Esa señora, mi vida

La diferencia de edad no es un inconveninte cuando se ama de verdad

Me llamo Mónica, tengo 24 años, aunque mi historia comienza a mis 18 años, cuando entré en la universidad. Soy alta, 1,72 cm., rubia con melenita hasta los hombros, femenina, delgada, muy buen cuerpo, ojos verdes... no es que no tenga abuela, sino que de verdad soy linda, aunque no siempre fue así. En mi época de la niñez a la pubertad era mas bien regordeta, muy alta para mi edad, en comparación con mis compañeros de clase parecía mas bien la maestra en vez de otra alumna. No era para nada una niña atractiva, me sentía el patito feo, pero como en el cuento, a medida que crecía mi cuerpo se fue transformando, y a los 17 años ya era un precioso cisne.

Desde pequeña me di cuenta que había algo diferente en mi, no me atraían los chicos como a mis compañeritas, me atraían ellas, y mientras ellas se liaban con esa inocencia de la niñez con nuestros compañeritos, yo miraba como sueños imposibles cuando alguna me atraía. Con esa edad, impensable besar a otra chica por mas que lo deseara, al menos yo no era capaz, me daba pánico pensar que lo comentaran y que llegara, por ejemplo, a oídos de mis padres y a un rechazo de mis compañeros o profesores. Me moría, por ejemplo, por besar a mi profesora de Biología, me encantaba, era muy sexy y atractiva... pero lo dicho, yo nunca me atreví, ni el día de la graduación de bachiller, que dicha profe me siguió toda la velada diciéndome lo guapa que estaba y como le gustaría poder sacarme a bailar, o cuando alguna compañera del cole se propasaba en caricias. Llegué a la universidad siendo virgen.

A los quince años me había quedado huérfana de padres por un accidente. Mi hermana y yo nos quedamos con mis abuelos maternos. Un años después, al fallecer mi abuelo, nos trasladamos las tres a casa de una tía, donde viven aún mi abuela y hermana.

Me trasladé de ciudad para venir a estudiar, y alquilé un pequeño apartamento cerca de la facultad. Mis padres nos habían dejado la vida resuelta económicamente, así que podía estudiar sin preocupaciones de ese tipo.

Me matriculé en veterinaria. No me costó hacer amigos, sobre todo chicos, ellos son los primeros que se ofrecen para lo que gustes. Y también conocí a mi mejor amiga, Paola, una chica bellísima, de pelo largo negro, 1,70 de estatura, ojos marrones claros y un cuerpazo de infarto, estaba en mi curso y coincidíamos en todas las asignaturas, conectamos enseguida y nos hicimos inseparables, pero éramos solo eso, amigas, nunca he sentido por ella otro sentimiento mas allá de la amistad, con mucho amor y roce, pero como hermanas. Paola tenía 20 años, novio formal que se casarían terminado ese curso... y una madre espectacular.

Habían pasado tres meses desde el inicio de las clases, todo iba bien. Algún fin de semana me iba a visitar a mi familia.

Solía ir mucho a casa de Paola, vivíamos cerca, y casi siempre almorzaba con ella, pero no había coincidido nunca con la madre, Carmen, que era odontóloga. Por las fotos que había por la casa se veía que la madre era muy guapa, pero las fotos no plasmaban la realidad de su belleza. Carmen había tenido a Paola muy joven, a los 17 años, aún sin terminar el instituto, tuvo una relación con el hijo de unos amigos de sus padres que habían ido de vacaciones, los cuales se desentendieron del asunto, así que Paola nació y se crió sin padre. Los padres de Carmen siempre la apoyaron, y con la ayuda de ellos pudo criar a su hija y seguir con sus estudios. Carmen adoraba a su hija y se notaba el gran amor que ambas se profesaban.

