Esas mujeres de pelo corto

Siempre me han vuelto loco esas “mamas” de mediana edad, pelo corto y rubio, mandíbulas afiladas, cuerpos medianamente modelados por el gimnasio, delgadas, simpáticas, que hablan con los ojos.

ESAS RUBIAS DE PELO CORTO

Hay quien dice que todo en esta vida oscila desde la cumbre al más profundo del océano. Como la geografía misma. La economía tiene sus curvas, la política, los gustos musicales, las modas. Absolutamente todo. Primero arriba, después abajo, después nuevamente hacia arriba. Todo depende de la ciclotimia. En la economía los ciclos son de diez años, como en la política, mas o menos.

En la música o la moda el cambio de la montaña al abismo es más rápido. Es más necesario. Porque las personas tenemos necesidades, tenemos ambiciones y ambicionamos como el más egoísta de los mortales. No obstante los ciclos de los hombres (observad que no he mencionado a las mujeres) son mas largos, nuestra ciclotimia se cuenta por décadas. De jóvenes nos gustan las chicas delgadas de nuestra edad, después de la adolescencia nos gustan las mujeres un poco mayores que nosotros (aunque no despreciamos a las adolescentes), a los treinta años nos gustan todas, a los cuarenta nos siguen gustando todas aunque solo accedemos a las de nuestra edad (y a alguna mas joven aunque pagando, claro está), no nos importan si son delgadas, gordas, altas o bajas, simplemente ansiamos follar porque creemos que dentro de poco nuestro pito dejara de funcionarnos. Así somos, nuestro pene marca nuestros gustos. Preferimos ir con una impresionante mujer colgados del brazo porque así todos creerán que o bien tenemos un gran pene o una cuenta corriente y en ambos casos nuestro ego lo agradece. Obviamos la parte de dentro y preferimos quedarnos en la mera superficie.

¿Qué a que viene todo este discurso? Porque estoy harto de ser diferente. A mi durante toda mi vida solo me ha gustado un tipo de mujer, aquella que esta entre los treinta y los cuarenta, esas madres que van a recoger a sus hijos al colegio y aun puedes adivinar en sus gestos o sus miradas, las jóvenes que fumaban porros en los mismos lavabos de los mismos colegios. Siempre me han vuelto loco esas "mamas" de mediana edad, pelo corto y rubio, mandíbulas afiladas, cuerpos medianamente modelados por el gimnasio, delgadas, simpáticas, que hablan con los ojos.

Lo se… lo se… es un estereotipo creado en mi cerebro. Pero creedme. Existen. Y lo se porque yo he estado con muchas de ellas.

La primera se llamaba Anna aunque quería que la llamase Janna y aun no se bien el motivo. Estaba casada, era madre de una pequeña de 7 años y vivía en la costa. La conocí caminando por la calle cuando yo tenía apenas 17 años y me quedé prendado de ella. Su pelo corto y terriblemente rubio, su sonrisa, sus ojos grandes y vivos, sus pechos pequeños y esa maravillosa afición a tener mi polla dentro de su boca la mayoría del tiempo. Era una mujer excelente. Era una excelente mamadora. Nunca me dejó penetrarla. Decía que eso solo podía hacerlo su marido. Pero su boca se deslizaba arriba y abajo por toda la superficie de mi adolescente polla de una manera que nunca antes había conocido. Entonces descubrí el si llevaban el pelo corto podía verlas perfectamente mientras me chupaban la polla. Su lengua se deslizaba también a lo largo de mi polla, de mis huevos. Podía estar chupandomela horas y horas. No dejaba escapar ni una sola gota de mi semen. Parecía como si mi leche fuese su único alimento y estaba auténticamente hambrienta lamiendo incluso el que se escapaba por las sabanas. Pero claro, me enamoré de ella. ¿Por qué? Bueno, ninguna chica antes se había tragado mi semen. Evidentemente mi adolescencia confundió eso con amor y ahí acabó nuestra relación. Solamente con el paso del tiempo me di cuenta de que aquella mujer no necesitaba mi amor, solamente mi polla adolescente.

