Esa infidelidad me evocó la primera vez

Me recosté en la cama y abrí mis piernas, ofreciéndole como visión los labios internos de mi sexo. Con movimientos sensuales, me llevé el dedo medio a mi boca, lo llené de saliva y ...

Salí de la cama, desnuda. Restos de semen escurrían por la parte interna de mis muslos.

Cuando caminaba al aseo, me quedé mirando al Sr. Villanueva, que roncaba suavemente después de nuestras relaciones sexuales. Nunca me imaginé que fuera a serle infiel a Enrique con ese hombre mucho mayor que yo, el cual, había conocido apenas unas horas antes, en la cena de fin de año de la compañía en donde trabaja mi querido esposo.

Todo había sucedido muy rápido, el baile, las copas, los halagos, no se,... terminé en ese cuarto de hotel follando con un hombre que pudiera haber sido mi padre ... o mi tío.

La época de navidades y ese hombre mayor con el que acababa de follar, me evocaron a mi tío Godofredo. Me senté en una silla, junto a la ventana, y me quedé mirando la hermosa luna en cuarto creciente, removiendo resonancias de mi adolescencia, época en que descubrí el potencial de mi propia sexualidad.

Permítanme relatarles una vivencia que para mi fue enormemente significativa.

Recuerdo ese día,... desperté un poco más temprano que de costumbre, estaba entusiasmada, debido a que iniciaríamos los preparativos para el festival anual de la escuela secundaria. Ese año, había cumplido quince años y ya me sentía una joven grande, junto a los alumnos de otros grados. Por supuesto, a esa edad, ya había tenido diversas experiencias sexuales con chicos que se decían mis novios y se ponían como locos cuando les permitía besarme y acariciar mis piernas y mis tetas, las cuales, habían alcanzado una consistencia firme y una bella forma.

Los compañeros de la escuela, temblaban de excitación cuando vestía alguna falda corta, una blusa escotada o me entallaba las camisetas escolares sin top, lo que permitía que mis pezones se notaran a través de la tela. Por supuesto que también había jugado en las fiestas de novatos con las atrevidas camisetas mojadas. No era una jovencita que destacara por su recato.

Aún con esas vivencias, mi virginidad aún se mantenía intacta, a pesar de que solía dejar que los chicos que me agradaban, me masturbaran y eyacularan sobre mis piernas y tetas desnudas.

También, a mis quince, ya tenía plena conciencia del efecto que provocaba en los jovencitos de mi edad y, lo que es más interesante, en los no tan jovencitos. Pero volvamos al relato.

Ese día, me duché para desperezarme. Al terminar, salí del baño secándome con una toalla mi cuerpo juvenil, el cual, se dibujaba con una hermosa perfección. Tiré la toalla y me dirigí hacia el vestidor de la habitación. El espejo reflejó mi imagen totalmente desnuda. Mi pelo rubio, húmedo, me caía suavemente sobre los hombros y mis pechos, hermosos y firmes, temblaban levemente con cada uno de mis movimientos.

Me encantaba observar cómo crecían mis pezones y se hacía más profundo su color rosado cuando pasaban por mi mente esos sueños eróticos que llenan a menudo la conciencia adolescente. Me atraía, también, observar el círculo de piel más obscura que crecía alrededor de mis pezones. Me llamaban la atención esos pequeñísimos granitos que se notaban con mi excitación. También, me fascinaba caminar con sensualidad disfrutando el estar totalmente desnuda. Los cabellos rubios de mi pubis, apenas alcanzaban a ocultar el surco de mi sexo.

Estaba abriendo los labios de mi conchita para frotarme el clítoris con mi dedo medio, tal como solía hacerlo desde hacía tres años para disfrutar de un orgasmo antes de vestirme, cuando me percaté que el tío Godofredo, me observaba tembloroso por la ventana desde el pequeño jardín de la casa.

Hacía tres días que había pasado a visitar a su hermana, mi madre, después de años de no verla. Por supuesto, desde el día que nos presentaron, noté su mirada cargada de lujuria. Ahora, me estaba espiando, con ese atrevimiento que la pasión no puede ocultar. De hecho ya había notado que se quedaba atónito, viendo mis piernas cuando me sentaba en la salita a ver televisión, de manera que se me veía hasta las bragas.