Conocí a Carmen un viernes, Paola y yo teníamos que terminar unos trabajos y estudiar bastante para los exámenes trimestrales, así que habíamos quedado en que yo me quedaba ese fin de semana en su casa para estudiar y disfrutar relajándonos en la piscina. Y así estábamos ese día Paola y yo en la piscina, solas en la casa, la chica de servicio se había ido ese fin de semana, sólo con la tanguita y los pechos al aire. La zona de la piscina quedaba totalmente oculta a la calle o vecinos, así que estábamos totalmente a salvo de miradas indiscretas. Cualquiera se hubiese vuelto loco de poder espiarnos, éramos dos auténticas bellezas, y no se si está mal que yo lo diga, pero es así.

Carmen llegó mas temprano de lo previsto, Paola al sentirla se volvió como loca y corrió hacia ella , yo no alcanzaba a verla sino en parte, porque la hija la besaba y abrazaba con verdadero amor, lograba ver que era mas alta que la hija, y mas alta que yo también. Era preciosa. Espectacularmente bella. Pelo corto castaño claro, delgada pero bien puesta, con buenas carnes, piernas largas, senos pequeños para su estatura pero que prometían. Mi cabeza era un torbellino entre sentir admiración ante esa mujer, o el deseo que me llevaba a admirarla de otra manera.

Paola corrió hacia mi y me abrazó feliz mientras nos decía que al fin nos conocíamos, yo al sentirla desnuda fui consciente de mi propia desnudez. Paola me soltó y me empujó demasiado fuerte, debido a su alegría, hacia su madre, la cual me atajó, pues casi no me caigo, terminé totalmente estampada contra esa mujer que me tenía en una nube, su mano había pillado una muñeca mía, y me había doblado el brazo sobre mi espalda, así sin querer, atrajo todo mi cuerpo hacía ella, mis senos chocaron sobre los suyos, cuando miré hacia ella su mirada estaba clavada en mis pechos y levantó su mirada hacia la mía, ese fue el momento en que me enamoré de ella, esos ojos verdes, bellísimos, me dijeron todo en un segundo; para ambas, por lo que sentí, fue una sorpresa, como un descubrimiento de la otra, un deseo que sólo comenzaba. Mis senos respondieron a ello, y si hasta entonces se habían mantenido frígidos, ahora se desquitaron del todo, el roce ante esa mujer y esa mirada fue mucho para ellos. Nos besamos en las mejillas, ella no me soltó, sólo me separó hacía un lado, manteniendo mi brazo detrás de mi espalda, así mi pecho quedaba altivo, se fijó en ellos con disimulo y buscó mi mirada un segundo, otra vez esa descarga que me atraviesa de abajo hacia arriba que casi me hace jadear, y no mejora la situación de mis pezones, que juegan a ser el deseo de la boca de esa mujer. Su aroma me envuelve. Labios gruesos, bien perfilados, dientes perfectos... como será la caricia de su lengua... estaba perdida.

Al fin nos sentamos y nos pusimos a hablar, Carmen me comía a preguntas, yo intentaba esconder mi turbación, mis pezones jugaban al escondite con su mirada, deseaba ponerme la parte de arriba del bikini, pero me daba corte hacerlo, no quería parecer una mojigata, ella seguía interrogándome sobre todo, mi familia, estudios, gustos culinarios... Estaba mareada, me sentía muy turbada a todo lo que sentía, aunque aún hacía frío, decidí darme un baño, el agua estaba helada pero nadé un rato así las dejaba solas unos minutos. Al salir de la piscina Carmen venía hacia mi diciéndome que ya volvía, que se iba a cambiar y se quedaba con nosotras, que sus planes de fin de semana se habían cancelado. Mis senos debido al frío del agua estaban duros, derechos, los pezones al máximo de salidos, la aureola pequeña, rosadita, se veían ricos, se los mostré sin pudor a su mirada, tomó mi cara con su mano, me dio un beso en la mejilla riéndose de lo fría que estaba y siguió hacia la casa. Volví junto a Paola y me tumbé a calentarme al sol, hablando con ella y diciéndole lo simpática y guapa que era su madre. Carmen bajo al rato, descalza y sólo con una bata y una toalla, debajo de la bata iba sólo con el tanga, acompañándonos en nuestra desnudez. Que mujer, perfecta, a sus 37 años y con todo en su lugar y muy bien proporcionado, sus pechos mas grandes y bellos de lo que prometían vestida, con unos lindos pezones rosa y pequeños, que me moría por besar. Encantadora, simpática, inteligente, cariñosa, femenina. Era toda mimos con la hija, como la hija con ella, y a mi me llegaban caricias de ambas.

