Es la historia de un amor, como no hay otro igual.

Historia del comienzo de un amor real, tal y como habría sido si hubiese ocurrido alguna vez.

¡¡Un 10!! Por fin el último examen del año y lo aprobaba con la nota máxima.

Llevaba dos años estudiando como una esclava, para obtener las mejores notas y poder así conseguir ser seleccionada como alumna de intercambio para hacer dos años de Derecho en Madrid. Si se presentaba con las mejores notas, además iba a ser premiada con una beca que le permitiría vivir, sin lujos, pero sin grandes preocupaciones, en España.

Y con solamente 20 lo consiguió. Nathalie estaba feliz, no le cabía tanta dicha en el corazón.

Iba a ser un camino duro. Se separaría de su padre y de su hermana, con los que vivía sola desde pequeña, cuando su madre los abandonó. Era la mujer de la casa, la que mantenía todo en orden, y no estaba segura de que pudieran encontrar siquiera una cuchara sin su ayuda, pero esperaba que valiera la pena, todo iba a ser para mejor.

Llegado el día y con lágrimas en los ojos se despidieron en el Aeropuerto de Santiago de Chile, prometiendo videollamarse todos los días.

'Por favor, intenten no incendiar la casa!' les suplicó Nathalie intentando mostrar una sonrisa para contagiar fortaleza.

Y abordó.

Nunca había viajado en avión, ahora iba a atravesar el Atlántico. No era eso de lo que temía. Su nueva vida era lo que le aterraba: sola, lejos de todo lo que quería, en unas tierras donde no conocía a nadie, ni la comida, ni las costumbres... nada.

'No puede ser peor de lo que ya tengo' se decía.

Pero no dejaba de darle vueltas a la cosas, buscaba motivos para apaciguar sus temores. Su vida había sido dura hasta ahora, desde su infancia. Su madre los había abandonado desde que ella era pequeña, y la verdad, eso fue la única cosa buena que hizo por la familia. Hasta antes de que eso pasara los maltrataba a diario, insultos, amenazas... golpes. Quizá por ese motivo, nunca se había llevado bien con las mujeres. Siempre tuvo pocas amigas, se contaban con los dedos de una mano y sobraban.

Aquellas que no eran sus amigas la odiaban. Los hombres, en cambio, siempre disfrutaron de su compañía. Tenía amigos por montones, muchos de ellos la pretendían, pero ella ni siquiera lo notaba. Y novios... pues no. Con ninguno de los dos novios que tuvo duró más que un par de meses. Decían que ella era agobiante. Lo cierto es que ambos se vieron amedrentados por el amor puro y cristalino que ella les daba, por su seguridad e inteligencia. Y por cierto, ninguno de los dos tuvo la habilidad suficiente para meterla en su cama. Sencillamente no estuvieron dispuestos a esperar, a esperarla. Lo único que le había funcionado en la vida eran los estudios, y si eso le funcionó en Chile, no había por qué pensar que no le funcionaría en España.

'Claro que iba a estar todo bien!' terminó sentenciando... y se durmió.

+++++++++++++++++

Bajó del avión y tomó un transfer hacia el piso que había arrendado en Madrid. Afortunadamente, el agente de propiedades con el que había hecho el trato por internet la esperaba fuera del departamento. Era un guapo españolito llegando a los treinta que estuvo coqueteándole durante largos quince minutos. Pero ella estaba cansada y un poco nostálgica, asi que le pidió que fuera breve. Luego del intercambio de llaves por el dinero de los tres primeros meses, y una explicación general de la disposición y funcionamiento de la cosas, se despidieron. Él por supuesto, guiñándole el ojo y prometiendo venir a verla de vez en cuando por si necesitaba alguna cosa.

Nathalie era preciosa. Como buena latina tenía curvas bien pronunciadas y unos rizos que conseguían acariciar la parte baja de su espalda. Pero no era eso lo que más llamaba la atención cuando se la miraba. Era de esas chicas que miran a los ojos al hablar y con sus lindos ojos color caramelo lograba capturar la atención de quien tuviera en frente. Aún así, ella no se encontraba linda, ni simpática. Sus experiencias la habían convencido de que no era una chica muy agradable... o no la habrían dejado dos veces. Pero sí que estaba mucho más segura de su inteligencia, y por lo mismo estaba convencida de que no encontraría pareja pronto... nunca quizá... Los hombres prefieren a las mujeres de genio más fácil, se decía. Por eso cuando el agente coqueteaba con ella, ella ni siquiera se dio por enterada.

Apenas estuvo sola escribió a su casa avisando que había llegado sin novedad, acomodó sus cosas y durmió un poco para reponerse del viaje.

Eran las 4 de la tarde cuando despertó. Se dio una ducha rápida, se puso un vestido ligero y salió a por algo para meter en el refrigerador. En la barriga que ya le dejaba oír un concierto de tripas.

Estaba saliendo del apartamento cuando vio que alguien llegaba al apartamento de en frente. Pensó que sería su vecino. Supuso que los modales han de ser los mismos en todos lados, y siendo ella nueva en el edificio, decidió acercarse a saludarlo,

  • Hola, buenas tardes. Soy Nathalie, su nueva vecina - le dijo, mostrándole su mejor sonrisa.

  • Ho...hola Nathalie. Mucho gusto - Le respondió el hombre, en un ezhpañol bien pronunziado al que iba a tener que comenzar a acoshtumbrarze.

  • ¿Vives aquí, no?

  • Sí.

  • Y te llamas...

  • Lo siento, no te dije mi nombre. Me llamo Francisco- Le respondió alargándole la mano.

Nathalie, en un arranque de espontaneidad, como era característico en ella, se agarró de su mano para impulsarse directamente hacia sus mejillas y estamparle dos besos, uno a cada lado, como había notado que era costumbre en España. Francisco, que no se lo esperaba, se sonrojó un poco. Pero Nathalie, acostumbrada a causar ese efecto en las personas, no le prestó atención.

  • ¿Sabes Francisco? Acabo de llegar a España, y a este piso, y no conozco mucho... bueno, no conozco nada en realidad. ¿Podrías decirme dónde puedo comprar algo para cocinar?

  • Claro. Solo tienes que bajar, coger la izquierda y al llegar a la esquina encontrarás una tiendita. Es lo más cerca- le dijo, sin mirarla mientras buscaba sus llaves.

  • ¡Muchas gracias! No te entretengo más y voy a ver que encuentro, porque me muero de hambre! Nos vemos- le dijo con otra sonrisa batiendo su mano al aire.

  • Está bien, chao- se despidió Francisco con un ademán de cabeza.

Nathalie cogió el ascensor. Pensaba en su vecino. Era mayor que ella, unos treintipocos seguramente. Había sido cordial con ella, pero no parecía muy simpático. Seguro que le había incomodado un poco. Le dio nostalgia. Siempre se había llevado bien con sus vecinos ¡Si hasta eso extrañaba de su país y no llevaba un día fuera!

Francisco entró a su apartamento, dejó su bolso y se dejó caer en el sofá. No se quitaba esos ojos de la cabeza. No podía creerlo. La muchacha con los ojos más lindos que él había visto jamás se acercó de la nada a hablarle, y él se había quedado estupefacto sin poder articular palabra.

Siempre era lo mismo. Su timidez nunca lo había dejado acercase a una chica. No tenía amigas.  A sus 35 años nunca había tenido novia. Las chicas de las que estuvo enamorado ni siquiera notaban su presencia. Por vez primera se le acercaba una mujer y, como era costumbre, nuevamente no supo qué decir.

Pero era su vecina. Eso quería decir que comenzaría a verla seguido. Y tenía un acento diferente... Claro, dijo que era su primer día en España, pero no conseguía identificar su acento.

'Ha de tener la nevera vacía 'pensó... 'y yo... la mando a la tiendita! ¡Pero qué capullo'.

Antes de darle tiempo a su timidez para que emitiera opinión alguna se levantó del sofá, cogió sus llaves, y se lanzó escaleras abajo.

Nathalie se encaminaba a la tiendita que le había indicado su vecino. La verdad es que ella esperaba encontrar un supermercado y hacer una compra para varios días. Pero consideró que tenía que matar los piojos de a uno. Primero aprendía a ubicarse bien en el barrio, y luego a por las compras grandes, porque perderse cargada de bolsas no le haría ninguna gracia. Iba saliendo del edificio cuando Francisco la alcanzó.

-Nathalie, espera!

Ella se giró asombrada. Vio que su vecino venía corriendo desde las escaleras. Y se detuvo apoyándose en la puerta, medio muerto y jadeando. La imagen le dibujó una sonrisa divertida en su cara.

  • ¡Francisco! ¡Pero hombre, usa los ascensores o vas a suicidarte!

Francisco sonrió mientras recobraba la compostura. Ahora que la tenía en frente, de nuevo, se le extraviaban todas las palabras.

  • No. Es que, esto... Me di cuenta que fui muy descortés contigo. Tu primer día en España, necesitas comprar y te envío a una tiendita cuando debes tener tu nevera vacía. ¿No quieres ir al supermercado mejor?

  • ¡Oh! ¡Qué dulce! ¿Y por eso bajaste corriendo las escaleras?

  • Es que... quería alcanzarte.

Ella lo miró dulcemente a los ojos y le sonrió. Él se quedó perdido en esa sonrisa.

  • La verdad es que sí. Me encantaría ir a un supermercado, pero no se movilizarme bien aún y, la verdad, soy bastante desorientada, seguro que me pierdo cargada de paquetes, así que por hoy, la tiendita está bien. Gracias.

  • Pero yo tengo coche... y, bueno, a mi también me hacen falta algunas cosas. Si tu quieres, podría llevarte- Le dijo, asombrándose a sí mismo de su osadía.

Ella miró al techo como buscando algo que había perdido.

  • Puede ser, pero... ¿Conoces algún sitio donde comer algo rápido cerca?

  • Sí, a dos manzanas de aquí hay una pizzería.

  • ¡Manzanas, que divertido! En mi país a las manzanas nos las comemos.

  • Bueno... aquí nos las comemos y las caminamos - le dijo con gracia.

  • Bien, dos cuadras... ¡Perfecto! Entonces acepto que me lleves de compras si tú aceptas que primero te invite a una pizza.

  • ¿Quieres comer conmigo?

  • Bueno, si no tienes algo que hacer, por supuesto. No quisiera molestarte.

  • No, no es eso... es que... esto... no estoy acostumbrado a que me inviten a comer.

  • Ni yo a que me lleven al súper, pero creo que podría hacer una excepción. ¿Qué dices?

Los ojitos de ella lo miraban llenos de inocencia y alegría, expectantes. ¿Cómo le iba a decir que no a esos ojitos?

  • Vale, vamos - le dijo Francisco colorado hasta las orejas.

+++

Pidieron la pizza más grande de todas, doble queso y con de todo, una botella de bebida y unos palitos de ajo.

  • Son 22 euros-  dijo la chica de la caja.

  • Si, claro, deme un segundo- Respondió Nathalie.

Era la primera compra con dinero español para ella. No estaba familiarizada con los billetes y estaba tardando en encontrarlos. Francisco sacó su billetera pretendiendo pagar. Ella lo miró con su mejor cara de asesina en serie.

  • ¡Ni se te ocurra!. Guarda eso.

  • No te preocupes, yo pago.

  • Yo invito, yo pago.

  • Insisto.

  • Ya. Si quieres invitarme tú algún día, tendrás oportunidad para estrenar tu billetera conmigo, pero tendrás que invitarme primero - le dijo esbozando una gran sonrisa- Ahora guárdala y deja de distraerme que así no consigo encontrar los billetes. Por fin, aquí están.

Pagada la pizza, buscaron una mesa donde comerla.

  • Ufff... ¡Moría de hambre! No comía desde ayer.

  • Pobrecita.

  • Gracias por acompañarme Francisco, habría estado sola si no me hubieses alcanzado.

  • Y... ¿Tu familia?

  • En Chile, soy de allá.

  • ¿Y qué te llevó a cruzar el charquito?

  • ¿El charquito?

  • El Atlántico... es decir, ¿Por qué viniste?

  • Ahhhh! Eso. Bueno, me vine de intercambio, por dos años. A la Universidad Complutense de Madrid.

  • ¿Intercambio? ¿Qué estudias?

  • Derecho… Internacional, mi especialidad.

  • Suena difícil.

  • Pues... no tanto como cruzar el charquito. Y tú... ¿Qué haces?

  • Soy informático, trabajo de informático... en una empresa... en la sección de informática. Ya sabes...- respondió nervioso.

  • ¡Ajá! ¡Computín! Qué entretenido. Sí, tienes cara de computín. Ya sé a quién le voy a pedir ayuda con mi carcacha cuando lo necesite.

Ella lo miró con una sonrisa de niña traviesa. Él también la miró, pero no se reía. Ella achicó los ojitos como esperando ser regañada... hasta que por fin él... rió... mucho. Y ella, con alivio. Cómo por magia, en ese minuto, toda la timidez de Francisco se evaporó y por fin pudo fluir como siempre quiso.

  • ¿Y cómo es la cara esa de computín, eh?

  • Jiji... bueno, así... como la tuya... creo que tengo un espejito por aquí... jiji

  • Pues tú no tienes cara de abogada.

  • Claro que no... ejercito el factor sorpresa, no le cuentes a nadie.

  • Sí que funciona, Nathalie.

  • Nathalie - dijo poniendo cara de chupar un limón - Vas a tener que inventar otra forma de llamarme, Nathalie es tan ceremonioso, así me dice mi padre cuando quiere regañarme, o los profesores en clases. No me gusta, suena terrible.

  • A mi me parece un lindo nombre.

  • Muchas gracias, pero a mí no.

  • Bien... veamos... ¿'Nati'? ¿Mejor?

  • Mmmm... pensé que los españoles erais más originales- dijo con una pícara sonrisa- Así me dice todo mundo en Chile.

  • Quiere originalidad la niña... ¿Qué tal, mmmm… 'Tita'?

  • ¿Tita?

  • Sí, de Natita. Supongo que Natita también te han de decir a veces.

  • ¿Ves como es cosa de pedir? ¡Tita me encanta!. A los Franciscos en Chile les decimos Panchos. ¿Puedo?

  • Podrías, sí. Pero me has pedido originalidad, así que quiero ser correspondido - le responde él en un arranque de espontaneidad - Y aquí nos dicen 'Paco' Así que tampoco puede ser así.

  • Ajá... podría ser...¿'Chito'?

  • ¿Chitoooo? ¿Cómo el mono de Tarzán?

  • Jajajaa. ¡Claro que noo! Esa es chita, y era mona. Chito de Panchito. A mí me gusta, seguro que nadie te dice así.

  • Chito... chito... vale. Veamos qué pasa.

  • ¡Perfecto Chito! Dime, ¿Vives con alguien? ¿Esposa, padres, amigos?

  • Emm... no. Aunque me digas Chito, estoy muy grandecito para vivir con mis padres, no estoy casado, y tampoco tengo muchos amigos. Soy más bien un tipo solitario.

  • ¡Oh! pero si eres muy divertido y agradable, ¿Por qué la sociedad española querría perderse de eso?

  • Quizá porque no soy tan agradable y divertido siempre... No vamos a hablar de eso, ¿No?

  • No si no quieres. Mejor, hagamos un brindis

  • ¿Un brindis? Con... ¿Coca-cola?

  • Sí, con Coca-cola.

  • ¿Y con vasito plástico?

  • Con vasito plástico

  • Pues... - dijo tomando su vasito.

  • ¡Por mi primer día y mi primera comida en España!

  • ¡Salud!

  • ¡Salud!

  • Porque encuentres todo lo que vienes a buscar.

  • Por lo pronto ya encontré buena compañía... y mi primer amigo. Nada mal para mi primer día, ¿No? ¡Salud!.

  • ¡Sa...lud!

Ese comentario le recordó a Francisco lo tímido que era, Pero se sentía tan a gusto al lado de esa chica. No sabía su edad aún, pero lucía muy joven, casi una niña para él en ocasiones, tan mujer en otras. Era graciosa y divertida, y... guapa. Incluso le había hecho olvidar su timidez, la que lo había acompañado por 35 años. Acaso sería posible que fuera ella?,

Terminada la pizza se fueron al coche rumbo al supermercado. En el super buscaron un carrito que compartieron, e hicieron la compra entre bromas y risas. Quien los vio pensó que eran una pareja de recién casados. Ella metía al carrito todo tipo de comida saludable, verduras, arroz, pescado, yogurt, cereales. Mientras él agregaba comida de soltero, tocino, gaseosas, filetitos de carne, papas pre-fritas, mayonesa. Terminaron la compra y se fueron de vuelta a casa. Como todo buen caballero Francisco no la dejó cargar una sola bolsa, la acompañó hasta su apartamento y le ayudó a desempacar.

  • Chito, muchas gracias.

  • No fue nada, de todas formas tenía que ir de compras.

  • No lo digo solo por tu ayuda, que sin ella todo habría sido más difícil... sino sobre todo, por tu compañía. No sabes lo bien que me hace saber que no estoy tan sola- Le dijo con una mirada traslúcida directamente a sus ojos y una sonrisita dulce .

  • No tienes que darme las gracias por eso. Para mi también fue un agrado acompañarte, y una alegría saber que estás tan cerca

Francisco tuvo consciencia de lo que dijo después de decirlo, y se puso rojo otra vez, contra su voluntad.

  • Puedes venir cuando quieras, sobre todo a las horas de comida. Mira que tengo mano de monja, siempre te vas a encontrar con algo rico.

  • ¿Así que cocinas? ¿Rico? Tendré que comprobar eso.

  • ¿Qué tal ahora mismo? Toman once los españoles, ¿No?

  • ¿Once? ¿Once qué?

  • Emmm... ¿La comida de la noche?

  • Ahhh... Cena, dices tú.

  • No, yo digo once, tú dices cena. Pero 'pal' caso... ¿Cenas conmigo?

  • Te diría que no quiero molestarte, pero la verdad es que tengo hambre.

  • ¿Te gustan los panqueques?

  • No

  • ¿No? ¿Es broma?

  • No me gustan, me encantan. Corres el riesgo de que me los coma todos.

  • Perfecto. Entonces... marchando unos panqueques.

  • ¿Te... ayudo?

  • ¡Claro! ¿Pensabas sentarte a mirar?

Nathalie se ató un delantal de cocina a la cintura y ató otro a Francisco. Fue a por la harina, la leche y los huevos, le dio a él un recipiente y un batidor y le dijo:

  • Bien, tú bates mientras yo te rompo los huevos.

Francisco soltó una carcajada... no podía parar de reír. Nathalie, en cambio, no entendía nada.

  • ¿Qué pasa? ¿Dije algo mal?

  • Jajaja. No, la verdad... jajajaajajaja... no lo podías haber dicho mejor!!- Dijo entre risas...

Ella se quedó pensando hasta que por fin la cogió! Y se rió con él.

  • Ahhhhh! Pero no me refería a esos huevos... ¡sino a estos huevos!- Dijo enseñándole unos ovalados y blanquitos huevos de gallina- Pero si nos hacen falta… ¡Ya sé dónde puedo romper más!- añadió riendo.

Él batía mientras ella iba añadiendo los ingredientes. Y como era de esperar, la escena prolija en la cocina terminó en batalla campal. Ella aprovechó para soplarle harina en la cara. Él, blanco de pica, le untó batido en la nariz... y en las mejillas... y en la frente... Ella se defendió rompiendo un huevo en su frente... cosa que él consideró un despropósito y la persiguió por toda la cocina haciéndole cosquillas. Ella se reía hasta las lágrimas. Él también.

  • Basta.... jaja... basta... Paz... jajaja... Por favorcito- suplicó ella entre risas.

  • ¡Quieres que pare solamente para atacar otra vez...¡ Jajaja

  • Noooo... en serio... prometo portarme bien

  • Vale, ven aquí- le dijo tendiéndole una mano para ayudarle a levantarse del piso de la cocina - Pero que quede constancia que es solamente una tregua momentánea.

Ella, ya en pie, miró a su amigo de pies a cabeza. Tenía pedacitos de cascara de huevo en la frente, un revoltijo de varios alimentos escurriendo de su cara y harina por todo el cuerpo. Nathalie volvió a reír... con energía.

  • Jajajaajajaja... Chitoooo... jajjajaajajaja...¡Estás todo sucio! Jajajaja... Ven, mírate - le dijo llevándolo a un espejo.

  • ¡Mira cómo me dejaste! ¡Estarás contenta! - le dijo fingiendo un ceño fruncido que no hizo sino multiplicar la risa que estaban conteniendo... ambos.

  • La verdad... comparándote con las obras de Jackson Pollock, no me has quedado nada mal. Debieras sentirte orgulloso. Jajaja.

  • CAPULLA.

  • ¿Capulla?

  • Emmm... Dícese de la chica que tiene la destreza de tocar la moral... por no decir los... cataplines.

  • ¿Cataplines?

  • Sí, cataplines... emmm... cómo lo digo para que no suene feo... sería algo así cómo las gónadas masculinas

  • ¡Aaaah! Jajajaaja... Vale,  entonces 'capulla' viene siendo como quien dice... ‘hueona’... en chileno, digo... Gracias.

  • No hay de qué...

  • Huevoncito...

Se miraron y volvieron a reírse de buena gana.

  • No puedes comer así, vete a duchar y vuelves rapidito mientras yo hago orden y termino los panqueques.

  • Sí claro, lo hago todo yo y ahora tú te quieres llevar los créditos...

  • Por mi puedes quedarte así apanado como estás, podría meterte al horno también. O freírte... ¿Qué prefieres?

  • Vaaaale. Voy. Pero no pruebes un solo panqueque sin mí.

  • Jamás.

Francisco fue a su apartamento y largó el agua. Estaba completamente sucio... y feliz. Jamás en su vida había tenido un momento parecido con nadie. Risas, alegría, bromas... amistad. Sinceramente no se reconocía. Él tipo tímido y cohibido que lo había acompañado desde la cuna hasta hoy, había desaparecido... con ella. Se duchó rápidamente, se vistió y regresó al frente, donde Nathalie.

Ella alcanzó a limpiarse la cara y sacudirse la harina. Puso música de fondo, hizo los panqueques embadurnándolos con generosa porción de manjar (dulce de leche), y estaba preparando dos tacitas de té, cuando sonó el timbre. Él ya estaba limpito y reluciente. Nathalie lo hizo sentarse a la mesa y le sirvió el tecito y un lindo platito con dos panqueques tibiecitos.

  • Mmmm... ¡Huele riquísimo! Pero vamos a acompañarlos con... ¿Esta agua?

  • ¿Esta agua? Jajaja, ¡Si es tecito! Mi favorito.

  • Aguas calientes... interesante. Pensé que habían dejado de tomarse el siglo pasado.

  • Deja de quejarte y prueba.

  • Bien- dijo engullendo una buena porción de panqueque - Mmmm... mmMMMMMmmm... MMMMMMMmmmm¡ Están buenísimos! ¡Pero si tienen dulce de leche! No puedo creer que yo haya hecho esto.

  • Jaja... pa’ que veas. Tienes talento. Solamente tienes que buscarlo bajo las capas de huevo y harina, jajaja - le respondió divertida- . Prueba el tecito también.

  • Tita... esto... no me gustan las aguas calientes.

  • Pero pruébalo. Solamente si no te gusta te lo cambio por una gaseosa.

  • Bien... a la una, a las dos... y a las... dos y media...

-¡Chito!

  • A las tres-  Dijo sorbiendo una cucharadita con los ojos apretados- Mmm...- y luego otra – mmMMmm. Oye, está rico.

  • ¡Claro que está rico! Es mi especialidad. Tecito con manzana y canela.

  • Pues ahora sí que te creo. Si puedes hacer que esas aguas insípidas sepan así de rico, entonces es que eres una fantástica cocinera. Te felicito.... Creo que me tendrás seguido por aquí.

  • ¡Oh, Gracias! Por mí encantada... detesto comer sola. Tendré siempre tecito tibio para ti.

Uno, dos, cuatro, siete... ocho. ¡Ocho panqueques resistió la barriguita de Francisco!. Y tres tacitas de té. Fue una cena muy agradable para ambos. Recogieron juntos y lavaron los platos. Nathalie se imaginaba comiendo sola algún sándwich preparado, triste,  en su cama, y en cambio tuvo ocasión de cocinar panqueques para su primer amigo, con quien lo había pasado estupendo toda la tarde. No se sentía sola.

Francisco, desde que dejó la casa de sus padres, estaba acostumbrado a comer solo. Únicamente en ocasiones recibía la visita de algún amigo y compartían algunas cervezas. Pero nada que se pareciera a la tarde de ese día al lado de su nueva, guapa y divertida vecina. No quería que se acabara. Pero acabó... ya era tarde y ambos tenían cosas que hacer al otro día por la mañana.

  • Chito, ¿Puedo llamarte si tengo algún problemita mañana?

  • ¡Claro! Lo que te haga falta. ¿Me vas a creer que había olvidado que era tu primer día aquí?

  • Es que parece que nos conocemos de toda la vida... ¿No?

  • Sí... justo eso. Pero, mañana necesitarás ayuda.

  • Bueno, espero que no. Mañana será un día para perderme y aprender a encontrarme. Por la mañana voy a ir a la Universidad a encargarme del papeleo y dejar todo en orden. Creo que también voy a necesitar comprar un celular para estar en contacto con el mundo.

  • Bueno, yo por la mañana trabajo, pero por la tarde puedo acompañarte a escoger celular, si quieres.