Como el día anterior, que también me había percatado de que no perdía oportunidad para espiarme, no dije nada y tampoco intenté cubrir mi desnudez. Como la mañana anterior, me recosté en la cama y abrí mis piernas, ofreciéndole como visión los labios internos de mi sexo. Con movimientos sensuales, me llevé el dedo medio a mi boca, lo llené de saliva y seguí auto estimulándome sin detener la sensación que poco a poco envolvía todo mi cuerpo. No pude disimular los gemidos que surgían naturalmente ante esas sensaciones:

―mmmmmmmmmmmmm... ricooooooooooooo

Poco a poco llegaron dulces orgasmos,

―ahggggggmmmmmmmmm, quierooooooooo ―gemí, anhelando un pene dentro de mi, lo que hasta la fecha se mantenía como una mera ilusión.

Aunque terminé, seguía muy caliente y mi pasión se incrementaba conforme me daba cuenta que el tío Godofredo, me estaba viendo y sabía que sudaba de excitación al verme.

Me puse de pié y, entrecerrando mis ojos frente a la ventana, levanté ambos brazos y lentamente los fui bajando, dejando que mis manos tersas y delicadas, tocaran mis pechos, mi pronunciada cintura y terminaran recorriendo las suaves curvas de mis caderas.

Me di la vuelta y dejé que observara con plenitud, mis suavísimas y turgentes nalgas. Voluptuosamente acaricié mis glúteos, abriéndolos suavemente, hasta dejar expuesto mi pequeño y rosado ano.

―Hummmmmmmmm, ricoooooo ―murmuré.

Estaba gozando el momento, me encantaba la sensación que recorría todo mi cuerpo, cuando me daba cuenta de que el tío Godo, se había sacado el pene para masturbarse, extasiado con la escena que le regalaba.

Así, permanecía desnuda. Caminaba de allá para acá, preparando el uniforme del colegio. Elegí un pequeño y transparente sostén para mis tetas. Me fascinaba que la fina tela de la prenda no ocultara mis pezones. Lo había descubierto en una tienda de Victoria Secret y ahora lo estrenaba frente a mi tío. Por supuesto, mis pequeña tanga de hilo dental, permitían que mi cuerpo de líneas suaves y hermosamente femenino, se mostrara lo más posible.

Con sólo tanga y sostén, me senté en el tocador a peinar mis delicados cabellos rubios.

Delineé mis gruesos labios y les di color con un tono sutil y, finalmente, les agregué un brillo intenso. Puse sombra color marrón en mis párpados y me apliqué un sensual perfume que alguien me había regalado el día de mi cumpleaños. Recordé por enésima vez, los comentarios que sobre mi hermosura, espontáneamente, escuchaba en todo lugar en donde estuviera. Sonreí con satisfacción con el resultado que observé en el espejo.

Con discreción, advertí que el Tío Godo, continuaba observándome como hipnotizado.

Noté el movimiento que indicaba que seguía masturbándose sin perder detalle de la sensual ocasión.

En eso estaba, cuando mi madre tocó a la puerta de mi habitación y comentó

―!Ari, mi amor!, me voy al trabajo. No se a dónde se fue tu tío, pero te encargo que si lo vez, antes de irte a la escuela, le digas que comeremos aquí en casa a las tres de la tarde... ¡ciao, hermosa!

En ese momento, así semidesnuda, me dirigí a la ventana, miré un momento sin expresión al intruso y guiñándole un ojo de manera por demás coqueta, comenté:

―!No te preocupes mami!, si lo veo, le diré. ¡Cuídate!

Cuando el tío Godo, notó que me había hecho su cómplice, me dirigió una expresión de agradecimiento por la discreción ante mi madre.

Dejé pasar un minuto para dar tiempo a que mi madre saliera de casa. Al cabo de ese breve tiempo, me acerqué de nuevo a la ventana y enfrenté al tío Godofredo.

―!Hola tío!, ya se que estás tomando el fresco en el jardín viendo la belleza de las flores. Quisieras ver alguno de los "tesoros" que guardo en mi cuarto, ¿quieres pasar?

