Esa noche simplemente debía ser especial

Esa noche simplemente debía ser especial, todos mis esfuerzos se centraron en tratar de lograrlo. Con el paso del tiempo pude descubrir que así fue.

Esa noche simplemente debía de ser especial, algo diferente con la que pudiéramos alejarnos de la rutina en la que nos encontrábamos inmersos esos últimos meses. Día a día fui dando a luz a mi idea. Realmente no soy muy ingeniosa, quizás todo lo que haga sea una repetición de pequeños detalles que ya nos hayan acompañado en algún momento de nuestras entregas, pero esta vez me sentía diferente, pasional en exceso, nerviosa a la espera de tu reacción, quizás algo desconcertada.

No veía que la semana avanzara, la lejanía del sábado me lo hacía inalcanzable. Cada pequeña adquisición que conseguía para nuestro día me impacientaba más, y me costaba horrores encerrar la calentura que iba in crecendo cuando a cada noche me abrazabas. Sentía la exhalación de tu respiración en mi cuello, esos rítmicos suspiros acompasados que se tornaban la llave que abre la caja de Pandora de mis fantasías. Juro que saqué fuerzas de voluntad de donde no las tuve para no entregarme a ti. Tú no entendías, confuso proseguías con tus caricias que me martirizaban, el tacto de tus dedos era un castigo que a cada noche que se avecinaba al sábado aumentaba de intensidad. Tus labios en intentos furtivos de encontrar los míos, y no para juntarlos por el mero hecho de muestra de cariño de uno hacia al otro. Esos labios tuyos fueron los que más me hicieron sufrir la espera.

Tus besos aquellos días rozaban la lujuria, ansioso ante el desconocimiento de mi plan intentabas hacerlos la máxima expresión de tu estado de ánimo. Siempre probabas a engañarme, comenzabas con un ligero roce de nuestras bocas para alejarte unos centímetros en búsqueda del cruce de nuestras miradas. Pareciera que al mirarnos en ese momento tan íntimo uno pudiese ver la inmensidad del alma del otro, que nada quedara oculto para nuestro amado. Luego solías acariciarme la mejilla o entrelazar tus dedos a mi pelo. Siempre mirándome a los ojos, para que pudiese observar ese cambio en tu mirada, el paso de ternura a pasión; tu segundo beso siempre era un tanteo, como una avanzadilla que exploraba cual era mi estado de ánimo, intentabas conocer mi predisposición a la entrega. En este siempre algún mordisco furtivo que apresaba mi labio inferior solía ser la antesala para el tercero en el cual ponías todo tu arrojo, con el que me distraías mientras tus manos recorrían todas las formas de mi silueta.

Crispada, sólo podía entregarte una sonrisa, te quería ansioso para ese día. Aunque mis penas las debiera aliviar en soledad con la única herramienta de mi sutil mano que se alejaba tanto en naturaleza y tacto de la tuya; si bien lo prefería así. Comprendo que a veces no me entiendas, si te he de ser sincera yo tampoco lo hago, deseaba entregarme a ti, deseaba arrancarte la camisa y arañarte todos los pectorales mientras clavaba mis dientes en tu yugular, tantas cosas deseaba hacerte. Aunque llevemos ya mucho tiempo juntos aún sigo excitándome sólo al verte dormir desnudo cubriendo algunas partes de tu cuerpo con la sábana. No me arrepiento de haberte elegido, tú eres mi alter ego, mi otra mitad, esa que se ensambla a mí y forma la parte única y perfecta.

