Esa intensa etapa de la vida

Se dice que la peor edad y más complicada de las personas es la adolescencia. Esta etapa puede alargarse hasta avanzada edad e incluso puedes crecer y seguir en contacto con una aparte de la extraña criatura que fuiste y te niegas a abandonar por algún motivo que desconoces.

ESA INTENSA ETAPA DE LA VIDA

Se dice que la peor edad y más complicada de las personas es la adolescencia. Esta etapa puede alargarse hasta avanzada edad e incluso puedes crecer y seguir en contacto con una aparte de la extraña criatura que fuiste y te niegas a abandonar por algún motivo que desconoces.

Fueron los diecisiete años cuando abandoné casi toda la vergüenza que hacía que me escondiera del mundo, decidiendo hacer un esfuerzo y permitir brindarme las cosas que ofrecía la vida. Eran muchas, más de las que había imaginado y fui a por todas ellas sin ningún reparo. Las drogas, el alcohol, las amistades misteriosas y el sexo.

Había estado con bastantes chicos de rollo de besos tan solo y un par de intentos fallidos y frustrados de...tenía una larga lista de conquistas que mostraba a mis amigos con orgullo, era la Reina. Creo que desde siempre me atrajo la idea de probar con un a chica desde que tengo uso de razón, pero nunca se lo había confesado a nadie hasta que encontré a las personas adecuadas para guiarme hacia ella, fuera quien fuese.

El año transcurrió explosivamente lleno de salidas hasta altas horas de la mañana bailando sin descanso, con todos sus chismes, fracasos escolares, muchas inquietudes y desconcierto. Parecía una bomba a punto de explotar buscando emociones. Una noche de discoteca decidí ir a hablar con un par de chicos que hacía tiempo que me andaban mirando de un modo amistoso. Mi grupito empezaba a cansarme con sus cansinos follones, mentiras, críticas, nuevos inquilinos y excesivamente materialistas y vacíos. Pero hasta ahora no tenía otra salida más que ellos y mis correctos amigos de siempre. Así que me acerqué bailando y ellos me siguieron el juego. Sam era muy guapo y dulce y Robert , feo atractivo con un fuerte carácter. Pronto nos hicimos amigos inseparables. A veces venían unas amigas suyas un poquito sosas pero eran buenas chicas. Las conocían de la playa desde pequeños. Elisabeth, una de ellas me miraba con recelo, pues siempre había estado enamorada de Robert e incluso había salido con él y él perdía el culo por mi, podía verlo en sus ojos. En realidad a mi me gustaba desde el principio Sam pero creí imposible que yo pudiera gustarle por mi contradictoria baja estima. Elisabeth y yo nos empezamos a llevar bien a pesar de que seguía mirándome de un modo extraño.

Pasé gran parte del verano sin ellos, haciendo los viajes rutinarios de verano con mis padres, haciendo nuevos amigos como cada año y liándome por tradicción con alguien. El agosto en Sevilla después de estas cortas vacaciones se presentaba de lo más caluroso y solitario cuando...

Bajé del autobús y allí estaban los dos más morenitos y guapos que nunca. Sam había tenido la suerte de quedarse solo en el apartamento con Isabella, su nueva novia y Robert. Lo cual descartaba mi fantasía sexual de dormir con los dos. No dudé en decirles que aceptaba su invitación pero enseguida me di cuenta de que estaba para rellenar un hueco en la cama de Robert. Me había enrollado ya varias veces con él como amigos y no pensé que lo que empezó como un juego terminará en todo lo que terminó incontrolablemente:

