Es viernes, brilla el sol, estoy cansado...
Que mejor medicina para recuperarse del trabajo de toda la semana, que una tarde en la playa con tu mujer. Pero, ¿solos?
Es viernes, brilla el sol, estoy cansado.(I)
Esta es una historia a caballo entre la fantasía y la realidad. Tengo 38 años, estoy casado y me siento sexualmente liberado o al menos eso pensaba hasta que sucedió la historia que os paso a relatar. Era un día corriente en mi oficina y me encontraba enfrascado trabajando entre números y papeles sin darme cuenta que ya casi era la hora de comer de aquél viernes caluroso de verano, cuando recibí un mensaje en mi móvil. Era de mi mujer, debo deciros que ella es una atractiva mujer de 33 años, morena, 1.70 de estatura y con marcadas formas femeninas que la hacen realmente atractiva.
Me decía que había pensado que podía ser un buen día para aprovecharlo en la playa. Me pareció una buena idea ya que el calor de la arena y la suave brisa de la playa siempre pueden ser una excusa para preparar una buena jornada erótico-festiva. El mensaje continuaba de forma escueta diciendo que en casa encontraría el resto de las instrucciones.
A las tres de la tarde terminé mi jornada de trabajo y salí rápido para casa, debo decir que sentía curiosidad por averiguar que había preparado mi tímida mujercita.
Al llegar a casa vi una nota en la puerta de la cocina que decía que me esperaba en la playa, que comiese el bocadillo que me había preparado me cambiase de ropa y fuese a su encuentro, pero con una condición: debía presentarme en la playa como si no nos conociésemos.
He de reconocer la sola idea de contemplar a mi mujer como una extraña en la playa, me excitó. Me dirigí al dormitorio con la intención de quitarme el traje y descubrí que ella había escogido el modelo con el que debía presentarme en la playa. La playa a la que solemos ir cuando queremos estar cómodos es una preciosa cala apartada donde ocasionalmente hemos encontrado algunos bañistas practicando nudismo, incluso nosotros mismos lo hemos practicado alguna vez, de todos modos en el mes de septiembre ya no es frecuente encontrar gente en estas pequeñas calas a las que hay que acceder después de caminar un rato.
El modelo de ropa que mi mujer había cuidadosamente escogido para mí me hacia imaginar cual podía ser el suyo. Consistía en una fina camiseta calada y ajustada que marcaba claramente mi torso cultivado en el deporte que practico con regularidad y un pequeño pantalón de lycra amarillo que dejaba en evidencia lo abultado de mi paquete, del que no quisiera presumir pero esconde una polla de 23 centímetros que remata en unos huevos perfectamente afeitados. He de decir a estas alturas que soy un poco exhibicionista y no me disgusta el hecho de marcar mis atributos en una playa al calor de la arena. Además y al lado de esta ropa estaba un diminuto bañador blanco de lycra que apenas tiene tela suficiente para envolver semejante regalo.
Por supuesto que con esa ropa no podía salir de casa, ¿qué pensaría mi joven vecina si me viese salir de esta guisa?¿podría resistir la atracción? (lo veremos en otro relato). Decidí, por tanto esconderme bajo un pantalón vaquero y no demoré más mi salida.
En cuanto estuve en la autovía que me llevaría a mi ansiado destino decidí ponerme cómodo y me quité el vaquero que por cierto me queda bastante ajustado. El único pensamiento que tenía era intentar adivinar que se habría puesto mi mujer para regalarme aquella inolvidable tarde de playa. Aquella idea hizo que la excitación se hiciera realmente evidente bajo el ajustado short amarillo y que se me hiciera corto el trayecto de autovía. Ya en el peaje, la cajera no podía quitar ojo de mi paquete y no pudo evitar hacer un comentario:
¡Qué, hace calor eh!
Pues sí replique con voz entrecortada-
Ya me gustaría a mí poderme ir a la playa. Este calor es insoportable.
La verdad es que apetece dejar que el cuerpo se relaje al sol.
A ti te hace falta relajarte un poco por lo que veo.
Sí tendré que darme un baño a ver si se pasa.
Como vengan muchos como tú, yo si que voy a necesitar relajarme.
(Era evidente la excitación de aquella rubia a la que los pezones marcados sobre la camisa blanca le delataban).
Bueno voy a ver si me refresco un poco en la playa del islote.
Yo acabo mi turno a las cinco y a lo mejor me animo también.
Parecía increíble pero acababa de ligar sin habérmelo propuesto.
