Es lesbiana! (2)

Mirarla no te hace gay.

Finalmente ya estábamos en el fin de semana previo a finalizar con las clases. Estaba sobre mi cama mirando al techo cuando, sin quererlo, una cosa me llevó a otra, y otra a otra, hasta detenerme en las bromas de las que era víctima Alfonsina cuando pasaba frente a nosotros. No lo podía negar, me causaban una gracia infinita.

Me empecé a reír como idiota sobre la cama y, para contener mi risa, me mordía los labios. Alfonsina. Alfonsina.

Hasta que alguien tocó a la puerta de mi habitación.

  • Está abierto –dije.

  • Te buscan abajo, hija –dijo mi mamá.

  • Voy.

Brinqué de la cama y me amarré el cabello desordenadamente.

Fui hasta la sala y allí estaba Joaquín.

  • Hola, amor –lo saludé con un beso en la boca–. ¿Qué haces aquí?

  • No me contestabas el teléfono y decidí venir hasta acá.

  • Eh, supongo que se me acabo la batería –comenté sentándome a su lado.

Conversamos un rato más y salió a la luz la fiesta de un amigo de la prepa.

  • No sé. Preferiría descansar –dije.

  • Oh, amor, vamos. Será divertido –insistió–. Además, también irá Pamela.

Pamela era mi mejor amiga.

  • Está bien. Pasa por mí en la noche, ¿sí?

Él rió y me dio un rápido beso en la boca.

  • A las nueve vengo por ti.

Luego de un rato él se fue y yo volví a subir a mi habitación, quería descansar un rato más. Cuando desperté me metí a dar un baño y tranquilamente elegí algo sencillo para vestirme. Joaquín pasó por mí a la hora predicha y partimos a la fiesta en el automóvil de su papá.

Cuando llegamos a la casa de la fiesta, ésta bastante grande que hasta alberca tenía, pero que contaba con sellos de seguridad que prohibían su acceso. Gente ebria.

Entré de la mano de Joaquín y en un segundo encontramos a los demás. Ya tenían todo el material para el resto de la noche: Alcohol y cigarrillos.

Me estaba destapando una botella cuando vi a Pamela, mi amiga, venir corriendo hacia mí. Se me lanzó encima y nos dimos un caluroso abrazo. Siglos sin verla y ahora nos poníamos al corriente.

Bebí, bebí y bebí, hasta que las ganas de orinar llegaron a mí.

  • Quiero orinar –le dije a Pamela que estaba a mi lado.

  • Yo igual. Vamos.

Nos tomamos de la mano para no perdernos e iniciamos nuestra travesía en busca de los sanitarios.

  • Sabes dónde puedo ir a orinar –preguntó Pamela, desesperada, a una chica.

  • Allá hay un árbol –le señaló y rió.

Pasamos por tantas personas y sus respuestas sin sentido (¡cómo es que nadie sabe dónde está un jodido baño!) hasta llegar con la querida Auro.

  • ¡Auro! –exclamé–. Dime que sabes dónde están los baños.

  • Hola, Cris. Bien, ¿y tú? ¿También? Ah, qué bien. Allá adelantito, das vuelta a la izquierda y es la única puerta.

  • Eres un amor, gracias –dije de prisa.

Corrí con Pamela y le dije que pasara ella primero. La muy sucia decía que se le estaba ‘’saliendo’’.

Mientras Pamela salía, y para aguantar mis ganas, caminaba de un lado a otro y, no sé por qué, se me ocurrió asomarme para ver cómo continuaba la fiesta. Cuando una persona, a unos metros de mí, llevaba entre sus brazos unos muchos envases de cartón de lo que parecía ser jugo. Iba con mucho cuidado y se le cayó uno, lo levantó y que se le cae otro, iba a levantar ese otro, cuando se le caen dos. Me reí. Con todo y todo, me acerqué a ella y alcé el último envase, se lo puse con cuidado entre los brazos. Nos miramos.

Pensar: Mujer más mujer es igual a relación lésbica.

Volver a pensar: Mirarla no te hace gay.

Me di la vuelta y regresé por el pasillo por el que vine. Qué incómodo. Qué incómodo. La prima de Auro, aquí y ahora.

Respiré cinco veces por la boca mientras me pasaba los dedos ansiosamente por la frente.

Pamela salió y sin pensármelo dos veces, me metí a orinar. Ya cuando salí me encontraba más relajada.

  • ¿Vamos? –le pregunté.

