Es lesbiana! (1)

¿Es lesbiana?

Estaba sentada con Joaquín y los demás en el lugar de siempre. Platicábamos de las clases, de los profesores, de nuestros compañeros y de…

  • Dicen que la prima de Auro es lesbiana –dijo Martha, como quien no quiere la cosa.

  • ¿Y quién es su prima? –preguntó alguien por allí.

  • Yo ni sabía que Auro tenía primas –comenté.

Auro era una de las niñas más guapas de la preparatoria y, sí, era una buena conocida mía.

  • Pues dicen –continuó Martha­– que la vieron besándose con otra mujer afuera de la escuela. Dicen, ¿no? yo no sé.

  • Pero quién es su prima –insistieron.

Martha alzó los hombros. Ella tampoco sabía quién era su prima.

Vimos que ya era hora de la siguiente clase y todos nos repartimos a nuestros salones. Yo me iba con Joaquín, mi novio, a la clase de laboratorio.

  • Yo sí sé quién es la prima de Auro –me dijo él.

  • ¿Sí? ¿Quién? –pregunté.

  • Se llama Alfonsina –dijo y solté una risita– igual es de nuestro grado. ¿De qué te reíste?

  • ¿Se llama Alfonsina? Suena como a cuento o fabula –me reí.

  • Un poco, sí –él se rió conmigo.

No volvimos a tocar el tema de Alfonsina y las hadas, hasta varios días después.

Igual que siempre, estábamos sentados en el sitio de siempre. Por ese lugar transitan mucho las personas cuando salen de clases y nos era posible ver a muchos pasar. Hablábamos de no sé qué, hasta que Martha interrumpió con una de sus súbitas ideas.

  • Ya sé quién es la prima de Auro.

Todos se interesaron y dejaron el tema anterior para escucharla. Yo ya casi ni lo recordaba.

  • Yo también –presumió Joaquín.

Los dos dijeron lo que sabían de ella: fisico normal y lesbiana. Qué cosas. ¿Una lesbiana no es normal? Supuse que no.

  • ¡Esperen, esperen!  –se exaltó Martha–. Ahora no volteen, pero viene subiendo las escaleras.

El silencio cómplice nos cubrió y todos voltearon los ojos a las escaleras. Yo tenía directamente la vista a las escaleras, y como una estúpida, miré con disimulo. Tenía tanta curiosidad…

La localicé inmediatamente. Sí, sí, tenía que ser ella: cabello castaño y corto, delgada, piel blanca, nariz fina y ojos grandes.

  • Oye, amiga –gritó alguien a mi lado–. Sí, sí, tú, la bonita –Alfonsina estaba por terminar de subir las escaleras y David, un amigo más, no dejaba de gritar–, ¡voltea!

Todos lo volteaban a ver, menos Alfonsina.

  • ¡Alfonsina! –alguien más ayudó a David a gritar y ella finalmente nos miró.

  • ¿De qué juguetería te escapaste, muñeca? –dijo David, y fue inevitable que todos los que escuchamos, riéramos.

¡Qué estúpido era David!

Alfonsina subió el último escalón y al parecer no le causó nada de gracia. Se terminó por ir y todos seguíamos con las últimas risas.

- Eres un estúpido –le dije, lo tenía que decir.

Ese último momento vivido con Alfonsina nos alegró el resto del día.

Hasta ahora no me había cruzado con alguien que tuviera preferencias sexuales distintas a las mías. Bueno, sí, un amigo hace años confesó que era gay, pero no le vi mayor problema. Y ahora Alfonsina, que tampoco era mayor problema. Total, no era mi amiga, no era mi prima y nada me vinculaba con ella. Sólo Auro, pero Auro era, como bien lo dije, una buena conocida.

Los días pasaban y descubrí que Alfonsina pasaba por nuestro lugar los lunes, miércoles y viernes. Supuse que los martes y jueves tendría clase en otros edificios y tomaba otro camino. ¿Cómo es que nunca la había visto?

David y algunos otros, de los que nos juntábamos en El lugar, como le decíamos, tomaron afición por gritarle cosas bonitas a Alfonsina. Decían que era muy bonita como para que fuera lesbiana y cada día que ella pasaba decían cosas como éstas:

  • ‘’ ¡Alfonsina! –ella volteó y los miró cautamente–. ¿No te duelen los pies? Por correr toda la noche en mis sueños, chiquita.

Reí.

  • ‘’ ¡Alfonsina! –ella nos miró de reojo–. ¡Quisiera ser ardilla para comerte, bellota!

Reí de nuevo.

  • ‘’ ¡Alfonsina! –apenas y nos miró­–. Usted de rojo y yo con este antojo.

Reí de nuevo porque Alfonsina no iba de rojo, iba de blanco.

  • ‘’ Chiquilla –Alfonsina no nos miró–, ¿cómo es eso que te gustan las mujeres?

No reí. ¿Cómo es eso?

Hasta que Alfonsina dejó de pasar por El lugar.

  • Estúpidos –se quejó Clau (otra amiga) con gracia–, ya la asustaron.

Yo no decía nada. Porque decir algo de ella frente a los demás era como… ¿aceptarla?

Luego de un rato todos nos volvimos a acostumbrar a estar sin la efímera presencia de Alfonsina y por otro lado las clases y los exámenes nos impedían juntarnos todos como siempre. Aunque a diario veía a Joaquín y nos íbamos juntos a casa.

A veces me llegaba a la cabeza Alfonsina y me preguntaba cómo es que era lesbiana, siendo que había hombres muy apuestos. Otras dudas, en las que no quería profundizar, eran sobre qué se sentiría estar con otra mujer. No las asimilaba porque no las creía de mi interés.

Pero ¿realmente Alfonsina era lesbiana? Todos lo decían, pero quién me lo aseguraba a mí.

Un día, de esos de los últimos del semestre, iba caminando con Joaquín y nos encontramos con Auro y su prima.

  • Hola Auro –dije e instintivamente miré a Alfonsina.

Alfonsina no nos miró y dio unos pasos delante de su prima, haciendo que la perdiera de vista. Alfonsina era… era muy hermosa. Lo reconocía como reconocería la belleza de otra mujer.

  • Hola, Cris –me saludó Auro–. Hola Joaquín.

  • ¿No nos presentas a tu amiga? –dijo Joaquín.

¿Por qué Joaquín quería conocer a la prima de Auro? ¿Por qué?

Me puse seria y Joaquín lo notó. Me tomó de la mano y me dio un beso en la mejilla.

  • No seas celosa, mujer –dijo Auro–. Alfonsina, ¿por qué no vienes? Te voy a presentar a unos amigos.

Me solté de la mano de Joaquín y lo alejé un poco de mí. Alfonsina llegó hasta nosotros y se volvió a parar frente a mí. Se pasó la mano por el cabello y yo me sentí… ¿Qué? ¿Qué?

  • Ella es Cristina –dijo Auro–, y él es su novio Joaquín. Y ella es mi prima Alfonsina.

  • Hola –dijo Alfonsina con indiferencia.

  • Ah –expresó Joaquín–, pues si tú vas en mi clase de inglés, ¿no?

Estúpido Joaquín, todo lo tenía planeado. Por eso es que ya sabía de ella.

  • Sí –dijo ella–. Me voy adelantando –miró a su prima y a mí ni una mirada–, te veo en la casa.

Alfonsina se fue.