En diez minutos estaba en los alrededores de la playa y pude ver el coche de mi mujer aparcado allí por lo que hice lo mismo y me dirigí al arenal con el bañador envuelto en mi toalla. Era una tarde verdaderamente calurosa.
La excitación abultaba mi pantalón y eso era evidente. Un rápido vistazo a la playa situó a mi mujer pegada a las rocas que estaban enfrente del islote. Por lo demás el resto de la playa estaba prácticamente desierta, tan solo una pareja de hombres en el otro extremo, una pareja de jóvenes en el centro cerca de la orilla, al comienzo de la playa había un hombre negro de complexión atlética y una mujer muy morena un poco más arriba de donde se encontraba mi mujer; menos la pareja homosexual y mi mujer el resto eran nudistas y es de destacar que tanto el hombre del principio como la mujer que se encontraba cerca de mi mujer tenían un moreno integral y cuerpos realmente esculturales.
Mi bombón estaba acostado cerca de las rocas luciendo un escueto tanga rosa que resaltaba el moreno de su piel sobre la fina y blanca arena.
Siguiendo las instrucciones de mi mujer procedí a situar la toalla entre ella y la chica morena que se encontraba también pegada a las rocas de la derecha.
Apenas corría el aire, la marea estaba baja y el mar estaba en calma.
A mi paso por la playa la morena lejos de ignorar mi presencia, siguió atentamente boca abajo mis movimientos escondiendo su mirada tras unas gafas de sol de espejo que me hizo turbar.
Una vez situado en la arena y con la toalla orientada al sol igual que mi mujer me dejaba expuesto en una situación distinta a la de la morena bien dotada que exhibía sin pudor el esbelto cuerpo tostado. A estas alturas mi mujer ya se había percatado de mi presencia y me había obsequiado con una sonrisa de complicidad. Procedí a despojarme de la ropa y a ponerme el pequeño bañador blanco que delataba mi estado de incipiente excitación (por cierto creo que la morena seguía observándome descaradamente).
Me acerque a la orilla a probar el agua y estaba realmente fría lo que hizo que un escalofrío recorriese todo mi cuerpo. La pareja de la orilla parecían estar dormidos.
Regresé a mi toalla y me dispuse a tomar el sol como si no conociese a nadie allí. El sol apretaba fuerte y una placentera sensación de calor recorría mi cuerpo. Al poco rato sentí como mi compañera de la izquierda se daba la vuelta y dejaba ante mi un magnífico espectáculo. Era una mujer de bandera, tenía unos pechos grandes coronados por unos pezones pequeños y tiesos que parecían estar realmente duros, tenía el coño perfectamente depilado y moreno, con sus piernas abiertas y ligeramente flexionadas ofrecía un panorama realmente excitante. Tanto fue así, que mi paquete empezó a tomar valores crecientes y mi tranca comenzaba luchar por liberarse de aquél pedazo de tela.
Aquella amazona se incorporó seguramente para no perder detalle de aquél volcán a punto de entrar en erupción. Yo no era ajeno a aquella violenta y al mismo tiempo excitante situación. Por un lado una escultural morena desnuda que no quitaba ojo a mi paquete a punto de reventar, por otro mi mujer escondida en un tanga sin perder ni un solo detalle de mis evoluciones. Tiré por la calle del medio y me incorporé con la intención de enfriar mis ánimos en el agua; pero el movimiento brusco de levantarme liberó mi enorme capullo rosado, detalle éste que estoy seguro no pasó desapercibido por ninguna de mis espectadoras.
El agua estaba realmente fría y consiguió devolver rápidamente mi cuerpo a su estado natural que ya es de por sí bastante notable. Regresé a mi rincón con la intención de secarme marcando claramente mi paquete en mi bañador que por efecto del agua se había vuelto prácticamente transparente y registraba con detalle la geografía de mi entrepierna.
Cuando me vio llegar la morena me preguntó qué tal estaba el agua a lo que respondí que afortunadamente era lo único frío de la playa esa tarde. Me pidió que le echara crema por la espalda porque tenía miedo de quemarse. Dudé un segundo, tenía miedo de llegar demasiado lejos en aquel juego erótico de mi mujer; pero un discreto gesto de mi mujer me ayudo a decidirme.
