Es lesbiana! (3)
Tenía a Alfonsina en vivo, delante de mí, y con una pena infinita descendí mi mirada a sus senos.
Después de arreglar ese pequeño disgusto con Pamela no volvimos a hablar del tema el resto de la tarde. Le platiqué lo que había sucedido con Joaquín y ella me dijo que después de todo yo le había dado la libertad de hacerlo, por invitarlo y decir que no había nadie más en casa.
Acordé con Pamela que se quedaría a dormir conmigo esa noche, y esa misma noche, Joaquín me llamó y me ofreció disculpas y preguntó que si amaba a otro hombre. Me reí.
No, para nada –le dije–. Olvidemos lo que pasó, Joaquín.
Te amo –dijo.
Adiós –colgué.
Los días siguieron pasaron y resultó otra fiesta en la misma casa que tenía alberca. Pero esta vez sería desde la mañana hasta el otro día, y ahora sin los sellos de seguridad para la alberca. Sería un sábado, el antepenúltimo para iniciar de nuevo las clases.
Joaquín pasó por mí y por Pamela ese día, y partimos para la fiesta.
Al llegar había menos gente que la vez pasada y rápidamente localizamos a nuestros compatriotas de fiesta y escuela. Nos saludamos y comenzamos a platicar y a bromear.
Todos íbamos con atuendos livianos y estábamos disfrutando mucho ese momento. No pasó mucho cuando se empezaron a lanzar a la alberca y el ambiente se elevaba por los cielos.
En un momento, Joaquín me abrazó por la cintura y me levantó del piso, caminando conmigo hasta la alberca.
- ¡NO, JOAQUÍN! –protestaba mientras pataleaba–. ¡NO, NO, NO, NO!
Y los dos caímos al agua.
Cuando salí del agua todos nos miraban y reían. Me pasé las manos por el cabello y me lo quité de la cara. Miré a todos lentamente y me encontré con Auro. Inmediatamente pensé en Alfonsina: ¿Me habrá visto? Pero primero, ¿ella también está aquí?
Joaquín llegó por atrás y me abrazo. Me giré hacia él, y estaba riendo.
¿Qué tal el agua, amor?
Fría –reí y me solté de sus brazos.
Fui hasta la orilla y con un impulso salí. Caminé hasta los demás y ellos aún se burlaban de mí. Luego llegó Joaquín.
- Miren quién está ahí –dijo David señalando hacia la alberca.
Me giré y la miré. Alfonsina. Alfonsina. Me quedé quieta y fría (fría por los rastros del agua, obviamente). Hasta que alguien a mis espaldas me habló:
- ¿Ves a la de camiseta blanca y cabello corto? –era Pamela quien me hablaba a mis espaldas, asentí–. Ella me gusta.
Alfonsina estaba junto con Auro platicando afuera de la alberca. Estaban de pie y Auro señaló hacia donde estábamos todos nosotros y la tomó del brazo. Al parecer la estaba obligando a acercarse.
Viene para acá. Viene para acá.
Me tomaron del hombro y me obligaron a retroceder a la altura de los demás, que se alinearon para recibir a las invitadas.
‘’ ¿Se habrá dado cuenta de que la estábamos mirando? –murmuro alguien.
‘’ No creo. Quizá se acusó con su prima, y ahora Auro nos viene a reclamar –alguien más dijo.
‘’ ¿La conocen? –me susurró Pamela.
Yo sólo podía respirar.
‘’ Quizá le gusto –dijo David.
‘’ Es lesbiana –murmuró Martha.
‘’ Se le ven los pezones, ¿ya vieron? –fue lo último que se escuchó cuando ellas se pararon delante de nosotros.
Tenía a Alfonsina en vivo, delante de mí, y con una pena infinita descendí mi mirada a sus senos. Dios mío, se le veían sus pezones bajo esa camiseta. Sentí un calor en mi cuerpo que terminó en lubricación.
- Hola –nos saludó Auro.