―¡claro, Ari! ―respondió turbado por haber sido cogido "con las manos en la masa".

A los pocos instantes, entró a la casa y tocó a la puerta de mi habitación. Así, semidesnuda, le abrí la puerta y le invité a sentarse en la cama.

―Pasa tío, como ya te habrás dado cuenta, me estoy arreglando para ir al colegio. Ponte cómodo mientras termino.

Me senté muy cerca de él y decidí esperar a que las cosas sucedieran espontáneamente. De hecho, lo esperaba, al notar la tremenda excitación que se adivinaba en mi tío.

Estaba tan cerca, que él podía percibir el delicado aroma de mi cuerpo. Mis pechos mostraban sus suaves líneas y sensual firmeza. El color y la tersura de mi piel desnuda, la curva de mis piernas cruzadas y el olor de mi cuerpo, ofrecían tal estímulo, que el tío Godo, no pudo evitar acercar su mano y acariciar el muslo de una de mis piernas. Al contacto con mi piel, tembló frenéticamente sin disimular la poderosa excitación que le quemaba.

―Eres un ángel Ari, entiendo por qué vuelves locos a los chicos de la escuela y del vecindario,... estás bellisimaaa, tu roosstro, tu cuerpoo, ¡Dios mioo, me haces temblar! ―dijo con voz trémula y sin poder ocultar la tremenda erección que se le notaba en la entrepierna.

Era evidente que el contacto de su mano en mis piernas le generaba tal excitación que su mirada se nublaba, sudaba y se escuchaba su respiración agitada.

―Tienes unas piernas increíblemente finas, Aria, ―comentó extasiado, recorriendo con su mano temblorosa, el camino hacia la parte interna de mis muslos.

Yo estaba deleitándome con la caricia, y en un momento me percaté de la sensación de humedad en mi sexo. No pensaba en otra cosa que vivir el momento con un hombre mayor que se manifestaba tan enardecido con mi cuerpo.

Nunca había vivido una situación como ésa. Los chicos con los que había compartido caricias, me habían parecido muy torpes y una vez que eyaculaban sobre mi, con una impresionante rapidez, no me acompañaban hasta lograr mi propia satisfacción. Por eso masturbarme a mí misma, me resultaba la única salida. Sin embargo, ahora surgían sensaciones que nunca había sentido antes.

Me atrajo hacia sí y me quitó el top dejando al aire mis pechos.

―!Dios mío!, tienes las tetas más firmes, jóvenes, tersas y hermosos que he visto jamás ―me susurró muy cerca de mi cara ―Tus formas son, por mucho, las más exquisitas que jamás he visto en mujer alguna.

Lentamente sus dedos recorrieron la suave curva de mis tetas, hasta llegar a mis pezones, los cuales ya estaban erectos, por lo que entrecerrando mis ojos y abriendo un poco mi boca, no pude contener una exclamación ahogada.

―mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm.

Me quitó la tanga levantando mis piernas con delicadeza, y yo, sin recato, las abrí para mostrarle los labios de mi sexo, divinamente perfilados. Mis pelitos rubios, delgados, como cabellitos de bebé, dibujaban la belleza de mi vientre y pubis.

Se agachó y besó frenéticamente mi estómago, metió su lengua en mi ombligo y siguió con mi vientre hasta llegas al pubis. Pensé que no iba a contener su eyaculación, como era mi experiencia con los chicos que habían llegado hasta esas partes de mi cuerpo antes. Pero no, su pene se mantenía erecto y seguía besándome embelesado.

Mi piel tenía un tono ligeramente rosado y terso. Podía sentir como los labios de mi tío, recorrían lentamente la suavidad de mi piel, mis formas femeninas. El aroma de mi cuerpo, mis gemidos y sus expresiones profundas, deliciosamente inundaban la habitación.

Todos esos estímulos, hicieron que mis ansias de ser poseída surgieran avasalladoramente. Sentía que mi corazón iba a estallar.

De forma espontánea, cogó con mis manos el tremendo falo, que mi tío acababa de liberar una vez que se quitó su pantalón. Definitivamente, nunca había tomado entre mis manos un pene tan impresionante. La imagen era por demás sensual, los dedos de mi mano derecha, delicados, femeninos, de piel finísima y tersa, con unas uñas hermosamente arregladas, intentaban rodear por completo esa enorme polla.