El cuerpo de aquella hembra era un regalo para la vista de cualquier hombre. Su piel era morena y suave sin ningún tipo de marcas. Le pregunté si practicaba el nudismo desde hacía tiempo a lo que respondió que lo hacía siempre que podía, dijo que el único problema era que aquella arena tan fina se metía por todos los sitios y debido al sudor se pegaba con facilidad. Comencé a extender la crema sobre aquella suave y caliente espalda que se ofrecía ante mis ojos, cuando me acerqué para darle en el brazo se estremeció al sentir el frío de mi bañador mojado y pude apreciar como su piel daba muestras de extrema sensibilidad. Pase a las piernas saltándome el pequeño culo respingón que servía de puente hacia aquellas largas piernas que no se acababan nunca. Me detuve para sacudirle las arenas que encontré detrás de la rodilla y aquellas suaves caricias hicieron despertar nuevamente su sensibilidad abriendo las piernas e invitándome a subir por ellas hasta el final del camino. Aquella visión que se descubrió ante mí me excitó aunque no tanto como la postal que ofrecía en aquel momento mi mujer que se había sentado enseñándome descaradamente sus pechos grandes y hermosos sellados por una generosa aureola rosada que coronaban unos pezones duros y pequeños que daban cuenta del estado en que se encontraba.
Procedí a culminar la tarea encomendada y dejando escurrir un buen chorro de crema sobre sus nalgas y unas gotitas provocadoras sobre el final de su sugerente raja me decidí a masajear con firmeza aquel culo apretado y espléndido que estaba pidiendo guerra sin cuartel. No pudo ocultar el placer que sentía al ser abarcada por aquellas poderosas manos que intentaban abrir el oscuro camino. Aquella visión y la humedad su chochito depilado hizo que despertase mi polla de forma violenta. En ese momento mi mujer se puso en pie y se quitó el tanga dejando a la vista una marca blanca sobre su espléndido culo negro y al darse la vuelta puede observar con sorpresa que se había depilado el coño dejando un pequeño sombrero de pelusa como sabía que me gustaba, puede apreciar por el brillo de su sexo que estaba mojada. Al pasar a nuestro lado comentó en alto que iba a refrescarse al agua. Comentario al que nuestra morenita murmuró que no le extrañaba.
Le pregunté que tal y respondió entre suspiros que muy bien. Me volví a mi toalla y me desprendí del bañador que a esas alturas se había convertido en una prenda inservible. Me tumbé boca abajo para intentar disimular mi erección.
En un par de minutos me quedé dormido. No sé cuanto tiempo transcurrió; pero un escalofrío me hizo volver a la calurosa realidad cuando mi hermosa mujer escurrió su melena sobre mis ardientes nalgas. Esa fría sensación me hizo reaccionar y me incorporé. Mi polla aún mostraba signos de haber sido tentada recientemente, le pregunté por el agua y me dijo que estaba un poco fría pero que se agradecía porque la tarde estaba realmente insoportable. Comentó que no se explicaba como era capaz de aguantar al sol quedándome dormido sin ningún tipo de protección, sobre todo me advirtió sobre el riesgo de quemarme en la zona blanca que habitualmente cubre el bañador. Dijo que iba a darse otro chapuzón y me animó a acompañarle. Acepte aunque no estoy seguro de que hubiese podido negarme.
La pareja de la orilla ya había despertado y estaba retozando con aparente intensidad y era evidente que no se sentían observados. La pareja de homosexuales ya se había marchado y el negro solitario estaba recogiendo. El agua estaba muy fría, la marea había bajado aún más creando una especie de laguna y dejando un poco más adelante un largo arenal que invitaba a pasear.
Me preguntó qué tal lo llevaba y le dije que todavía no sabía como había podido aguantar tanta excitación ya que creía que acabaría follándome a aquellas dos mulatas encima de la arena. Ella me dijo que se le había hecho eterna la espera hasta que yo llegué y que le había gustado veme aparecer con la ropa que me había preparado y que por un momento pensó que acabaría montándome a aquella morena en su presencia.
Nadamos un rato y paseamos por aquel arenal hasta el fondo donde la marea dejó al descubierto una coqueta calita cuyo acceso solo podía ser por el mar y que invitaba claramente a disfrutar del sol sin protección. No teníamos toalla por lo que decidimos secarnos al sol sentados en unas rocas. Yo me incorporé y me acerque a la orilla a observar el cuadro paradisíaco de aquél privilegiado mirador. A la derecha nuestra playa de frente el arenal, en medio aquella caprichosa laguna natural y al fondo un islote que le daba el nombre a las dos playas que se encuentran delante.