Ese fin de semana me uní muchísimo a ellas, pegaban mucho con mi manera de ser, me sentí parte de ellas. Mi familia no era de besos ni caricias, mas bien eran secos, y siempre me decían que yo era una babosa y besucona, así que al no ser correspondida siempre tenía esa carencia de afecto. Paola y Carmen siempre demostraban sus sentimientos con muchos mimos. Era maravilloso sentirme tan querida. Me sentía parte de ellas, una mas, pero sin saber definir en que lugar, pues a Carmen no la veía como se mira a una madre, me gustaba esa mujer, me encantaba. Nos hicimos inseparables, mientras estudiábamos íbamos con los preparativos de la boda, las tres juntas para casi todos lados, y nos lo pasábamos divino.

Me enamoré locamente de Carmen, nos habíamos echo amiguísimas, nos contábamos todo, o casi todo, ni pensar en decirle lo que sentía, ni siquiera cuando sentía que ella me coqueteaba, o notaba su mirada de deseo. Éramos expresivas en nuestras tactos, nos abrazábamos mucho, nos besábamos con falsa inocencia las manos, la frente, las mejillas y hasta el cuello, era en esos momentos cuando sentía su pasión, como cuando me pillaba de espaldas y me abrazaba y metía su cara en mi cuello y me olía y besaba, en esos momentos sentía temblar su cuerpo al mío, y yo me entregaba a su deseo, me dejaba querer, pero siempre escondiendo mi deseo real, siempre con ese miedo presente a confesar lo que sentía, como cuando era niña. Sabía perfectamente lo que era, asumía en mi interior mi homosexualidad, pero no era capaz de asumirlo, de contarlo a los demás, por mucha confianza que me inspiraran, siempre el pánico a sentirme rechazada. Me sentía muy mal por no tener la valentía, de al menos, contarle mis verdaderas tendencias a Paola, pero mi pánico a un rechazo era mayor.

Así pasaron otros tres meses, íbamos a comenzar con los exámenes del segundo trimestre. Todo era perfecto, todo era bello, me sentía inmensamente feliz. Mi abuela y mi hermana habían venido varios fines de semana, y Carmen no permitía que se quedaran en mi apartamento, las instalaba en su casa, y a mi me tenía una habitación, que la llamaba la habitación de Mónica. La casa tenía cinco habitaciones, cuatro de ellas con baño completo y bastante amplias. Yo intentaba no abusar y no quedarme tanto, pero Carmen insistía mucho, sobre todo esos fines de semana que Paola se iba con Javier, y a mi me encantaba levantarme por las mañanas y verla. Ese momento era demasiado tierno, cuando me abrazaba suave y ambas nos fundíamos en ese abrazo, nos olíamos el cuello, los hombros, ese suave olor del despertar que me hacía casi perder el sentido. Solía tomar mi cara con una de sus manos y pasar lentamente el pulgar por mis labios, yo siempre esperaba su boca, al final, yo misma me mordía el labio con suavidad. Mi deseo por ella era intenso, deseaba estar con ella todos los minutos de mi vida, despertarme con ella envuelta en sus brazos, sentirla a mi alrededor, tocarla, respirarla, acariciarla las 24 horas del día, formar parte de su ser, entrar en ella para no irme nunca mas.

