¿Es él?

Una llamada de madrugada mientras me masturbaba hizo que comenzara el juego mas intenso de mi vida. Sí, eras tú. Todavía eres tú.

¿Es él?

Que frustración. Que aburrimiento. Estaba con una amiga tomando una cerveza y miraba, observaba. Buscaba un macho. Quería un macho, pero no cualquier macho. El problema no era la imagen o el físico. Eso, en mi caso, es lo que menos importa. Tal vez que fuera más alto que yo. El problema es que supiera, que leyera mis deseos, que fuera igual que yo: un caballero en la calle y un perverso en la cama. Eso no se consigue tan fácil. La mayoría de los hombres tomaban el sexo como se tomaban una cerveza: rápido para que no se caliente porque les sabe mala. Y el sexo es como el vino: hay que tomárselo despacio para disfrutarlo. Hay que olerlo, saborearlo, verlo, vivírselo. Allí no había nada. Solo miradas lascivas para mí y mi amiga. Ya estaba por irme cuando llegó un tipo y mi amiga lo llamó. Me lo presentó. El tipo tomó mi mano y la estrecho con cuidado. Era alto, pelo negro. La cara, la mirada, había algo ahí. El tipo se fue. Mi amiga se levantó para irse y yo también. El tipo, Alejandro se llamaba, se acercó para ofrecernos algo de beber. Mi amiga dijo no. Yo titubee. Sí, no… mire sus ojos. Sí. Le pedí una cerveza. El la trajo y se sentó a mi lado.

Te he visto antes por aquí.

Vengo mucho.

Pero siempre vienes acompañada de hombres – me miró fijo. Sus ojos eran oscuros, tenía una barba en forma de perilla. Era muy delgado. – He averiguado cosas de ti.

Aja… Me hubieses preguntado. Era más fácil.- esto se ponía bueno. Averiguado cosas de mí. ¿Qué cosas? ¿Qué era profesora o que me gustaba que me abofetearan cuando follaba? - ¿Qué averiguaste?

Que ahora estas sola. Por eso estoy aquí.

Eso es irrelevante. Da igual. Yo nunca estoy sola.

Dame tu número de celular – lo dijo casi como una orden.

No creo. No te conozco.

Para eso es, para conocernos – me reí. Que descarado este tipo.

Me quede un rato más. Hablamos de música, bebidas, carros y deportes. Resulta que Alejandro era mi casi vecino. Vivía a unas calles de donde yo vivía. Cuando me levantaba para irme por que ya era tarde, a el le sonó el celular. Alejandro me hizo una seña para recuperar mi atención y me susurró: "Apunta este numero". Me dio un número que al parecer le dictaban. Yo solo tenía mi celular a mano así que lo anote ahí. Al terminar la llamada, me pidió el celular. Creí que era para anotar el número, pero no. Hundió el botón verde para llamar y luego miro la pantalla de su celular.

Ese es tu número. Gracias. – lo miré encabronada.

A la verdad que eres un descarado… te dije que no.

Cálmate. No te preocupes. – me di media vuelta y me fui. A la verdad que el truco para obtener mi número estuvo genial. Me cogió de pendeja y eso era mucho decir. Esto se estaba poniendo más interesante.

Me monté en mi carro y me fui. Me bañé. Tan pronto salí del baño fui a mi cama. Me gustaba masturbarme luego de salir del baño, mientras estaba mojada. La tensión sexual era mucha. Comencé a tocarme. Estaba boca arriba, con las piernas abiertas. Extendí mi mano a la mesa de noche y tomé un juguetito vibrador que tenía allí. Comencé a penetrarme mientras deseaba que fuera un macho de verdad. Respiraba suavemente, controlándome. Luego volvía a tocarme. Estaba húmeda en mi sexo. Se resbalaba un poco de fluido a mis nalgas. Y… sonó el maldito celular. Era de madrugada, tal vez la 1:00 a.m. ¿Quién carajo podía ser? Apagué el vibrador. No reconocí el número y contesté. Mi voz era un poco ronca. Mi voz de bellaca. Me lo han dicho par de veces. Así se pone cuando estoy caliente. Igual creían que estaba durmiendo.