Lo peor llegó el viernes, al regreso de nuestras obligaciones, se te notaba molesto, enfadado a la par que susceptible; no entendías mi rechazo de toda la semana. Quizás te haya malacostumbrado, o mejor dicho ambos hemos ido adquiriendo unas costumbres por las que resultaba obvio tu enfado. Te encontré recostado en el sofá, solo esos jeans cubrían tu cuerpo, te mostrabas tan sugerente. Al verme aparecer en el salón me mostraste una pequeña mueca, apenas una sonrisa. Me llamaste, y dejaste un hueco pequeñito para que me sentara inclinando mi espalda hacia ti. Agradezco tanto la paz y tranquilidad del hogar después de una dura jornada laboral. Quizás por ese motivo aún no haya hecho caso a todas las insistencias tuyas por tener un niño. Me encantaba oírtelo sugerir, pese a que siguiese pensando que no era el momento justo, me faltaba disfrutar mucho más de ti, aunque tu insistencia la encontrara enternecedora. Todos esos planteamientos que ideabas, esos planes en que nos inmiscuías, ese futuro que tú pensabas y que sólo compartías conmigo. Por eso decidí que quizá ya hubiese llegado el momento.

Esta semana he dejado de tomarme la píldora, aún no he querido comentarte nada. Es una sorpresa y la guardo celosa para el reposo que nos espera después de nuestra entrega de mañana.

Las caricias de tus ásperas manos sobre mi cuidada piel y mi cansado cuerpo son gratamente recibidas. Me ofrecían un contraste que me erizaba los sentidos, el mero hecho de poder compartir este momento contigo en nuestro remanso de paz era tan gratificante. A veces dudaba, quizás deberíamos esperar más tiempo todavía, somos jóvenes. Tú rondas los treintaiuno y yo soy un par de años más joven que tú. Agradezco que esta semana no hubieras tocado el tema, quizás hubieses podido notar algo diferente en mis respuestas, algo distinto que te hubiera permitido tener alguna sospecha, pero no ha sido el caso.

La cama era bien recibida, ya sólo quedaban horas, espero que tu insistencia esta noche no me venza. Esa noche era yo la que se recostaba sobre tu espalda abrazándote, me gusta sentir que todavía sigues cuidándote y no encontrar ápice alguno de la desgana con que otros se abordan al matrimonio. Gracias a eso, mañana tendré tiempo. Aprovecharé tu salida al gimnasio después de comer para preparar todo; espera mi amor, sólo son horas, unas cuantas horas. Noté como mis párpados dejan de oprimir resistencia al cansancio, lentamente la oscuridad de la habitación se iba viendo más acentuada, me vencí al reposo. Mañana será el día.

Los rayos de sol se van colando furtivos por la ventana, tanteo la cama y la noto demasiado amplia, ya te has despertado; los números rojos del reloj me muestran que pronto serán las doce. Ese maldito invento que se encarga de fastidiarme todos mis despertares, los fines de semana y festivos me agrada al comprobar el paso del tiempo durante mi reposo.

El agua de la ducha me devuelve al momento a la realidad. Hoy es sábado, debo prepararlo todo. Disfruto el caer de esas gotas de agua pulverizadas por todo mi cuerpo, me revitaliza. El agua está llena de vida y todo aquello que toca lo impregna de ella. Frente al espejo cepillo mi pelo, me gusta observarme tranquila, hacer que el tiempo se detenga mientras separo mis cabellos de la humedad que los envuelve. Hoy presto una especial atención a mi barriga, quizás ya nunca vuelva a estar como ahora, tersa, estirada, puede que algo blandita aunque sé que a ti te gusta, pero ¿Y después? ¿Te seguiría gustando?

Me pongo una bata azabache de lino, me siento lozana, fresca. El olor del guiso se cuela furtivo en la habitación, ya llevas tiempo cocinando. Por el aroma puedo identificar alguna variedad de asado aliñado con algo de romero, mi boca reacciona al instante ensalivando todo su interior. Agradezco tanto el sabor de una grata comida a la que me veo vetada durante los días del trabajo.