Rápidamente subí mi mirada y miré a Auro. Todos la saludaron como si nada y luego Auro nos presentó a su prima.
Ella es Alfonsina –dijo.
Sí, ya la conocemos –dijo riendo David.
Me reí.
Hola –dijo Pamela, especialmente.
¿De dónde la conocen? –irrumpió Auro.
Pues… de la escuela –contestó David.
Ellas se quedaron con nosotros y luego se acercaron los amigos de Auro y todos estábamos conviviendo animadamente.
Yo evitaba mirar a Alfonsina. Sentía una especie de incomodidad por haberme sentido así. Aunque entre todos habían risas y miradas cómplices por tener allí a Alfonsina.
Pamela fue la que se apañó la compañía de Alfonsina. Platicaba y reía con ella.
- Voy al baño –le dije a Pamela.
Ella me miró y sólo asintió. Sentí la mirada de Alfonsina pero no pude mirarla.
Ahora que ya sabía dónde estaban los baños, llegué con facilidad. De regresó me encontré con otros amigos de las clases y me quedé a seguir bebiendo con ellos. No quería estar allá, en donde estaría Alfonsina y las hadas.
Luego de un rato comencé a jugar con estos mismos amigos de las clases, a hacer retos. Yo ya me sentía con bastantes ánimos y con ganas de hacer cualquier cosa.
Un reto que todos pasamos en general, fue decirle a alguien de nuestro mismo sexo que nos gustaba.
Uno a uno lo iba haciendo, y reíamos con cada respuesta que nos daban. En mi confusión, generada por el alcohol, hice un plan. Sabía que Alfonsina tenía que venir por estos rumbos a, mínimo, orinar, así que estaba dejando pasar mi turno para cuando pasara ella y, por qué no, decirle a ella.
De lejos vi que Alfonsina hacia un ademán que intuí era de: ‘’Ahora vengo, voy al baño. ‘’
Mi turno –alcé el brazo con entusiasmo y todos me miraron–. Mi turno de decirle a alguien de mi mismo sexo que me gusta.
Pensé que te estaba dando miedo –dijo una amiga.
Pero tiene que ser alguien que esté guapa, ¿eh? –dije riendo.
Como lo predije, Alfonsina venía en esta dirección, y quien me tenía que elegir a la persona, señaló a Alfonsina.
A ella –dijo finalmente.
Alguien más –dije, no queriéndome ver tan fácil.
Movió la cabeza en negativa y comentó:
- Además dicen que es lesbiana.
¡¿Acaso todos sabían eso?!
Me levanté y caminé para encontrármela de frente. Yo iba con toda la intención de chocar con ella, pero Alfonsina dio un paso a su derecha, para evitar este choqué. Hice lo mismo que ella, di un paso a mi izquierda, en este caso, y se me escapó una risa. Alfonsina me miró y di un paso a su izquierda, seguí sus pasos y una sonrisa se me formó en los labios. Hasta que nos encontramos de frente.
Alfonsina tenía unos ojos admirables.
Dio otro paso a la izquierda y yo estiré mi brazo para impedir su paso.
¿Te puedo decir algo? –dije conteniendo mi risa.
¿Qué? –dijo dudando.
Me gustas –lo dije.
Sí, sí, lo dije.
Me mordí el labio inferior y continué:
- Oh, y se te ven los pezones –me di la vuelta y regresé hasta los demás que me esperaban con la misma sonrisa.
Seguimos con el juego hasta que el atardecer comenzaba a asomarse, y el frío también. Me despedí de mis amigos ocasionales y regresé con los demás. Vi a Alfonsina y ella me miró fríamente. ¿Se habría dado cuenta de que se trataba de un juego? Supuse que sí. Por otra parte, Joaquín estaba molesto, que porque me había ido tanto tiempo. Lo besé y, como siempre, se le pasó.
