Esa chica del bar.

Las mejores disculpas se dan en el baño.

No podía sacarme a esa chica de la cabeza. Ese bar en el que ella trabajaba se había convertido en mi lugar favorito. El uniforme de camisa y falda corta que adornaba su cuerpo eran motivo para que más de uno se volteara a mirar cuando ella pasaba.

A veces si prestaba atención podía ver cómo su corta falda se subía ligeramente dejando apreciar su trasero apetecible que no podía sacar de mi mente. Muchos dejaban caer sus copas a propósito para verle el trasero cuando limpiaba los restos, admito que yo me aproveché un par de veces de la situación y la he visto un par de veces.

La había estado acosando un par de semanas y no podía evitar masturbarme cuando llegaba a casa, de sólo imaginar como sería sostener ese gran trasero es suficiente razón para calentarme.

Un sábado en la noche noté que algo había cambiado, era su uniforme. Iba con una falda a mitad del trasero que no dejaba nada a la imaginación y un sujetador de lentejuelas cubriendo sus voluptuosos pechos.

Su vestimenta me estaba calentando más de lo que debía y me faltó el coraje para coquetearle, así que decidí ir al baño para autosatifacerme.

Entré en uno de los cubículos y el constante hormigueo en mi coño me obligó a apartar mis bragas y acariciar mi entrada, recordar ese hermoso trasero me animó a entrar un dedo en mi interior, se sentía bien pero necesitaba más, un segundo dedo me dió el gusto que necesitaba, entraba y sacaba mis dedos, sólo un poco más y...

-¿Hola?

Enseguida reconocí esa voz, era ella, estaba del otro lado y aunque había interrumpido mi orgasmo, me calenté más al recordar ese culito.

-¿Hay alguien ahí?

Arreglé mi ropa como pude y después de tirar mis bragas a la basura, salí del cubículo.

- Perdona, no quise interrumpirte.

Mi mirada se fue a sus labios y luego a sus prominentes tetas. Impulsada por el deseo me atreví a tomar su nuca y besar sus labios. Al principio ella no respondió a mi beso, pero al cabo de unos segundos no tardó en corresponderme.

Mis manos escurridizas se deslizaron por su espalda hasta alcanzar su culo, con sólo tocarlo me sentí en el cielo. Se apartó de mi boca para seguir con mi cuello, desabotonó mi camisa dejando mis tetas al aire y sin dudarlo tomó uno de mis pezones entre sus cálidos labios, saboreándolos, chupándolos y lamiéndolos.

Se arrodilló frente a mí, levantó mi falda y relamió sus labios al ver que no llevaba bragas. Acarició mi entrada con su pulgar y luego lo llevó a su boca probando de mis flujos, tanta espera me estaba torturando.

Separó mis piernas a más no poder y metió su cabeza entre mis piernas, una oleada de calor recorrió mi cuerpo cuando sentí su lengua entrar en mi interior, inició un tortuoso pero exquisito mete y saca, mientras con su pulgar acariciaba cada vez más rápido mi clítoris.

Tomé su cabello entre mis dedos en busca de más. Sentí uno de sus dedos acariciar mi vagina y me sorprendió al sentir el mismo dedo en mi culo, lo entraba y lo sacaba frenéticamente al compás de su lengua.

Mi vista se nubló y los espasmos se adueñaron de mi cuerpo, me sentí gloriosa por haberme descargado en su boca, después de tragar todo, dió una última lamida y se puso en pie.

- Espero que haya sido una disculpa digna.

Le dió un último beso a mis labios y luego desapareció por la puerta.

Claro que había sido una excusa digna.