Comemos tranquilos, a los rayos de sol que nos bañan en la azotea, sabedores de ninguna obligación. Nuestra charla deriva en asuntos mundanos que no habíamos tenido tiempo de comentar a lo largo de la semana. Divertidos nos escuchamos el uno al otro los recuerdos de las anécdotas del día a día. Un café endulzado con azúcar de caña y servido con la compañía de varios cubitos de hielo pone fin a nuestro almuerzo. Tranquilos recogemos todo y mientras lavas la loza, yo furtivamente aprovecho para meterte una nota escondida en la bolsa de deporte que utilizarás para el transporte de la muda después de tu sesión en el gimnasio, una nota que dice:

"Un regalo te aguarda.... te espero ansiosa, no me hagas esperar."

Apenas era una cuarta parte de un folio, pero mi caligrafía parece que lo agrande más de lo que en realidad es.

Después de organizar la cocina y cambiarte de ropa tomas tu bolsa para marcharte, no sin antes darme un fugaz beso de despedida y una tonta cachetada en mi trasero que sólo consigue cabrearme.

Ya sola, comienzo la tarea, sabedora de que poseo unas dos horas y algo. Intento apresurarme todo lo que puedo. Lo primero que hago es meter en la cadena de música un Cd de canciones que había preparado para la ocasión, todas aquellas canciones que habían marcado alguno de nuestros momentos se encontraban ahí, canciones como: "Wicked Game", "The Spy", "Arms of Orion" o "Pavane" de Ian Andersson la cual fue música de fondo durante nuestro enlace. Intenté no olvidar ninguna, pero llevamos mucho tiempo juntos y alguna siempre faltaría.

Dejo el telecomando en la mesita de noche, sustituyo las sábanas de la cama por unas de seda negra que conjugarán a la par con mis oscuros cabellos y harán resaltar especialmente mi biancheria avorio . Construyo un estrecho sendero que va desde la entrada de la puerta hasta el acceso al dormitorio limitado por pequeñas velas que aún no me dispongo a encender. Ya en la estanza coloco solo cuatro, cada una cercana a las esquinas del lecho. En un quemador introduzco unas gotas de una esencia herbal para que inunde la cámara con una fragancia fresca.

Una cubitera llena de hielo enfriaría una botella de: " Ferrari Brut Rosé " y dos copas. En una esquina de la habitación se encontraba un artilugio que había comprado por internet, su objeto es recrear un cielo estrellado sobre el techo, una noche de verano, esa en la que ninguna nube se interpone en la visión de toda esa inmensidad y en la que reina poderosa una gran luna llena. Enciendo el climatizador a una temperatura de unos dieciocho grados, quiero una sensación de frío, que el calor de nuestros cuerpos sea el único de la habitación.

Una vez ambientado todo, decido centrarme en mí, vuelvo a ducharme, esta vez con más detenimiento, me enjabono el cabello con un shampoo de fragancia a almendra, y el cuerpo con un gel de distintas variedades de hierbas. Con tranquilidad me seco el pelo para recogerlo en un moño chino que se sostiene gracias a dos palillos entrelazados en forma de aspa. Me coloco unas braguitas blancas con flores bordadas, que dejan ver gracias a su transparencia mi sutil línea de vello más íntima que corona mi sexo. Luego me enfundo un camisón a juego también con pequeños motivos florales de una tonalidad más perlada. Decido no optar por utilizar sostén, quiero que veas mis sonrosados pezones translucirse a través de la tela. Perfumo mi cuello con esa colonia que ya tanto tiempo atrás me regalaras, esa con la que intentabas comprar mis primeros besos; sensaciones olvidadas de inocencia embriagarán tus pensamientos al olor de aquella fragancia.

Descalza procedo lentamente a encender vela a vela, veinte minutos gasto en prenderlas, cuando llego a la habitación y estoy encendiendo las últimas cuatro, una repentina idea pasa por mis pensamientos. Sin dudarlo cojo otra candela, esta mucho más grande que las anteriores y la dejo encendida en la mesita de noche cerca del mando a distancia del estéreo. Por último escondo debajo de la almohada una carta mucho más elaborada que la anterior. De papel amarillento que se asemeja al pergamino, doblada en tres pliegues y en la que se puede leer en el encabezamiento: "Por ti, por mí."