  • Quiero. Pero solo si vamos en autobús. Necesito aprender a moverme en Madrid.

  • Vale. Déjame que te anote mi dirección de correo, y mi teléfono. Lo que sea, no lo dudes.

  • Eres un sol - le dijo mirándole con los ojitos brillantes de dulzura.

  • No te creas, solo lo hago pa' comer más de estas cosas ricas que tu preparas - dijo riendo, hasta que levantó la vista y se perdió en esos ojitos, quedando como estatua callejera - Bueno, es tarde, me voy.

Y ambos se levantaron en dirección a la puerta.

  • Gracias por todo, eres como mi angelito de la guarda.

  • Gracias a ti. Buenas noches, descansa. Y lo que necesites, me tocas la puerta.

  • Vale, descansa tú también. Sueña con los angelitos. Buenas noches- le dijo estampándole un beso en el moflete.

Así Nathalie terminó su primer día lejos de su casa. La tarde con su nuevo vecino había conseguido espantar todos sus miedos. Escribió un mensaje a casa diciendo que estaba todo muy bien y se durmió, contenta.

Francisco, frente al espejo de su baño no se reconocía. ¿Por qué nunca se atrevió a ser así con nadie? ¿Se atrevería ahora a relacionarse mejor con las personas? ¿Con las mujeres en especial?... no, no creía. Ella había hecho que todo pareciera muy fácil, que se deshiciera de sus miedos. Ella lo había hecho descubrir lo divertido y agradable que podía llegar a ser. Ella. Ella... el resplandor de esos ojos, la calidez de su sonrisa... ¿Sería posible que...? Sí. A menos de un día de conocerla ya estaba perdidamente enamorado de ella. Siempre que se había enamorado había vivido su amor en silencio, viéndolo pasar e irse en los brazos de otro. Pero ahora... quizá ahora tuviera una esperanza. Y envuelto de esa esperanza, Francisco se durmió.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

Al día siguiente Nathalie se levantó temprano, tomó desayuno y se disfrazó de abogada. Se alisó el pelo, se metió dentro de una minifalda azul muy sentadora, una camisetita de pabilo negra y una blusa transparente también negra. Se maquilló suavemente con colores apenas perceptibles para iluminar sus ojos. Máscara de pestañas, un poco de brillo en los labios, perfume. Unos aretes pequeños a juego con una delicada cadenita de plata que la acompañaba en todos sus asuntos importantes. Finalmente se ajustó sus ligas, se subió sobre sus tacones y… lista para ir a conocer su Universidad y hacer el papeleo necesario para comenzar sus clases de intercambio.

Se veía soberbia.

Estaba cogiendo las llaves para salir de casa, cuando vio un papelito doblado bajo su puerta. Lo recogió. "Que tengas un gran día en Madrid. Nos vemos por la tarde". Firmaba 'Chito'. Nathalie leía con una enorme sonrisa en su cara. Definitivamente el cielo le había reservado al mejor vecino y amigo del mundo para acompañarla en su paso por Madrid. Después de unos segundos releyendo el mensaje soltó una pequeña carcajada. Viéndolo escrito, Chito sí se parecía a Chita, la mona de Tarzán, después de todo... Pero no iba a decirle nada a Francisco.

Nada más al salir del edificio oyó “Preciosa, dime cómo te llamas y te pido para Reyes”, era un guapo muchacho que pasaba por su lado. Diez pasos más allá escuchó desde la acera de enfrente “Tía buena, tutifruti, polvorón”, miró hacia delante y atrás y no caminaban más mujeres cerca. Ese fue el comienzo de un largo día de piropos, todos en un perfecto y bien pronunciado español de España, por lo que le hacían mucha gracia, aunque no todos los entendía. Pero la hacían sonrojar.

En Chile le pasaba de vez en cuando, no muy seguido, casi siempre cuando pasaba por algún edificio en construcción. Después de todo ella no era una chica muy linda según lo que le dictaba su consciencia. Pero en España parecía ser del gusto de los españoles, quizá eran sus formas latinas lo que llamaban la atención, pensó.

Tomó el autobús donde tenía previsto, sin grandes demoras. No soltó un solo segundo el mapita a rayas que había dibujado para saber dónde llegar, y... tal como lo hacía en Chile cuando tenía que ir a algún sitio que desconocía, llegó estupendamente.

Llegó a la Universidad y con gentileza preguntó hacia donde ir para hacer sus trámites. Todos fueron muy amables con ella y luego de hacerla pasar por varios lugares diferentes, por fin dio con la persona adecuada para ayudarla. Hizo buenas migas con la secretaria, quien la ayudó con todos los trámites de un solo tirón para ahorrarle paseos, y quedó de comenzar sus clases la semana siguiente.

Aprovechó para ir a conocer las salas, la biblioteca. Consiguió un listado con los nombres de quienes serían sus profesores y los ramos que iba a tener. Quería investigarlos una vez llegado a casa.

No eran las 12 del mediodía cuando ya estuvo desocupada. Buscó su monedero en el bolso y se encontró con el lindo mensaje de Francisco. ¿Qué estaría haciendo a estas horas? Quiso contarle que le había ido bien en sus trámites y que no se había perdido de camino, así que decidió llamarlo. Preguntó dónde había un teléfono público, consiguió monedas para poder llamar y marcó el número que él le había dejado.

Francisco, medio liado arreglando el computador de uno de sus colegas recibió una llamada a su móvil, de un número que desconocía. Quiso no contestar, pero respondió.

  • Hola

  • Hola Chito, ¿Qué tal tu mañana?

Francisco reconoció la voz, completamente sorprendido dejó caer un disco que tenía en la mano al tiempo que levantó la vista como buscándola en el techo y puso cara de tonto.

  • Ho.. hola Nathalie... Nathy... digo, Tita

  • Jaja... hola, ¿Te estoy molestando?

  • No, claro que no. Aunque quisieras no podrías molestarme- dijo colorado como un tomate cuando notó que su colega no le quitaba el ojo de encima.

  • Oh qué lindo!. Yo quería agradecer tu mensaje de esta mañana. Fue una linda manera de comenzar el día.

  • Es que quería desearte buenos días sin molestarte- respondió mientras se apartaba lo más posible de su compañero.

  • Ni aunque quisieras podrías molestarme- le respondió imitándolo con un tono divertido.

  • Jaja. ¿Y estás bien? No estás perdida ¿No?

  • Justo eso quería contarte, que estoy bien, que ya terminé mis trámites en la Universidad y que puedes estar orgulloso de mí, porque no me perdí ni un poquito.

  • ¡Wooow! Eso tenemos que celebrarlo.

  • Estoy de acuerdo. ¿A qué hora te desocupas?

  • Yo salgo de mi trabajo a las 3

  • ¿Te parece que vaya por ti y nos vamos a tomar algo?

Francisco se atoró con la sola idea. Que Nathalie lo fuera a buscar al trabajo mientras todos sus compañeros y compañeras, que siempre lo molestaban por ser el eterno soltero de la oficina, lo vieran en compañía de ella. De una joven y hermosa chica. Y que la acorralaran para decirle cosas sobre él... La verdad, no estaba preparado para eso.

  • ¿Aquí? ¿No te quedo un poco lejos?

  • No sé, no tengo idea dónde te encuentras, pero tengo muuucho tiempo, y la idea es poder moverme en Madrid. Me vendría de perlas saber llegar a tu trabajo, a menos que... no quieras.

  • No, no es eso, Tita... es que…

  • No te preocupes, entiendo, te da lata que te vean con una niñita inmigrante como yo.

Francisco tragó saliva, miró a su compañero, apretó su teléfono... Estaba acorralado.

  • ¿Tienes dónde anotar? Te doy la dirección.

  • Tengo, dime

  • Avenida Diagonal, 145.

  • Para tan poquito no necesito anotar, Chito, que exagerado. Perfecto. Veré como me las arreglo para llegar, pero de que llego, llego.

  • Vale, te voy a estar esperando. Si te pierdes me llamas y voy por ti.

  • Hombre de poca fe, voy a estar ahí a las 3.

  • Nos vemos.

  • Un beso, chau.

No alcanzó a colgar cuando tenía a su compañero encima hostigándolo.

  • ¡Así que estás de novio por fin Paquito! No sabes cómo me alegro. Ya se te estaba pasando el arroz.

-¿ De dónde sacas esas cosas?

  • 'Aunque quisiera no podrías molestarme'- dijo su compañero imitando la voz de Francisco y la cara de borrego a medio morir- ¡Por poco y tiras el ordenador junto con el disco!

-¡Qué va! Tienes una alcantarilla por cerebro, Jorge. Deberías perder menos tiempo viendo porno para que este aparato te dure bueno más de dos semanas.

  • Sí, sí... mejor dime quién es. ¿Por qué no querías que viniera? Seguro que es una vieja fea...

  • No tienes idea de lo que estás hablando, mejor déjalo.

  • O... ¿Acaso es un chico? ¡Eso es! Paco, tiene novio!

  • ¡Mira que eres gilipollas! Mejor termina el informe. Tu ordenador está como nuevo... Y ve menos porno que un día de estos te van a pillar- le dijo Francisco saliendo de la oficina.

No habían pasado 5 minutos desde que Francisco regresó a su propio despacho cuando ya, toda la empresa de ese edificio y otras sucursales, se había enterado de la 'nueva novia, o novio, de Paquito.

Hacía casi 10 años que trabajaba en esa empresa. Fue su primer trabajo desde que salió de la Universidad. Y nunca, nadie, le conoció una novia. Es más, jamás lo habían visto acompañado. Siempre asistió solo a las fiestas de la empresa, y pese a que algunos compañeros insistían en ligarlo con algunas colegas solteras, o casadas, el nunca se prestó a esos juegos. De hecho, los últimos años ni siquiera se había tomado la molestia de asistir a las mentadas fiestas.

Las compañeras, sobre todo las más entradas en años, y por lo mismo las menos recatadas, se esforzaban por sacarlo a bailar y nunca consiguieron vencer su resistencia. Y ahora, de la nada, lo escuchaban hablar muy acarameladamente con alguien, de quien desconocían su identidad sexual. Paco pasó a ser la comidilla de la empresa. Tuvo que cerrar su puerta con pestillo para reducir las visitas de compañeros que venían a corroborar la información difundida por el boquisuelta de Jorge. Y todos esperaban, incluso más ansiosos que el mismo Francisco, la llegada de ese amante misterioso.

La verdad, nada habría sido tan terrible de no ser porque Francisco era demasiado tímido e introvertido. Como se sonrojaba tanto, lo molestaban el doble. Y el pobre no volvió a concentrarse en el trabajo. No sabía cómo iba a evitar que sus queridos compañeros hostigaran a Nathalie con comentarios desubicados. Temía que ella se alejara de él cuando le preguntaran si era su novia. Y contó uno a uno los pasos del segundero en su camino hacia las 3.

Nathalie, por su parte, hizo todas las consultas pertinentes para llegar a su destino, y cuando hubo dibujado su mapa, partió camino hacia el trabajo de Francisco. A la 1 y media ya estaba fuera del edificio, pero siendo muy temprano para molestar, dio unas vueltas mirando escaparates para hacer tiempo. Los almacenes de Madrid tenían unos zapatos y vestidos muy lindos. Eran las 2.45 cuando se decidió a ir a buscarlo.

Entró al edificio y se encaminó a recepción para preguntar por Francisco, entonces se dio cuenta que no sabía su apellido. No la iba a detener su ignorancia. Se acercó a la chica con gentileza

  • Buenas tardes,

  • Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarla?

  • ¿Ud. podría decirme dónde puedo ubicar a Francisco, de informática?

La recepcionista la miró de pies a cabeza y de cabeza a pies. Varias veces. No podía creerlo, tenía que ser un error. Esa joven y atractiva mujer no podía ser la novia de Paco.

  • A Francisco... ¿Qué?

  • ¡Uy! La verdad, olvidé su apellido...- mintió- Pero sé que es el jefe de la Unidad de informática. No puede haber dos Franciscos, ¿O sí?

Tiene que ser ella, pensó. Pero se dijo que no podía ser su novia, si no sabe ni su apellido, además ¿Qué podía tener él para llamar la atención de una mujer como esa? Y se le ocurrió no anunciarla, para ver la reacción de Paco.

  • Claro que no. Vaya hacia el fondo, doble a la derecha, ahí va a encontrar los ascensores. Es el 4to. piso, oficina 403.

  • Oh! Muchas gracias!

  • No hay de qué.

Nathalie siguió las instrucciones. Apenas entró al pasillo comenzaron a mirarla. La recepcionista ya les había dado aviso a los colegas más cercanos. Todos se asomaron a mirarla. No podían creer que Paco fuera novio de una chica tan joven, y guapa... ¡Guapísima! puntualizaban los hombres. Cogió el ascensor y pulsó el 4º piso. En el ascensor tuvo que chequearse al espejo. Pensó que tenía la falda subida, un punto corrido, el maquillaje estropeado o alguna basura en el cabello. No entendía por qué todo mundo la miraba con tanto detalle. Pero no, estaba tan impecable como cuando salió de casa. Lucía como toda una abogada, se dijo a si misma.

Se abrieron las puertas y un tumulto de gente esperaba puertas afuera.

-¡Pero cómo usan el ascensor en España¡ -dijo ella en voz alta. ¡Parece autobús en hora punta!

Y comenzó a buscar la oficina 403. Cinco pasos, oficina 400... Se estaba sintiendo en un desfile de modas. Las personas, hombres y mujeres, salían a mirarla. Diez pasos más, oficina 401, en frente la 402... Más personas... y unos pasos más allá oficina 403. Ella golpeó a la puerta con un ritmo especial. Y todo mundo comenzó a cuchichear. Miró para atrás y todos hicieron como que estaban en sus asuntos. Estaba comenzando a pensar que algo malo estaba pasando con Francisco, pero justo en ese momento él abrió la puerta, la hizo pasar mirando afuera de reojo, y cerró la puerta a sus espaldas. Fue dentro de la oficina y a puertas cerradas cuando se saludaron.

  • ¡Holaaaaa Chitooooo!- Le dijo ella lanzándose a sus brazos con alegría- ¿Ves cómo no me perdí? Felicítame- Dijo orgullosa.

Recién en ese minuto fue cuando él tuvo tiempo para mirarla. El cabello lacio y brillante, una blusita que dejaba traslucir sensualmente su contorno. Una minifalda que llegaba justo a medio muslo y se pegaba deliciosamente a sus caderas... unas piernas... ¡wooow!... tan largas y perfectas... en... tacones. Hizo el recorrido de vuelta con la mirada hasta llegar a esos ojitos que le batían las pestañas con alegría.

  • ¿Ya me vas a saludar, o tengo que entrar de nuevo?

Francisco se dio cuenta que tenía la boca abierta.

  • Nathal... digo Tita... es que estás... preciosa.

  • ¡Ah! Eso... ¿Estás seguro que me veo bien? No te imaginas como me han mirado todos aquí desde que llegué. Pensé que venía sucia de paloma o algo...

Francisco se puso rojo y bajó la vista... seguro que la mitad de los asomados la miraba por lo guapa y sensual que se veía. No todos los días entraba al edificio una mujer como ella. Pero estaba seguro que la otra mitad la miraba por... él. Para gastarle bromas. No sabía cómo sacarla de ahí sin exponerla a los comentarios de sus compañeros. A ellos seguramente les parecía normal y gracioso querer enterarse de su vida, pero a él no le hacía ninguna gracia que Nathalie estuviera presente mientras lo molestaban, seguro se pondría rojo, e incluso Nathalie sería blanco de las bromas.

  • Bueno, ¿Qué pasa? ¿No me vas a decir nada?

  • Que seguro las mujeres te han mirado porque son una panda de envidiosas, y los hombres porque no todos los días entra una mujer tan hermosa a este edificio.

  • Sí, ¡Claro! ¡Miss Chile es que me dicen!... ¡Y quiero la paz mundial- Dijo ella saludando con la mano en alto como miss.

  • Jajaja... No, en serio... estás guapísima. Pero ¿Estás segura que traes a Tita allí dentro? No te pareces nada a la niñita que empolvé de harina ayer.

  • Te dije que ayer practicaba el factor sorpresa, hoy me vine disfrazada de abogada, ¿Qué tal? ¡Sorpresa!

  • ¡Sí que funciona!

  • Claro... ¿Nos vamos ya?

  • Sí... pero... esto...

  • ¿Qué pasa?

  • Necesito pedirte que... si alguno de mis colegas te dice alguna tontería, por favor, no le prestes atención.

  • ¡Por favor, Chito! ¿Qué me podrían decir? No seas leso, vamos?

  • Vamos.

Salieron. Cuando él abrió la puerta un gran grupo de sus amigos y conocidos estaba allí esperando. Uno de ellos casi cayó puertas adentro por estar espiando. Se produjo un silencio incómodo. Nathalie no entendía nada, pero soltó una risita cuando lo vio tropezar. Hasta que uno de los compañeros más antiguos de la oficina, el más viejito, se adelantó hacia donde estaba Francisco, y le estrechó la mano.

  • Honestamente, te felicito campeón. Cuando estaba a punto de pasársete el arroz y cuando ya nadie te tenía fe, tú consigues a este ‘peazo 'jembra’ de novia. ¡Si todos ya pensábamos que eras gay!- le dijo en un evidente tono de broma.

Todo mundo reía y aplaudía. A Francisco comenzaron a subirle los colores hasta detenerse en un vistoso rojo escarlata. Nathalie lo miró,  lo vio indefenso y avergonzado. Le pareció una tropa de bravucones fastidiando a su amigo. Quizá por culpa de personas como ellos él era tan tímido. Odiaba los abusos y por mucho que fuera una broma este era una de muy mal gusto. Por eso Francisco no quería que viniera por él... pensó. Sabía que lo iban a molestar conmigo.

  • ¡Paco! ¿Gay? Señor... le aseguro que no tiene Ud. idea de lo que está hablando- Dijo ella con una sonrisa coqueta- Pero no sabe cómo comprendo que se mantenga preocupado de a quién meten a su cama los demás, es tan típico de las personas a las que deja de funcionarles... allí abajo- dijo ella mirándolo risueña justo entre las piernas, y agregó volteando hacia Francisco - Vamos mi amor, ya sabes lo corta que se nos hace la tarde... juntos.

Francisco no lo podía creer. Nathalie acababa de decirle 'mi amor'  después de dejar irrevocablemente callado al compañerito que quiso avergonzarlo. No era momento ni para el carmesí, ni para la parálisis, tenía que estar a la altura de la mujer que acaba de defenderlo.

  • Vamos preciosa- Le dijo abrazándola por la fina cintura.

Ella también lo abrazó. Dieron la vuelta y caminaron hacia los ascensores. Ella se contoneaba un poco más de la cuenta, mientras todos los miraban boquiabiertos, hasta que las puertas se cerraron.

Salieron abrazados del edificio en dirección al auto de Francisco. Y no se despegaron hasta llegar al coche. Francisco le abrió la puerta, esperó que subiera, se acomodara y cerró la puerta. Luego fue por el otro lado a ocupar el sitio del conductor. El primero en hablar fue Francisco

  • Gracias Tita

  • ¿Gracias por qué?

  • Por... todo. No sabía cómo explicártelo.

  • No te preocupes- Le dijo con una cálida sonrisa- Espero que esos bravucones no vuelvan a molestarte... mi amor- Le dijo con una risita traviesa.

  • Capullita

Francisco se puso colorado otra vez. Pero no por la broma de su amiga, sino porque le habría encantado que no fuera broma. Para desviar la atención hizo andar el coche y partió.

Con la excusa de agradecerle el gesto y celebrar su primer viaje sin perderse, Francisco la llevó a tomar comida china. Rieron y disfrutaron de la comida. Ella tuvo ocasión para contarle su primer día de aventuras y él para explicar el alboroto de la oficina.

Terminada la comida regresaron a casa. Francisco aparcó el coche, y tal como se lo hubo prometido, salieron juntos, en autobús a comprar un celular. A pesar de que ella quería algo sencillo, él la convenció de los beneficios del aparato más complicado de la tienda. Que si el GPS, que la cámara de fotos reversible, que resolución de la pantalla... Nathalie terminó comprando un celular al que por poco podía encargarle el aseo de la casa y el planchado de la ropa... al menos esperaba que el jodío aparatito pudiera hacer y recibir llamadas, que era su única preocupación.

Después de la 'operación celular' Francisco aprovechó para hacerle un tour por la ciudad. La llevó por los lugares más vistosos, le enseñó a utilizar los autobuses más importantes y ya entrada la noche volvieron a casa. Al igual que el día anterior cenaron juntos y cuando se hizo tarde, calabaza calabaza cada uno pa' su casa.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++

Así transcurrieron los días. Nathalie recibía cada mañana un lindo whatsapp de buenos días en su nuevo móvil, el que era debidamente correspondido al despertar. Ella a veces salía a conocer la ciudad, y a eso de las tres siempre recibía un llamado de Francisco preguntándole si pasaba por ella a algún sitio. Otras veces se quedaba en casa cocinando algo rico y antes de dar las tres le preguntaba a Francisco si quería acompañarla a comer. Luego jugaban cartas o veían alguna película.

El primer fin de semana él la llevó al cine y comer fuera. Y al día siguiente visitaron museos y fueron de picnic a un parque precioso. Cada día de esa primera semana estrecharon mucho más su linda pero incipiente amistad. Ya ni siquiera quedaban para comer, o cenar, ambos daban por entendido que lo harían juntos. Francisco cada día se ilusionaba más con ella, sabía que estaba perdidamente enamorado. Nathalie era feliz a su lado, se sentía tan cómoda con él. Tenía miles de amigos, a todos los quería mucho pero con ninguno de ellos se sentía tan feliz.

Definitivamente Francisco se había convertido... como en su hermano mayor.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

El lunes siguiente Nathalie comenzó las clases. Las nuevas asignaturas eran de todo su interés, los profesores eran muy agradables y parecían saber mucho de todas esas cosas que ella quería aprender. Estaba completamente feliz. Los estudiantes españoles eran bastante simpáticos, aunque pudiera ser que le parecieran simpáticos por el divertido y marcado acento español al que aún no se acostumbraba. Le parecía estar en una de esas pelis de la madre patria.

La novedad de que fuera extrajera hizo que chicos y chicas se fijasen en ella, por lo que ya al primer día se hizo con muchos amigos. Un par de chicos bien entradores y bastante guapos insistieron en acompañarla hasta su apartamento. Uno de ellos se despidió de ambos en la puerta del edificio, mientras el otro, entre bromas y risas se invitó a entrar.

Nathalie estaba acostumbrada a visitar a sus amigos en sus respectivas casas, así que no le incomodó hacerlo pasar. Conversaron de las diferentes costumbres entre chilenos y españoles, hasta que de a poco el chico comenzó a elevar el tono de la conversación hablándole en un doble sentido de peli porno... Ella usualmente era bastante desinhibida para hablar de sexo con sus amigos... pero a este chico apenas lo estaba conociendo... y se sonrojó. Para desembarazarse de tan incómoda conversación le ofreció una gaseosa y abrió unas galletitas que tenía en la despensa...  pero mientras las buscaba el chico se le acercó por la espalda... demasiado. Nathalie dio un respingo y se apartó.

  • ¿Qué haces? Déjame-  Le dijo bastante incómoda.

  • ¿Cómo que qué hago? Es evidente que te gusto... ¿por esto me trajiste a tu casa, no?- Le respondió el chico pegándose a ella.

Nathalie debería haberse puesto furiosa... pero la verdad, el desparpajo del muchacho la desbordó de risa, y no puedo contener las carcajadas justo en la cara de su compañero.

  • Jajaja... ¿Que yo te traje a mi casa? Juajauajau... ¡Pero si fuiste tú quien se invitó a pasar!... yo solamente he intentado ser gentil contigo... Mejor, ya suéltame.

  • ¿Que yo me invité?- Dijo el chico omitiendo las carcajadas- Pudiste negarte, pero bien que me trajiste aquí... veo como me sonríes... como me meneas este lindo culito- Le dijo manoseándola- Yo sé lo que quieres...

A Nathalie se le acabó la risa y le entró el pánico.

  • Ya suéltame, te equivocas conmigo... déjame en paz. Vete.

  • Claro que me iré... después de... coger lo que vine a buscar...

El tipo tenía fuerza y la tenía sujeta contra la pared. Pero justo en el momento cuando pensó que ya estaba perdida, tres campanadas del timbre repicaron en la sala, Francisco venía a almorzar con ella.

  • Suéltame o mi novio te va a partir la cara.

  • Así que la nena tiene novio... y está ahí fuera... qué pensaría si viera esto- Le dijo mientras le amasaba el culo al tiempo que se acercaba a besarla.

Nathalie dejó de resistirse e hizo gesto de querer besarlo también. Justo cuando el tipo llegaba a sus labios ella le puso un rodillazo entre las piernas que lo hizo ver estrellitas de colores, y corrió a abrir la puerta. Sabía que era él,  y se abalanzó a sus brazos. Francisco la abrazó fuerte, por inercia. No entendía qué pasaba, porqué Nathalie estaba temblando. Miró hacia dentro y vio a un joven sujetándose la entrepierna. Se imaginó el resto. Se enfureció.

  • Mi amor, este tipo... sácalo de aquí... le dijo llorando

  • ¡¿Qué le hiciste, hijo de la gran puta?!- Le dijo Francisco levantándolo por la solapa hasta dejarlo en puntitas de pies contra la pared- ¡¿Qué le hiciste?!

