Esas tímidas niñas
Nunca esperaba que esas niñitas tan tímidas fueran capaces de volverme loco
Ante todo pediros disculpas si la historia que empiezo a escribir hoy, no refleja con total exactitud lo que se inició hace ahora 15 años. La memoria tiende a olvidar los pequeños detalles, cuando se producen acontecimientos “extraordinarios” en el mismo entorno.
Tenía entonces 46 años y, si bien disfrutaba de un sexo “satisfactorio” con mi señora, no siempre se hacían realidad mis deseos y mucho menos mis “vicios o caprichos” (como los llamaba ella). Hasta el punto de que aún hoy sigue siendo (o eso me dice) virgen de su trasero espectacular, que aún hoy rige firma. Tampoco teníamos sexo con la frecuencia que yo podría y deseaba cumplir sobradamente.
Con ya 61, no me resulta nada fácil aguantar sin correrme, tan pronto veo alcanzar el orgasmo a mi señora. Para compensar mi casi precoz eyaculación, tengo mucha facilidad para repetir el acto en poco tiempo y con mayor facilidad, hace 15 años.
En aquella época, creo que en mayor medida que ahora, me masturbaba con mucha frecuencia, más de una vez por día de media, ayudado por todo el porno que internet pone a nuestra disposición. En ocasiones he pensado acudir a un sicólogo por auto-considerarme un posible obseso sexual, pero creo que haríamos cola.
Hoy el móvil lo ha sustituido, en mi caso, pero por aquel entonces, tenía siempre mi portátil con un par de pantallas abiertas en segundo plano, para el caso de que mi mujer bajara al salón, donde yo solía pajearme. Tenía controlado de reojo el encendido de las luces de la escalera. Automáticamente paraba el vídeo que estuviera viendo y abría otra de las pantallas de trabajo abiertas en segundo plano; portátil sobre el pene y subida de cremallera si daba tiempo.
A nuestra casa, frecuentemente venían amigas de mi hija que entonces tenía 18 años recién cumplidos. En parte por lo buena cocinera que es mi esposa y porque, esta y yo mismo, siempre estábamos dispuestos a llevar y/o recoger a las chicas cuando salían de marcha.
La totalidad de ellas eran chicas preciosas que nunca veía como mujeres, sino como niñas. Morenas, pelirrojas, rubias, de pelo liso o rizado, con mucho pecho, con pecho pequeño. Total variedad, pero todas ellas preciosas, parecía que estaban vetadas las feas o mal formadas, salvo una que no lucía tan bonita y que hoy es la única que ya tiene dos hijos y un buen trabajo, y al parecer con un envidiable marido. Unas muñequitas súper simpáticas, que ahora ya veo como mujeres, siendo la pelirroja una de las hembras más hermosas que conozco.
Pero esa noche dormía en casa una chica rubia, la más alta de todas, como 1,80 de altura. En aquella época empezaba de modelo y llegó a pasar modelos de alta costura por todo el mundo. Ganando mucho dinero, aunque sufriendo mucho por las dietas que se obligaba a seguir para entrar en esas tallas XS, dieta que en casa no seguía. Por eso creo que era una de las que con mayor frecuencia pasaba el fin de semana en casa, y porque en verano vivía en un pueblo a veinte kilómetros.
Lo cierto es que yo la veía la más desgarbada y menos atractiva, pero cuando me hija nos enseñaba fotos de los desfiles, con el maquillaje, los tacones y su figura, estaba preciosa. Pero yo la veía casi siempre en pijama al levantarse por la mañana, no la solía ver vestida de gala porque normalmente era yo quien llevaba a mi hija al sitio y, mi mujer, quien las recogía a las dos.
Esa noche de viernes, con un saludo rápido de mi hija y el de Ana, la chica rubia y alta, extremadamente tímida y callada, que saludo desde la puerta sin entrar en el salón. Ambas subieron a la habitación de mi hija en el primero piso a dormir porque venían cenadas y con sueño. Mi mujer me dio un beso y subió también a acostarse, dejándome “trabajando”.
Tan pronto se apagó la luz, empecé a tocarme la polla por fuera, mientras se ponía dura, creo que más dura de lo que se me pone ahora, quince años después.
Quince minutos después ya tenía la polla sacada, machacándomela a tope. No faltaba mucho para echar mi leche en el clínex que ya tenía en la otra mano, cuando oigo a mi espalda:
Hola, ¡Uy! Perdón.
Yo, que lo tenía tan preparado todo, no atinaba a parar el vídeo que, aunque bajito, se oía perfectamente como gemía la que estaba tomando por el culo en el portátil. Tras varios titubeos, paré el vídeo, cambié la pantalla, me puse el portátil encima de la polla y me giré.
Hola, buenas noches, ¿Necesitas algo Anita?
Lo siento, es que deseaba tomar un vaso de leche y no la veo en la nevera.