Después de todo preparativo decido acompañar la espera con ese amigo que te desagrada. Un cigarrillo me hace evadirme un poco de los nervios y el continuo observar al lento paso de los minutos en el reloj. Ya hace casi tres horas de tu marcha y aún no das señales, quizás no hubieras leído la nota. Tantas cosas me vienen a la cabeza, ansiosa devoro el segundo cigarro. Intento calmarme, lo apago y voy al baño para lavarme los dientes. Aunque sé que no te importa el sabor de noches de insomnio y nerviosismo en mi boca fruto del tabaco, esta tarde lo quiero todo perfecto.

El tintineo de las llaves contra la cerradura coincide con mi reacción de encender la música y tumbarme en la cama. El golpe de la puerta contra el marco me retorna a la realidad, ya estás aquí, me hubiese gustado ver tu cara al encontrarte el umbral iluminado que conducía hasta la habitación. Tus pasos no se oyen, fruto de la música, que en estos momentos entona "Goodnight moon". De repente apareces en el umbral del cuarto, ahí estás con unos pantalones tejanos, una camisa negra entallada que te hace resultar un poquito más joven y portando una rosa roja. Una tonta sonrisa se refleja en tu rostro, mezcla de duda y felicidad, rápida me alzo, antes de que digas palabra alguna te silencio poniendo mi dedo índice sobre tus labios.

Sabiéndome controladora de la situación olisqueo la rosa tranquilamente, su aroma me refresca, la dejo reposar en la cómoda que es lo más próximo que encuentro. Aproximo tu rostro al mío para fundirnos en un apasionado beso cogiéndote de la barbilla,. Lentamente nuestros labios van abriéndose poco a poco para dejar paso a nuestras lenguas que juguetean nerviosas. Te alzo la malleta haciéndola pasar sobre tu cabeza, para luego tirarla a un lado. Cuando ya estás preparado para desabrocharte el cinturón te abofeteo la mano, no quiero prisas, tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutar este mágico momento.

Entrelazo tu mano a la mía y te guio hacia la cubitera, desprendiéndome de tu tacto, cojo la botella con mi mano menos diestra para descorcharla con la otra, tu mirada me vuelve a minutos más nerviosa, a duras penas consigo abrir el vino. Tomo las dos copas y con el trapo que cubre la cubitera seco las gotas de agua, dejándolas sobre el tocador. Lentamente lleno una y después la otra. Te ofrezco una copa, rápido la aceptas e imitándome en mi acto de levantarla pronuncias mis mismas palabras:

-Por ti, por mí.

-Por ti, por mí.

A penas me enjuago la boca con el vino, sin embargo tú bebes sediento. Quizá los nervios te hayan secado la garganta. Fijamente te escruto mirándote, si mi mirada pudiese desnudarte para luego comerte lo haría. En esta ocasión son tus labios los que buscan los míos, el beso es más dulce, ya no desprendes la pasión de días atrás, es como si la situación te sosegara y te rindieras expectante a lo que nos aguarda. Agarrándome a tu cintura te voy atrayendo paso a paso al filo de la cama, eres como un adolescente nervioso ante su primera vez. Con mucha tranquilidad te desabrocho el cinturón para lentamente después ir quitando botón a botón del cierre de tus pantalones.

No te dejo sentarte en la cama para que te los quites. Soy yo la que arrodillándose los hace descender sobre tus piernas, las sandalias que calzas no representan obstáculo alguno para verlos desprenderse de tu cuerpo. Un mordisco furtivo se me escapa yendo a parar a tu muslo izquierdo, el tacto de tu piel sobre mis dientes me hace aumentar la intensidad de mi mordida más y más hasta que siento como tragas aire para no emitir sonido alguno. La visión de tus bóxers blancos me gusta, ambos hemos escogido el color de la inocencia pese a que tú desconocías todo. Me levanto y pegándote un empujón brusco caes sobre la cama. Tu blanca piel resalta tanto frente al fondo de la seda negra. Mirándote con lascivia me quito uno de mis palillos arrojándolo a un extremo, con el otro sin embargo decido hacerlo con más calma. Tu respiración acompasada y tu boca abierta me muestran lo realmente excitado que te encuentras. Cuando el último centímetro de madera deja de estar en contacto con mi cabello, siento como este de golpe cae en cascada hasta golpear en su caída y frenarse en mis hombros. Con un repentino giro de cabeza lo acomodo y me abalanzo gateando sobre la cama hacia ti.