Volvimos con los demás y me abracé a la cintura de Joaquín.

La noche seguía transcurriendo y luego de un rato dejé de beber alcohol y me dediqué a conversar con los demás. Gracias al Cielo no volví a encontrarme con Alfonsina y sus ojos de oro.

Llegó el lunes y, con ello, el resto de la semana. La mayoría ya sólo íbamos a clase por nuestras calificaciones o a entregar algún trabajo final. La primera y segunda semana de vacaciones transcurrió de lo más normal, mientras me veía seguido con Joaquín y Pamela.

Fugazmente recordaba a Alfonsina y sus ojos envolventes, hasta eventualmente buscar olvidarla.

Mas llegó un fin de semana en que mis papás salieron a ver a los abuelos y yo preferí quedarme en casa.

  • ¿Qué haces hoy, amor? –decía Joaquín del otro lado de la línea.

  • Pues no están mis papás…

  • Oh, ¿tenemos casa sola?

Acordamos que él llegaría por la noche y se quedaría a (supuestamente) dormir conmigo. Yo me sentía bastante nerviosa. Jamás había estado con alguien y tenía temor de que me doliera.

Joaquín llegó a casa, bebimos algo y subimos a mi habitación. Apenas nos sentamos sobre la cama, sin una palabra de por medio, me comenzó a besar y a meter su lengua en mi boca.

  • Amor, espera –intenté protestar.

  • Shhh.

Después me acariciaba los senos y, en vez de sentir algo, no me producía nada. ¿Es posible no sentir nada cuando alguien te está provocando con caricias? Sí, es posible. Me desnudó mientras continuaba con sus furtivas caricias, pero seguía sin removerme un poco.

  • Joaquín, no –lo alejé de mí.

Para no hacer este momento más largo le pedí que se fuera, que no sentía nada. Él se subió los pantalones y salió de mi habitación de muy mala gana. Me cubrí y pensando en todo me quedé dormida.

A la mañana siguiente amanecí preguntándome si sería lo mismo estar con un hombre que con una mujer.

¿Cómo hacen el amor dos mujeres? Basta. Basta. Estaba desvariando y volviéndome loca con tanta preguntadera. A mí qué me interesaba saber cómo hacen el amor dos mujeres.

  • ¿Cómo tienen sexo dos mujeres? –le preguntaba a Pamela esa misma tarde.

Ella se ahogó con el agua que estaba tomando y tosiendo dijo: ‘’ ¡¿Qué?!’’

  • Que si has visto El hombre y dos mujeres –me arrepentí–. Es la nueva telenovela de la noche.

  • No, no, no –aún se aclaraba la garganta–, dijiste que cómo tienen sexo dos mujeres. Además tú ni telenovelas ves.

  • Bueno, ¿cómo? –continué.

Ella desvió la mirada y dudando un poco dijo:

  • No sé.

  • Oh, Dios mío –exclamé–. No me digas que tú ya  has… tú ­–la señalé–, ¿de verdad?

Pamela se aclaró la garganta una vez más sin mirarme.

  • Sí –murmuró.

  • Oh, yo… yo preferiría ya no saber. No quiero saber nada.

Me puse de pie con mi vaso de agua para llevarlo al fregadero pero Pamela me tomó del brazo.

  • ¿Y ahora te vas a ir? ¿Tanto te molestan las relaciones de ese tipo? Son de lo más normal –dijo mirándome con dureza.

  • ¿Si tan normales son, por qué no me dijiste que ya habías probado con mujeres?

  • Porque te conozco. Pero mejor aún, dime por qué te interesa saber cómo tienen sexo dos mujeres. ¿Quién se te metió en la cabecita, bonita?

  • ¡No me digas bonita! –me solté de ella–. ¡Y nadie se me metió en la cabeza!

La verdad era que Alfonsina sí se me había metido a la cabeza.

  • Mejor me voy –dijo Pamela.

La vi salir hacia la sala y me arrepentí. Era mi amiga y la quería. Se supone que siempre tenemos que estar juntas porque en eso consiste una estrecha amistad.

  • Pamela –la alcancé y ella me miró–, discúlpame. Tú me puedes llamar como quieras. Y si tenía curiosidad por el sexo entre mujeres es porque en la prepa hay una chica que dicen que es les… lesbiana.

  • Ay, mujer, qué voy a hacer contigo.

Nos abrazos e hicimos las pases.


Gracias a todas las personas que leyeron y que comentaron el anterior relato. Un abrazo!