Esa voz, es ella. 1

Esa voz, si bien no le presté la atención que merecía podía reconocer esa voz a la perfección, era ella.

Hace un hermoso día hoy, llueve ligeramente y las nubes impiden que el sol golpeé la ciudad con la intensidad de diario. Me encuentro en la universidad, un poco aburrida pero me conforto porque estoy a 20 min de terminar con mi última clase del día, histología, una de las materias aburridas, o al menos así es con este doctor como profesor, en ese momento alguien llama a la puerta del aula; es el director de la carrera, el doctor le pide por favor que pase pero lo que realmente quiere el director es que el doctor salga un momento y así lo hace, cuando los dos hombres se retiran de la puerta dejan ver al ser más hermoso que mis ojos han tenido el privilegio de observar, ahí se encontraba de pie, la mujer más bella del mundo, o al menos para mi. Alta, de cabello castaño claro, con piel blanca pero sin llegar a la palidez, un cuerpo sencillamente de muerte, un rostro que haría que la mismísima Venus de Milo se sintiera fea. Vestía una falda color vino a la rodilla que simplemente delineaba la curva de su cadera como un hermoso y atrevido suspiro, una blusa blanca de seda abotonada hasta el borde de su busto, justo en esa línea entre la elegancia y la provocación, lucía unos tacones que le sentaban espectacular para resaltar sus bien trabajadas piernas y ese trasero tan respingón que te roba más de un aliento. Era la mujer perfecta, tan solo de verla ya había mojado mis bragas, justo en ese momento se presenta:

-Buenas tardes jóvenes, mi nombre es Verónica Fernán, soy médico recién egresada de esta universidad, tengo 25 años, y quiero platicarles que gracias a los convenios con otros países y universidades tuve la oportunidad de participar en un intercambio estudiantil entre Alemania y México, y me han pedido que les platique un poco de mi experiencia a ustedes que se encuentran en tercero y que les restan seis semestres en los que pueden aspirar a uno de estos lugares en otros países y luego regresar a cumplir con su año de internado y servicio social...

Verónica, que hermoso nombre, desde ese punto no pude prestar atención a nada más de lo que dijo, me quede embobada viendo esos labios tan sensualmente pintados de carmín moverse con un delicado vaivén que solo provocaba que mi mente empezara a divagar en cosas que no eran adecuadas, y es que por favor, ella jamás se fijaría en mi, una tonta estudiante de apenas tercer semestre, ella con una experiencia de intercambio en Alemania, con título en mano, una residencia apunto de comenzar, y además era obvio que ese bombón no podría ser lesbiana, seguro le llovían hombres buenísimos e inteligentes. Me conformo con poder mirarla, e imaginarla en mi cama, eso si que lo puedo hacer, nadie me lo impide.

Cuando menos me doy cuenta todos están recogiendo sus cosas y se dirigen a la salida, me apresuro a guardar todo en mi mochila, ya soy la última en el aula, salgo casi corriendo cuando alguien me grita:

-Señorita, deténgase, aguarde un momento por favor.

Esa voz, si bien no le presté la atención que merecía podía reconocer esa voz a la perfección, era ella, me giro y efectivamente, la doctora Fernán se encuentra sentada en el escritorio y me ha pedido que me detenga.

-Claro doctora, dígame en que puedo servirle--le digo esto aún de pie al borde de la puerta, con la voz un poco temblorosa.

-Acérquese por favor, ¿Cuál es su nombre?

-Me llamo Romina Valencia-- digo esto caminando lentamente y con un poco de nervios y miedo hacia ella.

Ella baja del escritorio y me tiende la mano mientras me dice:

-Mucho gusto señorita Valencia, es usted una mujer muy guapa.

En ese momento suena mi despertador, devolviéndome al día actual, no puedo creer que haya soñado con ella de nuevo, y justo el día que nos conocimos, por dios, ¿qué pasa conmigo? Han pasado 12 años desde ese día, hace más de seis años que no sé absolutamente nada de su vida, desde que yo era residente en ginecología y obstetricia, desde ese maldito día desapareció de mi vida para no volver, tengo que superarlo y estos malditos sueños solo me lo dificultan más.

Me levanto de mi cama y me dirijo al baño, una buena ducha acompañada de mi música me sentará muy bien para iniciar el largo día que me espera. Salgo con la bata de baño y me dispongo a vestirme, me pongo un juego de lencería en color blanco, hoy he decidido usar mi pantalón gris Oxford, es mi favorito, tiene un corte recto para las piernas y en los laterales una delgada y fina línea en color negro, tomo una blusa blanca sin mangas de una tela delgada pero sin dejar transparentar, dejo los dos botones superiores sin abotonar, uso mis tacones gris claro y arreglo mi cabello rubio que llega hasta un poco más arriba de mis hombros, uso un poco de maquillaje, algo discreto, solo para ocultar un poco mis ojeras debido a las pesadas semanas que he tenido, por último tomo mi saco que es del mismo color del pantalón, mi bolso y las llaves de mi auto. Salgo de mi apartamento que está en el último piso de mi edificio y tomo el elevador que desciende hasta el estacionamiento, ahí en el lugar destinado al penthouse se encuentra mi hermoso bebé, un Porsche carreraS en color rojo, mi sueño hecho realidad, lo enciendo, pongo en el estéreo algo de Calvin Harris y salgo del estacionamiento adentrándome en el tráfico, en unos 20 minutos llego al trabajo, la torre de especialidades médicas siglo XXI, sin demorar estaciono mi auto en mi lugar designado y subo por el elevador hasta mi consultorio, ya se encuentra mi secretaria en su escritorio ordenando la agenda para atender a las pacientes del día de hoy.