Había bajado a oscuras y ni me había enterado. ¿Cuánto llevaría mirando?. Desde la entrada al salón por el recibidor me tendría de espaldas y no vería gran cosa, pero había ido sin abrir la puerta del salón, a la cocina, y desde esa puerta me vería casi lateralmente, con toda la polla fuera y a punto de correrme.
Ahora voy.
Creo que le interrumpido, lo siento.
No que va, no estaba en nada importante.
Me puse rojo como un tomate. La polla se había encogido y a trompicones y como pude, levanté el portátil con una mano y con la otra me metía la polla que casi me pillo con la cremallera.
Me levanté y vi su mirada, no era la niña desgarbada y tímida, estaba muy segura, erguida, sacando pecho. Un pecho perfecto que con aquel pijamita mostraba todas sus formas, redondo con el pezón hacía arriba, como poco antes estaba mi polla. Las piernas; largas, con una piel tersa y brillante, sin un solo pelo ni imperfección, se veían extraordinarias, con ese short tan reducido que formaba el juego del pijama.
Esa niñita no había retrocedido ni un centímetro desde su ¡Hola! y su ¡Uy!, y me había mantenido su mirada sin titubear. Con las piernas cruzadas, con los pies casi de puntillas, en plan modelo, como si llevara tacones. Tenía una figura espléndida que nunca antes había observado, o no había sabido ver. Pero lo más nuevo era su mirada, era todo un desafío.
Entré en la cocina y abrí un armarito en el teníamos los bricks de leche sin usar para ponerlos en la nevera de abiertos. Se lo abrí y ofrecí.
Mirándome fijamente a los ojos me arreó:
Me temo que por mi vasito de leche, le he privado de sacar la suya.
Nooo, verás, yo …
No sabía que decir, me sentí tan cortado al oír a la niñita. Podría haberle dicho “ Pues sí, estaba a punto y me he cortado, pero no pasa nada, cuando subas acabo”, pero no dije nada.
De verdad que lo siento, no quería interrumpirle. Dicen los chicos que es muy malo quedarse con eso dentro.
No pasa nada, es que me da mucho corte hablar de esto contigo- balbuceé-.
¿Por qué?. Es lo más natural, eso significa que está usted sano y vigoroso.
Yo alucinaba.
Y también puede significar que no tiene usted todo el sexo que necesita.
Ahora ya hacía algo más que alucinar. No sabía que decir.
No, lo cierto es que tengo una vida sexual satisfactoria con Vicky (mi esposa)
Si eso fuera así, no estaría usted viendo porno, con enculadas y tocándose. ¿No cree?
Quedaba claro que había visto lo que miraba y, por supuesto, lo que hacía a la perfección.
Bueno, los hombres creo que puede que nunca tengamos suficiente.
Mientras manteníamos esta conversación, ella se había calentado la leche en el microondas y cogido una taza. Le pregunté si quería azúcar y me dijo que sí por favor.
Me acerqué al armario superior, que estaba sobre ella, esperando que se retirara, no se movió ni un pelo, con lo que tuve que rozarla al coger el azúcar, ella incluso se movió un poco, rozando con su pecho, su durísimo pecho derecho, mi costado derecho y parte de mi pecho.
Yo tenía un nudo en la garganta. Tenía ganas de huir pero no veía correcto dejarla sola en la cocina y subir a mi habitación y, por otra parte, no podía evitar querer ver hasta dónde podía llegar todo eso.
Me siento en deuda Javier, lamento haberle cortado y creo que podría ayudarle, si quiere claro.
No entiendo que quieres decir, y tranquila que ya te he dicho que no ha pasado nada.
Pero podría pasar, si usted quiere.
Me estoy volviendo loco o es una trampa.
No Javier, es usted un buen hombre, simpático, amable, chistoso. Atractivo en fin.
Mi ego estaba subiendo al mismo ritmo que mi polla. Hacía un rato que estaba morcillona y ya empezaba a abultar mi vaquero.
Parece que ella está más dispuesta que usted Javier.
Anita, esto no está bien, podrías ser mi hija.
¿Le gustaría?
Noooo claro que no.
¿Por qué? su hija Raquel tiene un tipazo y unas buenas tetas.
¿De qué vas? Esto no me gusta nada.
Y ciertamente, no me gustaba nada el tema.
Bueno, pero yo podría ser su niñita.
No sabía que decir, pero mi polla iba en aumento.
¿Me permite?
Señalando mi paquete.
No respondí, solo abrí los ojos, como si al abrirlos dejara claro que no y ella se acercó y me lo rozó por fuera del pantalón.
Esta muy dura Javier ¿La sacamos?
Estás loca.
Y tú estarás loco por mí dentro de poco.
Si queréis que siga contando lo que pasó esa noche y las consecuencias. Comentad y veo si me atrevo.