Empecé a bajar y subir mi mano a lo largo de todo el tronco de la verga. Sentía la cabeza del pene entre mis dedos índice y pulgar y descubrí que cuando estimulaba esa área, mi tío, gemía excitado y aumentaba la producción de un líquido viscoso y transparente, que ayudaba a que mi mano se resbalara por su polla erecta.

―Estás divina, Arita, querida ―dijo, entrecerrando los ojos y acariciando mi ano lentamente con su dedo medio.

―Auhggggmmmmm ―dejó escapar un ronquido de placer.

Me, abrió los labios externos y empezó a acariciar con su dedo las partes internas de mi conchita. Me sorprendió sentir que sus dedos se mojaron totalmente con los jugos que surgían de mi sexo.

―Me gusta muchooooooo, nunca había sentido tan ricooooo,... méteme más el dedo, quiero sentir mucho rato así, tío, que lindo eres conmigo, mmmmmm. ―le dije, mientras abría más mis piernas para sentir con mayor intensidad el estímulo ―Ahggmmmmmm, Ahaaaaaaaaa.

Después de estimularme un rato en esa posición, levanto mi frágil cuerpo desnudo y me agachó la cabeza frente a su tremenda verga.

―Vamos Aria putita, chúpame la verga mi reina. – Me pidió con voz ronca y excitada.

Puse mis labios en su polla, él me agarró la cabeza y me guió. Me decía que abriera mis labios, que pusiera la lenguita en la punta. Que la recorriera toda con mi lengua. Me enseñó que en el frenillo es donde sentía más rico. Sentía su pene dentro de mi boca y mis turgentes labios rodeaban el tronco con ansias, se lo chupé como un caramelo.

Mientras tanto, él me masturbaba, frotando mi clítoris con rapidez. Mi vulva y todo mi sexo cada vez se notaba más húmedo y turgente.

Me tomó de la cintura, se recostó en la cama y me puso encima de él.

―Estoy en el paraíso pequeña Aria, solo te faltan alas para de verdad convertirte en un ángel. Tienes una cara hermosísima y me vuelven loco tus ojos color verde esmeralda ― me dijo con voz grave.

Con sorpresa sentí su pene erecto a la entrada de mi vagina. Tenía miedo, pero a la vez deseaba ser penetrada por primera vez en mi vida. Mi tío notó mi turbación y me comentó:

―Si meto mi verga en tu agujerito sentirás más rico. Anda putita mía, déjame entrar

―sus palabras, denotaba su evidente excitación.

―¿Me dolerá? Ingenuamente le pregunté.

―Si mi princesa, te va a doler, pero solo por un momentito, pero si quieres no te la meto. Me dijo confiado en mi respuesta de seguir.

―Si métemela tío Godo, si tu dices que me va a pasar el dolor lo quiero ―le dije con valentía.

Me metió la cabeza de su polla en mi vagina y, casi al instante, le rogué que me la sacara, de verdad me dolía mucho

―!Nooooooo, ahaaayyyyyy!, siento muy feo, me duele, ¡sácamela por favorrrrrrrrrr!.

Sentí un hilillo de sangre que recorría mis muslos y pensé que jamás podría entrar una verga de esa tamaño en mi vagina tan estrecha. Estaba segura que si lo hacía, me iba a destrozar por dentro. Más sangre brotaba de mi sexo y me asusté.

Detuvo su embestida y sin sacármela, me besó lentamente mis labios, mi cuello y mejillas, hasta que me tranquilicé.

―¿Ya te pasó el dolor, hermosa?

―me preguntó

―Ya no me duele tanto, ¿me la tienes adentro?

―La tienes adentro reina y ahora te la voy a meter un poco más

―diciendo esto me tomó de mi cintura con ambas manos, me chupó las tetas y levantó sus caderas para impulsar la penetración.

Mi primer impulso fue huir de la experiencia, sin embargo, me propuse terminar lo que había decidido empezar. Además, seguía excitada y no quería volver a sufrir la falta de orgasmos y que me ocasionaban siempre un dolor terrible de cabeza.