Robert y yo estábamos liados haciendo algo más de lo que yo había hecho antes. Pasábamos los ratos de cama besándonos y tocándonos. Casi me sentía presionada por la situación a demás de que no podía de dejar de mirar a Sam mi amor platónico con esos ojos verdes inmensos. Esa noche fuimos a la casa de Elisabeth plagada de gente borracha bailando el mejor techno, parecía que estábamos en una fiesta privada de Ibiza. Yo bailaba sin parar y Robert se enfadó conmigo por no se qué, en realidad descubrí que era un gruñón con demasiados conflictos internos y mala leche. Así que reconozco que pasé de él. Entonces fue Elisabeth la que me acompaño en el baile mirándome de ese modo que siempre ella lo hacía pero esta vez sonriendo. Mi contentillo alcohólico me permitía seguirle el juego sin vergüenza pero no sin miedo. No creía que eso pudiera pasar, tanto tiempo esperándolo, no, seguro que iba borracha y era una manera de decirme que me apreciaba a pesar de haberle quitado a su Robert. Me pidió que la acompañara al baño. Mientras yo orinaba sin poderlo resistir, ella me miraba a través del espejo. Me puse en pie entre risas de tantas que estábamos disfrutando. Se acercó a mi y me pidió que le diera un pico." No pasa nada, bueno un pico es normal entre nuestro grupo mod...e...rn....." Seguimos besándonos suavemente cuando me agarró fuertemente del trasero y me apretó contra ella susurrándome que había deseado ese momento desde hacía tiempo, que le daba mucho morbo. Me quedé atónita con la mosquita muerta y no me pensé dos veces dejarme estallar. Nos besábamos apasionadamente. Podía sentir su calor, los deseos a través de su mirada, su boca carnosa pidiéndome más. Por algún motivo comencé a actuar como activa que se dice entre los homosexuales. La empujé contra la pared y no reparé en meter mi mano por debajo de una de sus piernas para hacer mío todo su muslo izquierdo. Ella respondió sumisamente agachándose del placer, levantando su cara al techo con los ojos cerrados jadeando. Me encantaba ver como disfrutaba con lo que yo hacía. Forcejeamos un rato mientras devorábamos nuestras bocas como si no hubiéramos besado nunca ni nunca más lo volviéramos a hacer, como si la vida dependiera de ello, como si la vida después de eso terminara. La gente llamaba a la puerta sin cesar e incluso nos reímos maliciosamente de los golpes que daba Robert. Seguimos a lo nuestro con gran complicidad. Ya debía haber amanecido puesto que entraba luz por la ventana del baño y ya no se oían voces ni música en la casa. Fuimos a su cuarto correteando por los pasillos aun riendo cogidas de la mano para que sus hermanos no nos vieran. Nada más de entrar, me paré en la puerta cortada y seria sin saber porque y sin poder parar de seguir besándola una y otra vez. Le quité la camiseta, el sujetador y le lamí los pechos con miedo ya que la cosa había dejado de ser un juego y si a ella no le gustaba, si no quería seguir..... A ella le encantaba y abría las piernas tocándose los pantalones en la zona de los muslos retorciéndose y pidiéndome más. Me miró y se abalanzó sobre mi como se abalanza un león adolescente sobre una gacela Tomson en medio de la estepa africana. De algún modo acalorado quedé desnuda con su boca en mi vagina haciéndome gemir de placer lubricándome hasta el temblor del orgasmo. Quedé exhausta y la miré mientras se limpiaba la boca con un gesto brusco y animal mirándome inquisitoriamente ardiendo de deseo. No tardé en darle la vuelta y recorrer con mi lengua y dientes toda su espalda, quitarle el tanga de un tirón y hacérselo con mis dedos por detrás hasta que me cogió la mano para guiarme en sus rápidos movimientos para llegar a gritar con el final de la práctica. Ya no reíamos, nos mirábamos asustadas pero con seguridad de los hechos. Nos duchamos juntas y luego descansamos abrazadas y calladas en su cama desecha por la pasión extrema.

Al medio día voces cantoras despertaron mis oidos y mi resaca entrando a la habitación y quedando mudas al vernos al instante. Eran Robert, Sam, Isabella y los hermanos de Elisabeht. Joder, la reacción fue todo lo contrario a lo que había pensado. Imaginaba que dirían "que pedo te pillaste ayer guapa, anda vamos a comer" "Elisabeth que fiestón el de anoche" así que desconcertada vi los efectos devastadores de mi bomba explosiva. Me levanté con naturalidad y regresé con ellos al apartamento. Sam e Isabella me hablaban más o menos normal con algunas preguntas para pillarme. Así que lo reconocí y Robert comenzó a insultarme, a decirme que era una zorra, que éramos las dos unas bolleras y miles de cosas más entre ellas que me olvidara de él para siempre, que de todo esto era Elisabeht la que más iba a perder porque tampoco pensaba hablarle nunca más y a ella si le dolería ya que le quería, no como yo. Le discutí algo pero entre tanto desconcierto no sé el que. Aun me quedé esa no che que parecía de funeral. Sam habló conmigo largas horas sentado en una calle y me confesó que yo siempre le había gustado. Quedé impotente ante esa confesión ya que la había cagado ya bastante allí con Robert como para hacerle daño a Isabella y volverme loca por el descontrol de mis actos.

Me fui.

Nuestra relación estaba cargada de vicio: a Isabella le gustaba Sam, a Sam le gustaba yo, a Robert le gustaba yo pero cuando yo no estaba se liaba con Elisabeht, a Elisabeth le gustaba Robert pero le daba morbo yo. Menudo lío.

Asi que más o menos cada uno siguió su camino. Robert jamás volvió a hablarme a pesar de que lo intenté varias veces. Lo último que supe de él que era gay. Elisabeth me llamó una vez para contarme el entretenimiento que Robert hacía con ella en mi ausencia y que a ella tampoco le hablaba. Decidí alejarme de Sam para no complicar más aun las cosas a pesar de que tenía que haber estado solo con él desde el principio. De todas formas me consuela la experiencia que viví, mi juventud, toda esa explosión y saber que todos estábamos jugando sucio consciente o inconcientemente.

Como dije al principio, algunos llevamos una parte de la adolescencia pegada a nosotros, la mía es el morbo y la seducción que ahora descargo hacia mi novio el cual como podréis imaginar está muy contento.