Carmen empezó a cambiar conmigo, me esquivaba si podía, contestaba muy poco a mis llamadas, si lo hacía era de manera fría y no respondía las que dejaba perder. Yo estaba que me volvía loca, no sabía que pasaba, si era por algún problema de ella o que yo le había causado algún daño, alguna ofensa. No comprendía, cuando le preguntaba de respuesta obtenía sólo silencio y su mirada se perdía, no me miraba a los ojos. Mi tristeza crecía, no podía estudiar, ni comer, no me apetecía salir, ni ducharme. Quedaba con Paola para estudiar y por la noche me devolvía a mi casa mas depresiva de lo que salía. Carmen no cambiaba su actitud conmigo, y Paola lo notaba, intentaba acercarnos sin éxito, Carmen era un muro infranqueable. Aprobé el trimestre por Paola, que me arrastraba y no me dejaba caer, yo no lo sabía, pero también tenía la misma lucha con su madre, nos levantaba a las dos sin que la otra lo supiera. Los estudios, atender al novio, los nervios y preparativos de la boda con mil cosas por hacer, los exámenes y levantando a dos locas depresivas, y sin quejarse, tuvo aguante la chica, si señor.

Un sábado de esos, me llamó Paola temprano para que le acercara unos apuntes que le tenía que dar, que me acercara yo en la moto que así era mas rápido por el tráfico. Me duché y me acerqué a su casa; al llegar estaba Paola con Javier esperándome dentro del coche, nos saludamos y al rato Paola se disculpó con Javier y me llevó aparte, me dijo que ya estaba harta, que la situación era insostenible, que fuera lo fuera que pasaba entre su madre y yo esperaba que lo resolviéramos hoy mismo, para bien o para mal, que su madre llevaba cuatro días en cama, sin siquiera ducharse, que la había obligado y ayudado hoy, que la tristeza la estaba matando, que lloraba mucho, y que mi estado era tan lamentable como el de ella, que estaba claro que este distanciamiento no lo llevábamos bien. No había querido preguntarnos nuestras razones, ni nosotras habíamos echo el intento por contarle, así que nos tocaba resolverlo a nosotras, que ahora subiera hasta la habitación de su madre y que entrase. Yo no dije palabra, caminamos hacia la puerta, me abrazó fuertísimo, me besó dulcemente y mirándome a los ojos me dijo que recordara siempre que en su vida existían tres mujeres que eran el amor de su vida, y dos de ellas éramos su madre y yo, la otra su abuela, que nos amaba por encima de todo lo demás, y lo dijo de verdad, de corazón. Me llamaría el domingo o pasaría por mi casa a ver si quería contarle.

Entré y Paola cerró detrás de mi. La casa estaba sola, no se escuchaba ni un ruido. Mientras subía hacía la habitación de Carmen mi cabeza era un torbellino, me temblaba todo, mis pensamientos iban de lo dicho por Paola y lo que le diría a Carmen cuando entrase. ¿Sabía Paola que amaba a su madre mas allá del amor que nos profesábamos las tres? ¿Se daría cuenta de los de su madre? ¿Por qué si no estaba así? ¿Le diré lo que siento o seguiré callándome todo esto que siento por ella? ¿Y si me echa para siempre de su vida? Tenía ganas de salir corriendo hasta caer desfallecida, hasta perder el conocimiento, estaba aterrada bajo mis propios miedos. Mi amor por Carmen y mi fidelidad por Paola me lo impedían. Tenía que entrar en esa habitación y atenerme a las consecuencias, Paola tenía razón, nuestra actitud no nos llevaba sino al dolor. Ya estaba tocando la puerta, las piernas casi ni me sostenían, dijo entra, pensando que era la hija. Entré, encendí la luz, estaba tumbada en la cama, boca arriba, con la mano apoyada en su frente, era tan bella, los ojos hinchados de haber llorado mucho, tapada con una gruesa manta y el aire acondicionado a tope. Mi corazón latía desbocado.