Me la metió un poco más y como grité de dolor, me dijo:

―Te la voy a sacar mi amor, no te preocupes.

―No tío, no, mejor descansemos un poco, ¿si? – le respondí, sudando por el esfuerzo.

―Quiero besarte preciosa, abre esos labios tan hermosos que tienes y déjame acariciarte, amor

―Sin sacarme la polla, me besó largamente, urgando con su lengua dentro de mi boca. Me chupaba con ansias mis labios, metiendo sus dedos entre mis cabellos.

Al cabo de unos momentos, su polla me fue penetrando y, por fin, me la metió toda. Me ardía y sentía mis fluidos vaginales mezclados con mi sangre virginal. Noté que algo me había explotado por dentro y sentía como si me hubiera hecho "pipí".

Seguía fluyendo sangre.

Aunque no fue inmediato, poco a poco, empecé a sentir que pequeñas explosiones de placer se sucedían espaciadamente, después, más frecuentes y poco a poco incrementaban su intensidad. Estaba sintiendo riquísimo, cada vez que la polla de mi tío entraba y salía.

Estaba llena de fluidos, totalmente lubricada ...Cielos!!! Era algo riquísimo. Empecé a temblar, de verdad, no podía dejar de gemir con la tremenda sensación de placer que inundaba cada milímetro de mi cuerpo.

En algún punto de mi clítoris y en algún lugar de mi vagina se producían como descargas que irradiaban todo mi cuerpo. Estaba super excitada, gritaba y gemía sin poderlo evitar, mi cuerpo se curvaba para sentir más y más. Eran las sensaciones más increíblemente intensas que jamás imaginé que existieran. Le supliqué a mi tío Godofredo, que siguiera, que me diera más, que quería más, que no parara, ... nunca

―Tío, quierooooooo masssssss, métemelaaaa másssssssssssssss, quierooooooooooo, ahyyyyyyyyyyyyyyyy, que ricooooooooooooooo.

No se detuvo, sentí que su verga crecía y crecía más dentro de mi, me abrazaba, sudaba y gemía con intensidad y empezó a gritar cosas como:

―Eres una putita deliciosaaaaaaaaa Aria, te va a encantar la vergaaaaaaaa, te vas a hacer mamadoraaaaaaaaa, chiquitaaaaaaaa, abre mássss las piernas putaaaaaaaaaaa, te estoy follanddooooo, massssssssss, te estoy cogiendooooooooooooooo, ...

En un momento, sentí que me llenaba de líquido mi estrecha vagina conforme percibía una serie de espasmos de su pene, acompañados de expresiones guturales y temblores de todo su cuerpo. Se había corrido dentro de mi, dejándome inundada con una gran cantidad de semen que eyaculó en mi interior.

Había sido la hembra de un macho que me cogió con una fuerza que nunca me hubiera imaginado.

En ese momento me invadieron los orgasmos más deliciosos que jamás había sentido. Todo mi cuerpo tembló, grité por el placer más descomunal que me inundaba completamente.

No me detuve, cabalgué encima de mi tío con su verga aun erecta y mi cuerpo temblaba sin control y como una tempestad dentro de mi sentí la llegada de otro orgasmo.

―Ahayyyyyyyyyy, queeee rrriiiiicooo, másssssssssss, quiero mássssssssss, - gritaba sin dejar de sentir la serie de explosiones de placer dentro de mi. Asiiií, asiiiiiiií. Siento riquísimo, quiero mássssssssss, mucho mássssssssss ―Dije, con una admirable vitalidad.

― Si querida te voy a seguir dando muy rico ―me dijo.

Era tal la excitación de mi tío, que no tardó mucho en volver a erectar su instrumento.

Me miraba a los ojos con una pasión infinita, no cesaba de decirme lo bella que era. De nuevo, sentí como su verga crecía dentro de mi vagina y sentí su orgasmo cuando gritó

―Ahggggggggggggggg, Ahugmmmmmmmmmmm, mmmmmmmmaaaaaaaasssssss...

Los chorros de semen inundaron de nuevo mi vagina sintiendo un descomunal placer.