¿Quién es? – dije tratando de aclararme la voz.

Yo. – ¿Era él? Reconocía esa voz… no, no era la voz. Era el tono: rasposo, grave, caliente. Igual que sonaba la mía ahora.

¿Tú?... – no vino ningún nombre a mi mente. Pasaron imágenes de sexo. Quería un macho. Quien llamaba era uno. Encendí el televisor frente a mi cama y busque un canal de adultos. – Estoy aquí. Desnuda, en la cama, viendo porno.

¿Desnuda? Así te estaba imaginando. – yo subí el volumen del televisor para dejar que los gemidos de la película se colaran en la conversación.

También estoy muy caliente. Me tocaba, me masturbaba pensando en que me bañaban de leche

Sigue. Tócate. ¿Tienes las piernas abiertas? – tenía las piernas abiertas y me tocaba, regando mis fluidos tibios por todo mi sexo. – Pruébate… ¿A que sabe?

Llené mis dedos de lo húmedo de mi sexo y los chupé. Tenía los ojos cerrados. Esa voz. Haría lo que el quisiera que yo hiciera.

Sabe dulce y salado, es resbaloso. Esta tibio. Huele a hembra bellaca. – volví a poner mi mano allí y seguí tocándome. – Háblame, dime

Lo más que deseo ahora es ponerte en cuatro, montarte como si fueras una yegua salvaje, a pelo, hacer que grites

Yo pensé en agarrar mi juguete, pero no. Así sería rápido y yo quería que se tardara. Mis ojos seguían cerrados. Solo escuchaba esa voz describiéndome exactamente lo que yo quería que me hicieran. La bellaquera era tanta. Trataba de mantener el ritmo de mi respiración pausado, pero esa voz lo decía todo: "Te oigo gritar pidiendo mas y te lo empujo hasta casi sacártelo por la boca. Me pides leche, suplicas por leche. Eres tan puta". Yo gemía, el oía mi respiración alterada. Puñeta quería venirme, necesitaba hacerlo. Abrí los ojos y fije la mirada en el televisor. Le comían el culo a la actriz porno. La voz me susurraba al oído que ahora quería comerme el culo.

Ya

Di mi nombre. – me cogió desprevenida. ¿Su nombre?

Tu nombre… - no sabía quien era en realidad.

Dilo, puñeta dilo… Alejandro. Grítalo puta. Soy yo que te estoy clavando. – ya no había vuelta atrás. Lo grité, le supliqué que me clavara de verdad. Por fin temblé. Sentí el latido acelerado de mi sexo.

Era el cabrón de mi vecino. No estaba segura que fuera él, pero era él. El tipo de la cerveza, el atrevido. Alejandro.

Alejandro… - lo dije suave.

Solo quería tener una idea de como se oía antes de metértelo. ¿Sabes? Eres una calentona. Tan dama que te veías allí y tan puta que eres.

Colgó. Que hijo de puta. Eso era: la cara, la mirada, la voz. Este era uno de los míos. Y me tenía en sus manos. Me dormí relajada y en paz para levantarme con un leve estremecimiento en mi cuerpo. Un orgasmo. Eso no solo le pasa a los hombres. En mi caso, cuando estoy bajo mucha tensión sexual he tenido sueños mojados. El orgasmo no es intenso, pero si lo suficiente para sentirlo y que mi cuerpo despierte muy mojado. Hoy tenía que verlo. Tenía que mirarlo a la cara. Oí un mensaje llegando a mi celular. Carajo no dejaban a uno ni levantarse. Lo leí: "Yo también me levante bien bellaco. Quiero verte. Ponte otra falda como la de ayer. Ve a… ". Me citaba en otro sitio. Esto se estaba poniendo interesante, pero que se fuera pal carajo con la falda. Me pondría un mahón. Así empezó todo