Francisco estaba colérico, completamente nublado por la furia.

  • ¿Así que te gusta hacerte el valiente con las mujeres indefensas, no?- Le dijo apuntándole un puñete, que fue a dar directamente a su pómulo izquierdo. El tipo tiritaba de susto y dolor.

Nathalie se aterró. Corrió junto a Francisco a evitar una tragedia.

  • Es suficiente ¡Que se vaya!- Le miró ella suplicante.

  • Ya la escuchaste, ¡Ándate imbécil, antes de que te parta la cara a golpes!- Le bufó furioso.

Apenas se sintió liberado el simpático compañerito nuevo salió corriendo... por donde pudo.

Nathalie se acurrucó a llorar en los brazos de su amigo... desconsolada. Él la abrazó con fuerza... calmándola... calmándose.

  • Gracias Chito... gracias...- Le dijo entre sollozos.

  • ¿Quién era ese imbécil?

  • Un compañero...me vino a dejar y...

  • Está bien, preciosa... ya pasó. ¿Estás bien? ¿Dime qué te hizo ese idiota?

  • Nada... nada... no alcanzó .. pero si tú no hubieses llegado...-

Ella rompió en llanto otra vez. Se hizo un ovillito y enterró su carita en el pecho de Francisco. Él la abrazó con más fuerza, si cabe. Se quedaron así un buen rato.

  • Ya princesita, ya pasó. Pero tienes que prometerme que te vas a cuidar un poco más.

  • Sí, sí... prometido.

  • Y mañana lo vas a ver en la Universidad... al jodío hombrecito ese.

  • No creo que se atreva a acercarse... bueno, no creo que quiera otra piña en la cara- Dijo sonriendo, por fin.

  • Pues como sea... te voy a ir a buscar y a dejar. No voy a estar tranquilo de otra forma. Deberíamos denunciarlo, ¿Sabes?

  • No hará falta... te iría peor por los golpes que le diste. Y para la próxima no me cogerá desprevenida, no te preocupes.

  • Y es que debí darle por lo menos dos tortazos más.

  • Eres... mi superhéroe...

  • Jajaja... no te rías de mí.

  • No, en serio... fuiste muy valiente.

  • ¿Valiente? Estaba furioso... no lo pensé...

  • ¿Sabes algo Chito?- Ella bajó la vista muy avergonzada. Buscaba valor para confesarle un secreto- Nunca... nadie... en toda mi vida... me había defendido de esa forma... No sabes cómo te lo agradezco.

  • Ya Tita, no es para tanto. Cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo.

  • No Chito, no cualquiera... antes, cuando yo era pequeña... nadie... jamás... hizo nada... por... mi.

  • Tita... no entiendo... ¿Qué te pasó?

  • Yo... no suelo hablar de eso... pero, ahora... esto... tú...

Él la miraba angustiado. Ella se armó de valor y lo miró directamente dentro de sus ojos.

  • Tenía ocho años cuando unos de los amantes de mi madre quiso abusar de mi... fue... horrible. Se lo dije a mi madre y ella en respuesta me molió a golpes. Se lo dije a papá y él... me abrazó llorando, para luego nunca más poder hablar del tema. Nadie... nunca hizo nada. Yo... nunca se lo dije a nadie más... hasta ahora.

Francisco no lo podía creer. Su cara era de profundo horror... ¿Cómo nadie iba a ser capaz de defender a una pequeña niña de ocho años? Se dijo que donde pillara a ese hijo puta lo mataba.

Pero no estaba allí. Quien sí estaba era ella. Sus lágrimas no dejaban de rodar por las mejillas mientras intentaba mantener la vista al frente esperando alguna reacción de su parte. Y la hubo. Francisco la tomó entre sus brazos, y le besó la frente con ternura. Le levantó la carita por el mentón y recogió sus lágrimas con sus dedos.

  • Yo debo tener algo malo... ahora casi vuelve a pasar...- dijo ella aterrada.

  • No tienes la culpa de que existan tipos mal paridos en el mundo. Última vez que te oiga culparte por eso. Si supieras lo linda y valiosa que eres...

  • Gracias por estar aquí...

  • Perdóname por no poder hacer más...

  • ¿Perdonarte? ¿Por qué? ¿Por salvarme?

  • ¿Quieres llorar un poco más? ¿O podemos ir a por un helado de 5 pisos?

  • ¡Helado! ¡Bañado en chocolate, con crema y salsa de berries!

  • Hecho, vamos que nos estamos tardando.

Se fueron a tomar el helado más grande y más rico de toda Madrid. Luego fueron por unas hamburguesas y pasaron lo que quedaba de tarde juntos en el parque. Francisco la columpiaba.

Antes de volver a casa, ella quiso pasar por un cerrajero y hacerle copias a las llaves de su casa, se las dio Francisco para que las tuviera en caso de emergencia. Eso la hizo sentir más segura... A él... se le pasaban muchas ideas por la cabeza... Quizá algún día.

Al día siguiente, y según lo prometido, él la fue a dejar y a buscar a la Universidad. Y al siguiente y al siguiente. Afortunadamente el tío ese nunca más se le acercó.

+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

Llevarla y traerla se hizo costumbre. Una agradable costumbre para Francisco que disfrutaba cada segundo en su compañía. No se iba hasta que la veía desaparecer tras el umbral del edificio. En esos breves momentos tenía tiempo para ver cómo la miraba el resto de los hombres de su edad, se le acercaban, la saludaban, la hacían reír. La miraban con deseo, la coqueteaban.

Francisco hervía de celos. Pero no tenía derecho a sentirlos, a fin de cuentas era solo su amigo... y esos muchachos eran jóvenes, igual que ella. Le habría encantado tener unos 10 años menos para atreverse a conquistarla. Pero no los tenía. Lo único que le quedaba era bullir de celos.

Había otros días en que Nathalie salía muy temprano y entonces era ella quien pasaba a por él a su trabajo. Ya nadie los volvió a molestar allí, aunque ella siempre iba vestida especialmente linda los días en que pasaba a buscarlo, y los compañeros de Francisco, aunque no le decían nada, la devoraban con la mirada. Ella ni se enteraba... pero él sí que se daba cuenta y se apresuraba en bajar con ella a su coche.

++++++++++++++++++

Pasaban los días, las semanas y los meses. Camino de ida, camino de vuelta, almuerzo juntos, si ella tenía que estudiar él aprovechaba de ver algún partido de fútbol por televisión. Si no, se pasaban el resto de la tarde juntos matando marcianos, terroristas o soldaditos, jugando cartas, cocinando embelecos y paseando. Incluso Francisco había tenido ocasión de conocer al padre de Nathalie cierta vez que la vídeo llamó mientras estaban juntos y ella los presentó. Hablaban todo el tiempo. Y antes de que se dieran cuenta ya habían pasado tres meses desde el encuentro en el pasillo donde comenzó todo.

++++++++++++++++++

Cierto día en que Francisco debía pasar a recogerla, ocurrió que se cancelaron las últimas clases del día de Nathalie. Así que, como siempre que salía temprano, ella se fue camino al trabajo de él a darle una sorpresa. Se sabía el camino y subió hasta su oficina, como la conocían de sobra no tuvo problemas en pasar a verlo. La puerta estaba abierta, así que pasó sin anunciarse y antes de que pudiera decir 'sorpresa' pudo ver como una de las secretarias de ese piso se encontraba casi encima de su amigo, con una blusa cuyo escote le dejaba casi todos los pechos descubiertos, diciéndole alguna cosa. Francisco, SU Francisco, no la miraba, tenía la cabeza gacha revisando unos papeles, parecía ni darse por enterado de la presencia de la mujer esa, pese a los esfuerzos de ella en llamar su atención.

Hasta ese minuto Nathalie nunca había visto alguna mujer cerca de su... amigo. Y no le gustó nada ver cómo esa mujerzuela le coqueteaba descaradamente. Sintió... ¿Celos?. Sí, celos de amiga, se dijo. Ese tipo de mujer no era para su amigo, no. Él necesitaba una mujer como... buscó en su cabeza... se lo imaginaba con diferentes tipos de mujeres. Ninguna le gustó... hasta que vino la imagen de los dos columpiándose en el parque... y lo pensó pero no quiso ponerlo en palabras. No quiso decirse que la única mujer adecuada para su amigo era... ella misma.

  • ¡Hola Chitoooo! ¡¡¡Sorpresa!!!- Le dijo ella con cara de cumpleaños, omitiendo completamente a lo que ella catalogó mentalmente como una casquisuelta.

  • ¡Tita! ¡Qué sorpresa! ¿No tenía que pasar yo por ti hoy?

  • Sí pero me cancelaron las últimas clases y vine por... mi novio- Dijo ella haciendo énfasis en el 'mi novio' mientras dirigió una breve y fría mirada a la mujer, aprovechándose de que en la empresa, desde el primer día, pasaban por novios, al tiempo que le sonreía encantadora a Francisco

  • Buenas tardes señorita- Saludó amablemente a la secretaria, y agregó inocente- Se le desabrochó un botón de la blusa, se le escapa una.

Francisco, después del poco discreto gesto de su amiga, miró a la secretaria y notó lo pronunciado de su escote. Miró a Nathalie y creyó ver que ella estaba celosa, pero se dijo que era imposible. La secretaria, furiosa por la interrupción de la mocosita, dejó caer un lápiz y se agachó sensualmente a recogerlo, dándole el mejor espectáculo de su culo a Paco. Él lo miró ¿Cómo no verlo? Nathalie hervía, no podía creer que a él le gustara esa... ¿Qué tenía ella de malo? Él nunca la miraba así... quizá la encontraba demasiado niña... se dijo un poco triste. Pero eso no la desanimó para poner a esa mujercita en su lugar.

  • ¡Oh, mira! ¡Allí fuera hay caído otro lápiz!- Dijo Nathalie sarcásticamente mientras señalaba fuera de la oficina, cerca del escritorio de uno de sus compañeros- Ahí tienes otra excusa para ir a menearle el culo al resto de la oficina, estarán encantados, ya verás. ¿Nos dejas solos?

Francisco hizo un esfuerzo por no soltar una carcajada. María, que así se llamaba la secretaria, miró a Francisco esperando que la defendiera, pero eso no pasó.

  • Bien María, gracias por todo, bueno por alzar ese lápiz que se te cayó. Puedes irte.- Dijo él mordiéndose la lengua para no reír.

Nathalie miraba a María triunfante. A la pobre mujer no le quedó más que adecentarse la falda que se le había subido un buen poco al agacharse por el lápiz e irse cerrando la puerta tras de sí. Francisco no podía creerlo, él no sabía mucho de estas cosas pero Tita parecía celosa... de él. ¿Sería que le estaba importando más de la cuenta?

  • ¿Nos vamos a comer? O… ¿Me vas a hacer recogerte un lápiz antes? - Le preguntó ella coqueta.

  • ¡Claro que no! Eres demasiado inteligente como para andar recogiendo lápices ¿No crees?- Le respondió Francisco muy compuesto y respetuoso.

Para él no había otra respuesta que dar. Nathalie se decepcionó. Pensó que a él no le parecía sensual la idea de un lindo meneillo de culo... de ella. Pero no dijo nada. Y salieron juntos, como siempre en dirección a casa.

Fue callada todo el camino. Pensaba en ese nuevo sentimiento horrible que sintió en la oficina. Lo imaginaba enamorado de esa tal María y le daba terror... no quería perderlo ¿Era eso? ¿No quería perder a un amigo? Miró a Francisco mientras él conducía concentrado a casa. Siempre le pareció un hombre bien parecido, pero en ese minuto, con el sol de la tarde bañando su rostro le pareció más guapo que nunca. Los ojitos pardos le brillaban tras las gafas... esa nariz redondeada... su labios... gruesos... parecían tan suaves... Sus manos... Adoraba sus manos grandes, fuertes y suaves. Cómo quería ser ella quien fuera mirada de esa forma por él...

Y entonces lo supo... No supo muy bien desde cuando, ni cómo pasó, pero en ese minuto en que deseó estar dentro de esos fuertes brazos y pegada a esos tentadores labios, en ese mismo minuto... supo que estaba perdidamente enamorada de él. Y se sonrojó volteando la carita hacia la ventana... no la fuera a pillar.

  • Estás muy callada pimpollo ¿Te pasa algo? ¿Estás enojada conmigo?

  • ¿Yo? No... ideas tuyas.

  • No pudiste haber sido más gráfica con la pobre de María. Seguro que ya no va a usar más lápices.

  • ¡Uy! sí. Discúlpame por haberte estropeado la vista con mi presencia.

  • ¡Qué cosas dices! Apenas la miré.

  • Ajá... cierto, salvo por ese minuto y medio que casi se te caen los ojos juntos al jodío lápiz por verle el culo ¿No?

  • Jajaja... ¿Minuto y medio?

  • Casi dos.

  • Ya, pero tengo una atenuante señorita abogada, es difícil no mirar cuando casi me restriega el culo por la cara...

  • Vale, vale... si tampoco es tan grave, después de todo eres un hombre soltero... no tiene nada de malo que te guste la tal María esa- Le respondió ella tanteando el terreno... necesitaba saber si tenía competencia.

  • ¡Es que no me gusta!

  • ¿Ni un poquito?

  • Nada...- Le dijo él, convencido... 'La única que me gustas eres tú' quiso agregar. Pero no lo hizo. En su lugar se sonrojó.

Esa tarde todo transcurrió como siempre. Almorzaron, recogieron la mesa, lavaron los platos. Sin embargo, nada fue como siempre. En cada cosa que ella hacía intentaba llamar la atención de su amigo. Observaba sus reacciones... Se esforzaba por descubrir si ella le interesaba... si había una esperanza... Pero nada. Francisco parecía no mirarla. Sin embargo, eso no iba a detenerla. Ella iba a conquistarlo...

Ya entrada la tarde se fue a cambiar su disfraz de abogada por un lindo y liviano vestidito floreado. Le cocinó un rico küchen de manzana. Se lo dio a probar en la boca mientras le batía las pestañas. Le dijo lo bien que le sentaba la camisa de hoy y lo mucho que le gustaba su compañía. Lo cogió por sorpresa y comenzó a hacerle cosquillas mientras él lavaba los platos. Él se defendió y la persiguió por toda la casa para hacerle cosquillas de vuelta. Cayeron al piso mientras él la cosquilleaba por la cintura.

Él encima... ella abajo retorciéndose de risa...

  • Basta... basta... porfavorcito...

  • Está bien... está bien...- Le dijo haciendo alto a las cosquillas.

Nathalie aprovechó la tregua para tomarlo por las manos, como para evitar más cosquillas y dejarlo sobre ella. Él se quedó paralizado. No quería mover un solo músculo... y aunque hubiera querido, no podía. Se les detuvo la respiración a ambos. Se vieron cada uno reflejado en los brillantes ojos del otro. Se sonrojaron. Después de unos largos segundos él se hizo hacia el costado. Ella se acurrucó bajo su hombro... Y se quedaron dormidos por un rato, allí, en el suelo, sobre la mullida alfombra de la sala.

++++++++

Ya declarada la noche, Francisco fue el primero en despertar. La única luz que alumbraba la habitación era la tenue e intermitente luz de la pantalla del televisor que apenas se oía. Bajó la vista y la contempló dormir. Nunca la había tenido tan cerca... por tanto rato. Se quedaría así para siempre, con ella entre sus brazos. Acarició su cabello... aspiró su perfume, dulce y fresco... El profundo sueño en que ella se encontraba lo animó para acariciarla un poco más, su rostro... sus mejillas, su nariz... sus labios. Qué labios más lindos... suaves...

Ella sintió un cosquilleo en sus labios y lentamente comenzó a despegar sus pestañas abriendo poco a poco sus ojitos. Él tuvo tiempo para deslizar sus deditos de los labios al cabello de la muchacha. Ella le regaló la sonrisa más dulce de todas hasta ese día.

  • Buenos días- Le dijo desperezándose.

  • ¡Buenos días! ¡Pero qué descaro! ¡Buenas noches querrás decir!... nos quedamos dormidos en...- Miró hacia ambos lados- ...la sala- Respondió él en un susurro.

  • ¿Nos quedamos? ¿Tú también?

  • También

  • Pensé que velabas mi sueño...

  • Pues no, desperté poquito antes que tú...

  • O sea que no me mirabas dormir.

  • Sí... No... o sea... Sí, los 10 segundos entre que desperté y despertaste- Mintió, sabía que llevaba mucho contemplándola.

  • Ufff... menos mal que fueron solo 10 segundos. Y ya no me mires más, debo estar horrible!- Dijo ella cubriéndose la carita con las manos en un gesto de completa ternura.

  • ¿Horrible? Pero si eres la cosita más linda del mundo, ni aunque quisieras podrías verte horrible

Nathalie se quitó las manos que cubrían su cara. Lo miró. Se ruborizó, podía verse como le subían los colores al rostro a media luz. Francisco estaba tan a gusto despertando con ella entre sus brazos que no se dio cuenta de lo que dijo, hasta que lo dijo. Apenas lo razonó también se ruborizó. Y su primer instinto fue huir.

  • Bueno Tita, yo mañana me levanto temprano. Me voy a dormir. Y tú también, deberías hacer lo propio.

  • Sí, tiene razón papá. Me voy a la cama ahora mismo. Podrías... quedarte a dormir aquí si quieres- Le dijo ella muy rojita.

Se miraron nerviosos. Ella quiso romper el hielo de la situación.

  • Es que eres muy rica almohada... agregó, con una risa nerviosa.

  • Vale, vale... tú no dejas de bromear conmigo. Mañana nos seguimos riendo. Buenas noches- Le dijo dándole un casto beso en la frente.

  • Sueña con... - 'conmigo' quiso decirle, pero no lo hizo, tampoco le dijo que no era broma- con los angelitos- Se despidió ella como cada día.

++++++++++++++++++++

La semana continuó igual, ella intentando coquetearle discretamente. Él prefiriendo pensar que se imaginaba todo. Y por cada paso que ella intentaba avanzar... retrocedía dos.

+++++++++++++++++++++++++++++

Siendo las 6 de la tarde de ese sábado, decidieron ver una película. Ya tenían bebidas y cabritas. Cerraron completamente las cortinas para conseguir un efecto 'oscuridad de cine' y pusieron lo que Francisco decía era la mejor película de la historia de las películas, 'La Guerra de las Galaxias'. Nathalie no la había visto. No completa, al menos. Siempre había cogido trozos de la película, y por lo poco que había visto le parecía un verdadero tostonazo. En alguna ocasión tuvo la mala idea de decírselo a su amigo, quién se empeñó en remediar tal sacrilegio, y ahí estaban. Pero lo mismo habría sido esa o el 'Titanic'. En ese momento, Lo único que ella quería era estar junto a él.

Así que se sentaron en el sofá y él le dio al play. En la pantalla apareció la pequeña nave perseguida por aquel enorme triángulo. El simpático robot dorado le hizo gracia. Y sobre todo, el fuerte acento español del doblaje. Ella siempre la había comenzado a ver en... chileno. Pasados unos minutos, ella ya no miraba la película, solamente lo miraba a él en medio de la oscuridad, y pensaba en una forma de llamar su atención, de hacer que deseara besarla. Así que mientras las lucecitas de colores se disparaban en la pantalla ella decidió buscar comodidad junto al hombro de su amigo, quien absorto en la película, pareció no notar tal cercanía. Así las cosas, ella quiso hacerlo notar.

  • Chito...

  • ¿Qué cosa Tita?

. Abrázame, ándale, que estoy incómoda

  • Vaaale, ven aquí- Le dijo con más ingenuidad que un bebito recién nacido, y la abrazó

Ella se acomodó bajo su hombro rodeándole la cintura con uno de sus brazos, mientras posaba su otra mano en la parte interna de una de las piernas de su amigo. Francisco estaba perplejo y muy nervioso. Había soñado con tener a esta linda mujer en su regazo, pero nunca pensó que pasaría. Quería acariciarle el cabello, besarla, apretarla contra él, pero no se atrevió. Era su amiga, y seguramente abrazarse así para ver una película es lo que hacen los amigos, pensó. No quiso estropear todo con un arrebato. 'Mejor me concentro en la película' sentenció, y lo hizo quedándose completamente quieto, sin mover ni medio músculo.

Nathalie, al margen de esta lucha interna, sentía que sus esfuerzos no estaban funcionando, quizá fuese que ella no era de su gusto... Pero no iba a darse por vencida. Acomodó su cabeza sobre su pecho, como un gatito buscando cariño, y comenzó a acariciar el muslo de Francisco. Él sentía la presión de su cabeza contra él, sus caricias, el perfume que manaba de ella, la tibieza de su cuerpo... y sentía que el corazón se le iba a arrancar galopando desde su pecho, y cada latido repercutía en su entrepierna... y quiso besarla y tocarla y hacerla suya. Pero no lo hizo, no despegaba los ojos de la televisión. Se encontraba completamente paralizado.

Que frustrante. ¿Sería que no le gustaba? Le había mandado toda clase de señales para llamar su atención y... nada. Pero tampoco la había rechazado, parecía ser que o no se daba por enterado, o ella no le interesaba en lo más mínimo. Lo había intentado todo y no había funcionado, y ahí estaban los dos, juntos, uno al lado del otro, bueno, ella casi encima de él, viendo una película aburridísima. Le decía o no le decía... Si le decía y no era correspondida las cosas se complicarían con su amigo, y tenía susto. Pero 'no hay peor diligencia que la que no se hace' pensó, así que decidió lanzarse a la piscina.

  • Chito... no quiero incomodarte, pero necesito hacerte una pregunta incómoda. ¿Puedo?

  • ¿Acaso puedo decirte que no?- Respondió haciendo un esfuerzo por salir del transe en el que se encontraba

  • No.

  • Eso pensé, dime

  • Tú... ¿Eres gay?

  • ¡¡¿Qué?!! ¿Gay? ¿Yo?- Eso sí que terminó de sacarlo del trance-  Por supuesto que no, ¿Por qué me preguntas eso?- Respondió Francisco completamente sorprendido por la pregunta, que según él no venía al caso.

  • Bueno, no sé, me has dicho que no sales con ninguna chica y...

  • ¿Y eso me coloca directamente en la acera de enfrente, es eso?

  • ¡No! No es eso, es que... quería ... descartar... posibilidades...- le dijo casi tartamudeando y muy coloradita

  • ¿Posibilidades? No entiendo.

  • Es que... yo... tú... no sé cómo decir esto... llevo mucho inten... tando llamar tu atención... hacer que... te me acerques, que quieras besarme... algo... pero, bueno, da lo mismo, entonces es... solo... que yo no te gusto y ya- articuló torpemente bajando la mirada.

Francisco giró la cara, enmudeció, se paralizó, se le secó la boca en un segundo y se puso colorado hasta los calcetines. Hubiese querido ser secuestrado por una de olas navecitas en la tele antes que tener que enfrentarse a su máximo temor, decirle que la amaba desde que la vio a los ojos por primera vez. Se hizo un silencio de ultratumba, frío y sudoroso para ambos.

Él la miró de reojo, ella mantenía la cabeza gacha, lo que le dio valor para volver la cara y mirarla mejor. Vio como a ella se le escapaban unas lagrimitas de los ojos que rodaban por sus sonrosadas mejillas, entonces se dio cuenta que también ella sentía miedo, debía estar pensando que estaba siendo rechazada. Era un idiota, si no tenía nada que temer, el riesgo, completo, lo estaba corriendo ella, a él solo le tocaba recibirla con los brazos abiertos. Y eso iba a hacer, esta vez la timidez que se vaya al carajo. En ese momento con una de sus manos le levantó la carita desde el mentón, mientras con la otra recogía sus lágrimas recorriendo el camino que habían trazado por su mejilla. Ella lo miró con esa mirada prístina que lo emborrachaba y con el corazón desbocado resoplando en su pecho, en su vientre y en sus sienes. Él, sin despegar la vista de esos ojitos brillantes acercó lentamente sus labios a los de ella para besarla con una mezcla de dulzura, miedo, delicadeza y amor que casi sentía que moriría en ese beso. Su primer beso.

Nathalie llevó sus manos a la nuca de Francisco y enredó los dedos en su pelo, mientras se perdía en la deliciosa sensación de sentir sus labios acariciados por los de él. De pronto sintió la humedad de su lengua bordeando la calidez de la caricia, buscando paso. Ella entreabrió su boca para permitirle entrar a la búsqueda de su propia lengua para entrelazarse y fundirse en una lucha apasionada. Ella rodeó a Francisco por el cuello con sus brazos para pegarse a él cuanto fuera posible, él la rodeó por la cintura, con fuerza. Fue un beso largo, intenso, dulce y apasionado. Nathalie no supo que era el primero para él. Francisco no se enteró que era el más deseado para ella.

Permanecieron así por varios minutos. Toda una eternidad. Hasta que ella quiso despegarse. Cuando abrió los ojos se encontró con los de él, que no dejaban de mirarla, con una cara de borrego a medio morir que le pareció completamente encantadora. Pero ella quería saberlo de su boca, quería que él le dijera alguna cosa, que le diera seguridad.

  • Francisco... no... tienes que.... besarme... si no quieres... - Le dijo bajando la cabeza completamente ruborizada.

  • Tita... yo... Sí quiero... No ahora, desde hace mucho tiempo que deseo hacerlo... No me atreví.

  • ¿Desde hace mucho tiempo?- Dijo alzando la vista sorprendida. Estaba segura de que él ni la miraba. No de esa forma, al menos.