El primer contacto que sienten mis manos son tus tobillos, lentamente voy subiendo mi mano hacia tu pelvis dejando como marca del camino andado las huellas de mis uñas al arañar tu piel. La única prenda tuya que me separa de poder observar y sentir tu piel desnuda, esos bóxers blancos impolutos que pronto pasarán a cubrir una porción del suelo. Introduciendo un dedo de cada una de mis manos los dejo ir deslizándose suavemente cintura abajo, tu miembro salta y parece no sentir el frío ambiente de la habitación cosa que tus pezones si notan. Una vez desnudo decido sentarme sobre tus rodillas y expulso de mi cuerpo el camisón, para poco a poco ir equiparándome a tu desnudez. Tu mirada refleja como la pasión nos va tomando mientras observas el tintineo de mis senos con mis movimientos. Dejándome escurrir sobre tu piel me ubico sobre tu pelvis, tu falo parece contento al sentir la humedad de mi sexo que aún no tiene contacto directo con él. Inclinándome comienzo a saborear tu cuerpo. Lentamente tus suspiros ayudados de nuestra calentura colaboran a aumentar la temperatura del ambiente, pese a todo tu piel sigue erizada, lo noto al ir deleitándome besándote tu cintura, tu ombligo, tus pectorales, tu cuello. Ese olor característico tuyo comienza a embriagarme, atontada jugueteo con tu nuez, sé que es una tortura que te encanta, pequeños mordiscos y algún que otro lengüetazo te ponen más y más nervioso.

Como poseído me volteas a un lado y ahora eres tú el que toma el control, pasas tu mano sobre mi piel, examinas cada rincón de mi anatomía. Te detienes unos instantes sobre la única frontera que aún te priva de mi completa desnudez, ensimismado la tocas, compruebas que en algunos lugares la humedad de mi sexo ya se deja notar. Cual vil duplicador imitas exactamente todos mis movimientos anteriores al privarte de tu prenda más íntima para quitarme mi última frontera. Ya me tienes desnuda ante la sutil luz de las candelas, unas palabras comienzan a tomar vida en tus labios, unas palabras que al salir de tu boca, parece que retumbasen pared con pared, y que no quisieran perderse, en el paso del tiempo, mis oídos las reciben gustosas. Ese te amo tuyo me sabe al mejor de los manjares.

Beso a beso vas recorriendo todos los palmos que conoces de mí; hoy estás extraño, como si me desconocieras, como si la que tuvieras delante de ti no fuese yo y quisieras deleitarte centímetro a centímetro en conocer a tu nueva compañera. No dejas hueco alguno que probar; al sentir tu respiración cercana a mis ingles, siento como el placer se va tornando en dulce castigo. Absorto en tus besos prosigues. Un ligero espasmo me recorre todo el cuerpo al notar como con un beso comienzas a deleitarte con mi sexo, tus besos se van tornando pequeños mordiscos que con tus labios aprisionan mis delicados labios. Ayudándote de tu mano los separas, para recorrer lentamente con tu lengua toda su trayectoria; jugueteas cruelmente con mi parte más íntima, es demasiado, hoy no puedo aguantarlo.

Agarrándote de tu cabellera, te acerco a mí, nuestros rostros a penas se separan unos milímetros, decidido te abalanzas sobre mi cuello comenzando a besarlo, morderlo, chuparlo, no tardas ni medio minuto en levantarte y mirándome a los ojos me susurras:

-Lo conozco.