Me llegaron más orgasmos, esta era una experiencia verdaderamente inusitada e intensa. Casi perdí el sentido cuando sentía series de explosiones orgásmicas que se sucedían a un ritmo frenético, no podía controlar el temblor de todo mi cuerpo.

Me abrazaba y pegaba su pecho a mis chichis. La imagen era de verdad increíble, mis finísimas y blancas tetas pegadas a los pelos negros del pecho de mi tío.

Mis labios y mi boca deliciosa, recibía su lengua. Me besaba como poseído y no dejaba de masajear mis pechos, mis cabellos, mis nalgas, mi culito. Me apretaba contra él, desesperado, como queriendo eternizar ese momento.

Poco a poco, volvimos a la calma. Seguíamos desnudos, abrazados. No cesaba de besar tiernamente mi cara, mi cuello, mis tetas. Acariciaba mi pelo y me volteó para pegar su pene a mis nalgas, abrazándome por detrás, acariciarme las tetas y mi vientre de piel suave y aterciopelada. Subía sus piernas sobre las mías, como queriendo fundir mi cuerpo en el suyo.

―Me encanta tu olor mi princesa ―decía, mientras olía la piel de mis hombros y espalda, que se curvaba hermosamente hasta mis nalgas.

Aspiraba con vehemencia el aroma de mi pelo y más y más, besaba mi cuello.

Cerré mis ojos y me quedé serenamente dormida.

En un momento, súbitamente se levantó y empezó a limpiar las manchas de sangre y los otros restos de nuestra sesión de sexo. Me besó las mejillas y despertándome, me ayudó a levantarme y me encaminó a la ducha pidiéndome que me aseara muy bien.

Al cabo de algunos minutos, cuando aún estaba en la ducha, entró al pequeño cubículo de la regadera, me tomó de la cintura, me atrajo fuertemente hacia él y me dio un prolongado beso, diciéndome:

―Aria, eres un ángel mi reina, tengo pavor de enamorarme de ti, yo que soy un hombre mucho mayor y además hermano de tu madre. Me haces temblar Ari, querida. No ha pasado ni media hora en que te hice mía y ya siento el ansia de volver a poseerte, de hacerte el amor, de follarte. Me has vuelto loco pequeña Ari y se que voy a sufrir mucho para sacarte de mi mente. Perdóname pequeña por atreverme a entrar al paraíso y poseer a un ser celestial como tú.

Cuando salí de la ducha, lo encontré vestido, sentado en la sillita del tocador. Me despojé de la toalla y a partir de mi desnudez, empecé a vestirme. El observaba cada movimiento, cuando me dijo, con una evidente tristeza:

―Aria eres una mujer que va a poner de cabeza al muchos, tienes unos exquisitos pies, tus piernas son increíblemente bellas, tienes una cintura hermosa, unas nalgas divinamente llenitas, no tengo palabras para describir la belleza de tus pechos, y tu cara hermosísima, y esos cabellos rubios, sedosos y brillantes. Nunca te voy a olvidar mi amor.

Se puso de pié y continuó:

―Adiós pequeña, espero que alguna vez me perdones por haber robado tu virginidad. Te amo princesa, siempre estarás dentro de mí y guardaré esto como el mejor tesoro que la vida me dio.

Me acabé de vestir, sin recapacitar mucho en sus palabras. La verdad no hallé qué decirle. En ese momento, no entendí el verdadero significado de sus palabras.

Salió de la habitación, tomó su equipaje y tomó el taxi que lo llevó al aeropuerto. Solo dejó una pequeña nota a mi madre ... jamás supe lo que decía y tampoco, lo volví a ver.

Yo, salí tarde al colegio. Me sentía diferente. Comprendí que mi tío me había abierto la puerta de un mundo enorme que desde ese día me esperaba. Caminaba sonriendo, satisfecha, mi falda a cuadros, muy corta, permitía que se me vieran en parte las turgentes nalgas cuando caminaba con seguridad y sensualidad femenina.

Los chicos a mi alrededor, incluso los hombres mayores, volteaban a verme sin disimular.

Gracias por haberme permitido compartir con ustedes esta significativa experiencia. También aprovecho para agradecer a los queridos amigos que me han regalado infinidad de muestras de cariño. Con mucho amor: Aria

Mi correo ariasen@hotmail.com