  • Desde que me hablaste por primera vez- Él también estaba sonrojado

  • Mentiroso... no te creo

  • Es cierto... ¿Por qué crees que bajé corriendo siete pisos para alcanzarte?

  • Por... ¡Capullo! ¿Por qué nunca dijiste nada?

  • Me conoces. Soy... muy tímido...

  • No conmigo. Conmigo eres... divertido, alegre... libre, ¿No?

  • Sí, pero tú eres joven, hermosa, alegre, rodeada de gente. Nunca creí tener una oportunidad contigo. Veo como te miran por la calle, chicos jóvenes, guapos y musculados. Veo cómo te hablan tus amigos. ¿Por qué te ibas a fijar en mi? Un tipo como yo, normalito y aburrido.

  • Porque... eres dulce, caballeroso, inteligente, gracioso, guapo.

  • ¿Guapo?

  • No... guapo no. MUY guapo- Le dijo plantándole otro beso largo y dulce en sus labios.

  • Tita...soy mucho mayor que tú...- Articuló, preocupado.

  • ¿Y?

  • ¿Cómo ‘y’? Te llevo 15 años...

  • Cariño, la edad es solamente un número. Entiendo tu preocupación, eres hombre de ciencias...

  • ¿Qué tiene que ver eso?

  • Que yo soy chica de letras, no de números, no es algo que me preocupe.

No podía creer que ella hiciera que todo fuera tan fácil. No hubo más peros esa tarde.

Se recostaron en el sofá, uno al lado del otro, muy pegaditos para no caerse. Y así estuvieron lo que quedaba de tarde, disfrutando del descubrimiento de acariciarse con labios y lengua. Abrazados. Excitados. Pero ninguno de los dos se atrevió a dar el siguiente paso.

  • Ya ves como nunca consigo ver esta película.

  • Tenemos que verla completa algún día.

  • Cuando quieras- le dijo con sonrisa de niña traviesa- ya veré qué otra cosa se me ocurre para desconcentrarnos de esa fomez.

Cenaron juntos, intercambiando miraditas, besándose y buscando rozar sus cuerpos. Llegó la noche y era hora de dormir. Se dieron un largo y apasionado beso de buenas noches, y ella volvió a su apartamento.

En la oscuridad de su cuarto, Francisco no se la quitaba de la cabeza, Había pasado tanto tiempo para sentir el calor y la humedad de un beso, y por fin había sido con la que él creía que era la mujer más bella del mundo entero. Recordó el sabor y la suavidad de sus labios, el jugueteo de sus lenguas... pero no solo eso. Recordó la tibieza de su cuerpo pegado él, recordó como sus pechos se enterraban en el suyo, como su espalda fue recorrida por las delicadas manos de la que hasta esa tarde era su única amiga. Recordó su fina cintura, el aroma que manaba de ella... su erección… haciendo presión contra el vientre de su chica. Y allí... en la soledad de su cuarto se masturbó, recordando todo lo que pasó esa tarde, e imaginando todo aquello que no había pasado. Y fue el orgasmo más intenso de toda su vida.

De la misma forma, en su propio cuarto, Nathalie se metía dentro de su camisoncito, recordando la linda tarde que había tenido con su vecino. Comparando. Había tenido dos novios hasta ahora. Con ninguno había sentido eso. Esa seguridad de que nada malo va a pasar, esa calidez. Sobre todo, con ninguno sintió ese calor entre las piernas, esos latidos desesperantes, ese cosquilleo en la piel. Ella estaba segura, era él. Y estaba lista para que pasara cuando las cosas se dieran. Y recordando la dulzura de los besos... se durmió.

+++++++++++++++++++++++++++++++++

Al día siguiente Francisco se levantó muy temprano. Se duchó. Se metió dentro de unos sentadores vaqueros y una camisita medio ajustada que lo hacían ver casualmente atractivo, con esos dos botones sin abrochar. Se perfumó, salió camino a una floristería y compró la docena de rosas rojas más lindas que encontró. De regreso a casa se tropezó con una confitería y decidió comprar también la caja de bombones más grande de la tienda. Pasó por unos churros espolvoreados de azúcar flor, y volvió a casa. Con ansiedad dispuso los churros en una linda bandeja a la que agregó dos chocolates calientes. Como pudo, y no sin complicaciones, tomó las flores, los bombones y la bandeja y salió al apartamento de enfrente. Con la punta de la nariz tocó el timbre tres veces. Y espero. Le temblaban las manitas. No, todo él estaba temblando.

Nathalie dormía plácidamente acurrucada entre sus sábanas hasta que el horrible sonido de tres campanadas del timbre la despertó. 'Es un sacrilegio que la saquen a una de sus sueños... sobre todo cuando está una soñando tan bonito' pensó.  Y así como estaba salió de su cama, cubierta solamente por su delgado camisoncito. Pasó al baño a lavarse los dientes, mientras oyó el sonido del timbre dos veces más, y con el pelo todo alborotado se dispuso a abrir. Medio dormida miró por el ojito de la puerta, y no lo pudo creer. Parecía que el príncipe ese se le había arrancado del sueño para venir a tocar su timbre, y con rapidez abrió la puerta.

  • ¡Chito!

  • ¡Buenos días pimpirimpesa!

Francisco entró. Mostró ceremoniosamente la bandeja a su niña y luego buscó sitio donde dejarla. A ella no le cabía la sonrisa dentro de su cara. En su vida, nadie, jamás, le había regalado flores, ni preparado desayuno. Menos aún a esas horas de la madrugada. Era una escena tan linda, parecía que lo habían sacado de una película.

  • Buenos días caballero. Dígame Ud. ¿Estoy soñando aún?

  • No preciosa mía, no es un sueño, si gusta puede probar un churro para convencerse-

  • Tienen buena pinta esos churros... pero no tanto como tú ¡Estás muy guapo! ¿Tienes una cita?- Dijo dándole un suave beso en los labios.

  • Sí, tengo, con la mujer más linda de todo el universo.

  • Oh... qué pena, pensé que venías a verme a mí.

  • Pero si eres tú ¡capullita!

  • ¡¡¿Cómo voy a ser yoo?!! ¿Ya me viste? ¡Estoy con los ojitos pegados, toda chascona y en pijama! ¡Si me hubieras avisado de nuestra cita al menos habría tenido tiempo de adecentarme un poco!

  • Pues no te hace falta nada más. Así con el pelito alborotado y en ese camisoncito luces más preciosa que nunca.

  • ¿Si?- Dijo ella un poco colorada

  • ¡Claro que sí!

  • Bueno, bueno, entonces adoptaré este look para ir así a la Universidad.

  • Sería una gran idea, pero por eso estoy aquí.

  • ¿Para llevarme a la Universidad? Hoy es domingo, Chito, no tengo clases.

  • No signorina graciosina, no por eso. Por... esto- Le dijo mostrándole las flores. Se arrodilló a sus pies, cual caballero andante, la cogió una de sus manos y continuó- Pasa que ayer me di cuenta que no quiero compartirla con ningún otro hombre en este mundo y que tenía que hacer algo si quería obtener esa exclusividad. Entonces se me ocurrió que podía chantajearla a Ud. con estas lindas flores y este rico desayuno para persuadirla de aceptar ser mi novia, y soportar que yo intente hacerla feliz cada día que esté Ud. a mi lado. Si su merced acepta, tengo para darle también esta deliciosa caja de bombones ¿Qué me dice?

Nathalie se debatía entre la risa y el llanto. No podía dejar de reír al oír todas las cosas graciosas que le decía ese hombre que tenía en frente, arrodillado. Pero al mismo tiempo sentía que sus ojitos se rebosaban de lágrimas con la escena. Nadie jamás hizo nada parecido por ella. No solo las flores, y los bombones, y la linda petición... sino crear un momento lindo y hacerla sentir el centro del universo, la mujer más especial de todo el planeta.

  • Solo con las flores no me hubieras convencido... pero sabes que los chocolates son mi punto débil... Bueno, ya. Sí, acepto ser la mujer más feliz del mundo junto al hombre más dulce de todo el planeta. Quiero ser tu novia... siempre que me traigas más chocolates regularmente, por supuesto.- Le dijo mostrándole una sonrisa al tiempo que llovía más lágrimas.

  • Ven aquí capullita, no llores más.

  • Si no lloro...

  • ¡Ah! ¿No? ¿Y qué son estas gotitas rodando por tus mejillas entonces?

  • Estoy... regando las flores, ¡¿no ves que hay que ponerlas en agua?!

Francisco la besó. Como si la hubiera besado antes toda la vida. Su boca le era cada vez más familiar.

  • Es lo más lindo que nadie ha hecho por mí, nunca. ¿Por qué eres tan lindo?

  • Tú eres la linda, y no te das cuenta. Y ahora eres mía, no sabes lo feliz que me siento.

  • ¡Hey! Que tú también eres mío... que te vea yo rodeado de peucas... y vas a saber quién soy.

  • ¡Uy! ¡Pero qué susto!

  • Tengo una escopeta, y muy buena puntería, así que no me pongas a prueba. Deberías avisarle a la María esa...

  • Eres deliciosa- Le dijo riendo

  • Y tú

  • ¿Tomamos desayuno?

  • Ya, pero el churro más grande es para mí.

  • Vale, todo tuyo.

Comiéronse todos los churros y tomáronse todo el chocolate. Ella puso las flores en agua y llevó los bombones a la cama.

  • Tenemos un problema mi amor-  Le dijo con cara de angustia.

  • ¿Qué pasa preciosa? -

  • Pasa que ya terminamos el desayuno y aún es temprano, no son ni las 9, tenemos toooooodo el día por delante.

  • Ah... podemos... ver 'La guerra de las galaxias'…

  • Olvídalo. Por qué no mejor... nos metemos a la cama y dormimos otro poquito... ándale... ¿Sí?

  • ¿Me estás echando?

  • No, menso... tengo espacio en mi cama. Pero no creo que te ande alguna de mis camisetas. Ve por una y te metes en mi cama. Más tarde vuelves a ponerte lindo, pero juntos esta vez.

Francisco se puso nervioso otra vez. Estaría en la cama, con ella. Con ese camisoncito tan sensual que parecía una segunda piel. Y él tendría solo una camiseta... y unos calzoncillos... que no cubrirían su... emoción. No sabía si iba a poder contenerse.

  • Aunque pensándolo bien, no necesitas camisetas. Ven vamos a la cama.

  • Emmm... Tita, no sé. La verdad no tengo sueño.

  • Jajaja... qué mañoso. ¿Y quién dijo que eso importa? Si no nos dormimos al menos regaloneamos un ratito.

  • ¿Regaloneamos? Pero si ya te traje regalos ¿Quieres más?

  • No, menso. Regaloneamos en chileno dícese del acto de hacerse cariñitos y arrumacos. Apapacharse.

  • ¡Ah! Bueno... esto... ¿Puedo decirte que no?

  • No. Pero ¿De verdad quieres decirme que no?

  • No... no es eso... es que...

Nathalie se puso en puntitas de pies, le rodeó el cuello con los brazos y pegó sus labios a los de él. Y comenzó a hablarle entre un beso y otro.

  • Daaale...- muacs- Prometiste- muacs- hacerme- muacs- feliz- muacs-

  • Vale, voy por una camiseta y vengo.

  • Pero si no te hace falta mi amor... te quitas la camisa y los pantalones y ya. Vamos, yo te ayudo a desvestirte.

Nathalie realmente no se daba cuenta de lo que estaba pasando. Ni de lo que iba a pasar. Ella, sinceramente pretendía irse a dormir o regalonear un ratito con su dulce novio. Besarse entrelazando las piernas era lo máximo a lo que aspiraba. Al ser virgen y debido a su escasa experiencia, era aún muy inocente e ignorante de las reacciones de un hombre a las caricias.

Francisco lo sabía. Sabía que ella no tenía dobles intenciones, pero se conocía. Y toda esta escena era muy sensual para él. Después de 35 años de soledad, su primera y única mujer, pegada a su cuerpo, vestida con un fino camisoncito, cortito y escotado, besándolo apasionadamente, invitándolo a su cama y queriendo desvestirlo. Su potente erección, en ese minuto estaba siendo disimulada únicamente por la gruesa tela del vaquero... el mismo que ella iba a quitarle en un par de minutos. Y no podía decirle que no... Iba a tener que encontrar una forma de explicárselo. Y se dejó tironear hasta el cuarto.

Ya en el cuarto ella comenzó a desvestirlo. Botón a botón desabrochó su camisa, dejando un tierno besito entre un botón y otro. Hasta quitársela. No se dio cuenta como la respiración de él se agitaba. Luego quiso desabrochar el pantalón, Pero él la detuvo sujetándola por los hombros y dándole un beso apasionado.

  • Tengo que quitar primero los zapatos, preciosa. Vete a la cama que ya te alcanzo.

  • Ta bien...

Francisco rodeó la cama y se sentó en la misma orilla por donde iría a meterse dentro. Se quitó zapatos y calcetines. Se levantó, bajó sus pantalones dejando apenas el culo fuera y se volvió a sentar para terminar de quitárselos sentado. Rápidamente se metió a la cama, cubriéndose con la tapa, quedando con su cuerpito medio de lado. Apenitas estuvo dentro, ella se acomodó cerquita de él para besarlo profundamente. Metió uno de los brazos por debajo de su cuello y lo rodeó con el otro por encima, eso le permitió quedar bien pegadita a él, dejándole ofrecida su cintura. Él la rodeó por la cintura, pero no quiso pegarla completamente a él, su erección era imposible de ocultar en ese momento.

No dejaron de besarse. Al principio con ternura e inocencia. Francisco, en un movimiento casi reflejo, comenzó a acariciarle la espalda por todo el borde del camisón, rozando apenas con la yema de los dedos. Nathalie hasta ese momento no sabía que su espalda era tan sensible, estaba sintiendo cientos de pequeñas y deliciosas descargas eléctricas recorriéndola, sin darse cuenta comenzó a respirar por la boca, en la boca de su chico, y así, sin que ninguno de los dos lo planeara el beso se volvió apasionado y tan incontrolable como un incendio. Ella llevó su cabeza hacia atrás buscando pegarse más a la caricia en su espalda, dejando su cuello ofrecido en ese acto. Él teniendo ese cuello justo en frente, llevó ahí su boca y la besó, recorriendo con la suavidad de sus labios y la humedad de su lengua cada centímetro de piel que encontró descubierta, al tiempo que dejándose llevar por la pasión del momento la atrajo fuertemente hacia él por la cintura, sin dejar de acariciar su espalda. Ella, sintiéndose recorrida tan íntimamente por esos besos y sintiendo la cálida presión de esa hombría contra su vientre, no pudo evitar gemir. Un gemido suave y ahogado que retumbó en la habitación y en la cabeza de Francisco. Sus labios volvieron a encontrarse, sus lenguas a buscarse y enroscarse, entre gemidos y jadeos. Los dedos de ella se enredaron en su pelo, mientras las manos de su amado la recorrían firmemente. Ella sin notarlo comenzó a mecerse contra él, y abrió los ojos, que hasta ese momento había mantenido cerrados forzada por la intensidad de las sensaciones que estaba descubriendo, para mirarlo con los ojitos brillantes de deseo.

  • Te amo, Chito.

  • Y yo a ti Tita.

  • Me gustan mucho tus caricias- Le dijo mientras se mordía el labio.

  • Y a mí las tuyas, tus labios, tus gemidos...

  • Tengo que decirte algo...

  • Dime

  • Yo... nunca...

Francisco la detuvo con un beso. Sabía que seguía. Pero... era su turno de ser sincero, y en su cabeza sintió miedo, mas su corazón se impuso esta vez, sabía que ella no iba a cuestionarlo, y quería decírselo.

  • Yo... tampoco...

Nathalie se sorprendió. No esperaba esa respuesta. Sabía que Francisco era un hombre tímido, pero era un hombre tímido de 35 años, no podía ser que... nunca... Y entonces lo amó más que nunca.

  • Entonces... tendremos que aprender juntos- Le susurró al oído con dulzura.

Se pegó a su cuerpo con amor y deseo, para fundirse a él en un beso hambriento de más sensaciones. Nunca había sentido tantas hormigas recorrer su cuerpo, tanta necesidad de ser acariciada más y más. Y él la acariciaba, sí, no dejaba de recorrer su espalda, brazos, cintura... tímidamente las caderas. Pero allí acababan las caricias. Ella sentía que cada parte sensible de su cuerpo se encontraba absolutamente erizada, podía sentir el magnetismo en cada uno de los vellos de sus brazos, en sus doloridos pezones, en... en un pequeñito vértice que parecía querer estallarle entre las piernas. Y ella quería más, necesitaba más. Con suma suavidad le cogió una de sus manos y, mirándole a los ojos con las mejillas llenas de rubor, la llevó hasta la cima de su pecho, allí la dejó. Él pudo sentir en la palma de su mano la dureza de la excitación de ella. Nathalie puso su mano sobre la de él y apretó, dejando escapar otro pequeño gemido. No dejó un segundo de mirarla, era la escena más erótica y romántica que Francisco jamás soñó. Cerró su mano alrededor de su pecho y acarició, con suavidad al comienzo y con mayor firmeza según lo pedían los vaivenes de su amada.

Deslizó suavemente su mano por dentro del camisón, trazó deliciosos círculos recorriéndola hasta llegar al centro de las sensaciones y así poder aprisionar ese pezón entre sus dedos. Ella le mordió el labio inferior para quedar gimiendo en su boca, mientras el repetía la operación con el otro pecho, hasta que Francisco se deshizo de la exquisita presión de esos dientes para comenzar a regarla de suaves y húmedos besos en su mejilla, cuello, clavícula, escote y por fin  perderse en la calidez de esos preciosos senos tan sensibles a sus caricias. Se apartó unos segundos para mirarla, era tan linda, tan… perfecta, no podía creer que fuera suya. En su embelesamiento no notó que ella cubrió su carita con sus manos.

  • Lo siento, son pequeños… pero son tuyos- Le dijo avergonzada.

  • Mi amor, son… perfectos, eres preciosa.

Fue directamente a besar uno de sus pechos, succionándolo con energía, frotándolo con su lengua y mordiéndolo con cautela. Luego el otro. Ella había perdido completamente el control de su cuerpo, se encontraba totalmente entregada al fragor de las sensaciones que su hombre le estaba regalando. Podía sentir como ardía entre las piernas, como se mojaba sin dejar de palpitar. Y dejándose llevar por ese mar de sensaciones rodeó a Francisco con la pierna que tenía encima buscando calmar sus ardores con el roce de sus sexos. Eso fue mucho más de lo que él podía soportar, sintió la imperiosa necesidad de embestirla con fiereza y se acomodó sobre ella dejándola sentir todo el peso y la dureza de su cuerpo sobre ella, sobre toda ella y se comieron a besos, mientras él perdía la cabeza.

  • Te amo… - Le susurró entre jadeos, sonrojada de excitación.

Esas dos palabras lo sacaron de su transe. Se hizo un poco hacia su costado y comenzó a recorrerla con una de sus manos… lentamente, hacia abajo... desde sus redondeados pechos, con firmeza, pasando por su cintura, en la barriguita, bajo el ombligo, trazando círculos… su… humedecida entrepierna por sobre el fino camisón, cerró su mano alrededor de ella y apretó. Ella dejó escapar un sonoro gemido al tiempo que se aferraba con fuerza a la espalda de Francisco. La mano no se quedó allí. Siguió bajando por el costado de su pierna, hasta sentir la exquisita suavidad de su piel. Ella temblaba. La mano subió por la parte posterior de esa pierna para detenerse en una de sus nalgas, y apretarla, y amasarla con desespero. Y volvió a bajar hasta la rodilla únicamente para volver a subir por el interior de los muslos y llegar a la fuente que estaba manando aquel fluido que mojaba esas braguitas. Las quitó con algo de torpeza.

Todo el momento era muy excitante para ambos. Para ella porque sentía su intimidad más profunda, aquella que ni ella misma conocía del todo, descubierta por primera vez. Sentía vergüenza, miedo y deseo, mucho deseo de él.  Para él, porque era la primera vez que acariciaba a una chica, y era la chica que amaba. Quería hacerla sentir extasiada de placer antes de conseguir el propio. Quería que no hubiera dolor a pesar de la inexperiencia de ambos.. Y por sobre todo no quería forzar las cosas.

La mano volvió a recorrer lentamente el mismo camino por el interior de los muslos de ella. Y esta vez no había nada que entorpeciera el contacto. Apenas con la yema de los dedos recorrió su pubis, poblado de suaves vellos… Ella se mecía contra esa mano suplicando la caricia. Francisco deslizó su mano por cada centímetro de esa tibieza hasta llegar a sus labios desbordados de un suave y agradable fluido que permitió que uno de sus dedos resbalara fácilmente al interior, mojado y caliente. Comenzó a recorrer su rajita al ritmo del vaivén al que ella misma se mecía. Encontró su estrecha entrada y frotó sin avanzar  para luego recorrer en sentido inverso hasta dar con ese pequeño botoncito que al apenas tocarlo consiguió que ella se retorciera de placer mordiéndose sus labios. Él la besó con pasión aprovechando así para aprisionarla contra la cama, y comenzó a frotar incansablemente ese delicioso vértice de placer… con suavidad… despacio… sin detenerse… aumentando la intensidad de la caricia... con lentitud... acelerando el ritmo… con frenesí… hasta que la sintió estallar bajo su cuerpo, entre sus dedos. Ella sintió que todo su cuerpo se desarmaba a consecuencia de una explosión que comenzaba en su sexo y se expandía por cada centímetro de su cuerpo, que la obligó a despegar su espalda de la cama y aferrarse a él con toda su fuerza, sin poder contener pequeños gritos que a él le parecieron el sonido más delicioso del mundo. Francisco dejó de frotar únicamente cuando ella tomó su mano suplicante de una pausa, llena de suspiros.

  • Qué rico… - Exhaló ella desde una radiante sonrisa.

  • ¿Te gustó? - Le preguntó Francisco, besándola.

  • Mucho… demasiado.

Francisco estaba a punto de explotar. Toda la escena le quemaba por dentro. Nathalie no dejaba de besarlo, recorría sus labios, su cuello, su… oreja… Él bullía… Le encantaban esos besos, pero no eran suficientes. Necesitaba más. Al igual que ella hiciera con su mano, él cogió la de ella con suma suavidad, mirándole a los ojos y la llevó directamente a su poderosa erección, sobre el calzoncillo, allí la dejó. Ella dejó su mano quieta, sin moverla, solo sintiendo esa dureza… su palpitar… su calor. No sabía muy bien qué hacer, pero quedarse quieta no era una buena idea, así que luego de unos largos segundos por fin se decidió a recorrerla, siguiendo la longitud de esa erección… temblando. Ahora era él quien gemía, suavemente, al igual que lo era la caricia. Ella sintió la necesidad de besarlo mientras lo tocaba cada vez con mayor intensidad. Pero la tela estorbaba. Así que la fina y delicada mano se coló por dentro del calzoncillo para ahora poder sentir directamente la envergadura  de su hombre. Atravesó lentamente su pubis sintiendo sus vellos… y allí, al final de ellos, lo encontró... suave... duro, muy duro... caliente… con unas pequeñas gotitas asomándose desde la punta, las que desparramó con su pulgar.

El calzoncillo seguía molestando, así que ella, ayudada por ambas manos, decidió quitarlo con desespero, para luego retomar su labor. Lo recorrió una y otra vez apenas rozando las yemas de sus dedos, sin despegar sus labios de los de él. Acarició sus testículos con la delicadeza propia de la curiosidad y el temor de causar daño. Regresó a su miembro para cerrar su mano alrededor de él, su pequeña mano apenas cerraba, lo sintió grueso, grande… Se despegó del beso para poder mirarlo, tenía los ojos cerrados y la expresión tensa como intentando contenerse de algo, y se mordía el labio. Intentó una caricia… pero la piel se movía con ella y se asustó

  • Chito, no sé hacer esto, ¿Me… ayudas?- Le susurró con voz ronca y completamente ruborizada.

Él abrió los ojos y la vio tan dulce, tan niña y tan sensual…

  • Claro mi amor - le respondió mientras cerraba su propia mano alrededor de la de ella.

Comenzó a subir y bajar lentamente. Ambos miraban dentro de los ojos del otro, con las frentes y naricitas pegadas, respirando el mismo aire, rozando sus labios sin besarse. Era una escena cargada de excitación para ambos. Francisco apretó su mano un poco más, acelerando progresivamente el ritmo… y la dejó. Nathalie continuó sola… mientras él jadeaba en su boca cada vez más a prisa. Y como él hiciera con ella, acarició con una lenta y agonizante cadencia, primero suavemente y poco a poco presionando con más fuerza… hasta que según sentía se aceleraban los latidos y la respiración de su hombre comenzó también a apurar el ritmo de su mano... arriba y abajo… y decidió incorporar su otra mano a la labor y trazar pequeñas caricias circulares sobre la punta del miembro. Francisco no pudo más…

  • Yaaa... Tita… mi… a… mooor… yaaa...

Con los dientes apretados y los dedos de sus manos enterrados en la redondeada cola de su chica, Francisco estalló con fuertes espasmos expulsando varios potentes chorros de semen que cayeron todos en la palma de la mano de ella, quien disfrutó el momento con todos sus sentidos. Le encantó tener la destreza necesaria para provocarle tal placer a su amado, le encantó complacerlo, le encantó descubrir el placer de complacer. No le quitó las manos de encima hasta que él comenzó a recuperarse de su entrega. La besó, con gratitud,  amor y paz.