No entiendo como ese perfume te gusta tanto, de nuevo nuestras bocas se juntan, el sabor de mi ser se concentra en tus labios. Nunca me ha desagradado y si te soy sincera hasta me excita. En este momento en que nos fundimos en el beso de la antesala de la entrega, una canción comienza a sonar. El destino nos ha deparado que la más apropiada retumbe en este momento, " Escondidos", al son de sus primero acordes mientras continuamos nuestro apasionado beso. Ansiosa de tenerte busco tu falo para ubicarlo en la cavidad de entre mis labios, tomándote de una nalga te voy acercando cada vez más a mi cuerpo a la par que noto como tu ser se va abriendo camino en mis adentros. Ahora que te siento dentro, te agarro fuertemente de los glúteos haciendo valía de toda la fuerza que tengo, para no dejarte salir ni un milímetro de mi interior, lucho ante tus intentos de vaciarme un poco, agarrándome del cuello te recuesto sobre mi pecho, la sensación de sentir todo tu peso sobre mí sencillamente me encanta.

Paulatinamente comienzas tus arremetidas, primero lentas y pausadas, recorriendo todo mi interior desde el comienzo hasta su fin. Para luego ir incrementando el ritmo, privándome de una parte de tu ser en mi cavidad. Entrelazo mis piernas sobre tu culo mientras que te abrazo. Mi idea en ese momento vuelve a mi cabeza, y mientras te distraía susurrándote cosas al oído, cojo la vela de la mesita de noche:

-Quiero más, cariño, más, dame todo, lo quiero todo para mí.

Afirmaciones similares te decía cuando llevando la vela sobre tu espalda la inclino y dejo caer unas cuantas gotas de cera sobre ti. Noto como tu cuerpo se tensa y una mezcla de dolor y placer dejan escapar de tus labios un:

-¡Diooos, jodeeeer!

Sonriéndote dejo caer otras cuantas gotas, tu rostro lleno de furia me mira, por un momento me asusto, pero al ver tu respuesta aquella sensación desaparece rápidamente. Tus manos van a mis pechos y apretujándolos fuertemente comienzas unas embestidas brutales, el palmoteo de nuestros cuerpos resuena en todo el cuarto. Tus gemidos aumentan. Pequeños insultos salen de tu boca, nunca te los he tomado en cuenta en ese ámbito, que me digas puta o zorra mientras follamos con pasión me gusta. Mi mano va a tu hombro y con todo el poder que tengo clavo mis uñas en tu cuerpo, cada vez estás más encendido. Noto como tu polla empieza a palpitar poco a poco dentro de mi coño, la excitación me vence a momentos, la fuerza lentamente se me va, mis ojos se cierran, aún te siento encima de mí. Pero ahora mi cuerpo está más tranquilo, más sosegado, tu olor es como más perceptible. Siento como tu miembro comienza a temblar y la calentura de tu simiente recorriéndome por dentro.

Apresurada te abrazo y sacando fuerzas de donde nunca creí que pudiese tenerlas, me alzo y me tumbo sobre ti. Ahora soy yo la que está encima. Aprovechando aún la dureza de tu falo comienzo una serie de sentadillas sobre él como poseída, no puedo parar, sigo y sigo pese a que ya no lo encuentro tan duro como al principio, esa sensación de flacidez, me produce como una risa que me cuesta reprimir.

Azarosa prosigo mi tarea, la lubricación de mi vagina debido a tu semen me ayuda considerablemente, poco a poco noto como va volviendo la dureza a apoderarse de tu amigo, mientras divertida observo las caras que me muestras. Cuando de nuevo lo encuentro en su plenitud de resistencia, dejo apoyar mis rodillas sobre la cama, para esta vez disfrutar unos movimientos de vaivén. Mis manos apoyadas sobre tu pecho, me dan el punto de apoyo idóneo y cada vez aumento un grado más la intensidad de estas.