Al verme pude ver en sus ojos una tenue alegría, los cerró y tapó con su antebrazo, me preguntó que hacía ahí... le dije que teníamos que hablar, que el aire acondicionada estaba muy fuerte y fui y lo bajé; me dijo que me fuera, que no teníamos nada de que hablar, eso me rompió por dentro, me dio mucho sentimiento escucharle eso, no era propio de ella, me dolió mucho. Logré contener las lágrimas, pero ya estaba rota. No le hice caso y me acerqué a ella para sentarme a sus pies, ella se giró de medio lado, dándome la espalda, y con rabia me dijo que me fuera, que no me quería ahí, que por que no me iba de una vez, yo seguía de pie , intentando no romper a llorar, me estaba echando de su vida, sentí morir la mía. Volvió a gritarme por que no te vas? Y yo, rompiendo a llorar, yéndose mi vida en ese llanto le dije que porque la amaba. Ni yo me di cuenta de lo que había dicho pasados unos segundos. Ella se quedó inmóvil , yo con la voz ya completamente rota por el llanto y el sentimiento comencé a decirle a decirle todo lo que sentía por ella desde el primer día que la conocí. No me dejé nada, ni mi deseo, mis miedos, mi sufrimiento sin ella, la soledad de mi alma, cuanta necesidad tenía de ella, de sus miradas, su aroma, sus mimos y caricias. Ella se giró y me miraba tumbada desde la cama, yo de pie bañada en lágrimas. Corrí al cuarto de baño a sonarme y lavarme la cara. Volví a su lado aún llorando a mares, se levantó en silencio, se acercó a mi, levantó mi cara a la suya con sus manos y mirándome fijamente, con lágrimas en sus lindos ojos me dijo que lo que ella hiciera ahora dependería nuestro futuro, que estábamos en ese momento en que podíamos cambiar ese futuro, que tenía que estar muy segura de mis sentimientos.

Empezó a besarme los ojos, a comerse mis lágrimas en cada beso, que aún no paraban de salir a mares. Mientras me besaba los ojos, la cara, el cuello por donde corrían esas lágrimas, me iba diciendo lo que sentía ella, sus sentimientos eran los mismos, me amaba locamente desde que me conoció, y ese amor fue creciendo, mientras mas me conocía mas me amaba, pero que ella era muy consciente de la edad, me llevaba veinte años, era menor que su propia hija, y me besó en la comisura de los labios, me fallaron hasta las piernas... yo tenía miedo a moverme, a respirar, no fuese que ese momento se desvaneciera, siempre con ese terrible temor a acariciarla y ofenderla... siempre mis temores.

Ella me amaba tanto como yo a ella, pero se le hacía imposible de conciencia amarme así, que había intentado arrancarse ese amor, luchaba contra el, imaginando que yo no la amaba para hacerlo mas fácil, intentaba verme como a su hija, por ver si ese sentimiento lo había confundido, pero se dormía soñándome y despertaba igual. Pero que todo su esfuerzo era inútil, me necesita en su vida. Yo le decía que la extrañaba, que sin sus caricias y mimos ya no podía estar, que no me sacara de sus vida, la necesitaba como al aire, era mi vida, sin ella estaba marchita, que ella sabía cuan mujer era, que me había sentido debajo de sus caricias, como me sentía ahora. No me importaría no tener nada con ella siempre me siguiera queriendo como había hecho hasta ahora, que me mimara y me protegiera nada mas, pero que no me condenara a estar sin ella. Tomó mi cara con su mano, levantó, levantó el pulgar, luchó con el, y al final lo pasó suave y lento por mis labios y mirándolos fijamente se acercó y posó sus labios en los míos, me besó apenas en un susurro, tomó mi cara con ambas manos y siguió besándome los labios con pasión contenida, su boca temblaba al contacto con la mía, besaba por partes, me pillaba el labio inferior y lo mordía suavemente, se iba a la comisura me besaba con pasión, pasaba su lengua por ellos, yo gemía abandonada en sus brazos, al fin su boca abrió la mía y nos fundimos, nos besábamos con mucha ternura, disfrutándonos como nos merecíamos, después de tanto aguantar, no parábamos de decirnos frases bellas de amor, las ganas que nos teníamos, nuestras manos nos recorrían todas, la espalda, el cuello, los senos, la cara. No quería que pasase ese momento, solo quería que se detuviera el mundo mil años para quedarme así, arropada en sus brazos, bajo sus caricias y besos. Así pasamos mucho tiempo, de pie, envueltas en nosotras mismas, fundiéndonos en una, diciéndonos frases de amor.