  • ¿Estuvo... bien?- Preguntó ella

  • Demasiado bien, mi amor.

Se sonrieron con cara de eternos enamorados.

Nathalie le mostró orgullosa el tesoro que recolectó en su mano, y con su mejor cara de travesura untó el dedo índice de su mano vacía en esa novedosa sustancia y se lo lleva a la boca, lo posó en su lengua. Siempre había sentido curiosidad por conocer el sabor de la esencia masculina. Chupó. Saboreó. Un gusto salado al comienzo, de textura espesa y lechosa, amargo al final. No era un gusto agradable. Lo miró. Él no le perdía detalle. Sus ojos estaban luchando por no cerrarse a causa del deseo, su respiración agitándose otra vez y sus dientes aprisionando con fuerza su labio inferior.

A ella le encantó ser contemplada de esa manera... y repitió la operación, untando otro poco del lechoso líquido en su dedo y chupándolo otra vez, ahora mirándole a los ojos. Saboreó. Tampoco era un gusto desagradable. La respiración de él se hizo aún más fuerte. Nathalie se sintió una diosa sexy. Con su mano vacía tomó una de las manos de su chico apartándole el dedo índice y lo untó en su nuevo postre favorito. Lo llevó a su boca y lo chupó, mirándole a los ojos.

A Francisco le hervía la sangre, otra vez. Verla beberse su esencia era eróticamente sublime, pero verla hacerlo de esa forma, lentamente, lamiendo sus dedos y ahora el de él, era muy ardiente... ver como su dedo desaparecía entre sus labios y sentir la succión del chupeteo le hacía imaginarla bebiendo ese mismo elixir directamente de la fuente... y dio un respingo. Su miembro estaba erguido nuevamente y a punto de reventar.

Ella, ajena a la escena en la cabeza de Francisco, repitió la operación una y otra vez, esmerándose en darle una imagen cargada de sensualidad para que el disfrutara. Untaba el dedo hasta el último nudillo, y lamía con gusto para chupetearlo al final, repitió con los dedos pulgar y corazón, lamiendo, relamiendo y chupeteando.

Cuando se hubo terminado la bebida, se llevó su propia palma de la mano a la boca para eliminar, con su lengua, hasta el último rastro del placer que ambos acababan de compartir... pero él la detuvo, y en un acto completamente inesperado para ella, él desvió el camino de la mano de Nathalie para llevarla a su propia boca, y lamerla con ardor, mirándola. Ella se derritió al verlo. Llevó su boca a la de él, para terminar de saborear juntos las últimas gotitas que quedaban en su mano, inevitablemente sus lenguas se juntaron, se enroscaron y se fundieron en un beso lleno de gula carnal... de necesidad del otro.

Jadeaban.

  • Esto... esto es..- Articuló ella entre intensos suspiros, cómo si hubiese descubierto la piedra filosofal.

  • ¿Qué...?

  • Deseo... Francisco, mi amor... te deseo.

Él podía ver su reflejo dentro de esos ojitos brillantes... de deseo... de fuego ardiente de amor.

  • Yo también te deseo... te amo- Exhaló él.

  • Te necesito... necesito, sentirte... dentro de mí...

  • ¿Estás segura, mi amor? No quiero lastimarte.

  • Por favor... hazme tuya.

Ella le rodeó el cuello con sus brazos pegándose a su cuerpo completamente tenso... fue inevitable dar con la caliente erección en su vientre. Ella aún llevaba su fino camisón.

  • ¡Cómo estorba esto!- Se quejó ella quitándose la prenda y dejándose caer desnuda sobre la mitad del cuerpo de su chico.

Nathalie lo sintió bajo su piel, suave, caliente, turgente. Él, por primera vez sintió sus pechos enterrarse en el suyo, sin barreras. Sus pezones endurecidos le clavaban al ritmo de su agitada respiración. El cosquilleo de su pubis contra su cadera. La suavidad de su pierna entre las de él. El temblor de sus barriguitas anhelantes. La besó, con amor, con deseo, con lujuria, con hambre de penetrar en ella. Estaba embriagada de sensaciones, de caricias, de furor uterino.

Eran una llamarada que se encendía incontrolablemente entre susurrantes gemidos, gobernados únicamente por el deseo de más. Les quemaba la piel, les hervía la sangre, galopaban sus corazones en sus respectivos pechos.

Ya era el momento. Francisco se hizo espacio entre sus piernas para acomodarse sobre ella. Le hizo sentir el peso de su cuerpo y la dureza de sus dimensiones. Ubicó sus brazos al costado de ella y se apoyó en sus codos para acomodarse. Se miraron… se besaron.

  • ¿Estás segura?

  • Nunca había estado más segura de nada en mi vida.

  • Te amo

  • Yo a ti

Ambos temblaban. La besó. Llevó una de sus manos a su sexo, caliente, mojado y palpitante. Estaba lista. Cogió postura entre sus piernas, mientras ella lo rodeaba con sus piernas por la cintura, y se deslizó con suavidad por entre sus labios, frotándose contra el hinchado clítoris por varios minutos, alargando la agonía, la ansiedad. Por fin situó su potente erección en la entrada a su interior, y empujó, despacio. Nathalie mordió sus labios, apretó sus ojitos, y clavó las uñas en la espalda de Francisco.  Él se detuvo, dándole tiempo a acostumbrarse.

  • Auch… mmm… ay… Eres muy grande, cielo.

  • ¿Te duele?

  • Un poco...

  • ¿Quieres que pare? Podemos intentarlo otro día…

  • Noo… me duele, pero… me gusta… mucho.

Sin avanzar, pero sin retroceder, volvió a besarla, bajando por su cuello, llegando a sus pechos. Aprisionando sus enhiestos pezones entre sus labios, torturándolos suavemente con sus dientes. Ella comenzó a retorcerse bajo él…  sus talones presionaban suavemente suplicando un poco más. Él volvió a presionar… hasta romper la resistencia que impedía su avance. Ella dejó escapar un grito ahogado al tiempo que sus uñas se enterraban en la espalda de ese hombre, de su hombre.

  • No pares ahora, amor… lléname de ti… por favor.

Y sin más temores ni cuestionamientos, Francisco se dejó hundir en la profundidad y estrechez de sus entrañas, colmándola completamente, haciéndola suya… Su mujer. El aire abandonó totalmente los pulmones de ella. Estuvieron un rato quietos, solamente sintiéndose. Ella, el vigor del cálido invasor que la llenaba. Él, el calor y la suavidad de las paredes que lo apretaban. Cuando los pulmones de ambos pudieron llenarse otra vez, él comenzó a moverse, fuera y dentro, despacio, lenta y deliciosamente. Sin pausas, sin prisas, sin dejar de mirarse, de besarse.  Él salía casi completamente solo para volver a entrar, al mismo tiempo que ella iba su encuentro. Parecía que eso que estaban haciendo lo habían hecho durante toda la vida. Sus caderas acompasadas a la cadencia de sus deseos.

Cuando él sintió que a ella comenzaba a faltarle el aire de los pulmones, nuevamente, aceleró el ritmo, y la intensidad. Se dejó sostener por ella, haciéndole sentir todo el peso de su cuerpo y los empujes fueron más vigorosos. Nathalie, poco a poco comenzó a sentir como su cuerpo se tensaba, sus músculos se contraían… algo dentro de ella iba a explotar inminentemente. Francisco, avisado por la intensidad ascendente de sus gemidos pudo sentir como comenzaba a contraerse alrededor de su pene.

Apretó los ojos, empuñó sus manos en la espalda de su hombre, enterró su cabeza en el colchón buscando despegar su espalda del mismo…

  • Ummmmh…Te amooo

Fue todo lo que consiguió articular, y se entregó al más demoledor placer de su vida en un grito desesperado. Sintió que se rompía en mil pedazos en el cielo estrellado… perdiéndose en el universo. No terminaba aún de recuperar el último de sus pedacitos, cuando sintió espasmos en su interior al tiempo que su novio le gruñía al oído empuñando las manos sobre el colchón. Francisco había soportado las deliciosas contracciones de su orgasmo, había conseguido contenerse ante los rasguños en su espalda, se había resistido a la sensual imagen de ella retorciéndose de gozo bajo su cuerpo… pero ese desesperado `te amo’ seguido por el grito de placer fueron demasiado para él,  elevándolo en su propia espiral de placer y detonando su inexorable orgasmo. Disparo a disparo fue vaciándose dentro de ella. Cuando Nathalie sintió la primera descarga en su interior, la explosión de la que comenzaba a recuperarse regresó a ella incesante, redoblada en intensidad, arrolladora. Se sintió morir… y renacer.

Exhausto, Francisco se dejó yacer sobre ella, reposando su cabeza entre sus pechos. Ella estaba prendida a él con brazos y piernas, acarició su cabello, la nuca, su cuello.  Sus respiraciones agitadas buscaban sosiego.

  • Te amo, preciosa mía. Fue increíble…

Alargó una mano para acariciar su rostro, estaba húmedo, demasiado húmedo para ser sudor.  Alzó la cabeza para mirarla y pudo ver que sus mejillas estaban siendo bañadas por dos pequeños riachuelos de lágrimas.

  • ¿Qué ocurre? ¿Te lastimé?

  • No- Respondió ella entre risas y sollozos.

  • ¿Estás bien?

  • Más que bien…

  • Pero estás llorando…

  • Es que… es… Es un sentimiento nuevo… no lo entiendo bien…  pero es lindo… como que la dicha no me cabe en el pecho.

  • Eres la cosita más linda, y frágil y dulce y maravillosa que yo pude soñar jamás.

  • No… puedo creer… que se sienta así… que seas tú… yo… que me ames.

  • ¿Te… gustó?

  • Demasiado… ¿A ti?

  • Cada segundo.

  • Quiero mil más de los mismos… ¿Puedes?

  • Ummm… No voy a saber hasta intentarlo…

  • Rico…

  • Tú…

  • Te amo

  • Yo más…

  • No, yo más…

  • No, yo…

Un beso dulce y cargado de amor puso fin la pequeña disputa. Unos minutos de reposadas caricias y mimos siguieron la escena. De pronto, y con la misma curiosidad que podría inspirar un gato, Francisco se acomoda un poco incorporándose dentro de las sábanas dispuesto a destaparla, quería mirarla… necesitaba verla. Ella, adivinando su intención, sujetó las sábanas con ímpetu…

  • ¿Qué haces?

  • Quiero verte

  • ¿Nooo!- Dijo ella al borde del pánico- Digo, no es necesario.

  • Cómo que no es necesario, señorita… pensé que había dicho Ud. que era mía.

  • Lo soy… acabas de… emmm… conquistar mis más profundos territorios… ¿Para qué quieres verme?

  • Porque no basta con disfrutar del viaje, pasear por sus bosques y sumergirme en su deliciosa laguna recién conquistada- Dijo él con tono travieso- también quiero disfrutar de este lindo paisaje.

  • Chito… no voy a gustarte…

  • No seas tontita… si ya me gustas, mucho.

  • Tengo miedo…

  • ¿De qué?

  • ¿No sé… de que salgas corriendo?

  • No confías en mí, es eso.

  • No, no es… está bien… - Dijo por fin, soltando la sábana y apretando fuertemente sus ojitos.

Él, que reposaba al costado de ella, boca abajo, levantó poco a poco la sábana que la cubría. Y la luz se coló para iluminar su cuerpo. Ella se sentía completamente expuesta. Nunca, nadie la había visto. Nunca se había sentido linda, no sin ropa. Odiaba esos pechos pequeños  al centro de sus anchos hombros. Detestaba esa grasita demás que ella sentía alrededor de su cintura y sus muslos grandes. Y él, ahora, tenía todo eso en un primer plano. Se cubrió la carita sonrosada con su antebrazo y apretó aún más sus ojitos.

Nathalie no vio como él la contemplaba totalmente embobado. Su piel tersa y blanquita parecía encenderse con los rayos de luz que la envolvían. Sus preciosos rizos cayendo sobre sus hombros. Sus rosados pezones irguiéndose en sus pechos redondeados. La majestuosa pendiente que dibujaba su cintura para permitir subir la curva hasta la cima de su cadera… Su pubis… Sus piernas… suaves, delicadas… Llevaba meses viéndola a diario, y ya pensaba que era preciosa, pero verla ahora así, desnuda entre las sábanas… lo hizo pensar que era la criatura más perfecta del universo… y era suya.

  • Ya no me mires más, por favor- Le suplicó.

  • Es que eres preciosa.

  • Sí, claro…

  • Eres lo más bello que he visto en mi vida…

Nathalie pensó que él estaba bromeando, y espió cuidadosamente por debajo de su brazo. Lo vio completamente embelesado contemplándola… parecía que estuviera viendo  un milagro. Le gustó verse admirada de esa forma. Le gustó gustarle genuinamente. Se sintió como si fuese linda de verdad.  Y ya no tuvo miedo… ni vergüenza. Y lo amó más que nunca.

  • ¿De verdad piensas que soy linda?

  • ¿Linda? Preciosa, perfecta… exquisita… la mujer más bella del mundo…

  • Pues… a mí me gustaría ser más linda para ti…

  • Mi amor, eso… es imposible… no puedes ser más linda que ahora… no me convenzo de que quieras estar conmigo.

  • Quiero… necesito estar contigo. Ahora que te tengo, no imagino mi vida sin ti. Te amo.

  • Yo a ti- Le susurró Francisco en un beso.

Así transcurrió el resto del día, entre besos, abrazos, caricias y arrumacos. Completamente enamorados el uno del otro no dejaban de decirse lo mucho que se amaban, exudaban dulzura en cada gesto, hasta que uno de los dos comenzaba a coquetear,  y volvían a la cama. Ese domingo  no salieron del apartamento, ni siquiera se tomaron la molestia de vestirse.  Cuando les dio hambre comieron pidieron algo preparado, lo comieron en la sala, ella con la camisa de Francisco sobrepuesta y él solamente con su calzoncillo. No querían que se acabara el día… pero más temprano que tarde anocheció.

  • Quédate conmigo esta noche, mi amor- Le suplicó ella.

  • Mañana trabajo…

  • ¿Y?

  • Y por mucho que a ti te guste, así, desnudo… no puedo ir así a la empresa. Voy a necesitar ropa, ducharme… afeitarme…

  • Te tengo una buena noticia…

  • ¿A ver?

  • Tengo ducha, que de todo lo que mencionaste es lo más difícil de conseguir- Le dijo Nathalie con una sonrisa gloriosa.

  • ¡Ah! Mira que bien…

  • Puedes cruzar a tu casa, buscar la ropa para vestirte mañana y la maquinita quita barba… aunque a mí me encanta tu barbita incipiente…

  • ¡Mírenla a ella! Tienes todo listo…

  • Es que quiero dormir contigo…

  • Los dos sabemos que tú no quieres dormir… golosa. Ese truco ya lo usaste una vez y mira nada más lo que me hiciste- Le dijo él con su mejor cara de víctima mientras batía sus pestañas.

  • ¡Pero qué fresco eres! ¡Cochino inmundo! ¡¡Echarme la culpa a mí!!- Respondió ella dándole un pequeñito y gracioso puñetazo en uno de sus bíceps, seguido de unos golpes de cojín.

  • Me sedujiste…

  • ¡Sí, claro! ¡Y tú opusiste mucha resistencia!

  • Es que eres irresistible…

  • Entonces… ¿Te quedas conmigo esta noche?- Aprovechó ella, batiéndole las pestañas.

  • Cómo rechazar la oferta?

Con un firme abrazó la apegó a su cuerpo y la besó. Luego se puso la ropa y cruzó a su departamento a buscar lo necesario.  Mientras buscaba la ropa que usaría al día siguiente hizo un repaso del día. Había sido el más maravilloso de su vida, y esta iba a ser la noche más maravillosa de su vida. Dormirían juntos, sentiría el calor de su cuerpo a su lado, su aroma. Despertarían juntos…  Salir de la cama para ir a trabajar al día siguiente iba a ser una completa tortura.

Ella, en su cama hacía lo propio. Las mariposas revoloteando no las tenía solo en la barriguita, le recorrían desde la raíz del pelo hasta la uña del dedo chiquito del pie… y terminaban flotando por toda la habitación. Francisco era un hombre maravilloso, la acompañaba, la hacía reír, le dedicaba cada segundo de su vida, la hacía sentir una valiosa, no quería que eso se acabara nunca. Se puso la camisa de él otra vez y se fue a la cocina a preparar unos sándwiches de jamón y queso. Las tripitas le rugían después de estar todo el día retozando con su novio.

Cuando Francisco regresó se encontró con una sencilla, pero linda mesa servida a la luz de las velas.

  • Pero que oportuna sorpresa ¡Moría de hambre!

  • Y yo.

  • Que rico huelen esas velitas

  • Tu hueles mejor...- Respondió ella coqueta….

  • Eso es porque huelo a ti…

  • Espero que no hayas traído a pasear tu pijama…

  • La verdad ni siquiera cruzó por mi cabeza esa idea.

  • ¿Comemos?

  • Me parece estupendo, por dónde empezamos- Le dijo coqueto asiéndola hacia su cuerpo.

  • Por… los sándwiches… tienes que coger fuerzas, cariño, la noche es larga.

  • Parece que mi niña tiene mucho apetito… me encanta que seas así.

Se sentaron a comer. Morían de hambre, los dos, así que los sándwiches desaparecieron rápidamente, igual que la coca cola fresca. Se miraban, se tomaban de las manos, se acariciaban con los pies bajo la mesa. Parecía que estaban de luna de miel, sin luna… y sin miel… pero completamente endulzados.

  • Tita, estaba pensando…

  • ¡Que susto!

  • Jaja, capulla.

  • Dime, ¿Qué pensabas?

  • Tengo unos días de asuntos propios en la empresa, y me deben otros pocos de vacaciones, pensaba que me encantaría tomármelos ahora… mañana me va a costar salir de la cama… bueno, despegarme de ti.

  • Eres un lindo… me parece estupendo. Pero no ahora mismo, en dos días tengo mi último examen del semestre, y luego de eso yo también tendré unos días libres…  ¿te tinca tomártelos a partir del miércoles?

  • Pensaba desde mañana… para no salirme de ti… digo, de tu cama… digo, de tu lado… Pero desde el miércoles es más sensato. Así te dejo estudiar…

  • Podemos salir de paseo… un par de días a la playa…

  • Como… una luna de miel…

  • Sí… como un regalo para nosotros

De postre comieron los bombones que Francisco le había regalado a su novia por la mañana. Ella le dio uno a él en la boca, él le dio otro pasándoselo primero por los labios. Ella le dio el que sigue con su boca… y su lengua… El resto de los bombones terminaron de comérselos en el cuarto… descubrieron muchas formas muy sensuales de compartirlos. Cuando por fin les ganó el sueño y el cansancio se durmieron abrazados, en cucharita­.

Antes de que el despertador sonara él abrió los ojos. Como cada mañana había despertado con una erección. Se ubicó en el tiempo y el espacio… Estaban tal cual se habían quedado dormidos. Ella dormía plácida entre sus brazos.

La miró… Estaba tan linda. Su pelo alborotado, su calma respiración, sus mejillas de porcelana… sus labios de corazón, tan suaves, tan… sensuales… parecía una muñequita, frágil y dulce. Todavía no creía que fuera suya… pero lo era… Con la mano perteneciente al brazo que tenía por encima acarició su pacífico rostro durmiente, su cabello…  revisó la hora en el reloj de la mesita de noche, aún tenía tiempo antes de levantarse para… darle los buenos días.

El brazo que tenía bajo la cabeza de ella terminaba justo a la altura de su vientre, allí acercó su mano y comenzó a acariciarla con suavidad, recorriéndola de arriba abajo por toda la cintura. Con su otra mano, desperdigó caricias por el brazo de ella, desde su mano, subiendo lentamente hasta su cuello. Allí también comenzó a besarla, apenas rozándola. Su erección era ahora prominente, estaba completamente excitado. Tenerla a su alcance de esa forma tan absoluta mientras ella dormía era una sobredosis para sus sentidos. Con cuidado se pegó más a su espalda, acomodando su erección entre sus nalgas, sin brusquedad pero con firmeza. Quería que ella lo sintiera al despertar, que lo deseara. Y así comenzó a transmitirle su deseo… la mano que le acariciaba la cintura subió a prenderse de uno de sus pechos, igual la otra, y los besos se volvieron intensos desde el hombro hasta su oreja… también su respiración se agitó. Pudo sentir como ella comenzaba a despertar cuando comenzó a mecer sus caderas contra él, contra aquello que amenazaba su colita… y la respiración se le alteró paulatinamente.

  • mmmMMMmm… Buenos días cielo…- Dijo ella alzando sus brazos hacia atrás, un poco para acariciar su cara y su nuca y otro poco para quedar completamente a merced de las deliciosas caricias que él le estaba ofreciendo.

  • Buenos días princesa…-

  • Que delicia… que… me… despiertes… así…

  • ¿Te gusta?

  • Mucho… y… por el tamaño de lo que… siento aquí- Dijo ella restregando la cola contra el gran y enhiesto miembro que tenía entre las nalgas- creo… que a ti también… te gusta…

La respuesta de Francisco fue aferrarse a ella apasionadamente. Sus manos le prensaron los pechos mientras la abrazaba con una de sus piernas… como queriendo incrustarse dentro de su cuerpo. Una de las manos de Francisco bajó hasta el pubis de ella, buscando entrada hacia su intimidad. No fue difícil, Nathalie estaba empapada, completamente desbordada de excitación. Recorrió el camino entre sus labios varias veces, suave, mojado, caliente. Frotó su clítoris briosamente obligándola a rizarse de placer entre sus brazos. Ella quiso corresponder a placer que se le estaba concediendo buscándolo con una de sus manos, pero él no la dejó.

  • Por favor… mi amor… déjame tocarte…

  • No… primero quiero sentirte enloquecer de placer…

  • Y tú…

  • Yo estoy disfrutando esto… disfrutándote.

  • Malo…

  • Ayúdame a que sea más placentero… ven aquí.

Francisco le tomó la pierna que ella tenía encima y la llevó hacia atrás de sus piernas. Con ella así no tendría obstáculos para tocarla a placer. Sacó su brazo debajo del cuello de ella y lo pasó esta vez bajo el hueco que dejaba su cintura, bajó la mano a su pubis y buscó continuar la tarea  interrumpida, mientras uno de los dedos de su otra mano la penetraba deliciosamente… pronto, otro dedo se sumó a la invasión. Nathalie estaba completamente aturdida de sensaciones, la cúspide de su placer la acechaba amenazante.

  • Tócate- Le ordenó Francisco, jadeante.

Ella obedeció la orden como si de ello dependiera su vida.  Llevó las manos a sus pechos y los amasó al ritmo que él marcaba con sus dedos. Los círculos que trazaban las caricias la tenían a punto de explotar. Él podía sentirlo en su respiración, en sus gemidos y sobre todo en la forma que ella se mecía contra él. Redobló sus esfuerzos, los besos en su cuello se volvieron salvajes, tanto que ella tuvo que volver la cara hacia atrás para recibirlos en sus labios. Se comieron la boca entre jadeos desesperados.  Verla tocarse y sentirla así de descontrolada lo tenía, a él mismo, a punto de estallar. Los dedos de Francisco entraban y salían desde lo profundo de la vagina cada vez con mayor energía, acompasadamente a aquellos otros que frotaban el clítoris con frenesí.

Ya era irremediable. Nathalie sintió como sus nervios se estrujaban y como el ardor que brotaba justamente de su sexo se extendía por todo su cuerpo… inutilizándola. Y comenzó a gritar… ahogadamente, con dificultad, pero con ímpetu… sintió que se le iba un trozo de alma en cada alarido. Él dejó de frotar únicamente cuando la sintió desplomarse entre sus brazos, y la abrazó.

  • Qué rico…

  • ¿Si?

  • Sentí que volaba…

  • ¿No… quieres… más?

  • mmMMm… Sí…

  • Pídemelo…

  • Te quiero a ti, Francisco… dentro de mi…- Le dijo ella con rubor en las mejillas- Hazme el amor…

  • No…

  • ¿No?- Ella estaba confundida… ¿cómo no iba a hacerle el amor?

  • No… antes quiero… hacer algo más…

  • Quieres que…- Dijo ella dándose la vuelta y llevando sus manos a su cautivante miembro de su hombre.

  • No, no eso…- Le respondió coqueto y sonrojado, no sabía cómo lo iba a tomar ella- Quiero… de esto-  Agregó regresando una de sus manos al sexo húmedo de Nathalie.

  • Pero… si recién… tu… tuviste de eso…

  • Pero ahora quiero hacerle… esto- Agregó él mientras lentamente llevó sus labios y su lengua a la boca de Nathalie para besarla apasionadamente…

Ella respondió el beso por reflejo, mientras, intentaba descifrar lo que él pretendía decirle… ¿Es que acaso?... y pasó del deseo… al terror… en un solo segundo.  Nathalie encendió la ténue luz de la lamparita, a su costado.

  • Francisco, no, yo… no… tu… no… es que… no va a gustarte ahí…

  • ¿Qué dices? Si me encanta… aquí- Respondió él acariciándola… allí.

  • No sabes lo que estás diciendo… a mí misma no… me gusta ahí… del todo…- Articuló bajando la vista, avergonzada.