La siguiente en la lista (si la memoria no me falla) se llamaba Isabel y curiosamente también vivía en la costa. Aunque no era exactamente rubia sino pelirroja tirando a rubia aunque en esos momento tampoco me importaba demasiado. También estaba casada y tenía 3 hijos. Era pequeña y pizpireta. La conocí en un supermercado frente a la playa (yo estaba de vacaciones) y media hora mas tarde ya estábamos follando en el apartamento playero de mis padres. Gracias a Dios mis padres estaban en esos momentos en la playa. Follaba como una posesa pero no tenía la mas mínima idea de cómo chupar una polla ("nobody’s perfect"). Y cuando lo hizo tuve que ponerme un condón. Creo que me corrí por aburrimiento aunque debo reconocer que no estuvo mal. Su coño era suave y estaba perfectamente depilado. Creo que fue en ese momento cuando me aficioné a comer coños de mujeres casadas. Tienen un sabor diferente. Nunca antes me lo había planteado. Además, Isabel se retorcía cuando con mis labios (e incluso mis dientes) buscaba su clítoris y lo encontraba. Aunque claro, yo era demasiado joven y volví a interpretar aquellos gemidos como lo que no era y acabe también enamorado. La historia termino de la misma y rápida manera que con Janna.

A partir de ese momento solo me interesé por esas rubias de pelo corto y mediana edad, no me importaba nada más, ni su estado civil, ni donde viviesen ni como follasen. Me dedicaba a coleccionarlas unas tras otras, evitando enamorarme. Mi polla entraba en sus bocas, sus culos y sus coños. Por ese orden de preferencia y siempre que ellas lo admitiesen. Mi polla se descargaba en esos lugares (también por ese orden) y yo era feliz. No necesitaba mas… y ellas tampoco.

Pero ocho años más tarde me topé con Carlota. Carlota también estaba casada y tenía los ojos más increíblemente hermosos que he visto y volveré a ver nunca. Ansiaba ver a aquellos ojos mientras me chupaban la polla y a fe mía que no fue facil consegurilo. Inmediatamente se separó de su marido, aunque he de confesar que no por mi culpa, yo solo fui la maldita gota en el maldito vaso. Y comenzamos a salir. Me enamoré perdidamente de ella. De su coño salado, de su estrecho ano albergando mi polla. Carlota nunca antes había tenido sexo anal y ver mi polla entrando y saliendo lentamente de su culo mientras ella fingía placer pero sentía dolor… me volvía simplemente loco. Pero yo era todavía demasiado joven (no había cumplido los 30) y no podía entender como no quería que me corriese en su boca. Yo pensaba que el amor era permitir que tu amante se corriese en tu boca, entrase en tu culo o te atase a una cama. Pero amor era mucho más. Yo era demasiado egoísta y esa relación finalizó por culpa de mi egoísmo. Estaba mas preocupado en correrme en su boca que en que ella fuese feliz. Yo valoraba la felicidad como algo puramente material.

Después cumplí 30 años y seguí buscando a esas rubias de pelo corto. Se cruzaron muchas por mi camino y aprendí a no enamorarme en el camino. Aprendí que el sexo furtivo puede ser una parte de nosotros mismos que nunca debemos despreciar. Tuve parejas y tuve aventuras con esas rubias de pelo corto. Ansiaba meterles a todas mi polla en sus bocas y llenárselas de leche mientras mis manos acariciaban su pelo corto y rubio. Sabia que después volverían a sus casas y harían la cena para sus maridos e hijos todavía con algún resto de mi semen en su boca y eso me volvía loco. Yo pensaba que solo deseaban sexo. Pero deseaban muchas cosas que no tienen nada que ver con el sexo. Eso lo aprendí mucho después. Para mi simplemente eran lo prohibido, para ellas yo era alguien que las escuchaba o las abrazaba o las hacia aquello que sus parejas no les hacia… aunque simplemente las hacia reír. Yo tenía mas de 30 años y seguía siendo tan básico como el mecanismo de una piruleta de fresa.

La última que he conocido se llama Anna (curiosamente como la primera), es una compañera de trabajo, casada y tiene dos hijos. De improviso he aprendido a satisfacerla y curiosamente… satisfaciéndola me he sentido mucho más lleno que con todas las anteriores. Creo que estoy aprendiendo. Aunque para mi no existan ni cumbres ni océanos. Para mi solo existen esas mujeres rubias de pelo corto. Pero ahora es diferente. Estoy aprendiendo a que no solo son mujeres rubias de pelo corto.

Por cierto… ¿eres tu una mujer de pelo corto?