Abrazándome te levantas, apoyas un pié sobre el suelo y luego el otro, mostrándome toda tu vigorosidad te pones de pie y tomándome por el culo comienzas a alzarme como si a penas fuera una pequeña mochila. Esa posición me brinda la plenitud de tu polla al dejarme caer, al punto que noto como si chocara con el fondo de mi vagina. Una y otra vez me alzas para dejarme bajar, cada vez más rápido, cuando estoy a punto de llegar al orgasmo y más excitada me notas. Me levantas y me la sacas entera. Un "pedazo de cabrón " se escapa de mis labios. Me volteas y apoyando mis rodillas sobre el suelo me dejas en una posición sumisa, a medio camino entre estar de rodillas y reposando sobre pies y brazos. Sin muestra alguna ya de delicadeza, vuelves a clavármela, apoyando tus palmas sobre mi costado comienzas de nuevo el mete saca, mentiría si te dijese que he llegado al orgasmo, no es así, pero lo disfruto. De nuevo el palmoteo de nuestros cuerpos, y el sentir como palpitas en mi interior. Te agarro para que no salgas, te quiero dentro, y sé que a veces terminas quitándomela para correrte sobre mí. No tardas mucho en vaciarte de nuevo, ahora en menor cantidad, apenas puedo notar ligeras gotas cálidas que me recorren. Lentamente me la quitas, y cansado te tumbas sobre la cama.

Agotada busco el caro camisón, aún me sigo ruborizando un poco de que me contemples desnuda. Me observas callado viendo todo el espectáculo, ya hacía tiempo que varias velas se habían apagado y la música dejado de sonar. Una vez más segura cubierta con mí prenda decido encenderme un cigarrillo, conozco tu reticencia a que fume en la habitación, pero hoy no me dirás nada, estás demasiado desconcertado.

Antes de que tus labios suelten palabra alguna te hablo:

  • Mira debajo de la almohada.

Extrañado la levantas y encuentras mi escrito, lees en voz alta: "Por mí, por ti.", lo desdoblas delicadamente y comienzas tu lectura en silencio.

"Cariño:

Sé que esta no es la mejor manera de decirte las cosas pero hoy he decido tomar en serio tus propuestas, ya hace una semana que dejé de tomarme la píldora, muchos motivos me han llevado a ello; más solo te podría resaltar que creo que realmente serás un gran padre.

Pronto comenzará a florecer en mi ese pequeñito ser mezcla de ambos. No me importará si sea niño o niña, no me importará como sea si rubio o moreno, no me importará si tendrá tus ojos o los míos. Lo único realmente que me importa es que será nuestro, de ambos. Que sin uno, el otro no lo podría haber tenido.

Espero que me sigas mirando con los mismos ojos de ahora, que siga encontrando tu hombro cuando tenga que llorar, que sepas soportar mis cambios de humor (que vendrán), que sigas abrazándome fuertemente por las noches, que me sigas amando.

Sé que me ayudarás en todo; en ti encontraré el punto de apoyo en el momento que más lo necesite, dedicarás todo tu tiempo, esfuerzo y entrega a nosotros, mis carencias las suplirás con tu arrojo, nos proporcionarás ternura, cariño, amor… Yo te lo daré y sé que tú a mí también.

Por siempre tuya, Ariadna"

Esperar tu respuesta me tortura, al verte dejar la carta a un lado todo me lleno de nervios. Cuando finalmente me dejas verte, una amplia sonrisa junto a unas pequeñas lágrimas adornan tu rostro. Siento que todo en mí es gozo, nos abrazamos y acurrucamos. En tus brazos encuentro calma, quietud, bondad; consigo sentirme segura como cuando de pequeña mi padre me abrazaba y hacía desaparecer todos mis miedos. Así quiero permanecer el resto de mi existencia. Quizás este día no sea el sello mágico que abra paso a nuestros deseos de ser padres, pero yo siempre lo recordaré como el momento en que ambos comenzamos a serlo.