  • Pues debiera gustarte… déjame mostrarte cuanto me gusta a mí y estoy seguro de que comenzará a gustarte mucho mas a ti…

  • Mi amor… yo…

  • Por favor… lo deseo…. Te deseo… dame tu mano- Le dijo posándosela alrededor de su miembro palpitante- ¿Sientes como te deseo?

  • Sí… Está bien… pero, prométeme que no vas a seguir si no te gusta.

  • Es imposible que no me guste…

Francisco lo deseaba desde el día anterior… desde que sintió el aroma de su sexo humedecerse por la excitación, ahora iba a tenerla. Se acomodó sobre ella haciéndose espacio entre sus piernas, la besó intensamente haciéndola sentir su excitación y comenzó a bajar, despacio, beso a beso…caricia a caricia… se detuvo en sus pechos, los besó con especial atención, quería que ella estuviera perdida de excitación nuevamente, que lo deseara tanto como él… y poco a poco sintió como la respiración de su chica otra vez perdía la calma. Siguió bajando, con su lengua hizo cosquillas en su ombligo, la sintió reír y con la risa relajar un poco su tensión… y fue a besar sus caderas, acariciado, lamiendo, mordiendo con suavidad. Ella comenzaba a ganar la batalla contra sus prejuicios para poder abrirse a las sensaciones.

Llegó a su pubis, poblado de dóciles y escasos vellos. Enterró allí su nariz y aspiró. Por fin pudo sentir con nitidez ese aroma afrodisíaco que le hacía perder la cabeza, volvió a aspirar… quería embriagarse de ella. Nathalie tuvo su carita escondida bajo uno de sus brazos hasta que sintió a Francisco estremecerse entre sus piernas…respirando jadeante. Le miró. Francisco se apartó un poco para poder mirarla. Contempló embobado sus gruesos labios inflamados, rosados y brillantes de deseo, ayudado de sus dedos los separó un poco para ver el carmesí más lindo y sensual enalteciendo su interior,  cubierto por una cristalina y aromática película de fluidos que no hacían más que provocarle beberlos.

Nathalie no dejó de mirarlo. Buscaba en él algún gesto de rechazo que le permitiera suspender ese episodio, pero lo único que vio fue deseo, deseo y más deseo.

  • Tienes un coñito hermoso…- Exhaló jadeante.

Podía sentir cómo la excitación de su hombre la traspasaba… venciendo sus temores, haciéndola desearlo… Llevó sus manos a la cabeza de él, para enredar los dedos en su pelo y entregarse por completo a su boca.

Francisco dio un lametazo a lo largo de sus labios, camino que recorrió subiendo y bajando una y otra vez con su lengua, sumiéndola cada vez un poco más en ese emulsionado canal. Hundió su nariz en él para acariciar con ella aquel magnífico botoncito y sus alrededores, mientras llevaba su lengua tan profundo como le era permitido. Sentía como los dedos de su mujer se aferraban a su cabeza y como ella se retorcía contra el colchón presa del placer.  Bebió cada gota de la miel que de ella manaba, trazó infinitos círculos con su incansable lengua, torturó con la tensión de sus labios y dientes el sensitivo clítoris, besándolo, succionándolo, sorbiéndolo, hasta que por segunda vez en esa mañana sintió como ella se acercaba a la cúspide del placer entre ascendentes gemidos.

En ese momento y sin dejar trabajar con su boca, decidió penetrarla, sorpresivamente con dos de sus dedos,  friccionando furiosamente dentro y fuera para multiplicar su placer.  Ella no pudo soportarlo, y aferrándose desesperadamente de la cabeza de su hombre, hundiéndolo aún más dentro de ella, y ya sin aire en sus pulmones se dejó ir en un furibundo caudal de goce infinito, que la dejó completamente desmadejada sobre la cama. Sin perder tiempo, Francisco trepó por ese cuerpo extasiado para llegar a su boca y besarla con lujuria, compartiendo con ella el sabor de su intimidad. Nathalie se prendió a su boca con vicio, sentir su sabor de esa forma tan enardecida le resultaba completamente lascivo. Sin darle tregua, Francisco clavó en ella, de un solo envite,  toda la robustez de su henchido miembro, para comenzar a bombearla con profundas y enérgicas embestidas. Ella, extasiada con la sorpresiva irrupción, lo rodeó fuertemente con sus piernas y fue al encuentro de cada embestida. Luego de la intensidad los instantes anteriores, ninguno de los dos necesitó de mucho más para elevarse al éxtasis más ingobernable. Primero Francisco, que creyó derretirse al calor del fuego que sentía dentro para vaciarse completamente fundido dentro ella, moldeándose a su medida. Porque ella era su medida. Luego ella, al sentirlo diluirse llenando su interior, volvió a explotar en una erupción de placer a su alrededor, aferrándose a é con fuerza, como si en ello se le fuera la vida.

Fueron largos minutos los que tardaron en recuperar los sentidos, ambos, jadeantes. Él, descansando en su pecho, justo bajo los latidos de su corazón. Ella, prendida a su cuerpo, y hasta su alma. Cuando por fin recuperaron el aliento, se besaron con la dulzura más entrañable, con amor, y comprensión, y gratitud, y necesidad.

  • ¡Qué forma más rica de desearme los buenos días!

  • ¿Sí? Es que tu eres tan rica… ¿Te gustó?

  • Mucho

-Digo… ¿todo? ¿Te… gustó?

  • Ujuuum… -dijo ella sonrojándose otra vez- Todito.

  • ¿Te convenciste de que tienes un coñito hermoso?

  • ¡Chito! ¡Qué cosas dices! – Reclamó ella medio pudorosa y divertida- ¿Qué cosa es eso de ‘coñito’?

  • ¿Cómo quieres que le diga? ¿‘Allí’?

  • ¡No te rías de mi!

  • ¡Jamás! ¡Eres muy tierna, y tienes un coñito precioso!

  • ¡Mi amor!- Dijo abriendo sus ojos- ¿Es cierto?... eso… que es hermoso…

  • Mucho… podría hacerme adicto a él… si me dejas.

  • Nunca había pensado que fuera hermoso… allí… y, ahora que… bueno, me agrada saber que te gusta, creo que pronto va a gustarme a mí también.

  • Verás que sí.

  • ¿No trabajas hoy?

  • ¡Coño! ¡El trabajo! ¿Qué hora es?

  • Las siete y media

  • ¡¡Joo…!! ¡¡Tendría que estar allá!! ¡Casi diez años trabajando allí y hoy será el primer día que llegue tarde!- Bufó Francisco saliendo de la cama de un salto en dirección a la ducha.

  • Jajaja… pues… esperemos que haya valido la pena- Dijo ella risueña, levantándose también.

  • Podrían descontarme el día completo ¡Y no me importaría!

Ni dos minutos estuvo en la ducha, con el mismo salto con el que entró, salió, se secó a prisa, volvió a saltar dentro de los pantalones, se metió dentro de la camisa. Se cepilló los dientes. Con la torpeza propia del apuro se puso los calcetines, luego los zapatos. Cogió su cartera, las llaves del coche y se despidió de su chica con un beso rápido.

Justo en ese momento giró a mirarla, con la prisa del retraso no había reparado en ella. Iba con su sensual camisoncito y el pelo alborotado, se veía hermosa… y era suya. Así que, rápidamente,  se devolvió a darle un beso de película aprisionándola contra la pared.

-Nos vemos al almuerzo.

  • Sí, maneja con cuidado

  • Siempre preciosa

  • Extráñame un poquito.

  • Tú extráñame dos poquitos.

Se fue a la oficina. Nathalie tenía un poco más de tiempo, su primera clase era a las 9. Tuvo tiempo para una ducha rápida, vestirse, darse una fugaz manita de gato (antes muerta que sencilla era el lema) y hasta le dio tiempo de tomar desayuno. Antes de salir le envió un mensaje a su chico “ Que tengas un lindo día…te amo” .

+++++++++++++++++++++++++

Siendo la una de la tarde Nathalie salía de clases camino al paradero del autobús. Tenía que ponerse a estudiar para su último examen, en dos días más. Estudiaría hasta que llegara Francisco, luego podrían pedir algo para comer en casa o salir a algún restaurante y almorzar algo rápido. A media mañana había recibido un mensaje de Francisco y se lo respondió: “Voy camino a casa y muero de hambre… de ti. No tardes”.

Camino a casa, en el autobús, pensaba en el mensaje y no dejaba de recordar los intensos momentos que vivió esa mañana, sobre todo, no podía dejar de recordar la visita de el… ‘allí’. No se convencía de que su chico le hubiese ofrecido un fantástico sexo oral. Menos podía creer que a él le gustara. Le estaba cambiando toda la perspectiva de su propio cuerpo. Eso le gustaba, la hacía sentir mucho mejor consigo misma. Habían pasado tantas cosas en apenas dos días y una madrugada…

Recordó como comenzó todo, inocentemente, metidos en la cama… Recordó como él la había masturbado y cómo luego le cogió la mano para llevársela allí… tembló de tan solo recordar el torbellino de sensaciones.

¡Un momento! Él había estado… ‘allí’ con su boca, haciendo magia, y… ¿Ella? ¡Claro! ¡Ahora era su turno! Tembló otra vez por la anticipación de la escena que tenía en la cabeza. Quería hacerlo, quería devolverle el gigantesco placer que él le había brindado esta mañana… y... ya se le comenzaban a ocurrir algunas ideas para sorprenderlo.

Llegó derechito a hacer orden, estirar la cama, lavar la taza de su desayuno, ordenar la ropa que no estaba en su sitio, y por fin se enterró en los libros a estudiar. Estuvo pendiente del reloj a la espera de su amado, pero no llegaba. Francisco salía del trabajo a las tres, solía estar en casa a las tres y cuarto, pero ya daban las tres y media y no llegaba. Pensó que había tenido que quedarse a reponer los minutos de retraso de la mañana y no quiso molestarlo con un llamado. Tres cuarenta y cinco y aún no tenía noticias de él, comenzaba a preocuparse así que era hora de llamarlo, justo cuando había marcado el número en su celular, sonaba el timbre de la casa, a ritmo del santo y seña de Francisco. ¡Qué alivio! Fue hasta la puerta, abrió. Tito la esperaba en delantal de cocina, la tomó por la cintura, la empujó para atrás recostándola en sus brazos y la besó.

  • Si no dejas de mimarme tanto voy a acostumbrarme a estos cariñitos inagotables.

  • Acostúmbrate para que te duela mi ausencia y no quieras dejarme nunca.

  • Nunca… pero seguro que cuando te canses de mi vas a arrepentirte.

  • Ni sueñes que me voy a cansar de ti

  • Me tenías preocupada, iba a llamarte ¿Porqué tardaste?

  • Preparé el almuerzo en mi casa, quería darte una sorpresa.

  • ¿Cocinaste para mí?

  • Sí. Sabía que ibas a estar estudiando, y ayer ya comimos de pedido a domicilio, así que quise cocinarte algo rico.

  • Eres un sol, pues ¡Vamos a comer, que se enfría!

  • Después de Ud. signorina

Fueron al departamento de enfrente. La mesa estaba elegantemente dispuesta y uno de los platos tenía encima un hermoso botón de rosa roja. Francisco la guió hasta allí, le mostró su puesto y acomodó la silla cuando ella se sentó.

  • ¿Siempre vas a darme estas sorpresas tan lindas, mi amor?

  • Siempre que sigas siendo igual de adorable conmigo.

  • ¿Cómo no voy a querer ser adorable contigo si no dejas de hacerme feliz? Aún no entiendo cómo es que estabas soltero cuando te conocí. Las españolas son unas gilipollas.

  • Quizá es que tenía que esperarte a ti…

  • ¡Qué suerte la mía!- En eso le rugió la tripita- ¿Comemos ya?

  • Claro, voy por la comida

  • ¿Qué cocinaste?

  • No te hagas ilusiones, algo simple, spaguettis a la mantequilla con solomillo a la coca cola…

  • ¿A la coca cola?

  • O sea que no tenemos nada para tomar… ¿Porque la gaseosa se te cayó al sartén?

  • Capulla… tú prueba.

Francisco trajo la comida y sirvió dos platos. Nathalie, con los ojitos apretados y cara de susto tomó el tenedor y clavó con él un trocito de carne, lo llevó a su nariz, inspiró, abrió los ojos, miró su comida y por fin se la llevó a la boca. Cerró sus labios deslizando el tenedor hacia fuera, sosteniendo el trocito de carne entre su lengua y el paladar, lo ubicó entre los dientes. Apretó su mandíbula y comenzó a masticar.  Dos, tres, cinco, siete veces. Y tragó. Miró a Francisco directamente a los ojos.

-  ¿Y?

  • ¡MmmMMMmmm! ¡Exquisito! ¡¡Delicioso!! ¡¡¡Insuperable!!! No dejas de sorprenderme, cariño…- Le dijo coqueta.

  • ¡Ya ves!  Tengo mis cositas escondidas…

  • Y otras no tan escondidas… es cosa de saber buscar…- Agregó, llevándose otro poco de comida a la boca de forma sugerente.

  • No me provoques niñita… o no vas a poder seguir estudiando hoy.

  • ¡Uy! Nooo… sí tengo que estudiar. Dame hasta las 9 y luego nos comemos… ¡Uy! digo, cenamos juntos-

  • Jaja… me parece estupendo. Tú estudia tranquila que yo me encargo de la cena.

  • Bueno, solo la cena, que yo ya tengo preparado el postre.

  • ¡Ah! ¿Sí? ¿Qué sería?

  • Menos pregunta dios y perdona… come mejor que se te enfría ¡Y esto está riquísimo!

Así quedaron, y entre coqueteo y coqueteo siguieron comiendo. Una breve sobremesa, un pequeño reposo abrazaditos en el sofá y Nathalie volvió a su departamento a sumergirse en sus libros para preparar su examen. Estuvo estudiando hasta las nueve de la noche. Hasta que sonó el timbre. Se levantó a abrir.

  • Hora de soltar los libros mi amor, un segundo más con ellos y moriría de celos.

Nathalie se arrojó a su cuello para abrazarlo y besarlo. Él la rodeó por la cintura.

  • Tengo lista la cena ¿Me acompañas?- Le dijo ofreciéndole el brazo, como todo un caballero.

  • Bueno, déjame coger algunas cosas… porque… ¿duermo contigo hoy? O… ¿Me vas a echar?

  • Ve por tus cosas porque, desde este momento, esto es oficialmente un secuestro.

Nathalie fue por su cepillo de dientes, un pequeñito dispensador de perfume (amaba perfumarse antes de dormir) y un camisoncito liviano. Sabía que era probable de que no lo ocupara, pero de todas formas quería llevarlo. Fueron al departamento de Francisco, cenaron juntos, conversaron y se fueron a acostar. En la cama, entre cosquillas y arrumacos hicieron el amor con extrema dulzura antes de dejarse llevar por Morfeo.

El día siguiente fue igual. Francisco salió temprano, ella se fue a su apartamento, se duchó y se fue a la Universidad. Regresó a casa y estudio todo el día, salvo cuando él la fue a buscar para almorzar y luego para la cena. Se quedaron en la casa de él, hicieron el amor tiernamente y se quedaron dormidos abrazados.

El miércoles, por fin, Nathalie salía de su examen triunfante. Fue un examen oral. La comisión fue muy exigente con ella, pero los sorprendió no solo con el dominio de los contenidos sino con el convencimiento y agilidad con que defendía su punto. No pudieron evaluarla con menos de la nota máxima. Hinchada de dicha respondió el teléfono. Era Francisco que la llamaba ansioso de saber cómo le había ido.

  • ¿Y? ¿Ya los sorprendiste?

  • No cielo… me fue mal…

  • Mentira…

  • ¡¡Un 10!! ¡¡Y propuesta para hacerme cargo de una ayudantía!

  • ¡Wowww! ¡Sabía que los dejarías boquiabiertos!

  • Jajaja… es que tú me amas mucho… Yo estaba muy nerviosa.

  • ¿Celebramos al almuerzo?

  • ¡¡¡Si!!! ¡Hoy yo cocino!

  • Nada de eso, vete a casa y ponte linda, más linda quiero decir, que nos vamos a comer

  • ¿En serio?

  • ¡Claro! Celebraremos tu estupendo examen y el comienzo de nuestras vacaciones.

  • Como mande, caballero. ¿A qué hora pasa por mí?

  • A la hora de siempre

  • Está bien, pero me mandaste ponerme linda, así que atente a las consecuencias.

  • Nos vemos amor.

  • Te amo.

  • Yo a ti… y ¡Enhorabuena!

Nathalie  corrió hasta su casa para escribirle a su familia y contarles la buena noticia. Luego debía ponerse linda para su novio. Era una comida de día, así que escogió algo simple pero elegante. Un vestido tipo Marilyn Monroe pero floreado, que caía voluminoso hasta justo arriba de su rodilla. Tacones al juego. Se recogió el pelo en la parte alta de la nuca. Se atavió con un pañuelito de seda al cuello, aritos pequeños y delicados para iluminar su cara. Maquillaje apenas perceptible y perfume de notas cítricas y dulzonas. Lucía preciosa.

Cuando Francisco la vio no consiguió entender cómo es que había conseguido que esa fina y exquisita mujer se enamorara perdidamente de él.  No tenía la respuesta, pero tenía clarísimo que no podía desmerecer su lado, así que luego de cargarla en brazos y hacerla girar de alegría por su excelente resultado en su último examen, fue a su apartamento a arreglarse, ayudado por ella, la mujer de su vida.

Fueron a comer a un lujoso restaurante, de esos cuyas platos contenidos en el menú son de nombres impronunciables, y mejor no preguntar el contenido. Ni Francisco ni Nathalie bebían, pero ameritando el momento Francisco pidió les trajeran cava para celebrar. Conversaron y rieron toda la comida, no se dieron cuenta cuando  la tarde se les vino encima. Salieron del restaurante y caminaron tomados de la mano, besándose, felices. La gente los miraba curiosos. Francisco pensaba que, al igual que él, la gente no se explicaba porque una chica tan linda como la suya caminaba al lado de él. Nathalie en cambio, no lo notaba, estaba absorta en la compañía de su hombre, irradiaba felicidad por todos los poros. Sentía que cada paso que daba flotaba entre las nubes.

Luego de un paseo por el parque disfrutando del merecido helado (para ella un paseo sin un cono de helado no era un paseo), volvieron a casa. Nathalie tenía algo en mente. Estaban abrazaditos en el ascensor cuando ella pone su plan en acción.

  • Cariño ¿Te importa si voy a darme una ducha a mi casa antes de la cena?

  • Sí… tenía otras cositas en mente… después de las cuales realmente vas a necesitar una ducha- Respondió Francisco coqueto.

  • ¡Claro! ¡Me quieres para eso nada más!- Exclamó, haciéndose la ofendida.

  • Tita… sabes que no… no… yo no quise…

  • Jajaja… ¡Es broma tontito! Pero de todas formas quiero una ducha rapidita, y en mi casa tengo mis cosas… Dame permiso ¿Sí?

  • Vale, está bien, pero no tardes. Mientras tanto yo dejaré lista la cena.

  • Algo livianito, que estoy redondita de tanta comida

  • Estás preciosa…

  • Bueno, a la ducha entonces. Nos vemos en un ratito…

  • Si tardas mucho voy por ti.

  • Vale

Nathalie, en realidad, no quería darse una ducha. Tenía otros planes en mente y necesitaba preparar unas cosillas para concretarlos. Preparó un pequeño bolsito con muchos pañuelos, su cepillo de dientes, su perfumito de la noche. Había dicho que quería ducharse, así que se duchó. Se encremó, se perfumó, escogió un camisón negro de encaje para ponerse bajo un simple vestido. No se había puesto sus sandalias cuando sonó el timbre. Eran las nueve en punto. Ella fue a abrir.

  • ¡Sí! ¡Ya estoy lista hombre impaciente!

  • ¡Pero si estás hermosa!

  • Es por la ducha ¡Ya tocaba! Jajaja. Tú también estás muy guapo. Esos vaqueros te quedan muy sensuales.

  • ¿Me acompaña?- Le dice ofreciéndole el brazo.

  • Claro, déjame ir por mi bolso.

  • ¿Bolso? Si vamos a mi departamento. Preparé perritos calientes.

  • Jajajaja… ¡Perritos calientes! No sabes cómo me gustan los perritos calientes- Espetó ella, al tiempo que pensaba que esa cena le venía de perlas con el postre que tenía preparado.

  • ¿Vamos entonces?

  • Sí, espera, mi bolso…

  • ¿Qué llevas ahí?

  • El postre, no comas ansias.

Y cruzaron nuevamente al departamento de enfrente. Francisco, aprovechando el tiempo a solas se había esmerado en preparar el ambiente. Puso música suave, dejó quemando unos aceites dulzones, y en lugar de ampolletas había dispuesto una serie de velitas para iliminar la sala. El deseo podía olerse en el ambiente. A pesar de ser perritos calientes, prometía ser una cena muy romántica.

  • Que cena más linda, mi amor… ¡Cualquiera diría que quieres acostarte conmigo!

  • ¿Tú crees? ¡Claro que no! No vayas a pensar eso…

  • ¿Está caliente tu salchicha?... oopss… digo, los perritos, ¡Están calientes?

  • ¿Quieres comprobarlo tú misma?

  • Quiero…

Nathalie fue a tomar un perrito pasando sensualmente cerca de la entrepierna de su chico.  Se lo llevó a la boca, también provocativamente. Francisco la miraba anhelante.

Comieron  entre coqueteos, caricias y besos. Se decían cositas sugerentes, se acariciaban las manos, se acariciaban también con  los pies desnudos. Para cuando terminaron de cenar, ella ya estaba a horcajadas sobre su regazo besándole, aún con hambre.

  • Espera… espera… ¿No vamos a probar el postre?- Preguntó Francisco, curioso.

  • En eso estoy, cielo… preparo… el postre. Aunque… aguarda.

Se levantó a buscar su bolsito y regresó al regazo de su chico. De dentro del bolsito sacó uno de sus pañuelos, de seda, verde petróleo y bastante largo. Lo dobló a lo largo hasta convertirlo en un largo y grueso listón. Lo estiró frente a su chico, mostrándoselo.

  • Ya está…

  • ¿Y eso?

  • Es parte del postre… ¿Puedo?

  • Claro…

Ella llevó el pañuelo hasta los ojos de Francisco, lo pasó por detrás de su cabeza y anudó, con firmeza pero sin hacerle daño.

  • Para este postre… debes tener los ojos vendados. Ver es hacer trampa… ¿Ves algo?

  • Nada… Pero esto es injusto su Señoría, se ha puesto Ud. tan bonita y ¿no puedo disfrutarla?

  • No es un castigo bobito… concéntrate en sentir- Dijo ella besándole.

Lentamente enredó los dedos en el cabello de su nuca, y tomó en control del beso. Se separó de sus labios y recorrió toda la cara de Francisco con su nariz, a veces rozando con los labios. Volvió a la boca, con sus labios acarició los de él, recorriéndolos de extremo a extremo, luego repitió el recorrido con su lengua, deteniéndose en las comisuras, apretándolas entre sus labios. Nuevamente hizo la senda ahora con los dientes apretando suavemente mientras le dejaba sentir su aliento entrecortado de deseo. Le besó, con pasión, buscando con su lengua la de él para acariciarla desesperadamente, enredándolas, entregándose. Sus dedos no dejaban de enredarse una y otra vez por la nuca y el cuello de él. La respiración de Francisco comenzó a coger ritmo acelerado.

Ella comenzó ahora a besarle la cara, cada espacio, intercalando entre besos y lamidas, esta vez detuvo su camino en una oreja

  • Te amo- Le susurró suspirando.

  • Y yo a ti- Exhaló Francisco con esfuerzo…

Ella terminó de acariciar su oreja con los dientes, resoplando suspiros y jugueteando con la lengua. Luego, fue a su otra oreja y repitió

  • ¿Te gusta?- Agregó atrapando su lóbulo de la oreja entre los labios, apretando a gusto.

  • Mucho…- Fue todo lo que pudo decir…

Nathalie, a horcajadas sobre el regazo de su chico, a esas alturas ya podía sentir el considerable bulto que se endurecía cada vez más bajo su sexo, y comenzó a frotarse contra él. Bajó sus labios hasta el cuello de su chico, y comenzó a desperdigar besos por cada centímetro sin dejar de mecerse. Algunos besos eran suaves, otros más húmedos, otros más intensos y algunos pequeños eran mordisquitos traviesos.

Francisco en todo ese tiempo estuvo recorriéndole la espalda con sus manos, la asía contra él. Ahora, cada vez más excitado, la sostuvo por la cola para hacerle sentir con más presión lo poderosa de su erección, su necesidad de ella, y ella comenzaba a excitarse demasiado, aturdiendo sus sentidos, perdiendo, un poco, el control que tanto necesitaba.

Ella se incorporó, y nuevamente metió la mano al bolsito, sacando otro pañuelo de seda, rojo italiano esta vez. Él intentaba adivinar los movimientos de ella, sin conseguirlo.

  • ¿Qué haces, cielo?

  • Algo malo, muy malo… pero tus deliciosas caricias por mi espalda y mi culito… me están distrayendo de mi objetivo, así que…- Le dijo ella al oído, mientras se levantaba y se ubicaba a espaldas de él- …con tu permiso…- Agregó tomando cada una de las manos de Francisco y llevándolas por detrás del respaldo de la silla- Voy a… atártelas.

  • Ummmh… pero qué mandona estás hoy…

  • ¿Algún reclamo?

  • Ninguno…

  • Bien, porque estoy segura de que realmente vas a disfrutar esto.