-Buen día doctora Valencia, hoy se ve radiante.

-Buen día Olga, muchas gracias, igual tú, ¿cómo está nuestra jornada para el día de hoy?

-Día lleno doctora, tenemos ocho pacientes en lista. Ah doctora solo quería recordarle que hoy es el día que le pedí permiso para salir una hora más temprano por la graduación de mi hermana. Si usted no tiene algún inconveniente claro.

-Por supuesto Olga, puedes retirarte más temprano, no hay ningún problema, felicitas a tu hermana de mi parte, por favor.

-Muchas gracias doctora, por supuesto yo le doy sus felicitaciones.

-Perfecto, estaré en el consultorio, cuando llegue la primer paciente la haces pasar por favor.

  • Muy bien doctora.

Entro a mi consultorio, que al estar en el último piso de la torre y en combinación con el muro de cristal, me brindan una vista espectacular de la ciudad, de frente a la puerta se encuentra mi escritorio con mi silla detrás de él y dos enfrente para atender a mis pacientes, también se encuentra un amplio sillón color chocolate a un lado de la puerta que es mi soporte en días de mucho trabajo y a veces duermo ahí, las pared que está frente a la de cristal se encuentran decoradas por un par de cuadros de Van Gogh y Dalí, además de mi titulo, y otros certificados y reconocimientos, solo por detrás de mi escritorio,colgada en la pared se encuentra una fotografía que me hizo un joven estudiante de arte en Puerto Vallarta sin que yo me percatara de ello, en la foto me encuentro sentada en la arena de la playa completamente desierta, con una puesta de sol sencillamente increíble al fondo. Recuerdo que después de un rato el joven se me acercó solo para pedirme permiso de exhibir la fotografía en su proyecto final de fotografía, al ver la foto me quedé estupefacta, ese joven si que tenía talento y futuro en el arte, sin dudarlo le brindé mi consentimiento, y al mismo tiempo le solicité que por favor hiciera una copia y me la enviara a la Ciudad de México, que yo pagaría lo que me pidiera por ella, le di mis datos y regresé de mis vacaciones, un par de meses después llegó la fotografía, montada en un precioso marco de madera, con una nota de aquel joven dándome las gracias y diciéndome que era un regalo para mi, desde entonces esa obra se impone tras de mí cada día. En esa misma pared se encuentra una puerta de cristal opaco que comunica a la sala de exploración.

Tomo de un pequeño clóset una de mis batas y la sustituyo por el saco, enciendo mi laptop y programo la lista de música instrumental de fondo que suena muy discretamente, como un aliento de vida que me acompaña durante el día, y así comienza la jornada, paciente tras paciente se consume el día, Olga y yo nos tomamos una pausa de dos horas para salir a comer, ella se dirige a su casa con su familia, yo por mi parte decido ir a mi restaurante preferido, a unas cuadras del edificio, un pequeño y rústico lugar de comida italiana, regreso un poco antes de las cinco, coincido con Olga en el ascensor y así regresamos a atender a las últimas tres pacientes del día.

A las 7 pm se retira la penúltima paciente, y entra Olga al consultorio.

-Doctora, ¿me puedo retirar?

-Si, Olga, puedes retirarte, te diviertes mucho, un abrazo para tu hermana.

-Gracias doctora, solo resta una paciente, acaba de llegar, está en la sala de espera, ¿quiere que la haga pasar?

-Si, por favor Olga, muchas gracias, buenas noches.

Sale mi secretaria y yo aprovecho para modificar la lista de reproducción y se detenga en una hora, me encuentro a espaldas de la puerta de entrada al consultorio, escucho que esta se abre, y unos tacones suenan al dar unos pasos de entrada, sin voltear digo:

-Buenas noches señorita, en un momento la atiendo, si es tan amable usted de cerrar la puerta y tomar asiento, una disculpa por la demora.

-Buenas noches doctora Valencia, será un placer para mi, no se disculpe, es usted una mujer muy guapa.

Esa voz, si bien no le presté la atención que merecía podía reconocer esa voz a la perfección, era ella. Me giro y efectivamente, se encontraba de pie esa mujer de cabello castaño y piel blanca que tanto había marcado mi vida, esa mujer de la que no sabía absolutamente nada desde aquel día que me dejó con solo una nota, una nota que me había lastimado de una manera indescriptible, con unas cuantas palabras logró destruirme "Es lo mejor para las dos, no me busques. Te amo".

En ese momento deseaba que fuera solo un sueño, no soportaría que esa mujer estuviera realmente de pie, lanzándome esa mirada tan indescifrable, con esos labios tan sensualmente coloreados de carmín, no pude decir nada, esto me superaba, solo la mire con una cara de evidente sorpresa, pasaron unos cuantos segundos que me parecieron una eternidad y fue ella quien tuvo que romper el incómodo silencio:

-Que fotografía tan hermosa adorna tu consultorio, sin duda es la más bella que jamás he visto.


Hola amigos, este es el inicio de mi primer relato, espero que les guste, apreciaria mucho sus comentarios para mejorar, gracias :)