Mientras me recreaba con esta bella postal note como el calor del cuerpo de mi mujer que se había situado estratégicamente detrás de mí. Me gustó. Sin pronunciar palabra sus delicadas manos me acariciaron el cabello y se deslizaron con maestría por mi nuca para recorrer mi espalda hasta donde pierde su nombre, rodeando mi cintura ascendieron lentamente hasta el pecho deteniéndose en mis pezones. Empezó dibujando círculos alrededor de ellos que fueron estrechándose hasta hacerlos crecer, pasando de las suaves caricias a los pellizcos atrevidos. A esas alturas ya podía sentir como se clavaban los suyos en mi espalda y notar el calor de su sexo en mi trasero ya quemado por el sol. El pequeño guerrero había despertado y su crecimiento era realmente avasallador. Le insinué si quería acabar conmigo de excitación y respondió que le gustaba verme desnudo y empalmado acompañando la afirmación de un fuerte pellizco en mis pezones que me hizo saltar de dolor y colocaba mi lanza en posición de saludo. Rodeándome se aferró a la antorcha y se deslizó hasta ella dispuesta a aplacar mi fuego con su boca. En un momento estaba chupándome frenéticamente la polla arriba y abajo masajeándome los huevos con suavidad pero sin tregua. Cuando parecía que se calmaba el huracán de pasión una de sus manos se deslizo hasta mi pezón izquierdo para darle un traidor pellizco al tiempo que apretaba mis huevos con la otra mano, lo que provocó de inmediato la erupción del volcán escupiendo sin piedad un buen chorro de leche que utilizo para extenderlo sobre sus tetas como si fuera crema hidratante.
En cuanto nos recuperamos de aquella estupenda corrida decidimos lavarnos en el mar y volver a tomar el sol. Nuestra morena acompañante ya se había marchado, dejando el privilegiado sitio al gigante de la entrada de la playa y que parecía dormir plácidamente por lo que nos tumbamos juntos a descansar. Mi culo ya estaba un poco quemado por lo que decidí ponerme boca arriba dejando que el sol acariciase mis doloridos huevos. Me quedé dormido.
Al cabo de un rato unas gotas de crema sobre mis piernas me devolvían a realidad. Mi mujer debió de pensar que ya que no tenía bañador debía protegerme del sol con un poco de crema. Tras aquellas expertas manos se escondía un viciosa sonrisa. Mientras me extendía la crema me dijo le había excitado verme desnudo mientras dormía y la visión de la pareja que estaba en la orilla que estaba echando un polvo impresionante le había animado a darme un masaje de crema. Pasó de las piernas al pecho recreándose en el ombligo hasta que llegó a los pezones que tanto le gustan. Después de un largo masaje se decidió a bajar hasta mis huevos, para entonces mi cohete ya había recuperado un considerable tamaño. Se detuvo con extraordinario interés en masajearme la polla, la crema se mezclaba con el líquido seminal que empezaba a brotar por la punta del capullo. Yo había cerrado los ojos para sentir con toda la intensidad el calor del sol y las sabias manos de mi querida mujer que embadurnadas de crema resbalaron entre mis piernas hasta mi oscuro agujero. Comencé a sentir un dedo juguetón que pugnaba por entrar dentro de mi lo que me hizo dar un respingón entre el placer y el dolor que me proporcionaban aquellas caricias tan íntimas. Al poco tiempo empecé a relajarme y ella aprovecho para introducirme otro dedo, la polla estaba a punto de reventar y el tercer dedo me hizo estremecer a mi de dolor y a ella de placer por lo que decidió pasar a la acción.
El sol todavía apretaba bien, la pareja de la orilla había decidido bañarse después del polvo salvaje que se pegaron, nuestro moreno acompañante seguía durmiendo ajeno a lo que pasaba a su alrededor. Ella se puso de pie enseñándome su formidable cuerpo mulato y se podía apreciar claramente como le escurrían los líquidos del fruto de su excitación a lo largo de sus piernas. La dureza de mi miembro servía de baliza para indicar el camino del placer, lentamente se agachó hasta sentarse poco a poco sobre la punta de mi enhiesta polla introduciéndose el capullo con extrema facilidad ya que estaba muy lubricado por la crema, empezando un rítmico mete y saca que parecía volverle loca; cada cuatro o cinco sacudidas se levantaba para enseñarme sus profundidades y se frotaba con lujuria el precioso coñito afeitado. Se dio la vuelta enseñándome su culito moreno y se puso de rodillas tragándose entera mi enorme polla como si quisiera comérsela, mientras aproveché para comerle el sabroso coñito que se me ofrecía y le metí mi lengua por su culo intentando violarla con mi deseo, lo que pareció gustarle porque levantó aún más su culo mordiéndome los huevos.