  • Ajá

Ella volvió a retomar su lugar sobre las piernas de su hombre, y continuó la labor interrumpida en su cuello, repitiendo las caricias. Nuevamente los besos comenzaron a bajar, cuello abajo. Nathalie llevó sus dedos deslizándolos exquisitamente desde la nuca, pasando por el cuello y los hombros, hasta el primer botón de la camisa que impedía el avance de sus besos. Desabrochó. Continuó besando, acariciando con su nariz y lamiendo, desde el siguiente botón hasta el que ya había desabrochado. Cuando hubo recorrido toda la piel recién descubierta, fue a desabrochar el siguiente, primero recorrió el nuevo trozo de piel, cubierto de suaves pelitos, con su aliento y su respiración agitada, luego con su lengua y finalmente con besos apasionados. Sus manos, entre botón y botón, se prendían y medio enterraban en los hombros de él.

Para desabrochar el siguiente botón tuvo que sentarse un poco más atrás, tanto como se lo permitía el largo de los muslos de Francisco. Desabrochó. Sopló y acarició toda la zona con las yemas de sus dedos… hasta llegar al último botón. Desabrochó y abrió completamente su camisa, dejándole el torso descubierto.  Llevó las palmas de sus manos hasta el borde del pantalón y desde allí comenzó a recorrerlo con caricias firmes y ascendentes, mientras lo besaba apasionadamente.

No había prisas, ella se tomaba su tiempo. Lo recorrió completamente hasta el cuello y luego bajó, con la yema de sus dedos hasta sus tetillas, para acariciarlas con curiosidad, estudiando su respuesta. Francisco se estremecía con cada círculo que recorrían sus dedos. Al no poder ver, toda su atención estaba en el contacto de su piel con las caricias que ella le brindaba. Su respiración lo hacía parecer estar corriendo una maratón. Los latidos de su corazón retumbaban en considerable erección atrapada dentro de sus pantalones, en sus muñecas atrapadas por el pañuelo y en sus sienes, bajo la venda de sus ojos.  Ella lo notaba, y se embriagaba con la excitación que manaba de su hombre producto de las caricias.

Decidió llevar sus labios a esos duros pezones que estaba torturando con sus dedos. Uno a uno los besó suavemente, lamiéndolos, mordiéndolos, chupándolos. Volvió a subir con sus besos hasta la boca de Francisco para darle el último y apasionado beso en sus labios, entre jadeos, volvieron a entrelazar sus lenguas, comiéndose la boca.

Nathalie volvió a separarse de ese beso. Llevó las yemas de sus dedos hasta el cuello de él y desde allí las deslizó en línea recta hacia abajo. Lentamente. Firmemente. Pasaron por el ombligo y llegaron hasta donde acababa la piel y comenzaba la mezclilla del pantalón. Brincaron el cinturón y continuaron sobre la tela… sobre el tieso prisionero de allí dentro. Las yemas de los dedos fueron cambiadas por las palmas de las manos y una caricia fuerte, pero breve.

Francisco se estremeció, por vez primera se sintió atrapado, quería haberla abrazado, apretado contra él. Quería haberla puesto sobre la mesa tirando todo lo que había en ella para hacerle el amor desesperadamente. Pero no podía, estaba atad y ella lo tenía agonizando de lentas sensaciones. Entonces dejó de sentir las manos de ella para ahora volver a sentir sus labios bajo su cuello. Ella se levantó de su regazo, fue por un cojín que poner en el suelo, se quitó las sandalias y se deshizo del vestidito que llevaba puesto para quedarse únicamente con el sensual camisoncito de encaje que llevaba debajo y se arrodilló entre las piernas de su hombre.

Nuevamente llevó los labios bajo el cuello de Francisco y recorrió el mismo camino que hubo hecho con las yemas de sus dedos, ahora con sus labios. Besó  su vientre alrededor del pantalón… volvió a traspasar el cinturón y besó el mismo sitio donde antes estuvieron las palmas de su mano, sobre la tela. La respiración de él sincopaba jadeante.  Su barriguita se hinchaba y deshinchaba con rapidez. Con besos, ella volvió a subir, para ahora bajar raudamente solo con su lengua, en línea recta, hasta la misma erección que besó antes, sobre el pantalón. Francisco dejó escapar un gran gemido.

  • Mi amor, que rico… me tienes hirviendo…

  • Lo sé…

  • Déjame tocarte…

  • Aún no

  • Déjame hacerte el amor…

  • No… todavía no…

Nathalie llevó sus manos al cinturón. Lo desabrochó, lo tiró con fuerza, hasta quitarlo. Luego  desabrochó el pantalón. Primero el botón y luego la cremallera. Ella misma sentía el corazón cabalgando en su pecho. Sentía algo de pudor, si él pudiera haberla visto, habría notado el rubor en sus mejillas. Pero no la veía. Eso le dio valor para no detenerse. Aún desabrochado, el pantalón quedaba bastante ajustado…

  • ¿Me puedes ayudar? Levanta el culete… un… poquito…

Francisco no tuvo reparos, y antes de que ella terminara de pedírselo él se había despegado de la silla. Ella, con destreza, tiró un poco del pantalón, lo suficiente para tener espacio para continuar con holgura.

  • Gracias. ¿Cómo voy a agradecértelo?... mmmMMMmm… veamos…

Y llevó sus manos ahora hasta la tela del calzoncillo. La tirantez de la tela la hizo deducir que lo que estaba allí adentro aguardaba furioso el rescate de ese encierro. Pero antes de liberarlo, ella exhaló su cálido aliento sobre la tela, y besó y lamió cada espacio sobre la tela. Francisco temblaba. Podía imaginar lo que seguía. Podía imaginar cómo ella iba a meterlo en su boca… y la anticipación lo estaba matando.

Siempre podía ser que ella no continuara con besos y volviera a horcajadas sobre él… le habría gustado verla, saber exactamente lo que vendría… deseaba con todo su ser que ella no se detuviera, sentir sus labios… Por fin, Nathalie jaló de la tela del calzoncillo para liberar la gruesa y endurecida hombría de su chico, que dio un brinco frente a ella. Por vez primera pudo verlo en todo su esplendor. Acomodó el calzoncillo por debajo de sus testículos y se detuvo a contemplarlo. Era un miembro realmente grande, sobre todo grueso. No se convencía de que todo aquello cupiera dentro de ella cada vez que hacían el amor. Vio sus bolsitas gemelas, grandes, hinchadas, oscuras. La erección palpitaba frente a ella, llamándola. La tomó entre una de sus manos, tal como él le hubo enseñado aquel primer día, deslizando la piel hacia atrás, descubriendo su capullo. Le pareció tan deseable, rosada, suave, brillante. Una gran gota de liquido brotaba desde la punta.

Cerró los ojos e inspiró llenándose de su aroma. Era intenso, seco, boscoso, penetrante. Le gustó. La extasió, y pudo sentir como un hilo de fluido escurría dentro de ella. Francisco temblaba, jadeaba… ardía de excitación. Abrió los ojos y volvió a mirar la gotita que tenía justo frente a ella. Acercó la boca y la recogió delicadamente con su lengua. Francisco gimió ahogadamente, de sorpresa… y placer.

Tenía un gusto suavemente salado. Le gustó también… y no solamente en su boca, también le gustó entre sus piernas, que ardía. Dos lunares a un costado del pene llamaron su atención, uno a uno los besó. Sin soltarlo con su mano, llevó su boca hasta la punta y comenzó a lamerlo, despacito, suavemente, explorando. De abajo hacia arriba y en círculos, intercalando besos y lamidas. Desde ese minuto Francisco cambió su agitada respiración por intensos gemidos y pequeños movimientos de pelvis que no podía controlar. Ella decidió alargar las lamidas, ahora desde la base hasta la punta, una y otra vez. Nathalie llevó su otra mano a los henchidos gemelos para acariciarlos y también los lamió.  Puso sus labios alrededor del miembro y comenzó a introducirlo en su boca, acariciando con su lengua, despacio. Por el grueso contorno, no consiguió introducirlo más allá de la mitad. Cuando tuvo la boca llena de él, chupó, succionando con fuerza. Y retrocedió lentamente, sin dejar de succionar, para terminar con un beso en la punta. Repitió, y repitió. Francisco sentía como ella jadeaba alrededor de él.

  • Tita, quiero verte, por favor…- Le suplicó

Ella convino en que era el momento. Levantándose un poco, y sin soltar la erección,  tiró de una de las puntas del pañuelo, desatando la venda y devolviéndole la vista a su hombre.

Cuando Francisco pudo abrir los ojos y acostumbrarse a la luz vio la imagen más erótica de su vida. Su mujer, vestida con un sensual babydoll de encaje negro, arrodillada entre sus piernas, con su miembro en la mano, mirándole. Tuvo que respirar profundamente para serenarse y oxigenar su cerebro.

  • Te ves preciosa… tan sexy…

  • Ummm… mi amor, no sé muy bien hacer esto, si hago algo mal tienes que decirme.

  • Lo estás haciendo muy bien, no te detengas…

Ella volvió a llevar el pene a su boca, para continuar chupando ahora con gula. Una y otra y otra vez, dentro y fuera, chupaba, besaba, lamía succionaba. Gemía con la boca llena de él. La vibración que producía cada gemido y la vista que ella le ofrecía, hacían que él se estremeciera de placer. Nathalie descubrió que le gustaba, disfrutaba mucho lo que estaba haciendo… sentirlo en su boca era sensual, lascivo, delicioso. Sentía como escurría humedad entre sus piernas. Y sentía como la respiración de su hombre comenzaba a hacerse intensa, descontrolándose. Incrementó el ritmo y la intensidad de cada succión, se ayudó usando su mano como extensión de su boca, hasta que fue inevitable.

  • Mi amor, ya… voy a acabar…

Él esperaba que ella se apartara. Ella, sonrosada de pudor y excitación clavó sus ojos en él, sin sacarlo de su boca, sin dejar de chupar, y besar y lamer. Estiró una de sus manos para tirar del pañuelo que lo apresaba y liberó sus manos. Él, de inmediato las llevó hacia la cabeza de ella, acariciando su cabello, jalándoselo un poco… y se dejó ir entre entrecortados gemidos.

Nathalie sintió como una primera descarga le llenaba la boca. Un líquido espeso, lechoso, cálido, de gusto extraño pero embriagante se deslizaba por su lengua hasta su garganta. Y otro disparo más, y otro y otro le colmaron la boca antes de que pudiera tragar, haciendo que una gota se deslizara por su comisura. Tragó tan a prisa como pudo. Ya para el último trago le pareció haber bebido un licor afrodisiaco, exquisito, que la llenaba de lujuria. Francisco, a pesar del poderoso placer en el que se elevaba, luchó por no cerrar los ojos y contemplarla en todo momento. No iba a olvidarse jamás de ese instante en que por primera vez disfrutaba de ese placer que había deseado locamente.

Ella lo miraba a sus pies, con colores en sus mejillas, respirando aún inquieta.

  • ¿Te gustó?

Él, aunque seguía intentando volver a tener aire en sus pulmones, no le quitaba los ojos de encima, lucía tan ardiente sujetándolo entre sus manos, arrodillada entre sus piernas y con una gota de su esencia resbalando por su comisura. Acercó uno de sus pulgares para recoger con éste la furtiva gotita, y la devolvió a su boca. Ella sorbió mirándole. Francisco, en un arranque de pasión, la hizo levantar y sentarse nuevamente en su regazo para besarla febrilmente, sosteniéndola por las redondeadas nalgas y apretando contra él.

  • Mucho… fue una sorpresa muy rica… A ti… ¿Te gustó?

  • Más de lo que imaginaba…

  • Puedo sentirlo...- Dijo el asiéndola contra si por las nalgas- Estás muy mojada- Le susurró al oído mientras la acariciaba entre las piernas.

  • No me hagas esto, te necesito a ti… ahora…

En respuesta él la besó, acariciándola apasionadamente.

  • Por favor… llévame a la cama…

  • No, la cama está muy lejos, vamos al sofá

Sin moverla de su regazo, se levantó con ella en brazos, y fueron al sofá. Se sentó tal y como estaban en la silla, y se besaron recorriéndose con las manos. Él tenía muchas ganas de hacer con ella lo mismo que ella hizo con él hace un momento, pero notaba que ella no estaba para hacerla esperar. Su respiración agitada, la huella de resbaloso flujo que ella manaba de entre sus piernas,  la desesperación de sus besos… No, ella no estaba en condiciones de esperar. Le pidió levantarse un poco para bajar bien sus pantalones, y en lo que ella volvía a sentarse, acomodó su miembro, completamente endurecido a pesar de su reciente orgasmo, de forma de conseguir penetrarla mientras ella se dejaba caer. Nathalie se sintió totalmente extasiada de él. Su sexo ardía suplicante de fricción y ella comenzó a moverse al ritmo de sus sensaciones.

Primero sin levantarse, solo buscando el roce de sus sexos en todas direcciones, mientras él la sostenía con firmeza por su espalda, besando su cuello, su pecho. Francisco la sentía más ardiente que nunca, completamente perdida en el deseo, concentrada únicamente en el placer de sus cuerpos. No dejaba de pensar en la forma en que ella se había excitado de esa manera, saber que le había gustado tanto lo excitaba a él mucho más. Ella comenzó a cabalgarlo, arriba y abajo, se sentía completamente colmada cada vez que se dejaba invadir por él. No cabía nada más en su interior, pero tampoco faltaba nada por entrar, estaban hechos absolutamente a la medida.

Empezó a gemir, y a acelerar el ritmo del trote, a gemir más fuerte y más ronco, a galopar, a perder la capacidad de respirar. Enterró sus dedos en el cuello de él y sintió como cada uno de sus nervios, lentamente, desde la punta de los dedos de sus pies hasta el último de su cabeza, se cristalizaban arrancándole un grito ahogado en el momento en sintió que se quebraba en mil pedazos. Francisco la contemplaba sintiendo alrededor de su miembro, en cada una de las contracciones de su ardiente mujer, como ella se volvía cristal y se quebraba, deshaciéndose entre sus brazos.

Cayó rendida sobre su pecho, repleta de amor y de placer. Con extrema ternura él la cubrió de caricias, recogiendo cuidadosamente cada uno de los pedacitos para volver a dejarlos en su lugar. Esa hermosa mujer era suya, completamente suya, y no había nada en el mundo que lo hiciera más feliz que sentirla complacida. Enredó los dedos en su ensortijado pelo y la besó, ahora con dulzura, con calma, con amor. Sin salir de su interior la tomó entre sus brazos, la recostó a lo largo del sillón, se quedó encima de ella y le hizo el amor, con penetraciones lentas y profundas. Besándola, mirándola, susurrándole al oído una y otra vez cuanto la amaba.

  • Te amo, te amo, te amo, preciosa…

  • Yo a ti… mi amor…

  • No me dejes nunca…

  • No podría vivir sin ti...

No hubo prisas ni interrupciones. Con una pausada cadencia Francisco no detuvo las embestidas hasta derramarse por completo dentro de ella en el mismo momento en que ella se desarmaba de placer, fundiendo sus almas en un orgasmo compartido, reposado, pleno, en medio del amor que sentían el uno por el otro… la noche era de ellos.

+++

Amanecieron en cucharita. Francisco fue el primero en despertar. Sentir el calor y la suavidad de la piel de su mujer entre sus brazos era totalmente sublime. El aroma en su cabello y su pausada respiración durmiente era más de lo que hubo deseado jamás. La contempló entregada al sueño. Era tan hermosa… Daría todo por despertar así cada día de lo que le quedaba de vida.

Era totalmente absurdo que ella tuviera que cruzar a su departamento para ir a cambiarse de ropa, o estudiar, cuando en realidad pasaban casi todo el día juntos, y todas las noches. ¿Y si se lo proponía? ¿Si la invitaba a vivir con él? ¿Pensaría ella que era todo muy precipitado?

Nathalie, incitada por las suaves caricias en su pelo comenzaba a despertar sin abrir sus ojos. No quería que él dejase de acariciar su pelo. También ella quería sentirlo sin que él lo notase… y lo sintió, la suave respiración en su pelo, la ternura de sus caricias, la tibieza de su torso pegado a su espalda… tibieza que se transformaba en un calor consistente y palpitante justo a la altura de su cola… entre sus nalgas. Eso sumado a que se sabía observada la hacían sentir una mujer profundamente sensual. Pensó en lo lindo que sería despertar así el resto de su vida… y de pronto le sobrevino una angustia gigantesca. Ella estaba de paso en ese país, y su estadía no iba a durar para siempre… ¿Qué iba a pasar cuando?…

No quiso seguir pensando. Se dio la vuelta, se enroscó al cuerpo de Francisco como si se le fuera a escurrir por algún espacio, y le besó.

  • Buenos días princesa

  • Buen día mi amor… prométeme una cosa…

  • ¿Qué cosa?

  • Prométeme que nunca vas a dejarme.

  • ¿Dejarte? ¡Tendría que estar idiota! ¡Eres lo más lindo que tengo en la vida, mi amor!

  • Entonces… ¿Lo prometes?

  • Te lo prometo- Francisco pensó que ese era el momento apropiado- Y tanto te lo prometo, que quisiera proponerte algo

  • ¡Ah! ¿Sí?

Nathalie elaboró un silogismo en su cabeza “Le pedí que no me dejara nunca, él me lo prometió, y ahora me quiere proponer 'algo'… ergo… ese algo es…”

Hasta ese minuto de su vida ella solamente había pronunciado la palabra matrimonio para asegurar que jamás le pasaría a ella… y la verdad, prefería llamarla ‘matricidio’, y ahora él quería proponerle 'algo'… Se asustó… Pero en una quincuagésima vuelta fugaz en su cabeza se convenció de que era lo más lindo que podía pasarle y mentalmente se preparó para un ‘Sí, acepto’.

Estaba boquiabierta, con los ojos bien abiertos y sin pronunciar palabra… su ardillita daba vueltas y vueltas en su rueda mental, al borde del soponcio y su corazón detenido.  Ante tal espacio silencioso Francisco ahora dudó que fuera el momento, pero ya puestos… cuanto antes mejor.

  • Bueno, es que estuve pensando… y es tan lindo dormir contigo… despertar contigo… comer juntos… Me gusta llegar a casa y que estés aquí… o llegar antes que tu pero saber que vienes en camino… Y… me estoy enrollando como un sushi… el punto es que… Tita ¿Quieres venirte a vivir conmigo?

Nathalie se deshizo del aire que había aguantado en sus pulmones todo ese tiempo… no sabía muy bien por qué esa maravillosa propuesta le supo a poco, dejándola algo decepcionada… Por vez primera en su vida se había visto vestida de merenguito, envuelta en tul, caminando hacia el altar…  su visión se acaba de esfumar tan estrepitosamente como se revienta un globo.

  • ¿Vivir juntos Chito?- La pregunta le cayó como un balde de agua fría- La verdad… no sé…

  • Ya te dije lo linda que es mi vida a tu lado, pero además es una soberana idiotez que estés gastando en un departamento cuando nos pasamos día y noche juntos.

  • Ummmm… ajá…

  • Y… no tiene sentido que para vestirte tengas que cruzar al frente para buscar tu ropa…

  • Pero… y ¿Cuando necesite estudiar?

  • Bueno, este departamento es un poco más grande que el tuyo, podemos acondicionar una habitación para que te escapes de mí cuando te haga falta…

  • Mmmmmm… ¿Y si resulta que a la semana no me soportas?

  • Jajajaja… Tita… eso no va a pasar…

  • Cómo puedes saberlo? Hay días en que ni yo misma me soporto…

  • Si eso pasa… ¡Puedes hacerme dormir con el perro!

  • ¡Pero si no tienes perro!

  • Pues… ¡Mejor! ¡Más espacio para mí! Jajajaaja…

Ella también rió de buena gana. Quizá se precipitó demasiado con su blanquecina visión. La idea de Francisco era bastante mejor… y si no había pensado en matrimonio jamás… tampoco iba a comenzar a necesitarlo ahora… Antes de que pudiera seguir pensando, él la besó eufórico, y tal como correspondía a tan lindo despertar, hicieron el amor intensamente antes de salir de la cama.

En el desayuno afinaron los detalles de sus nuevos proyectos, ella hablaría ese día con el encargado de su apartamento para decirle que ya no lo necesitaría más, y como estaba todo cancelado tendría hasta fin de mes para entregarlo, eso era dentro de dos semanas más. Trasladaría sus cosas de a poco al apartamento de Francisco, y de lunes a miércoles de la semana siguiente se irían de vacaciones a la playa. Ella pensó que iba a parecer una luna de miel… y le encantó la idea.

+++++++++++++++++

Estando el domingo juntos en su nuevo hogar, y luego de haber empacado lo necesario, Nathalie recordó que debía escribirle a su padre para avisarle que estaría unos días sin internet para comunicarse.

  • Chito, ¿Me prestas tu ordenador para escribirle a mi papito?

  • Tita… no tienes que pedirlo, es tuyo también, úsalo- Le grita Francisco desde la cocina.

  • Valeeee

Nathalie encendió el computador. Pese a haber pasado mucho tiempo en esa sala ella jamás había usado ese computador, para eso tenía el de ella, chiquito, rosado y simple. Pero ahora, con todo empacado, resultaba más simple usar el de su chico.

Por fin inició Windows y cargó el escritorio, de fondo una foto de un videojuego de marcianos que le encantaba a  Francisco. Ella rió. Se puso a buscar el ícono del navegador para ir a su correo, y en eso  dio con una carpeta que titulaba ‘VIDEOS’, “Seguro que han de ser videos caseros de Chito cuando niño”, pensó ella divertida, y seducida por la curiosidad decide, así como que no quiere la cosa… escudriñar en ella. Grande es su sorpresa cuando abre el primero… y el segundo… y todos, según evidenciaba la miniatura de cada video. Nathalie, impactada, alcanza a ver unos cuantos. No había visto porno en su vida y lo que aparecía en la pantalla era realmente impresionante. Todos terminaban igual. Francisco, alcanzando a oír el audio del último video irrumpe en el cuarto y la encuentra a ella atónita, viendo los antiguos videos de pornografía que lo acompañaban en sus días de soledad.

Nathalie no intenta disimularlo, parece completamente impresionada por lo que ve en la pantalla. Fue Francisco, muerto de vergüenza quien se acercó e intentó hablarle, mientras el video seguía corriendo.

  • No sé como explicar esto, pero…

Ella le responde con los ojos redondos como platos y un ceño inquisidor

  • No necesitas explicarlo, los videos ya son bastante didácticos, puedo sacar mis propias conclusiones- Dijo ella señalando con su vista la pantalla que en ese momento mostraba un miembro descomunal  entrando y saliendo de la boca de una bastante maquillada señorita.

  • Esto… no... es lo que parece – dijo Francisco totalmente ruborizado.

  • Ajá… y ¿Qué es lo que parece?

  • Que… emmm… No pienses que soy un degenerado.

  • ¡Ah! ¿No?- Le dice ella intentando conservar su semblante inquisitivo

  • No

  • Ajá… No. Vale. ¿Entonces…?

  • Emmm… yo, a veces, cuando estaba solo… por las noches… muy ocasionalmente…

  • Tienes sexo con estas lindas señoritas de los videos… ¿Eso?

  • Intentaba decir que… veo, es decir, veía, porno. ¡Como tú lo dices suena horrible!

Ella lo miraba con una de sus cejas muy, muy arriba en su cara.

  • Jajajaja… ya mi amor ¡Pobrecito, descansa! Jamás pensé que fueras un pervertido.

  • ¿No estás enojada?

  • Claro que no. Ahora, que si tú quieres me enojo. ¿Quieres?

  • Nooo…

  • ¿Por qué crees que debería enojarme?

  • Yo… no sé. A las mujeres no les gusta que sus hombres miren porno, creo.

  • Bueno, como quieras cambiarme por alguna de esas señoritas te pongo la cara de vuelta y media…

  • Jamás… no te cambiaría por nadie… Tengo suerte de haberte encontrado.

Justo en el momento en que Francisco se acercaba a ella para besarla, el chico de la pantalla comenzó a gruñir enérgicamente, cuestión que por diferentes motivos cautivó la atención de ambos. Fue entonces cuando la linda señorita sacaba lentamente el descomunal miembro de su boca para comenzar a batirlo con una de sus manos diciéndole una serie de cosas en inglés que parecían sonar muy… encendidas, hasta que por fin él muchacho, o más bien su ‘bien dotada herramienta’ que era la única parte del muchacho que se veía en esa pantalla, comenzaba a lanzar varios disparos de espeso y blanquecino semen que caían todos en la cara de la sobre maquillada señorita, quien los recibía con júbilo.

Nathalie estaba boquiabierta. Si bien era una chica abierta de mente, no entendía muy bien la gracia de ser bañada en semen y por lo tanto no entendía tampoco el júbilo mostrado por dicha señorita. Pero mientras la escena ocurría miraba la cara de su novio y él parecía estar embelesado con esa situación.  Cuando la escena hubo terminado Francisco buscó la mirada de su novia que lo miraba boquiabierta, y fue ella quien habló.

  • ¿Así que esto es lo que te gusta?

  • Define ‘esto’

  • Ver cómo el chico de exageradas proporciones acaba sobre la cara de la linda señorita.

  • Emmm… Yo… Tita, son solo videos…

  • Esa no es una respuesta. ¿Te gusta eso?

  • Sí… Pero es solo una fantasía, no es algo que vaya a pasar- Dijo él completamente cohibido.