Mi cara estaba hinchada por el llanto y tan trancada de nariz que no podía respirar. Carmen me llevó de nuevo al baño y entre besos y mimos me refrescó la cara, me sonó la nariz, mojó mi frente para aliviar mi dolor, y me decía que era su niña, una niña a la cual amaba, me hablaba del dolor y del sufrimiento del amor.

Bajó a la cocina y me subió una coca cola. Me llevó a su cama, nos tumbamos en ella, yo metida entre sus brazos envuelta en su aroma, bajo sus caricias y besos. Ya estaba a mil, sólo deseaba que me desnudara y me hiciera de ella, desnudarla y conocer sus encantos. Ya bastaba de tantos miedos. Así se lo fui diciendo al oído, que me tenía, que era de ella, que me tomara ya, que toda mi inocencia era para ella, que explorar que tenía para ella. La pasión la pudo, comenzó a desvestirme, quitó mi camisa sacándola por mi cabeza, mis senos quedaron libres, hinchados, con los pezones majestuosos, los tomó con ambas manos, yo me estremecía de placer ante su tacto, sus manos los palparon, sus dedos los recorrieron, y su boca se posó en uno de ellos, lo besó, pasó su lengua por el, lo mordisqueó suave, pasó al otro, yo no paraba de gemir ante ese placer, subía por mi cuello y me iba besando mientras me decía lo rico que estaban, las ganas que tenía de probarlos, y me besaba con pasión diciéndome que era su vida.

Yo le quité la bata y después el camisón, quedó sólo en braguitas, me pegue a ella besándola con pasión, diciéndole lo rico que era estar así, lo que me hacía sentir, y la besaba, la besaba sin fin, tomé sus preciosos senos en mis manos, los recorrí a besos y hundiéndome en su olor, metí sus pezones en mi boca, los chupaba, lamía y mordía suavemente, con miedo a dañarla.

Me quitó el pantalón del chándal y hundió su nariz en mi sexo, aún con las braguitas, dio un rugido, me quitó las bragas, me abrió de piernas, se tumbó frente a ellas y metió sus brazos debajo de mi tomándome por las caderas, yo le dije que me dejara lavar, que aún no, pero ella me miró con cara de loca y me dijo que ni lo soñara, que todo eso era de ella, estaba muy excitada y yo también estaba empapadísima. Pasó su lengua por todo mi sexo, yo me estremecí de punta a punta y me arqueé, Carmen rugía diciendo que eso estaba muy rico, que cómo podía ser, que estaba divina, me pasaba la lengua tan rico, lo estaba disfrutando tanto que a mi me hacía sentir tanto placer de todo lo divino que me iba diciendo que estaba, pasaba su lengua entre mis labios con suavidad, me chupaba el centro buscando mas de mis jugos que beber, y yo la complacía a chorros, estaba muy excitada, todo era rico, y mas al saber que era la primera vez que mantenía relaciones, todo era la primera vez y era para ella.