Todos los que quedábamos nos metimos en la casa a seguir bebiendo. Le bajé al alcohol porque ya me sentía mareada y Pamela me intersectó para preguntarme cómo estaba.
Bien. ¿Ya la besaste? –le pregunté.
Hey –dijo riendo–, ¿no que no te interesaba?
Pues no –me di la vuelta y fingí molestia.
Pamela me abrazó por la espalda y dijo:
- ¿Me acompañas al baño?
Nos tomamos de la mano y preguntamos por los baños en el interior de la casa. Ahora sin problemas nos indicaron uno que estaba en la parte superior de la casa, y subimos.
Las dos nos metimos y la primera en orinar fue Pamela, luego yo.
No se deja –comentó Pamela, mientras nos lavábamos las manos.
¿Quién?
¿Quién más? Alfonsina.
Oye –dije–, dijimos que no me ibas a contar nada de eso.
Bien que quieres saber –me pico con un dedo las costillas.
Ay, bueno, ya. Dime qué pasó.
Me contó que ella intentó, fallidamente, acercarse a Alfonsina, y que ella cortésmente la rechazaba, aclarando que ya estaba saliendo con alguien.
- Oye –dijo Pamela, aún dentro del baño–, y ¿tú nunca probarías con una mujer?
Nos miramos por el reflejo del espejo y negué con la cabeza.
- ¿De verdad? –dejó de mirarme por el espejo y se giró hacia mí.
Le cerré al grifo del agua y también la miré.
Creo –dije riendo silenciosamente.
Oh, ¿crees? –se acercó a mí y yo retrocedí.
¿Qué haces? –dije, sintiéndome acorralada.
Me tapé la boca con la mano evitando que hiciera algo de lo que después, seguramente, nos arrepentiríamos.
Estuvimos un rato mirándonos, tratando de descifrarnos, hasta que tocaron a la puerta. Nos alejamos y, quitando el seguro, abrí.
Salimos y en el camino Pamela me habló.
Cris, no te lo tomes tan personal. Va a ser inevitable que nos besemos.
Y ahora te crees adivina, ¿no? –dije–. No digas incoherencias, has bebido demasiado.
Pamela me tomó del brazo, cuando estábamos por comenzar a bajar las escaleras, y me llevó a una esquina oscura. Me pegó a la pared y me habló cerquita.
- Si no soy yo, va a ser otra. Y qué mejor que tu mejor amiga, ¿no crees?
- Cállate, Pamela.
- Es que –rió y juntó su frente con la mía– ya sé quién es la lesbiana de la que hablabas.
Me sentí descubierta.
Se trata de Alfonsina, ¿no?
No, no. Cállate.
Oh, ya entiendo, sí es ella. Es bonita, sí. ¿Con ella te imaginaste en la cama, y al no saberlo hacer, me preguntaste cómo es que se hace?
Ya, Pamela. Voy a olvidar que dijiste esto y vamos a bajar como si nada hubiera pasado.
Mira –continuó–, vas a utilizar tus lindas manos y vas a jugar con su vagina; luego, con tus labios, vas a besar también su vagina. Y todo se resume a su vagina.
La alejé de mí, cuando comenzaba a sentir su respiración en mi boca. La tomé de la mano y bajé con ella hasta la sala. La senté en una silla y me hinqué frente a ella.
- Pamela, eres mi mejor amiga, y te quiero, pero no nos vamos a besar jamás. No soy como tú o como la otra, Alfonsina. Ve con ella y haz lo que quieras, pero a mí déjame fuera.
Pamela se acercó a mí y me tomó la cara, obligándome a acercarme a ella. Cuando creí que iba a hacer una locura, me dio el beso en la mejilla. Se alejó de mí y me alborotó el cabello.
- Estúpida –dijo riendo.
Giré el rostro y allá, no muy lejos, estaba Alfonsina que no me miraba.
Lo siento, por falta de tiempo no puedo hacer los relatos más largos, pero espero seguir publicando pronto. Un saludo y gracias por leer.