rajita, porque no podía ser de otro modo que esos holgados pantaloncitos se hubieran metido tanto.

Mi viaje a la puerta no había mermado la dureza de mi polla, y yo ya no disimulaba mi empalmada, pasara lo que pasara, no tenía sentido disimular lo que la “niñita” ya había comprobado.

Mejor que te relajes, estás muy tenso por arriba y por abajo.

¿Cómo?

La cabecita te da vueltas sin parar y la de abajo tampoco parece que se relaje.

Ya no me hablaba de usted, me tuteaba descaradamente.

Hombre, la verdad es que no es para menos, ¿O no?

¿El qué, el lío de tu cabeza o la empalmada que paseas?

Yo diría que las dos. Tu comportamiento me tiene desconcertado y a la vez excitado. ¿No te parece lo más normal?

Bueno, según se vea, ¿No puedes considerar por un momento mi situación? Bajo a tomar un vasito de leche y te encuentro viendo un vídeo porno con la polla en la mano a punto de correrte. ¿Porque estabas a punto de correrte verdad?

Iba a contestar pero no sabía qué decir, y al ver mi indecisión, me soltó

¿No se te ocurre que me puedes haber puesto cachonda?

Ni se me había pasado por la cabeza.

¿En serio?

¿Quieres comprobarlo?

¿Qué?

Y apartándose a un lado la pernerita de su short me dijo

Toca y verás.

Era algo hermoso más que erótico, su vulva era pequeñita a pesar de su gran altura, con los pelitos muy arreglados del color dorado de las mañanas más hermosas, solo sobre su clítoris. Sus labios eran blancos como la nieve, esa piel parecía no haber visto nunca la luz del sol.

Mientras matenía apartado su pantaloncito con su mano izquierda, con la derecha separó ligeramente el labio derecho de su pequeño chochito, mostrándose un interior de su coñito de un rosadito precisoso, parecía que estuviera maquillado.

Yo siempre había tratado con vulvas “mediterráneas”, con un poco más de tono en la piel y con los bordes más oscuros. Esa maravilla era tipo “nórdico” y, al igual que me gusta más el merengue que el chocolate, me parecía más apetitoso, limpio y puro, ese coñito sin un solo pelito a los lados de un blanco rosado virginal.

¿Ves? Me preguntó

Y sí, tenía un brillo intenso, con la potente luz de la cocina, brillaba esa rajita por los jugos que emitía.

Toca y verás como me has puesto cachonda, yo no tengo la culpa. No estoy acostumbrada a ver lo que tú me has mostrado.

Y me hizo sentir culpable, como si fuera un exibicionista, cuando en realidad me habían pillado en la intimidad y contra mi voluntad. También podría ella haberse ido por donde había venido sin decirme nada, ni Hola, ni Uy!. Y a esas horas yo ya me había limpiado los dientes en el lavabo, la polla en el bidet y me habría acostado.

Toca

Y toqué, con el dedo medio de mi mano izquierda toqué esa maravilla, y mi polla saltó dentro de mi pantalón y ella suspiró.

Empecé a pasar el dedo de arriba abajo, y ella me dijo:

Meteló un poquito

Y lo metí un poquito. Ardía y estaba mojado. Empecé un mete saca suave y lento y ese chochito empezó a coger volumen y empaparse de esa viscosidad maravillosa que olía a mujer joven y limpia. Y que sabía a gloria, cuando chupé goloso mi dedo.

¿Te gusta?

Me encanta

Bebe pues

Y bebí, lamí con suavidad los lados de esa fantástica fuente, rozando el centro al pasar de un lado a otro. Con su mano derecha, apretó hacia ella mi cabeza y empujó con su pubis.

La polla me dolía de la presión que ejercía contra mi pantalón, debería haber elegido unos más holgados esa mañana en lugar de los chinos tipo vaquero que llevaba. Nunca me había sentido tan oprimido ni tan caliente. Lo cierto es que, en caso de calentón, me iba al primer aseo que pillaba y me la sacudía. No recordaba tener un calentón de este calibre con los pantalones puestos y sin podérmelos bajar. Y no podía bajármelos, mientras lamía sin parar, no podía porque aún sentía vergüenza, sí, le estaba comiendo el coñito sin parar, pero porque ella me lo había pedido. Hasta ese momento yo no había tenido ninguna iniciativa, solo había hecho lo que me había pedido. Y en ese momento, mientras bebía, lamía de arriba abajo y chupeteaba su clítoris sin presión, intensa pero dulcemente, ella gemía cada vez menos ahogadamente.

Con todo ello, la presión de mi polla ya era dolorosa y metí mi mano para colocarla mejor, sin dejar mi faena, fue entonces cuando ella empezó a gemir sin contenerse apenas y su coñito se llenó aún más de un jugoso líquido viscoso que tragué glotonamente. Si hubiera tenido mi polla fuera, me la habría sacudido dos segundos y me habría corrido como un loco.

Mire sin parar de tragar hacia arriba y ella tenía hacia atrás su cabecita, fue enderezándola lentamente hasta bajar su mirada directamente a mis ojos, que estaban allí abajo, mientras yo limpiaba toda la zona con mi lengua sin parar y sin atacar directamente su clítoris, que estaba fuera de su chapuchón palpitando, como si fuera a salir, no tendría más de 3 milímetros, pero era muy hermoso.