Ella me decía que era una divinidad saber que las suyas eran las primeras caricias, las primeras sensaciones en mi cuerpo, y yo le decía que porque venían de ella, que era ella quien me hacía reaccionar así con tanta entrega y amor. Me corrí un par de veces en su boca, ella subía a mi boca diciéndome que probara mi divinidad, y nos besábamos y nos miramos a los ojos diciéndonos todo con la mirada, sabiéndonos la una de la otra. La tumbé de espaldas y empecé a besarla suavemente por la cara, bajé por su cuello, por sus senos jugando con ellos un rato, su barriga, vientre, llegué a su sexo, pasé mi mano por el y estaba empapado, la abrí y acerqué mi boca a su deseado y soñado sexo, rugí también de placer al saborear sus fluidos, que ricura, la limpié toda, la saboreé y ella me iba diciendo que se lo comía rico, que siguiera en el, yo lo abrí y lo admiré, pasé la lengua suave para sentir sus puntos mas sensibles, besando sus labios y recorriendo todo su sexo acariciándolos con mis labios, mi boca y lengua lo disfrutaban, atrapé su clítoris y empecé a succionarlo cada vez mas fuerte, la sentía jadear y retorcerse en mi boca, quería sentirla explotar en mi, para mi, por mi, me iba diciendo cuanto me amaba, lo linda que era... mis dedos buscaron su cueva, empecé a meter un dedo, suavemente, explorando por primera vez una mujer, intentando hacerlo perfecto, ella me pedía que se lo metiera mas, yo lo hacía lentamente, me pidió que metiera otro, era delicioso sentirla así, entregada, su calor en mis dedos disfrutando de mi amor. Ella guiaba mis dedos marcándome el ritmo, mientras mis labios no soltaban su clítoris que cada vez chupaba con mas intensidad, la sentí ponerse tensa, metió mis dedos en ella hasta donde daban y los mantuvo dentro de ella mientras explotaba en un rico orgasmo jadeando mi nombre varias veces... me la comí toda, saboreé todo su néctar y la besé completa, la giré y me afané en su espalda, besando todo su cuello, espalda, nalgas, muslos, pies, toda ella me la comí, ella se retorcía de placer ante mis caricias y palabras, abrí sus nalgas y besé su ano, lo recorrí todo con mi lengua y se la metí haciéndola gritar de placer. Todo esto superaba a mis sueños. Se incorporó y me tumbó de espaldas, se tumbó sobre mí, me besaba la boca con tanta pasión, era todo tan suave, tan delicioso, con sus piernas abrió las mías y bajó y su boca se instaló de nuevo en mi sexo. Me comía ricamente y me decía con pasión que era de ella, su lengua entraba rico en mi, la sentía revolverse dentro con ardor. Yo le pedía que me penetrara con sus dedos, que deseaba sentirla dentro. A lametones llegué al orgasmo, y con mucha suavidad comenzó a penetrarme con un dedo mientras me miraba mostrándome su pasión, volvía a pasar su lengua y a besarme mi sexo, así fue entrando poco a poco en mi, era la primera vez, estaba totalmente entregada a ella, ella se preocupa por si me dolía, pero yo sentía únicamente placer, imposible que me dañara con tanta suavidad y amor que había en ese acto,, me iba diciendo lo rica que estaba y como la ponía verme gozar por ella y para ella, la que me hacía mujer con sus manos, atrapó mi clítoris con sus labios y lamía suavemente, hasta que terminó chupando cada vez mas intensamente, me vino el orgasmo suavemente y estalló fuerte, no pude aguantar gritar fuerte de placer. Sacó su dedo lleno de mi flujo y lo metió entre mis nalgas, su boca me limpiaba y lubricaba mi ano a la vez, su dedo comenzó a jugar en el, abriéndose paso solo con la puntita, se sentía riquísimo, ella siguió comiéndome y buscándome otro orgasmo, que me vino enseguida, sentí sus dedo entrar un poco mas mientras estallaba en el orgasmo. Me dio la vuelta y me comió toda. Ya era de ella.