Ella dio un suspiro, pensó unos segundos la forma correcta de decirlo, se sonrojó…

  • Y… ¿Quieres… emmm… te gustaría... que… lo... intentemos?- Le susurró suavemente mientras, tal como la linda señorita de la pantalla, ella se arrodillaba a los pies de su chico y acariciaba el bulto que tenía dentro de ese pantalón.

  • Mi amor, no tienes que hacerlo… si no quieres…

  • Yo pregunté si tú quieres ¿Quieres?

El corazón de Francisco galopaba en su pecho. No podía creer lo que estaba pasando. Su novia, ella, tan linda y dulce, estaba arrodillada a sus pies acariciándolo… preguntándole sensualmente si quería repetir la escena del video, la fantasía que más hacía arder sus pensamientos. El bulto entre las piernas creció aún más bajo la caricia de ella.

No le salía la palabrita… era una sola, monosílaba… de dos letras, ‘sí’... pero estaba atorado con ella.

  • O es que… acaso… yo… ¿no te gusto?- Dijo ella un poco triste al cotizar esa posibilidad, pero sin dejar de recorrer la cálida superficie del pantalón.

  • Sí, quiero, claro que quiero- Dijo por fin Francisco, fuerte, claro y completamente resuelto. Agachándose un poco para darle un beso a su novia, como quien sella un pacto.

  • Sólo una condición.

  • La que quieras- dijo él algo asustado.

  • Tienes que enseñarme cómo hacerlo, cómo hacer todo lo que te guste… sin censurarte.

  • Hecho… Entonces toma- Le respondió dándole un cojín- Quiero que estés cómoda.

La escena era un poema. Él, de pie, junto a la cama. Ella nerviosa, ruborizada, arrodillada en el suelo sobre el cojín, mirándole mientras le acariciaba.

Nathalie deslizó sus manos por el frente del pantalón hasta llegar al borde superior y desabrochó. Lentamente, un dedo tras otro introdujo una de sus manos dentro del calzoncillo, acariciando esta vez directamente sobre la piel el caliente miembro de su chico. Ayudada de su otra mano apartó las telas de ambas prendas bajándola apenas lo necesario para liberar aquello que allí se encontraba prisionero. Aspiró el aroma, un aroma que despertaba todos sus sentidos y la hacía erizar, mientras miraba absorta el grueso y enhiesto pene que se erguía frente ella, sus venas palpitantes, el sonrosado capullo que apenas se asomaba… los hinchados gemelos llenos de ese divino fluido que pronto iba a estar en su cara. Mordía sus labios.

Nathalie estaba nerviosa, su corazón se aceleraba en su pecho, se sentía ridícula intentando ser como la experta señorita del video… Miró nuevamente a los ojos de él, y se encontró dentro de ellos. La contemplaba con devoción, con deseo, con amor… expectante. Su respiración también estaba acelerada… Entonces lo supo. Él no quería a la chica del video, él la quería a ella, y ella quería complacerlo con todo su ser.

Así que decidió cerrar los ojos y dejarse llevar. Comenzó a acariciarlo, esta vez con la punta de su nariz... y sus mejillas... y su frente… su barbilla. Entre suaves suspiros, a veces mirándolo para buscar aprobación en su semblante, y a veces cerrando los ojos para ella misma disfrutar de las sensaciones. Francisco temblaba, no perdía detalle de cómo su hombría se paseaba los ese dulce rostro.

Continuó besándolo, con besos suaves que dejaban escapar su aliento para mejorar las sensaciones. Beso a beso volvió a recorrerlo completamente desde el pubis hasta los testículos, para luego incorporar humedad, hacer el camino de vuelta esta vez con húmedos besos. Sus ojos iban de ese miembro a los de Francisco, y estaba excitada, mucho, como jamás pensó estarlo en esa situación. La forma en que él la miraba la hacía estremecer, se sentía absolutamente sensual, poderosa y caliente. Ya no estaba segura si las caricias que estaba concediendo le estaban gustando más a él o a ella misma, ya no se trataba simplemente de querer complacerlo, no. Ahora también ella lo deseaba, deseaba sentir su cara cubierta de su esencia. Comenzó a lamer, lentamente y con esmero, desde la base hasta la punta ayudándose de sus curiosas manos para no dejar un solo espacio de piel si atención. Enroscaba su lengua alrededor de ese falo, la deslizaba acabando con pequeños rechupéteos cada vez. Le gustaba lamerlo, sentirlo en su lengua, saborear el salado gusto de su hombría, sorber las pequeñas gotitas de líquido pre seminal que él vertía producto de la excitación que ella le estaba produciendo.

Francisco jadeaba… ella gemía ahogadamente. Por fin llevó la punta de ese miembro a la entrada de su boca y comenzó a chupar. Primero la punta mientras sostenía con ambas manos la extensión restante.

  • No uses tus manos mi amor. No… aquí. Mejor, tócate- Le dijo él entre jadeos.

Ella obedeció. Apartó las manos del endurecido pene, y las llevó a sus pechos, sobre el vestido. Los pezones le dolían de lo duros que estaban. A Francisco le gustó verla acariciándose. Pero pensó que podía ser mejor y se inclinó apenas un poco, lo suficiente para jalar un poco de su vestido y dejar sus lindos senos al descubierto, ofrecidos al tacto de las caricias que ella misma se entregaba. Antes de incorporarse nuevamente, le acarició esos turgentes pechos acabando con unos deliciosos pellizcos en los inflamados botoncitos, arrancándole a su mujer un sonoro y sensual grito de placer.

Sosteniéndole la mirada ella acercó sus labios al pubis engullendo centímetro a centímetro el grueso pene de su hombre. Él la contemplaba acariciándole el cabello. Antes de llegar a la mitad se detuvo y succionó con fuerza, mirándolo. Francisco cerró su mano en su cabello jalándoselo un poco, intentando soportar la intensidad de las sensaciones. Ella enroscó su lengua alrededor y retrocedió hasta la punta, nuevamente succionando allí con un pequeño beso. Volvió a avanzar en dirección al pubis deteniéndose, esta vez, en la mitad, y repitiendo la operación para acabar en la punta con un beso. Y otra vez… llevando sus labios un poco más lejos… Y así, dentro y fuera, chupando, succionando, enroscando, besando… mirándole, tocándose.

  • Mmmm… amor, que rico, me gusta mucho… quiero oírte… no contengas los sonidos…

  • Uj...hum…- Fue todo lo que ella pudo responder, con los ojos brillantes y su boca llena de él.

Se llenó de música la habitación… exquisitos sonidos de chupeteos y rechupeteos… Su saliva escurriendo por su boca para recorrer toda su extensión. Sonoros besos… Jadeos anhelantes de más aire para sus pulmones y gemidos repletos de placer y deseo. Cada sonido repercutía una y otra vez en los oídos de Francisco… en su corazón y en su… pene. No iba a poder soportarlo mucho tiempo más.

  • ¿Así…. ?- Preguntó ella sensualmente sonrojada, casi susurrando- ¿Te… gusta?

Era una mezcla de sensualidad, ternura y belleza totalmente enloquecedora. Mil veces mejor que cualquiera de sus videos.

  • Sí… mmmHHH… me… ummh... encanta…-

Ella volvió a su cometido. Esta vez quiso hacer desaparecer completamente  el falo dentro de su boca, pero era demasiado grueso,. Tras pasar la mitad le sobrevino una arcada, que la hizo retroceder, rebozando sus ojitos de lágrimas.

  • ¿Estás bien mi amor?- Le preguntó él con dulzura y genuina preocupación. No le gustó ver lágrimas rodar por sus mejillas.

  • Sí, no es nada- Respondió enjugándoselas.

  • Podemos parar aquí si quieres.

  • ¡No! ¿Tu… no… quieres? ¿No te gusta?- Preguntó ella con los ojitos vidriosos pensando que lo estaba haciendo pésimo.

  • ¡Claro que me gusta! Mira nada más como me tienes- Le dijo señalando su considerable erección- Lo que no quiero es hacerte daño…

  • No lo haces… a mí… también me gusta. Ya verás como pronto cabrás todo en mi boquita…

  • No tienes que hacerlo, así como estamos me gusta mucho. Ya tendremos tiempo para practicar más.

  • Vale… le dijo ella con una dulce sonrisa

  • Déjame ver una cosa…- Dijo Francisco agachándose un poco y alargando una de sus manos hasta la entrepierna de su chica- Ummmhh… parece que sí te gusta mucho, estás… muy… mojada…

Ella bajó la vista, cohibida. Pero sin soltar su dureza ni un solo instante.

  • Déjame… hacer algo por ti…- Le suplicó él, mientras la recorría con besitos en dirección sur.

  • No- Respondió ella en tono severo y decidido- Ya habrá tiempo para eso… ahora estamos ocupados en otra cosa- Agregó invitándolo a levantarse con un certero tironcito allí, donde tenía sus manos.

  • Como ordene, señorita… pero… entonces… quiero que te toques… aquí- Replicó indicando con un delicioso gesto su dedo corazón justo en el inflamado y lubricado botoncito entre sus labios.

La besó y se levantó. Ella continuó justo donde se había quedado, deteniéndose justo antes de provocar la arcada. Tenía su boca completamente llena de él y quedaba un buen bocado fuera. Y fue obediente. Mientras su mano izquierda torturaba uno de sus pechos, la derecha se perdía entre sus piernas buscando el exquisito roce de su centro de placer. No dejó de lamer, besar, recorrer… pero sobre todo engullir y succionar la deliciosa hombría de su chico, no dejó de emitir sensuales sonidos de la labor que la ocupaba, del placer que sentía, del aire que le faltaba… Ni él. No dejaron de mirarse.

  • Mi... amor… ya… - La informó él cuando supo que era irreversible- Pídeme… que… te deje… guapa…

Ella sacó el miembro de su boca… llevó la mano que estaba en su pecho hasta él, para continuar la caricia con ella, y, a pesar de su pudor, le dijo, entrecortada…

  • Déjame... guapa… cariño… cúbreme... la carita... de ti.

Y tal como la chica del video… sonrió… pero su sonrisa estaba llena de amor, y deseo y placer… Nada deseaba más que sentirse cubierta de él.  Él no pudo más… y se entregó al más poderoso orgasmo de su vida. Ella, primero, sintió los espasmos en su mano entre la tensión de sus hinchadas venas… lo siguiente fue un potente disparo de semen espeso y caliente que le cruzó la cara desde la frente hasta la barbilla. Y otro sobre su mejilla derecha… y otro desde su nariz hasta el pómulo izquierdo. Entonces ella tampoco pudo más y estalló en un fuerte orgasmo, arrodillada entre las piernas de su chico. No pudo moverse más… solo pudo apretar fuertemente sus ojos y abrir completamente su boca en una inútil búsqueda de aire ya que sus pulmones, como cada músculo de su cuerpo, estaban totalmente contraídos. Los cuatro disparos de semen que restaron fueron a dar todos dentro y alrededor de su boca.

Él, esforzándose en todo momento por mantener sus ojos abiertos, no dejó de mirarla… Necesitaba grabar esa imagen en su recuerdo. Necesitaba convencerse de que realmente había ocurrido, que no estaba soñando. Cayó de rodillas frente a ella, cuando por fin ella comenzaba a respirar otra vez… para luego tragar el contenido en su boca. Vio como ella abría lentamente sus ojitos, para buscarle la mirada. Le sonrió…

  • ¿Te… gustó?- Preguntó ella.

Ahora eran los ojos de él los que se llenaban de lágrimas. No era un sueño… era su feliz realidad. Pegó su frente a la de ella, cubierta de su esencia masculina, y la nariz a la suya y sus labios a los pringoso labios de ella y la besó. Con ternura, y gratitud, y pasión  y deseo, y amor… La besó con necesidad imperiosa de entregarle su vida. Y un par de lagrimitas rodaron por sus mejillas…

  • Más de lo que podría explicarte jamás… con palabras.

Ella recogió las lagrimitas con las yemas de sus dedos y lo abrazó tiernamente.

. Ummmh… y dime… ¿Estoy guapa?

  • ¿Quieres comprobarlo tú misma? Ven aquí-

Se levantó, la ayudó a incorporarse y jalándola de una mano la llevó hasta el espejo de la puerta de su clóset.

  • Dime ¿qué tal?

  • Emmm… ¿Mucho mejor que las de Jackson Pollock?-

  • Jackson Pollock no puede hacer esto con su pintura…- Dijo él recogiendo un poco de líquido de su frente con el pulgar y llevándolo a su boca, al tiempo que ella chupeteaba con ganas, frente al espejo.

  • Ummmh… que rico.

  • Ni esto… - Agregó mientras recogía todo lo que escurría por su barbilla con su propia lengua para llevarlo a su boca en un beso apasionado.

Era la situación más erótica que ocurría en la vida de ambos. La excitación que hasta hace poco había llegado a su cúspide en el cuerpo de la joven pareja, no se había disipado aún, y los acechaba envolventemente cada vez más.

  • Y… a ti… ¿te… gustó?- Preguntó él, algo nervioso.

Ella bajó la vista unos segundos y la volvió a subir envuelta en colores.

  • Mucho más de lo que pensé jamás.

  • ¿Si?

  • Sí… Por favor… No dejes nunca de mirarme así…

  • Así… ¿Cómo?- Preguntó acercándola a su regazo por la cintura.

  • Así como si no hubiese otra mujer más que yo en el mundo.

  • Jamás.

  • Entonces… ¿Lo incluimos en el menú?

  • Tenemos muchas cosas más por incluir…

  • Me encanta ser tuya…

  • No puedo creer que seas mía… solo mía.

  • Mmmm… Ya sé en qué vamos a divertirnos estos días de vacaciones…- Agregó coqueta.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

Llevaban 1 año, 6 meses y 28 días viviendo juntos. Después de un par de semanas de inconvenientes domésticos habían logrado adaptarse el uno al otro y, nunca tuvieron un solo gran problema, ninguna discusión. Todo eran risas, amor y placer. Se atendían mutuamente, respetaban sus espacios. Francisco, sobre todo, se esforzaba por permitirle estudiar sin distraerla… demasiado. Hacían el amor por todas partes… el sofá, la alfombra, la lavadora, el mesón de la cocina, la ducha… el… ascensor (Aunque fue solo una vez, de madrugada, detenido en la azotea del edificio, fue lo más loco que habían hecho juntos). Ninguno de los dos se convencía de que fuera realidad lo que vivían juntos, pero el dormir abrazados cada noche y despertar juntitos cada mañana los convencía de que eran sus vidas las que vivían y no un sueño.

Cierto día, Francisco oyó al padre de Nathalie muy contento preguntarle cuándo era su último examen, pues después de eso ella debía volver a Chile. En ese minuto a Francisco se le cayó el alma a los pies… recién ahí se dio cuenta que ella era un préstamo en España, y que debía volver con su familia. Estaba tan acostumbrado a vivir con ella cada día que nunca se cuestionó si quiera la realidad que trajo a Nathalie a Madrid. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Es que acaso era voluntad del destino separarlos?

Nathalie, en cambio, desde el mismo día que se fue a vivir con Francisco fue consciente de que todo acabaría junto con su intercambio académico. Y vivía cada instante con él como si fuera el último… nunca pudo apartar la cuenta regresiva de su cabeza, y sufrir con el paso de los días. Esa noche, Francisco, el dormilón Francisco, no pudo pegar un solo ojo.

Se fue cabizbajo y aturdido a su trabajo… aterrorizado con la idea de perderla. Nunca habían hablado del tema. ¿Es que acaso a ella no le importaba? ¿Le daba lo mismo irse? No, eso  no era posible, ella cada día le demostraba lo mucho que lo amaba, la falta que le hacía. Encontraba mensajitos en medio de sus discos de videojuegos, en la guantera del coche, la forma en que lo besaba… como cada día, desde que esa mañana que le propuso vivir juntos, ella le hacía prometer que no iba a dejarla nunca… cada día… ¡Claro! Ella sabía que esto pasaría y estaba tan aterrada como él… y por eso le hacía prometer cada día que no se separaría de ella. Su novia esperaba que él le pidiese lo mismo a ella… ella… era ella, la mujer de su vida, no iba a dejarla ir…

Ese día Francisco no llegó a las 3 y cuarto como cada día, ni a las 3 y media, ni a las 4, ni a las 5. Nathalie lo llamaba y lo llamaba y él no respondía el móvil. Llamó a la empresa y allí le dijeron que él se había retirado a la hora de siempre. A las 5 :10 Francisco le envió un mensaje de texto para avisarle que le había surgido un imprevisto, pero que ya no tardaba.

Ella estaba furiosa. ¿Cómo era posible que le avisara hasta ahora? Teniéndola dos horas angustiada… ¿Qué podía haberle impedido avisar? ¿Es que acaso… estaba con otra? ¿Porque no respondía sus llamadas? La angustia se la estaba devorando.

Francisco, en cambio, se había pasado esas dos horas igual de angustiado, recorriendo joyerías, buscando el anillo apropiado, el perfecto, el que estuviera hecho para ella. Miraba y miraba joyas, nada se parecía a ella, hasta que de pronto, allí, frente a él, un brillante majestuoso se apartaba de los demás, su simpleza lo hacía resaltar del resto, igual que la sonrisa de Nathalie la hacía única entre miles de chicas. Era ese.

A las 5 con 38 minutos, Francisco llegó a casa. Se encontró a Nathalie con el ceño fruncido.

  • Me tuviste preocupada ¿Qué ocurrió?

  • Es que surgió algo en la oficina… me retrasé, lo siento…

  • ¿Seguro que es eso?

  • Seguro.

  • Francisco, yo llamé a tu oficina, me dijeron que saliste a la hora de siempre. ¿Qué está pasando? ¿Es algo de lo que deba preocuparme?

  • Tita… esto…. ¿Puedo pedirte que confíes en mi?

  • ¿Cómo me pides que confíe en ti, si tú no confías en mi  y no me dices lo que está pasando?

  • Es que no es nada en realidad, quise pasar al centro a buscar una sorpresa para ti, pero no me resultó…

Nathalie miró hacia el suelo y le rodó una lagrimita por la mejilla.

  • Pero cariño… ¿Qué te pasa?

  • Francisco… ¿Acaso es que hay alguien más?

  • Tontita… ¡Claro que no! Contigo no me hace falta nada más.

  • Entonces ¿Es que estás enfermo? ¿Fuiste al médico?

  • Dame un tiempo y te prometo que vas a entenderlo. Confía en mí- Dijo él enjugando la lagrimita con sus dedos.

  • Está bien…

Cuando Francisco la vio angustiada llorando estuvo a punto de arrodillarse y entregarle el anillo. Pero consiguió aguantarse. Le besó las lagrimitas y la abrazó con fuerzas, a ella se le fueron las dudas. Se fueron a comer. Hubo tarde de cine,  por la noche la cena y, como cada noche, luego de hacer el amor se fueron a dormir. Francisco tuvo que resistir sus ganas de sorprenderla  todo el día, a la mitad del almuerzo, en medio de la oscuridad del cine, y al final de la cena, en el ascensor de regreso a casa y luego antes de dormir y después de hacer el amor.

Pero no, había decidido el momento exacto y faltaba un poco para eso. Se durmieron abrazados.

Por la mañana, Francisco fue el primero en despertar, su brazo derecho estaba por debajo de la cabeza de Nathalie, y su torso pegado a la espalda de ella. Alargó su mano izquierda, buscó en el fondo del cajón de su mesita de noche, y tomó la cajita en forma de rosa escarlata, para dejarla sobra la almohada de su novia frente a su dulce carita durmiente. Ese era el momento que había elegido para pedírselo, le encantaba sentirla tan tranquila entre sus brazos, entregada, confiada en él. No se cansaba de mirarla, de respirarla, de acariciarla.

Mientras esperaba que abriera los ojos comenzó a divagar imaginando la respuesta. Desde que decidió dar este paso y comprar el anillo jamás se le cruzó por la cabeza la idea de que ella pudiera decirle que no hasta ese momento. Eran muy felices juntos, es cierto, pero de pronto cayó en la cuenta de que él estaba preparado, a sus 35 años, había vivido lo suficiente, pero… ella era tan joven… quizá ella no quisiera. Nunca habían hablado del asunto y no sabía qué era lo que ella pensaba.

La familia de ella estaba al otro lado del mundo, sus amigos, su vida. Cada segundo que pasaba se convencía más de que ella tenía más motivos para negarse que para aceptar. Tuvo miedo, temblaba, estaba al borde de los nervios. En ese minuto ella comenzó a despertar. Sin abrir los ojos buscó el brazo izquierdo de su chico para hacer que la rodeara por la cintura, Francisco la abrazó con fuerza, pegó su cola al cuerpo de él acurrucándose en su regazo, era una delicia amanecer dentro de sus abrazos, la hacía sentir segura, protegida y amada.

  • Mmmmmmmmmm- Susurró ella desperezándose- Buen día cielo…

  • Buen día mi amor- Respondió él con un hilo de voz, que ella pensó que era porque dormía aún.

Despacito, Nathalie despegó un ojo entreabriendo apenitas una rendija. Pestañeó varias veces antes de despegar el otro. Tardó varios eternos segundos en enfocar adecuadamente, cuando por fin lo hizo se encontró con una aterciopelada rosa rojo intenso frente a su rostro.

  • ¡Hey! ¡Tengo un paquetito sobre mi almohada!… ¿Será que vino el ratón Pérez anoche?- Exclamó sorprendida mientras tomaba la cajita entre sus manos.

  • ¿Quién sabe? ¿Tiene moneditas dentro?

  • No lo sé… déjame ver…

Nathalie partió en dos el hermoso botón de rosa, para descubrir dentro un hermoso anillo coronado con un brillante, el más hermoso que hubiese visto jamás. Se quedó boquiabierta contemplándolo, sin reaccionar. Francisco la contemplaba a ella, también estaba aturdido, y las palabras tardaron en salir de sus labios.

  • Tita, mi vida es completamente perfecta desde que tú estás en ella, yo soy feliz a tu lado y por ningún motivo quisiera perderte, no consigo imaginar mi vida sin verte a mi lado cada día…- Francisco hizo una pausa para coger aire, y fuerzas.

Nathalie giró sobre su cuerpo, con la cajita entre sus dedos, quedando frente a frente con Francisco, alternando su mirada desde el anillo a los ojos pardos de su chico. Francisco continuó.

  • Amanecer y saberte entre mis brazos es lo más maravilloso del universo y quisiera que fuera así por el resto de nuestras vidas. Mi amor, quiero que me des la oportunidad de hacerte la mujer más feliz de la tierra, por toda la vida que tenga…

Nathalie lo miraba completamente pasmada, incrédula de que fuera verdad.  Volvió a oír la voz de su hombre…

  • Nathalie Villalba, ¿Aceptaría Ud. casarse conmigo?

Nathalie no conseguía creer lo que estaba oyendo. Por un segundo pensó que todo aquello era un sueño y ella aún no despertaba. Pero no iba a ser ella quien estropeara el momento más importante de ese sueño, y luego de respirar profundo y oxigenar su cerebro pudo responder:

  • Jamás pensé que iba a casarme, ni siquiera cotizaba la idea antes de venir a España. Pero desde que comenzamos a vivir juntos estoy segura que lo único que quiero es pasar el resto de mi vida a tu lado, cariño. Sí, claro que quiero casarme contigo Francisco Álvarez y hacernos viejitos juntos…

Solamente luego de oír ese sí Francisco pudo volver a respirar.  La abrazó, la besó con el alma y se apartó un poco de ella para calzarle el anillo en su dedo anular. Le quedaba tal y como era el mundo cuando estaban juntos, perfecto. Sí, luego de eso hicieron el amor, y esta vez le supo a eterna felicidad.

Unos meses más tarde, en España, se casaron en la boda más linda y romántica de la historia de las bodas. Dos meses después, en Chile, reiteraron su promesa de matrimonio, en la segunda boda más hermosa. Y… fueron felices para siempre.

FIN

MENTIRA, ME ENCANTARÍA DECIR ‘FIN’ PERO ESTO ES APENAS EL COMIENZO .

Hubo encuentros y desencuentros, pero con el tiempo y el amor aprendieron a superar cada problema, escuchándose, respetándose e inventando mil quinientas formas diferentes para hacer el amor. Se mudaron a Chile hasta que ella terminó su carrera y luego volvieron a España por un tiempo, aunque finalmente decidieron radicarse en París. Tuvieron hijos, dos, un niño y una niña  traviesos, energéticos y extrovertidos. No pudieron evitarle los dolores de las caídas, pero les enseñaron a amar y amarse a sí mismos. No hubo una sola noche que no durmieran cucharita[1] ni un solo amanecer que ella no despertara entre sus brazos. Hoy, ellos son viejitos, siguen juntos, y seguramente ahora mismo deben estar haciendo el amor. Pero eso ya es tema de otra historia.

FIN

[1] En Chile decimos ‘cucharita’ cuando una pareja duerme junta, abrazados, en posición fetal, uno pegado a la espalda del otro. Se debe a la forma de perfil de cuchara que se adopta con este abrazo.


Dedicado con especial cariño a Holandés Errante que no solamente inspiró la dulzura de la pluma con su propio romanticismo, sino que además me animó a escribir.


Un sincero agradecimiento a Francisco Álvarez por su invaluable ayuda en la elaboración del cuento en todas sus partes. Infinitas gracias por dejar el cafecito de la mañana para quedarse a corregir, y sobre todo, mil gracias por ser mi muso personal.