Que suerte tiene tu mujer.

Pues no creas que me deje hacérselo muy a menudo.

No me lo puedo creer. ¿En serio?

Te lo juro.

Entonces imagino que a ti tampoco …

Pues no.

Creo que hoy será tu día de suerte, a mí me encanta.

Tenía claro que estas alturas, si yo hubiera podido sacarme la polla, haría rato que me habría corrido y me preocupó quedar como un pringado si se la ponía en la boca y me corría en dos segundos.

Necesito asearme un poco si vas a hacer lo que creo.

Yo pensaba ir a lavarme y sacarme la leche con dos sacudidas y no quedar como el culo ante esa diosa.

Vamos pues.

¿Vienes conmigo?

Claro, yo te lavaré.

Fuímos al aseo que estaba a dos pasos de la cocina cruzando el recibidor. Donde ella bajo mi cremallera, me cogió la polla y tiró de ella hacia el lavabo. Abrió el grifo, se puso un poco de jabón de manos en su mano y empezó a lavarme la polla. El agua fría evitó el ridículo.

La secó un poco, no del todo, y tirando de mi polla se sentó en la taza del water sin soltarla, se la acercó y la besó con extrema dulzura. La fue besando desde la punta hasta los huevos, y empezó a lamerme los huevos, subiendo hasta llegar por donde había empezado a besar y se la metió unos diez centímetros de los 17 que me medía entonces (creo que ahora me ha encogido un poco). Chupaba como si quisiera sacar todo lo que hubiera dentro, ponía la lengua bajo la polla y yo notaba su paladar arriba y su carnosa lengua abajo, moviéndose arriba y abajo.

Ahora que lo pienso, no entiendo como no me corrí, supongo que el placer era tan grande que mi subconsciente impedía correrme para seguir disfrutando. Y también porque todo era suave, pausado, sin sacudidas.

Así estuve un buen rato, yo de pie y ella sentada en la tapa de la taza del water. Sin cruzar ni una palabra.

Saqué mi polla de su boca, me sentí un campeón, no me explicaba como era posible que aguantara. La levanté y nos dirigimos al salón, con las luces apagadas veríamos a cualquiera que bajara, al fin y el cabo, ella no había bajado a oscuras del todo, la luz que yo tenía en la sala, le había permitido bajar sin que yo me diera cuenta.

La acosté en el amplio sofa y yo me puse encima, apoyando los codos y las rodillas para no aplastarla, y reanudé mi mamada de su coñito, que seguía empapado. Ella tiró de mi polla con suavidad, se la puso en la boca y empezó de nuevo a mamar.

El mejor 69 de mi vida, porque esa niñita disfrutaba de mamarme la polla, no estaba finguiendo, estaba disfrutando y los jugos previos a mi chupada, lo demostraban.

Yo lamía el centro de su rajita y metía la lengua, que tengo bastante larga y comprobé, ya con mi dedo, que la niñita ya no era virgen, pero tenía el coñito muy apretadito.

Ella seguía con su técnica, suave y carnosa. Yo empecé a atacar su clítoris, golpes con mi lengua y chupaditas suaves y no muy largas, para volver a lamer la rajita. Empecé a meterle el dedo medio, mientras la seguía mamando, y al poco el anular y el medio, buscando su punto G. Y lo encontré, se corrió inundando mi boca de nuevo y yo no pude aguantar más, le llené su boquita, tosió, pero no dejó escapar una gota. Se lo tragó todo y se levantó tras apartarme, se volteó y me beso con tal intensidad que parecía amor. Me pasó algo de mi semén y todo su sabor, me pareció amargo, como el olor a almendras amargas que olisqueé en mis primeras corridas pueriles.

Parece que no te gusta tu propia leche.

¿Es muy amarga no?

Me gustan los agridulces y los sabores fuertes. El tuyo no sabe nada mal, me encanta. ¿Ya estás bien, te has quedado a gusto?

Yo estoy encantado y alucinado pero y tú ¿Cómo estás tú?

En la gloria, me ha encantado correrme al mismo tiempo que tú, como si estuviéramos conectados. Espera un momento que te limpio bien y nos vamos a acostar, ¿Te parece bien?

Claro.

Todo me parecía bien y me levanté para ir al aseo. Pero ella me cogió la polla y se la llevó a la boca, me la limpio tan bien, que se me volvió a empinar, no como antes, pero se estaba poniendo dura.

Parece que no has tenido suficiente.

De verdad que estoy súper bien, pero tu boquita obra milagros.

¿Nos vamos a la cama pues?

Cada cual a la suya cielo. Hemos tenido suerte de que ni mi hija ni mi esposa hayan oído nada.

Me volvió a besar, y fue un beso de aquellos que solo se dan a las personas de las que estás profundamente enamorado.

Pero esa noche era muy larga, mucho más de lo que yo pensaba.


Pdta. Espero comentarios y veremos si seguimos.

Lo cuelgo en amor filial porque estas niñas eran como hijas para mí y porque la historia es bastante larga