Yo había llegado a su casa a las 11 de la mañana, ahora eran las 9 de la noche, nos habíamos amado sin importarnos el comer o beber... no necesitaba nada mas sino estar en sus brazos, envuelta en sus besos mientras me hablaba y me contaba de su vida y de alguna noviecita que había tenido. Nos olvidamos de todo que no fuéramos nosotras y nuestro amor... Nos duchamos juntas y después bajamos a la cocina a comer algo. Estábamos felices, bellas, con la piel aún sensible a los roces de nuestros cuerpos.

Al llegar a la cocina nos sorprendió Paola, no la esperábamos hasta el domingo, estaba sentada comiendo queso y con una copa de vino. Nos miró a los ojos, se levantó y nos abrió los brazos a los dos y nos estrechó en un abrazo común, en sus ojos había tanta alegría. Nos dijo que nos sentáramos, que seguro estábamos muertas de hambre y con muchas cosas que contarle. Sacó y picó mas queso, chorizo, lomo, serrano, nos preparó una rica tabla de embutidos y nos sirvió vino y mucho pan, mientras nos contaba que se había enfadado con Javier y se había venido, que en realidad estaba mas pendiente de nosotras que de él, y que por eso había sido el enfado.

Se sentó frente a nosotras en la barra, y nos dijo que si por fin le íbamos a contar, nosotras nos miramos sin saber que decirle, como comenzar a explicarle de todo nuestro amor, era algo que ya no podíamos esconder, al menos con ella, nos conocía demasiado bien y estaba claro que ya no podíamos ocultarlo, estaba escrito en nuestra piel, en nuestras miradas, era mas que evidente, pero no nos salían las palabras, solo la mirábamos y nos sonreíamos, y nos mirábamos nosotras con tanto amor... Habló ella. Se había dado cuenta de nuestra atracción, desde hacía tiempo sabía de nuestros sentimientos, a ella le había costado aceptar la homosexualidad de su madre, que se había dado cuanta desde pequeña, cuando salía con la odiosa de Teresa. Carmen me tenía agarrada de la mano, nuestros dedos estaban entrelazados y Paola nos seguía hablando. Desde que me conoció le gusté, y al notar en mi un rechazo en cuestiones de sexo con los chicos, se dio cuanta que yo también podía serlo, y que al ver lo bien que nos llevábamos nosotras dos, soñó con que esto pasara, así que ella estaba tan feliz como nosotras, que no conocía a nadie mejor para su madre, ni nadie mejor que su madre para mi. Que nos amaba con adoración, que su felicidad era inmensa con solo ver el amor en nuestras miradas, nuestros ojos no podían engañarla aunque nuestras bocas fuesen incapaces de soltar una solo palabra para saber que todo era puro, que nos amábamos de verdad.

Al otro día me mudé a su casa. Nuestra vida es casi perfecta. Han pasado cinco años, y nos seguimos amando como la primera vez. Ella es mi vida, mi todo. Este año terminé la carrera. Carmen y yo nos tomaremos un año sabático para viajar. Después y por petición de ella me matricularé en medicina.

Paola al final se casó con Javier, y se divorciaron a los dos años. No entendía nuestro trío. Nunca aceptó esa unión que tenemos, y mucho menos la de Carmen y yo. Se sentía fuera de lugar, y nunca hizo el intento por hacerlo. Le puso a Paola un ultimátum, de ellas o yo, y no salió elegido.

Hace dos años que Paola sale con un chico encantador, a este tenemos que echarlo de casa porque le encanta estar con nosotras. Nos acepta, nos adora y ama a Paola con locura.

Carmen tenía razón, el amor también es dolor, nuestra diferencia de edad aunque nunca a dañado nuestro amor, si nos ha traído algún que otro dolor de cabeza...sus amigos, los míos, la familia, tener que esconder la mayoría de las veces todo este sentimiento no es fácil. Siempre se sufre... pero el despertarme cada día envuelta en su aroma, bajo sus caricias y besos compensa todo lo demás.

No me importa derramar lágrimas siempre que sus labios estén ahí para acariciarlas.

FIN