Respondí con violencia empujándole hacia delante. Estábamos absolutamente excitados y desinhibidos. No me importó descubrir que el moreno acompañante estaba haciéndose una paja a nuestro lado (¡vaya polla tenía el cabrón del negro) y a ella tampoco pareció importarle mucho, así que me decidí a montarla a cuatro patas (ella sabe que esa postura me excita mucho) así que me agaché y la ensarté por detrás escuchando un quejido cuando mis huevos tropezaron contra su coño ardiente. Después de varias galopadas me di cuenta que la pareja de la orilla nos estaba observando desde las rocas sin perder detalle. Aquello me excito aún más e incorporándome les enseñe mi polla dura y con un tamaño desconocido como si fuera una bandera y me arrodillé para comerme aquél magnífico culo en pompa, después de engrasarlo convenientemente y ante los jadeos de mi mujer decidí encularle para colmar sus deseos. Al principio me costo un poco (debo a aclarar que ella nunca me dejaba porque le parecía doloroso) pero poco a poco se fue relajando y mi poderoso rabo fue abriendo el camino del éxtasis entre quejidos y suplicas cuando de repente sentí como unas tenazas se agarraban a mi cintura y lo que parecía un hierro incandescente porfiaba por incrustarse entre mis huevos. Estaba a punto de ser violado por aquel moreno espectacular.
Para mi era una sensación nueva. Yo siempre he presumido de ser un macho, incluso mis fantasías eran siempre con dos mujeres o incluso con una negra; pero nunca hubiera pensado que sería desvirgado por un negro en la playa y en presencia de mi mujer. Mi culo todavía estaba engrasado por la crema de mi mujer; pero el negro cogió la crema que aún estaba en la toalla y se la untó bien escupiéndome un buen chorro en mi dilatado culito. No me hizo esperar y me metió la mitad de su tarugo de una embestida. El grito de dolor y el golpe hizo que mi mujer se corriese volviéndose para ver que pasaba. Su cara de susto era un poema, la pareja de la playa estaban follando de pie entre las rocas seguramente excitados por el panorama.
Tras un par de empujones sentía que me iba a partir en dos. Mi mujer se deshizo de mi verga y entusiasmada por lo que estaba viendo empezó a chupar mi polla con un ímpetu absolutamente salvaje que hizo me echase hacia atrás hasta sentarme sobre la interminable polla de aquel negro desconocido.
Los celos de mi mujer la sacaron de quicio y me empujó para poder sentarse ella sobre aquel poste telefónico. Tras un breve respiro y al ver como se meneaba mi tímida mujercita mientras el negro le pellizcaba el culo, me puse detrás de ella y se la metí por detrás notando como mis huevos rozaban la dura polla de aquel invitado que agradecido empezó a magrear mi dolorido culo. Yo no aguanté más los gritos de aquella hembra que suplicaba que nos corriésemos y me vacié cayendo exhausto a su lado. Transcurridos unos minutos parecía que aquél negro no se correría nunca. Mi mujer estaba fuera de sí como nunca la había visto (la verdad es que nunca lo habíamos hecho fuera de la pareja) y se agarro a mi nabo que no había llegado a perder su erección y empezó a chupármela hasta que se empinó de nuevo y tras sacarse la polla del negro dejó que él le comiese el coño destrozado por nuestras sacudidas. Yo, completamente desinhibido opté por cerrar aquel círculo de sexo sin fin devorándole la polla a aquel superdotado (no exagero; pero su polla debía medir cerca de 28 centímetros). La intensidad de mi mamada debió ser suficiente para que aquel semental llenase mi boca de leche caliente (nunca pensé que llegaría a probar ese cocktel salado maravilloso. Después de aplacar mi sed un apretón de huevos hizo que replicase mi corrida entre los pechos enrojecidos de mi mujer.
Cuando recuperamos el aliento nos dimos cuenta que la parejita había estado filmando en video aquel fantástico polvo que duró cerca de una hora. Después de darles nuestra dirección les hicimos prometer que nos enviasen una copia.
Nos dimos otro baño y dejamos que los últimos rayos de sol calmasen nuestras heridas. Nos quedamos dormidos.
El teléfono suena en mi oficina, creo que me he quedado traspuesto un momento cansado del estrés de la semana. Es viernes, brilla el sol y llama mi mujer para preguntar con voz dulce y sensual si he visto el mensaje en el móvil. Estoy intrigado. Hasta pronto.
Si os ha gustado, ... amorsinfin_69@hotmail.com